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𝟎𝟕

❛Meet Again❜

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Los rumores sobre la repentina unión entre los Targaryen y Blackwood se esparcieron velozmente. Tyanna, por su parte, se sentía satisfecha con la sólida alianza que se había forjado; los Blackwood no solo le proporcionarían hombres, sino que respaldarían su creciente ejército. Pronto embarcaría hacia la isla donde su nuevo hogar estaba siendo construido. Dejó a Eloise y Xaden a cargo, y las cartas mantenían a Tyanna al tanto del progreso de la fortaleza, que ya estaba en pie después de varios años. La comunidad se expandía, las casas se multiplicaban, y la pesca proporcionaba su principal fuente de alimento. Además, solicitaban más ayuda para avanzar con la obra.

Tyanna volaba hacia la Fortaleza Roja, Skycleles disfrutando de la soledad del camino. Sin embargo, la tranquilidad se vio amenazada cuando Caraxes se elevó sin previo aviso a su lado. Tyanna le lanzó una breve mirada a Daemon antes de que Skycleles iniciara el descenso, seguido rápidamente por Caraxes, que parecía decidido a no perderle el paso al dragón negro.

Las cosas con Daemon quedaron sin resolver. Tyanna se fue porque estaba claro que él no admitiría sus sentimientos, y lo último que quería era que volviera a entrometerse en su vida y arruinara la estabilidad que estaba construyendo. Tenía planes, muchos planes, y quería realizarlos, pero sabía que no podía confiar en Daemon. No del todo. Además, estaba el hecho de que desde el día de su boda, Asger no había hecho más que intentar conocerla mejor, descubrir sus intereses y planes de vida. Él al menos lo intentaba, y Tyanna, por más absurdo que sonara, podía visualizar su presente y futuro a su lado.

A lo lejos, Tyanna observó el familiar barco real y le indicó a Skycleles que lo esquivara. Sin embargo, con voluntad propia, Daemon permitió que Caraxes chocara levemente contra él, causando turbulencia en la embarcación. Tyanna lo miró severamente, reprochándole sus acciones, pero él le sonrió descaradamente encogiéndose de hombros. Claramente, disfrutaba causando disturbios, pero era el príncipe canalla, y eso era de esperarse de él.

En el barco, la heredera al trono no pudo evitar sonreír al reconocer a los dueños de ambos gigantescos dragones. Después de una larga espera, habían vuelto, y un muy familiar cosquilleo de anticipación se adueñó completamente de su cuerpo, ansiando más que nada llegar a tierra firme.

Al llegar a su destino, Tyanna y Daemon bajaron de sus respectivos dragones. Daemon se abrió paso hacia donde estaba Tyanna, quien acariciaba a su dragón, memorizando el patrón consecutivo de su piel y tratando de ignorar la presencia del platinado.

—Olvidaste esto cuando te fuiste —Daemon se colocó detrás de ella con la corona correspondiente de Tyanna en manos. —¿Debe dolerme que no te despediste?

Tyanna se tensó, ¿realmente le estaba preguntando eso? Él era quien la dejaba sola, quien no podía decirse. Y ahora venía aquí, tratando de culparla a ella por tratar de ver por sí misma y sus intereses.

La pelinegra inhaló profundamente, recordándose a sí misma que no debía perder la paciencia — Tal vez no eres tan importante como crees, —se encogió de hombros, pretendiendo que sus palabras no la afectaban, y dio media vuelta para encararlo.

Daemon rió mientras le colocaba la corona sobre su cabeza, encajando perfectamente —Mi reina.

En cualquier otra circunstancia, la princesa estaba segura de que la mirada penetrante, la cercanía y las palabras de Daemon habrían erizado su piel, pero ahora queria pretender tener control total sobre su cuerpo y no se dejaría caer tan fácil bajo sus garras.

Las manos de Daemon desabrocharon cuidadosamente el saco que portaba, liberándola de él y dejando al descubierto el hermoso vestido negro que llevaba, con el mismo patrón que Skycleles, una digna representación de la unión entre Skycleles y su jinete. Tyanna y Skycleles eran uno.

—Nos estarán esperando —dijo Daemon, mientras la miraba con cierta intensidad.

Tyanna, con una sonrisa, respondió —Vale la pena hacerlos esperar —. Aunque por dentro, su mente ya estaba trabajando en cómo manejar la situación, cómo asegurarse de mantener el control y no permitir que Daemon socavara sus planes con su presencia. Sin percatarse, Daemon se quedó viéndola alejarse por unos segundos con la misma sonrisa antes de seguirla. 

