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ʟxxᴠɪ. Cʜʀɪsᴛᴍᴀs Dᴀɴᴄᴇ

CAPITULO SETENTA Y SEIS;
BAILE DE NAVIDAD

El Baile de Navidad estaba en boca de todos. Los pasillos de Hogwarts habían estado llenos de susurros emocionados y risitas nerviosas durante semanas. Nashira no era ajena a ese tipo de eventos, pero algo en esa noche la tenía inquieta. Tal vez era la opresión en su pecho, una sensación vaga, un sexto sentido que la prevenía de algo. Sin embargo, no podía permitirse dejar que eso la abrumara. Esa noche, se prometió a sí misma, sería solo una adolescente más, dejando atrás, aunque fuera por unas horas.

En ese momento, su habitación parecía que había pasado un huracán. Había vestidos esparcidos sobre las camas, joyas que destellaban desde pequeños cofres abiertos y listones de colores que rodaban por el suelo como serpientes de seda. Lara estaba ayudándole a Pansy ajustándose un corsé con expresión de pura frustración mientras Astoria y Daphne debatían acaloradamente sobre el color del lápiz labial que usarían. Hermione, para sorpresa de todas, estaba allí también, un poco fuera de lugar, pero determinada a disfrutar la experiencia.

Y luego estaba Lesath, quien, a pesar de la tensión que aún existía entre ella y Nashira, había aceptado la invitación de Pansy para unirse. La noche era demasiado importante como para permitir que viejos resentimientos estropearan el momento.

—¿Nashira, no vas a hacer nada más que mirarnos? —se quejó Daphne, lanzando un cepillo al aire y frunciéndole el ceño.

—¿Qué más quieres que haga? Estoy disfrutando verlas en este caos. —Nashira levantó una ceja con diversión, aunque no podía negar que el desorden empezaba a hacerla sentirse un poco ansiosa.

—Podrías ayudarnos, ¿sabes? —dijo Astoria, mirándola con una mezcla de súplica y reproche.

Nashira suspiró, pero en el fondo, adoraba ese tipo de momentos. Eran un respiro de todo lo demás. Se levantó del borde de la cama, recogió un peine y se dirigió hacia Pansy, quien después de que Lara hubiera terminado, luchaba con su cabello.

—Si no dejas de moverte, te voy a dejar con un nido de cuervos en lugar de un peinado, Pansy —dijo Nashira mientras comenzaba a trenzarle el cabello con movimientos expertos.

—¿Desde cuándo sabes hacer esto? —preguntó Hermione, observándola con asombro desde el espejo donde intentaba domar sus rizos.

—Tengo mis talentos ocultos —respondió Nashira con una sonrisa torcida, pero sus manos no se detuvieron mientras trabajaba con precisión.

Pronto, Pansy lucía un elegante recogido trenzado con pequeños broches brillantes que hacían juego con su vestido esmeralda. Luego, Nashira pasó a Astoria, que quería algo más suelto y romántico, y después a Daphne, quien exigió que su cabello luciera "como si acabara de bajar de una carroza mágica". Hermione fue la más difícil de convencer, pero finalmente accedió a un peinado sencillo que enmarcaba su rostro con delicados mechones ondulados.

Lesath, quien había estado en silencio todo el tiempo, observó desde un rincón hasta que Pansy la empujó hacia Nashira.

—Vamos, siéntate. No podemos dejarte fuera de esto —ordenó Pansy.

Hubo un momento incómodo cuando Lesath y Nashira se miraron, pero finalmente, Nashira rompió el silencio.

—No voy a hacerte nada ridículo, lo prometo. —Su voz era neutral, pero había una chispa de nostalgia detrás de sus ojos.

Cuando todas estuvieron listas, los ojos se volvieron hacia Nashira.

—¿Y tú? —preguntó Hermione, inclinándose hacia adelante con curiosidad.

—¿Qué hay de mí? —respondió Nashira con indiferencia mientras jugaba con el peine en sus manos.

—Tu vestido. ¿Dónde está? —preguntó Astoria, con los ojos brillantes de expectativa.

—No lo he visto. —La confesión de Nashira hizo que todas se quedaran en silencio. —Llegó esta mañana como un regalo de Linda y Regulus.

—¡¿Qué?! —gritaron todas al unísono.

Pansy fue la primera en lanzarse hacia el armario y, tras unos segundos de revolver entre las cosas de Nashira, sacó una enorme caja blanca con un lazo plateado. Todas se reunieron alrededor mientras Nashira, con un poco de reticencia, desataba el lazo. Cuando abrió la caja, el contenido dejó a todas sin aliento.

