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Capitulo 51
【 La locura del señor Crouch 】
Nymeria hundió sus dedos en el cabello de Harry, ambos se encontraban cerca del lago, la princesa estaba sentada admirando a detalle las facciones del pelinegro, quien estaba recostado en sus piernas con los ojos cerrados, completamente relajado.
Los últimos días habían resultado abrumadores para ambos por lo que optaron perderse de la vista de todos por un breve momento. Los dedos de Nymeria llegaron hasta la cicatriz en forma de rayo. Sonrió al recordar cuando se conocieron, se inclinó y depositó un beso, Harry sonrió al instante. — me agrada más aquí. — dijo señalando sus labios, la rubia soltó una risilla.
Nymeria se inclinó de nuevo y beso de forma rápida y dulce los labios del pelinegro, el muchacho se levantó quedando sentado frente a ella, sus ojos verdes se posaron sobre los labios de Nymeria, los atrapó en un beso qué la princesa no dudó en corresponder, Harry cada día mejoraba más en el tema de los besos, retiró sus anteojos y los soltó por ahí.
La rubia sonrío a medio beso, llevo ambas manos a su nuca y hundió sus dedos en su cabello negro, Harry en cambio la abrazo por la cintura, sin medir sus movimientos ambos perdieron el equilibrio y cayeron hacia atrás, quedando Nymeria encima de él, la princesa soltó un pequeño grito antes de caer y se carcajeo de inmediato, después lo miro fijamente a los ojos sin dejar de sonreír.
— Creo que aplaste mis gafas. — murmuró Harry con preocupación, Nymeria volvió reír y el muchacho junto con ella. — Nymeria... Amm... ¿Podrías...?
— ¿Qué cosa? — preguntó elevando una ceja y sonriendo con una pizca de maldad. — ¿Harry?
— Bajarte de encima. — susurro el pelinegro, carraspeo un poco y desvió la mirada.
— o ¿qué? — preguntó Nymeria y volvió a reír. — posiblemente ni siquiera hayas recibido aún esa "charla".
Harry la miró de nuevo fijamente, Nymeria no estaba segura pero de pronto un nerviosismo desconocido la invadió, el pelinegro le indico que se acercara y susurro a su oído. — No estaría tan seguro en tu lugar. — Nymeria trago saliva y se separó mirándolo algo sorprendida, el rostro pálido de la joven se tornó color rojo y Harry río. — ¿Me dejas tomar mis gafas? Están perforando mi espalda.
Nymeria se hizo a un lado sin apartar sus ojos violetas, Harry tomó sus gafas partidas en dos, ya era una terrible costumbre dañarlas se las colocó rotas en la cara. — ¿Qué tal? — Nymeria río.
Ambos se quedaron en silencio. — Creo que no debí decir eso. — admitió arreglando sus gafas.
— Está bien. — murmuró Nymeria acercándose. — Entonces ¿no debo estar tan segura de mi pensar?
Harry se quedó en silencio, después de limpiar sus gafas ya reparadas y colocarlas en su cara. — No. — admitió mirándola a los ojos, Nymeria volvió sonreír, finalmente Harry se puso de pie y extendió su mano ayudando a su princesa.
Los dos emprendieron una caminata de regreso al castillo, tomados de la mano. — Gracias. — dijo Harry de pronto.
— ¿Por qué? — preguntó la rubia confundida.
— Por la oportunidad, hasta apenas unos meses te admiraba como amigo y no tenía problema en seguir siéndolo, pero...
— Los celos te carcomian. — el muchacho rió y asintió. — Admito que a mi igual, cada que la chica Weasley se te acerca.
— ¿Ginny? – pregunto burlón. — apenas y hablamos.
— Es muy evidente que le gustas, te escribió un poema en segundo año. — comentó Nymeria burlona.
— Y fue horrible. — la rubia negó y después suspiro.
— Está bien, ¿Quién no se enamoraría de ti? — preguntó sonriendo, el corazón de Harry se aceleró y apenas pudo tragar saliva. Nymeria jamás había formulado tales palabras, por supuesto él estaba más que enamorado de ella.
— Hasta hace una semanas creí que tú. — respondió algo nervioso.
— Bueno. — los dos se detuvieron. — Ni yo me pude resistir al gran Harry Potter.
Al día siguiente, para el desayuno, Ron no paraba de reclamar a Hermione sobre el día anterior, los comentarios "liberales" de la joven provocaron que fueran echados de la cocina, la castaña se defendió enseguida y dando frente a su lucha.
Cuando llegaron las lechuzas, ella las miró con impaciencia; parecía que esperaba algo.
—Percy no habrá tenido tiempo de responder —dijo Ron—. Enviamos a Hedwig
ayer.
—No, no es eso —repuso Hermione—. Me he suscrito a El Profeta: ya estoy harta
de enterarme de las cosas por los de Slytherin.
— Auch. — murmuró Nymeria sonriendo.
— ¡Bien pensado! —aprobó Harry, levantando también la vista hacia las lechuzas.
Una lechuza gris bajaba.
—Pero no trae ningún periódico —comentó ella decepcionada—. Es...
Para asombro de todos, la lechuza gris se posó delante de Nymeria, seguida de cerca por cuatro lechuzas comunes, una parda y un cárabo.
—¿También pediste ejemplares? —preguntó Harry, agarrando la copa de Nymeria antes de que la tiraran las lechuzas, que se empujaban unas a otras intentando acercarse a ella para entregar la carta primero.
—¿Qué demonios...? Esto es muy extraño —exclamó Hermione, —. ¡Tal vez es de un admirador, como presidenta de tu club de admiradores yo las recibo. — comentó abriendo una. — No dudaría en que todas son de Malfoy.
Comentó mirándole a lo lejos, Draco al sentir todas las miradas, levantó la cara y elevó una ceja.
— ¿Tengo un club de admiradores?. — preguntó Nymeria regresando la vista a la mesa.