El eco de los pasos de tanto Daemon como Tyanna resonaba por la Fortaleza mientras caminaban lado a lado. Ambos no tardaron en llegar a la sala del trono, la mirada de todos sobre ellos, quienes se mantenían juntos. Ambos bajaron las escaleras en sincronía y caminaron hasta el Rey, manteniendo la cabeza en alto y con seguridad al dar cada uno de sus pasos, demostrando la superioridad que tenían entre los presentes.

Rhaenyra los miraba con una mezcla de felicidad y curiosidad mientras los seguía entre la multitud. Le era imposible apartar la mirada de ellos, no cuando se veían así. 

Tyanna y Daemon llegaron hasta el trono, siendo detenidos por la guardia, quienes los apuntaron con sus espadas. Daemon los miró seriamente antes de sacar su espada y tirarla, desarmándose. —Añádela al trono, —ordenó con seguridad. Los guardias guardaron sus espadas ante la acción, sabiendo que la vida del rey no corría riesgo.

—Usan una corona, —El rey comenzó tras no poder evitar mirar la corona que estaba posada en la cabeza de ambos—. ¿Se hacen llamar reyes?

—Una vez que derrotamos a la triarquía nos nombraron reyes del Mar Estrecho —Relató Daemon con algo de orgullo en su voz. Era cierto que Viserys decidió ayudar, pero no se podía ignorar que Daemon estuvo peleando desde el comienzo sin ayuda de su hermano. Él merecía la corona.

Tyanna, al notar el cambio en la mirada del rey, agregó, —Pero sabemos que solo hay un verdadero rey, majestad.

Tuvo que morderse la lengua después de que esas palabras abandonaran sus labios. Ella no creía eso. Tal vez estaba siendo demasiado imprudente; algunos incluso la llamarían traidora al saber todo lo que hacía a espaldas del rey, pero ella trataba de restarle importancia. Su enojo contra el rey estaba más vivo que nunca, pero los recuerdos de cuando era una hija para él aún persistían en su mente, haciéndole imposible darle la espalda completamente. Lo amaba, pero una parte de ella siempre lo odiaría. 

Los reyes del Mar Estrecho se arrodillaron ante Viserys por respeto, teniendo el mismo acuerdo entre ellos, prosperidad con el rey. —Nuestras coronas y los Peldaños de Piedra... son suyos —Se quitaron la corona, dispuestos a renunciar a ellas.

—¿Dónde está Lord Corlys? —Cuestionó el rey.

—En Marcaderiva —Respondió Tyanna.

—¿Quién cuida de los Peldaños?

—Las mareas, los cangrejos y dos mil corsarios muertos de la triarquía, empalados en la arena como advertencia a quienes sigan —Esta vez contestó Daemon, mientras Tyanna mantenía una mirada firme. No podía evitar preguntarse cómo Viserys recibiría la noticia de sus acciones detrás de la retaguardia, pero se mantuvo serena exteriormente.

El rey bajó del trono, pasándose frente a ellos y tomando ambas coronas mientras las inspeccionaba con la mirada. Tyanna pudo ver a Otto analizando lo que sucedería con ojos atentos, pero apartó la mirada cuando su mirada conectó con la penetrante de Tyanna.

La audiencia estuvo atenta a los movimientos del rey cuando entregó la corona de Daemon a uno de sus guardias, pero se quedó mirando un par de segundos la que pertenecía a la mitad Baratheon. El rey cuidadosamente volvió a colocar la corona de Tyanna sobre su cabeza, y ella exhaló ante la acción. No sabía por qué Viserys había decidido permitirle usar la corona o si tenía alguna intención oculta al hacerlo, pero la acción sin duda logró conmocionarla.

—De pie —ordenó el rey.

Ambos se colocaron de pie ante Viserys, quien colocó sus manos en sus hombros atrayéndolos a un abrazo, y la audiencia comenzó a aplaudir ante esto.

—El reino está en deuda con ustedes —declaró el mayor de los tres. —Vengan.

Él lideró a ambos afuera de la sala del trono, guiándolos al festín preparado para ellos. 

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Los hermanos Targaryen, Viserys y Daemon, charlaban entre ellos mientras eran atentamente escuchados por Alicent y Tyanna. De vez en cuando, el tío y sobrina compartían historias de sus experiencias en batalla, hasta que Rhaenyra se acercó, uniéndose a ellos y poniendo fin al aburrimiento de la pelinegra.