El vestido era impresionante. Hecho de un delicado tejido azul noche, parecía capturar la luz y transformarla en estrellas diminutas que brillaban con cada movimiento. El corpiño estaba bordado con detalles plateados que parecían ramas entrelazadas, mientras que la falda, ligera y fluida, caía en capas suaves como si estuviera hecha para bailar en un cielo nocturno. Los zapatos, que descansaban en un compartimento aparte, eran igualmente espectaculares: tacones plateados con pequeños cristales que reflejaban la luz como un caleidoscopio.

—Es... hermoso —murmuró Lesath, incapaz de contenerse.

Nashira no respondió de inmediato. Observó el vestido con una mezcla de sorpresa y algo más que no podía identificar. Había algo en ese regalo de sus padres, Linda y Regulus, que le provocaba una punzada de emoción.

—Vamos, Nashira, pruébatelo. ¡Queremos verte! —instó Daphne, prácticamente empujándola hacia el baño.

Cuando Nashira salió vestida, el efecto fue instantáneo. Todas se quedaron en silencio, incluso Pansy, quien rara vez se quedaba sin palabras.

—Pareces una reina —dijo Hermione, rompiendo el silencio con sinceridad.

Nashira sonrió tímidamente, una rareza en ella, y se acercó al espejo. Se veía... diferente. Por una vez, no parecía la estratega calculadora ni la aliada de Tom. Esa noche, solo era Nashira, una chica que quería disfrutar del Baile de Navidad.

Para completar el look, Nashira aplicó un maquillaje discreto: un poco de delineador para resaltar sus ojos y un labial suave que hacía juego con los tonos plateados del vestido. Cuando estuvo lista, todas se reunieron frente al espejo para admirar el resultado final.

—¿Lista para la noche de tu vida? —preguntó Pansy, guiñándole un ojo.

Nashira miró su reflejo. La opresión en su pecho seguía ahí, pero la apartó de su mente. Esa noche sería diferente. Esa noche, se permitiría brillar.

El aire estaba cargado de expectativas y emociones mientras las chicas, ya listas, se admiraban unas a otras frente al espejo. Nashira, con su vestido azul noche y su sonrisa casi tímida, se veía deslumbrante. Era una imagen diferente de la que los demás solían ver: no era la joven fría. Esa noche, Nashira era simplemente una adolescente, lista para disfrutar de una velada mágica.

—¿A qué hora llegan los chicos? —preguntó Daphne mientras ajustaba un broche en su cabello.

—Pronto, espero. No tengo intención de arruinar mi peinado esperándolos demasiado tiempo. —Pansy cruzó los brazos con una mezcla de impaciencia y diversión.

Unos golpes en la puerta interrumpieron la conversación. Lara fue la primera en moverse, arreglándose el vestido rápidamente.

—Debe ser Blaise, ¿verdad? —preguntó Astoria con una sonrisa traviesa.

—Es obvio. Solo él tiene esa puntualidad casi irritante. —Lara se apresuró hacia la puerta, y al abrirla, Blaise estaba ahí, impecable en su atuendo formal, con una expresión que no dejaba dudas de cuánto admiraba a su novia.

—Estás impresionante, mi vida. —Blaise tomó su mano y la besó con un gesto elegante. Luego dirigió una mirada a las demás chicas. —Todas lucen fabulosas, debo decir.

—Gracias, Blaise, pero no intentes robarnos a todas. —Nashira rodó los ojos, divertida.

Blaise rió suavemente y extendió su brazo para Lara, quien lo tomó con una sonrisa encantadora.

—Nos veremos allá. —Lara les lanzó un guiño antes de salir con Blaise.

—Un punto para Blaise por su entrada dramática. —Pansy rió, ajustándose su vestido mientras los pasos de la pareja se desvanecían en el pasillo.

El siguiente en llegar fue George. Lesath, que estaba ocupada asegurándose de que su cabello estuviera perfecto, giró la cabeza al escucharlo entrar.

—Aquí está mi Malfoy favorita—dijo George, con una sonrisa radiante. Miró a Lesath primero, como si el resto del mundo no existiera por un momento. —Estás increíble, amor.

—Gracias, Georgie. —Lesath se acercó a él con una sonrisa que Nashira no veía en mucho tiempo. Era una sonrisa genuina, una que no necesitaba palabras para expresar lo feliz que se sentía.

George luego miró a Hermione, quien se veía un poco tímida pero igualmente hermosa.

—Y tú, Hermione, como siempre, luces increíble. —Hermione sonrió, agradecida, pero su mirada se dirigió a Lesath como si buscara su aprobación.

Lesath simplemente negó con la cabeza y sonrió.

—Tranquila, Hermione. Me parece adorable que mi novio sea tan atento contigo. —Lesath se acercó y le dio un suave beso a George en la mejilla, quien se ruborizó ligeramente.

—Gracias, amor. Ahora me siento menos culpable por robarme toda la atención. —George ofreció ambos brazos, uno para Lesath y otro para Hermione. Ambas lo tomaron mientras se dirigían hacia la puerta.

—¿Quién sigue? —preguntó Astoria, riendo mientras ajustaba la caída de su falda.