— Si, y me parece que Harry igual. — dijo haciendo una mueca de molestia mientras leía la carta.
—¿Qué pasa? —inquirió Ron.
—Es... ¡ah, qué ridículo...!
Le pasó la carta a Nymeria, que vio que no estaba escrita a mano, sino compuesta a partir de letras que parecían recortadas de El Profeta:
eRes una ChicA malVAdA. HaRRy PottEr se merEce alGo MejoR quE tú. vUelve a tU mUnDo PeRra.
Nymeria leyó algo atónita la carta, Harry la tomó entre sus manos.
—¡Son todas iguales! —dijo Hermione desesperada, abriendo una carta tras otra—. «Harry Potter es mucho mejor que tú...» «Te mereces que te bañen en aceite hirviendo... » ¿Qué les pasa?
— Her, creo que es mejor que los abra... — pero la castaña la ignoro.
Acababa de abrir el último sobre, y un líquido verde amarillento con un olor a gasolina muy fuerte se le derramó en las manos, que empezaron a llenarse de granos amarillos.
—¡Pus de bubotubérculo sin diluir! —dijo Ron, tomando con cautela el sobre y oliendolo.
Con lágrimas en los ojos, Hermione intentaba limpiarse las manos con una servilleta, pero tenía ya los dedos tan llenos de dolorosas úlceras que parecía que se hubiera puesto un par de guantes gruesos y nudosos.
Una inmensa culpa invadió a Nymeria, eran cartas dirigidas a ella y ahora Hermione estaba lastimada, la castaña lloriqueaba y la princesa no sabía qué hacer.
—Será mejor que vayas a la enfermería —le aconsejó Harry al tiempo que echaban a volar las lechuzas—. Nosotros le explicaremos a la profesora Sprout adónde has ido...
— Yo te acompaño. — dijo Nymeria sintiéndose cada vez peor.
—¡Se los advertí! —dijo Ron mientras Hermione y Nymeria se apresuraban a salir del Gran Comedor, soplándose las manos—. ¡Les advertí que no provocaran a Rita Skeeter! Fíjate en ésta. —Leyó en voz alta una de las cartas que Hermione había dejado en la mesa—.
«He leído en Corazón de bruja cómo has jugado con Harry Potter, y quiero decirte que ese chico ya ha pasado por cosas muy duras en esta vida. Pienso enviarte una maldición por correo en cuanto encuentre un sobre lo bastante grande.»
Harry tragó saliva, esas cartas estaban destinadas para dañar a Nymeria, Hermione salió lastimada y todo por su culpa.
Hermione no asistió a Herbología. Al salir del invernadero para ir a clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, Harry y Ron vieron a Malfoy, Crabbe y Goyle descendiendo la escalinata de la puerta del castillo. Pansy Parkinson iba cuchicheando y riéndose tras ellos con el grupo de chicas de Slytherin. Al ver a Harry, Pansy le gritó:
—Potter, ¿Qué le pasó a la sangre sucia de Granger? ¿Por qué estaba tan alterada en el desayuno?
Harry no le hizo caso: no quería darle la satisfacción de que supiera cuántos problemas les estaba causando el artículo de Corazón de bruja.
Al llegar se encontraron con que Nymeria ya estaba allí, se le notaba cabizbaja hablando con Hagrid, quien intentaba animarla. — No ha sido culpa tuya, Nymeria.
— Si tan solo yo hubiese abierto esas cartas, esto jamás habría pasado, ¡Oh, pobre Hermione, se veían sus manos muy mal! — Lloriqueo, Hagrid la miró con tristeza.
— Tranquila, Hermione se pondrá bien y créeme no se quedará de brazos cruzados. — Nymeria sorbió su nariz. — Ya sé que te va animar.
Hagrid se retiró un momento, mientras llegaban todos los demás alumnos. — ¿Qué paso...?
La rubia se taló los ojos dejándolos algo rojos, al igual que sus mejillas de tanto llorar, se echo a los brazos de Harry. — fue mi culpa.
— No, Ny, no lo fue. — afirmó Harry.
— En realidad...
— ¡Ron! — lo reprendió Harry de inmediato.
— Se los dije. — dijo Ron convencido.
— ¿Por qué no admites que fue culpa tuya, Potter? . — Harry levantó la cabeza ante la voz de Malfoy. — Nyny no estaría pasando por esto sino fuera culpa tuya.
— No te metas, Malfoy. — dijo Harry con voz firme.
— Es la verdad, y estas cosas no dejan de pasarle, representan un gran peligro para todo el que te rodea. — respondió Draco sin apartar la vista de Nymeria.
— Vete a la mierda... — Nymeria jaló a Harry de la túnica.
— Déjalo, no le hagas caso. — pidió en un susurro.
Hagrid regreso con un montón de animalitos negros de aspecto esponjoso y largo hocico. Tenían las patas delanteras curiosamente planas, como palas, y miraban a la clase sin dejar de parpadear, algo sorprendidos de la atención que atraían.
—Son escarbatos —explicó Hagrid cuando la clase se congregó en torno a ellos—.
Se encuentran sobre todo en las minas. Les gustan las cosas brillantes... Miren.
Uno de los escarbatos dio un salto para intentar quitarle de un mordisco el reloj de pulsera a Pansy Parkinson, que gritó y se echó para atrás.
—Resultan muy útiles como detectores de tesoros —dijo Hagrid contento—. Pensé que hoy podríamos divertirnos un poco con ellos. ¿Ven eso? —Señaló el trozo grande de tierra recién cavada en la que Harry lo había visto trabajar desde la ventana de la lechucería—. He enterrado algunas monedas de oro. Tengo preparado un premio para el que coja al escarbato que consiga sacar más. Pero lo primero que tienen que hacer es quitar las cosas de valor; luego escoger un escarbato y prepararse para soltarlo.