Tyanna no pudo evitar reconocer y admitir lo mucho que había crecido, notando rápidamente la madurez en su semblante. Había algo en sus ojos que parecía llamarla a gritos, instándola a aferrarse a ella y jamás dejarla ir. Rhaenyra, por su parte, no fue tan cuidadosa y recorrió con la mirada a Tyanna, quien notó la intensidad de la mirada de la princesa sobre ella.

—Felicidades por su victoria —felicitó Rhaenyra, dirigiendo su atención a los dos que habían combatido en la batalla.

Tyanna rápidamente percibió la tensión entre padre e hija, por lo que optó por sonreírle agradecida a la más joven. —Gracias, princesa.

Un silencio incómodo se formó entre ellos hasta que Alicent decidió entablar conversación, —Tal vez la princesa Tyanna y el príncipe Daemon quieran visitar la galería. Aún no han visto los nuevos tapices que regalaron de Norvos y Gohor.

—¿Les gustaría ver los tapices? —cuestionó el rey hacia ellos con cierta diversión, antes de que ambos hombres comenzaran a reír. Tyanna bufó ante su absurdo comportamiento, pero, ¿qué esperaba? Eran hombres. No podía tener grandes expectativas. —A ellos no les interesan tales cosas.

—Yo quisiera verlos —intervino Rhaenyra, harta del infantil comportamiento de su padre.

—Entonces no debería privarte de ello —respondió el rey, mirando seriamente a su hija.

—Voy a disfrutarlos a solas —dijo Rhaenyra antes de retirarse, para el disgusto de la Baratheon.

Tyanna miró a Rhaenyra alejarse y debatió mentalmente si debería seguirla o no. —Si me disculpan —se alejó de ellos, sentándose junto a Rhaenyra, quien giró a mirarla sin ser correspondida.

—¿Cómo es la vida de casada? —preguntó Rhaenyra al notar que Tyanna no tenía intención de iniciar la conversación. El rostro de Rhaenyra se desfiguró cuando Tyanna empezó a reír ante su pregunta, —¿Qué es lo divertido?

—Rhaenyra, no nos hemos visto hace cuatro años y me preguntas sobre mi repentino casamiento —dijo Tyanna con ironía, mirándola mientras la chica se encogía en hombros.

—¿Entonces no va tan bien? —preguntó esperanzada.

—Trata de no sonar tan contenta —comentó Tyanna divertida. —Y respondiendo a tu pregunta, Asger es un gran hombre, creo que nuestra unión fue una gran elección.

Rhaenyra asintió mirando sus manos un poco decepcionada sin atreverse a volver a unir miradas. Tyanna, notando esto, tomó la iniciativa de tomar su mano acariciándola como solía hacerlo. Rhaenyra sonrió al ver sus manos entrelazadas, sonrojándose ligeramente, —Me alegra que estés en casa.

Tyanna le sonrió antes de volver a observar enfrente, creando un cómodo silencio entre ellas. Alicent las miraba a lo lejos y pudo notar cómo Rhaenyra siempre se volvía la prioridad de Tyanna, anhelando tener lo mismo algún día. Anhelaba que alguien la mirara de aquella manera tan amorosa, pero a la vez tan sincera, y también deseaba el toque cálido y gentil que la pelinegra siempre le proporcionaba a la heredera.

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Te veías tan satisfecho en Rocadragón —Rhaenyra habla en Alto Valyrio hacia Daemon, con Tyanna a su lado, ambas con los brazos entrelazados. —¿Por qué regresaste? Seguro hay algo más en tu regreso que solo burlarte de mi padre.

Daemon las mira con una sonrisa, luego toma delicadamente el collar que Rhaenyra lleva en el cuello y dirige su mirada al cuello de Tyanna, quien ya no lleva consigo el collar que él le había obsequiado. Algo se remueve en su interior, un sentimiento mortificador le invade.

—¿Y bien? ¿Qué quieres? —pregunta Rhaenyra sin rodeos, ansiosa de respuestas.

—Solo la comodidad del hogar —Daemon pasa junto a ellas, dirigiéndose a la mesa con diferentes comidas.

Tyanna bufa, siguiéndole el paso. —Difícil de creer. ¿Desde cuándo anhelas la comodidad del hogar?

—¿Desde cuándo anhelabas casarte? —replica Daemon con la misma franqueza.

