ʟxᴠɪɪɪ.Iғ Yᴏᴜ Dᴏ
CAPITULO SESENTA Y OCHO;
SI LO HACES...
—Nashira, no soy estúpida. —soltó Lesath mientras miraba a la pelinegra frente a ella.
Draco realmente se esmerado en seguir a Nashira luego de detener la pelea entre Theodore y George, quien a pesar de estar bajo la maldición imperius, se fue sin dirigirles mirada alguna, pero sin duda, ver como Ron Weasley y Harry Potter salían volando con dirección al castillo, era un escenario que pagaría por ver, miles de veces.
—Se perfectamente, que a pesar de que tú y yo estemos distanciadas, jamás me borrarias la memoria. Se que valoras mucho tu ego como para abandonar un problema con solo un tronar de dedos. —Lesath miraba con una mueca, intercambiando su mirada de Nashira a su hermano. —Pero George no lo cree así.
—El parece quererte demasiado. —Draco hablo por primera vez acercándose a su hermana, pero manteniendo su distancia, poniéndose a la par con Nashira.
Una pequeña sonrisa se asomo por el rostro de Lesath.
—Lesath, ¿Estarías dispuesta a dar tu vida por el?—Nashira la miro interrogante.
—¿Por qué me preguntas eso?—Lesath la observó confundida.
—Porque habrá un momento en el que esa decisión llegará. George, realmente parece no dudar cuando se trata de tu protección. —Nashira mantuvo su rostro neutro.
—Lo haría. —contesto sin rechistar.
—¿Por encima de tu familia?—Lesath elevó una ceja.
—El es mi familia. Tu y Draco son mi familia. No entiendo de verdad porque me estas preguntando esto. —Lesath tomo las manos de Nashira, mirándola directo a los ojos. Y ahí fue cuando lo supo.
Draco se encontraba con ellas, observando todo, pero se encontraba confundido, no entendía las claves en las miradas de su hermana y Nashira. Pero sin duda se preocupo en el momento, en el que miro como Lesath comenzaba a negar, alejándose de Nashira.
—No puedes pedirme eso. No, no, no puedes hacerlo. —Lesath negaba repetidamente, con los ojos cristalizados. —Tu sabes que yo no sería capaz. No, no puedo abandonarlo. No me pidas eso. —la rubia puso sus manos sobre las mejillas de Nashira, sin embargo, ella las tomo con delicadeza, retirandolas de su rostro.
—Debes hacerlo. Es por tu bien, y el de el. Sabes perfectamente, que en cuanto los idiotas lo sepan, querrán llevarte con ellos. Aprovechando tu debilidad con George, te llevarán con ellos y...
—¿Y qué, si yo quiero ir con ellos?—tanto Nashira como Draco la observaron sorprendidos, quien esté último ya había empezado a comprender la situación.
—Estarás traicionando a tu familia. No solo con Lucius, me traicionarias a mí, a Draco, ¡Tu hermano y tú padre!—expresó Nashira, mirándola con el rostro neutro. Pero sus ojos, demostraban otra emoción.
—Si... Lo sé. —Lesath respondió.
Nashira asintió lentamente mientras la miraba, en su rostro una fina sonrisa que parecía más una mueca, apareció. En ningún momento bajo la mirada, pero al conectar su mirada con Lesath, su decisión estaba tomada.
Nashira, mirándola, solamente se dio media vuelta mientras caminaba dándoles la espalda. Intentaba que sus lágrimas no quisieran salir en ese momento, no quería verse débil.
Ella era fuerte. No necesitaba de nadie. Solo ella misma.
—Shira, no puedo estar viviendo en la misma casa que un asesino. —la voz de Lesath se quebró al descubrir que Nashira ni siquiera se inmutó, y siguió caminando.
Miro a su hermano, quien solo miraba al suelo.
—Draco... Hermano...
Ahí fue, cuando conecto su mirada con Lesath. Decepción era la clara definición en los ojos de Draco.
—Lo elegiste a el, por encima de mí. Tu no eres mi hermana. —soltó con brusquedad, dando media vuelta y alejándose por el mismo que Nashira había tomado anteriormente.
[...]
Se golpeaba a si misma mentalmente.
Sabía que no era su culpa, pero aún así se reprendia por lo que había dicho. Por llorar, por dejarse ver vulnerable, por dejar, que una persona la lastimara.
Autoexigencia. Esa era la palabra que la definía en esos momentos. Sentía un horrible malestar ante su error. Tenía autocrítica constante. Lucius siempre se lo había dicho, el veía las señales de que Nashira era demasiado dura consigo misma, aunque eso le puede servir de barrera de contención y de no dejar verse que los comentarios o hechos de una persona le afecten. Aunque era desgastante situarse ante sí misma un listón demasiado alto, uno que nadie podría alcanzar, ese que solo le ocasionaba frustración y sufrimiento.
Pero siempre que se lo preguntaba, se quedaba sin respuesta.
¿Por qué lo hacía? ¿Era quizá resultado de su niñez?
Nashira se trataba con dureza, y Narcissa siempre se lo había dicho también, «si te tratas con dureza y aspiras a obtener de ti el máximo rendimiento y la más elevada competencia, eres un claro ejemplo a seguir. No obstante, tienes que tener cuidado con ese tipo de ideas, porque todo tiene un límite. Detrás de esa severidad tuya contigo, se encuentra la sombra de lo que podría ser aquello que termine de por vida contigo»
«Evita llegar a esos extremos.»
Ella convivía con una voz interna que adoraba juzgarla En ocasiones, podía serle útil: gracias a ella, Nashira se esforzaba, aprendía de sus propios errores y se enfocaba en su comportamiento para mejorarlo. Aunque, también en ocasiones podía optar por volverse tiránica. La dureza consigo misma vulneraba su autorrespeto.
