⦻ 𝐒𝐄𝐕𝐄𝐍 ⦻
Observé a Toby con el rostro impasible mientras se sentaba a mi lado en la cama, extendiendo un plato de comida de origen incierto. Era lo único que había, un rayo de sustento en medio de la desolación. No sentía hambre; habían transcurrido días encerrada en esta habitación, y mi mente se debatía en un torbellino de pensamientos oscuros. La idea de rendirme me tentaba, pero el recuerdo de mi familia, ansiosa por mi regreso, mantenía encendida una chispa de esperanza. Si había una posibilidad de escapar de este tormento, era mi deber aprovecharla.
—Come, no has probado bocado en todo el día— dijo Toby, su voz grave resonando con seriedad, aunque desprovista de amenaza.
Desvié la mirada, sintiéndome vencida, y finalmente cedí a la tentación de probar un bocado. El sabor era insípido, casi indiferente, y en cierto modo, eso me aliviaba. Mientras me obligaba a comer con lentitud, percibía la intensa mirada de Toby sobre mí. Si las circunstancias hubieran sido diferentes, su atención tal vez no me habría inquietado, pero en aquel momento solo sentía una incomodidad abrumadora, acompañada de un impulso casi primitivo de arrojarle algo a la cabeza. La frustración burbujeaba en mi interior, un eco de la desesperación que me envolvía.
—¿Cuánto más seguiré aquí...?—Finalmente, reuní el valor para romper el silencio, aunque mis ojos se negaron a encontrar los suyos, permaneciendo perdidos en un rincón vacío de la habitación.
El olor a humedad y encierro se había convertido en parte de mí; respirarlo ya no era un desafío, sino un acto reflejo. Me había habituado al silencio envolvente que habitaba el espacio, a la soledad que me rodeaba como un manto pesado. Cada día transcurría en una monotonía sombría, y la idea de vivir atrapada en este limbo comenzaba a sentirse como una segunda naturaleza. La angustia se había ido diluyendo en la rutina, y en su lugar, una extraña resignación se asentaba en mi pecho.
—E...el j..jefe d..dió una o..orden...—
Toby intentó responder, pero un ataque de tics lo acorraló, impidiéndole articular palabra. Sus movimientos se volvieron frenéticos; podía escuchar las maldiciones que escapaban de sus labios mientras se sujetaba la cabeza con desesperación. Lo miré de reojo, y la escena me transportó a tiempos pasados, cuando solía abrazarlo y tratar de distraerlo, intentando mitigar sus tormentos.
Sin embargo, esta vez no moví un solo dedo. Lo observé en silencio, sintiendo cómo la opresión en mi pecho se intensificaba con cada segundo que pasaba. La impotencia me invadía, y en lo profundo de mí resonaba un grito sordo: nada de esto debió suceder, nada de esta maldita pesadilla.
Debería estar en casa, rodeada de mi familia, en un mundo donde Toby no era un asesino, donde había logrado escapar de la sombra de la violencia de su padre, y donde Lyra aún compartía risas con nosotros.
Pero la realidad era un abismo oscuro y opuesto: la incertidumbre me consumía, sin saber si alguna vez volvería a ver a mi familia. Toby, aunque me doliese aceptarlo, había cruzado una línea de no retorno; la pérdida de Lyra pesaba como una losa sobre mi corazón, y el recuerdo del señor Rogers yacía enterrado en el silencio de la muerte. La vida que anhelaba se desvanecía, dejándome atrapada en este laberinto de dolor y desolación.
—E... El jefe dio una orden. Su visita se retrasó y mandó que permanecieras en esta habitación—
Sus tics finalmente se aquietaron, permitiéndole articular las palabras, y yo solo pude soltar un suspiro. La idea de conocer a ese hombre, su jefe, me resultaba profundamente desagradable; su retraso, en cambio, era un alivio que me ofrecía un respiro momentáneo. La incertidumbre que envolvía la situación me llenaba de inquietud, y la perspectiva de prolongar mi estancia en este rincón aislado me parecía, paradójicamente, un pequeño refugio frente a lo desconocido.
—Necesito ver algo más que estas cuatro paredes...— musité entre dientes, mientras mis manos se deslizaban por mi cabello grasoso y desordenado. Me sentía un auténtico desastre, y la duda de cuánto más podría soportar esta situación me oprimía el pecho —No necesitas sacarme afuera, solo... déjame salir, aunque sea a la sala— le supliqué, cerrando los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera bloquear la pesadez que me envolvía. La claustrofobia de mi aislamiento se hacía cada vez más insoportable, y mi mente deseaba un pequeño respiro de libertad.
