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01│Único

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YoonGi recuerda a la perfección cómo, desde una muy corta edad y de manera bastante ingenua, había sentido un inevitable rechazo por los hospitales, morgues y todo lo relacionado al tema. De tan solo imaginarse a sí mismo en dichos lugares, le era posible sentir un escalofrío recorrer su cuerpo. No era porque creyera en las historias sobre fantasmas y cosas similares, simplemente no sentía comodidad en dichos sectores.

Pero, cuando el tiempo comenzó a transcurrir, le fue posible hacer a un lado la percepción superficial que tenía sobre muchas cuestiones de la vida en general, logrando así ampliar su mente y —entre diversas cosas— entender que anhelaba con demasía convertirse en un médico forense.

Teniendo en mente un objetivo muy claro y decidido a cumplirlo, fue capaz de obtener una beca e ingresar a una de las universidades más prestigiosas del país y concretar con su carrera unos años más tarde. Aunque, contrario a lo que todos imaginaban que haría después de esto, YoonGi optó por regresar a su pequeño pueblo natal y comenzar a desempeñarse laboralmente en la antigua y única morgue del lugar, en donde ya llevaba trabajando alrededor de casi una década y media.

Desde un principio, su horario laboral solía ser más que nada en el turno nocturno, aunque en ocasiones la suerte parecía estar de su lado y podía abandonar la morgue temprano. A decir verdad, al igual que a muchas personas, no le agradaba demasiado la idea de tener que pasar la noche trabajando, pero no contaba con demasiadas opciones y no le resultaba muy molesto en verdad, porque todo solía ser bastante tranquilo.

Sin duda alguna, después de tanto tiempo y tantas personas en su camino, le había sido posible encontrarse con muchas situaciones bastantes extrañas, incómodas y hasta con algunas que no le permitían descansar como era debido. Por supuesto que habían numerosos momentos que ya no tenían efecto sobre su persona y otros que pasaron a segundo plano, propio a la experiencia y madurez —tanto como persona y profesional—que fue adquiriendo. 

Aunque existían otros casos y hechos que YoonGi, sin importar el tiempo que transcurriera y lo mucho que lo intentara, nunca podría ser capaz de olvidar; un ejemplo claro y preciso de esto, era aquello que había sucedido en relación a Jeon JungKook.

Hace once años atrás, cuando la época de trabajo intenso comenzaba y todos se preparaban para esto, YoonGi y su compañero de trabajo —Kim SeokJin— habían recibido el cuerpo de un hombre de no más de treinta años de edad que solía dedicarse y desempeñarse como animador de eventos, principalmente de carácter infantil; en los cuales, como muchos podrían imaginar, optaba por adoptar la personalidad de un alegre y particular ser que amaba hacer reír a los niños y asombrarlos con sus trucos.

El hombre había sido asesinado por un grupo de personas, las cuales parecían sentir un gran resentimiento y odio a su persona. YoonGi entendió esto desde un primer instante, ya que aquellas graves heridas —y deplorable estado— eran propias de víctimas de crímenes pasionales y/o de carácter similar. No era la primera vez que algo semejante sucedía, pero sí la única vez en la que YoonGi evidenciaba tanto desprecio por un ser humano.

Desde que le anunciaron la llegada del implicado, YoonGi pudo percibir una sensación extraña recorrerlo, aunque decidió ignorarla y dar por sentado que simplemente la falta de sueño estaba afectándolo. Sin embargo, cuando vio cómo un hombre ingresaba a la morgue empujando una camilla, la incomodidad se incrementó y no pudo pasarla por alto.

De no haber sido por la identificación que habían encontrado en los pantalones del chico, les habría resultado muy difícil poder identificarlo como consecuencia del estado en el que se hallaba el joven, el cual tenía el rostro hinchado y prácticamente irreconocible. Se había tratado de un ataque brutal.

YoonGi había susurrado varias veces el nombre para sí mismo, intentando comprender por qué la molestia en su pecho era peor que antes y la razón por la que sentía que conocía al fallecido con anterioridad.

No tardó mucho en identificarlo como un antiguo compañero de la escuela, aquel chico incomprendido con el que había establecido un tierno y bello vínculo, el cual llegó a su fin al poco tiempo y de forma abrupta, debido a que los padres del adolescente habían decidido a trasladarse vaya uno a saber dónde, alejándolo de absolutamente todos.

Sí, YoonGi recordaba a la perfección a Jeon JungKook y no podía creer que él fuera el mismo chico que yacía recostado en una camilla, irreconocible y en un estado por el que ninguna persona debería atravesar jamás.

JungKook había significado mucho para YoonGi, quien —a los diecisiete años de edad— pudo comprender finalmente que se había enamorado de su inigualable amigo. Se trató de un proceso bastante difícil y estresante, el cual le causó muchas confusiones al joven Min que no podía apartar su mirada del entonces quinceañero.

Cuando sus sentimientos quedaron expuestos ante el chico, YoonGi recuerda haberse insultado a sí mismo por ser tan malo ocultando todo. Sin embargo, contrario a lo que esperaba, JungKook terminó correspondiéndole y  simplemente lo abrazó con fuerza, mientras susurraba múltiples palabras que el mayor no era capaz de comprender.

Fue un romance bonito y bastante intenso, YoonGi no podría olvidar nunca aquellos bonitos momentos relacionados al menor. Recuerda que había creído que todo duraría más tiempo, pero sucedieron hechos inesperados y la actitud de JungKook también sufrió una drástica modificación, en cuanto los padres del mismo les informaron que debían trasladarse a una ciudad diferente.

La actitud de JungKook siempre fue inentendible para quienes lo rodeaban, incluido también el mayor. Pero YoonGi nunca buscó presionar ni incomodar a su novio, por lo que se limitaba a hacer lo posible para que el más joven sintiera que podía encontrar un hogar a su lado, al mismo tiempo que Jeon siempre encontraba pequeñas formas de lograr que YoonGi fuese feliz.

YoonGi anhelaba disfrutar de aquellos últimos días que les quedaban para estar juntos, pero el menor lucía realmente perdido. Se trataba de una situación que no le desearía a nadie más. Por algún motivo, el rostro inexpresivo de JungKook se estaba tornando mucho más opaco; lo cual era bastante propio de la personalidad del pelinegro, pero resultaba doloroso para el mayor.

Tras aquella noticia, su relación había cambiado demasiado y JungKook ya no era capaz de controlar sus emociones como antes, así que terminaba siempre —de una forma demasiado sencilla y haciendo uso de unas palabras ásperas— logrando herir gravemente a su novio, quien aún poseía muchas cicatrices en su corazón.

Por lo que SeokJin había logrado averiguar y conocer gracias al aporte de un oficial de la policía, pudieron saber que JungKook se dirigía a una fiesta infantil como solía hacerlo cada fin de semana y en otras fechas especiales; pero, cuando no se hallaba muy lejos de su destino, fue interceptado por una turba de jóvenes que no dudaron en atacarlo hasta acabar con su vida.

Su muerte fue bastante cruel y dolorosa. Si bien YoonGi era un profesional, también seguía siendo un hombre que se destacaba por su empatía y tenía un aprecio por el contrario. Al ver el nivel de la gravedad de las heridas de JungKook e imaginar lo mucho que había sufrido, sentía el dolor acentuarse mucho más en su pecho, a tal punto de ser insoportable. Había sido un crimen llevado a cabo por odio, podía percibirlo y le hacía sentir mucha impotencia.

Sabía también que aquello probablemente se debía a que, tal y como le había comentado —unos minutos después de la llegada del cuerpo y pasando por alto muchos detalles para no captar una atención no recomendable— a SeokJin, él había conocido a JungKook tiempo atrás y tenía presente que el chico era amable, divertido y maravilloso; por lo cual, no importaba cuánto intentara, le resultaba imposible comprender por qué motivo le hicieron algo tan terrible. No se lo merecía, no.

El cuerpo de JungKook lucía demasiado perturbador, por lo que a YoonGi le resultaba complicado mantener su atención centrada en el mismo. El chico aún llevaba su traje oscuro que formaba parte de un disfraz —por lo que el mayor supuso— de vampiro, el cual se hallaba roto, desgarrado y lleno de sangre; al igual que un maquillaje —de estilo bastante  particular— en el rostro, que se hallaba corrido y mezclado con los rastros de sangre y la tierra que seguramente estaba en el suelo. No se habían limitado a golpearlo y apuñalarlo, sino que también lo habían arrastrado por varios metros.

Lo que más le resultaba difícil ver eran sus ojos, debido a que estos se encontraban abiertos y tenían una expresión de profundo dolor, además de marcas rojizas. No era la primera que YoonGi visualizaba el rostro de un difunto, por supuesto que no. De hecho, había aprendido que la expresión de los fallecidos podía ir variando bastante.

Cuando se encontraba con personas que habían perdido la vida dormidos, poseían un semblante de paz y calma. Quienes sufrían un accidente o fallecían de manera abrupta, mostraban un terror profundo en su mirada; y aquellos que morían con mucho dolor, evidenciaban dicha sensación. Podía parecer bastante extraño y perturbador, pero así era.

Aunque el caso de JungKook era bastante particular, dado a que su expresión mostraba mucho más; una mezcla de un profundo dolor, terror, tristeza y hasta una especie de resignación. YoonGi no sabía por qué motivo, pero sentía que el menor ya estaba esperando que todo eso sucediera en algún momento; su mirada y el mensaje que había dejado plasmado en su degastado y dañado teléfono celular, le habían indicado esto al médico forense.

Por más que quisiera averiguar el trasfondo de la situación y despegar sus interrogantes, le resultaba demasiado complicado hacerlo. A diferencia de lo que cualquiera esperaría de una persona que solía ser tan alegre y llena de vitalidad ante un grupo de niños, JungKook era un hombre solitario y sumamente ermitaño.

Detrás de la amplia sonrisa que siempre mantenía en su rostro, él ocultaba una vida llena de dolor y un gran rechazo a su propia persona. YoonGi siempre lo había sabido, y ahora lamentaba no haber podido hacer nada al respecto.

Esa noche, por primera y única vez en todos sus años como profesional, YoonGi no había sido capaz de siquiera iniciar la autopsia y se vio obligado a dejar el lugar sin mirar atrás. Supuso que su estado era preocupante en verdad, ya que incluso hasta su jefe le permitió irse en dicho instante, pasando por alto el hecho de que YoonGi había llegado solamente alrededor una hora y media antes a la morgue.

Agradeció tener libre el día siguiente, debido a que no sentía que estuviera en condiciones de llevar a cabo sus tareas de forma apropiada. Sin embargo, ignorando a una pequeña vocecilla en su cabeza que le ordenaba que dejara el tema atrás, decidió investigar más acerca de lo que había sido la vida de JungKook los últimos años. No podía simplemente pasarlo por alto.

No pudo averiguar casi nada sobre el menor, JungKook parecía ni siquiera tener redes sociales ni nada que permitiera mantener una conversación por dichos medios. Por lo cual, sintiéndose desesperado y sin saber cómo proceder, recordó al hermanastro mayor del chico e hizo uso de sus contactos para poder dar con él.

Park JiMin era un hombre joven y había sufrido de muchas dificultades al igual que su hermanastro, quien había abandonado su hogar en Seúl al cumplir la mayoría de edad. El chico nunca fue capaz de comprender lo que atormentaba a JungKook, por lo que sus intentos de ayudarlo siempre fueron en vano y sus padres no parecían tener interés alguno en brindarle un apoyo a su hijo menor. Cuando Jeon dejó la casa atrás, el contacto se volvió casi inexistente.