Nymeria se quitó los aretes, el broche qué llevaba en el cabello, una cadenita con un dije en forma de dragón, cada uno de sus anillos y por último observó su brazalete, terminó por quitarlo.
— Vaya... — susurró Ron.
Nymeria tomó un escarbato, que le metió el hocico en la oreja, olfateando. Era bastante cariñoso, Nymeria río.
Era con diferencia lo más divertido que hubieran visto nunca en clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. Los escarbatos entraban y salían de la tierra como si ésta fuera agua, y acudían corriendo a su estudiante respectivo para depositar el oro en sus manos. El de Ron parecía especialmente eficiente. No tardó en llenarle el regazo de monedas.
— ¡Son tan bonitos! — expresó Nymeria feliz, Harry sonrió al verla mejor.
—¿Se pueden comprar y tener de mascotas, Hagrid? —le preguntó emocionado, mientras su escarbato volvía a hundirse en la tierra, salpicándole la túnica.
—A tu madre no le haría gracia, Ron —repuso Hagrid sonriendo—, porque destrozan las casas. Me parece que ya deben de haberlas recuperado todas —añadió paseando por el trozo de tierra excavado, mientras los escarbatos continuaban buscando—. Sólo enterré cien monedas. ¡Ah, ahí está Hermione!
Se acercaba por la explanada. Llevaba las manos llenas de vendajes, y parecía triste. El corazón de Nymeria se volvió apachurrar.
—¡Bueno, comprobemos cómo ha ido la cosa! —dijo Hagrid—. ¡Cuenten las monedas! Y no merece la pena que intentes robar ninguna, Goyle —agregó, entornando los ojos de color azabache—. Es oro leprechaun: se desvanece al cabo de unas horas.
Goyle se vació los bolsillos, molesto. Resultó que el que más monedas había recuperado era el escarbato de Ron, así que Hagrid le dio como premio una enorme tableta de chocolate de Honeydukes. En esos momentos sonó la campana del colegio anunciando la comida. Todos regresaron al castillo salvo Harry, Nymeria, Ron y Hermione, que se quedaron ayudando a Hagrid a guardar los escarbatos en las cajas. Harry se dio cuenta de que Madame Maxime los observaba por la ventanilla del carruaje.
— Nymeria me ha contado lo que te paso en las manos. —comentó Hagrid, preocupado.
— Lo siento tanto. — susurro Nymeria.
— No fue culpa tuya. — comentó la castaña.
—¡Bah, no te preocupes! —le dijo Hagrid amablemente, mirándola desde lo alto de su estatura—. Yo también recibí cartas de ésas después de que Rita Skeeter escribió sobre mi madre. «Eres un monstruo y deberían sacrificarte.» «Tu madre mató a gente inocente, y si tú tuvieras un poco de dignidad, te tirarías al lago.»
— ¿Qué? — exclamó Nymeria.
—Sí —dijo Hagrid, levantando las cajas de los escarbatos y arrimándolas a la pared de la cabaña—. Es gente que está chiflada. No abran ninguna más. Échenlas al fuego según vengan.
—Te has perdido una clase fantástica —le dijo Harry a Hermione de camino al castillo—. Los escarbatos son geniales, ¿verdad chicos?
— Son muy lindos. — murmuró Nymeria.
Pero Ron miraba el chocolate que Hagrid le había dado. Parecía preocupado por algo.
—¿Qué pasa? —le preguntó Harry—. ¿No está bueno?
—No es eso —replicó Ron—. ¿Por qué no me dijiste lo del oro?
—¿Qué oro?
—El oro que te di en los Mundiales de quidditch —explicó Ron—. El oro leprechaun que te di en pago de los omniculares. En la tribuna principal. ¿Por qué no me dijiste que había desaparecido?
Harry tuvo que hacer un esfuerzo para entender de qué hablaba Ron. Nymeria les miró con curiosidad.
—Ah... —dijo recordando—. No sé... no me di cuenta de que hubiera desaparecido.
Creo que estaba más preocupado por la varita.
Subieron la escalinata de piedra, entraron en el vestíbulo y fueron al Gran Comedor para la comida.
—Tiene que ser estupendo —dijo Ron de repente, cuando ya estaban sentados y habían comenzado a servirse rosbif con budín de Yorkshire— eso de tener tanto dinero que uno no se da cuenta si le desaparece un puñado de galeones.
—¡Mira, esa noche tenía otras cosas en la cabeza! —contestó Harry perdiendo un poco la paciencia—. Y no era el único, ¿recuerdas?
—Yo no sabía que el oro leprechaun se desvanecía —murmuró Ron—. Creí que te estaba pagando. No tendrías que haberme regalado por Navidad el sombrero de los Chudley Cannons.
—Olvídalo, ¿quieres? —le pidió Harry.
Ron ensartó con el tenedor una patata asada y se quedó mirándola. Luego dijo:
—Odio ser pobre.
Harry, Nymeria y Hermione se miraron. Ninguno de los tres sabía qué decir.
—Es un asco —siguió Ron, sin dejar de observar la comida —. No me extraña que Fred y George quieran ganar dinero. A mí también me gustaría. Quisiera tener un escarbato.
—Bueno, ya sabemos qué regalarte la próxima Navidad —dijo Hermione para animarlo. Pero, como continuaba triste, añadió—: Vamos, Ron, podría ser peor. Por lo menos no tienes los dedos llenos de pus. —Hermione estaba teniendo dificultades para manejar el tenedor y el cuchillo con los dedos tan rígidos e hinchados—. ¡Odio a esa Skeeter! —exclamó—. ¡Me vengaré de esto aunque sea lo último que haga en la vida!
Hedwig no volvió hasta el final de las vacaciones de Pascua. La carta de Percy iba adjunta a un paquete con huevos de Pascua que enviaba la señora Weasley. Tanto el huevo de Ron como el de Harry estaban rellenos de caramelo casero. El de Hermione, en cambio, era más pequeño que un huevo de gallina. Al verlo se quedó decepcionada.