Unos minutos después, un golpe más fuerte resonó en la puerta, seguido de la entrada segura de Draco. Vestido impecablemente, su porte elegante capturó de inmediato la atención de Pansy y Astoria.

—Vaya, Malfoy, llegas tarde. —Pansy arqueó una ceja, aunque estaba claramente encantada de verlo.

—Las cosas buenas se hacen esperar, ¿no crees? —respondió Draco, acercándose a Astoria con una sonrisa que suavizó su sarcasmo. —Estás preciosa, Tori.

Astoria sonrió ampliamente y tomó su brazo.

—Gracias, Draco. Pero no olvides que también llevas a Pansy.

—Jamás lo haría. —Draco ofreció su otro brazo a Pansy, quien lo tomó con un guiño.

Astoria no parecía molesta en lo absoluto. De hecho, encontrar adorable cómo Draco cuidaba también de Pansy la hacía sentir aún más segura de su relación.

—¿Qué tal si salimos antes de que alguien más intente robármelas? —dijo Draco, guiando a ambas hacia la puerta.

El siguiente en llegar fue Theodore Nott. Su entrada fue menos ostentosa pero no menos impactante. Al verlo, Daphne dejó escapar un pequeño suspiro. Theodore tenía esa habilidad de hacer que todo a su alrededor pareciera más cálido.

—Daphne... —dijo Theodore, casi en un susurro. Se acercó lentamente, como si cada paso estuviera cargado de emoción. —Estás... no tengo palabras. Preciosa no es suficiente, y hermosa apenas se acerca.

Daphne sonrió, ruborizándose levemente.

—Gracias, Theo. Tú también luces increíble.

Theodore tomó su mano y la besó suavemente antes de ofrecerle su brazo.

—¿Lista para deslumbrar a todos esta noche?

—Siempre. —Daphne sonrió ampliamente, apoyándose en él.

Antes de salir, Theodore miró a Nashira, quien estaba de pie junto a la ventana, observando la escena con una sonrisa tranquila.

—Y tú, Nashira, también luces impresionante. —Theodore se acercó y le ofreció su otro brazo. —¿Me permitirías el honor de llevarte?

Nashira rió suavemente, pero antes de que pudiera responder, otro golpe en la puerta la interrumpió.

—Creo que ese honor no es para ti, Theo. —La voz de Arcturus resonó en la habitación mientras entraba con paso seguro. Sus ojos se fijaron inmediatamente en Nashira, como si nadie más estuviera ahí.

Arcturus parecía salido de un cuento. Su presencia llenó la habitación de inmediato, y Theodore, con una sonrisa comprensiva, dio un paso atrás.

—Parece que estoy fuera, ¿eh? —bromeó Theodore, guiñándole un ojo a Nashira antes de guiar a Daphne hacia la puerta.

—Gracias, Theo. —Nashira le dedicó una mirada agradecida antes de volver su atención a Arcturus.

Él no dijo nada al principio. Simplemente la observó, como si estuviera grabando cada detalle de su apariencia en su memoria.

—Nashira... estás... increíble. —La voz de Arcturus era suave, casi reverente. Dio un paso más hacia ella, cerrando la distancia entre ambos. —Se que ya lo pregunté antes pero... ¿Me permitirías el honor de ser tu pareja esta noche?

Por un momento, Nashira olvidó cómo respirar. La intensidad en los ojos de Arcturus era abrumadora, pero también reconfortante. Finalmente, asintió con una pequeña sonrisa que iluminó todo su rostro.

—Por supuesto, Arcturus.

Él extendió su brazo, y Nashira lo tomó con delicadeza. Mientras salían de la habitación, el resto del mundo parecía desvanecerse. Esa noche, Nashira no tenía dudas de que sería inolvidable.










[ • • • ]








El Gran Salón estaba transformado en un sueño hecho realidad. Las luces de los candelabros flotaban como estrellas, iluminando las decoraciones encantadas que llenaban el lugar. Un suave vals resonaba en el aire, marcando el comienzo de una noche que prometía ser inolvidable.

Nashira no pudo evitar sentirse un poco deslumbrada mientras cruzaba las puertas del salón del brazo de Arcturus. Su vestido azul noche parecía brillar con cada paso que daba, y el contraste con la elegancia oscura de Arcturus los hacía destacar entre la multitud. Sin embargo, ella estaba demasiado ocupada analizando a los demás como para preocuparse por sí misma.

A lo lejos, divisó a Ginny. Lo que llamó su atención no fue solo la radiante sonrisa de Ginny, sino la chica rubia que estaba a su lado: Apolline Delacour, una estudiante de Beauxbatons.

—¿Apolline Delacour es la pareja de Fred Weasley, verdad? —preguntó Nashira con curiosidad.

Arcturus, quien no era precisamente el más informado sobre los rumores sociales, simplemente asintió.

