CAPÍTULO 2 | CAZADOR DE VAMPIROS
Espalda ancha y cintura delgada, enfundadas en una camisa ajustada acompañada de un arnés que rodeaba sus brazos y atravesaba su pecho para ajustarse en su cintura; donde deberían ir dos armas y dagas sinfín, pero no tenía nada con él. Cabello azabache y un tanto largo, moteado de borgoña en las puntas, tintes que llamaban la atención y colores de un auténtico rebelde. Piel blanca, cremosa y tersa a simple vista.
Ese muchacho era una exquisitez, aunque estuviese ahí hincado y no erguido para apreciarlo verdaderamente bien. No solo su físico hablaba bien, sino, que TaeHyung percibía su aroma, un aroma tan exquisito y seductor, propio de un cazador nato. Rosas y vainilla, con un ápice de roce de pieles calientes y seductoras, bañado con un leve toque de pinabete. A TaeHyung se le hizo agua la boca de tan solo echar a volar la mente, imaginando miles de escenarios probando la sangre de ese muchacho que muy bien sabía corría con fuego por sus venas, mientras se deleitaba olfateando sin descanso el cuello y las zonas más sensibles de él. Y cuando aquel muchacho alzó la mirada lentamente y TaeHyung encontró tan profundos y brillantes ojos negros, llenos de vida, su corazón dio un pálpito que casi le quita la respiración—La mordaza… – Escupió fieramente aun con los ojos puestos sobre los del cazador, tan solo con el fin de poder apreciar con mayor nitidez aquel bello rostro.
Y en cuanto le hubieron retirado la mordaza, la furia invadió a JK al ver a aquel ser frente a él que lo hizo escupir como burla a sus pies. Los hermanos y sus consejeros saltaron preocupados y admirados por la acción tan irrespetuosa del joven Cazador, TaeHyung no pudo más que esbozar una sonrisa de medio lado. Se notaba la bravura en ese crio, sería difícil domarle, pero… No imposible.
~♠️~
JK levantó la mirada lentamente, topándose con lo que sería su peor pesadilla. Hubiese preferido mil escenarios peores que aquello y era difícil concebirlo. Pero estaba más en su realidad que nunca y no podía descartar en donde estaba. El Palacio de Sangre, hogar del Laird que lideraba a toda la comunidad vampírica y Nosferatu. Solo hubo que mirar los tronos y sus dueños, las altas y empedradas columnas, el piso de mármol negro y veteado de dorado, y el sinfín manto de rosas que cubría aquel lugar, así como las enredaderas que corrían libres por las paredes; para darse cuenta de donde estaba.
Más, sin embargo, la dicha era poca al ni siquiera poder ver el rostro del rey. Vaya que era cierto eso que decían; que solo pocos le habían visto el rostro realmente y muy pocos de sus allegados también. El Laird mantenía su rostro cubierto siempre por una máscara, que no dejaba ni un espacio libre y todo estaba cubierto por finos y preciosos diamantes; todo para mantener en secreto su identidad y él poder moverse tranquilamente entre los humanos incluso sin
la máscara y nadie entonces sabría quién era.
“Menudo cobarde” se mofó JK en sus adentros mientras le miraba.
Aquellos hombres vampiros al lado del trono principal, susurraron cosas echándole un ojo a su persona, al oído del hombre, quien no parecía inmutarse por nada; con los brazos descansando en los reposabrazos esculpidos en piedra del trono, sentado con la espalda bien erguida y en posición desafiante. Entallado en un traje borgoña que se componía de un kilt y un saco elegantemente hechos a mano con las mejores decoraciones en oro, botas largas por el mismo material que llegaban arriba de sus rodillas y dejaban un espacio entre el kilt donde se mostraba parte de sus piernas, con exquisita piel bronceada y cuádriceps marcados que harían babear a cualquiera, incluso a JungKook. Sus manos llevaban anillos variados con rubíes y hermosamente lustrados, una capa que caía de costado por uno de sus hombros y descansaba sobre una de sus piernas, sacada de un exquisito animal y cuidada tan bien para servir a él.
Aquel ser emanaba presencia aun estando tan lejos, demandaba atención, imponía destreza y miedo, hacía que el vello del cuerpo se erizara de tan solo mirarle. JK tragó, pero no se dejó doblegar por esa seductora e imponente imagen del Laird de la Sangre. Los lacayos a sus lados volvieron a susurrar para él, y JK casi se ahoga de enojo, como no pudiera desgarrarle la garganta a cada uno por pasar su presencia por alto, como si no fuese nada.
Entonces volvieron a posar sus miradas sobre él, quedándose más callados como si hubiesen alegado su presencia ante el Laird, allí.
