Te tapaste la cabeza con la almohada al escuchar los gritos provenientes de la sala común. Sabías perfectamente de quien venían, eso hizo que te enojarás mucho más.

-¡Maldito pulgoso deja de hacer ruido! -gritaste mientras bajabas las escaleras ya con la idea de ahorcarlo.

Sirius estaba sentado en uno de los sillones de la sala común con sus brazos detrás de su cabeza y una sonrisa traviesa.

-¿Te desperté? Lo lamento preciosa, esa no fue mi intención.

Lo fulminaste con la mirada sabiendo que te tomaba el pelo.

-Ya deja de decirme preciosa -rodaste los ojos.

-¿Por qué? Estoy diciendo nada más y nada menos que la verdad.

Volviste a rodar los ojos.

-Yo se que aun que no lo digas en voz alta estás muerta conmigo -dijo Sirius.

Una carcajada salió de tu garganta.

-Ni en tus sueños Black -te cruzaste de brazos.

-¿Ah no? -Sirius se levantó del sofá y dio un paso hacia vos.

-No -dijiste.

-¿Estas segura? -avanzó otro paso más.

-Segurisima.

Sirius volvió a sonreír y de un momento a otro te tenía sujetada de la cintura.

-Yo no estaría tan seguro -murmuró en tu oído, provocando un cosquilleo en tu estómago.

Por unos momentos sentiste como tu cuerpo se volvía débil y que en cualquier momento te desplomarías, pero el agarre de Sirius lo impedía.

Rápidamente te separaste de él de un empujon y te cruzaste de brazos.

-Ya no juegues conmigo, ¿de acuerdo? Dejame en paz.

Saliste de la sala común rápidamente y recién cuando llegaste al Gran Comedor te diste cuenta de que seguías en pijama.