03♰・ Bienvenida al Counvent des Prêcheurs
🕯️CHAPTER THREE🕯️
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❝Pensé que aquí no había monjas❞
N. de la A. (Cuando veáis este símbolo 𝄞 reproducid la música del vídeo que se muestra al principio del capítulo para lograr una mayor inmersión)
𝄞 𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐑𝐀𝐙𝐎́𝐍 𝐒𝐄 𝐌𝐄 𝐀𝐂𝐄𝐋𝐄𝐑𝐀𝐁𝐀 𝐀 𝐌𝐄𝐃𝐈𝐃𝐀 𝐐𝐔𝐄 𝐀𝐕𝐀𝐍𝐙𝐀𝐁𝐀𝐌𝐎𝐒, cuando pude atisbar mejor el internado me di cuenta que era una antigua escuela que duplicaba el tamaño de cualquier mansión. Habíamos alcanzado un paraje abierto de grandes praderas y amables lomas que suavizaban el paisaje rural. Y, a lo lejos, más allá del horizonte, se dibujaba un cielo negro cargado de tormenta que oscurecían por completo la silueta de las remotas montañas.
—El internado alguna vez fue una bodega de vinos y este sucedió, a su vez, a un monasterio. Se llamaba Aix-en-Provence, en honor a Santa María. ¿Se lo puede creer? —murmuró al tiempo que aprovechaba para respirar profundamente el aire. Un leve aroma a rosas rojas llegó a mis fosas nasales-. El pasado posee un gran peso en estos parajes pero... -hizo una pausa y se dirigió hacia mí para tenderme la mano con el objetivo de ayudarme a bajar de la carreta-: ya basta de habladurías, no es mi objetivo aburrirla, mademoiselle. Si me disculpa, acepte mi mano como ofrenda de gratitud por tener que soportarme a estas horas de la mañana. —La acepté con una sonrisa.
—No, señor, en absoluto —le confesé mientras ponía un pie sobre el terreno y le daba la mano. Un leve escalofrío recorrió mi cuerpo cuando acaricié su piel pero ignoré esa sensación tan repentina. El pequeño tacón crujió sobre la grava. Cuando salí completamente del carro, proseguí—. Me gusta la historia. Pienso que sin ella nunca se alcanza la verdad absoluta de las cosas que nos rodean.
—Una chica culta que piensa que la historia es una historia interminable llena de secretos que merecen la pena descubrir —comentó Maurice observándome con detenimiento. Su acento; casi diría que exótico, me fascinaba—. Me gusta su forma de ser, señorita. Muy pocas hay como usted.
Con una sonrisa sincera se lo agradecí y desvié la vista hacia un lado; un poco avergonzada por sus halagos pues no estaba acostumbrada a tanta galantería. Pocos hombres había conocido como Maurice aparte del padre Morgan: honorable, respetuoso y cariñoso.
Me tomé mi tiempo para seguir estudiando con los sentidos lo que iba a ser mi nuevo hogar durante un tiempo. El recinto era cautivador. Tenía varios tejados que se elevaban como los picos de las claras montadas, ventanas esculpidas propias del romanticismo con toques góticos y oscuros, muros de piedra lóbrega que reflejaban la luna llena del anochecer como un diamante en plata bajo superficie cristalina con la misma intensidad que un lienzo refleja a la pintura. Anchas y largas habitaciones -muchas de ellas parecían solitarias- se atisbaban por las ventanas vidriadas, que se desplegaban en alas a ambos lados.
A nuestro alrededor había árboles con ramas exuberantes y, entre nosotros, los troncos formaban grandes formas naturales. Un precioso jardín nos daba la bienvenida con todo tipo de flores silvestres, setos y rosas. Su aroma me condujo brevemente a mi infancia.
—Bueno, ¿qué le parece? —me preguntó Maurice mientras se aproximaba a la parte trasera de la carreta con ademán de bajar la maleta—. No es por halagarme ni nada por el estilo pero esas plantas que tanto admira las he cultivado yo a lo largo de tantos años.
—Son preciosas —respondí y sentía que se me iluminaba el rostro, me encantaban las flores pero me acerqué hasta él para coger la maleta—. ¡Oh! Déjeme que le ayude con la maleta. Bastante ha hecho ya trayéndome hasta aquí.
—No se preocupe. Es lo mínimo que puedo hacer por una futura monja. —Con un leve guiño, la depositó en el suelo sin la menor dificultad—. Dígame, ¿echa de menos su convento? Puede que sea...
—Sí —le interrumpí sin querer, absorta en los recuerdos—. Sobre todo al padre Morgan.
—Veo que era y es alguien muy importante para usted —me dijo con tono suave.
—El padre Morgan es como un padre para mí.
—Por eso se le llama padre —bromeó pero al ver que no sonreía, prosiguió—: Perdón. No era mi intención hacerla sentir mal.