—¿Tu madre no leerá por un casual Corazón de bruja? —preguntó en voz baja.
—Sí —contestó Ron con la boca llena de caramelo—. Lo compra por las recetas de cocina.
Hermione miró con tristeza su diminuto huevo. Nymeria colocó una de sus manos en su hombro. — Anímate ni siquiera me ha enviado algo.
— Ron… — el pelirrojo se dio la vuelta y rápidamente se puso colorado, era Daella.
— Dale las gracias de mi parte a tu madre, me encanto el detalle. — dijo levantando un huevo que simulaba ser un huevo de dragón.
— ¿Qué? ¿Estás segura que era para ti? — preguntó Nymeria.
— Por supuesto que sí, incluso me agradeció por ir al baile de invierno con Ron. — comentó ofendida.
— Baile en el cual te abandono. — respondió Hermione elevando una ceja.
— Acordamos no hablar de eso. — dice Ron poniéndose aún más colorado.
— Oh, vaya… — susurro Nymeria.
—¿No quieren ver lo que ha escrito Percy? —dijo Harry llamando la atención de los cuatro.
La carta de Percy era breve y estaba escrita con verdadero mal humor:
Como constantemente declaró a El Profeta, el señor Crouch se está tomando un merecido descanso. Envía regularmente lechuzas con instrucciones. No, en realidad no lo he visto, pero creo que puedo estar seguro de conocer la letra de mi superior. Ya tengo bastante que hacer en estos días aparte de intentar sofocar esos ridículos rumores. Les ruego que no me vuelvan a molestar si no es por algo importante. Felices Pascuas.
Nymeria conversaba con madre en su oficina, la joven princesa se sentía bastante abrumada por la tercera prueba y el hecho de posiblemente no llegar a su cumpleaños número quince, eran mediados Mayo por lo tanto quedaban dos meses para su día del nombre. — Lo harás bien Nymeria, deja de ser tan fatalista.
— Intentaron matarme una vez, no es fácil, madre. — Un golpe en la puerta de la oficina de Daenyra llamó la atención de ambas. — Si es Daella de nuevo con esa hada que atrapó me lanzo de Syrax.
Nyra negó divertida y caminó hasta la puerta, Nymeria se acomodo en la silla para ver de quien se trataba, la puerta se abrió dejando ver a Severus Snape, Daenyra sonrió y se hizo a un lado. — No es necesario. — la joven hizo una mueca.
— Nymeria no muerde. — comentó Nyra mirando a su hija, quien recargo su barbilla en el respaldo de la silla.
— Únicamente quería avisarle que esta noche a las nueve en punto tiene que ir al campo de quidditch —le dijo—. Bagman se encontrará allí para hablar de la tercera prueba.
— Gracias. — dijo Nymeria mirandole fijamente, enseguida se levantó de la silla.
— Voy a buscar a Harry, ¿Aún iremos a Hogsmeade?
— Si, aun es buena hora, podemos aprovechar el día. — respondió Daenyra sonriendo, la princesa le echó una mirada a Snape antes de salir y detrás de ella su gato. — Te veo abajo.
— Si. — dijo Nymeria atravesando la puerta.
— Pasa. — indico Daenyra con un moviento de cabeza, Severus nego con la cabeza.
— ¿Hogsmeade? — preguntó elevando una ceja.
— Si, vamos a celebrar mi cumpleaños. — respondió Daenyra con una sonrisa.
— ¿Vas a celebrar tu cumpleaños con un par de niños? — preguntó con una pizca de diversión.
— Si, ¿Qué hay de malo? — inquirió Daenyra juntando ambas cejas, Severus rió. — ¿Te estas burlando? No le veo nada malo, ademas será muy divertido.
— Un descuido y esos dos estarán por ahi besuqueandose…
— ¡Sev! — intervino dandole un leve golpe en el pecho. — son unos niños, mis niños, además irá Daella también.
— Por supuesto. —respondió sarcástico. — cambiando el tema, ¿recuerdas la información que me pediste? — Daenyra asintio. — no estabas tan lejos de tus teorias.
Aquella noche, a las ocho y media, Nymeria y Harry cruzaron el vestíbulo y se encontraron con Cedric, que salía de la sala común de Hufflepuff.
—¿Qué creen que será? —les preguntó, mientras bajaba con él la escalinata de piedra y salían a la oscuridad de una noche encapotada—. Fleur no para de hablar de túneles subterráneos: cree que tendremos que encontrar un tesoro.
—Eso no estaría mal —dijo Harry, pensando que sencillamente le pediría a Hagrid un escarbato para que hiciera el trabajo por él.
—Sería bastante divertido. — añadió Nymeria imaginando todo un camino lleno de pruebas y trampas.
Bajaron por la oscura explanada hasta el estadio de quidditch, entraron a través de una abertura en las gradas y salieron al terreno de juego.
—¿Qué han hecho? —exclamó Cedric indignado, parándose de repente.
El campo de quidditch ya no era llano ni liso: parecía que alguien había levantado por todo él unos muros largos y bajos, que serpenteaban y se entrecruzaban en todos los sentidos.
—¡Eh, hola! —los saludó una voz muy alegre.
Ludo Bagman estaba con Krum y Fleur en el centro del terreno de juego. Fleur sonrió a Harry: su actitud hacia él había cambiado por completo desde que había rescatado a su hermana del lago. Nymeria elevo una ceja.
—Bueno, ¿qué les parece? —dijo Bagman contento, —. Los setos están creciendo bien, ¿no? Dentro de un mes Hagrid habrá conseguido que alcancen los seis metros. No se preocupen —añadió sonriente, viendo la expresión de tristeza de Harry y Cedric—, ¡en cuanto la prueba finalice su campo de quidditch volverá a estar como siempre! Bien, supongo que ya habran adivinado en qué consiste la prueba, ¿no?
