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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈𝐕

❝ UN MONTÓN DE PELIRROJOS ❞

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Harry ya llevaba unas tres semanas en la casa Granger y, aunque los padres de Hermione fueron muy hospitalarios y amables con él, podía sentirse la tensión que había entre su mejor amiga y sus padres, sabía que algo había pasado entre ellos porque la chica apenas y hablaba con los dos mayores a la hora de las comidas, pero aunque se encontrará demasiado preocupado y curioso por la situación, esperaría a que Hermione estuviera lista para contarle.

Ahora, ambos se encontraban recogiendo sus cosas y baúles para ir al caldero chorreante, se quedarían allí por un tiempo para comprar sus útiles en el callejón Diagon y allí mismo se encontrarían con los Weasley y pasar el resto de las vacaciones en la madriguera para ir a Hogwarts.

—¿Harry?— ella lo llamó, terminando de cerrar si baúl

—¿Qué pasa?

—Cuando nos fuimos de tu casa... Antes de que el autobus noctambulo casi nos arrollara... — Harry soltó una leve risa ante lo dicho —Te pusiste muy extraño, digo, entraste en un tipo de trance y empezaste a balbucear cosas sin sentido, ni siquiera me escuchabas cuando te llamaba ¿te dolía la cicatriz?

—No la cicatriz exactamente— admitió con algo de vergüenza —Eran como... visiones o algo así, yo qué sé

—¿Visiones, dices?

—Si, yo... No lo sé, no es como que recuerde mucho de lo que vi realmente— confesó el chico soltando un suspiro, Hermione se acercó a él sentándose en la orilla de su cama

—¿Era algo relacionado a quien tú sabes? ¿O tus padres— preguntó cautelosa

—No, de hecho, era una mujer— recordó, tratando de poder visualizar a la extraña físicamente —Tenía el pelo casi blanco, al igual qué su piel y, estaba como en una especie de bloque de hielo, congelada

—¿Congelada?

—Se que suena extraño pero es lo que vi— se alejó de ella y tomó su varita del nochero, guardandola en el bolsillo trasero de su pantalón —Mira, tal vez no fue nada ¿si? Olvidemos el tema.

—Pero Harry...

—¡Chicos, es hora de irse!— se escuchó la voz de la señora Granger en la primera planta

—Es mejor que bajemos— con eso último, Harry tomó su equipaje y bajó rapidamente al primer piso, con Hermione tras él soltando un suspiro.

Tomar la decisión no había sido fácil, para ninguno de los cuatro, pero el hecho de que la magia corría por sus venas era el pretexto suficiente para querer saber más de lo que se trataba todo el asunto del mundo mágico.

Edward Pevensie se encargó fervientemente de explicarle a sus cuatro hijos todo lo que el conocía sobre el mundo mágico, desde Hogwarts hasta la prisión de Azkaban, el Ministerio, el Callejón Diagon y sus numerosos locales, los sagrados veintiocho y una que otra familia rica y poderosa.

—¿Qué rayos es un Squib?— Susan indagó, adentrándose en el automóvil amarillo y gastado de su padre junto a Edmund

—Un Squib es una persona no mágica, cariño. Algo contrario a los nacidos de muggles, a pesar de que sus padres sean magos o al menos uno de ellos, su hijo puede nacer sin el mismo gen mágico, no es algo que pase frecuentemente— Helen le respondió poniéndose el cinturón de seguridad —la magia es un gen dominante y resistente por lo que son muy poco constantes los Squibs.

—¿Y que es un Muguel?— Lucy hizo una mueca por la extraña palabra

—Es muggle, cielo. Un muggle es una persona no mágica, o sea una persona normal; como su madre— Edward respondió, ya manejando hacia Charing Cross Road, especificamente al caldero chorreante —tambien existen los sangre pura como yo, magos o brujas qué vienen de un linaje de sangre pura, los mestizos son magos o brujas qué provienen de ancestros tanto muggles como sangre puras, o en su defecto hijos de muggles

—¿Entonces nosotros somos mestizos? — especuló Edmund

—Así es.

—Increíble.

En el resto de camino, la conversación siguió entre la familia Pevensie mientras se dirigían a su destino.

