CAPÍTULO 2 | LIGHTS
El remolque de Lexie
Nabi apresuró el ritmo de sus pasos y cuando giró en la esquina se encontró con Hoseok, que la estaba esperando donde habían acordado: frente a la farmacia. Se acomodó el cabello lacio detrás de las orejas, dejando ver los pequeños pendientes de perla que utilizaba solo en ocasiones especiales.
Le había dicho a su padre que iría al cine con Yuna y a ella no le había dado explicaciones de lo que haría, simplemente le había dicho que estaría ocupada durante la tarde y ella se había marchado antes de la hora de almuerzo. Nabi no podía sentir que las cosas estaban extrañas entre ellas dos, por su parte no quería que nada cambiase, pero Yuna parecía opinar diferente, pues aquella mañana la chica había despertado especialmente callada, como si lo que había pasado la noche anterior le hubiese comenzado a perseguir.
Pero no había nada que Nabi pudiese hacer. ¿Le había gustado besar a Yuna? Sí. ¿Lo haría de nuevo? Por supuesto, pero sólo si ella se lo permitiese.
Claro estaba que detrás de aquel acto había una sensación de culpabilidad, la sensación de saber que estaba haciendo algo que no estaba correcto, y probablemente eso era lo que hacía todo más interesante para Nabi. Esa sensación la había estado atrapando desde que había comenzado a tontear con Hoseok, nuevamente sabiendo que no debería andarse besando y toqueteando con un chico que ni siquiera era su novio.
El padre de Nabi también condenaba las relaciones premaritales, decía que se debía conservar la pureza hasta desposar a la persona indicada. O quizás simplemente se trataba de conservar la pureza hasta desposar a alguien, porque ella no estaba completamente convencida de que sus padres fuesen la persona indicada para el otro.
Y no se le ocurría qué tipo de persona sería la indicada para su padre.
Hizo una pequeña seña a Hoseok, que inmediatamente le regaló una sonrisa.
—¿Cuál es el plan para hoy? —Le preguntó él, siguiéndola un par de pasos por detrás.
Lo que más le había pedido Nabi era la discreción. Nadie podía enterarse de lo que estaban haciendo o aquello significaría el final de su relación, por lo que a veces tenían que fingir que solamente eran amigos y otras ni siquiera conocerse.
—Bueno… —Alargó la chica, dándole una pequeña mirada—. El cine no, ya hemos visto dos veces todas las películas.
Él sonrió, prácticamente orgulloso de lo que acababa de escuchar.
—¿Entonces…?
Nabi detuvo su andar y se giró hacia él. Una pequeña sonrisa adornaba su hermoso rostro y Hoseok se sintió embobado por un momento. Nabi siempre le había llamado la atención, pero nunca había tenido el valor suficiente para acercarse a ella, por lo que no podía creer que ya la había besado un montón de veces.
—Tengo una amiga desde hace un tiempo —se limitó a decir—, pero necesito tu consentimiento para llevarte allí.
El chico ladeó ligeramente la cabeza, curioso. La sonrisa en sus labios daba a entender lo confundido que se sentía. Sentía que lo que acababa de decir Nabi no era solamente una invitación a pasar el tiempo con una amiga, sino algo más.
—Tienes mi consentimiento para llevarme a cualquier parte.
Ella rodó los ojos a la vez que reprimía una sonrisa.
—Ni siquiera te he dicho dónde es.
Hoseok dio un paso adelante, acortando aquella tormentosa distancia que separaba sus cuerpos y que nuevamente fue impuesta por la chica que retrocedió un paso.
—Bien, entonces dime —murmuró él.
Nabi se remojó los labios con nerviosismo. Había cosas que no se le ocurría cómo verbalizar y, en caso de poderlo, jamás podría decirlo en voz alta. Menos en medio de la calle.
—No… —Respondió y dejó al aire. Sabía que no se arrepentiría, pero no estaba segura de cómo saldrían las cosas—. No te estoy invitando a que la pasemos bien con mi amiga, sino a que la pasemos bien en lo de mi amiga.