Pasó un momento sin que nadie hablara. Luego dijo Krum:
—Un laberinto.
—¡Eso es! —confirmó Bagman—. Un laberinto. La tercera prueba es así de sencilla: la Copa de los tres magos estará en el centro del laberinto. El primero en llegara ella recibirá la máxima puntuación.
—¿Simplemente tenemos que recorrer el laberinto? —preguntó Fleur.
—Sí, pero habrá obstáculos —dijo Bagman, dando saltitos de entusiasmo—. Hagrid está preparando unas cuantas criaturas... y tendran que romper algunos embrujos...
Ese tipo de cosas, ya se imaginan. Bueno, los campeones que van delante en puntuación saldrán los primeros. —Bagman dirigió a Cedric y Harry una amplia sonrisa—. Luego entrará la princesa, el señor Krum... y al final la señorita Delacour. Pero todos tendran posibilidades de ganar: eso dependerá de lo bien que superen los obstáculos. Parece divertido, ¿verdad?
— Definitivamente. — comentó Nymeria, la joven realmente esperaba una prueba así.
Harry, que conocía de sobra el tipo de animales que Hagrid buscaría para una ocasión como aquélla, pensó que no resultaría precisamente divertido.
—Muy bien. Si no tienen ninguna pregunta, volveremos al castillo. Está empezando a hacer frío…
— Que perdida de tiempo. — susurro Nymeria.
Harry tomó su mano, la rubia sonrío y ambos caminaron hacia la salida, hasta que Bagman los alcanzó. Tuvieron la impresión de que iba a volver a ofrecerle ayuda, pero justo entonces Krum se acerco a Nymeria.
—¿Podriamos hablar ? — Harry levantó una ceja.
—Sí, claro —contestó Nymeria.
—¿Te importa si es en otro lado?
— No…
— Si. — respondió Harry.
Krum guardo silencio y después dijo:
— Puedes venir. — dijo mirando a Harry. — No es nada malo.
—Te espero, ¿quieres, Harry? — preguntó Bagman.
—No, no hace falta, señor Bagman —respondió Harry —.Podré volver yo solo, gracias.
— Que hombre tan molesto. — murmuró Nymeria.
Nymeria, Harry y Krum dejaron juntos el estadio, pero Krum no tomó la dirección del barco de Durmstrang. En vez de eso, se dirigió hacia el bosque.
—¿Por qué vamos por aquí? —preguntó Harry al pasar ante la cabaña de Hagrid y el iluminado carruaje de Beauxbatons.
— Si, ¿Por qué? — preguntó Nymeria mirándolo fijamente.
—No quiero que nadie nos oiga —contestó simplemente Krum. Ambos se miraron.
Cuando por fin llegaron a un paraje tranquilo, a escasa distancia del potrero de los caballos de Beauxbatons, Krum se detuvo bajo los árboles y se volvió hacia los dos.
— Quisiera saber —dijo, mirándolo con el entrecejo fruncido— ¿Por qué Hermione de pronto a dejado de hablarme? ¿Les he hecho algo malo?
— ¿Qué? No. — respondió Nymeria rápidamente. — no sabía que había dejado de hablarte.
—Hermione habla mucho de ti —dijo Krum, mirándo a Harry con recelo.
—Sí —admitió Harry—, porque somos amigos.
— ¿Ustedes dos son pareja?.
— Si, pensé que ya era obvio. — aseguró Nymeria, el pelinegro sonrió.
Krum parecía algo más contento. Miró a Harry durante unos segundos y luego le dijo:
—Vuelas muy bien. Te vi en la primera prueba..
—Gracias —contestó Harry, sonriendo de oreja a oreja —. Yo te vi en los Mundiales de quidditch. El amago de Wronski... la verdad es que tú...
Pero algo se movió tras los árboles, Nymeria Harry se miraron, ambos tenían alguna experiencia del tipo de cosas que se escondían en el bosque, Harry agarró a Nymeria instintivamente y la jaló hacia atrás de él.
—¿Qué ha sido eso?
Harry negó con la cabeza, mirando al lugar en que algo se había movido, y metió la mano en la túnica para tomar la varita. Al instante, salió tambaleándose un hombre.
—¿Señor Crouch? — preguntó Nymeria abriendo sus ojos de par en par.
Por su aspecto se habría dicho que llevaba días de un lado para otro: a la altura de las rodillas, la túnica estaba rasgada y ensangrentada; tenía la cara llena de arañazos, sin afeitar y con señales de agotamiento, y tanto el cabello como el bigote, habitualmente impecables, reclamaban un lavado y un corte. Su extraña apariencia, sin embargo, no era tan llamativa como la forma en que se comportaba: murmuraba y gesticulaba, como si hablara con alguien que sólo él veía.
—¿No es uno de los miembros del tribunal? —preguntó Krum, mirando al señor Crouch—. ¿No es del Ministerio?
— Si. — afirmó Nymeria.
Harry asintió y, tras dudar por un momento, caminó lentamente hacia el señor Crouch, que, sin mirarlo, siguió hablando con un árbol cercano:
— Ten cuidado. — murmuró Nymeria.
—... y cuando hayas acabado, Weatherby, envíale a Dumbledore una lechuza confirmándole el número de alumnos de Durmstrang que asistirán al Torneo. Karkarov acaba de comunicarme que serán doce...
—Señor Crouch... —dijo Harry.
—... y luego envíale otra lechuza a Madame Máxime, porque tal vez quiera traer a algún alumno más, dado que Karkarov ha completado la docena... Hazlo, Weatherby,¿querrás? ¿Querrás? —El señor Crouch tenía los ojos desmesuradamente abiertos. Siguió allí de pie mirando al árbol, moviendo la boca sin pronunciar una palabra. Luego se tambaleó hacia un lado y cayó de rodillas.