No era del todo mentira. Jamás tuvo interés en casarse, pero el mundo cambia, y Tyanna estaba segura de que tener un compañero de por vida como Asger era algo que solo continuaría ayudándola a lo largo de los años.

—Han cambiado —interviene Rhaenyra, tratando de evitar la inminente discusión entre Daemon y Tyanna. —Supongo que se ven diferentes gracias a sus aventuras. Más maduros, tal vez.

—Tu misma has madurado en estos cuatro años, princesa —Dice Daemon en un tono que no pasa desapercibido para Tyanna. La manera en que se dirige a la platinada no la enfurece por celos ni mucho menos, pero sí por sentir el derecho de hablarle de esa manera. —Te acostumbrarás a la atención.

—La atención la soporto, es lo demás lo que no quisiera. Mi padre parece empeñado en venderme al Lord con el castillo más grande.

—Hay peores cosas por las cuales ser vendida.

El matrimonio solo es un acuerdo político —Dice Daemon en Alto Valyrio. —Una vez casada puedes hacer lo que quieras.

Tengo que intervenir, para los hombres puede ser un acuerdo político, pero para las mujeres puede llegar a ser una cárcel. Solo un hombre muy honorable podría respetar a una mujer en un matrimonio —interviene Tyanna.

Es como una sentencia de muerte —agrega Rhaenyra.

Ojalá lo fuera —exclama Daemon. —Me habría deshecho de mi perra de bronce hace años.

Daemon le ofrece su copa a Rhaenyra, quien no duda en tomar de ella, —Tu esposa ha sido afortunada. No has puesto un niño en ella.

Dudo que un niño pueda crecer en un entorno tan hostil.

Mi madre fue hecha para producir herederos hasta que eso la mató. No dejaré que ese sea mi destino.

Lo que le pasó a tu madre fue una tragedia, pero este es un mundo trágico. No se puede vivir con miedo o renunciarás a lo mejor de él.

No tengo intenciones de vivir con miedo. Solo en soledad —responde Rhaenyra.

—Un futuro solitario —comenta con una sonrisa Daemon, claramente teniendo algo en mente al intercambiar miradas con Tyanna, quien no se percata de la futura heredera.

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Cuando Tyanna llegó a sus aposentos, notó que el pasadizo secreto de su recámara estaba abierto y sobre su cama yacía ropa de varón. Contempló sus opciones por unos segundos antes de comenzar a cambiarse. Una vez lista, se colocó la capucha para opacar su rostro. ¿Qué podría pasar?

Una vez afuera, Tyanna siguió el familiar camino hasta que se encontró con Daemon, quien la esperaba recargado en una pared. Tyanna lo miró cuestionando sus acciones, —¿Qué planeas?

—Nada que te disgustaría —dijo Daemon con una sonrisa cómplice, volteando su rostro en la dirección donde Rhaenyra recién llegaba.

Rhaenyra sonrió con emoción y Daemon comenzó a guiar el camino, Tyanna quedándose en su lugar antes de que Rhaenyra tomara su mano llevándola consigo. Daemon las tomó de las manos a ambas, —¿A dónde vamos? —preguntó Rhaenyra sin obtener respuesta.

Los tres se integraron a la gente entre las calles de la ciudad. Rhaenyra miraba todo con emoción, siendo su primera vez contemplando la libertad. Tyanna, por su parte, se había escabullido muchas veces junto a Dimitri, quien se dedicó a enseñarle la ciudad entera.

—¿Quieres saber tu muerte, niño? —preguntaron detrás de Tyanna, quien apartó a Rhaenyra de la mujer, continuando su travesía.

—Y ahora llegamos al asunto de la gran silla de hierro y el trasero que soportará —exclama un señor que crea una obra de teatro —Nuestro buen rey nombra a su hija, una mujer, como heredera.

—¡Golfa! —exclama la audiencia.

—Luego de él, un bebé nace —continúa el hombre mientras la obra se lleva a cabo. —Un varón, ¿Pero cuál heredero tendrá el trono? ¿Quién va a ser? ¿El hermano? ¿La hija? ¿O el príncipe con el pene más pequeño?

La audiencia ríe y Tyanna aprieta sus puños conteniendo la ira, lo cual es notado por Daemon, quien la toma por la cintura susurrándole al oído, —Tranquila.

—Rhaenyra, el deleite del reino. Una mujer tan joven y tan delgada, amada por todo su pueblo, pero ¿será una reina poderosa o será alguien débil?