—Así parece. Aunque tengo que admitir que es una combinación interesante. —Él dejó escapar una leve sonrisa.

Nashira observó cómo Fred se acercaba a las dos chicas, con su típica actitud despreocupada. Ginny reía ante algo que Apolline había dicho, y Fred le ofreció su mano a la rubia para llevarla a la pista de baile. La sonrisa de Ginny era auténtica, y Nashira sintió un inesperado alivio.

—Le hace bien estar con personas que no la juzgan por ser una Weasley. —Nashira dejó escapar el comentario casi en un susurro.

—Quizá esta noche sea para que todos encuentren un poco de paz. —La respuesta de Arcturus tenía un matiz reflexivo que hizo que Nashira lo mirara de reojo.

Antes de que pudieran unirse a la pista de baile, un grupo familiar se acercó, trayendo consigo una mezcla de risas y bromas. Blaise y Lara fueron los primeros en aparecer, seguidos de Draco y Astoria, que caminaban juntos pero con un espacio suficiente como para evitar cualquier insinuación romántica demasiado evidente. Lesath llegó del brazo de George, ambos luciendo radiantes, mientras que Daphne y Theodore completaban el grupo.

—¡Por fin aparecieron! —exclamó Lara con un tono dramático, fingiendo estar molesta.

—¿Acaso llegamos tarde? —preguntó Nashira con una ceja arqueada, claramente disfrutando del momento.

—Tarde no, pero lo suficientemente tarde como para que pensáramos que se habían perdido o...en otra cosa. —bromeó George, ganándose una risa de Lesath.

El grupo se reunió en un rincón del salón, lejos del bullicio principal. Blaise estaba en medio de un relato exagerado sobre cómo había "salvado la noche" al asegurarse de que Lara no olvidara su bolso, mientras ella rodaba los ojos con una sonrisa divertida.

—Lo que no cuenta es que yo fui quien lo recordó en primer lugar —interrumpió Lara, empujándolo suavemente en el brazo.

Mientras tanto, Draco intentaba mantener una conversación seria con Theodore, pero Astoria no podía dejar de interrumpir con comentarios sarcásticos que hacían reír a Daphne.

—¿Y tú qué opinas, Shira? —preguntó Theodore de repente, girándose hacia ella.

—¿Opinar sobre qué? —respondió Nashira, parpadeando confundida.

—Sobre si Draco debería intentar sonreír más seguido o si ya es un caso perdido. —El tono de Theodore era completamente serio, pero sus ojos brillaban con diversión.

—Definitivamente un caso perdido. —Nashira respondió con rapidez, ganándose una mirada fingidamente ofendida de Draco.

—Muy graciosa, Black. —Draco se cruzó de brazos, pero Astoria aprovechó el momento para darle un golpecito en el hombro.

—Vamos, Draco, sabes que te queremos, incluso si tu cara parece estar permanentemente en modo "molesto". —Astoria sonrió, claramente disfrutando de molestarlo.

El grupo continuó intercambiando bromas y risas, disfrutando del ambiente relajado antes de que la música comenzara a llenar el salón. Fue entonces cuando Fred apareció de nuevo, esta vez junto a Magnus Lestrange y Ginny. Magnus, guiaba a Ginny hacia la pista de baile con una sonrisa que Nashira encontró inusualmente cálida.

—¿Magnus? ¿Con Ginny Weasley? —preguntó Lesath, rompiendo el momento con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

—Parece que todo es posible esta noche —comentó Daphne, cruzándose de brazos mientras observaba a las parejas que comenzaban a moverse al ritmo del vals. Aún recordaba aquel día, cuando se habia decidido que Ginny tenia que pertenecer a ellos.

La música cambió, y el grupo comenzó a dispersarse hacia la pista. Blaise tomó la mano de Lara, guiándola con una sonrisa confiada. Draco, después de una breve pausa, ofreció su brazo a Astoria, pero también se aseguró de que Pansy tuviera compañía, guiándola hacia un Ravenclaw alto que parecía ligeramente nervioso.

Lesath y George ya estaban en la pista, riendo mientras intentaban seguir el ritmo, y Daphne, después de recibir una serie de cumplidos de Theodore que la hicieron sonrojar, se dejó llevar por él hacia el centro del salón.

—¿Bailamos? —preguntó Arcturus, extendiendo su mano hacia Nashira.

Ella lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión antes de aceptar.

—No pensaba dejarte escapar, así que supongo que es mejor aceptar. —Su tono era ligero, pero la calidez en su mirada no pasó desapercibida.

Cuando llegaron a la pista, Nashira no pudo evitar notar cómo las luces parecían brillar aún más intensamente. Los ojos de Arcturus estaban fijos en los suyos, y por un momento, el bullicio del salón desapareció.

—Sabes, después de todo este tiempo, aún logras sorprenderme. —La voz de Arcturus era un susurro, pero Nashira pudo escucharlo claramente.

