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CAPÍTULO 2 | ENTRE LAS SOMBRAS

Edda

Continué caminando por el intricado laberinto de escaleras y pasadizos que conformaba el calabozo que la familia Danvers hacía tiempo construyo con sumo cuidado de ser descubierto.
Muchos de los que pisaban aquel sitio, jamás volvían a ver la luz del sol.

Aquel calabozo consistía en una sala donde se torturaba por placer a los humanos con el fin de sacar su sangre y saciar los más bajos instintos que las familias desarrollaron tras siglos de vagar por la tierra. Otra parte del calabozo era una morgue, en esta descansaban algunos cuerpos, aunque a través de ciertos ácidos desarrollados específicamente para hacer eficiente el trabajo de deshacerse de los cuerpos, casi no teníamos población de humanos descansando en aquellos congeladores metálicos.

Más al fondo, siguiendo un camino que aparenta ser en zic zac con espacios muertos que no llevan a ningún sitio, pero sí a trampas cuasi mortales, jaulas de leones, ratas llenas de rabia, hoyos llenos de serpiente, todo esto con el fin de que nadie diera con las celdas o que si alguien escapaba de la “sala de juegos”, no fuera capaz de salir. Nunca.

Continué el camino hasta que el olor a sangre entro por mi nariz, tan potente, llenó de hierro. Mi corazón chilló ante la falta de sangre.

Tenía décadas dominando mi hambre, que esto era nada.
Miley sonreía de oreja a oreja mientras observaba a lobezno con la cara que ponía cada que veía a una presa. Esta era una empresa para ella y no me sorprendía.

Sus padres terminaron muertos en la guerrilla que se sostuvo entre las cuatro familias, los lobos llevaban la ventaja, muchos de los nuestros murieron. Y era mi culpa. Meraki me hizo saber que aquellos secretos que compartí con Cole fueron los que nos había condenado. Él contó todo. Y entonces yo abrí la boca. Tenía que hacerlo por el bien de los nuestros, aunque eso rompiera mi corazón en mil pedazos.

Desde aquel entonces, Miley como muchos miembros, odio a los Collins y Perry. Siempre que tuviera oportunidad, ella los haría sufrir hasta que la última gota de vida abandonará su cuerpo.
Miley era una chica sangrienta y fuera de control. Disfrutaba con ganas el hacer daño, se excitaba con el sufrimiento, eso la mantenía feliz. A los ancianos les hacía feliz en extremo que alguien como ella liderara la guardia de los Danvers. Miley no tenía corazón y nada la frenaba. Todo aquel que se pusiera frente a ella, perdería.

—Pero mira quién se dignó a visitarme —canturreó con Sorna.

La relación con Miley nunca era sencilla, o te quería o te odiaba, nunca estarías en un punto medio con ella.
Y Miley nunca me quiso en su totalidad, tenía muchas razones para hacerlo, ella tampoco me agradaba a mí, pero la razón que le pesaba más es que sabía que yo tuve que ver con la muerte de sus padres.

Realmente Miley no sabía que fui yo quien confió los secretos de nuestra gente a los lobos, no lo sabía por qué Bristón se encargó de sellar los ojos y voces que lo sabían, aunque Miley no dejaba de sospecharlo, y hacía bien en dudar de mí.

—Raro que alguien de tu rango este aquí y no tu gente. —fui cortante como siempre lo era con ella.

—Ah, verás —sonrió mientras ladeaba su cabeza—, hay cosas que me causan demasiada diversión y cuando es así, esas cosas ocupan todo mi tiempo.

Rodeé los ojos. Estaba harta de sus jugarretas, de sus malos tratos e insubordinación.

—Y este chiquillo, bueno, es interesante —me regaló un guiño de ojo para elevar una de sus manos hacia la celda donde se encontraba.

—Eso me han dicho —contesté sin ganas.

Mi garganta estaba seca, hambrienta, aunque eso no era lo único que me mantenía en este estado de sobresalto.
Era saber que encontraría en ese chiquillo, en el porqué no lo habían matado ya, en el porqué insistían en llamar a los Collins y Perry a este territorio y más dudoso aún, ¿por qué ellos vendrían aquí, cuando juraron odiarnos por toda su vida?
El pensamiento que más me rondaba la cabeza es que podía ser hijo de Cole y su esposa, sabía que eran felices, lo escuché incontables veces de los labios de Bristón y de Miley. Ambos se regocijaban de hacerme saber aquello. Aunque ya hacía tiempo que mis lágrimas se secaron.

Tomé una gran bocanada de aire. Caminé a paso firme, ocultando todo mi temor en lo inmutable de mi rostro. Paré mi paso hasta el medio de la celda y con todas las fuerzas que le quedaban a mi cuerpo, volteé hacia el chiquillo en cuestión.
Miley seguía de cerca mis pasos y mirada, impasible por robarme una reacción, que no tendría.

Observé al chiquillo y entonces lo supe, supe de qué se trataba todo y porque armaban tanto alboroto. Este niño era su hijo, nuestra maldita condena, este niño no debía estar vivo.

—Creo que el poder que tienes sobre la familia está a punto de caer, ¿no es así, Edda? —canturreó Miley.