—¡Débil!

—Aunque Aegon, el bebé príncipe, está lejos del reclamo, tiene dos cosas que Rhaenyra no. El nombre de un conquistador... y una verga.

—¡Qué tontería!

Tyanna cerró los ojos suspirando, cansada de la gente vulgar.

—Búrlate si quieres, pero muchos plebeyos van a creer que, como varón, Aegon debería ser el heredero —Daemon dice externamente.

—Lo que quieran no tiene consecuencia.

—Tiene gran consecuencia si esperas gobernarlos algún día.

—Por una noche, quiero estar libre del peso de mi herencia.

Rhaenyra se acerca a un señor tomando un aperitivo de su canasta. —Cuatro monedas. En el Desembarco del Rey pagamos por nuestros placeres.

Rhaenyra lo toma como señal para tirarlo y toma de la mano a Tyanna, comenzando a correr.

—¡Oye! ¡Detente, niño!

Ambas corren entre la gente, esquivando y chocando entre ellos antes de llegar a un callejón, donde se topan con un guardia. —¿Y ustedes de quién están huyendo? —El guardia las toma de la mano, impidiendo que se vayan.

—Sir Harwin —exclama Tyanna sorprendida al reconocer el rostro del familiar miembro de la capa dorada.

—¿Princesas?

—No —susurra Rhaenyra hacia él cuando aparece Daemon al final del callejón.

—Tengan cuidado, niños. La próxima vez no tendrán tanta suerte.

Ser Harwin continúa su camino, haciendo exhalar a Tyanna. —Lo disfrutaron, ¿verdad?

—Si te dijera que no te estaría mintiendo —Tyanna comparte una mirada con Rhaenyra, ambas sonriendo.

—Quién sabe cuándo vuelva a probar la libertad.

Daemon vuelve a tomarlas de la mano, caminando unidos y guiándolas hacia una casa de placer.

Tyanna caminaba entre la gente donde susurros lascivos se entrelazaban con el aroma embriagador de la sensualidad desinhibida. Daemon, con una sonrisa pícara, guiaba sus pasos con la certeza de un conocedor de esos oscuros placeres.

La capucha de Tyanna se deslizó por sus hombros, revelando su rostro decidido mientras entregaba la prenda a una joven desconocida. Ante sus ojos se desplegaba un escenario donde parejas exploraban los límites del deseo.

—¿Qué es este lugar? —Pregunta Rhaenyra.

—Es donde la gente toma lo que quiere —Daemon respondió a la curiosidad de Rhaenyra, la joven princesa que observaba con ojos inocentes mezclados con una chispa de intriga. —Coger es placer, ¿lo ves?

Aunque Rhaenyra, con su curiosidad ingenua, inspeccionaba cada rincón, Tyanna apartaba la mirada para otorgar una pizca de privacidad a quienes compartían esos momentos íntimos.

—Tanto para mujeres como para hombres —Daemon continuó, atrapando la atención de Rhaenyra, quien se movía entre las parejas con la curiosidad de una niña pequeña.

Tyanna, sin embargo, había elegido enfocarse en Daemon, intuyendo que su compañero estaba tramando algo desde el principio. Antes de que pudiera expresar su desaprobación, Daemon la silenció con un beso.

—El matrimonio puede ser un deber, pero eso no nos impide buscar nuestros propios placeres —susurró Daemon, su aliento rozando los labios de Tyanna. El contacto, al principio suave, pronto se volvió más apasionado, y Tyanna se dejó llevar por esa marea de deseo consumidor.

Rhaenyra, quien había apartado su atención de las demás parejas, se enfocó totalmente en Daemon y en Tyanna. En el como el la tomó con firmeza por la cintura, acercándola a su cuerpo hasta que ya no quedó espacio entre ellos. Tyanna, por su parte, entrelazó sus dedos en la cabellera platinada de Daemon.

—Con quien queramos —afirmó Daemon. 

Separándose por un momento, Daemon acarició sus labios y luego posó su mirada en Rhaenyra, quien se acercó lentamente. Daemon tomó su rostro y la besó, y en lugar de apartarse, Rhaenyra continuó el beso.

Después de unos instantes, se separaron, y Daemon las atrajo a ambas. Rhaenyra, con valentía, llevó a Tyanna a un beso suave y lento, demostrando lo que era mejor no pronunciar en voz alta. Daemon observaba todo con un semblante indescriptible. Tyanna pronto sintió manos explorando su vientre bajo la tela durante el beso, identificándolas de inmediato, mientras otra boca empezaba a besar su cuello. Tyanna suspiró cuando ambas se apartaron, y ahora eran las manos de Rhaenyra las que exploraban su cuerpo.

