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Capitulo 56

【  Caminos Separados  】

Nymeria cayó de rodillas sobre el suelo, Y al abrir los ojos le costó enfocar la vista, el cuerpo le temblaba, la cabeza le daba vueltas, las manos estaban adormecidas, un zumbido en su oído no la dejaba diferenciar la música y la euforia de su alrededor, el horror la mantenían congelada en su lugar, tomó la fuerza suficiente para darse cuenta de que a la persona que sostenía solo era el cuerpo de Cedric sin vida, Harry se echó a llorar…

El ruido cesó, fue reemplazado por silencio.
Escucho las pisadas de personas corriendo hacia ellos, pero Nymeria no podía apartar los ojos del cuerpo frente a ella, no podía procesar todo lo que había pasado, Harry seguía sollozando, la rubia extendió su mano, apenas sentía los dedos y la colocó encima de la mano del pelinegro.

Dumbledore tomó por los hombros a Harry  —¡Harry!, ¡Harry!

Una mano se posó sobre el hombro de Nymeria, la rubia giró la cabeza lentamente encontrando el rostro de madre lleno de preocupación, detras venian más y más personas, Daenyra le decía algo que ella no entendía, se dio cuenta de que estaba al borde del laberinto, comenzó a marearse.

—Ha vuelto—susurró Harry entre lágrimas—. ¡Ha vuelto!... ¡Voldemort! ¡Voldemort ha vuelto!

Nymeria se levantó apartando a Daenyra de un leve movimiento, cerca del seto, vómito, sintiendo un asco repentino al recordar cada palabra que le dijo Voldemort, se limpio con la manga de su traje. — Nymeria… — la joven tomó la mano de su madre, Nyra jamás había sentido tan heladas las manos de su hija. — …

—¡Dios... Dios mío, Diggory! —exclamó Fudge—. ¡Está muerto, Dumbledore!
Aquellas palabras se reprodujeron, y las sombras que los rodeaban se las repetían a los de atrás, y luego otros las gritaron: “¡Está muerto!”, “¡Está muerto!”, “¡Cedric Diggory está muerto!”.

—Suéltalo, Harry —oyó que le decía la voz de Fudge, e intentaban separarlo del cuerpo sin vida de Cedric, pero Harry no lo soltó.

—Ya no puedes hacer nada por él, Harry. Todo acabó. Suéltalo. — le susurro.

—Quería que lo trajeramos —musitó Harry—. Quería que lo trajeramos con sus padres...

—De acuerdo, Harry... Ahora suéltalo. — le dijo Dumbledore.

Nymeria se encontró con los ojos verdes de Harry cubiertos de lágrimas. — Targaryen… — la rubia clavó la vista en Snape, su visión se torno borrosa y un segundo despues se volvio todo negro.

Nyra fue a dar al suelo cuando Nymeria se desvaneció, cargando con el peso. — Nymeria… dioses, Nymeria — decía Daenyra abrazando a su hija contra su pecho.

— La princesa, la princesa…  — dijo Fudge en voz alta.

Alrededor de ellos, la multitud daba empujones, intentando acercarse.

— Ny…  — Harry intentó avanzar pero la pierna se lo impidió y en su lugar apareció un fuerte dolor.

— Potter…  — dijo la voz de Snape, pero Dumbledore se lo impidió.

— Maldición cruciatus.  —dijo Harry mirando a Nyra.

—¡Tendrán que llevarla a la enfermería! —dijo Fudge en voz alta—. Está enferma, está herida… y el muchacho igual, Dumbledore, los padres de Diggory están aquí, en las gradas…

No hubo más palabras, Snape salió de ahí con Nymeria en brazos y Daenyra caminando detrás a toda prisa, Harry intentó seguirlos pero Dumbledore se lo impidio.

Nymeria despertó en medio de cuchicheos y ruidos a su alrededor. La sala estaba oscura, era de noche, apenas lograba distinguir algunas figuras que se movían de aqui para alla.

—¡Van a despertarlos si no se callan!

— Cariño, aqui estoy… — una calida mano se posó en su brazo, Nymeria supo que su madre estaba allí con ella, giro su cabeza a su derecha, encontro a Harry durmiendo quiso levantarse pero su madre se lo impidió. — Está bien.