—¿Sorprenderte? Eso no parece muy difícil. —Ella sonrió, pero la suavidad en su voz traicionaba su intento de parecer indiferente.

Los movimientos de ambos eran fluidos, casi como si estuvieran hechos para bailar juntos. A su alrededor, las parejas giraban al ritmo de la música, pero Nashira apenas lo notaba.

En un rincón, George tropezaba ligeramente mientras intentaba seguir el ritmo con Lesath, quien no podía dejar de reír. Ginny y Magnus parecían completamente sincronizados, y Hermione, aunque al principio estaba rígida, comenzaba a relajarse mientras Viktor la guiaba con seguridad.

Mientras la noche avanzaba, Nashira se permitió un momento para observar a sus amigos. Blaise y Lara, siempre en su propio mundo; Draco y Astoria, con pequeñas risas; Lesath y George, radiantes; Daphne y Theodore, con una conexión que era difícil de ignorar.

Y en el centro de todo, Arcturus, con una mirada que hacía que Nashira se sintiera como si fuera la única persona en el salón.

—¿Sabes? Creo que esta es la primera vez que realmente disfruto de un baile. —El comentario de Nashira fue casual, pero la sinceridad en su voz era inconfundible.

—Tal vez porque esta vez tienes la compañía adecuada. —Arcturus le dedicó una sonrisa que hizo que su corazón latiera un poco más rápido.

Por una vez, Nashira no se molestó en discutir.

La música seguía envolviendo el Gran Salón, envolviendo a las parejas en un ritmo encantador. Nashira y Arcturus permanecían en el centro de la pista, ajenos a los demás, como si el mundo hubiera decidido detenerse solo para ellos.

Nashira intentaba concentrarse en el movimiento de sus pies, pero el calor que sentía en la palma de su mano, donde estaba conectada con Arcturus, hacía que su mente divagara. Cada vez que levantaba la vista, sus ojos se encontraban con los de él, y aunque intentaba desviar la mirada, había algo magnético en la forma en que él la observaba.

—Estás muy callada, Nashira. ¿Es porque te estás divirtiendo? —preguntó Arcturus con una ligera sonrisa, rompiendo el silencio entre ellos.

—Tal vez. O tal vez estoy pensando en lo extraño que es que me esté divirtiendo en algo como esto. —Nashira intentó sonar despreocupada, pero su tono traicionó la calidez que sentía en su pecho.

Arcturus dejó escapar una risa baja, el tipo de risa que hacía que los nervios de Nashira se tensaran de una forma que no entendía del todo.

—Me alegra que lo estés disfrutando. No todos los días consigo que la persona más testaruda que conozco admita que está pasándola bien.

Nashira frunció el ceño, pero había un destello de diversión en sus ojos.

—¿Testaruda? Eso es lo mejor que tienes para describirme, ¿después de todo este tiempo?

—Oh, no. También eres increíblemente decidida, fascinante... y, a veces, insoportablemente sarcástica. —Arcturus le dedicó una sonrisa ladeada, y Nashira sintió cómo el calor subía a sus mejillas.

El vals cambió a una melodía más lenta, una que obligaba a las parejas a acercarse un poco más. Nashira intentó ignorar el leve tirón en su pecho cuando Arcturus ajustó su postura, acercándola con cuidado.

—¿Estás bien con esto? —preguntó él en voz baja, sus ojos buscándola con una mezcla de preocupación y algo más profundo que Nashira no pudo descifrar del todo.

Ella asintió, casi sin confiar en su voz.

—Sí, estoy bien.

El silencio entre ellos volvió, pero esta vez no era incómodo. Era un silencio lleno de palabras no dichas, de emociones que ambos parecían intentar descifrar.

Mientras giraban lentamente en la pista, Nashira se dio cuenta de que sus amigos los estaban observando desde distintos puntos del salón. Lesath, Daphne y Lara tenían sonrisas radiantes, mientras que Theodore apenas ocultaba una sonrisa satisfecha.

—Creo que somos el espectáculo de la noche. —Nashira rompió el silencio, inclinando ligeramente la cabeza hacia el grupo que los observaba.

—Que miren todo lo que quieran. —Arcturus no apartó la mirada de ella, y Nashira sintió cómo su corazón daba un vuelco.

El baile continuó, pero Nashira apenas era consciente del movimiento. Estaba demasiado ocupada estudiando los pequeños detalles de Arcturus: la forma en que sus ojos oscuros parecían reflejar las luces del salón, la curva suave de su sonrisa, el cuidado con el que la sostenía, como si temiera que un movimiento brusco pudiera romper algo frágil entre ellos.

Cuando la música finalmente llegó a su fin, Arcturus la guió hacia el pasillo, a uno de los balcones que rodeaban el Gran Salón. El aire frío de la noche les dio la bienvenida, y Nashira inhaló profundamente, agradecida por el alivio que ofrecía después del calor de la pista de baile.