Un denso silencio se instaló entre nosotros tras mis palabras, y supe que estaba analizando la situación. Finalmente, un suspiro se escapó de sus labios, resignado a aceptar. Esa rendición me sorprendió.
Toby se puso de pie y, con una brusquedad que no dejaba lugar a dudas, tomó mi brazo, obligándome a seguir su ejemplo.
—No hagas nada estúpido, Sienna, o me veré obligado a hacer algo que no quiero... al menos no contigo— advirtió, su voz cargada de seriedad y amenaza. Esa gravedad en sus palabras fue suficiente para que mis piernas flaquearan, como si el suelo temblara bajo mis pies.
Era aterrador escuchar su advertencia.
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Un silencio insoportable se cernía en la sala, entre los hombres enmascarados y yo. Después de que casi se desatara una guerra de balas y puñetazos por intentar devolverme a la habitación, Toby había logrado imponerse, y ahora me encontraba allí, sentada en el viejo y sucio sofá, con la mirada gacha, mientras Masky me observaba a través de su máscara, furioso, sosteniendo su arma con firmeza ante cualquier movimiento que pudiera hacer.
La tensión en el aire era palpable, cada respiro se sentía como un desafío, y la amenaza que emanaba de aquellos ojos ocultos me mantenía en un estado de alerta constante. En ese ambiente cargado de hostilidad, mi corazón latía con fuerza, consciente de lo frágil que era mi posición en aquel juego peligroso.
—Espero que esa cabecita tuya no esté pensando la idea de huir, porque si haces cualquier movimiento... bang— su arma me apuntó directamente a la cabeza, pero decidí ignorarlo, desviando la mirada.
Masky era inestable, o al menos eso era lo poco que sabía de él, y desde luego no tenía la mínima intención de provocarlo. La vida era demasiado valiosa para arriesgarla en un arranque de locura. Quería evitar a toda costa que una bala terminara en mi cabeza, así que mantuve el silencio y la calma.
—Ya basta, Masky— escuché a Hoodie intervenir, algo que sucedía raramente. Su tono era grave, y la frialdad en su voz se notaba; incluso su expresión lo delataba, con los labios fruncidos bajo el pasamontañas que había levantado hasta la boca para beber de una lata de soda que claramente había visto mejores días.
—No pienso hacer nada— afirmé, sintiendo de inmediato el peso de todas las miradas sobre mí.
Era probable que fuera la tercera vez que escuchaban mi voz, ya que solía permanecer en silencio, atrapada en mis propios pensamientos. La tensión en el ambiente se intensificó, y aunque intenté proyectar confianza, el nerviosismo burbujeaba bajo la superficie.
Masky soltó una risa irónica, su tono cargado de desprecio.
—Así que sabes hablar, mocosa; creí que las ratas te habrían comido la lengua— se burló desde su asiento.
Me mordí la lengua, conteniendo las ganas de responderle.
Solo ignóralo, Sienna. Esa era la única estrategia que podía permitirme en ese momento.
—Ya cierra la puta boca, Masky—
En un arrebato repentino, Toby, quien permanecía a mi lado en un silencio tan profundo como el mío, se levantó de un salto, empuñando una de sus hachas con determinación. Lo observé, sintiendo cómo mi corazón aceleraba su latido, consciente de la furia que destilaba su voz. Recordé que la única vez que había presenciado tal rabia en él fue en confrontación con su padre, pero en este instante, su imagen se tornó tan aterradora que apenas lograba reconocerlo.
—¿Me estás dando órdenes a mí? Maldito fenómeno—
Masky se levantó de un salto, una energía agresiva emanaba de él, como si estuviera a punto de lanzarse sobre su objetivo para desatar una lluvia de golpes. Tragué saliva, y, casi sin darme cuenta, mi mano temblorosa se posó sobre el brazo de Toby. El contacto lo sorprendió, y, en un brusco movimiento, se volvió hacia mí, lo que me obligó a retroceder rápidamente, un escalofrío de miedo recorriendo mi espalda.
—Escúchame bien, maldito enfermo —dijo Masky, avanzando un paso hacia él mientras se quitaba bruscamente la máscara que ocultaba su rostro.
Era la primera vez que lo veía a cara descubierta, y su expresión no auguraba nada bueno.
—Estoy harto de tener que cuidar a esta mocosa mimada que, por cierto, TÚ trajiste— subrayó, apuntándole despreocupadamente con el arma — traerla fue tu idea, y ahora Hoodie y yo somos parte de este estúpido desastre—
Sus ojos azules, inyectados en ira, se posaron sobre mí, provocando una inquietud en mi interior.