Uno de los con consejeros, HoSeok, se paró de su silla y anduvo con bravura hasta donde JK, descendiendo como nada las escalerillas y sondeándolo como verdadero predador; alrededor de él. JK estaba increíblemente enojado, se sentía como el bocadillo principal en el centro de mesa de una buena secta vampira. Y bueno, no estaba lejos de ello.
–Consorte, ¿Habéis dicho, señor? –Se mofó el sujeto mirando a JungKook –No es más que alimento ante mis ojos… –
–Por supuesto, tú lo has dicho Jung, “ante tus ojos” no a los míos… Aparta de él, dejadle hablar – Tan solo porque llevaba aquella mascara, sino HoSeok se hubiese visto arder en los dorados ojos de su Laird, por cuestionar su autoridad de esa manera.
–¡COMO NO ME SUELTEN, LOS DESTROZARE VIVOS! –Gritó JungKook con inmensa furia contenida. El pelirosa al fondo se río.
–Vaya, se ha enojado –Le dijo al Laird.
–Oh y creo en vuestra palabra, Cazador del Gremio. Yo, más que los que estamos aquí reunidos, deseo ver de lo que eres capaz… –Le dijo el Laird, con burla y no a la vez.
–Entonces dame armas y a uno de tus mejores hombres, que lo destrozaré apenas me sueltes –Bufó JungKook. El Laird se inclinó hacía el consejero metiche, según JK, y le susurró algo.
–¡BAEKHO! –Ladró entonces el pelirrojo, haciendo llamado a un vampiro medianamente alto, cabello rubio y dotado de fuerte musculatura. Imponente y letal eran las dos palabras para describirlo. Con una mirada ponzoñosa y un porte que erizaba el vello con tan solo verle caminar.
–BaekHo, Líder de mi guardia de seguridad, uno de mis hombres más confiables desde tiempos inmemorables, es digno de ti –JungKook ni siquiera necesitaba responder, ya le estaba dentando con su mirada –¡Vamos! ¿Qué esperáis? Dadle armas al Cazador y soltadle de una buena vez –JK casi brinca de la emoción de su instinto nato, de la furia que lo consumía– Pero eso sí… – Intervino una vez más el enmascarado– Atadle una venda a los ojos, veamos de lo que eres capaz, muchacho… –Y aunque JK no podía ver a través de la máscara, no necesitó mucho saber que se estaba mofando de él. Más eso no le hizo perder la calma y en cambio se sonrió en su cara mientras sentía como era liberado. Enseguida le proporcionaron armas, dos finas dagas, suficiente para un Cazador tan bueno como prometía ser. Y vaya que el Laird le tenía bastante fe.
Los dos combatientes se hicieron al centro del gran salón, los curiosos ojos de los demás se postraron sobre los dos, esperando el encuentro armado. Y no esperaron mucho, cuando el fino chillido de los cuchillos tajó el aire y llegó hasta sus oídos. El Laird se perdió en los movimientos tan gráciles del muchacho; difícil de percibir, difícil de ver venir. Extremidades, sangre y vísceras comenzaron a volar por los aires manchando el mármol negro del suelo y impregnando el aire. El Laird entonces se quedó fascinado, cuando su fiel hombre cayó muerto al suelo y aquel muchacho quedó postrado en una pose de combate. Apoyado con una rodilla al suelo y alzado en la otra, con una daga en alto misma con la cual había terminado de desgarrar la garganta del vampiro y la otra en su espalda a la espera de ser manchada de nuevo con otro movimiento ágil, terriblemente quieto y a la espera. Entonces el Laird dio cuenta a su dote. Aquel no era simplemente un Cazador, era un cazador nato y por sobre todo que se guiaba por su olfato y buen oído.
–Vaya, vaya…. Vaya –Aplaudió fascinado el Laird, JK enardeció y por mero impulso se abalanzó y lanzó con toda su fuerza una de las dagas, que, si no hubiese sido porque aquel ser poseía reflejos sobrenaturales, no la libra pues esta fue a parar apenas a unos centímetros de su cabeza, incrustándose en el respaldo del trono, trincado a piedra. Los consejeros y hermanos chillaron ante aquello, JungKook se sonrió con lascivia pues casi da en el blanco, pero aquella sonrisa no le duró mucho cuando el Laird al darse cuenta de su acción, avanzó tan rápido hasta él que apenas su ojo humano pudo captarlo, haciendo revolotear por los aires su elegante capa. Y lo sostuvo por el cuello en los aires, clavando en la cremosa y banca piel sus filosas y puntiagudas garras, haciendo chillar al joven Cazador
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