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𝐃𝐢𝐞𝐜𝐢𝐨𝐜𝐡𝐨(𝐅𝐢𝐧𝐚𝐥)

Por alguna razón que desconocía, ese día se levantó muy temprano. Tuvo ánimos hasta de salir a caminar un poco antes que el sol comenzara a rayar el día, fue al negocio de mamá Kang de compras, limpió la casa y regó las flores. Estaba contento y eso no sucedía seguido.

Y según su horóscopo semanal algo que cambiaría su vida estaba por suceder, tanto en ámbitos económicos como amorosos. Él no sabe demasiado sobre esas cosas, pero eligió creer porque se encontraba de buen humor.

A las diez de la mañana su celular comenzó a sonar, como si entraran muchos mensajes. Hubiera supuesto que se trataba de Jimin, ya era costumbre que le llenara de mensajes aunque no respondiera ninguno, pero Min conocía ese rington perfectamente. Y no era el de Park.

¿Porqué Moonbyul le escribiría tanto?

Se tomó cinco minutos para meter el helado que estaba preparando en la heladera -porque cocinar es una de sus pasiones, pero su problema se llama flojera-, y se dejó caer en el sofá para entrar al chat con su mejor amiga.

Moon🌙🌻

Hola bebé

Cómo pasa el tiempo, ¿no?

No sabes cuánto te extraño:(

Solar también te extraña.

[Mensaje de audio]

Hola YoonGi oppa~

Sabes que te dice oppa para molestar jajaja

Bueno...

Tengo miles de cosas para contarte, pero lo más importante que tengo para decir ahora es que:

Vayas a revisar el correo, hay una nota para ti;)

Sin contestar los mensajes y confundido al cien por ciento, YoonGi dejó el celular y corrió hasta la casilla del correo en la vereda para revisarlo. Efectivamente había un papel celeste escrito a mano.

"Gatito, ve al lugar en donde me compraste un helado la primera vez que me invitaste a tu casa"

Bueno, no entendía nada. Pero, repito, estaba de buen humor. Y no le molestaba caminar para nada hasta la heladería de los Lee, después de todo hacia años que no pasaba por allí.

La primera vez que Park pisó su casa, él le compró un helado en ese lugar.

Prefirió usar su bicicleta, y en ella llegó aún más rápido incluso. Lee know, el hijo mayor del matrimonio y quien había sido su compañero en el club de baloncesto, estaba parado en la entrada con una sonrisa.

—¡Has crecido mucho!—comentó sonriendo.

—Hola Lee—inclinó la cabeza—, tú también estás viejo.

El muchacho rió, y sin perder tiempo sacó algo de su bolsillo.

—Ten—le entregó un papel de color rojo—. Te aprecio amigo, te deseo mucha suerte.

"¿Recuerdas el lugar donde solíamos entrenar?"

Oh, YoonGi jamás podría olvidarlo. Era una cancha multiuso comunal, en el barrio siguiente.

Ahora comprendía la dinámica, pero no entendía cuál era el propósito de todo. Se despidió con un apretón de manos y retomó el andar.

Cuando llegó a la cancha, se encontró sorpresivamente con Solar. Algo no cuadraba en su cabeza, pero no le prestó  atención. Ella estaba tan bonita cómo la recordaba de la última vez que la había visto, vistiendo unos jeans rasgados y una remera ancha.

Una vez dejó la bicicleta y antes de decir nada, se abrazaron. Ella había sido una especie de... segunda mejor amiga.

—Sigues siendo muy tierno—le pellizcó los cachetes—, te he extrañado tanto YoonGi-ah.

El menor le sonrió, alejándose un poco de ella.

—Yo también, no sabes cuánto.

Ella le entregó un papel violeta que Min recibió con cuidado para leerlo.


"Después de la escuela pasábamos el rato ahí"

» —¿Me puedes explicar que sucede?—preguntó levantando la vista.

—Solo faltan dos paradas más y entenderás todo—ella le sonrió con inocencia y lo abrazó una vez más.