—¡Señor Crouch! —exclamó Harry—, ¿se encuentra bien?
Los ojos le daban vueltas. Harry miró a Krum y a Nymeria, que lo había seguido hasta los árboles y observaba a Crouch asustados.
—¿Qué le pasa? — preguntó la rubia.
—Ni idea —susurró Harry—. Será mejor que vayas a buscar a alguien...
—¡A Dumbledore! —dijo el señor Crouch con voz ahogada. Agarró a Harry de la tela de la túnica y lo atrajo hacia él, aunque los ojos miraban por encima de su cabeza—. Tengo... que ver... a Dumbledore...
—De acuerdo —contestó Harry—. Si se levanta usted, señor Crouch, podemos ir al...
—He hecho... idioteces... —musitó el señor Crouch.
Los ojos se le movían desorbitados, y un hilo de baba le caía de la barbilla. Cada palabra que pronunciaba parecía costarle un terrible esfuerzo—. Tienes que... decirle a Dumbledore...
—Levántese, señor Crouch —le indicó Harry en voz alta y clara—. ¡Levántese y lo llevaré hasta Dumbledore!
El señor Crouch dirigió los ojos hacia él. —¿Quién... eres? —susurró.
—Soy alumno del colegio —contestó Harry.
—¿No eres de... él? —preguntó Crouch, y se quedó con la mandíbula caída.
—No —respondió, sin tener la más leve idea de lo que quería decir Crouch.
—¿De Dumbledore...?
—Sí.
Crouch tiraba de él hacia sí. Harry trató de soltarse, pero lo agarraba con demasiada fuerza.
—Avisa a... Dumbledore...
—Traeré a Dumbledore si me suelta —le dijo Harry—. Suélteme, señor Crouch, e iré a buscarlo.
—Gracias, Weatherby. Y, cuando termines, me tomaría una taza de té. Mi mujer y mi hijo no tardarán en llegar. Vamos a ir esta noche a un concierto con Fudge y su señora. —Crouch hablaba otra vez con el árbol, completamente ajeno de Harry, que se sorprendió tanto que no notó que lo había soltado—. Sí, mi hijo acaba de sacar doce TIMOS, muy pero que muy bien, sí, gracias, sí, sí que me siento orgulloso. Y ahora, si me puedes traer ese memorándum del ministro de Magia de Andorra, creo que tendré tiempo de redactar una respuesta...
— ¡Vamos, Nymeria, tenemos que encontrar a Dumbledore! ¡Quédate con él! —le dijo Harry a Krum—. Nosotros traeremos a Dumbledore, sé dónde está su despacho…
—Estas loco —repuso Krum en tono dubitativo, mirando a Crouch, que seguía hablando atropelladamente con el árbol, convencido de que era Percy.
—Ve, Harry yo me quedo aquí, es más rápido si vas solo. — pidió Nymeria.
— No. — dijo Harry comenzando a levantarse, pero su movimiento pareció desencadenar otro cambio repentino en el señor Crouch, que lo agarró fuertemente de las rodillas y lo tiró al suelo.
—¡No me... dejes! —susurró, con los ojos de nuevo desorbitados—. Me he escapado... Tengo que avisar... tengo que decir... ver a Dumbledore... Ha sido culpa mía, sólo mía... Bertha... muerta... sólo culpa mía... mi hijo... culpa mía... Tengo que decírselo a Dumbledore... Harry Potter... el Señor Tenebroso... más fuerte... Harry Potter…
—¡Le traera a Dumbledore si usted deja que me vaya, señor Crouch! — grito Nymeria intentado safar a Harry de su agarre. Miró a Krum—. Ayúdame, ¿quieres?
Como de mala gana, Krum avanzó y se agachó al lado del señor Crouch.
— ¿Ny?...
— Ve Harry ¡Ya!.
Harry se alejo del bosque corriendo y atravesó los terrenos del colegio, que estaban sumidos en la oscuridad.
Bagman, Cedric y Fleur habían desaparecido. Subió como un rayo la escalinata de piedra, atravesó las puertas de roble y se lanzó por la escalinata de mármol hacia el segundo piso. Cinco minutos después se precipitaba hacia una gárgola de piedra que decoraba el vacío corredor.
—«¡Sor... sorbete de limón!» —dijo jadeando.
Era la contraseña de la oculta escalera que llevaba al despacho de Dumbledore. O al menos lo había sido dos años antes, porque evidentemente había cambiado, ya que la gárgola de piedra no revivió ni se hizo a un lado, sino que permaneció inmóvil, dirigiendo a Harry su aterrorizadora mirada.
—¡Muévete! —le gritó Harry—. ¡Vamos!
Pero en Hogwarts las cosas no se movían simplemente porque uno les gritara: sabía que no le serviría de nada. Miró a un lado y otro del oscuro corredor. Quizá Dumbledore estuviera en la sala de profesores. Se precipitó a la carrera hacia la escalera.
—¡POTTER!
Snape acababa de salir de la escalera oculta tras la gárgola de piedra. El muro se cerraba a sus espaldas mientras hacía señas a Harry para que fuera hacia él.
—¿Qué hace aquí, Potter?
—¡Tengo que hablar con el profesor Dumbledore! —respondió, retrocediendo por el corredor y resbalando un poco al pararse en seco delante de Snape—. Es el señor Crouch... Acaba de aparecer... Está en el bosque... Pregunta...
—Pero ¿qué está diciendo? —exclamó Snape. —. ¿Qué tonterías son ésas?
—¡El señor Crouch! —gritó—. ¡El del Ministerio! ¡Está enfermo o algo parecido...! Está en el bosque y quiere ver a Dumbledore. ¡Por favor, deme la contraseña!
—El director está ocupado, Potter —dijo Snape.
—¡Tengo que decírselo a Dumbledore! —gritó.
—¿No me ha oído, Potter?