La última vez que JiMin había hablado con su hermano fue alrededor de dos semanas antes del suceso fatal. El mayor admitió que le sorprendió recibir una llamada de JungKook, quien solía rechazar cualquier intento de contacto que pudiera recibir. El pelinegro nunca tomaba la iniciativa para hablar con su familia, pero aquel día —por algún motivo— decidió hacerlo.

JiMin le aseguró que JungKook le había dicho que decidió regresar a su pueblo natal, en donde pudo conseguir un pequeño departamento y empleo como animador de fiestas, pero no le dijo la dirección ni nada. En aquel momento, pudo escuchar un tono desanimado y triste en la voz de su hermano, pero Jeon se negó a dar detalles sobre la situación y JiMin supuso que lo mejor era no insistir, aunque ahora se arrepentía de esto.

En medio de la charla, el pelinegro había mencionado de manera accidental y superficial que unos chicos, los cuales solían beber cerca de su edificio, llevaban varias semanas molestándolo sin razón aparente. JiMin le preguntó sobre el tema y sintió la necesidad de indagar, ya que se había preocupado y no quería que nada le sucediera a JungKook, pero fue ignorado por el contrario.

Luego de aquella llamada, JiMin intentó contactarlo nuevamente para estar al tanto de su estado, pero todas sus llamadas fueron rechazadas y no supo nada de JungKook hasta el día en el que les comunicaron todo lo que había sucedido. Era demasiado tarde para hacer algo al respecto, y JiMin no podía evitar culparse cada noche.

Días después de la llegada de JungKook, el médico forense regresó a su lugar de trabajo y se dispuso a retomar sus tareas como lo hacía siempre. No supo mucho más sobre el caso, JiMin solamente le mencionó que se había abierto una causa y encontraron a los posibles culpables, aunque restaba mucho más por hacer.

Por otro lado, ignorando a su mente, decidió asistir al funeral de Jeon y se avergonzó de sí mismo por no poder soportar estar allí mucho tiempo, así como tampoco no pudo contener sus lágrimas y tuvo que irse antes de ser visto.

No se suponía que sería así. JungKook merecía tener una vida extensa como la mayoría de las personas, realmente no era justo que todo haya llegado a su final de forma tan repentina e injusta, por culpa de unos imbéciles que estaban tan enfermos y fuera de sí, como para considerar que tenían el derecho de acabar con la vida de otra persona.

Aquel día, no pudo evitar recordar sus últimos momentos al lado del menor, quien había comenzado a mostrarse demasiado desinteresado por todo. En dicho momentos, lo único que YoonGi podía hacer era preguntarse si JungKook todavía estaba enamorado de él, aunque realmente no le interesaba del todo la respuesta; debido a que lo único que necesitaba era la presencia del chico en su vida, necesitan a que él se quedara con él por la mayor cantidad de tiempo posible.

SeokJin le comentó entonces que, desde la noche en la que había llegado JungKook, los residentes estaban actuando de manera bastante extraña. Casi todos los estudiantes aseguraban que, principalmente en la noche, podían escuchar una serie de risas muy fuertes, las cuales no tardaban en convertirse en llanto y posteriormente pasaban a ser gritos de dolor. Lo mismo se repetía cada día.

YoonGi creyó que su amigo estaba queriéndole hacer una broma de muy mal gusto, porque SeokJin estaba al tanto de lo incómodo y extrañado que se sentía desde entonces; pero se consternó mucho el día que los implicados se le acercaron luciendo desesperados, y empezaron a contarle con lujos de detalles todo lo que estuvieron experimentando.

Él siempre había sido bastante escéptico y esto únicamente se incrementó en su adultez, por lo que no creía ninguna de las palabras de los jóvenes, quienes estaban jugando o quizás necesitaban dejar de escuchar y ver tantas historias de horror por un buen tiempo. Adjudicó todo a una mala pasada de la mente de los chicos.

Aunque YoonGi debe admitir que, por más escéptico que fuese, su cuerpo tembló un poco —y en contra de su voluntad— ante el relato de una chica, quien aseguró que pudo ver a un hombre con características idénticas a la de JungKook, arrastrándose por los pasillos y susurrando palabras inaudibles.

Decidió que lo mejor era ignorar todo aquello, ya que no tenía sentido preocuparse por hechos creados por la imaginación de ciertas personas que pensaban y aseguraban que cosas tan inverosímiles eran reales. YoonGi necesitaba centrar su atención en cuestiones de mayor importancia.

Su mente estaba perdida en algún punto indefinido. Necesitaba alejarse de todo porque ya no había nada más que quisiera o pudiera hacer en dichos momentos, ni siquiera era capaz de afirmar que su corazón se encontraba latiendo todavía.

Esto le recordó al tiempo en el que permanecía junto a JungKook, mientras la fecha de partida iba aproximándose con mayor velocidad. En aquel entonces, YoonGi —en vez de mantener charlas interesantes con amigos que tanto lo extrañaban— prefería estar en un silencio incómodo con su novio, quien estaba cayendo demasiado profundo.

Los días continuaron su curso y la situación en la morgue pareció calmarse de manera notable. Si bien muchos de los empleados, incluso aquellos de la parte administrativa y limpieza que casi no intercambiaban palabras con los residentes, afirmaban que estaban viviendo sucesos similares; pero YoonGi había aprendido a pasarlos por alto, por lo que simplemente se limitaba a dejarlos hablando solos. No le agradaba ser grosero, pero era en vano escuchar tantas idioteces.

Semanas después del hecho, muy a su pesar, nuevamente se vio obligado a trabajar en el turno nocturno. Debido a que la niñera de su hermana menor ─de quien se hacía cargo desde la muerte de su madre y padre─ tuvo un percance familiar y no podría cuidarla como solía hacerlo, YoonGi solamente pudo llevarla junto a él y esperar que la niña supiera comportarse, permitiéndole así realizar sus tareas.

Aunque sonara un poco cruel, YoonGi amaba la tranquilidad que había generalmente en su trabajo. En sí, siempre se hallaba rodeado por cuerpos inertes y lejos de las personas que pudieran molestarlo, ya sea discutiendo con él y/o simplemente buscando llevarle la contraria, haciéndolo molestar. Por supuesto que existían momentos alocados y provocadores de fuertes dolores de cabeza, pero eran escasos y lo agradecía mucho.

Aquella noche aparentaba que sería larga y tranquila, necesitaba encargarse de un fallecido a causa de un aparente infarto, un herido de bala y dos víctimas de un accidente automovilístico. Nada fuera de lo común, y sabía que podía hacerlo sin dificultades.

Pero, en determinado momento de la noche y de forma repentina, le fue posible escuchar un fuerte grito femenino. El mismo provocó que soltara los instrumentos que estaba utilizando ante el susto que sufrió, y se encaminara automáticamente corriendo hacia la salida de la habitación.

No había pensado ni dudado un segundo, pues supo que trataba de su hermana menor; ella era la persona que había gritado de manera tan aterradora y demasiado preocupante, por lo que YoonGi no podía siquiera imaginar que la menor se encontrara ante cualquier tipo de peligro.

Se suponía que la niña estaría durmiendo en una habitación que había en el lugar, donde la dejó descansando antes de comenzar con su trabajo. Sabía que, en dado caso que despertara o necesitara algo, ella se acercaría y se lo diría directamente, no estaría rondando por el lugar sola porque no le agradaba en absoluto.

Pero no fue así; ella se hallaba posada a no muchos metros de distancia, precisamente en el centro del pasillo y con la mirada puesta en un punto del mismo. Estaba llorando con fuerza, gritando de manera desesperada y mencionando cosas sin sentido.

Parecía ser que se encontraba hablándole a otra persona, aunque YoonGi no pudo precisar —en un primer instante— a quién y por qué, debido a que no había nadie más que ellos dos se encontraban presentes allí.

Cuando se posó ante ella y comenzó a cuestionarle —a la par que la revisaba en busca de una herida o lo que fuese— lo que estaba sucediendo y a quién o qué se debía su preocupante estado, no obtuvo una respuesta clara y entendible. Hasta que entonces la castaña le aseguró que un horrible hombre de traje y maquillaje extraño se encontraba al final del pasillo, mirándolos a los dos con mucha atención y de manera penetrante, mientras hacía unos movimientos extraños con sus manos.

YoonGi se había quedado petrificado ante esto y estuvo así por varios segundos, pero su cuerpo se manejó por cuenta propia luego y fue volteando lentamente, dirigiendo su mirada al punto que su hermana le había indicado. No pudo ver nada en un primer instante, pero tampoco fue capaz de asegurarle a la chica —ni a sí mismo— que todo se trataba de su imaginación.

En dicho instante, escuchó cómo su hermana gritaba una vez más y le afirmaba aterrada que el mago —aquel que tenía el maquillaje corrido y mezclado con sangre, además de la ropa desgarrada y sucia— estaba diciendo que únicamente se iría cuando consiguiera lo que tanto anhelaba, lo último que necesitaba para hacerse a un lado y dejarlos en paz.

JungKook quiere llevarte consigo, YoonGi. —Aquello le había susurrado la niña con demasiado temor y sujetándolo del brazo; temiendo que su hermano fuera atrapado por el horrible ser y causando que el mayor sintiera que un escalofrío le recorría el cuerpo por completo, mientras que un enorme pánico lo invadía.

Su mente pasó a convertirse en un completo caos. Rememoró cada uno de los momentos en los que le había pedido a JungKook que —si bien aceptaba que su vínculo terminaría resultando de la manera en la que debía ser— nunca se apartara de su lado, mientras que el menor se comprometía a cumplir con aquello hasta incluso después de la muerte.

YoonGi y JungKook se habían prometido —en más de una ocasión— a sí mismos que, cuando la oscuridad se hiciera presente ante ellos y quisiera intentar atraparlos, se encargarían de convertirse en la luz del contrario para poder guiarlo y evitar así que desapareciera, ya que se negaban a ser distanciados de manera abrupta e injusta.

Por lo cual, sabiendo lo que aquello significaba e ignorando cualquier orden que le brindara su parte razonable, YoonGi tomó a su hermana entre sus brazos y fue en busca de sus pertenencias sin mirar atrás; para después abandonar la morgue a gran velocidad y dispuesto a no volver por un largo tiempo, ignorando incluso al hombre de seguridad que se había acercado —tras escuchar el escándalo— y le preguntó qué era lo que estaba pasando.

La triste melodía que el menor tarareó —aquella vez en la morgue— fue muy propia de él, porque también logró hacer llorar a YoonGi con fuerza. Resultaba demasiado doloroso porque, en un mundo donde todo es una mentira, JungKook era la única verdad presente en la vida del mayor.

YoonGi nunca quiso perderlo y sufrir de aquel distanciamiento, lo único que él deseaba era que JungKook permaneciera en su día a día, brindándole el cariño sincero y hermoso de siempre, pero no pudo ser así y ni siquiera contaron con la oportunidad de la forma en la que les habría gustado hacerlo.

Y así como habían muchas palabras e imágenes que permanecían en su mente con el transcurso de los años, YoonGi nunca podría olvidar nunca todo lo que transmitían los ojos de JungKook el día que su cuerpo llegó a la morgue; así como la noche en la que pudo verlo posado al final del pasillo, susurrando con voz temblorosa y pidiéndole que permaneciera a su lado.

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