Min dejó un beso en su mejilla y se dio media vuelta para ir por su medio de transporte, con el cual repitió lo que había estado haciendo desde hace rato: dirigirse a donde le decían las notas.

Era una costumbre para ellos, en aquellos años, ir al Coffee's Choi luego de la escuela. No solo a merendar, si no que también, a divertirse con las máquinas de videojuegos.

Al rededor de diez minutos más tarde y unas doce cuadras recorridas, llegó. El cartel gigantesco, la gente caminando por la acera y extrañamente el estacionamiento vacío de la cafetería lo recibieron. Y ahí, en medio de ese estacionamiento sin nada, estaba su mejor amiga con una sonrisa plasmada en el rostro.

—¡¿Moonbyul?!

Le importó poco si la bicicleta se caía, solo corrió a los brazos de su mejor amiga. La había extrañado tanto que le era imposible no soltarse a llorar. Ella junto con Solar eran como las hermanitas que nunca tuvo.

—Hola, YoonYoon.

Cuando finalmente se soltaron y retrocedieron un paso, se rieron al ver el desastre que eran. Todo era felicidad hasta que Min enfocó a otra persona tras la chica.

Parecía que le había entrado el demonio de un momento a otro.

—¡¿Y qué haces tú con mi mejor amiga?!—le señaló con el dedo índice y volvió a mirar a la chica—, ¡¿porque él está contigo?!

—Yoon, baja la voz—la chica le reprochó, aunque no había demasiada gente de todos modos—. Hoseok es un buen amigo, y le pedí que me acompañara porque si te entregaba una nota el solo corría el riesgo de que quisieras matarlo.

Min puso los ojos en blanco, suspirando.

—No es tan así. Él sabe que a pesar de todo lo... lo quiero. No tendría con quien pelear.

—Y yo no tendría a quién hacer enfadar—sonrió sincero.

YoonGi jamás lo odió tanto como decía, eso solo era por sus celos, pero más allá de todo sabía que Jung era un buen chico y que no se merecía todas las estupideces que él le decía.

—Ten, ya no te retenemos más—la chica le entregó el papel—. Te amo.

De ser por YoonGi, no se hubiera marchado. Quería estar con ella, pero la curiosidad siempre gana y necesitaba saber cuál era la finalidad de todo eso.

—Nos vemos luego niño, cuídate.

El peli-negro se despidió saludando con la mano y levantó la vieja bicicleta del suelo para una vez estando sentado en ella leer el papel.

"Íbamos siempre a cambiar monedas por deseos"

Esa era súper fácil. Moonbyul y él solían ir varias veces por semana a la fuente de los deseos, y no quedaba demasiado lejos de donde se encontraba ahora.

De hecho solo le tomó un par de minutos llegar.
Su madre y la señora Park estaban paradas junto a la dichosa fuente de los deseos.

No se bajó de la bicicleta, únicamente se acercó lo más posible a las mujeres.

—¿Mamá?—las miró con duda—, ¿Mamá Park?

—Sé que a mi debes no quererme cerca—la madre de Jimin habló, riendo—. Lamentablemente para tu suerte, mi hijo y yo somos bastante parecidos. Solo puedo decirte que te aprecio mucho hijo.

—Pero hoy—interrumpió su madre—es un dia especial mi amor.

¿Especial? ¿Especial?

—Mamá—suspiró—, no hay nada de especial además de mi buen humor y el haber visto a las chicas.

—¿Estás seguro?

YoonGi asintió, pero aún estaba confundido. Seguía sin comprender el porqué de eso que estaban haciendo. ¿Acaso era una especie de juego? ¿O le habían comprado algún regalo?

Cuando un papel rosa apareció en su campo visual salió de sus pensamientos. Rápidamente lo desdobló y en el se leía:

"Última parada: calle Serendipia a la altura 123, barrio Mariposa"

—¿Una dirección?—las mujeres asintieron—. Bueno... las veré luego entonces.

Podía parecer un poco descariñado tanto con su madre y su suegra, pero algo en ellas había dejado de generarse confianza y no era una persona que supiera disimular mucho. Eso no quería decir que no las apreciaba.

