CAPÍTULO 3 | LIGHTS
Walkman
Aquella mañana, antes de irse a trabajar a la tienda, Nabi había golpeado la puerta de la casa de Yuna. Habían pasado ya días desde que no sabía nada de ella porque no había aparecido por la tienda como de costumbre y el pasado domingo se había marchado muy rápido de la iglesia. La recibió su madre, una mujer bastante mayor que su propia madre que había pasado años de matrimonio intentando tener un bebé y que, cuando finalmente lo había logrado, enviudó, por lo que había tenido que criar sola a Yuna a la vez que trabajaba para subsistir.
—¡Nabi, querida! —La saludó—. Por favor, pasa.
—Está bien, señora Hwang, estoy de pasada porque voy camino a la tienda —la chica se disculpó haciendo una pequeña reverencia—. Quería saber si Yuna puede salir un momento, me he olvidado de darle algo.
—Oh, cariño, Yuna salió temprano esta mañana —respondió con lástima—. Dijo que iría a correr por el borde costero para despejar la mente… Ha estado un poco extraña estos días, ¿no sabes si le ocurre algo? No ha querido decirme nada.
El recuerdo de aquel beso llegó como un relámpago a la mente de Nabi e instantáneamente se sintió estúpida. Debió haber sabido que nada bueno saldría de aquello, pues tener ese tipo de sensaciones con otra mujer, que además era su mejor amiga, no era algo normal y mucho menos sano.
—Quizás ha vuelto a hablar con Jeon Jungkook —se inventó—. En realidad, no lo sé. Gracias, señora Hwang.
Se despidió y siguió su camino hacia la tienda. Por un segundo pensó en ir a la playa para ver si encontraba a Yuna, pero desechó rápidamente esa idea, pues, aparte de retrasarla, nada le aseguraba que la chica quisiera hablar con ella. Realmente había estado evitándola todos esos días y no quería presionarla porque supuso que el haber besado a otra mujer podría llegar a ser difícil de llevar.
Aunque no llegó a comprender el por qué para ella no había sido difícil en lo absoluto. Dentro de la gran confusión que se gestaba en su cabeza podía reconocer que realmente le había gustado y que, sin duda, lo volvería a repetir. ¿Era quizás el hecho de saber que aquello estaba prohibido o era algo más allá?
¿Le gustaban las chicas? No estaba segura de eso, pero sí sabía que le gustaban los chicos. Le gustaba Hoseok.
Su día transcurrió con total normalidad. Lexie había llegado a media mañana a interrogarla para saber si es que todo había salido bien dentro de su remolque la otra tarde y antes de almuerzo Hoseok había pasado a comprar los encargos de su abuela. Todo había estado bien hasta la hora del almuerzo, en la que tenía permitido abandonar su puesto para ir a comer a casa, cuando Yuna había aparecido afuera de la tienda con rostro de pocos amigos.
—Mi madre me dijo que fuiste a buscarme en la mañana —le dijo cuando se encontraron.
—Quería saber si te ocurría algo… —Respondió Nabi.
Yuna, que no la había mirado a los ojos en ningún momento, giró el rostro hacia otra dirección y se cruzó de brazos mientras se encogía de hombros.
—No lo sé.
—Yuna, si es por lo de la otra noche… podemos hacer como si nada hubiese ocurrido.
La chica arrugó las cejas. Estaba molesta, Nabi podía notarlo con solo ver su lenguaje corporal, pues su amiga era bastante parlanchina.
—Es sólo que sí ocurrió, Nabi. Hicimos algo horrible y cada vez que lo recuerdo me provoca ganas de vomitar.
La chica sintió una punzada en su pecho. Las palabras de Yuna le dolieron más de lo que le hubiese gustado aceptar, eso sumado a la expresión de desagrado en su rostro. Su mejor amiga sentía asco de ella y aquello se sintió como si le hubiesen enterrado un puñal justo en el corazón.
—¿Qué puedo hacer, Yuna? —Le preguntó entonces, con la voz ligeramente temblorosa.
Y lo preguntaba en serio, porque estaría dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de que Yuna la perdonara, para que todo siguiera como había estado hasta ese momento. No quería pensar en cómo sería tener que pasar sus días sin ella que, sin saberlo, era una de las pocas personas que la ayudaban a sobrellevar su miserable existencia.
Yuna la ayudaba más de lo que Nabi la ayudaba de vuelta, y eso nunca se le olvidaba. Pretendía devolver todo aquel apoyo cuando su amiga lo necesitara, pero nunca se había dado la oportunidad entre ambas para sincerarse de esa manera.