Cuando Tyanna cerró los ojos, el nombre de Asger resonó en su mente. Lo que estaba haciendo era incorrecto; era una mujer casada y no podía caer en la tentación, especialmente cuando Asger no le había fallado. Recordaba con claridad la dulzura con la que su padre le contaba historias de su madre, y siempre reconoció esa mirada llena de amor. Su padre hablaba de la lealtad eterna que tendría hacia su esposa.

Como si el tacto la quemara, se separó abruptamente de ambos, con rapidez. Tyanna les lanzó una última mirada antes de alejarse rápidamente entre la gente, saliendo en dirección a la Fortaleza Roja sin pensar en las dos personas que dejaba atrás.

Una vez en sus aposentos, Tyanna se preparó para dormir, su mente carcomida por la culpa por haberse ido, pero al mismo tiempo reprimiéndose por dejar que todo llegara tan lejos. Si alguien le preguntara qué era lo que más la atormentaba, respondería que el beso que compartió con Rhaenyra. Sus labios eran suaves y el beso estaba lleno de emoción, enviando escalofríos por su cuerpo. No existían palabras para describir a Rhaenyra ni para expresar cómo la hacía sentir.

En el fondo, se sentía culpable por no permitirse disfrutar de ese momento. Antes de poder continuar con sus pensamientos, fue interrumpida por un toque en la puerta.

—Adelante —dijo Tyanna, extrañada.

Sabía que Haeran estaba vigilando su puerta y solo permitiría interrupciones si eran urgentes o alguien específico. Rhaenyra apareció en su campo de visión, con un rostro serio que mostraba su descontento.

—Te fuiste —reclamó con calma.

—Tú lo dijiste, estoy casada —recordó Tyanna, tratando de justificar su partida, evitando darle la cara. Besar a Daemon era una cosa, besar a Rhaenyra era completamente diferente. Estaba comprometida con un hombre que confió en ella y le dio una oportunidad, y allí estaba ella demostrando que no era merecedora de esa oportunidad.

Rhaenyra se acercó a Tyanna por detrás, tocando su hombro. Tyanna se tensó bajo su toque, pero Rhaenyra la abrazó anhelando no ser rechazada. Por primera vez, había sido capaz de expresar lo que sentía por Tyanna, y lo único que deseaba era ser correspondida, ser querida por ella.

—Lo apropiado será que me vaya en cuanto antes. No puedo quedarme más tiempo —vociferó Tyanna después de un breve silencio, tratando de encontrar las palabras correctas.

Rhaenyra negó de inmediato, disgustada con la idea. —No, acabas de regresar, Tyanna.

—Es lo mejor para las dos.

Tyanna se volteó para enfrentar a Rhaenyra, quien tomó sus manos entrelazándolas. —Por favor, quédate. Hazlo por mí.

Tyanna simplemente la admiró. Sabía que debía poner distancia entre ellas, que debía reprimir sus sentimientos. Sin embargo, la mirada que Rhaenyra le lanzó hizo que reconsiderara quedarse, a pesar de querer apartarla y decirle que no podía traicionar a Asger.

—Esto está mal —susurró Tyanna cuando Rhaenyra acercó lentamente su rostro hacia ella.

—Entonces, ¿por qué se siente tan bien?

Eso fue suficiente para que Tyanna se inclinara hacia ella, besándola con suavidad. Rhaenyra jadeó, perpleja por el cambio de parecer, pero cerró los ojos dejándose llevar gustosa. Sintió un extraño hormigueo recorrer todo su cuerpo y deseó más. Estaba segura de que, incluso con el paso de los años, no se cansaría de tener los labios de Tyanna contra los suyos.

Los labios de Tyanna acariciaban con gentileza los suyos. Cuando se separaron, Rhaenyra la miraba con asombro en sus ojos. Ambas se unieron de nuevo en un beso que comenzó suave y se volvió intenso. Entre jadeos, se deshicieron de sus vestimentas para luego recostarse en la cama, uniendo nuevamente sus labios.

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El resto queda a su imaginación. Como siempre espero que les haya gustado y que no se haya notado lo mucho que amo a nyra con Tyanna. Recuerden que en mi tiktok público adelantos y próximas historias: valwritesss.

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