No se percató de que estaba yendo hacia las montañas hasta que las piernas comenzaron a dolerle, estuvo tanto metido en sus pensamientos que olvidó donde en realidad se encontraba. Se bajó de la bicicleta porque no estaba acostumbrado a pedalear en las pendientes tan pronunciadas, si lo hacía cabía la posibilidad de que muriera por falta de oxígeno.

Iba leyendo los números de las casas, hasta que encontró el 123 tallado en madera.

El portón pequeño estaba abierto (el grande para coches no) así que dejo su medio de transporte y entró sin golpear las manos, notando que el no tan pequeño jardín delantero estaba lleno de rosales que aún no florecían. El camino era de piedras de distintos colores que contrastaban con el verde del césped, y el mismo llegaba hasta una casa.

Esperen un momento.

YoonGi se quedó quieto para observar mejor la construcción.

Si, era una casa. Pero no una cualquiera. Él soñaba desde niño con una casa como esa, parecida a las que se ven en películas Estadounidenses. De madera, con escaleras para subir al porche y una hamaca en él. Seguramente con el living y cocina-comedor con salida al patio de atrás, y no podía faltar dos o tres habitaciones en el piso de arriba con el techo muy cerca en las orillas.

Cuando notó que alguien abría la puerta volvió a poner los pies en la tierra.

Aunque Jimin vestía como un Ángel, toda su ropa era blanca. ¿Acaso lo estaban recibiendo en el cielo?

Se veía hermoso, más que siempre, pero no supo exactamente cómo reaccionar. Continuaba molesto con él, pero tampoco sabía bien porqué a esas alturas.
Siguió caminando y con cada paso que daba se ponía más nervioso e inseguro. Llegó junto al mayor, pero no lo miraba directamente a él.

—Yoon, ¿cómo estás?—el menor lo miró, inevitablemente, e intentó no perderse en sus orbes marrones porque luego no sabría como volver.

Park amagó a tomarle las manos pero él retrocedió un paso. Jimin tomó aire y le sonrió, entendía su manera de actuar.

—Bien, estoy bien.

—Ven conmigo—pidió, dándose la vuelta para abrir la puerta. Observó rápidamente el living y con eso podía decir que la casa era genial—. Cada noche que llegaba tarde a casa se debía a que trabajaba horas extras. Y a veces cubría a alguna otra persona—explicó—, estuve ahorrando mucho desde el año anterior.

—¿Y porqué me ignorabas? Llegué a pensar que salías con Hoseok o que habías conocido a alguien más.

—Seguro te vas a molestar mas—se rió un poquito—, pero ignorarte era parte del plan. Aunque nunca quise que te sintieras inseguro con respecto a nosotros.

—¡Eres un...!—hizo el amago de golpearlo—. Joder, ¿cómo se te pudo ocurrir semejante cosa?

—Lo se, fue muy estúpido de mi parte. Pero todo fue por hoy—le sonrió—, ¿sabes?

—No te entiendo.

—No importa por ahora. Oye, ¿no dirás nada?

—¿Sobre que?

—Bueno... la casa o lo que pasó para que llegaras hasta aquí.

—Sabes que me encantan las casas con este estilo. Las cortinas—sonrió un poco—, están muy lindas. Y el color de las paredes a pesar de ser verde es tan suave que me encanta. Que afortunadas las personas que vivan aquí.

—Si—susurró—, somos afortunados.

Min creyó haber oído mal. ¿Dijo somos o únicamente eso le pareció a él?

—¿Qué?

—¿Ah?—se rió—. No dije nada

—Park, repítelo.

—¿Ah? No dije nada—repitió burlón.

—¡Eso no! Lo que dijiste antes, no te hagas.

Jimin suspiró, sonriendo tímido.

—Yoon, la casa es mía. Y tuya si aún quieres. Yo... el sábado cerré tratos, tengo los papeles, era una...

Park dejó de hablar en cuanto sintió los brazos del menor aferrarse a su cintura. Inevitablemente lo rodeó con los brazos, acariciando su espalda.