El chico se quedó sin palabras por un momento. Esa última frase había logrado decir más de lo que se imaginaba que escucharía por parte de Yoo Nabi y había logrado calar hondo dentro de su cuerpo, despertando aquella llama que se encendía cada vez que pensaba en la muchacha. Era cierto que desde hacía un tiempo habían comenzado a verse de manera íntima dentro del cine, pero nada nunca había llegado más allá de besos y toqueteos. El sólo hecho de pensar que tendría la posibilidad de hacer algo más con ella le aceleraba la respiración en una mezcla de fogoso entusiasmo y miedo.
—Sorpréndeme —le respondió en un susurro.
Las cejas de Nabi se elevaron por un momento. Hoseok nunca dejaba de sorprenderla. Terminó por asentir con la cabeza y se dio media vuelta para comenzar a caminar hacia el lugar que había tenido en mente visitar desde que el chico la había invitado a salir nuevamente. Sabía que él la seguiría, por lo que no tenía que mirar hacia atrás. Caminaron por el centro del pueblo hasta llegar a la zona periférica, sector donde reinaban las casas pequeñas y destartaladas y vivía la gente menos afortunada, dejando atrás todos los ojos chismosos que merodeaban por el centro del pueblo.
Nabi únicamente rogaba que nadie los hubiese visto. Ya no se trataba de que hubiesen rumores sobre un amorío con Jung Hoseok, sino que todos sabían que si alguien iba en dirección a los suburbios era por alguna razón específica que no podía decirse en voz alta.
Entonces llegaron al remolque de Lexie, pequeño y de color café que alguna vez había sido blanco. Miró de reojo a Hoseok, que la observaba con los ojos tan abiertos que se le veían redondos en vez de rasgados. Decidió no dar ninguna explicación y golpeó la puerta metálica con los nudillos.
Inmediatamente la cabellera rubia de Lexie apareció. No dijo nada, ni siquiera un comentario bromeando sobre lo que significaba aquella visita, simplemente salió del remolque para que el par de muchachos entrara.
—En el cajón de la esquina hay algo que te interesará —le dijo a Nabi antes de que entrase después de Hoseok—. No cometas el mismo error dos veces.
Nabi no le respondió nada, ni siquiera la miró. Sabía que Lexie tenía razón, que no podía volver a cometer un error como ese nuevamente, aunque sabía que todo se trataba más de un consejo que de una reprimenda. Lexie se había vuelto su confidente con tanta facilidad que le había contado cosas que no le había dicho a nadie, como aquella fatídica primera vez. Sin cuidado. Sin protección. Y en la que, por suerte, no hubo consecuencias.
Cerró la puerta del remolque después de entrar, notando que Hoseok apenas había dado un par de pasos y se había quedado allí, mirándola con una expresión que no supo descifrar.
¿Había sido un error haberlo llevado ahí?
—Nabi, yo… —Comenzó él, aunque realmente no sabía qué decir.
—Lexie es mi amiga —aclaró ella, antes de que el chico pudiese terminar la frase.
La chica dio un paso más, acercándose al cuerpo de Hoseok. No sabía realmente cómo abordar la situación, pues aquella mañana había despertado realmente emocionada por su encuentro de la tarde, pero todo se había vuelto un poco incómodo. Levantó la mano y le acarició el labio inferior al chico con las yemas de los dedos.
—Nabi —la interrumpió entonces, echándose hacia atrás—, no sé qué es lo que piensas de mí, pero no tengo la intención de hacer nada que no quieras. No era necesario que me trajeras aquí, si quieres las cosas pueden seguir como han sido hasta ahora.
A la chica se le formó un nudo en la garganta ante la reacción que había tenido Hoseok. ¿Acaso no quería estar con ella? Le había dado todas las señales, ¿o era Nabi la que había malinterpretado todo?
—Creí que… que querías esto.
—Sí que lo quiero —le respondió Hoseok—, pero no quiero que parezca que es lo único que busco de ti.