—¿Nashira?—la voz de su padre la saco de sus pensamientos en un segundo.
—Regulus...—la pelinegra ni siquiera lo miró. Sus piernas estaban pegadas a su pecho, y su barbilla descansaba en sus rodillas, mirando y manteniendo su vista en el lago negro.
—¿Que sucedió?—pregunto sentándose junto a ella, la diferencia era, que Regulus la observaba.
—¿Que haces aquí?—pregunto Nashira de vuelta.
Regulus suspiro.
—Dumbledore, mando una carta para que el padre de Theodore asistiera, pero ya que su viaje se atraso vine en su lugar. Molly Weasley enserio es un dolor de cabeza, cuando se trata solo de Harry Potter. —dijo Regulus mientras sus brazos se sostenían de sus rodillas. —Le grito a Dumbledore por al menos veinte minutos, y después me gritó a mi por al menos diez minutos, si no la detengo seguiría en esa oficina.
Nashira asintió lentamente.
—No sucedió nada. Ya puedes irte. —y con eso, Regulus soltó un largo suspiro.
Regulus no sabía lo complicado que sería ser padre. No sabía como consolar a un adolescente, después de todo, sus padres nunca se preocuparon por ello.
Cuando se sentía mal, eran Linda y Marlene, quienes siempre estaban ahí para el. Y cuando supo que Linda había quedado embarazada de Nashira le había surgido una emoción de impaciencia al ya tener a su hija en sus brazos.
Para ser un padre del cual su vida había tenido graves momentos. Cuando tuvo que huir fue uno de los momentos más duros de su vida.
Tal vez el simple hecho de que casi no pudo disfrutar su vida, tal vez su vida, la cual hacía volverlo más fuerte con sus sentimientos hacía que no pudiera valorar ser un buen padre.
No sabía el porqué, pero pasaba.
El siempre había deseado ser, lo que sus padres no.
—Te contaré algo, pero no sé lo digas a Linda, le prometí no contarlo. Y si no, me matara. —Regulus asomó una pequeña sonrisa cuando vio por el rabillo del ojo, como Nashira lucia interesante en lo que estaba apunto de decir. —No se si, escuchaste hablar sobre! Amalia Rosier. —la pelinegra asintió. —Pues, Hestia no era la única que tenía una especie de, obsesividad conmigo.
—¿Que? ¿Con ella también saliste?—Nashira por fin lo miró.
—No. No salí con ella. Y había una razón, que más adelante sabrás, el caso aquí es que, Linda supo ponerle un alto y no de una bonita forma. —la pelinegra alzó una ceja. —Si, la asesino. Se que es lo que piensas. Nadie lo supo hasta tres días después del suceso que encontraron su cuerpo, con solo dos iniciales. I. S. Yo, bueno, se supone que debería haber estado en un viaje cuando eso sucedió pero, cuando volví, ella entraba por la puerta cubierta de sangre y tenía una gran herida en su estómago.
—Isabella Smith. —Regulus la miro con una sonrisa.
—Su segundo nombre y un apellido que no existe para ella. Escucha, tal vez no me creas, pero no salí con ella, jamás me agrado y...¿Alguna vez escuchaste hablar sobre un incidente con Linda en tercer año?—Regulus la miro neutro, y las facciones de Nashyse relajaron.
—Si, algo así le escuche decir a Narcissa.
—Ella fue la causante de lo que casi sucede. Ella se encargó de distraernos con estupideces para que Orion y Potter, hicieran su acto de presencia. No fue demasiado inteligente desafíar a Bellatrix de su parte.
Nashira bajo su mirada al suelo, pero aún así, quedó de frente a Regulus.
—Lesath, ella, eligió a George sobre Draco y sobre mi.
—Ella...—Regulus suspiro mirando a la pelinegra, a pesar de todo, sabía que le dolía—No se que decir de verdad, nunca fui bueno consolando. Pero...—Regulus se acercó un poco más a ella, tomándola por los hombros, sintiendo el cuerpo de la joven rígido. La acercó hasta a el, hasta abrazarla. Y en un minuto...sintió el cuerpo de Nashira temblar levemente. —Se una cosa, Nashira, y es clara, eso es que; Eres la mejor hermana del mundo. De este mundo y de cualquier otro. Se que Lesath y Draco te aman, aunque no lo digan.
Nashira levantó la mirada del pecho de Black y miró a Regulus, asintiendo levemente, ella no podía culpar a Lesath.
Era culpa de ella.
Las lágrimas no tardaron en bajar por las mejillas de Nashira. Ella jamás dejaría que alguien la viera vulnerable de esa forma, pero ahora...ella solo necesitaba a su padre.
Le dolía de una forma, que su única manera de explicar, era desahogandose.
Su familia era todo lo que tenía, lo que más amaba, por lo que daria la vida. Nashira no estaba dispuesta a perder lo que tenía, su familia era su mayor tesoro. Y esa era la razón por la que ella se había vuelto tan fría, como si nada le importase, pero eso era lo que la mantenía cuerda, la proteccion de su familia.
Nashira tenía una misión en el mundo en el que vivía, y esa era proteger y cuidar a su familia, de cualquier persona que planeara dañarlos.
—Te ves feliz. —Nashira se separó de Regulus cuando las lágrimas dejaron de salir.
Black le dio una sonrisa brillante, que hizo a la pelinegra sospechar.
—Puede que, Linda y yo, estemos...empezando algo. —Regulus bajo la mirada para mirar a Nashira directo a los ojos, quien no parecía sorprendida.
—Me alegro por ustedes. De verdad lo hago.
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