—Si fuera tú, intentaría acabar con este idiota. Tu vida podría seguir siendo normal, pero este loco que se hacía llamar tu mejor amigo te arrastró a esta pesadilla, rodeada de personas como nosotros ¿Cómo te hace sentir eso, eh, mocosa? Yo estaría furioso— se burló, su tono cargado de desprecio.
La tensión en el aire se volvió palpable, y mi corazón latía con fuerza, resonando en mis oídos como un tambor en medio de la tormenta. Masky, con su mirada feroz y el arma en mano, parecía dispuesto a desatar toda su rabia, y yo me encontraba atrapada en el centro de un conflicto que no había pedido.
—¡Basta!— exclamó Toby, su voz resonando con una autoridad que apenas podía contener la tempestad que se desataba —¡Ya cállate!—
Masky se echó a reír, una risa fría y amarga
—¿Y qué vas a hacer? ¿Protegerla de la verdad?— desafió, su tono llenándose de burla —Ella necesita saber en qué se ha metido—
Mis manos temblaban, y me sentí pequeña, como una hoja al viento, vulnerable ante la furia de ambos
—No quiero ser parte de esto— logré articular, aunque mi voz apenas era un susurro. La realidad de la situación me golpeó con fuerza, y la angustia se apoderó de mí, como un manto pesado que apenas podía soportar.
Masky me miró con desdén, y el aire se volvió espeso entre nosotros
—Eso se puede arreglar—
De repente, sus pasos resonaron en el suelo, bruscos y firmes, acercándose a mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras me preparaba para lo peor. Sin embargo, en lugar de un ataque, me encontré con su arma extendida hacia mí, como una ofrenda macabra.
—Sujétala— ordenó, su mirada fija en la mía, como si buscara medir mi reacción.
—¿¡Qué mierda estás haciendo hijo de puta?!— exclamó Toby, furioso.
Con manos temblorosas, dudé un instante, la adrenalina corriendo por mis venas. Un torrente de emociones me asaltó: miedo, confusión y una extraña sensación de desafío.
Finalmente, con un leve movimiento, tomé el arma entre mis manos. El metal frío se sintió extraño, ajeno, como si me estuviese atando a un destino que no deseaba. Masky sonrió, una expresión que no llegaba a sus ojos, y un escalofrío de inquietud me atravesó.
—Ahora— dijo, su voz un susurro amenazante —estás en este juego ¿Qué vas a hacer con eso? Puedes dispararte a ti misma y acabar con este sufrimiento— canturreó, obligándome a ponerme de pie mientras sujetaba mi brazo, guiando el cañón del arma hacia Toby.
La presión en mi pecho aumentó, y mi mente se llenó de pánico
—O puedes acabar con el imbécil que te arruinó la vida— susurró, su voz un veneno que se filtraba en mis pensamientos.
La mirada de Toby atravesó la distancia entre nosotros, su rostro una mezcla de preocupación y desafío. No quería ser el centro de esta tormenta, pero la decisión que se me presentaba se sentía como un abismo oscuro. La idea de hacerle daño a Toby, a quien había considerado mi amigo, me desgarraba por dentro.
—No...— logré murmurar, aunque mi voz temblaba, casi perdida en el caos que me rodeaba.
—Eres un verdadero pedazo de mierda, Masky— murmuró Toby, su furia palpable mientras sujetaba su hacha con fuerza.
Masky, sin embargo, intensificó su agarre, su mirada fija en mí, desafiando cada duda que podía tener.
—Gracias, es un halago escucharlo de ti— respondió con sarcasmo, su tono lleno de desdén. Me retuvo con firmeza, forzándome a apuntar el arma hacia la cabeza de Toby.
—Y bien, Sienna, ¿tú qué dices? —preguntó, su tono insinuante —no puedes dejar que este desgraciado se salga con la suya. ¿No sientes rabia? ¿Traición? Él era tu mejor amigo y mira lo que te hizo... te arruinó la vida, absolutamente toda tu vida—
Las palabras de Masky resonaban en mi mente como un eco ensordecedor, llenándome de confusión y dolor. Cerré los ojos con fuerza, intentando bloquear el caos que me rodeaba.
—Ya cállate...— murmuré, sintiendo cómo la presión en mi pecho aumentaba.
La lucha interna se intensificaba, y el peso del arma se sentía cada vez más como una carga insoportable. Quería gritar, pero solo podía quedarme en silencio, atrapada en todo este desastre.
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