Poco rato después llegaron al dichoso Caldero Chorreante, un lugar para nada acogedor, parecía más que todo una taberna a un lugar donde poder quedarse.

El encargado del lugar, Tom, los recibió amablemente y saludó feliz al señor Pevensie, al parecer tenían una relación amistosa de hace tiempo.

Tom les mostró un poco la teberna, algo andrajosa y polvorienta pero con una cantidad considerable de habitaciones en las que se quedarían por un tiempo, pues su padre debía ir a resolver un problema en el ministerio y su madre lo acompañaría por unos días, así los cuatro chicos aprovecharían para comprar sus cosas de la escuela y conocer mejor el lugar.

—Tom les asignará dos habitaciones, niños, instalense y descansen, luego podrán ir al callejón Diagon y conocer las tiendas— comentó el mayor tomando su maletín —en cuento termine mi trabajo en el ministerio prometo venir lo antes posible antes de que vayan a Hogwarts.

—Pórtense bien, niños. Los amamos— Helen se inclinó hacia sus hijos y dio un fuerte abrazo a cada uno, Edward hizo lo mismo y con una última mirada, se acercaron a una pared de ladrillos, la cual Edward tocó apenas con la punta de su varita y esta se abrió frente a ellos, mostrando un agujero lo suficientemente grande como para que él y Helen pudieran pasar. En cuánto salieron, la pared de ladrillos volvió en sí.

Tom los llevó a sus habitaciones, una para Susan y Lucy y la otra para Peter y Edmund.

Por lo menos las habitaciones eran grandes y no eran de una sola cama.
Peter había decidido mantenerse escéptico a todo el asunto, no es como si le molestara todo esto, solo estaba demasiado confundido y aún sentía que habían cosas que no terminaban de cuadrar para él.

Edmund hizo muchas preguntas, demasiadas por decir lo menos. Aún no le cabía en la cabeza que su padre fuera un mago, al igual que el y sus hermanos. Pero le parecía extraño. Edmund por muchos años (en tiempos Narnianos) había sentido una gran aberración a cualquier cosa que tuviera que ver con las brujas y el hecho de que tiempo después de lo que vivió y sufrió en Narnia descubriera qué el también poseía ese don de la magia, era algo... Enigmático para su gusto, pero la idea de conocer y saber más sobre este extraño mundo lo tenía inquieto, de una manera positiva claro está.

Lucy aún no se creía todo el asunto, le costó unos minutos procesar y entender lo que sucedía. ¡Ahora soy una bruja! Eran las únicas palabras que rodaban por su cabeza desde entonces.

Pará nadie era un secreto que de los cuatro hermanos Pevensie, Lucy era la más emocionada, ella también fue de las que hizo muchísimas preguntas, incluso por alguna razón, llegó a preguntar a su padre si en el mundo mágico habrían faunos parlantes, algo ridículo, ¿no?

Pero a pesar de que la emoción y exitacion la consumía por partes, también estaba asustada, después de todo era otro mundo mágico al qué iba a enfrentarse.

Susan aún trataba de entender algunas cosas. Toda la situación le parecía estupidamente ilógica y sin sentido, tan solo pensar en el hecho de que nunca sospechó ni un poco sobre su padre y su vida oculta como un mago, claro que ella y sus hermanos también tenían un secreto pero era algo que pocas personas cuerdas y razonables creerían sobre un mundo llamado Narnia.

A todo esto, solo le quedaba esperar y descubrir más sobre el extraño mundo lleno de magia en el que ahora se encontraba, solo esperaba que fuera un año tranquilo.

La charla con el ministro de magia había sido... Insoportablemente aburrida, pero por suerte, a Harry no lo expulsarían de Hogwarts por actuar arrebatadoramrnte e inflar a su tía.

—¿Estás segura de que no quieres una habitación para ti? Es más privacidad— Hermione negó ante la pregunta del chico y ambos entraron a la habitación número once, asignada para ambos con camas separadas.

—Así que... Visiones, ¿eh?

—Hermione cero haberte dicho que olvidarás el tema.

—Lo sé pero, ¿y si es algo importante?—Hermione se levantó de su cama y caminó hacia Harry —tal vez la mujer que viste tiene alguna relación contigo.

—Lo dudo mucho.

La castaña rodó sus ojos y soltó un suspiro. Harry era demasiado terco como para seguir con la misma discusión.