— ¿Qué pasa?. — preguntó Nymeria confundida. — ¿Qué paso? ¿Dónde están todos? El abuelo… ¿Se ha ido? Mamá él… él… Cedric.

— Esta bien, tranquila…

— Es la voz de Fudge —susurro la señora Weasley hacia Daenyra  —. Y ésa es la de Minerva McGonagall, ¿verdad? Pero ¿por qué discuten?

— Debió pasar algo malo…

Nymeria notó que Harry se removió y posteriormente abría sus ojos.

—Ya sé que es lamentable, pero da igual, Minerva —decía Cornelius Fudge en voz alta.

—¡No debería haberlo metido en el castillo! —gritó la profesora McGonagall—. Cuando se entere Dumbledore…

— Mamá ¿Qué pasa? — Insistió Nymeria.
Se abrieron de golpe las puertas de la enfermería. Harry se sentó y se puso las gafas, la princesa pudo percibir alivio en sus ojos al verla.

Fudge entró en la sala con paso decidido. Detrás de él iban Snape y la profesora McGonagall.

—¿Dónde está Dumbledore? —le preguntó Fudge a la señora Weasley.

—Aquí no —respondió ella, enfadada—. Esto es una enfermería, señor ministro.

— Molly tiene razón, no cree… — Nyra fue interrumpida.

Pero la puerta se abrió y entró Dumbledore en la sala.

—¿Qué ha ocurrido? —inquirió bruscamente, pasando la vista de Fudge a la profesora McGonagall—. ¿Por qué estáis molestando a los enfermos? Minerva, me sorprende que tú... Te pedí que vigilaras a Barty Crouch...

—¡Ya no necesita que lo vigile nadie, Dumbledore! —gritó ella—. ¡Gracias al ministro!

Nymeria miró confundida a Harry.

— Después te explico. — le susurro, la joven asintio regresando la vista al frente.

— Cuando le dijimos al señor Fudge que habíamos atrapado al mortífago responsable de lo ocurrido esta noche — dijo Snape en voz baja — consideró que su seguridad personal estaba en peligro. Insistió en llamar a un dementor para que lo acompañara al castillo. Y subió con él al despacho en que Barty Crouch…

La princesa intentaba hilar los acontecimientos en su mente pero no lograba entender nada.

—¡Le advertí que usted no lo aprobaría, Dumbledore! —exclamó la profesora McGonagall—. Le dije que usted nunca permitiría la entrada de un dementor en el castillo, pero...

—¡Mi querida señora! — dijo Fudge —. Como ministro de Magia, me compete a mí decidir si necesito escolta cuando entrevisto a alguien que puede resultar peligroso...

Pero la voz de la profesora McGonagall ahogó la de Fudge:

—En cuanto ese... ese ser entró en el despacho —gritó ella, temblorosa y señalando a Fudge— se echó sobre Crouch y... y...

—¡Pero, por todos los santos, no es una pérdida  tan grave! —soltó Fudge—. ¡Según parece, es responsable de unas cuantas muertes!

—Pero ya no podrá declarar, Cornelius —repuso Dumbledore. Miró a Fudge con severidad, como si lo viera tal cual era por primera vez—. Ya no puede declarar por qué mató a esas personas.

—¿Que por qué las mató? Bueno, eso no es ningún misterio —replicó Fudge—. ¡Porque estaba loco de remate! Por lo que me han dicho Minerva y Severus, ¡creía que actuaba según las instrucciones de Voldemort!

—Es que actuaba según las instrucciones de Voldemort, Cornelius —dijo Dumbledore—. Las muertes de esas personas fueron meras consecuencias de un plan para restaurar a Voldemort a la plenitud de sus fuerzas. Ese plan ha tenido éxito, y Voldemort ha recuperado su cuerpo.

—¿Que ha retornado Quien-tú-sabes? Absurdo. ¡Dumbledore, por favor...!