—No me he reído porque me haya afectado sino porque su chiste era malo —le dije entre risas—. Bueno, no malo, demasiado malo.
Él se rió sin disimulo.
—Como dije, una chica muy astuta. —Aprovechó el momento para acercarse a su caballo y nuevamente relinchó cuando Maurice se encontraba a su lado—. Sooo, tranquilo, bonito. Todo está bien, soy yo —le susurró mientras le acariciaba las crines—. ¿Por qué te comportas así conmigo? Soy el que te da de comer, el que te limpia la mier... —hizo una pausa y me miró como si temiera ver una expresión angustiada en mi rostro, luego, como arreglando un error, carraspeó y continuó—: El que te limpia los desechos naturales de tu cuerpo ¡y...! —El caballo se alzó en sus patas delanteras pero Maurice fue rápido y estabilizó el carro aunque perdió la inercia de su propio cuerpo y cayó de bruces en el suelo. Justo cuando iba a ayudarlo, se levantó sin ningún esfuerzo—. ¡Oh, mira lo que me has hecho! ¡Y encima me obligas a decir palabras groseras delante de una señorita...!
La situación me provocó una risa inevitable y me llevé una mano hacia los labios para que mi carcajada no sonará demasiado pero Maurice me acompañó y nuestras risas reverberaron por la estancia.
—Bueno, tal parece que lo hemos tranquilizado un poco con nuestras risas caóticas, suena hasta chistoso. Aprovecharé su momento de paz para llevarlo a los establos. Ahora vuelvo, mademoiselle —Le atrapó por las bridas y dirigió el caballo y el carro hasta los establos más cercanos—. Espéreme por aquí. Hay muchas niñas diablillas por ahí sueltas. —Cuando me recuperé de la risa ciertamente recatada, asintí.
Un movimiento en la ventana del ala oeste captó mi atención mientras estaba sola. Una ráfaga de viento se levantó delante mía al observar aquella figura. Era una monja. Su hábito oscuro parecía una tela ondulante lúgubre que se transportaba de un lado a otro como si fuera un alma en pena. Dentro de la ventana apenas había luz pero su figura era mucho más oscura que la propia sombra. Al moverse, se paró en seco en el mismo lugar donde estaba la ventana y se giró hacía mí pero no veía nada, solo oscuridad. Estaba tan lejos y la luz era tan escasa que apenas pude atisbar bien sus rasgos, solo sabía que no paraba de observarme.
Vacilé un poco pero finalmente la saludé con la mano. No recibí ningún gesto de su parte. Solo ladeó todo su cuerpo y prosiguió la marcha en total silencio. Me quedé mirando en esa dirección durante unos segundos pero una niña que se acercó a mí me sobresaltó al saludarme y volví a la realidad.
—Perdone señorita, no era mi intención asustarla. —Una niña con unas trenzas bien cuidadas me sonrió—. Usted debe de ser la chica nueva. Es un placer conocerla. Mi nombre es Sophie. —Estiró la mano para saludarme—. Bienvenida al Counvent des Prêcheurs, antiguamente era un monasterio, supongo que ya se lo habrá contado todo Maurice.
—Así es, me lo ha contado todo. Por cierto, yo soy Thomasin —Estreché su mano con agrado—. También me es un placer conocerte.
—Espero que Maurice no haya sido tan suyo con usted —añadió con una sonrisita—. A veces se comporta como un idiota pero es un buen chico.
—No me cabe la menor duda de ello.
—¿No le cabe la menor duda de que soy un idiota o de que soy un buen chico? —Maurice había venido tan sigilosamente que me volví a sobresaltar. Le dio un pellizco en las mejillas a Sophie a modo de saludo—. ¿Qué has dicho sobre mí diablilla?
La pequeña se zafó de su agarre.
—¡Nada! —exclamó mientras me miraba con suspicacia—. Señorita, ¿ha oído algo sobre él en nuestra conversación?
—¡Nada de nada! —Le seguí el juego con un sutil guiño. Maurice nos fulminó con la mirada de broma y luego se dirigió hacia mí.
—¿Estás preparada para entrar?
—Por supuesto. —Atrapé el mango de la maleta entre mis dedos y empezamos a caminar. Mi vista se desvió hacia la ventana donde vi una monja—. Por cierto, pensé que aquí no había monjas.
—Y en efecto, no las hay —me respondió Maurice para mi sorpresa, adelantándome el paso—. Usted es la primera. Bueno, la futura y primera monja que pase por esos pasillos.
Sophie me miró preocupada pero le sonreí y dejé el asunto a un lado. Seguramente fue un efecto óptico por la poca luz que había o incluso mi propia imaginación ante una situación totalmente diferente a lo que había vivido en mi vida, hasta entonces.
♰ ♱ ¡Espero que os haya gustado! ♱ ♰
🖤Muchas gracias por el apoyo,
los votos y los comentarios.🖤
⛧Entre más interacción haya en los capítulos,
más seguidas serán las actualizaciones. ⛧
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