Un ligero golpeteo se escuchó en la puerta, Harry deseó con todas sus fuerzas que no fuera el encargado de la taberna queriendo ofrecerles sopa de auyama de nuevo, la cual tenía más aspecto de menjurje qué de cualquier comida apetecible.

Harry abrió la puerta y del otro lado se encontraba un chico pelinegro, piel pálida y ojos marrones, tal vez de su misma edad o mayor.

—¿Puedo ayudarte en algo?

—Lo siento, ¿esta es la habitación trece?— el chico preguntó mirando con dificultad la pequeña plaquita qué había colgada en el llavero junto a la llave de habitación, la cual estaba cubierta de polvo y algún pegote marrón-gris del qué no quería saber de que era.

Antes de que Harry pudiera responder, otro chico mas alto apareció tras el primero, rubio oscuro y ojos azules, demasiado penetrantes.

—¿Ed, qué haces? Las chicas nos están esperando— preguntó, ignorando por completo la presencia de Harry.

La nueva voz hizo qué Hermione se desconcertase, la pareció extrañamente conocida. Soltó el libro que tenía en las manos y se acercó a la puerta junto a Harry.

—¿Peter?

El nombrado miró tras Harry y fue una gran sorpresa para el encontrarse con la chica de cabello rizado otra vez, incluso si aún no sabía su nombre, volver a verle fue suficiente para sentir de nuevo ese extraño sentimiento de familiaridad hacia ella.

Harry y el otro pelinegro los miraron desconcertados, preguntandose de donde narices esos dos se conocían.

—¿Se conocen?— Harry indagó con una ceja levantada, observando con alta sospecha la expresión del chico rubio hacia Hermione.

—Harry, el es tu nuevo vecino— comentó la chica sin más. Peter y Harry se observaron, mejor dicho, se analizaron por un momento antes de estrecharse las manos incómodamente entre sí.

—Soy Harry Potter.

—Peter Pevensie, un placer— un carraspeo se escuchó tras el rubio y Peter casi rodó los ojos —el es mi hermano Edmund.

—Un placer.

—Igualmente.

La tensión e incómodidad en el umbral de la puerta era terriblemente insoportable, por suerte Peter decidió romperlo apenas pudo.

—Nunca me dijiste tu nombre— mencionó mirando a la castaña

—Cierto, Hermione Granger— tendió su mano con amabilidad y fue correspondida de inmediato, pero el ambiente se volvió más incómodo aún en cuanto Hermione notó la mirada tan extraña y confundida qué el chico rubio le dirigía. Recuperó su mano en cuanto la mirada de Harry se asomó por su hombro.

—¡Edmund, Peter!

Los nombrados voltearon hacia la izquierda solo para ver a sus hermanas unirse a la incomoda platica.

La pequeña Lucy y Susan observaron a los dos chicos desconocidos, mirando de inmediato a sus hermanos para saber que estaba pasando.

—Amm, ellas son mis hermanas; Susan y Lucy— Peter las presentó rascando su nuca, los dos chicos estrecharon sus manos con agrado.

Y el ambiente se volvió aún más tenso.

—Así que… ¿ustedes también irán a Hogwarts?

—¡Lucy!— su hermana le reprendió de inmediato, agrandandole los ojos a señal de que guardará silencio.

—De hecho, sí— confirmó Harry con cautela en su voz —este es nuestro tercer año.

Los cuatro hermanos se vieron entre sí un par de segundos, Peter sonrió hacia los dos chicos frente a él y preguntó;

—¿Les gustaría tomar un café el el comedor con nosotros?

Rápidamente habían pasado dos semanas, tiempo en el que Harry y Hermione pudieron conocer mucho mejor a los Pevensie y viceversa.

Ambos chicos se encargaron de contarles a los cuatro todo sobre Hogwarts, desde la entrada del castillo hasta la tenebrosa cámara secreta. Harry contó un poco de él y su historia con el que no debe ser nombrado, como gracias a este, era exageradamente conocido en casi todo el mundo mágico.

La pequeña Lucy no paraba de preguntarle a Hermione sobre las clases, los profesores e incluso cuales eran las diferencias y similitudes entre un conjuro, un hechizo, un encantamiento y un maleficio. Por supuesto que la castaña no dudó en responder a todas y cada una de sus preguntas.

Para sorpresa de nadie, Susan aún trataba de buscarle el sentido común a todo el asunto. O sea, ¿Como es que los magos no sabían que era un teléfono ni la utilidad del pato de hule? También se preguntaba muchísimo como y porque la endogamia era tan común para los magos.

Edmund se quedaba reacio a hacer muchas preguntas, él solo escuchaba y algunas veces opinaba, no se sentía en la suficiente confianza como para catalogar a Harry y a Hermione como sus nuevos amigos, pero agradecía qué ambos respondieran a todas sus dudas.

Y aunque Peter en variadas ocasiones trataba de tener una conversación de más de un minuto con Hermione, le era totalmente imposible, pues Susan y Lucy siempre se abalanzaban a ella para conversar, el pelinegro parecía como un chicle al zapato, jamás se le despegaba. Y por alguna extraña razón, ese sentimiento de familiaridad qué había sentido hacia ella parecía ser más constante.

Era jueves. Él y Edmund estaban teniendo un complicado juego de ajedrez en el que como siempre, Peter iba perdiendo.

Un bullicio se hizo presente en la puerta de la entrada principal de la taberna, al girar, pudo observar como una manada de cabelleras cruzaban el umbral de la polvorienta puerta, con baúles y valijas en mano. Parecían una familia bastante numerosa, pues contaba con cinco jóvenes pelirrojos.

—¿Crees que ya estén aquí? —preguntó la la más pequeña y única chica de los jóvenes hacia uno de ellos

—¿Quienes?

—Pues Harry y Hermione, ¿quien más?

—Hermione, tal vez —el pelirrojo tomó asiento en una de las mesas, mientras los dos adultos se registraban con el extraño encargado del lugar —Pero Harry debe estar batallando para escaparse de sus tíos.

Peter encogió sus cejas ante la mención de los dos chicos, preguntándose qué relación podrían tener ambos con los pelirrojos.

—¡Jaque mate! —Edmund exclamó alzando los brazos de manera triunfante —es la quinta vez que gano esta semana, Pete, ¿algo humillante qué decir?

—Oye, no es justo —el rubio se quejó recogiendo sus piezas —estaba distraído.

—No es mi culpa que estuvieras de chismoso.

—¿En serio, Ed? ¿Tienes el descaro de llamarme chismoso? —reclamó con un deje de indignación recibiendo un resoplido por parte de su hermano

—¿Quien va ganando? —se sumó una voz interrumpiendo la conversación. Uno de los pelirrojos se había acercado a ellos observando el tablero de ajedrez. Al notar que había interrumpido hizo una mueca de incomodidad —Lo siento, soy Ron Weasley.

—Edmund Pevensie. Un placer —el pelinegro estrechó su mano con una pequeña sonrisa —él es mi hermano Peter.

—Es un gusto.

—Por cierto, el ya perdió —comentó Edmund ante la anterior pregunta del chico —por quinta vez consecutiva esta semana.

—¿Y por que las piezas no están destruidas si ya ganaste? —el pelirrojo preguntó sentándose a un lado de Edmund

—¿Deberían estarlo?

—Pues si en el ajedrez mágico…

—Es porque ellos están jugando ajedrez muggle, Ron —Dijo Hermione bajando de las escaleras con Harry, Lucy y Susan detrás —el ajedrez muggle es mucho más básico.

Ginny Weasley se echó a correr hacia la chica en cuanto esta bajo por completo las escaleras, abrazándola con fuerza y repitiendo una y otra vez cuanto la había extrañado.

Ron fue hacia su mejor amigo a abrazarlo, notando de inmediato a ambas chicas desconocidas observándolo.

Harry se había encargado rápidamente de presentarlos rápidamente entre ellos y se sentaron junto a Edmund y Peter para conversar entre todos.

—¿Qué hacen aquí? Creí que no llegarían hasta dentro de una semana —Harry indagó mientras le daba un leve abrazo a la pelirroja.

—Tuvimos que volver antes. Charlie debía regresar al banco en el que trabaja en Egipto y a Charlie le solicitaron volver a Rumanía, al parecer recibieron a nuevas crías de dragón.

—¿Tu hermano trabaja con dragones? —Lucy preguntó maravillada.

—Más o menos, es un criador y domador.

—Increíble.

—Entonces si este es el ajedrez muggle, ¿Como es el mágico?

—El ajedrez mágico es algo más complicado —Ron respondió ante la pregunta de Susan —las piezas se mueven o avanzan ante cualquier orden que le den los jugadores, cuando una pieza es tomada, es destruida por la pieza atacante, aunque generalmente las piezas luchan entre ellas durante unos instantes.

—Entonces… ¿literalmente las piezas se destruyen entre sí por si solas?

—Básicamente… sí.

—Sería increíble jugar ajedrez mágico alguna vez —Lucy comentó con una sonrisa —tal vez podamos hacerlo en Hogwarts.

—¿Entonces serán nuevos estudiantes en Hogwarts? —preguntaron Fred y George Weasley acercándose al grupo —si saben que solo se entra si tienen once años, ¿no?

—Es… algo complicado.

Molly, Arthur y Percy se acercaron a saludar a Harry, Hermione y a los hermanos Pevensie. Arthur se había sorprendido al enterarse qué su compañero y amigo del ministerio tenía cuatro hijos de los que jamás le había comentado, entonces pata el había sido un completo placer conocer a los cuatro chicos y las preguntas no faltaron.

La familia Weasley parecía una familia muy agradable a la vista de los Pevensie, incluso Molly Weasley les había ofrecido hacerles una deliciosa cena para en la noche, porque según, no se permitiría qué ninguno siguiera comiendo los extraños alimentos de dudosa procedencia qué Tom les ofrecía.

—Niños, hablé con Arthur y estuvo de acuerdo en ir a la madriguera en cuanto fuéramos a al callejón Diagon a compara las cosas de la escuela —anunció Molly Weasley a la hora de la cena con una sonrisa, luego miró a los Pevensie —por supuesto ustedes están invitados.

Los cuatro se miraron entre sí, debatiendose en si sería buena idea ir a la casa de unos completos desconocidos. Realmente no debía ser tan malo si los Weasley eran amigos de Harry y Hermione.

—Muchas gracias por la invitación, señora Weasley —comenzó a decir Peter —pero creo que primero tendríamos que preguntarle a nuestros padres.

—Oh, no te preocupes por eso, muchacho. Me encargaré de enviarle una carta a tu padre —mencionó Arthur con una gentil sonrisa —estoy seguro de que confiara qué estarán bien en casa.

—Entonces… será un placer ir a su casa —aceptó Peter con una pequeña sonrisa, recibiendo una mirada de reproche por parte de Susan.

—¡¿Esta loco?! —Susan le susurró fuertemente en su oído provocando una mueca en Peter —no podemos ir a la casa de unos completos desconocidos.

—Créeme, Susan, prefiero ir a la casa de un montón de extraños pelirrojos a quedarme un día más en este lugar —Peter rodó los ojos ante el reproche de su hermana mientras seguía comiendo la deliciosa tarta de calabaza de la señora Weasley —además, Harry y Hermione también irán, ¿qué podría pasar?

Bueno, bueno. He vuelto a este lugar, como están? Me extrañaron?

Lamento mucho mi desaparición, me costó mucho escribir y editar este capítulo por mucha falta de inspiración, incluso sigo creyendo que el capitulo quedo un poco aburrido pero hice mi mejor esfuerzo, espero que les guste.

Qué opinan del nuevo separador? Amé como quedo c:

Prometo que el suguiente capítulo será más interesante y trataré de actualizar lo antes posible.

Comenten qué les pareció, opiniones, críticas o sugerencias, saben que amo leerlos.

En otras consultadas, díganme en los comentarios que canciones creen que tiene vibes de este fanfic, tal vez haga un playlist sobre este fic, los leo!

También me preguntaba si les gustaría que algún personaje narre alguno de los capítulos, qué opinan?.

Cambiando de tema, les gustaría estar en mi canal de difusión? Ahí les subiría avances, edits y chismesitos sobre esta y otras de mis historias, (no me dejen en flop con esto 😭) si les gustaría entrar, déjenme saber en los comentarios y les daré el enlace c:

Sin más que decir, espero que les haya gustado, nos leeremos pronto!

Se despide…

VENUS 💌

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