Esa última frase llamó su atención. Jamás había pensado que Jung Hoseok fuese a querer algo más allá de una relación informal con ella, puesto que inicialmente ambos habían acordado que no debían sentir celos si es que el otro estaba con otra persona. No sabía qué podría haber cambiado en Hoseok para llegar a desear algo más allá.
Nabi dio un par de pasos y se sentó sobre el colchón del remolque.
—¿Qué quieres decir con eso? —Le preguntó, viéndolo desde abajo.
El chico tragó saliva al verla en aquella posición y no pudo evitar tener algunos pensamientos lascivos al tenerla a la altura de su miembro. Había estado luchando consigo mismo por controlar sus pensamientos desde que habían entrado al remolque porque no quería asustar a Nabi ni parecer alguna especie de animal en celo, pero desde que había estado parado en la puerta sabía lo que significaba el hecho de estar ahí.
—Quiero decir que el hecho de pasar tardes enteras contigo me hizo dar cuenta de que eres la chica más hermosa que he conocido, y no sólo físicamente —respondió en voz baja, flexionando sus piernas para que sus rostros quedaran a la misma altura—. Me gustas mucho, Nabi.
La boca de la muchacha se abrió ligeramente. No sabía qué responder ni tampoco tenía claros sus sentimientos. Sin embargo, había una cosa que sí sabía: Jung Hoseok la hacía sentir bien y le gustaba pasar su tiempo con él. El chico vio cómo Nabi se remojaba los labios con la lengua, dejándolos brillantes por la saliva, como si hubiesen quedado listos para que los atrapara entre sus dientes.
No quería que todo se fuese al demonio, no quería aprovecharse de la situación. Iría en contra de todo lo que su abuela le había enseñado alguna vez, la única figura materna que había tenido después de que sus padres muriesen en un accidente de auto. Ella le había recalcado la importancia del consentimiento, de saber que la otra persona estaba completamente segura de lo que iban a hacer, y que si no daba una respuesta clara, lo mejor era no seguir avanzando.
Los ojos brillantes de Nabi lo llamaban, aunque realmente no decía nada. Quería tomarla por las mejillas y preguntarle qué era lo que quería hacer, porque se había dado cuenta de que estaba a su merced, pero no quería asustarla, simplemente se convenció de que lo mejor sería dejarla actuar a ella.
—Por favor, bésame —le pidió la chica en un hilo de voz.
Y eso bastó para que Hoseok la tomara con delicadeza por la nuca. Se acercó a devorar sus labios como si su vida dependiese de ello, como si tener sus bocas unidas fuese la única manera en la que pudiese respirar.
No podía negarlo, deseaba a Nabi con todas sus fuerzas, aunque sabía que no se le tenía permitido estar juntos de aquella manera. Y de ninguna otra. Pues el pastor Yoo únicamente aprobaría una relación formal con su hija en el caso de pensar que el novio era un buen partido y un devoto que llevaría la parroquia del pueblo con la misma pasión que él.
Y aunque aquella pasión estuviese relacionada con los Yoo, lejos estaba de ser la parroquia o la religión. Era todo lo que Nabi representaba lo que le hacía perder la cabeza: su manera de ser, su rostro, su cuerpo, la manera en la que había facetas tan diferentes en una sola persona. Yoo Nabi era aquello que encendía el fuego de la pasión de Hoseok, traspasando todos los límites permitidos y llevándolo al extremo.
Jung Hoseok no temía pecar cuando se trataba de Nabi.
La chica soltó un suspiro sobre sus labios y finalmente enredó sus brazos en su cuello, acercando sus cuerpos. Como si hubiese estado planeado, ambos cayeron sobre el colchón. Hoseok sobre Nabi, acomodándose entre sus piernas, sintiendo que el alma le ardía y que la piel le hormigueaba ante ese tacto prohibido.