Cole

—¿A dónde crees que vas? —la voz de mi querida esposa retumbo fuerte y claro cuando me disponía a romper la barrera que los Danvers tenían sobre su casa.

Era una barrera insulsa hecha con magia de sangre, no me costaría en absoluto eliminarla, solo tendría que pagar un corto precio y ese era el de la sangre. La magia de sangre constantemente solicitaba un pago igual o mayor al que se dio al momento de su creación, era dolorosa usarla aunque te garantizaba fortaleza y no todos eran capaces de utilizarla, algunos podrían morir en el intento, es por ello que la sociedad que armamos entre Collins y Perry, denegaba el total uso de la magia de sangre y aquel que era sorprendido usándola podía ser desterrado o hasta pagar con su vida. Esto era porque la magia de sangre era corrompible y te consumía hasta la medula, después de todo, era poder puro y eso siempre te invita a querer más y más.

—Iré por Noah —contesté sin ganas.

Lisba era una mujer inteligente y bastante fuerte, llena de todo tipo de agallas que a muchos le faltaba, era valiente y demasiado bella, era una mujer con demasiados atributos, era mi esposa más por orden que por amor y ella lo sabía. Nunca pidió nada más allá de lo necesario. Aunque en nuestras familias, Lisba era una mujer de armas tomar, muchos huían de ella, le temían y otros tantos la respetaban.

La situación con Lisba es que era tan inteligente y hábil que ella sola podía tomar el control de la familia Collins y Perry, sin embargo, por el miedo, nadie la veía viable como líder.
Lisba soltó una risotada con sorna mientras se cruzaba de brazos.

—Tus verdaderas intenciones son otras, Cole. —su mirada se endureció mientras soltaba aquello.

No dudaba que Lisba me amaba realmente, aunque yo no. Ella lo intentó todo conmigo, aun así, ella no se rendía, yo también lo intenté todo con ella, aunque nunca logré amarla, la quería, la respetaba y todos sabían que la admiraba enormemente, sus deseos eran mis órdenes, pero aquello distaba mucho del amor.

Hubo un periodo oscuro entre Lisba y yo en el que ella me odiaba enteramente por no amarla, se volvió distante, nunca estaba en casa, aunque las cosas mejoraron entre nosotros desde que la hermana de Lisba, Silvya, falleció, dejándonos a su mayor secreto; Noah. Lo criamos como nuestro. Pero llevaba dos días desaparecido después de una fuerte discusión que mantuvo con Lisba. Los informantes dijeron que un grupo de Danvers, se lo llevaron.

El secreto estaba expuesto.

—Mis intenciones son salvaguardar a Noah, tal como se lo prometimos a Silvya —repliqué.

—¡Te elegí por una razón, Cole, te elegí por tu buen juicio, pero veo que pueden más unas buenas tetas y nalgas que tu sentido común! —gruñó mostrando toda esa furia que todos temían.
—Mi buen juicio es lo que tienes, Lisba —mantuve la calma al replicarle. No grite como ella, me mantuve en mi papel.

—Más te vale que así sea, ellos nos acaban de citar, lo que significa que tu deseo ha sido cumplido; la verás. —su furia seguía latente en sus ojos y el tono de voz duro y crudo que mantenía. Caminó un par de pasos hasta estar lo suficiente cerca de mí. Apretó sus labios contra los míos, sus brazos se enredaron en mi cuello, desvió su boca a mi oído y ahí abrió la boca en un suave siseó— si nos pones en riesgo, juro que te mato. Tú más que nadie sabe que no me tentaré el corazón, porque tú te has encargado de congelarlo. —advirtió antes de separarse, ladeó la cabeza mientras tomaba un poco de aire—, llamen a la puerta— ordenó.

De pronto, dos lobos enormes y pardos salieron de entre los árboles, comenzaron a dejar su forma lobuna para ir tomando la apariencia de humanos, y ahí estaban Cleó y Leo, dos hermanos fuertes y fornidos, sanguinarios por naturaleza, entrenados para matar por la mismísima Lisba. Sus manos derechas aterraban a todos y tenían razón en temer.

—¿Listo para actuar como lo que eres? —mencionó Lisba tomando mi mano entre la suya—, mi esposo, el amor de mi vida y el señor de la unión Collins y Perry.

Las puertas de aquella mansión comenzaron a abrirse en nuestras narices, mientras cuatro pares de sombras etéreas y rojizas comenzaban a dejar escapar rasgos humanos. Eran tres chicas y un chico con caras serías. Llevaban capas negras que ocultaban en totalidad su cuerpo, solo teníamos acceso a sus hermosos rostros pálidos. Los latidos de su corazón eran casi inaudibles, lo que nos avisaban que su corazón tenía poca sangre. No se habían alimentado.

El corazón me latió con fuerza. La última vez que vi a Edda fue una noche antes de que las familias entraron en guerra, ella me besó, yo la besé, unimos nuestros cuerpos y después, ella lideraba un grupo de guerra que mató a muchos de los nuestros. Nunca la vi, caí por la espada de su hermano, pero a ella nunca la vi.

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