—Mire —le dijo enfadado—, Crouch no está bien... Está... está como loco... Dice que quiere advertir… Nymeria se quedo allí…
— ¿Qué?...
Tras Snape se volvió a abrir el muro. Apareció Dumbledore con una larga túnica verde y expresión de ligera extrañeza.
—¿Hay algún problema? —preguntó, mirando a Harry y Snape.
—¡Profesor! —dijo Harry, adelantándose a Snape—. El señor Crouch está aquí. ¡Está en el bosque, y quiere hablar con usted!
Harry esperaba que Dumbledore le hiciera preguntas pero, para alivio suyo, no fue así.
—Llévame hasta allí —le indicó de inmediato, y fue tras él por el corredor dejando a Snape junto a la gárgola, quien de inmediato tomó otra dirección.
—¿Qué ha dicho el señor Crouch, Harry? —preguntó Dumbledore cuando bajaban apresuradamente por la escalinata de mármol.
—Dice que quiere advertirle... Dice que ha hecho algo terrible... Menciona a su hijo... y a Bertha Jorkins... y... y a Voldemort... Dice algo de que Voldemort se hace fuerte...
—¿De veras? —dijo Dumbledore, y apresuró el paso para atravesar los terrenos.
—No se comporta con normalidad —comentó Harry, corriendo al lado de Dumbledore—. No parece que sepa dónde está. Habla como si creyera que Percy Weasley está con él, y de repente cambia y pide verlo a usted... Lo he dejado con Viktor Krum y Nymeria.
—¿Cómo? ¿Lo has dejado con Krum y la princesa Nymeria de paso? —exclamó Dumbledore bruscamente, y comenzó a dar pasos aún más largos. Harry tuvo que correr para no quedarse atrás—. ¿Sabes si alguien más ha visto al señor Crouch?
—Nadie —respondió—. Krum, Nymeria y yo estábamos hablando. El señor Bagman ya había acabado de explicarnos en qué consiste la tercera prueba, y nosotros nos quedamos atrás. Entonces vimos al señor Crouch salir del bosque.
—¿Dónde están? —preguntó Dumbledore, cuando el carruaje de Beauxbatons se hizo visible.
—Por ahí —contestó Harry adelantándose a Dumbledore y guiándolo por entre los árboles.
No se oía la voz de Crouch, pero sabía hacia dónde tenía que ir. No era mucho más allá del carruaje de Beauxbatons... más o menos por aquella zona...
— ¡Ny! ¡Viktor! —gritó Harry. No respondieron, una terrible angustia lo invadió de inmediato.
—Los dejé aquí —explicó—. Tienen que estar por aquí...
—¡Lumos! —dijo Dumbledore para encender la varita, y la mantuvo en alto.
El delgado foco de luz se desplazó de un oscuro tronco a otro, iluminando el suelo.
Y al final hizo visible un par de pies.
Harry y Dumbledore se acercaron aprisa. Krum estaba tendido en el suelo del bosque. Parecía inconsciente. No había ni rastro de Nymeria ni de Crouch. Dumbledore se inclinó sobre Krum y le levantó un párpado con cuidado.
El corazón de Harry se aceleró. — ¡Nymeria!
—Está desmayado —dijo Dumbledore voz suave. En las gafas de media luna brilló la luz de la varita cuando miró entre los árboles cercanos.
— Profesor Nymeria no está, si algo le paso….
— Tranquilízate —dijo Dumbledore rápidamente—. Quédate aquí. Levantó en el aire la varita y apuntó con ella a la cabaña de Hagrid. Harry vio que algo plateado salía de ella a gran velocidad y atravesaba por entre los árboles como un pájaro fantasmal. A continuación Dumbledore volvió a inclinarse sobre Krum, le apuntó con la varita y susurró:
—¡Enervate!
Krum abrió los ojos. Parecía confuso. Al ver a Dumbledore trató de sentarse, pero él le puso una mano en el hombro y lo hizo permanecer tumbado.
—¡Nos atacó! —murmuró Krum, llevándose una mano a la cabeza—. ¡Nos atacó el viejo loco!
— ¿Dónde está Nymeria? — preguntó Harry desesperado. — ¡Krum! ¿Dónde está Nymeria?
Algo desorientado señaló metros delante, Harry se echo a correr de inmediato, la princesa estaba inconsciente, el pelinegro comenzó a respirar más rápido de lo normal. — ¡Ny!. — exclamó preocupado. — ¡Profesor esta inconsciente! ¡ayúdeme por favor!
—Descansa un momento —le indicó Dumbledore a Krum.
Harry levantó a Nymeria en sus brazos, mientras le suplicaba qué abriera los ojos. Dumbledore se inclino y susurro la misma palabra que con Krum — ¡Enervate!
Segundos después Nymeria abrió lentamente sus ojos violetas, Harry respiro aliviado mientras Dumbledore le daba un par de palmadas en el hombro. La princesa se llevó una mano a la cabeza y miró confundida a Harry.
Quien la abrazo con fuerza.
Oyeron un ruido de pisadas antes de ver llegar a Hagrid jadeando, seguido por Fang. Llevaba su ballesta
—¡Profesor Dumbledore! —exclamó con los ojos muy abiertos—. ¡Harry! ¡Princesa!, ¿qué...?
—Hagrid, necesito que vayas a buscar al profesor Karkarov —dijo Dumbledore—. Han atacado a un alumno suyo. Cuando lo hayas hecho, ten la bondad de traer al profesor Moody.
—No hará falta, Dumbledore —dijo una voz que era como un gruñido sibilante—. Estoy aquí.
Moody se acercaba cojeando, apoyándose en su bastón y con la varita encendida.
—Maldita pierna —protestó furioso—. Hubiera llegado antes... ¿Qué ha pasado? Snape dijo algo de Crouch...
—¿Crouch? —repitió Hagrid sin comprender.
—¡Hagrid, por favor, ve a buscar a Karkarov! —exclamó Dumbledore bruscamente.
—Ah, sí... ya voy, profesor —dijo Hagrid, y se volvió y desapareció entre los oscuros árboles. Fang fue trotando tras él.
—No sé dónde estará Barty Crouch —le dijo Dumbledore a Moody—, pero es necesario que lo encontremos.
—Me pondré a ello —gruñó Moody. Sacó la varita, y penetró en el bosque cojeando.
Harry ayudo a Nymeria a ponerse de pie sin soltarla en ningún momento.
No volvieron a decir nada hasta que oyeron los inconfundibles sonidos de Hagrid y Fang, que volvían. Karkarov iba muy aprisa tras ellos. Llevaba su lustrosa piel plateada, y parecía nervioso y pálido.
—¿Qué es esto? —gritó al ver en el suelo a Krum, y a Dumbledore y Harry a su lado—. ¿Qué pasa?
—¡Me ha atacado! —dijo Krum, incorporándose en aquel momento y frotándose la cabeza—. El señor Crouch o como se llame.
—¿Que Crouch te atacó? ¿Que Crouch te atacó? ¿El miembro del tribunal?
—Igor... —comenzó Dumbledore.
—¡Traición! —gritó, señalando a Dumbledore—. ¡Es una confabulación! ¡Tú y tu Ministerio de Magia me habéis atraído con falsedades, Dumbledore! ¡No es una competición justa! ¡Primero cuelas a Potter y a Targaryen en el Torneo, a pesar de que no tienen la edad! ¡Ahora uno de tus amigos del Ministerio intenta dejar fuera de combate a mi campeón! ¡Todo este asunto huele a corrupción y a trampa, y tú, Dumbledore, tú, con el cuento de entablar lazos entre los magos de distintos países, de restablecer las antiguas relaciones, de olvidar las diferencias... mira lo que pienso de ti!
Karkarov escupió a los pies de Dumbledore. Con un raudo movimiento, Hagrid agarró a Karkarov por las pieles, lo levantó en el aire y lo estampo contra un árbol cercano.
—¡Pida disculpas! —le ordenó, mientras Karkarov intentaba respirar con el puño de Hagrid en la garganta y los pies en el aire.
—¡Déjalo, Hagrid! —gritó Dumbledore.
Hagrid retiró la mano.
—¡Hagrid, ten la bondad de acompañar a Harry y a Nymeria al castillo! —le dijo Dumbledore con brusquedad.
Resoplando de furia, Hagrid echó una dura mirada a Karkarov.
—Creo que sería mejor que me quedara aquí, director...
—Llevarás a Harry y a la princesa de regreso al colegio, Hagrid —le repitió Dumbledore con firmeza—. Lléva a Harry hasta la torre de Gryffindor y a Nymeria con su madre. Y, por favor nadie salga, Cualquier cosa que tal vez quisieras hacer... como enviar alguna lechuza... puede esperar a mañana, ¿me has entendido?
—Eh... sí —dijo Harry, mirándolo. ¿Cómo había sabido Dumbledore que precisamente estaba pensando en enviar a Pigwidgeon sin pérdida de tiempo a Sirius contándole lo sucedido?
—Dejaré aquí a Fang, director —dijo Hagrid, sin dejar de mirar amenazadoramente a Karkarov, que seguía despatarrado al pie del árbol, enredado con pieles y raíces—. Quieto, Fang. Vamos, Harry, Nymeria te ves algo mal, déjame ayudarte.
Caminaron en silencio, pasando junto al carruaje de Beauxbatons, y luego subieron hacia el castillo.
—Cómo se atreve —gruñó Hagrid cuando iban a la altura del lago—. Cómo se atreve a acusar a Dumbledore. Como si Dumbledore fuera a hacer algo así, como si él deseara tu entrada en el Torneo. Creo que nunca lo había visto tan preocupado como últimamente. ¡Y ustedes! —les dijo de pronto, enfadado, —. ¿Qué hacían paseando con ese maldito Krum? ¡Es de Durmstrang! ¿Y si les echa un maleficio? ¿Es que Moody no te ha enseñado nada? Imagina que te atrae a su propio...
—¡Krum no tiene nada de malo! —replicó Harry mientras entraban en el vestíbulo—. No ha intentado echarnos ningún maleficio. Sólo hemos hablado de Hermione.
—También tendré unas palabras con ella —declaró Hagrid ceñudo, pisando fuerte en los escalones—. Cuanto menos tengan que ver con esos extranjeros, mejor les irá. No se puede confiar en ninguno de ellos.
— Irónico. — murmuró Nymeria.
—Pues tú te llevabas muy bien con Madame Máxime —señaló Harry, disgustado.
—¡No me hables de ella! —contestó Hagrid, y su aspecto se volvió amenazador por un momento—. Trata de engatusarme para que le diga en qué va a consistir la tercera prueba. ¡Ja! ¡No hay que fiarse de ninguno!
— ¡Nymeria! ¡Harry!. — la voz de Daenyra los hizo girarse, llevaba puesta una bata color blanco y el cabello rizado suelto, corrió hasta ellos llena de angustia mientras Snape la observaba detras, Nymeria se echo a sus brazos rápidamente. — ¿Estás bien?
La princesa asintió con un nudo en la garganta. — Por lo siete… — murmuró Daenyra separándose.
— Por un momento me sentí de nuevo de ahí. — susurro recordando lo sucedido en el verano pasado, Dawnyra la volvió abrazar, Harry se sintió culpable y entonces recordó las palabras de Malfoy, tenía razón.
— Ven aqui, Harry. — pidió Daenyra, el obedeció dejándose abrazar por su madrina y entonces levantó la mirada encontrándose con la de Snape, había corrido avisarle, con eso confirmaba una cosa, ambos tenían algo en común y eran esas princesas con sangre de dragón.
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