Su amiga la miró a la cara por primera vez. Nunca había visto tanta frialdad en aquellos hermosos ojos, ni siquiera cuando discutían y terminaban enojadas una con la otra. Una alarma sonó dentro de la cabeza de Nabi, avisándole que la situación no iba por buen camino.
—La única solución sería deshacerlo, que jamás hubiese ocurrido, pero no se puede. No hay nada que puedas hacer y creo que lo mejor es que te alejes.
El corazón de Nabi se detuvo por una fracción de segundo y sus ojos se llenaron de lágrimas. Unas lágrimas totalmente diferentes a las que acostumbraba a derramar en casa, pues no tenían ningún tinte de frustración, sino que únicamente se trataba de la tristeza que le provocaba la sola idea de perder a su mejor amiga. Tuvo el impulso de abrazarse a sí misma intentando encontrar ese consuelo que tanto necesitaba, pero simplemente su cuerpo quedó paralizado. ¿Cómo era que Yuna no podía ver que Nabi no era nadie sin ella? Apretó la mandíbula, fingiendo una sonrisa, para disimular que esta le había empezado a tiritar.
—¿Qué…? —Preguntó.
Yuna corrió nuevamente la mirada.
—Eso —le respondió con frialdad mientras observaba el horizonte—. Agradecería que no me vuelvas a hablar.
Se apresuró a caminar, dejando a Nabi plantada en su lugar, sin poderse creer lo que acababa de escuchar y con los ojos llenos de lágrimas. No fue capaz de caminar a casa, ni siquiera de volver a entrar a la tienda, simplemente se quedó allí, viendo a su amiga perderse en la distancia.
Finalmente una lágrima cayó por su mejilla, dando paso a un montón más que bañaron su rostro enrojecido. Su cuerpo tembló al ritmo de su acelerado y dolorido corazón, y, antes de darse cuenta, se encontraba corriendo en dirección a la playa. En aquella época del año, plenas vacaciones, la playa principal de Dorioh se encontraba relativamente llena de habitantes que iban a pasar sus tardes en busca de un merecido relajo, fue por eso que, tiempo atrás, Nabi se vio obligada a buscar un lugar más privado al que iba cada vez que necesitaba pensar: casi un kilómetro hacia el sur, en pleno bosque que ponía fin al sector de la playa utilizado por todos, había encontrado una pequeña porción de arena, rodeada de árboles y de tranquilidad. Nadie iba para allá, solamente ella, y tampoco había llevado a alguien, por lo que se sorprendió cuando vio una figura delgada sentada sobre la arena, mirando las olas reventar en la orilla.
El chico, a pesar de estar escuchando música en un Walkman, notó inmediatamente su presencia, por lo que se quitó los audífonos y se dio vuelta para observarla. Nabi quiso escapar, pero antes de poder hacerlo, escuchó aquella voz aterciopelada:
—¿Estás bien?
Ella se limpió la nariz con el dorso de la mano y se giró para ver el mar. Las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas, aunque ya no sollozaba.
—Sí.
Yoongi levantó una ceja y quiso formar una sonrisa irónica en sus labios, aunque la chica no se dio cuenta.
—Entonces, ¿por qué lloras?
Ella se cruzó de brazos y dio un par de pasos para sentarse sobre la arena, a escasos metros del delgado cuerpo de Yoongi. No lo miró, no quería verlo estando en aquel estado anímico tan débil, aunque él sí pudiese verla a ella, y le hubiese encantado que al chico le diera igual y se marchara, pero eso no ocurrió.
—No es asunto tuyo.
El chico hizo una mueca con su rostro, simulando dolor físico.
—Estás en mi lugar, llorando como una bebé, creo que lo mínimo que puedes hacer es darme una explicación.
Ella lo miró por primera vez, con expresión casi horrorizada. La boca semiabierta, como si no pudiese creer lo que había escuchado.
—¡¿Disculpa?! —Replicó, indignada—. ¿Tú lugar, dices? Déjame explicarte algo, chico nuevo. Aquí nada es tuyo, llegaste demasiado tarde…
La suave risa de Yoongi la interrumpió y provocó que su rostro se pusiera rojo, aunque no sabía si por la rabia o la vergüenza.
—Perdona —se disculpó él, mostrando una linda sonrisa de dientes pequeños—, eres adorable cuando te enojas. Logré distraerte, aunque creo que no de la mejor manera.
Ella quitó la vista y la fijó sobre el mar. No quería aceptarlo, pero de cierta forma agradeció que el chico se hubiese preocupado por hacerla pensar en algo diferente, aunque eso no quitaba que todavía se sentía triste. Recogió las piernas para abrazarse a sí misma y apoyó el mentón sobre las rodillas, intentando pensar las cosas con claridad e ignorando al muchacho que seguía observándola con curiosidad.
—¿Tu novio terminó contigo?
Ella lo miró de reojo, recordándole a Yoongi la última vez que se habían visto. Aquella indiferencia por parte de Yoo Nabi solo incrementaba su curiosidad y ganas de acercarse. No podía mentir y decir que jamás le había ocurrido algo así, pero nunca había sido con tanta intensidad.
—Hoseok no es mi novio —se limitó a responder ella.
Así que ese era el nombre del chico con el que la había visto entrar al remolque de Lexie, que también había sido el mismo que escuchó preguntarle si vendían preservativos en la tienda de convivencia.
—Bueno… —Alargó—. ¿Hoseok terminó contigo?
Ella no dijo nada, pero después de un par de segundos negó con la cabeza. Yoongi arrugó los labios y no se pudo imaginar qué era lo que acongojaba tanto a la muchacha, hasta el punto de hacerla llorar de esa manera, pues lo único que se le ocurría era que le habían roto el corazón.
Volvió la vista al frente y recordó que sobre sus piernas descansaba el reproductor de música, así que volvió a mirar a la chica.
—¿Te gusta la música?
Ella asintió con la cabeza lentamente, como si no confiara en él, y se tomó su tiempo para recibir el Walkman cuando se lo tendió. Rebobinó la cinta del cassette y cuando estuvo lista se puso los audífonos sobre las orejas.
Nunca hubiese imaginado que escuchar Everybody Wants to Rule the World de Tears For Fears mientras observaba la olas reventar hiciese que la simplicidad del mundo se viera tan etérea. Cerró los ojos cuando supo que estos nuevamente se le llenarían de lágrimas, pero lo único que vio fueron todos los recuerdos que tenía con Yuna, los buenos y malos, cada vez que habían reído y llorado juntas, y las veces en las que se reconciliaban después de una discusión. Yuna siempre había estado en su vida, desde pequeña, y por mucho tiempo había sido su única amiga y la única persona que la distrajo de todo lo que le había tocado vivir en casa.
No podía creer que todo eso se hubiese acabado, de un segundo a otro.
Cuando fue consciente nuevamente de su entorno, sintió la calidez del cuerpo de Min Yoongi a su lado. Se había acercado un poco y, aunque ella no lo había oído ni visto, podía sentir aquella cercanía reconfortante. Abrió los ojos nuevamente y observó por un segundo cómo el sol se reflejaba en el mar, formando pequeños diamante color dorado en el aire. Never Tear Us Apart de INXS comenzó a sonar en los auriculares y entonces ella se secó las lágrimas con los dedos para finalmente ver a Yoongi a los ojos.
Aquellos orbes tan oscuros como la noche la miraban con curiosidad, recorriéndole el rostro milímetro a milímetro, desde las cejas hasta los labios, mientras jugaba con su juguetona lengua, acariciándose sus propios labios casi como si no se diera cuenta.
Nabi tragó saliva. Estaban demasiado cerca y la manera en la que él la observaba no ayudaba. Por un segundo se preguntó qué se sentiría probar aquellos labios pequeños y rosados, pero la radiante sonrisa de Hoseok diciéndole que haría lo que fuese por ella apareció en su mente.
Jung Hoseok era un chico bueno y a Nabi le gustaba, pero entonces ¿por qué no podía sentirse satisfecha teniéndolo? Le había dejado en claro que quería estar con ella y que haría hasta el último esfuerzo para que eso se cumpliera. ¿Qué era lo que estaba mal con ella? ¿Por qué no podía dejar de ver a Min Yoongi con esos ojos siendo que ni siquiera lo conocía?
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando el chico le limpió una lágrima solitaria que caía por su mejilla. Era una mujer débil, que jamás se había sentido amada y que al mínimo acto de humanidad se deshacía completa, y sintió culpa por lo que quería hacer, pero cuando se dio cuenta ya estaba acercándose a los labios de Yoongi, quien la recibió sin rechistar. El coro de la canción estaba sonando por los auriculares y su vientre se retorció por aquella exquisita coincidencia.
Cerró los ojos y se dejó llevar por todas las estimulaciones que estaba teniendo a la vez. Los labios suaves que la acariciaban al ritmo de la canción, como si estuviese todo coordinado. Sus lenguas entremezclándose una con la otra y las manos que se aferraban al cuello y rostro del otro con intensidad. El jadeo que soltó cuando Yoongi le mordisqueó los labios y sus manos traviesas acariciando las clavículas del chico con la intención de ir bajando cada vez más, aunque no se permitió llegar a más simplemente por tener precaución de que a alguien se le ocurriese llegar hasta donde estaban, así que se alejó y detuvo la música antes de sacarse los audífonos.
—Gracias —le dijo a Yoongi, devolviéndole el reproductor.
Él se relamió los labios y asintió con la cabeza a modo de respuesta. Después de un par de minutos de absoluto silencio, la chica volvió a hablar:
—Debo volver al trabajo.
Se levantó y sacudió la arena de su ropa, se dio media vuelta, con la intención de irse sin decir absolutamente nada, porque no sabía precisamente cómo actuar después de haberle comido la boca a alguien, pero la voz de Yoongi la interrumpió, al igual que la última vez:
—¿Puedo volver a verte?
Ella se lo pensó, aunque terminó respondiendo de manera afirmativa y se marchó. No se despidió, ni tampoco lo miró por última vez, simplemente se fue en dirección a la tienda del señor Choe con el corazón aún dolorido, pero sintiendo que alguien le había puesto una curita.
Y ese alguien era Min Yoongi.
───────•••───────
Durante las tardes Hoseok se acercaba a la parroquia del pueblo a hacer voluntariado, todo con el fin de que el pastor Yoo lo notara, pues no bastaba con solo ir los domingos como el resto de los habitantes del pueblo.
A pesar de que su abuela era una fiel creyente de Dios, él no se consideraba religioso. A corta edad había perdido a sus padres en un accidente de auto, se habían levantado temprano una mañana y habían decidido ir a la ciudad para hacer un par de compras. Aquella navidad Hoseok la tuvo que pasar únicamente con su abuela, aguantándose las lágrimas durante la cena y fingiendo una sonrisa cuando abrió los regalos a la mañana siguiente. Siempre creyó que Dios lo había castigado, quitándole a dos personas importantes para él, pero entonces cuando fue un poco mayor se había dado cuenta de que el Dios misericordioso del que le habían hablado los domingos en la iglesia no era real. ¿Por qué, si Dios era tan bueno, había dejado morir a sus padres? Quizás aquello había quedado fuera de su alcance, pero entonces eso significaría que no era un ser todopoderoso.
Ya habían pasado un par de semanas desde que se había decidido por hacer el mejor esfuerzo por Nabi y había tenido que soportar la expresión de tedio de Jeon Jungkook, que por ser hijo del alcalde estaba obligado a prestar servicios voluntarios, y a ver cómo Park Jimin, un muchacho que solo conocía de la escuela, coqueteaba con todo lo que se movía.
Pero todo valía, estaba dispuesto a todo.
Una tarde, entró Yoo Nabi a la parroquia, llevándose las miradas de todos los muchachos que hacían los arreglos que posteriormente serían ocupados en el festival de verano, el gran evento de las vacaciones. La chica había estado bastante desaparecida, pues únicamente salía de casa para ir a trabajar a la tienda y luego volvía a encerrarse, se la veía apagada, sin ese brillo en los ojos que la caracterizaba. Hoseok no había logrado averiguar qué era lo que le sucedía porque cada vez que preguntaba ella le cambiaba el tema o le decía que simplemente no había dormido bien. Esa tarde no era la excepción, había llegado a ayudar con los preparativos del festival y mientras recortaba el papel de color para las guirnaldas su cara no demostraba expresión alguna.
—¿Está todo bien? —Le preguntó en voz baja cuando se levantó a buscar un vaso de agua.
Quizás su conversación pasaría desapercibida, pues todo el mundo se encontraba concentrado en hablar con alguien más mientras trabajaban.
Ella le regaló una pequeña sonrisa cansada. A pesar de que sus hermosos ojos estaban adornados con unas casi imperceptibles ojeras, no dejaba de verse hermosa. Se había puesto un vestido de tirantes que le llegaba a la mitad del muslo y que la hacía lucir inocentemente sensual. Además, Hoseok notó que no llevaba sujetador.
—Estoy un poco cansada, mi cabeza va a matarme con tantos pensamientos —respondió en voz baja. Después de un par de segundos miró a su alrededor, viendo si es que su padre se encontraba por allí cerca—. Te veré a las siete en la playa.
Y se alejó para volver a lo que estaba haciendo. El chico terminó su vaso de agua y la imitó. No entendía lo que sucedía con Nabi, pero el hecho de pensar que la vería un poco más tarde hizo que su corazón diera un salto de emoción.
Se apresuró para terminar sus deberes y salir antes de la hora que la chica le había indicado. Por su parte, ella había terminado mucho antes de hacer las guirnaldas y se había marchado en dirección a la playa. Hoseok se despidió de todos con una pequeña reverencia y salió trotando de la parroquia.
El borde costero estaba delimitado por una pequeña muralla hecha de piedras, separando la arena de la vereda de concreto, y allí estaba Nabi, sentada sobre el muro y moviendo las piernas despreocupadamente mientras miraba las olas. Su vestido ondeaba al compás de la brisa marina y sus orejas estaban cubiertas por unos auriculares que Hoseok nunca había visto.
Él se sentó a su lado y ella miró a su alrededor, asegurándose de que no hubiese nadie, antes de saludarlo con un casto beso sobre los labios. Las mejillas de Hoseok se encendieron ligeramente y tuvo que aguantarse las ganas de volver a acercarla a él para besarla nuevamente.
—Sígueme —le pidió Nabi.
La chica se puso de pie y comenzó a caminar, dejando descolocado a Hoseok, que había creído que pasarían el rato sobre la arena. Pronto llegaron a un escondrijo entre los árboles del bosque que abría paso a un pequeño sendero que pasaba tan desapercibido que Jung jamás lo había visto en su vida, a través de él llegaron nuevamente al borde costero, pero escondido entre grandes árboles. Allí, Hoseok divisó una figura delgada y enfundada en ropa negra que reposaba sentada sobre la arena.
—Ya estoy aquí —avisó Nabi.
La persona entonces se volteó y Hoseok se dio cuenta de que era el famoso chico nuevo. Se quedó de pie, observando cómo la muchacha se acercaba y se sentaba al lado de él, sin entender qué era precisamente lo que estaba ocurriendo, pues había pensado que ambos pasarían el rato juntos. No entendía qué hacía el otro allí.
—Ven —lo llamó entonces ella—. Él es Min Yoongi. Yoongi, él es Jung Hoseok —los presentó mutuamente.
El ambiente se había vuelto incómodo para Hoseok, pues sólo escuchaba que el otro par hablaba acerca de música y hasta descubrió que el famoso Walkman era de ese chico. Se quedó varios minutos en silencio, con la mente divagando acerca de cuál era la relación que Nabi tenía con ese tipo, pero no llegó a nada más que a escenarios desastrosos. Por un momento sintió que sus ojos picaban, amenazando con ponerse llorosos, pero antes de que pudiese ocurrir, se atrevió a interrumpir la conversación:
—¿Qué se supone que es esto? —Preguntó, aunque con la voz más dura de lo que pretendió.
Todo se quedó en silencio por un momento. Nabi corrió la vista hacia la arena que rodeaba sus pies, como si no se atreviera siquiera a verlo a la cara. Aquello desató los peores pensamientos en la mente de Hoseok, quien estuvo a punto de ponerse de pie y marcharse.
—Desde hace años que vengo aquí cuando estoy triste —comenzó Nabi, en voz baja—. Se ha convertido en una especie de sitio especial para mí porque siento que aquí puedo ser quién realmente soy… El otro día Yuna terminó nuestra amistad por un error mío, así que volví a venir, pero estaba Yoongi aquí y… me hizo sentir mucho mejor… —Su voz se apagó.
Hoseok miró fugazmente al otro chico, que mantenía la vista baja como si su mente se encontrase en otro mundo, aunque podía haber apostado que escuchaba lo que Nabi decía. Se le hacía una persona enigmática simplemente por el hecho de cómo se veía, vistiendo aquellas prendas tan oscuras y teniendo la piel tan blanca.
—No sé cómo decir esto, Hoseok —continuó la chica—, pero quiero que sepas que me gustas mucho y que también te quiero más de lo que mi corazón quiere aceptar. Yo… Yo no sé qué es lo que está mal conmigo, hay muchas cosas que todavía no entiendo sobre mí porque… —guardó silencio un momento, como si no encontrase las palabras correctas para hablar—. Me gustas tanto, pero ¿por qué no me siento completa teniéndote sólo a ti? Es como si mi corazón aún tuviese mucho más amor para dar.
El chico no respondió nada, pues todavía no terminaba de asimilar todo lo que acababa de escuchar. Hubo cosas que no entendió, como la necesidad de Nabi de sentirse completa o la cantidad de amor que tenía para dar su corazón, pero sí asimiló la presencia de Min Yoongi allí, algo en su interior le dijo que la segunda persona a la que Nabi quería darle afecto era a él. ¿Era esa una infidelidad? No lo creyó, la chica estaba hablándole de cómo se sentía y realmente lo agradeció, pero todavía no llegaba a comprender lo que ella estaba buscando.
—¿Estás diciendo que quieres terminar conmigo para poder estar con más gente?
Quizás había sido la sorpresa de haber escuchado todo aquel monólogo, pero no se sentía triste al pensar que la chica quería terminar la extraña relación que llevaban hasta ese momento.
Ella negó inmediatamente con la cabeza y se acomodó de rodillas frente a él para poder verlo directo a los ojos.
—No, sería muy estúpida si te dejara ir —respondió—. Es sólo que pienso que puedo querer a más de una persona a la vez y no puedo negarte que Yoongi me atrae bastante. Y quizás… , no lo sé.
Hoseok volvió a mirar al muchacho. Parecía que ella ya lo había discutido con él, o que al menos se lo había comentado, porque no se mostraba sorprendido y sus ojos sólo mostraban el brillo de la curiosidad. Nabi era una persona poco común, a diferencia de lo que él había pensado en algún momento, pues simplemente creyó que era una chica intentando vivir su adolescencia como cualquier otra y que por eso hacía cosas a escondidas de sus padres, pero era mucho más que eso. No todos los días te encontrabas con alguien que sintiera que su corazón era tan grande que estaba dispuesta a estar con más de una persona a la vez, y no en el sentido de infidelidad, sino en algo consensuado.
Pero no estaba seguro de qué opinaba al respecto. Realmente su cabeza no llegaba a entenderlo, pero lo único que le había quedado claro era que ella lo quería de la misma manera en la que él la quería, lo que lo hizo profundamente feliz.
Finalmente, tenía que pensar en cómo sería tener que compartir a Nabi con alguien más, aunque él ya estaba decidido hacía tiempo de hacer lo que fuese por ella. Y eso incluía todo.
—Quieres estar en una relación con ambos —concluyó él.
Ella soltó un suspiro, al parecer aquello sonaba mejor en su mente que dicho en voz alta.
—No es necesario que me respondas ahora, puedo darte tu tiempo…
—Acepto —la interrumpió Hoseok—, pero tengo ciertas dudas al respecto.
Ella se giró para ver a Yoongi, con los ojos bien abiertos, quien sólo la miró de vuelta con una imperceptible sonrisa.
—Bien, adelante.
Hoseok intentó poner en orden sus pensamientos antes de hablar, aunque las palabras iban y venían dentro de su cabeza.
—Quieres tener una relación con ambos —repitió para sí mismo—. ¿Eso significa que nosotros dos también estaremos involucrados románticamente? —Preguntó, señalando a Yoongi y a sí mismo.
Nabi soltó una pequeña risa.
—Sólo si quieres. Puedes estar únicamente conmigo o con ambos.
A pesar de que se le hizo extraño, no le pareció una mala idea tener una relación con otro hombre. Quizás era su cabeza que estaba demasiado confundida para razonar bien las cosas.
—¿Y qué hay del sexo? —Soltó sin pensárselo mucho.
El rostro de Nabi enrojeció ligeramente y bajó la vista hacia sus manos. Quizás la pregunta había sido muy directa, pero eso era algo que no lo iba a poder dejar dormir por la noche.
—Puede ser todo de manera tradicional —Yoongi se integró a la conversación— o podemos probar cosas entre los tres.
El rostro del muchacho todavía no demostraba ningún tipo de emoción, cosa que llamó la atención de Hoseok, pues se encontraban hablando de algo bastante íntimo y ni siquiera se había inmutado.
Por un segundo se imaginó lo que él acababa de decir. ¿Cómo iban a lograr hacer algo los tres a la vez? Siempre se le había hecho la idea de que el sexo era de a dos, pero no estaba cerrado a intentar agregar más gente, simplemente no se le ocurrió cómo.
—Bien —resolvió, encogiéndose de hombros—. Quiero que cada vez que haya sexo estemos todos presentes y… quizás no me disguste la idea de besar a otro hombre.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro