𝟎𝟎𝟒. the faking game
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𝟎𝟎𝟒. the faking game
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𝐃𝐈𝐌𝐈𝐍𝐔𝐓𝐀, 𝐓𝐎𝐍𝐓𝐀 𝐄 𝐈𝐍𝐌𝐀𝐃𝐔𝐑𝐀, 𝐀𝐌𝐄𝐍𝐀𝐙𝐀𝐃𝐀 por un público de miradas acusadoras; así se sintió tan pronto como el seleccionador de España terminó de explicar el motivo por el cual la había citado al despacho de su padre.
Tal vez lo peor del caso era que el mismo Luis Enrique había afirmado que la situación no era tan grave. Su propuesta no era más que una mera opción que tanto Pedri como ella debían valorar y, si bien le había advertido a sus jugadores que mantuvieran su nombre limpio mientras se preparaban para el Mundial, sabía que el canario era uno de los miembros más devotos del equipo, y su desliz podía convertirse fácilmente en una ventaja. Aun así, e incluso con la comprensión del entrenador, Nora sentía que las manos de Miguel Crespo—quien también estuvo presente durante toda la charla—le estrujaban la garganta.
Creyó, quizás, que la mirada de su padre era el principal motivo por el cual el estómago se le retorcía, despertando una espantosa sensación de humillación.
Y no, Nora no conocía a Pedri González, pero... se hallaba completamente convencida de que el chico estaba tan mortificado como ella.
Solo tenía que verlo por el rabillo del ojo para saber que él también quería salir corriendo de allí. Estaba tan tieso como una tabla, con las manos escondidas tras la espalda y la mandíbula apretada. La nuez de su cuello subía y bajaba con brusquedad, como si le costase tragar, y, aunque en ningún momento apartó los ojos de su entrenador, no hacía nada más que asentir cuando era necesario. No hablaba, no se oponía, contestaba escuetamente; en cambio, la morena reaccionaba con impulsividad, buscando excusas a diestra y siniestra para tratar de zafarse de aquel enredo.
Una parte de Nora quería que el chico le echara una mano, que chillara y pataleara junto a ella si era necesario. La otra, sin embargo, debía admitir que era él quien estaba mostrando la reacción más prudente, más adulta, pues no podían negarlo: estaban jodidos, y punto.
—Una relación... falsa —soltó por lo bajo; todavía le costaba creer que aquella idea fuera cierta. Mientras trataba de formular sus siguientes palabras, le echó otro vistazo a la rígida postura de Pedri—. ¿Quiere que finja ser su novia?
Preguntar, sin embargo, no servía de nada—el mensaje en la mirada de su padre era claro y conciso: por el bien de su nombre, no tenía otra opción más que callar y aceptar.
A pesar de que el propio Luis Enrique había tenido la decencia de exponer el plan como una mera idea en vez de un decreto obligatorio, a su padre le convenía que acatara las órdenes. Luis ya sabía que ella era una Crespo, y Nora solo podía suponer que, tan pronto como Miguel supo que su hija menor podía hacerle un favor a uno de sus jefes, se dispuso a desvelar aquel detalle, exponiéndola como la chica que salía con Pedri en las fotos.
Quisiera o no, su decisión afectaba directamente a su padre y, después de la discusión que habían tenido hacía unos días, Nora no estaba segura de si podía correr ese riesgo.
No tenía escapatoria, al fin y al cabo. Apenas le quedaban ahorros después de que su madre despareciera con casi todo su dinero, no tenía amigos lo suficientemente cercanos en Valencia como para volver a la ciudad y alojarse bajo un techo provisional, y tampoco contaría con los medios suficientes para mantenerse por su cuenta hasta dentro de unos meses, cuando su trabajo con el Barça empezase a dar frutos. Aunque lo que más quería era alejarse de su padre, su instinto de supervivencia no hacía más que advertirle que llevar a un hombre tan severo a su punto de quiebre no le traería buenas consecuencias.
—Así es. —Luis Enrique asintió—. Lo estuve valorando con el equipo de publicidad de la Selección y llegamos a la conclusión de que esto nos serviría para despertar la atención de los medios. Entiendo que a ambos os parezca una locura, vuestras caras me lo dicen todo, pero... Pedri, tú ya lo sabes; nos están machacando por todos los lados. —Se encogió de hombros, dedicándole una mirada resignada al muchacho para después dirigir sus ojos hacia Nora. Aunque parecía que aquel tema no era precisamente de su agrado, el entrenador no se cortaba ni un pelo, hablando con completa honestidad—. Hay muchísima gente que no confía en esta Selección, gente que ni siquiera quiere animarse a vernos jugar y... necesitamos despertar interés, sobre todo por parte de la prensa.
» Un romance es un romance. España siempre necesita poner su atención en una nueva novela, y con esto quizás podremos distraer a la afición para que lluevan menos críticas.
Cuando Luis Enrique terminó, un incómodo silencio se apoderó de la estancia. Se sentía pesado, sofocante, y Nora no pudo hacer nada más que enfocarse en un punto muerto del despacho mientras analizaba las palabras del técnico.
Su conocimiento sobre la situación del equipo español de cara al Mundial era casi nulo—por no decir absolutamente inexistente—, pero sabía reconocer que gran parte de España había adoptado el arte de criticar como principal método de ocio. La prensa rosa no era más que un circo, todos parecían caer ante sus trucos y, sin lugar a dudas, una relación entre una emergente estrella del fútbol y una chica desconocida sería la tapadera perfecta—una distracción lo suficientemente potente para detener las críticas de las que hablaba Luis Enrique, el show más mediático de los próximos meses.
Sonaba tan fácil, tan sencillo y efectivo que Nora no sabía qué decir, ni mucho menos cómo rebatir aquella idea. Desde que supo realmente quién era el chico de la botella, sus instintos no habían hecho más que gritarle que se mantuviera alejada de Pedri, ¿y ahora querían asignarle una tarea que la forzaría a estar incluso más cerca de él?
Casi rio ante la idea.
Era simplemente impensable, y absurdamente irónico.
—No tiene por qué ser ella. —La voz de Pedri la trajo de vuelta a la realidad. Por primera vez en todo el encuentro, Nora volteó la cabeza en su dirección, vistiendo una expresión confundida; aun así, el chico siguió mirando al frente—. Podemos buscar a otra chica. Morena, bajita... En las fotos no se le ve la cara, nadie se va a dar cuenta.
—Fue mi hija quien se metió en esto. —Aunque los ojos del canario habían estado fijos en los de su entrenador, fue Miguel quien se encargó de responder. El gesto fue casi imperceptible, pero Nora fue capaz de identificar la sonrisa cínica que acompañaba a sus labios—. Será mi hija quien se encargue de resolverlo.
Cuando Pedri finalmente giró a verla, Nora se encontró con una mirada que no pudo interpretar—un semblante que no fue capaz de leer. Y empezó a creer que quizás estaba imaginando cosas, porque lucía... frustrado, apenado, como si de verdad se arrepintiera de haberla metido en aquel saco.
Tuvo que parpadear unas cuantas veces para tragarse la sorpresa. Se aclaró la garganta en un intento por concentrarse en lo verdaderamente importante, recordándose que Pedri no era más que un gilipollas que estaba tratando de salir de un aprieto—uno que, a juzgar por lo que había dicho, tampoco la quería cerca.
Él, sin embargo, acabó continuando, volteando hacia su padre.
—Es que fui yo. Créame, señor Crespo, fui yo quien...
—Eso da igual. —lo interrumpió Luis Enrique—. No vamos a buscar culpables, en las fotos salís los dos —recalcó sus últimas palabras—. Es normal que os sintáis incómodos, ni siquiera os conocéis bien, pero solo tenéis que hacer un poco de teatrillo, nada más; montar el paripé hasta que acabe el Mundial y luego seguir con vuestras vidas. Recordad que esto sería de cara al público, no tiene nada que ver con vuestra vida privada.
Pedri soltó una carcajada casi inaudible, de esas que emanan impotencia. Posteriormente, Nora vio cómo apoyaba la lengua contra el interior de una de sus mejillas, como si estuviera aguantándose las ganas de rebatir; parecía que respetaba demasiado a Luis Enrique como para seguir refutando.
Extrañado, el entrenador también notó su reacción: —¿Qué pasa, Pedri?
—Que esto va a exponerla —estalló finalmente. Hizo una pausa, tomando una profunda bocanada de aire antes de seguir—. Ya ha pasado con las parejas de otros compañeros. La gente les dice de todo, míster.
El entrecejo de Nora se frunció un poco más, su confusión aumentó mientras intentaba codificar la expresión del castaño.
¿Acaso estaba tratando de sacarla de aquel marrón, incluso cuando ella no había hecho nada más que culparlo?
—Ya, sé que los fans no se cortan ni un pelo. —Luis Enrique suspiró con pesadez. Seguidamente, miró a Nora, quien todavía estaba tratando de averiguar por qué cojones parecía que el canario quería defenderla—. No voy a mentirte, Nora; fingir ser la novia de Pedri podría traerte todo tipo críticas, pero también podría darte a conocer.
Su corazón dio un vuelco.
Fue un salto rápido, fugaz, como si su propio cuerpo tuviera miedo a ilusionarse—a contemplar por mucho tiempo las palabras de Luis Enrique, a construir una fantasía. Sintió que el color se drenaba de su rostro, que todo su pecho se inflaba con interés.
De repente, sus pies parecían estar adheridos al suelo, y la idea de seguir escuchando no sonaba tan mal.
Luis no tardó en identificar su nueva postura: —Te ha cambiado la cara, ¿eh? —rio el hombre—. Tu padre me ha comentado que quieres dedicarte a la música.
Sintiendo la mirada de Pedri quemándole el costado, combinada con los críticos ojos de su padre y la expresión atenta de Luis Enrique, tuvo que tomarse unos segundos antes de responder.
—Sí, así es —respondió en voz baja, repentinamente avergonzada; después de todo, no acostumbraba a hablar de su música en voz alta, y mucho menos frente a un grupo de desconocidos en el que también se encontraba su padre.
—No es una industria fácil. —El seleccionador hizo una pausa, tanteando el terreno antes de continuar—. Esto puede ayudarte a despegar, ¿no crees? Si llegas a más gente, también empiezan a llegar las oportunidades.
Sentidos en alerta, músculos firmemente apretados; no estaba dispuesta a bajar la guardia. Todo aquello sonaba demasiado fácil como para ser real, y Nora había aprendido que, aunque le pusieran la miel en los labios, no podía darse el lujo de saborearla hasta estar segura de que no se tratara de una trampa.
Quería decirle que estaba equivocado, que su propuesta todavía no le interesaba, que era absurda y que lo único que quería era negarla, pero, si hacía eso, entonces estaría mintiendo.
Y Nora detestaba las mentiras.
Luis Enrique tenía razón. Ya llevaba varios años subiendo contenido musical a sus redes sociales con la esperanza de ser vista por algún productor; entre el trabajo y el instituto, no tenía tiempo de cantar en bares ni de organizar conciertos callejeros, por lo que no podía hacer mucho más que subir contenido a internet. Se las había arreglado para conseguir algunos seguidores—casi ocho mil, o al menos eso creía recordar de la ultima vez que revisó su perfil—, pero se había quedado estancada. El mundo de espectáculo era una ruleta de la suerte y, si no contaba con un empuje adicional, quizás el premio nunca iba a tocarle.
Si la gente empezaba a conocerla por su "relación" con Pedri, si cotilleaban su nombre y este empezaba a recibir atención... quizás tendría más oportunidades.
Tan pronto como consideró aquella hipótesis, sintió que el estómago se le cerraba. «Aprovechada», le gritaba su conciencia, pero la tentación era demasiado grande.
Durante aquellos segundos de silencio, intentó convencerse de que era normal, de que cualquier persona pensaría lo mismo en su posición; después de todo, estaba dispuesta a darlo todo con tal de conseguir la carrera musical de sus sueños, por tener la oportunidad de subirse a un escenario y compartir aquellas canciones que la habían ayudado a seguir adelante en momentos tan jodidamente difíciles, y las palabras de Luis Enrique no habían hecho más que nublar de su plan.
Formar parte de aquel fiasco significaba hacerle un favor a Pedri y a su equipo.
Ella también tenía derecho a recibir algo a cambio, ¿no? Quizás era su turno de ser egoísta—de velar por sí misma ahora, por muy culpable que aquello la hiciera sentir.
Y es que, por primera vez, la vida parecía estar abriéndole las puertas. No había candados de por medio, ni cadenas o mayas de alambre; la oportunidad estaba al alcance de sus dedos.
Solo tenía que aceptar.
—Os recuerdo que no tenéis que hacerlo si no queréis. —Fue Luis Enrique quien rompió el silencio. De repente, Nora recordó dónde estaba, y su cuerpo se tensó de pies a cabeza cuando sus ojos se cruzaron momentáneamente con los de su padre. Apartó la mirada tan rápido como pudo, decidiendo que la opción más segura consistía en observar al entrenador—. Pensároslo, habladlo antes de decidir, poned límites si de verdad queréis intentarlo. —Señaló al canario con una ceja enarcada—. Pero no quiero que esto te distraiga, Pedri. Cuento con el Harry Potter de mi equipo y no quiero decepciones.
—No, míster. —El castaño le dedicó una sonrisa genuina al entrenador, suprimiendo la rigidez que antes cubría su semblante—. Eso nunca.
El rostro de Pedri se iluminó por una fracción de segundo; su expresión cambió de manera sutil, pero sincera. La combinación de admiración y determinación con la que observaba a Luis Enrique, incluso bajo la tensión de aquel momento, la dejó secretamente asombrada, tanto así que no tuvo tiempo de reparar en el apodo que el entrenador le había asignado al canario.
Nora apartó la mirada tan rápido como pudo.
—Así es; ojos en el campo, que tú todavía tienes mucho por delante. —Luis Enrique asintió con una expresión similar a la de Pedri; estaba claro que sentía un cariño especial por el muchacho. Posteriormente, se dirigió a Nora, observándola con un deje de diversión—. A ver si este tío te pone las cosas fáciles. Por lo menos puedo asegurarte que es un buen chaval.
La chica no supo decir si quería reír o gritar.
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Desde el preciso momento en el que entró al vestuario del Barça junto a Pedri González, Nora supo que no podría parar de moverse.
En un desesperado intento por despejarse, se dispuso a crujirse los huesos. Fue nudillo por nudillo, pasando a su cuello y terminando con su espalda. Hizo todo lo posible por no captar la atención del canario mientras un conocido crack rozaba sus tímpanos, pero Pedri—quien la había guiado hasta allí en cuanto salieron del despacho de su padre, asegurando que permanecería vacío hasta dentro de unas horas—estaba atrapado en su propia burbuja, sentado en una de las bancas del vestuario con la vista pegada al suelo.
Por más que lo intentó, no encontró el alivio que buscaba. Su mandíbula seguía cargando alrededor del cuarenta por ciento de toda la frustración que sentía; su pecho, por otro lado, se llevaba el resto.
