El tiempo comenzó a hacerse notorio en nosotras. Ya no podíamos pasar toda una noche en vela sin pagar con creces cuando el sol llegaba, las resacas eran solo sentencias de muerte y comer ciertas cosas nos hacían lucir como mujeres embarazadas por el resto del día.

Para ti era todo un infierno, te quejabas de las escasas canas que comenzaban a nevar tu oscuro y sedoso cabello, de las minúsculas arrugas que se comenzaron a formas alrededor de tus ojos y boca, y ni hablar del hecho de que tú cuerpo había cambiado más en el último par de años que cuando tuvimos a Yerim.

Según tú, estabas convirtiéndote en un desastre. Según yo, cada día cumplirás mi sueño de ser tu cita de cada tarde y que más satisfacción que verte más hermosa que la tarde anterior.

Seguíamos siendo muy jóvenes aún que estuviéramos en el inicio de la menopausia, pero era algo que no creías.

Así que me hice cargo de que lo hicieras.

ㅡAmor, no... ㅡintentaste alejarme de ti cuando quite tu camiseta, dejando esa hermosa piel perlada expuesta.

No me habías dejado verte desnuda desde hace un tiempo, decías que si te veía me divorciaría de ti. Pues que equivocada estabas, Hyunnie, verte así siempre ha sido un placer para mi, me casaría mil veces más contigo si pudiera.

ㅡEres hermosa. ㅡsusurré contra tus labios antes de besarte. ㅡEres hermosa. ㅡrepetí la oración cuando tuvimos que separarnos por algo de aire.

Eso me recuerda a qué debo decirte algo antes de continuar... Eres hermosa, Hyunnie.

Tus pequeñas manos en mis hombros me acercaron a tu boca otra vez y sentí como me enamorabas de nuevo.

Tu cuerpo cambió, eso es algo que no podíamos negar pero me enamoré de él otra vez, tu belleza tenía nuevas extensiones pero cada una era más hermosa que la anterior.

Esa tarde besé cada parte de tu cuerpo que decías odiar, si tú no podías amarlas yo lo haría por ti hasta que lo lograras hacer también. Hicimos el amor como no lo habíamos hecho en algo de tiempo.

Esa tarde renovamos nuestros votos sin necesidad de terceros. Solo tú y yo. Tú amor y el mío.

𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑡𝑢𝑣𝑒 𝑜𝑗𝑜𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑛𝑎𝑑𝑖𝑒 𝑚𝑎́𝑠