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CAPÍTULO 3 | ENTRE LAS SOMBRAS

Edda

Lo que sabía, lo que vi, todo eso ponía el poderío de la familia Danvers en desbalance. Era esto por lo que Meraki se encontraba tan afectado. Ver a aquel niño siendo la imagen y semejanza de mi hermano. Eso solo demostraba que el amor que Bristón le profesaba a Meraki era falso, aunque dentro de mí, algo me decía que Meraki lo sabía, sin embargo, prefería engañarse, prefería fingir que ambos se amaban y eso dolía enormemente.

Meraki caminó ya entrado en papel de señor de la familia Danvers, nuestro matrimonio, el cual no ha sucedido, le daba el poderío necesario para mandar, por tal, debía ser fuerte, sin emociones, mandar, tal como su papel se lo solicitaba.
Continuó caminando con aquel porte, arreglo, su corbata azul rey a juego con el tono de sus ojos, su traje azul marino Armani, hecho a medida resaltaba toda su gracia y belleza.
Sonrió cuando llegó hasta mí, me plantó un beso en la frente y luego en los labios con sumo cariño. Estábamos en presencia de los ancianos, aunque ellos se ocultarán en las sombras, así que nuestro papel debía ser cumplido a la perfección.

—Te queda maravilloso el vestido que te regale —sonrió Meraki observando de arriba abajo el vestido azul, cielo de seda y escote pronunciado en el pecho. La chica a mi servicio hizo ondas en mi cabello caramelo.

Los nervios estaban comiéndome viva. Cole y su esposa estaban por llegar, podía olerlos, podía oírlos, estarían aquí pronto.

—Gracias por los detalles, cariño, sabes que no son necesarios —le propiné otro beso a Meraki con una sonrisa en los labios.

Las puertas se abrieron cuando nuestro beso terminaba.
El olor de Cole, su olor maderoso inundó toda la sala en cuestión de segundos.

Meraki hizo su trabajo al sostener mi cintura entre sus brazos.
Tuvimos que sonreír cuando Cole y su esposa entraban.
La última vez que vi a Cole fue cuando estuvo a punto de ser atacado por un miembro de la familia, lo impedí con todas mis fuerzas, use mi magia para ponerlo a salvo, la última vez que lo vi, estaba inconsciente.

Ahora caminaba de la mano de su esposa, no sonreía, tenía una mueca de seriedad y observaba a los lados como si se diera cuenta de que sucedía, que había personas ocultas entre la oscuridad de los pilares y las paredes.

—Señorita Edda, Señor Meraki —fue la esposa quien habló cuando se detuvieron casi a tres metros de distancia de nosotros.
—Señores Collins —contesté sabiéndome amargo aquello que salía de mi boca—, un placer.

Mis sueños, mis esperanzas, lo que algún día pensé que sería; la señora de Collins, ahora le brindaba el título a alguien más. A una mejor hermosa que claro, lo merecía.

—Ahorrémonos toda la parafernalia, Edda, nunca se me ha dado bien —comentó Lisba, abrió la boca para continuar su discurso, pero fue otra voz la que apabullo mis sentidos.
Su voz.
—Tienen algo que nos pertenece —dijo Cole.

Sentí que mi corazón, que mantenía un palpitar lento debido a la falta de sangre, se detuvo por completo.
Mis ojos se desviaron hacia él y él me observó a mí. Pasé saliva mientras sonreía.

—¿Y eso es? —sonreí. Tenía que seguir en mi papel. Si no daba el ancho frente a los ancianos, mi estatus de poder, que ya de por sí flaqueaba, sería catalogado como nulo.

—¿Por qué no nos dejamos de jueguitos absurdos y nos entregan a Noah por las buenas? —retó Lisba.

—Así que se llama Noah… —comentó en un susurro Meraki.
Bristón amaba el nombre de Noah, era el nombre de nuestro padre, representaba demasiado para él.

Lisba chasqueó la lengua mientras parecía odiarse a sí misma por darnos tal información.

—Por desgracia, Lisba, Cole —decir su nombre dolió intensamente, pero tuve que mantener la compostura—, ese niño nos pertenece.

No era mentira, tampoco era verdad.

Lisba soltó una risa jactanciosa.

—No, Noah es hijo de mi hermana, él no les pertenece, tiene nuestra sangre.

—Y nuestra sangre —contesté porque era la verdad.
—Es una anomalía y como tal tiene que morir —intervino Miley.

Bufé como autorreflejo a su intervención.

—No tienes permitido, Miley —gruñí.

—¿Pero tú si tienes permitido coger con ese maldito lobo, tu hermano igual y venir a darse el papel de señores? —replicó furiosa.

Sentí que el piso debajo de mis pies comenzaba a temblar.

—Meraki —mencioné en un tono dulce—, hazlo.

Meraki no dudo segundos en usar la magia de sangre para atacar con saña a Miley, las sombras sanguinolentas entraron por sus ojos, boca y nariz. Acababa de usar magia para suspender a Miley, eso sucedía cuando la sangre en nuestro cuerpo, es decir, cuando no nos alimentábamos correctamente, nuestro cuerpo entraba en un estado de coma del cual solo se salía dependiendo de la fortaleza de la persona.

—Bueno, es obvio que no les dejaremos a Noah teniendo a una persona que de seguro le quitará la vida —replicó con calma Lisba.

—Una lástima, señora Collins, pero no dejaré que se lleve a mi sobrino.

—Él no los quiere.