Se separó un momento de sus labios y la admiró. Los labios rosados y brillantes entreabiertos dejaban pasar su respiración jadeante, las mejillas coloradas y la piel tersa la hacían lucir más hermosa de lo que ya era.
¿En qué momento se había enamorado? No estaba realmente seguro, pero solo se dio cuenta cuando la vio hacerle ojitos al chico nuevo. No quería ser un celópata ni mucho menos, simplemente le hubiese gustado pensar que era el único que tenía un espacio en el corazón de Nabi.
—¿Estás segura de esto?
Ella asintió con la cabeza, dándole permiso para que sus labios se encontraran nuevamente. Besar a Yoo Nabi podía compararse con algo divino, el sabor de sus labios y cómo sé sincronizaba con los suyos lo llevaba fácilmente al éxtasis. Su boca la devoró, succionándole la piel del cuello, aunque teniendo cuidado de no dejarle marcas, y lamiendo el salado sudor que comenzaba a brotar de esta.
Quizás su olor era lo más embriagante de todo. Lo drogaba y cegaba de placer. Dio un par de mordiscos en la delicada piel y pronto notó cómo su propio cuerpo reaccionaba a ella, pues sus manos serpenteaban buscando algo a lo que aferrarse, delineando la suave curva de su cintura, pasando por las costillas y finalmente encontrando el tesoro que se escondía debajo del sujetador.
Sus dedos curiosos se deshicieron de los botones de la blusa blanca que la hacía sentir tan angelical, abriéndose paso a un sector de su cuerpo que únicamente había podido imaginar, pero que en ese momento resplandecía frente a sus ojos. El sujetador de algodón, del mismo color que la blusa, dejaba traslucir ligeramente lo que supuestamente debían esconder. La erizada piel de Nabi permitía que Hoseok admirara cómo un par de botones cafés se alzaban, pareciendo más despiertos que nunca.
Atrapó uno con sus dedos, pellizcando suavemente y provocando un jadeo sorprendido de Nabi. Sólo había tenido el placer de tocarlos por sobre la ropa y jamás imaginó que verlos sería un espectáculo tan caliente. Con las yemas de los dedos delineó la forma del pequeño pecho y llegó hasta el elástico del sujetador. No demoró en levantarlo y sentir una oleada de placer al simplemente observar. Sus labios rodearon la dichosa aureola y succionó, primero despacio y con poca seguridad, pero al sentir cómo el cuerpo de la chica se retorcía debajo del suyo decidió aumentar la intensidad.
Se vio obligado a interrumpir su tarea para soltar un pequeño gemido contra la piel de porcelana. Las caderas de Nabi buscaban fervientemente fricción que aliviara el fuego que se gestaba entre sus piernas y se restregaba contra el miembro duro de Hoseok. Su cuerpo dio un espasmo, avisándole que dentro de poco llegaría a su límite, así que se alejó un poco para desabrocharse los pantalones.
Con la erección casi escapándose de dentro de su ropa interior, su cuerpo fue volteado y su espalda quedó apoyada contra el colchón. Nabi había decidido tomar las riendas de la situación, poniéndose sobre Hoseok y mostrándole desde su posición un pequeño sobre metálico al chico. Los preservativos que Lexie guardaba en el mueble junto a su cama que realmente usaba para trabajar, pero que había ofrecido a su amiga para no volver a repetir su error. Siguió las instrucciones que una vez la rubia le había dado para colocarlo, todo ante los ojos sorprendidos de Hoseok.
No podía ocultar el ligero temblor en sus manos provocado por varias sensaciones mezcladas entre sí. Estaba segura de que quería estar de esa manera con Jung Hoseok porque llevaba tiempo dándole vueltas, lo deseaba cada vez que se encontraban en la sala del cine, quería llegar más allá. Sin embargo, no podía dejar de sentir que estaba haciendo algo malo, como todo lo que hacía.
Encontró nuevamente los labios del chico, atrapándolos entre sus dientes, succionándolos de manera salvaje y recorriéndolos con su lengua, intentando acallar todos los pensamientos negativos que rondaban por su cabeza. Se concentró en las manos de Hoseok que le acariciaban los muslos con suavidad, subiendo poco a poco, provocándole cosquilleos en la entrepierna y pequeños jadeos.
Los dedos del chico se clavaron sobre su glúteo de manera que a Nabi le pareció dolorosa y placentera en igual medida. Echó la cabeza hacia atrás, dejando que el chico devorara nuevamente sus pechos con más brusquedad que la vez anterior, y entonces descubrió que había algo en la sensación de dolor que le prendía aún más, que le hacía disfrutar más del placer.
Finalmente los dedos de Hoseok llegaron debajo de su ropa interior ya húmeda por sus mismos fluidos. Nabi no recordaba haber estado así de mojada antes. La delicadeza del tacto en su entrepierna, en la que los dedos del chico resbalaban con facilidad desde su clítoris hacia su entrada, contrastó con la dureza de los dientes enterrándose en sus pechos, lo que la hizo soltar un pequeño gemido. El placer estaba apoderándose de ella y su cuerpo ardía afiebrado, intentando librar por algún lado el fuego que crecía en su interior.
Se estremeció cuando sintió frío, pues Hoseok había corrido hacia un lado su braguita y había dejado a Nabi expuesta a la temperatura ambiental. Él guió los dedos húmedos hacia los labios carnosos e hinchados de la chica a la vez que se acomodaba para entrar con su miembro, moviéndolo suavemente de adelante hacia atrás, de la misma manera que había hecho con sus dedos. Nabi no dudó en abrir la boca y succionar de lo que Hoseok le ofrecía: una probada de ella misma. Y lo observó con lascivia mientras bajaba lentamente sus caderas para encajar el miembro dentro de ella.
Con júbilo contempló el rostro de Hoseok transformarse en una expresión de placer puro, cerrando los ojos con fuerza y dejando salir un gemido de su boca entreabierta. La piel del chico brillaba levemente producto del sudor que se acumulaba en su frente y las mejillas rojas sobresaltaban en su color trigueño de piel. Nabi comenzó a mover sus caderas y posó las manos sobre los hombros de Hoseok en busca de apoyo.
—¡Oh, Dios! —Soltó Hoseok en un jadeo.
Nabi acunó su rostro entre las palmas de sus manos, obligándolo a verla, y lo corrigió:
—Dios no, Nabi.
Los ojos de Hoseok brillaron, inundados de lujuria.
—Nabi —repitió.
Ella asintió con la cabeza, frunciendo levemente las cejas producto del placer que no dejaba de crecer en su vientre.
—Hoseok —gimió.
Juntó sus frentes sudadas y sus respiraciones aceleradas se juntaron. De pronto las manos de Hoseok se apoyaron en las caderas de la chica, ayudándole a mantener ese ritmo marcado que había llevado hasta ese momento y dándole entender que no quería que se detuviera porque estaba cerca de acabar.
—No te detengas —le pidió él.
El interior de Nabi tembló y supo que ella también estaba cerca del éxtasis. Echó la cabeza hacia atrás, dando el último esfuerzo que su cuerpo le permitió, y soltó un pequeño grito al sentir que su vientre se contraía una y otra vez, al miembro de Hoseok temblar en su interior y sus dedos enterrarse con fuerza en sus caderas.
Cerró los ojos mientras normalizaba su respiración. El rostro le ardía y su cuerpo estaba completamente bañado en sudor. Y como un balde de agua fría, la culpabilidad volvió a su cuerpo, poniéndola rígida justo cuando Hoseok la abrazó por la cintura para dejarla sobre el colchón. Las yemas de los dedos del chico le quitaron los cabellos que tenía pegados en la frente con suavidad y luego delinearon sus labios hinchados.
Pareció no notar el cambio en la actitud de Nabi y, aunque ella lo agradeció, deseó que la dejara en paz. Tenía claro que no era culpa de Hoseok, pues ambos habían estado de acuerdo, no era de nadie más que de ella misma por no poder controlar sus impulsos.