Ya llevaba un par de minutos paseándose de un lado al otro del vestuario, resistiendo las ganas de mordisquearse las uñas, pero, aunque habían ido precisamente a discutir la propuesta de Luis Enrique, ni Pedri ni ella se habían atrevido a pronunciar palabra alguna desde que ingresaron a la estancia. Sin saber cómo proseguir, sus ojos la traicionaban de vez en cuando, buscando secretamente al canario; sin embargo... verlo tan serio no hacía más que aumentar sus nervios.
Aunque no lo conocía—y quitando todos los prejuicios que tenía acerca de los futbolistas—, Nora intuía que Pedri era un chico vacilón, de esos que tratan de aligerar el ambiente con un comentario divertido y una sonrisa ladeada. ¿Dónde estaban sus palabras, entonces? ¿Dónde había quedado su estúpido acento? Incluso una de sus molestas intervenciones sería mejor que aquel maldito silencio.
La paciencia de Nora se estaba agotando, y estaba segura de que acabaría estallando si ninguno de los dos daba el primer paso. Apenas tenían una semana para tomar una decisión; Nora empezaba a trabajar para el Barça en siete días, y aquel era el plazo de tiempo que Luis Enrique les había dado para comunicarle su respuesta. Por esa razón, y queriendo sacarse aquel maldito peso de encima, finalmente se detuvo frente a Pedri.
Se cruzó de brazos. Lo miró expectante, hasta que el chico levantó la mirada.
El simple hecho de no ser capaz de leer su expresión amenazó con sacarla de quicio.
—Di algo —murmuró. Le dio un par de segundos, esperando una reacción, pero Pedri no se dignó a abrir la boca. Los dientes de Nora casi chirriaron ante la creciente frustración—. Parece que siempre tienes algo que decir, ¿no? Pues di algo, —Tragó en seco—, por favor.
Finalmente, y para su sorpresa, aquellas últimas palabras parecieron captar la atención del canario.
—¿Qué quieres que te diga? —preguntó; Nora, sin embargo, no respondió, retándolo a seguir con la mirada. Pedri apretó un poco más la mandíbula antes de volver a hablar—. El míster tiene razón. Si tuviera que tirarme de un precipicio por el equipo, lo haría —continuó; voz cargada de absoluta determinación y convicción—, y esto nos vendría bien con todo lo del Mundial... Pero sé que tú no quieres hacerlo.
—Tú tampoco —le recordó—. Se te nota, —explicó escuetamente, habiendo notado la expresión confundida del canario—, estuviste tieso durante casi toda la conversación.
Pedri no lo negó.
Tan solo soltó un suspiro pesado, llevando una mano a su cabeza para revolverse el pelo en señal de impotencia. Se tomó su tiempo, como si estuviera planeando cuidadosamente sus siguientes palabras; solo entonces volvió a mirarla, con los codos apoyados en las rodillas y los hombros ligeramente caídos, como si la espalda le pesara.
—El fútbol es mi prioridad. Quiero centrarme en eso, en disfrutar con el balón. No tengo tiempo para distraerme con otra cosa.
Nora no quiso admitirlo, pero debía darle créditos por su respuesta.
O, más bien, por la pasión que reflejaban sus ojos.
Intentó acusarlo de prepotente, de futbolista cegado por la gran magnitud de su supuesto talento en el campo—talento que ella todavía no había visto, pero que tampoco le interesaba conocer. Aun así, no pudo hacerlo; su mirada era demasiado honesta, y no mostraba ni un rastro de duda, ni mucho menos un motivo escondido.
Se preguntó si sus propios ojos lucían así cuando hablaba de sus canciones, y entonces comprendió que tal vez se parecían en una cosa.
Ambos tenían la cabeza dura, puesta en una meta que no estaban dispuestos a poner en riesgo. Y no le gustó darse cuenta de ello—ya lo había juzgado demasiado en los últimos días, y su lado más terco se negaba a empatizar con él—, pero era completamente cierto.
—Yo en mi música —acabó admitiendo en voz baja. Se aclaró la garganta para tratar de borrar aquel momento de vulnerabilidad, evadiendo el semblante comprensivo del canario. No le gustaba hablar de aquel tema, ni mucho menos abrirse ante nadie, pero, aunque quisiera, ya no podía retractarse—. Supongo que también sabes que montar este... teatrillo sería una distracción.
Casi bufó al percatarse de que había usado el mismo término empleado por Luis Enrique para referirse a su magnífica idea; amarga ironía, absurda e irrisoria. Pedri también pareció darse cuenta de ello, pues sus labios no tardaron en curvarse en una sonrisa discreta, pero también divertida.
Y, finalmente, Nora acabó cayendo bajo la presión de aquel enredo. Como un peso muerto, se sentó a su lado, copiando la posición del canario mientras ahogaba un suspiro.
El silencio que se instaló durante los próximos minutos era tenso, pero no incómodo; después de todo, ninguno tenía que decirlo en voz alta para saber que aceptar la propuesta de Luis Enrique era lo mejor para ambos. Solo faltaba el sí, la respuesta definitiva, pero atrasar el momento resultaba más fácil.
Esta vez, sin embargo, fue Pedri quien tomó la iniciativa.
—Podemos hacerlo —sentenció. A pesar de que su tono de voz era firme, había recuperado la sonrisa sencilla que parecía caracterizarlo, la misma que Nora recordaba haber visto varias veces a lo largo de aquella noche en la discoteca—. No puede ser tan difícil, ¿no? Con tal de que no nos acabemos matando entre nosotros...
Era obvio que el canario intentaba aligerar el ambiente, pero Nora estaba demasiado tensa como para seguirle el juego: —Estas cosas siempre acaban mal. Es de libro; en cualquier momento puede irse todo a la mierda.
—Venga, entonces dímelo. —Todavía sentado sobre el banco, Pedri giró su torso para enfrentarla más directamente; ceja enarcada, semblante entretenido—. ¿Qué puede salir mal?
«Todo», quería decir. No obstante, se forzó a pensar por unos cuantos segundos, obligándose a mantener sus ojos firmes en los del castaño.
Y es que, por más tontos o absurdos que parecieran, sentía que habían demasiados riesgos—demasiados contras dentro de una lista limitada de pros y... no sabía por dónde empezar.
Así que simplemente comenzó con lo más fácil, lo más obvio. Algo que no le molestaba admitir; que no mostrara su miedo, su debilidad.
—Que no seamos lo suficientemente convincentes.
No apartó la mirada, no titubeó, tampoco perdió la voz.
Pedri, sin embargo, pareció notar que sus dedos daban nerviosos e incesantes golpecitos contra su muslo derecho.
—Pues entonces solo tenemos que ser buenos actores. —Levantó aquel par de cejas oscuras; rostro bañado por la satisfacción de haberla rebatido con éxito y una ligera chispa de sorna—. ¿Y? ¿Qué más?
Nora no pudo evitar envidiar el semblante suave y despreocupado que mostraba el canario, incluso cuando aquella situación tampoco le gustaba. Tensó la mandíbula, rebuscando alguna manera ingeniosa de callarle la boca, pero su mente estaba prácticamente en blanco.
—Que descubran que es una farsa —acabó farfullando.
—Si es que eso es lo mismo que lo anterior, pero dicho con otras palabras —se mofó el castaño. Nora puso los ojos en blanco, sintiendo que su paciencia se agotaba conforme pasaban los segundos, pero entonces notó que el rostro de Pedri adquiría un matiz más serio, más comprensivo, como si estuviese tratando de decirle que sabía que había algo que no estaba admitiendo y, sobre todo, que estaba dispuesto a escucharla—. ¿Qué más, Nora?
Se mordió la lengua.
Intentó tragarse las palabras.
Le dijo que no con la mirada. Incluso sacudió la cabeza de manera casi imperceptible, pero el canario no se rindió, manteniéndose tan firme como ella.
«Que le den», mandó su orgullo a la mierda, relamiéndose los labios para matar la sequedad de su boca. «No eres una cobarde; dilo y ya está, fin de la historia», la incitó su conciencia.
—Te vas a reír —empezó por lo bajo. Se reprendió mentalmente por el tono débil de su voz, aclarándose la garganta en un intento por recomponerse. Elevó el mentón bajo los atentos ojos de Pedri, quien negó con la cabeza y le dedicó una sonrisa secreta, cálida, de labios sellados; no supo por qué, pero aquel simple gesto fue lo que la impulsó a continuar—. Confundir la mentira con la realidad.
Notó que el entrecejo del canario se fruncía; que la curvatura de sus labios se transformaba en un semblante sorprendido, como si no hubiese esperado esa respuesta. El efecto fue inmediato para Nora: sintió que su estómago daba un vuelco, presa de unas inmensas ganas de salir corriendo del jodido vestuario, pero solo pudo quedarse allí, estática, haciendo todo lo posible por ocultar cualquier rastro de vulnerabilidad. No pudo seguir aguantándole la mirada, concentrándose en cambio en las baldosas del suelo.
Joder—qué poco le gustaba admitir que le tenía miedo al corazón.
En sus casi diecinueve años de vida, no había tenido ninguna relación amorosa. Sí, se había liado con uno que otro chico, siempre guiada por una mezcla entre curiosidad y la presión de hacer lo mismo que el resto de sus compañeros, pero las únicas experiencias que había tenido la habían dejado completamente decepcionada—no le encontraba el sentido, ni el encanto, ni mucho menos la magia de la que tantos hablaban, y, honestamente, a veces creía que eso era mejor. Después de todo, fue ella quien había tomado la decisión de bloquear cualquier atisbo de sentimientos mínimamente románticos; tener una pareja implicaba lidiar con un problema más y, sobre todo, correr el riesgo de acabar con el alma partida.
El riesgo de acabar como su madre, mejor dicho.
Luego de vivir tantos años bloqueando sus propias emociones... ni siquiera sabía si era capaz de sentir algo. Aun así, no era tonta: Nora sabía que fingir ser la novia de Pedri implicaba pasar tiempo extra con él, mucho más del necesario, y quizás su cerebro acabaría jugándole una mala pasada.
Claro que no acabaría enamorándose de él—eso ni de coña—, pero la proximidad forzada no hacía más que potenciar la posibilidad de perder la razón, aunque solo fuese por un momento. Le molestaba reconocerlo, mas debía admitir que Pedri, con sus fuertes facciones y porte atlético, era un chico atractivo; si sus hormonas acababan traicionándola, no sabría cómo proceder, y tampoco podría alejarse, pues estaría atrapada en aquella maldita relación de conveniencia.
Él—ni más ni menos que un futbolista—era una señal de peligro con patas y, aunque sabía que no tenía otra opción más que seguir con aquel plan, Nora se había programado a sí misma para evitar ese tipo de amenazas.
¿Que si su lógica era dudosa? Tal vez. Pero era su lógica, suya y de nadie más, y Nora Crespo era fiel a sus principios.
—Que uno se pille del otro, ¿no?
La morena tan solo asintió ante las palabras del canario.
No se atrevió a verlo, pero prácticamente podía sentir la mirada de Pedri calcinándole el costado del rostro.
—No tiene por qué pasar eso —continuó el futbolista después de unos segundos.
Nora soltó una carcajada vacía, envuelta de ironía: —Pasa en todas las películas. Es prácticamente una regla universal.
—Pues vamos a romperla. —Finalmente, la morena giró a verlo—. No te conviene a ti, y tampoco me conviene a mí. —Pedri se encogió de hombros, como si no fuera gran cosa. Sin embargo, terminó soltando un suspiro cansado, y entonces Nora pudo identificar el mismo deje de arrepentimiento que había visto en su rostro mientras hablaban con Luis Enrique—. Sé que me echas la culpa, pero no quería meterte en este marrón. Y ahora... supongo que solo tenemos que aceptar.
Hablaba con completa sinceridad, con absoluta convicción y entrega—de eso no había duda.
Y por supuesto que era un golpe bajo para su orgullo, pero... Nora no podía olvidar el hecho de que el propio Pedri había tratado de sacarla de aquel asunto cuando se enfrentó a Luis Enrique; que no quería exponerla al ojo público, incluso cuando ella no había hecho más que responsabilizarlo.
—Gracias —habló en voz baja, como un perro con la cola entre las patas. Aun así, eso pareció suficiente para sacarle una sonrisa al canario—, por intentar sacarme de esto.
Sin embargo, antes de que Pedri pudiera responder, una nueva presencia apareció en el vestuario.
Se trataba de un chico joven—Nora casi podía jurar que tenía su edad—, fuerte pero no muy alto. Llevaba el cabello pegado a la frente, la ropa de entrenamiento adherida a la piel y una expresión confundida en el rostro. Lucía como un cachorrillo perdido mientras paseaba su mirada de Nora a Pedri y de Pedri a Nora hasta finalmente detenerse sobre el canario, a quien parecía conocer.
—Yo... —empezó el muchacho; Nora no pudo pasar por alto la mirada inquisitiva que le dedicó a Pedri, como si pudiesen comunicarse sin necesidad de palabras—. Venía a coger unas botas nuevas.
Solo entonces—y después de reconocer que el desconocido hablaba con lo que parecía ser un acento andaluz—, la morena de percató de que llevaba un pie descalzo y una zapatilla de fútbol rota en la mano derecha.
Repentinamente incómoda, Nora se levantó de la banca, dispuesta a anunciar su salida. No obstante, Pedri intervino antes de que pudiera hacerlo.
—Ya te vale, Gavi. Segundo par del mes.
Aunque sus palabras parecían un reproche, la chica identificó el tono divertido en la voz del canario. El tal Gavi, quien también pareció notarlo, le devolvió una sonrisa similar: —Hay que darlo todo en los entrenamientos. —El amigable intercambio, sin embargo, no duró mucho más, pues el chico no tardó en recuperar una expresión confundida—. ¿Interrumpo algo?
De manera instintiva, Nora giró la cabeza hacia Pedri, percatándose de que el canario había hecho lo mismo. Se quedaron callados durante unos segundos, esperando a que el otro se animara a hablar.
Finalmente, notando que el silencio se extendía demasiado, la chica forzó una sonrisa en dirección a Gavi: —Creo que mejor me voy...
—Ella es Nora —Pedri la interrumpió. La morena puso los ojos en blanco, maldiciéndolo mentalmente por ponerle pausa a su intento de escape—. Es... es la hermana de Vera —aclaró, apretando los labios con un deje de incomodidad.
—Ah, sí, la que empieza a trabajar la semana que viene... Yo soy Pablo, pero me llaman Gavi. —El desconocido le dedicó una sonrisa amable, pero tímida—. ¿Y... qué hacéis aquí?
—Habrá que contárselo —murmuró el canario, dirigiéndose a Nora.
—Supongo que sí —farfulló en respuesta.
«Empezamos mal».
Ni siquiera sabía si Luis Enrique les permitiría hablar sobre el afamado plan con el resto de jugadores, pero... tomando en cuenta que el compañero de Pedri los había encontrado a solas en el vestuario, no podían hacer nada más que decir la verdad.
—Ven, anda, que tengo que contarte la idea del míster.
Mientras Gavi seguía las instrucciones de Pedri, Nora se preparó para abandonar el vestuario. Sin embargo, antes de salir disparada, se dio cuenta de un pequeño detalle.
Todavía llevaba puesta su chaqueta.
Se la quitó discretamente, ignorando el calor que empezó a quemarle la piel ante la atenta mirada de Pedri. Tomó una profunda bocanada de aire antes de tendérsela al muchacho, quien la aceptó con un asentimiento tenso y forzado.
—Avísale a Luis Enrique —le recordó cortamente.
No tenía que decir nada más; ambos sabían que estaban dispuestos a aceptar la maldita propuesta.
Pedri volvió a asentir, y Nora tuvo la impresión de que quería decirle algo más, de que abría la boca para después cerrarla sin anunciar nada, pero decidió no reparar en ello.
—Eh, cabrón... ¿Por qué tenía tu chaqueta favorita?
Las palabras de Gavi fueron las últimas que escuchó antes de salir del vestuario con una nueva carga sobre los hombros.
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El fatídico día llegó más pronto de lo que Nora esperaba.
Había hecho todo lo posible por disfrutar de su corta semana de libertad. Salía de casa tantas veces como podía, evitando cualquier tipo de encuentro con su padre—fue a cafeterías diferentes, dio paseos por zonas que no conocía, investigó pequeños rincones de Barcelona. Ya había pasado un tiempo desde su llegada a la ciudad, y por fin debía admitir que tenía cierto encanto; aun así... no quería aceptarla como su nuevo hogar, y no quería sentirse cómoda en aquellas calles.
Incluso trató de componer nuevas canciones, pero todas sonaban... diferentes. Eran demasiado potentes, demasiado intensas, y en cada nota derrochaban el mismo agobio que llevaba carcomiéndola desde que le llegó un mensaje de Pedri—quien le había pedido su número a Vera—, confirmando que ya le había comunicado su respuesta a Luis Enrique y que, por otro lado, su agencia de relaciones públicas sería la encargada de guiarlos durante todo su "noviazgo".
No habían hablado desde entonces, pero... el canario había decidido seguirla por Instagram.
Se preguntó si tal vez su manager se lo había indicado, o si quizás fue él quien había buscado su usuario por cuenta propia. Sin embargo, saber que el canario podía escucharla cantar, teniendo acceso a los pequeños covers que publicaba cada dos o tres días en su perfil... no era precisamente tranquilizador.
Claro que ella también le había echado un pequeñísimo vistazo al perfil de Pedri, solo por curiosidad, pero ese era un secreto que solo estaba dispuesta a compartir con la pantalla de su móvil.
El tiempo, por otra parte, parecía haberse esfumado. De repente estaba ahí, en el campo de entrenamiento, equipada con un móvil exclusivo que el personal de redes sociales le había brindado para poder grabar contenido de los jugadores. Había pasado la primera parte de la mañana recibiendo indicaciones sobre su nuevo trabajo: las tareas del día, los segmentos que debía grabar antes de que acabara la jornada de entrenamiento, los ángulos correctos para captar a los jugadores. La señora Lozano—a quien había visto al llegar—le había dicho que aquella sería su tarea principal y que, si era necesario, requerirían su presencia en el sector de fisioterapia.
Conoció a Xavi Hernández, al resto de técnicos y a los compañeros que trabajarían junto a ella la mayor parte de los días. Aunque Nora se opuso, Vera—quien ya estaba al tanto de la situación entre Pedri y ella—también la obligó a presentarse ante los miembros del equipo, los cuales la recibieron con sorprendente... amabilidad.
Ciertamente, no esperaba aquel recibimiento de parte de un grupo de futbolistas famosos, pero sabía que no podía quejarse.
En cuanto a Pedri... solo habían hablado una vez durante todo el entrenamiento, cuando nadie parecía verlos. El canario le informó que desde aquel mismo día debían poner en marcha el plan; para ello, tenía que empezar por llevarla en coche hasta su casa algunos días a la semana, para que los fanáticos empezaran a conocer su rostro. Por otro lado, también le informó que Luis Enrique sí les permitiría contar la verdadera naturaleza de su relación al resto del Barça para facilitarles las cosas, así que al menos no tenían que fingir durante los entrenamientos.
Tan pronto como Pedri intentó seguir la conversación con algo que no era estrictamente profesional, Nora no tardó en huir con la excusa de seguir trabajando.
Y eso fue precisamente lo que hizo durante todo el entrenamiento.
En aquel momento, sin embargo, solo faltaban diez minutos para que acabara la jornada de entrenamiento, y Nora... Nora no quería que terminara, porque eso solo implicaba que el plan debía ponerse en marcha.
Prefería grabar futbolistas desde la distancia antes que ir en el mismo coche que Pedri González.
—¿Todo bien, Nora?
Ana Espinosa, su compañera de trabajo, fue quien la sacó de su pequeña burbuja.
La joven era un año menor, pero ya era un prodigio en el mundo de la edición y producción de contenido digital, y había demostrado su talento al conseguir una pasantía para trabajar durante unos meses en el Barça como miembro de un nuevo programa que fomentaba la labor de chicos y chicas jóvenes. Era dulce, espontánea, como un inocente rayo de luz que, curiosamente, se sonrojaba cada vez que Pablo—el futbolista que la había encontrado junto a Pedri en el vestuario—se encontraba cerca. Nora había pasado las últimas horas compartiendo con la rubia y, aunque le había costado soltarse ante la desconocida, Ana simplemente tenía algo que la hacía sentir cómoda, acompañada.