—¿Sabes? Nunca pensé que terminaría en un baile como este. —Nashira se apoyó en la barandilla, mirando las estrellas que brillaban sobre ellos.

—¿Y eso?

—No soy precisamente el tipo de persona que disfruta de este tipo de cosas. —Ella se encogió de hombros, pero había un brillo de sinceridad en su voz.

Arcturus se colocó a su lado, sus manos descansando en la barandilla, pero lo suficientemente cerca como para que sus dedos casi se tocaran.

—Bueno, creo que eso es lo que hace que esta noche sea especial. Está llena de sorpresas.

Hubo un momento de silencio, y Nashira sintió cómo la tensión en el aire se volvía casi palpable. Finalmente, decidió romperla con una pregunta que había estado rondando en su mente.

—Arcturus, ¿por qué decidiste venir conmigo esta noche?

Él la miró, y durante un instante, Nashira sintió que todo el mundo desaparecía de nuevo.

—Porque quería estar contigo. —Su respuesta fue simple, pero la intensidad en su voz hizo que Nashira sintiera como si el suelo bajo sus pies hubiera desaparecido.

—Eso es... bastante directo. —Intentó bromear, pero su voz sonó más suave de lo que había planeado.

Arcturus dio un paso más cerca, reduciendo la distancia entre ellos a casi nada.

—Cuando se trata de ti, prefiero ser directo. —Sus palabras eran un susurro, y Nashira apenas tuvo tiempo de procesarlas antes de que él levantara una mano, apartando suavemente un mechón de cabello que caía sobre su rostro.

El mundo parecía detenerse mientras él la miraba, sus ojos buscando una respuesta en los de ella. Nashira sintió que su corazón latía con fuerza, como si intentara liberarse de su pecho.

—¿Está bien si...? —Arcturus no terminó la pregunta, pero Nashira entendió perfectamente lo que quería decir.

En lugar de responder con palabras, Nashira asintió lentamente.

Arcturus cerró la distancia entre ellos, sus labios encontrando los de ella con una suavidad que hizo que Nashira se olvidara de todo lo demás. El beso fue lento, lleno de calidez.

Por un momento, Nashira se permitió dejar de lado todas sus dudas, todos sus temores. Se aferró a ese instante, al sentir de los labios de Arcturus contra los suyos, a la seguridad que encontraba en la manera en que él la sostenía.

Cuando finalmente se separaron, ambos permanecieron en silencio, sus respiraciones entrecortadas mezclándose con el aire frío de la noche.

—Eso fue... inesperado. —Nashira intentó recuperar la compostura, pero la sonrisa en sus labios traicionaba cualquier intento de fingir indiferencia.

—¿Inesperado en el buen sentido o en el mal sentido? —Arcturus arqueó una ceja, pero había una chispa de diversión en sus ojos.

—Definitivamente en el buen sentido.

Arcturus sonrió, y Nashira sintió que esa sonrisa podía iluminar toda la noche.

—Me alegra escucharlo.













[ • • • ]
















El Gran Salón estaba comenzando a vaciarse. Las parejas se retiraban una por una, algunas hacia las mesas, otras hacia los jardines iluminados con lámparas flotantes. Hermione, sin embargo, sentía que necesitaba un respiro del bullicio. Después de despedirse de Krum con una sonrisa educada, salió hacia uno de los pasillos cercanos.

Había algo en esa noche que la tenía inquieta, aunque no podía precisar qué. Tal vez era el hecho de que, a pesar de la alegría y las risas, sentía que alguien la observaba. Esa sensación no la abandonó hasta que escuchó pasos detrás de ella.

—¿Huyendo de tu cita estelar, Granger? —La voz cortante de Pansy la detuvo en seco.

Hermione giró lentamente, encontrándose con Pansy parada a unos metros de distancia. Su expresión era de enfado.

—No estoy huyendo de nadie. Solo necesitaba un poco de aire. —Hermione cruzó los brazos, preparándose para lo que claramente sería una confrontación.

—¿Aire? —Pansy soltó una risa sarcástica, dando un paso más cerca. —Claro, porque después de pasar toda la noche pegada a Krum, lo único que necesitas es aire.

Hermione frunció el ceño.

—¿Qué estás insinuando, Parkinson?

—No estoy insinuando nada. Solo estoy diciendo lo que todo el mundo vio. Tú, con tu perfecto vestido y tu perfecta sonrisa, bailando con él como si fueras la reina del maldito baile.

—¿Eso es un problema para ti? —Hermione dio un paso hacia Pansy, su voz más firme. —Porque honestamente no veo cómo afecta eso tu noche.

Pansy apretó los puños, claramente luchando por mantener la compostura.

—¡Por supuesto que me afecta! —exclamó finalmente, su voz resonando en el pasillo. —Me afecta porque toda la maldita noche no pude dejar de mirarte. A ti. No a él.

Hermione parpadeó, sorprendida por la intensidad de las palabras de Pansy.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó en voz baja, aunque ya podía intuir la respuesta.

Pansy se acercó más, su rostro lleno de emociones contradictorias.

—Estoy diciendo que no soporto verte con él. Estoy diciendo que debería haber sido yo.

—¿Tú?

—Sí, yo. —Pansy soltó un suspiro exasperado, como si las palabras le pesaran en la lengua. —Quería estar contigo esta noche, Hermione. Pero en lugar de eso, me quedé en un rincón, observando cómo te reías y sonreías con alguien que claramente no te merece.

Hermione sintió un nudo formarse en su garganta. No sabía qué decir, cómo procesar lo que estaba escuchando.

—Pansy, yo...

—¡No! Déjame terminar. —Pansy alzó una mano, interrumpiéndola. Sus ojos brillaban con algo que podría haber sido frustración o vulnerabilidad. —Me duele, ¿sabes? Me duele que no puedas ver lo que siento por ti. Me duele que prefieras estar con alguien como Krum en lugar de...

—¡Por favor, cállate! —Hermione dio un paso más, acortando la distancia entre ellas. Antes de que Pansy pudiera reaccionar, Hermione tomó su rostro entre las manos y la besó.

El tiempo pareció detenerse. Al principio, Pansy permaneció inmóvil, sorprendida por la repentina acción de Hermione. Pero luego, como si todo el enojo y la frustración se derritieran, respondió al beso con una intensidad que hizo que Hermione sintiera un cosquilleo en todo su cuerpo.

Cuando finalmente se separaron, ambas permanecieron en silencio, sus respiraciones entrecortadas llenando el espacio entre ellas.

—¿Qué... qué fue eso? —preguntó Pansy, su voz temblorosa.

Hermione bajó las manos lentamente, pero no retrocedió.

—Fue para que te callaras. —Sus palabras eran tranquilas, pero había una pequeña sonrisa en sus labios.

Pansy la miró fijamente durante un momento antes de soltar una risa incrédula.

—¿Ese es tu plan para lidiar conmigo? ¿Callarme con un beso?

—Funcionó, ¿no? —Hermione arqueó una ceja, su tono ligero pero cargado de significado.

Pansy negó con la cabeza, todavía sonriendo.

—Eres insoportable, Granger.

—Lo sé.

Ambas se quedaron allí, en medio del pasillo, la tensión entre ellas disipándose lentamente. Por primera vez en toda la noche, Hermione sintió que todo encajaba.

—Entonces... ¿esto significa que tienes algo que decirme? —preguntó Pansy, aunque su tono era más suave ahora.
Hermione asintió, tomando la mano de Pansy entre las suyas.

—Significa que estaba demasiado ocupada tratando de no arruinarlo para darme cuenta de lo que realmente quería.

—¿Y qué es lo que quieres?

Hermione respiró hondo antes de responder:

—A ti.

Pansy la miró durante un largo momento antes de sonreír, una sonrisa que Hermione nunca había visto antes, pero que le hizo sentir que todo había valido la pena.

—Eso es un buen comienzo.











[ • • • ]










La habitación de Nashira estaba completamente vacía, con la excepción de un solo visitante que había entrado sin permiso, sin ser invitado. Las paredes adornadas con los hermosos vestidos, los tacones, las joyas y los reflejos de luces parpadeantes no podían distraerlo. No, Tom Riddle, conocido por todos como Lord Voldemort, tenía un propósito claro, y ese propósito no era más que una obsesión por Nashira.

Él no necesitaba de palabras amables ni de gestos de cortesía. En ese instante, la única verdad en su mente era que Nashira debía ser suya. Sólo suya.
Sus pasos eran fríos, calculados, mientras recorría la habitación con sus ojos fijos en los detalles, como si quisiera apropiarse de cada rincón, cada objeto que le pertenecía.

Nashira estaba allí, observando desde la ventana. su rostro todavía reflejando una ligera sonrisa que había estado compartiendo con Acturus momentos antes. El tiempo había pasado volando y ya eran más de las dos y media de la mañana.

Pero ese no era el dilema al que Tom Riddle había llegado para someterla. No. Lo que él quería era más profundo.

—Nashira —dijo su nombre con una suavidad que contrastaba con la oscuridad de su mirada. Su voz, sin embargo, era fría y cargada de una amenaza invisible.

Ella se dio la vuelta, sobresaltada, pero no había sorpresa en sus ojos. Tom siempre encontraba la manera de aparecer en los momentos más inquietantes.

—¿Qué quieres, Tom? —Su voz era firme, pero con duda.

Riddle observó cada detalle de su rostro, cada movimiento de su cuerpo. El lugar perfecto, pensó. Un lugar lleno de objetos insignificantes que podían desaparecer en un solo gesto suyo.

—¿No sabes lo que quiero, Nashira? —dijo, acercándose lentamente, como una serpiente dispuesta a atacar.

Nashira no retrocedió, pero su cuerpo tenso indicaba la tensión creciente entre ambos.

—No quiero tus juegos, Tom. Ya me has demostrado lo que eres capaz de hacer, y no me interesa ser parte de tus planes. Por ahora no.

Tom se echó a reír, una risa helada que se escuchó en la habitación.

—No son juegos, querida. Son planes. Y tú… tú formas parte de ellos. —Dio otro paso hacia ella con mirada penetrante. —Lo que no entiendes es que no tienes opción. Eres mía, y siempre lo serás.

Nashira no se movió, aunque la angustia comenzó a apoderarse de ella. Sabía que Tom no estaba jugando. La certeza en sus palabras era absoluta, y la desesperación que comenzaba a instalarse en su pecho era algo con lo que no estaba acostumbrada.

—Nunca seré tuya, Tom. Y si crees que voy a seguirte, estás muy equivocado.

La sonrisa de Tom fue fría, cruel, casi despectiva.

—Lo que no entiendes, Nashira, es que ya lo eres. —Tom extendió una mano y acarició una de las prendas de su habitación, como si se tratara de un trofeo. —Todo lo que hay aquí, todo lo que has creado, ya me pertenece. Solo tienes que aceptarlo.

Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Nashira al oír sus palabras. Sabía que había algo más en su tono, algo que la ponía aún más nerviosa.

—No soy tu propiedad, Tom —replicó con fuerza, aunque su voz temblaba un poco.

Tom se acercó aún más, hasta quedar a unos pocos centímetros de ella. El aire se volvía más denso, cargado de tensión, de la amenaza constante de que él iba a conseguir lo que quería, sin importar los medios.

—Lo eres —dijo suavemente, pero con una claridad aterradora. —Y haré lo que sea necesario para que lo entiendas.

Sus dedos se deslizaron por el cuello de Nashira, trazando líneas invisibles sobre su piel. La frialdad de sus dedos la hizo estremecer.

—No puedes huir de mí. Nadie puede. —Tom susurró estas palabras tan cerca de su oído que Nashira sintió un escalofrío recorrerle la piel.

—No… —Nashira dio un paso atrás, pero Tom la siguió, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y control absoluto.

—¿No qué? ¿Acaso piensas que puedes escapar de lo inevitable? —Su voz era como una serpiente que susurraba, insistente y fatal. —Vas a unirte a mí, Nashira. Tu poder es mío por derecho. Y si te resistes, te lo arrebataré. Pero siempre será mío, porque lo que el destino ha escrito no puede ser deshecho.

Sus palabras eran como cuchillas que cortaban cada pedazo de resistencia en Nashira. El miedo crecía, pero algo más, algo oscuro y visceral comenzaba a tomar forma dentro de ella.

Tom se acercó aún más, hasta que su rostro estaba tan cerca del de Nashira que podía sentir la temperatura de su piel, esa frialdad que la rodeaba como una niebla helada.

—¿Ves, Nashira? Esto es lo que eres. Lo que siempre serás. La resistencia es inútil. Solo acéptalo. —Y, de repente, sacó una pequeña botella de su capa, mostrando un líquido que liberaba un humo rosa y espeso. —Esto te hará entender lo que te digo.

Nashira frunció el ceño, reconociendo la poción al instante.

—Amortentia. —La palabra salió de sus labios con pesadez, y un sudor frío recorrió su espalda.

—Sí —respondió Tom con una sonrisa arrogante. —Te voy a someter, Nashira. Vas a ceder. Y entonces, serás mía.

Tom tomó la poción con calma, observando a Nashira con una frialdad absoluta, casi como si estuviera disfrutando de su angustia.

—No… no lo hagas… —susurró Nashira, intentando resistir la creciente presión de la situación. —No... por favor...

Pero Tom simplemente ignoró su súplica. Abrió la botella y, en un movimiento rápido, la vertió en sus manos, acercándola a sus labios.

—Bébelo. Es solo cuestión de tiempo.

Nashira luchó, pero su cuerpo comenzó a sentirse pesado, como si algo se estuviera apoderando de ella. La poción la estaba afectando, envolviéndola en una niebla de confusión, deseando ceder, deseando ser controlada.

Tom, al ver que comenzaba a caer en sus trampas, sonrió satisfecho.

—Eso es, Nashira. Cédeme tu voluntad. Hazlo por tu bien. Tú y yo, juntos, seremos invencibles. Y yo... yo te tendré completamente a mis pies.

La mirada de Nashira se desvaneció lentamente. El brillo en sus ojos se apagó, y cuando finalmente levantó la vista, la expresión que tenía era la de alguien completamente sometido.

Tom sonrió con crueldad.

—Así es como me gusta.

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