—Te felicito Jim, por dios, ¡tienes una casa! Tienes una casa, tienes una casa—no podía dejar de repetirlo, ¡Jimin tenía una casa, para él solo!

Había cumplido su sueño. Y por más enfado o molestia, YoonGi realmente estaba feliz por su chico. Si, su chico. Porque Jimin seguía siendo tan de YoonGi y él tan de Jimin, sin importar qué sucediera.

—Tenemos una casa—lo corrigió, olisqueando su cabello un poco, drogandose con el exquisito olor a manzana—, está a nombre de los dos.

Min aún no asimilaba esas palabras, no las entendía del todo. Pero hizo algo que quería desde hace bastante rato: besar al mayor. Sentir la calidez de su boca jugando con la suya, el sabor a fresas de su suave labial, la calidez de su lengua.

Necesitaba solo eso, para saber que todo estaba bien.

(...)

Inconforme con el ruido y la textura, Min decidió romper el envoltorio de plástico que cubría el sofá para así finalmente sentarse en él. Pero lo encontró tan cómodo que acabó recostado contra el espaldar.
Cuando Jimin regresó del baño sonrió al verlo hundido en el suave sofá, y no dudó un segundo para acortarse a su lado.

—Es muy tarde—murmuró el mayor abriendo los ojos de golpe, asustado.

—Park, sospecho que duermes muy poco—suspiró YoonGi, preocupado.

Jimin había caído dormido en cuanto se recostaron en el sofá, y aunque Min no pudo pegar un ojo no supo en qué momento el sol se ocultó. Se dedicó solo a acariciar su cabello y observarlo dormir, complacido por ver sus labios abultados y mejillas sonrojadas.

—Te acompañaré a tu casa—le ofreció, ignorandolo. Claro que casi ni dormía, pero no se lo diría—, podemos ir juntos en bicicleta. Otro día regresamos aquí.

Jimin estaba jugando con él psicológicamente. Era YoonGi quien debía no querer irse para que todo su plan fluyera bien.

—Quedémonos aquí. Dijiste que habían comprado algo de mercadería, para dos seguro que alcanza.

Siempre funcionaba, siempre.

—¿Sabe cocinar, señor gatito?—preguntó juguetón, a lo que el menor respondió con una mirada amenazadora.

—Me dices señor una vez más y te ganas un puñetazo en el estómago.

—Uy, tanta agresividad en un ser tan lindo.

Min comenzó a reír, sintiendo un deja vú. Sin más se puso de pie y caminó hasta la cocina-comedor para ponerse manos a la obra con la cena.

En la heladera encontró queso, salsa, carne troceada, acelgas, leche y huevo. También había helado, y halló en la alacena un paquete de harina.

—Qué extraño es—susurró, algo no cuadraba, pero se encogió de hombros—. ¿Te apetecería cenar canelones, Park?—tuvo que elevar un par de tonos la voz.

—Me apetece un gato bañado con chocolate.

YoonGi se quedó boquiabierto cuando oyó las palabras de su novio, no podía ser cierto.

—¡Hey, Parl Jimin! ¡Eres un maldito idiota!—le gritó sintiendo el calor apoderarse de su rostro.

¿Que tan pervertidos podían llegar a ser los dos? O bien, ¿qué tan sucia debía estar su mente para comprender aquella referencia que era meramente sexual a la perfección?

Tanto tiempo juntos había creado un lazo de confianza irrompible.

Mientras YoonGi mezclaba la carne, el queso y las acelgas hervidas, Jimin subía al otro piso en busca de una bolsa que tenía (según habia dicho Solar) en su interior platos y vasos plásticos. Y cuando Park se rió al ver que los vasos en realidad eran copas, Min sonrió sin saber porqué.

Separados estaban juntos, unidos por el hilo de la vida. Ese hilo que se enreda, que se tuerce y se estira, pero que jamás puede romperse.