—Oh, sí... Tranquila. —Le dedicó una sonrisa a la rubia, pero la tensión en sus comisuras le indicó que quizás había lucido demasiado forzada—. Es que tengo muchas cosas en la cabeza, y este es nuestro primer día aquí así que...
Dejó la excusa a medias; no sabía continuarla.
Ana le echó un vistazo a sus alrededores, asegurándose de que nadie más estuviera viendo antes de acercarse un par de pasos más, como si fuera a contarle un secreto: —Es por lo de Pedri, ¿verdad? ¿Lo de que tienes que actuar como si fueras su novia?
Arrugó la nariz en una mueca de desagrado: —¿Acaso todo el mundo lo sabe?
—Bueno... Parece de película, así que obviamente se ha corrido la voz —rio Ana—. No sabía que eso de las relaciones falsas también pasaba en la vida real.
—Ni yo, sinceramente. —Nora soltó un suspiro, pero no pudo evitar contagiarse de la cálida energía que emanaba de la rubia. Tragó con fuerzas, su máscara de acero desapareció por un breve instante y, aunque no tenía intenciones de hablar sobre el tema, no pudo evitar explotar—. Es que no sé ni por dónde empezar.
—Pues tendréis que conoceros, por supuesto. Y también poner reglas, para que estéis en la misma página. —Ana giró la cabeza en dirección al campo. Nora siguió la mirada de su compañera, deteniéndose finalmente sobre el canario, quien se disponía a pasarse el balón con uno de sus compañeros; sin embargo, apartó los ojos tan rápido como pudo, tal y como había hecho a lo largo de todo el entrenamiento—. Aunque... todo el tema de la química tiene pinta de ser más fácil entre vosotros dos.
No fue capaz de suprimir una risilla nerviosa: —¿Qué... qué quieres decir?
—Pues que todo empieza con las miradas —respondió con tranquilidad. Su sonrisa se ensanchó un poco más mientras seguía viendo hacia el frente; su codo se clavó amigablemente en el costado de Nora, indicándole que volviera a girar la cabeza—. Parece que al menos ya las tienes de su parte.
Cayó tontamente en la trampa.
No pudo resistir la tentación de mirar hacia adelante, donde Ana le indicaba.
Una vez más, se encontró con la figura del canario. Sin embargo, en esta ocasión, sus ojos también la estaban observando.
Pedri volvió a centrarse en el balón tan rápido que Nora apenas tuvo tiempo de parpadear.
Y ella tan solo pudo apretar los labios en una fina línea mientras se disponía a volver a jugar, moviéndose con una soltura que lo hacía lucir casi... sobrenatural, como si la pelota fuera una extensión de su cuerpo.
—Creo que seréis buenos actores.
Percibió la voz de Ana. Era suave y sincera, carente de cualquier tipo de burla o sarcasmo.
Aun así, no logró tranquilizarla.
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oo. ▇ ‧‧ . ༉‧₊˚ 𝒂𝒖𝒕𝒉𝒐𝒓'𝒔 𝒏𝒐𝒕𝒆 ... ❜
¡otro capítulo «HEARTLESS»!
es tan tarde ahora mismo que no sé ni qué escribir en esta nota jsjsj, solo espero que hayan disfrutado de este nuevo capítulo. la verdad es que no estoy muy conforme con el resultado, pero tenía muchas ganas de acabarlo y seguir adelante, así que aquí está. siento mucho si no está bien editado, pues no he podido revisarlo tantas veces como quería. ):
ojalá les estén gustando las interacciones entre Pedri y Nora. estoy tratando de que se sienta esa tensión que surge entre dos personas que de atraen inevitablemente (esa "química" de la que habla Ana), pero prometo que irá aumentando a partir del siguiente capítulo ¡! Y NO, eso no significa que van a enamorarse de la noche a la mañana, lo prometo; solo quiero plasmar el comienzo de una atracción, algo que no pueden resistir aunque lo intenten.
por otro lado, necesito ayuda con unas cuantas cosas para los próximos capítulos, si es que no les molesta responder. ♡
básicamente:
1) ¿qué apodos les gusta por parte de un chico a una chica? quiero escoger uno que vaya dedicado a Nora por parte de Pedri (más adelante en la historia), pero no quiero que dé cringe. 💀
2) ¿se les ocurre alguna idea para la celebración de Pedri cuando le dedique goles a Nora? por ahora tengo una bastante sencilla, pero me gustaría también saber sus opiniones.
por último, les recuerdo que tengo una cuenta de tiktok en la que subo edits de todas mis historias, incluyendo esta. el usuario es ohmonamour.wp, por si quieren echarle un vistazo.
y ahora sí, con un beso y un abrazo, me despido. ¡nos vemos pronto!
me gustaría comenzar con las interacciones de Nora con otros jugadores así como añadir más momentos con Pedri (eso seguro jiji), así que ya veremos cómo sale.
PD: me acabo de dar cuenta de que Piqué no se va del Barça hasta noviembre y esta historia actualmente se ubica a finales de septiembre, pero finjamos que ya se fue del Barça por el bien de mi salud mental 🥰
¡dejen un comentario, voten y compartan! ♡
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