—Como sin duda te han explicado Minerva y Severus —dijo Dumbledore—, hemos oído la confesión de Barty Crouch. Bajo los efectos del suero de la verdad, nos ha relatado cómo escapó de Azkaban, y cómo Voldemort, enterado por Bertha Jorkins de que seguía vivo, fue a liberarlo de su padre y lo utilizó para capturar a Harry. El plan funcionó, ya te lo he dicho: Crouch ha ayudado a Voldemort a regresar.

—¡Pero vamos, Dumbledore! —exclamó Fudge, —, ¡no es posible que tú creas eso! ¿Que ha retornado Quien-tú-sabes? Vamos, vamos, por favor... Una cosa es que Crouch creyera que actuaba bajo las órdenes de Quien-tú-sabes... y otra tomarse en serio lo que ha dicho ese lunático...

—Cuando Harry y Nymeria tocaron esta noche la Copa de los tres magos, fueron transportados directamente ante lord Voldemort —afirmó Dumbledore—. Presenciando su renacimiento. Te lo explicaré todo si vienes a mi despacho. —Miró a Harry y a Nymeria verlos fijamente, pero añadió: Me temo que no puedo consentir que los interrrogues esta noche.

La sorprendente sonrisa de Fudge no había desaparecido. También él miró a Harry; luego volvió la vista a Dumbledore, y dijo:

—¿Eh... estás dispuesto a aceptar su testimonio, Dumbledore?

Hubo un instante de silencio, roto por el grañido de Sirius. Nymeria apenas se dio cuenta de que se encontraba allí, se le habían erizado los pelos del lomo, y enseñaba los dientes a Fudge.

—Desde luego que lo acepto —respondió Dumbledore —. He oído la confesión de Crouch y he oído el relato de Harry de lo que ocurrió después de que tocaran la Copa: las dos historias encajan y explican todo lo sucedido desde que el verano pasado desapareció Bertha Jorkins.

Fudge conservaba en la cara la extraña sonrisa. Volvió a mirar a los dos jóvenes antes de responder:

—¿Vas a creer que ha retornado lord Voldemort porque te lo dicen un loco asesino y un par de niños niños...? Bueno...
Le dirigió a Harry otra mirada, y éste comprendió de pronto.

— Digalo. — le reto la voz de Daenyra. — ¡Digalo!

Los dos se miraron generando un incómodo silencio, Fudge se encontró no solo con la mirada de Daenyra sino también con la de su hija, lo observaba tan fijamente que lo obligó a mirar a Harry.

—Señor Fudge, ¡usted ha leído a Rita Skeeter! —dijo Harry en voz baja.
Ron, Hermione, Bill y la señora Weasley se sobresaltaron. Fudge enrojeció un poco, pero su rostro adquirió una expresión obstinada y desafiante.

—¿Y qué si lo he hecho? —soltó, dirigiéndose a Dumbledore—. ¿Qué pasa si he descubierto que has estado ocultando ciertos hechos relativos a este niño? Conque habla pársel, ¿eh? ¿Y conque monta curiosos numeritos por todas partes?

—Supongo que te refieres a los dolores de la cicatriz —dijo Dumbledore con frialdad.
—¿O sea que admites que ha tenido dolores? —replicó Fudge—. ¿Dolores de cabeza, pesadillas? ¿Tal vez... alucinaciones?

Una punzada de molestia apareció en el pecho de la joven Targaryen.

—Escúchame, Cornelius —dijo Dumbledore dando un paso hacia Fudge, —. Harry está tan cuerdo como tú y yo. La cicatriz que tiene en la frente no le ha reblandecido el cerebro. Creo que le duele cuando lord Voldemort está cerca o cuando se siente especialmente furioso.

Fudge retrocedió medio paso para separarse un poco de Dumbledore, pero no cedió en absoluto.

—Me tendrás que perdonar, Dumbledore, pero nunca había oído que una cicatriz actúe de alarma...

—¡Mire, hemos presenciado el regreso de Voldemort! —gritó Harry. Intentó volver a salir de la cama, pero la señora Weasley se lo impidió—. ¡Hemos visto a los mortífagos! ¡Puedo darle los nombres! Lucius Malfoy...
Snape hizo un movimiento repentino; pero, cuando Harry lo miró, sus ojos estaban puestos otra vez en Fudge.