—Nabi —la llamó él con suavidad—, quiero que recuerdes lo que te dije hace un momento.
Ella asintió con la cabeza, intentando poner toda su atención en el chico y no en la culpabilidad.
—Lo recuerdo.
—Me gustas mucho —le dijo antes de darle un casto beso sobre los labios— y quiero más que una relación casual contigo.
Nabi le regaló una pequeña sonrisa y volvió a besarlo.
—Sé mi novia —pidió, interrumpiendo el beso.
Ella abrió ligeramente la boca, nuevamente quedando impresionada, aunque intentó hacerlo pasar desapercibido. Tuvo la intención de decir algo, aunque no supo qué. Aquella pregunta únicamente se respondía con un sí o un no, y de elegir la última opción corría el riesgo de perder a Hoseok para siempre. Jamás se había parado a pensar que podrían tener algo más, pues en su cabeza no existía un concepto claro del amor, y menos del romance, por lo que realmente no tenía completamente claro qué era lo que quería de Hoseok. Se mordió el labio inferior, dándose cuenta de que estaba tardando mucho en responder, y se obligó a sí misma a dar una respuesta:
—Sé que puede sonar extraño, pero no es necesario que vayamos tan rápido.
Una expresión indescifrable se reflejó en el rostro del chico.
—¿Tan… rápido? —Repitió, dando una pequeña repasada mental a todo lo que acababan de hacer—. Nabi, de verdad me gustas y haría lo que fuera para hacerte feliz. ¿Estás dudando por culpa de tu padre? Porque estoy dispuesto a hacer las cosas como corresponden para que todo funcione. Iré más a la iglesia y me acercaré más a Dios para que el pastor Yoo sepa que soy un buen chico.
Ella comenzó a negar rápidamente con la cabeza.
—No es necesario que hagas nada de eso —replicó, ligeramente espantada.
—Lo haré, Nabi.
La seguridad con la que hablaba la dejó conmovida. Jamás había pensado que alguien estaría dispuesto a hacer tanto por ella, pues ni siquiera su propio padre lo había hecho y únicamente la obligaba a cambiar cada vez que algo no le parecía bien. Tomó su mano con cariño antes de responderle:
—No tienes que cambiar por mí, Hoseok. Encontraremos la forma.
—¿No te das cuenta? —Le preguntó en medio de una carcajada amarga—. Cambiaría todo lo que está mal conmigo, todo lo que está bien e incluso todo lo que soy para poder estar a tu lado. Ya no quiero seguir a escondidas porque quiero gritarle al mundo lo mucho que te quiero.
Los ojos de Nabi se llenaron de lágrimas al escuchar aquello. No fue capaz de decir nada, pero se dio cuenta de que por primera vez alguien que no era Dios la quería de manera inconmensurable. Y le gustó sentirse querida.
Terminó por asentir con la cabeza.
—Quizás sea mejor que hagas eso antes de hablar con mi padre —reflexionó.
Por supuesto que no podía ponerse de novia con alguien de manera oficial sin tener la aprobación de su padre.
Hoseok le regaló una sonrisa resplandeciente y la besó nuevamente.
—Lo haré —le respondió.
Una sonrisa quiso aparecer en los labios de la chica, pero recordó que no tenían todo el tiempo del mundo, así que se fijó en la hora que marcaba el reloj de pared dentro del remolque. Por supuesto ya era hora de marcharse, sobretodo teniendo en cuenta lo que acababa de hablar con Hoseok, por lo que le pidió que saliera él primero y se fuera a casa, pues sí que debían asegurarse de que nadie los fuese a ver.
Observó al muchacho abandonar el remolque con una sonrisa de oreja a oreja luego de darle un beso en los labios y por la pequeña ventana entierrada lo vio correr en dirección a su casa. Y, aunque ella también había llegado a sentir aquella felicidad, supo que esta se había marchado con él apenas lo había perdido de vista, pues la sensación de vacío se había adueñado de su pecho, por lo que tuvo que permanecer allí un momento, a medio vestir y con su cabeza pasando cientos de pensamientos cada segundo.
Luego de armarse de valor para salir, cerró la puerta del remolque de Lexie y se quedó un momento de pie, intentando procesar lo que acababa de hacer. ¿Era una cualquiera por haberse acostado con un hombre antes del matrimonio? Tragó saliva y decidió emprender camino a casa. No creía ser una cualquiera, pero pensó que le hubiese encantado que aquella fuese su primera vez.
Se abrazó a sí misma cuando la piel se le erizó por la frescura de la brisa marina, pues el soleado día comenzaba a finalizar. No sabía precisamente dónde estaba Lexie, simplemente se había imaginado que se había marchado lejos para darle a ella y a Hoseok la privacidad necesaria, y de cierta manera lo agradeció porque creyó que, de haberla tenido enfrente, hubiese roto en llanto por alguna razón desconocida.
No podía ignorar la incómoda sensación en su pecho, la presión de la culpabilidad la aplastaba hasta casi dejarla sin respiración. Se detuvo y apoyó las manos sobre sus temblorosas rodillas, intentando controlarse a sí misma, pero mientras más intentaba controlar su respiración, más se aceleraba.
—No pensé verte por estos lugares.
El aire quedó atascado en sus pulmones. Levantó lentamente la cabeza, encontrándose con el dueño de aquella voz aterciopelada y su tez pálida, casi tan resplandeciente como el sol. Un cigarrillo se afirmaba entre el par de labios rosados, uno de los mismos que ella misma le había vendido un par de días atrás. Nabi se incorporó, recobrando la compostura inmediatamente, y se peinó el cabello con los dedos. Entonces se dio cuenta de dónde se encontraba: la pequeña estación de gasolina que delimitaba el centro del pueblo con la periferia.
—Estaba visitando a una amiga —aclaró, forzando una pequeña sonrisa.
Él la examinó por un segundo, recorriendo cada centímetro de ella con los ojos oscuros, provocándole un estremecimiento que camufló volviendo a abrazarse a sí misma.
—¡Qué frío hace! —Murmuró, mirando hacia su alrededor.
La cajetilla de cigarrillos se abrió frente a ella, el chico nuevo estaba ofreciéndole uno. Los dedos de Nabi temblaron al sostener aquel tubo de papel. ¿Debería hacerlo? Había visto a sus compañeros de clase fumar más de una vez, pero jamás se había atrevido a hacerlo por las consecuencias que pudiese tener con su padre.
—No tienes cara de fumadora —dijo él con cierto toque de diversión mientras encendía la cerilla.
—¿Y de qué tengo cara?
El humo llenó sus pulmones y su sabor amargo se instaló en el inicio de su garganta. Quiso toser, pero se aguantó para no quedar en ridículo. El chico se encogió de hombros con un atisbo de sonrisa en los labios.
—De ser la linda hija del pastor del pueblo —Nabi se quedó inmóvil ante aquel cumplido—, y de mojigata y estirada.
La chica apretó la mandíbula y sintió que su rostro comenzaba a ponerse rojo. Por supuesto, no podía esperar que alguien recién llegado tuviese una visión diferente de ella al resto de los habitantes del pueblo. Las ganas de llorar nuevamente volvieron a ella. ¿Por qué no podía ser una adolescente normal? Había tenido la mala suerte de ser hija de sus padres.
—Aunque verte por aquí cambia totalmente la idea que tenía de ti —finalizó él.
Nabi no supo qué responder. Era cierto que de alguna manera le importaba mucho la opinión que tenía la gente acerca de ella, pero también sabía que era algo que no podía cambiar, tanto porque no podía convencer a todos de que no era como pensaban, como porque tampoco era completamente dueña de su vida.
—Debería irme —dijo, finalizando la conversación.
Le pasó el cigarrillo a medio terminar al chico y comenzó a caminar a paso rápido sin esperar respuesta, pero la voz del muchacho la detuvo.
—Soy Yoongi. Min Yoongi.
Se quedó para allí un momento, dándole la espalda, con las manos transformadas en puños, intentando controlar su impulso de salir corriendo hacia donde sus pies quisieran llevarla. Finalmente giró el rostro y lo miró de reojo.
—Yoo Nabi.
Y entonces se fue, dejando a Min Yoongi atrás y con un cigarrillo a medio fumar manchado con brillo labial rosa. El chico se quedó allí hasta que ella se había alejado tanto que ya no podía verla, preguntándose si todas las chicas de pueblo eran tan volátiles como ella y si todas llevaban dobles vidas, o sólo Yoo Nabi. Porque él la había visto llegar e irse del remolque de la rubia, la chica que vivía un par de manzanas más hacia el norte de su casa y que realizaba trabajos para caballeros. Su tía le había mencionado que nadie del pueblo le tenía estima a esa pobre muchacha y que incluso el pastor y el alcalde habían realizado una campaña para que se marchara.
Observó el cigarrillo y se lo llevó a los labios para terminarlo, pues sería un pecado desperdiciarlo. Se dio media vuelta para volver a casa de su tía, a un lado de la estación de gasolina, todavía con Yoo Nabi dándole vueltas en la cabeza.
—¡Estoy en casa! —Avisó, como siempre que llegaba.
Y sorpresivamente logró llegar a su habitación sin que su padre la llamase a la sala. Se encerró en el baño, se cepilló los dientes y finalmente se duchó para eliminar el olor a sexo que seguramente había quedado impregnado en su piel. Después de ponerse la pijama, bajó hacia la cocina, donde se enteró por su madre que su padre había salido a hablar un tema urgente con el alcalde Jeon.
Así que estaba completamente a salvo.
Cuando terminó de cenar y de ayudar a su madre a lavar los trastes, volvió a su habitación y cerró la puerta. Su cabeza no había dejado de dar vueltas en todos los hechos que le habían ocurrido en la tarde y estaba dando especial énfasis en cómo había llegado a tener el impulso de pecar de aquella manera con Hoseok y en cómo, después de haber aceptado de cierta forma ser su novia, Min Yoongi había coqueteado con ella de una manera muy extraña y Nabi no había sido capaz de detenerlo.
¿Contaba eso como una traición?
Se metió debajo de las tapas de su cama y se tapó completamente. Realmente no podía dejar de pensar. Toda la culpa y la confusión se acumulaban en la parte alta de su estómago, haciéndolo cosquillear de manera incómoda e incluso provocándole fuertes dolores de panza en algunos momentos.
No sabía si debía sentirse feliz o sucia. Había dejado profanar su cuerpo, por segunda vez, y no sólo eso, sino que ella lo había incitado. Todo se había dado porque ella había buscado la manera en que sucediera, ella había llevado a Hoseok al remolque de Lexie, ella le había pedido que continuara… Ella era la real culpable de todo, simplemente el pecado de la lujuria había estado corriendo en sus venas, esperando el momento preciso para atacar.
Sin embargo, no pudo dejar de preguntarse por qué se sentía tan juzgada por Dios, pues estaba segura que Hoseok no se sentía de aquella manera y si ella fuese un hombre tampoco lo sentiría. ¿Qué era lo que Dios tenía con sus hijas mujeres? ¿Por qué eran ellas las que debían ser juzgadas por provocar a los hombres?
Cerró los ojos con fuerza, sintiendo cómo de pronto las caderas comenzaron a palpitarle, como un castigo implícito de lo que había hecho, un recuerdo que la atormentaba. Se sentía como el ser más asqueroso del mundo, una basura pecadora cuyo único perdón sería el real arrepentimiento o una acción mayor como la misma crucifixión que Jesús había vivido, pero, a pesar de toda la culpa, no estaba segura de estar arrepentida porque estaba segura de que en un nuevo impulso volvería a hacerlo.
Volvería a pecar una y otra vez.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro