¿No podíamos saltar directamente de los cincuenta y nueve a los setenta y uno? Sin tener que lidiar con los dolores de espalda, el aumento en la prescripción de los anteojos, padecimientos que ni tú ni yo entendemos y el hecho de tener a dos nuevas pequeñas bestias corriendo por la casa durante los fin de semana.

Esa fue la década de verdaderos cambios para ambas. En resumen, finalmente nos estábamos poniendo realmente viejas. Trágico.

Teníamos tanta energía de hacer cosas pero no teníamos la misma fuerza que antes. En especial al seguirle el paso a Seohyun y a Seoho.

Y debo agregar que los genes Kang-Bae hicieron maravillas en ese par.

ㅡVamos a detenernos un rato porque la abuela ya no puede seguir corriendo detrás de ustedes.

Recuerdo cómo tu pesada respiración hacía empañar tus gruesas gafas por la mala posición de esta sobre tu nariz. Ese mechón blanco había extendido su nieve al medio de la fuente azabache de tu cabello y caía regado sobre tus hombros. Eras un desastre pero lucías hermosa con ambos niños sobre ti.

ㅡAbuela Seullie, ven a jugar con nosotros, ㅡla pequeña Seohyun me jalaba del pantalón. Yo estaba terminando un plano en el salón mientras ustedes jugaban a policías y ladrones. ㅡasí la abuela Baechu no se cansa tanto.

La relatividad que la niña exponía no tenía sentido alguno, pero supongo que era cierta. Juntas nos agotamos menos.

¿Recuerdas esos juegos, esos fin de semana de puras risas en casa? Espero lo hagas. Por qué verte ahora hablando tan naturalmente con Seoho me trae de regreso a esos momentos.

Ahora nuestros nietos están en la universidad, ya no son ese par de diablillos que sabían justo como salirse con las suyas porque sabían que nosotras los defendíamos de sus madres.

Cómo me gustaría regresar cuando todo era alegría.

𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑚𝑖𝑠 𝑝𝑖𝑒𝑟𝑛𝑎𝑠 𝑛𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑎𝑛 𝑎𝑛𝑑𝑎𝑟