—Bueno, eso es porque ustedes han contado la historia, denle la oportunidad de escucharnos.
Lisba volvió a reír.

—Ni en broma. Noah es nuestro hijo, ahora. —Lisba apretó la mano de Cole.

Asentí.

—Bueno, no lo son biológicamente, así que no tienen con que solicitar aquello. Además, Noah estará mejor aquí, por lo que las enfermeras saben, el chico ocupaba sangre y ustedes no se la dieron, es por eso que estaba desvariando.

—Es imposible —replicó Cole.

—¿Por qué? —pregunté.

—Porque él se transforma.

Cole me miró intensamente.

Era imposible, años se intentó unir las dos sangres, crear una persona capaz de transformarse y con la magia que involucraba la sangre que tomábamos, pero siempre fue un horrendo fracaso, sin embargo, Noah no lo era, Noah era el aviso de que las cosas podrían funcionar y que la paz que tanto buscábamos, se podría volver realidad. No pude evitar ver a Cole a los ojos, sus ojos estaban llenos de esperanza, pero él lo supo desde antes y nunca me buscó. ¿Era el fin?

Cole

Verla, verla con aquel vestido que mostraba todas sus curvas, que me dejaba ver la hermosura de su cuerpo, que me dejaba deseando no haber alargado la última noche que pasamos juntos.

Ahora sus labios le pertenecían a otro, él parecía apoyarla en todo, ser el chico perfecto, verlo agarrar su cintura, verlo defenderla a su simple mandato. Yo deseaba ser ese todo para ella, defenderla, darle amor, todo el amor que alguien como ella se merece.

—¿Dónde está Bristón? —pregunté viendo alrededor. Existía una aura extraña que nos cubría—, él debería hacer estos tratos.

—Soy la cabeza de familia, así que soy yo quien ocupa lugar de mando —contestó con superioridad, Edda.

Ella siempre fue entrenada para tomar las riendas de la familia, era inteligente, tenía voz de mando, fuerza y valentía, aunque al contrario de Lisba, Edda era amable, siempre escuchaba, no era absolutoria, siempre buscaba otras soluciones, no era amante del caos y buscaba incansablemente la paz, como su hermano.

—Vaya —solo pude decir—, te sienta bien. —no pensé cuando lo dije.

Lisba tomó mi mano para apretarla con fuerza.
—Necesitamos al niño, ya —gruñó Lisba.

—Regresen mañana, hoy no cederemos. —una voz espectral vino de todos lados, rebotaba en un lado y otro. Un humo rojizo, parecido al que hizo aparecer a los chicos a la entrada del castillo, se hizo visible girando entre los pilares. Envolviéndonos en un movimiento ondulado.

Edda estaba igual de sorprendida cuando la voz sonó, era como si eso no pudiera ser posible. Lisba por su parte oteó los lados sintiéndose atacada, su guardia no tardo en ponerse en una posición de resguardo ante los dos, solo por aparentar, pues bien sabía que a ese par yo les valía un reverendo cacahuete, y que para ellos sería mucho mejor si no estuviera vivo.

—No nos iremos sin él —Lisba no se amainó, solo dio un respingón y endureció su mirada.

—¿Y ustedes que harán con un niño que ocupa sangre? —cuestionó Edda—, ¿qué harán?, sí, ustedes creen que eso es una aberración.

Sentí el golpe certero de su comentario. Claro, era algo que yo le dije cuando supe que se alimentaba de sangre, la llame aberración, le dije que mi gente no aceptaría aquello y era verdad. Nosotros no quitábamos vidas como ellos… aunque si lo poníamos en perspectiva, realmente si quitábamos vidas, lo hicimos por años, y eso fue lo que nos condujo a ser maldecidos. Las cacerías de brujas.

—Si eso es lo que ocupa, eso le daremos, pero no nos regocijaremos en el asesinato tal como lo hacen ustedes.
Edda comenzó a reír sin ganas con una mirada cargada de odio.

—¿De verdad se creen superiores por qué ustedes no ocupan sangre para vivir? —bajo los escalones de la plancha donde se encontraba. El humo rojo comenzó a enredarse cuáles serpientes por sus piernas, ¿qué eran?—, porque hasta donde yo sé, ambos comenzamos la cacería de brujas que terminó con estas maldiciones.

—Pero nosotros nos redimimos —alegó Lisba.

Edda soltó otra risa amarga.

—No creo que entiendan ni solo un poco, lo que significa redimirse. —escupió sin ganas. Volteó a ver el humo que rodeaba sus piernas—, nosotros tampoco —farfullo, casi inaudible, aunque yo la escuché.

—¿Y tú si lo entiendes? —retó Lisba—. ¿Tan pura te crees?
Edda levantó su mirada, sus ojos estaban enrojecidos y oscurecidos, debajo de sus ojos se le veía morada, la piel, unas ramas rojizas hacían camino desde el nacimiento de sus pestañas hasta sus pómulos.

—¿Crees que la redención se trata de pureza? —preguntó Edda entre pullas amargas.

—Claro —Lisba contestó con seguridad.

—Piénsalo mejor, Lisba —Edda parecía estar luchando con algo, mientras el humo rojo parecía engullirla.

—¿Qué te pasa? —cuestioné cuando vi una mueca de dolor en su rostro.

—Solo salgan de aquí —dijo con la voz entre cortada. Su paso tambaleó.

Quise ir a por ella, pero los brazos de Meraki fueron más rápidos.

—Sáquenlos de aquí — ordenó Meraki.

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