Cuando el menor ya tenía la suficiente cantidad de cena para dos lista y regresó al living, se encontró sorpresivamente con una mesa en el suelo. Jimin le sonrió desde allí abajo, con timidez. Quizás un poco avergonzado por que no era el mejor lugar para cenar, o por sus planes.

—Huele delicioso—halagó, mirando a su novio sentarse en frente.

—Por supuesto, si lo he cocinado yo.

El primero en reír por su egocentrismo fingido, fue Park. Pero al menor le fue inevitable no carcajearse porque la risa de su novio era siempre demasiado contagiosa.

Y así, entre bromas, coqueteos y pura conversación sin sentido, Min y Park cenaron.

—Yoon, hay algo que he estado tratando de decirte desde más temprano—susurró dejando la copa con helado de frutilla a un lado. Hizo algo de fuerza con sus brazos y terminó sentado en el borde del sofá. Min ladeo la cabeza, lo miraba con curiosidad—. ¿Sabes qué fecha es hoy?

—Veinticinco de Noviembre—respondió, frunciendo el ceño—, ¿qué tiene de especial? Mamá también lo dijo pero no logro entender.

—¿De verdad lo olvidaste?—muy por el contrario de sentirse ofendido, solo se rió—, no me sorprende porque siempre fui yo quien te hacía regalos primero.

—Hoy es... ¿es nuestro aniversario?—cuando reaccionó ante sus propias palabras, abrió los ojos alarmado—, ¡nuestro quinto aniversario! N-no puede ser Jim, ¡soy un-un...!

—Eres el mejor novio del mundo—quitó de en medio el pote de helado y sujetó con cariño las manos del menor, provocando que lo mirara a los ojos y avanzara gateando como un bebé hasta él—, eres el chico más bonito del mundo, el único que soporta mis cambios de humor y no se queja. Estoy agradecido de que hace cinco años hayas aceptado ser mi novio, y no podría querer a nadie más en mi vida que no seas tú.

—Jimin—susurró un tanto avergonzado.

Pero el mayor continuó hablando.

—Por eso quiero pedirte que te cases conmigo, Yoon, no puedo estar lejos de tu calor y no está en mis planes separarme de ti hasta el día en que me dejes de amar. Sé que quizás no es de la manera en que te imaginaste que alguien te pediría matrimonio, pero de todas formas; ¿te casarías conmigo, Yoonie?

YoonGi por unos segundos creyó escuchar mal, creyó que su mente estaba distorsionando las palabras y que nada de eso era real. ¿Jimin? ¿Pidiéndole matrimonio? ¿A él, que es un caos andante?
Todo tenía pinta de ser una ilusión. Hasta que vio que Jimin ladeó la cabeza, y notó la forma en que le miraba. Expectante, asustado, desesperado. Pero por sobre todo, enamorado.

Sus ojos demostraban amor, del puro, de ese que jamás antes había visto en ojos de nadie. YoonGi de pequeño hubiera pensado que eso no existía, que enamorarse era una pérdida de tiempo y que no existía nada mejor que la soltería. Pero ahora se daba cuenta de que cuando uno es niño, lo único o aie quieres es que tus padres te den permiso para ir a jugar.

Y él lo único que quiere, es pasar una vida junto a Jimin.

—Yo... n-no sabes cuanto te odio, tonto—le pegó suavemente en el pecho con un puño y escondió la cara en ese lugar, tratando de no llorar—. Iría contigo hasta el infierno si es que hay uno, solo para seguir viendo tu estupida sonrisa.

—¿¡Eso es un si!?

—Por supuesto que acepto Jiminie hyung.

No le cabía la emoción en el cuerpo, de hecho, Jimin hasta pensaba que se le había bajado la presión por unos momentos. Notó que al menor le brillaban los ojos. La emoción, quizás. Parecían dos luceros brillantes en el cielo oscuro, y él era el único espectador a tan hermoso espectáculo.

Esa noche Jimin le hizo el amor de la manera más dulce y placentera que pudo, y bajo la tenue luz de la luna se juraron que lo único que podría separarlos sería la muerte.

Fin.


Muchas gracias por todo, pero aquí acaba este libro😭💛

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