—¡Malfoy fue absuelto! —dijo Fudge, visiblemente ofendido—. Es de una familia de raigambre... y entrega donaciones para excelentes causas...

—¡Macnair! —prosiguió Harry.

—¡También fue absuelto! ¡Y trabaja para el Ministerio!

—Avery... Nott... Crabbe... Goyle...

—¡No haces más que repetir los nombres de los que fueron absueltos hace trece años del cargo de pertenencia a los mortífagos! —dijo Fudge enfadado—. ¡Debes de haber visto esos nombres en antiguas crónicas de los juicios! Por las barbas de Merlín, Dumbledore... Este niño ya se vio envuelto en una historia ridícula al final del curso anterior... Los cuentos que se inventa son cada vez más exagerados, y tú te los sigues tragando. Este niño habla con las serpientes, Dumbledore, ¿y todavía confías en él?

— ¡Usted es un cobarde! — dijo Nymeria sintiendo sus ojos arder. — ¡No es mas que un puto cobarde! ¿Cómo se atreve anular e invalidar lo que Harry y yo vivimos? Algo que estoy segura usted no podría sobrevivir porque no es más que un C-O-B-A-R-D-E…
— Nymeria…

— No madre, no voy dejar que un hombre derrumbado por el miedo invalide lo que he vivido. ‐— Nymeria se puso de pie pero Nyra intento detenerla. — ¡Lo vi con mis propios ojos! ¡Vi como murió Cedric frente a mi y no pude hacer nada!

—¡No veo ninguna prueba! —vociferó Fudge muy colorado. — Además su opinión no tiene ninguna validez, no es más que una extranjera.

Nymeria sacó el agarre de su madre poniéndose de pie. — ¿Qué ha dicho? ¿QUE HA DICHO?

— Lo que es, una extranjera que no tiene ni voz ni voto dentro de los asuntos que solo concierne al Ministerio…

— Nymeria basta… — pidió Daenyra.

— Bien, usted lo ha dicho, por lo tanto le voy a pedir que cuando su puto culo este en peligro va arrastrarse como el cobarde que es de vuelta a mi familia y no voy ayudarlo. — La furia invadía el pecho de Nymeria que Daenyra se interpuso a que cometiera una locura.

— No voy a pedir la ayuda de una princesa…

—Voldemort ha regresado — interrumpió  Dumbledore —. Si afrontas ese hecho, Fudge, y tomas las medidas necesarias, quizá aún podamos encontrar una salvación. Lo primero y más esencial es retirarles a los dementores el control de Azkaban.

—¡Absurdo! —volvió a gritar Fudge—. ¡Retirar a los dementores! ¡La mitad de nosotros sólo dormimos tranquilos porque sabemos que ellos están custodiando Azkaban!

—¡A la otra mitad nos cuesta más conciliar el sueño, Cornelius, sabiendo que has puesto a los partidarios más peligrosos de lord Voldemort bajo la custodia de unas criaturas que se unirán a él en cuanto se lo pida! —repuso Dumbledore—. ¡No te serán leales, Fudge, porque Voldemort puede ofrecerles muchas más satisfacciones que tú a sus apetitos! ¡Con el apoyo de los dementores y el retorno de sus antiguos partidarios, te resultará muy difícil evitar que recupere la fuerza que tuvo hace trece años!

Fudge abría y cerraba la boca como si no encontrara palabras apropiadas para expresar su ira.

—El segundo paso que debes dar, y sin pérdida de tiempo —siguió Dumbledore—, es enviar mensajeros a los gigantes.

—¿Mensajeros a los gigantes? —gritó Fudge, recuperando la capacidad de hablar—. ¿Qué locura es ésa?

—Debes tenderles una mano ahora mismo, antes de que sea demasiado  tarde —repuso Dumbledore—, o de lo contrario Voldemort los persuadirá, como hizo antes, de que es el único mago que está dispuesto a concederles derechos y libertad.

—No... no puedes estar hablando en serio —dijo Fudge entrecortadamente, negando con la cabeza y alejándose un poco más de Dumbledore—. Si la comunidad mágica sospechara que yo pretendo un acercamiento a los gigantes... La gente los odia, Dumbledore... Sería el fin de mi carrera...

—¡Estás cegado por el miedo a perder la cartera que ostentas, Cornelius! —dijo Dumbledore, volviendo a levantar la voz y con los ojos de nuevo resplandecientes, evidenciando otra vez su aura poderosa—. ¡Le das demasiada importancia, y siempre lo has hecho, a lo que llaman «limpieza de sangre»! ¡No te das cuenta de que no importa lo que uno es por nacimiento, sino lo que uno es por sí mismo! Tu dementor acaba de aniquilar al último miembro de una familia de sangre limpia ¡y ya ves lo que ese hombre escogió hacer con su vida! Te lo digo ahora: da los pasos que te aconsejo, y te recordarán, con cartera o sin ella, como uno de los ministros de Magia más grandes y valerosos que hayamos tenido; pero, si no lo haces, ¡la Historia te recordará como el hombre que se hizo a un lado para concederle a Voldemort una segunda oportunidad de destruir el mundo que hemos intentado construir!

—¡Loco! —susurró Fudge, volviendo a retroceder—. ¡Igual de loco que ellas y su familia!

Dijo señalando con el dedo a Nymeria y a su madre.

Se hizo el silencio. La señora Pomfrey estaba inmóvil al pie de la cama de Harry, tapándose la boca con las manos. La señora Weasley seguía de pie al lado de Harry, poniéndole la mano en el hombro para impedir que se levantara. Bill, Ron y Hermione miraban a Fudge fijamente.

— De las gracias de que mi padre se ha ido. — murmuró Daenyra mirandole.

—Si sigues decidido a cerrar los ojos, Cornelius —dijo Dumbledore—, nuestros caminos se separarán ahora. Actúa como creas conveniente. Y yo... yo también actuaré como crea conveniente.

La voz de Dumbledore no sonó a amenaza, sino como una mera declaración de principios, pero Fudge se estremeció como si Dumbledore hubiera avanzado hacia él apuntándole con una varita.

—Veamos pues, Dumbledore —dijo blandiendo un dedo amenazador—. Siempre te he dado rienda suelta. Te he mostrado mucho respeto. Podía no estar de acuerdo con algunas de tus decisiones, pero me he callado. No hay muchos que en mi lugar te hubieran permitido contratar hombres lobo, o tener a Hagrid aquí, o decidir qué enseñar a tus estudiantes sin consultar al Ministerio. Pero si vas a actuar contra mí...

—El único contra el que pienso actuar —puntualizó Dumbledore— es lord Voldemort. Si tú estás contra él, entonces seguiremos del mismo lado, Cornelius.
Fudge no encontró respuesta a aquello. Durante un instante se balanceó hacia atrás y hacia delante sobre sus pequeños pies. Al final, dijo con cierto tono de súplica:

—No puede volver, Dumbledore, no puede...
Snape se adelantó, levantándose la manga izquierda de la túnica. Descubrió el antebrazo y se lo enseñó a Fudge, que retrocedió.

—Mire —dijo Snape con brusquedad—. Mire: la Marca Tenebrosa. No está tan clara como lo estuvo hace una hora aproximadamente, cuando era de color negro y me abrasaba, pero aún puede verla. El Señor Tenebroso marcó con ella a todos sus mortífagos. Era una manera de reconocernos entre nosotros, y también el medio que utilizaba para convocarnos. Cuando él tocaba la marca de cualquier mortífago teníamos que desaparecernos donde estuviéramos y aparecernos a su lado al instante. Esta marca ha ido haciéndose más clara durante todo este curso, y la de Karkarov también. ¿Por qué cree que Karkarov ha huido esta noche? Porque los dos hemos sentido la quemazón de la Marca. Entonces, los dos supimos que él había retornado. Karkarov teme la venganza del Señor Tenebroso porque traicionó a demasiados de sus compañeros mortífagos para esperar una bienvenida si volviera al redil.

Fudge también se alejó un paso de Snape, negando con la cabeza. Daba la impresión de que no había entendido ni una palabra de lo que éste le había dicho. Miró fijamente, con repugnancia, la fea marca que Snape tenía en el brazo. A continuación, levantó la vista hacia Dumbledore y susurró:

—No sé a qué esten jugando tú y tus profesores, Dumbledore, pero creo que ya he oído bastante. No tengo más que añadir. Me pondré en contacto contigo mañana, Dum- bledore, para tratar sobre la dirección del colegio. Ahora tengo que volver al Ministerio.

Casi había llegado a la puerta cuando se detuvo. Se volvió, regresó a zancadas hasta la cama de Harry.

—Su premio —dijo escuetamente, sacándose del bolsillo una bolsa grande de oro y dejándola caer sobre la mesita de la cama de Harry—. Mil galeones. Tendría que haber habido una ceremonia de entrega, pero en estas circunstancias…

Se coloco el sombrero y salió de la sala, cerrando de un portazo. En cuanto desapareció, Dumbledore se volvió hacia el grupo…

—Hay mucho que hacer —dijo—. Molly... ¿me equivoco al pensar que puedo contar contigo y con Arthur?

—Por supuesto que no se equivoca —respondió la señora Weasley. —. Arthur conoce a Fudge. Es su interés por los muggles lo que lo ha mantenido relegado en el Ministerio durante todos estos años. Fudge opina que carece del adecuado orgullo de mago.

—Entonces tengo que enviarle un mensaje —dijo Dumbledore—. Tenemos que hacer partícipes de lo ocurrido a todos aquellos a los que se pueda convencer de la verdad, y Arthur está bien situado en el Ministerio para hablar con los que no sean tan miopes como Cornelius.

—Iré yo a verlo —se ofreció Bill, levantándose—. Iré ahora.

—Muy bien —asintió Dumbledore—. Cuéntale lo ocurrido. Dile que no tardaré en ponerme en contacto con él. Pero tendrá que ser discreto. Fudge no debe sospechar que interfiero en el Ministerio...

—Déjelo de mi cuenta —dijo Bill.

Le dio una palmada a Harry en el hombro, un beso a su madre en la mejilla, se puso la capa y salió de la sala con paso decidido.

—Minerva —dijo Dumbledore, volviéndose hacia la profesora McGonagall—, quiero ver a Hagrid en mi despacho tan pronto como sea posible. Y también... si consiente en venir, a Madame Maxime.

La profesora McGonagall asintió con la cabeza y salió sin decir una palabra.
—Poppy —le dijo Dumbledore a la señora Pomfrey—, ¿serías tan amable de bajar al despacho del profesor Moody, donde me imagino que encontrarás a una elfina doméstica llamada Winky sumida en la desesperación? Haz lo que puedas por ella, y luego llévala a las cocinas. Creo que Dobby la cuidará.

—Muy... muy bien —contestó la señora Pomfrey, asustada, y también salió.
Dumbledore se aseguró de que la puerta estaba cerrada, y de que los pasos de la señora Pomfrey habían dejado de oírse, antes de volver a hablar.

— Daenyra…

— Estamos del lado de Harry. — dijo Nymeria. 

— Hice una promesa y no está en mis planes romperla, Harry me tiene a mi, y a Drogon. — Dumbledore asintio ante las palabras de Daenyra.

— En ese caso  —dijo—, es momento de que dos de nosotros se acepten. Sirius... te ruego que recuperes tu forma habitual.
El gran perro negro levantó la mirada hacia Dumbledore, y luego, en un instante, se convirtió en hombre.
La señora Weasley soltó un grito y se separó de la cama.

—¡Sirius Black! —gritó.

—¡Calla, mamá! —chilló Ron—. ¡Es inocente!
Snape no había gritado ni retrocedido, pero su expresión era una mezcla de furia y horror.

—¡Él! —gruñó, mirando a Sirius, cuyo rostro mostraba el mismo desagrado—. ¿Qué hace aquí?

—Está aquí porque yo lo he llamado —explicó Dumbledore, pasando la vista de uno a otro—. Igual que tú, Severus. Yo confió tanto en uno como en otro. Ya es hora de que olviden sus antiguas diferencias, y confien también el uno en el otro.

Nymeria apretó los labios, y sus ojos se encontraron con los de Harry.
Sirius y Snape se miraban con intenso odio.

— Debemos trabajar… en equipo. — la suave voz de Daenyra inundó el salón, los dos miraron a la princesa.

– Dioses mamá, cállate… — murmuró Nymeria, Ron se rió provocando que Molly le diera un manotazo.

— Nyra tiene razón, a corto plazo, con un alto en las hostilidades —dijo Dumbledore con impaciencia—. Dense la mano: ahora están del mismo lado. El tiempo apremia, y, a menos que los pocos que sabemos la verdad estemos unidos, no nos quedará esperanza.

Muy despacio, pero sin dejar de mirarse como si se desearan lo peor, Sirius y Snape se acercaron y se dieron la mano. Se soltaron enseguida.

—Con eso bastará por ahora —dijo Dumbledore, colocándose una vez más entre ellos—. Ahora, tengo trabajo que darles a los dos. La actitud de Fudge, aunque no nos pille de sorpresa, lo cambia todo. Sirius, necesito que salgas ahora mismo: tienes que alertar a Remus Lupin, Arabella Figg y Mundungus Fletcher: el antiguo grupo. Escóndete por un tiempo en casa de Lupin. Yo iré a buscarte.

— Pero, mi padre puede venir con nosotros…  — dijo Nymeria rápidamente,  Sirius sonrio, y de pronto se encontro con que los cuatro estaban juntos.

—Pero... —protesto también Harry.
Quería que Sirius se quedara. No quería decirle otra vez adiós tan pronto.

—No tardaremos en vernos —aseguró Sirius, pasando su mano por la espalda de Daenyra y sonriendole a ambos jovenes —. Se los prometo. Pero debo hacer lo que pueda, ¿comprenden?

Los cachetes de Ron se volvieron a inflar, era un momento serio y no podía mantener la seriedad, fue Hermione quien lo mando a callar esta vez.

— Sí, papá.  — dijo Nymeria.

—Claro. Claro que comprendo. — dijo Harry.
Sirius se acercó a Nymeria, le dio un beso en la cabeza. — Gracias que estas bien. — dijo abrazándola con fuerza, — Ya conversaremos. — Nymeria asintio, después Sirius le dio una palmada en el hombro a Harry, de ahí se plantó frente a Daenyra tomo su mano y la beso. — Volveré. — Nymeria  hizo una mueca, se sintio la incomodidad en todos los presentes, se apartó y asintió con la cabeza mirando a Dumbledore, volvió a transformarse en perro, y salió corriendo de la sala, abriendo con la pata la manilla de la puerta.

—Severus. —continuó Dumbledore dirigiéndose a Snape—, ya sabes lo que quiero de ti. Si estás dispuesto...

—Lo estoy —contestó Snape.

El pecho de Daenyra se oprimio.

Sus ojos negros se encontraron con los de Daenyra, la princesa jugo con sus manos, los dos sabían lo que significaba, a diferencia de Sirius, el no pudo acercarse y prometerle volver.

—Buena suerte entonces —le deseó Dumbledore, y, con una mirada de aprehensión, lo observó salir en silencio de la sala, detrás de Sirius. Después se dirigió a Daenyra.

— He hablado con tu padre antes de que se marcharan, estaba furioso, quería que volvieran a Westeros de inmediato… pero logre que cambiará de opinión, me pidió que te lo dijera una vez que estuvieras más tranquila, Nyra. Nos ha concedido el antiguo castillo de Dragonstone, me dijo que podíamos hacer uso del lugar y adecuarlo a nuestra manera siempre y cuando su nieta estuviera de acuerdo. — dijo Dumbledore mirando a Nymeria.

— No tengo problema en ello, si mi abuelo lo ha concedido, entonces lo acepto. — respondió Nymeria con firmeza.

—Gracias, princesa —dijo agradecido —. Tengo que ver a los Diggory. Los veré más tarde.

Mientras Dumbledore se iba, Nymeria noto que Ojo Loco estaba alli — ¿Qué le paso?. — preguntó mirandole.

— Larga historia. — respondio Harry.

Se oyó un ruido como de portazo.
Hermione estaba en la ventana. Tenía algo en la mano firmemente agarrado.

—Lo siento —se disculpó.

— Será mejor que regresen a dormir. — comentó Daenyra apartando la vista de una Hermione que sonreía nerviosa.



























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