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Capitulo 50

【 El Regreso de Canuto 】

El cabello plateado de Nymeria ondeaba en el aire mientras caminaba por los pasillos en dirección al gran comedor, recibiendo comentarios por parte de los demás alumnos, ella sonreía agradecida, pues en su totalidad cada palabra era positiva, cuando ingresó al comedor todo Gryffindor rodeaba a Harry y a Ron, se notaba como Harry le había cedido cierto protagonismo al pelirrojo, la princesa sonrió, apenas dio un paso para avanzar cuando toda la mesa de Slytherin se levantó a aplaudir.

La princesa le miró sorprendida y hasta cierto punto confundida. — Todo Slytherin concuerda con que merecías un lugar más arriba en la tabla, de no ser porque a ciertos participantes se les dan beneficios que a otros no. — comentó Malfoy viendo directamente a Harry, el pelinegro se puso de pie y por ende varios de Gryffindor también.

— Si tienes un problema conmigo puedes decirmelo, Malfoy. — dijo Harry en un tono bastante serio, los ojos violetas de Nymeria iban del rubio al pelinegro y viceversa.

— Ni siquiera dije un nombre y te quedó perfectamente el saco, Potter. — respondió Malfoy en tono de burla.—Sabes que es verdad, incluso Nyny me da la razón. — dijo mirándola, los ojos verdes de Harry chocaron con los de Nymeria, el rostro del pelinegro se lleno de angustia, ella no podía pensar eso, además el puntaje no había sido elección suya y solo era un tonto torneo.

— Harry no le hagas caso. — susurro Hermione tomándolo del brazo. — Nymeria... — suplico la castaña.

— Hermione tiene razón Harry, no lo escuches. — comentó Ron molesto y negando con la cabeza.

"Está tan acostumbrada a que le den todo que no lo va defender" —entre tanto murmullo y habladuría el más claro para Nymeria fue el de Ginny la hermana de Ron, la rubia desvió la mirada de Harry y atravesó con sus ojos a la pelirroja.

— A todo Slytherin, me siento muy honrada, les agradezco el apoyo y el reconocimiento, pero no hay que minimizar la participación de los demás concursantes,.quizá el resultado no era lo que esperaba pero no por ello voy a demeritar el esfuerzo de otro compañero, aún falta una prueba más, la princesa se... la princesa heredera de Dragonstone se encargará de dejar en alto nuestra casa. — La mesa de Slytherin se emocionó. — por favor eso de pelear dejenmelo a mi en las pruebas... ¿entendiste, Malfoy?

Todos regresaron a sus lugares, Malfoy le lanzó una última mirada a Harry y a Nymeria, la princesa por su parte, le sonrió al pelinegro camino hasta él y le pellizco la mejilla. — quita esa cara. — dijo Nymeria, los demás regresaron a su lugar.

— Por un momento creí que estabas molesta, ayer... —la princesa besó la mejilla de Harry.

— Molesta con el resultado más no contigo, me sentí un poco estresada no quise desquitarme contigo o los demás. — Harry sonrió, — ahora me gustaría escuchar la versión de Ron mientras desayuno.

— No, en realidad es muy parecida a la de Harry. — dijo Ron rápidamente, Nymeria sonrió al ver a Hermione negar.

—Juzguemos. — dijo la princesa sentándose en la mesa de Gryffindor.

Había empezado marzo, y el tiempo se hizo más seco, pero el viento era terrible.. Había retrasos en el correo porque el viento desviaba a las lechuzas del camino. Una lechuza parda casi le picotea la cabeza Daenyra cuando recibió una carta, el ave salió volando temiendo que la enviaran de vuelta.

La carta era de Sirius:

Ve al paso que hay al final de la carretera que sale de Hogsmeade (más allá de Dervish y Banges) el sábado a la una en punto de la tarde. Necesitamos hablar.

— ¿Ahora en que te metiste? —murmuró la princesa para sí misma.

Sirius también le había escrito a Nymeria y a Harry, quien plegó la carta, pensando. La verdad era que quería volver a ver a Sirius. De forma que fue a la última clase de la tarde (doble hora de Pociones) mucho más contento de lo que normalmente se sentía cuando bajaba la escalera que llevaba a las mazmorras.

Malfoy, Crabbe y Goyle habían formado un grupito a la puerta de la clase con la pandilla de chicas de Slytherin a la que pertenecía Pansy Parkinson. Todos miraban algo que Harry no alcanzó a distinguir, y se reían por lo bajo con muchas ganas. La cara de Pansy asomó por detrás de la ancha espalda de Goyle y los vio acercarse.

—¡Ahí están, ahí están! —anunció con una risa tonta, Nymeria rodo los ojos.

Harry vio que Pansy tenía en las manos un ejemplar de la revista Corazón de bruja. La foto con movimiento de la portada mostraba a una bruja de pelo rizado que sonreía enseñando los dientes y apuntaba a un bizcocho grande con la varita.

—¡A lo mejor encuentras aquí algo de tu interés, Granger! —dijo Pansy en voz alta, y le tiró la revista a Hermione, que la tomó algo sobresaltada.

En aquel momento se abrió la puerta de la mazmorra, y Snape les hizo señas de que entraran.

Hermione, Nymeria, Harry y Ron se encaminaron hacia su pupitre al final de la mazmorra. En cuanto Snape volvió la espalda para escribir en la pizarra los ingredientes de la poción de aquel día, Hermione y Nymeria se apresuraron a hojear la revista bajo el pupitre. Al fin, en las páginas centrales, encontró lo que buscaba. Harry y Ron se inclinaron un poco para ver mejor. Una fotografía en color de Harry encabezaba un pequeño artículo titulado

«La pena secreta de Harry Potter»:

Tal vez sea diferente. Pero, aun así, es un muchacho que padece todos los sufrimientos típicos de la adolescencia, nos revela Rita Skeeter. Privado de amor desde la trágica pérdida de sus padres, a sus catorce años Harry Potter creía haber encontrado consuelo en Hogwarts en su novia, la tan desagradable princesa Nymeria Targaryen, una joven extranjera con aires de superioridad.

Poco sospechaba que no tardaría en sufrir otro golpe emocional en una vida cuajada de pérdidas ¡Oh pobre Harry Potter!

La princesa invasora, una muchacha nada agraciada pero sí muy ambiciosa, parece sentir debilidad por los magos de buen nombre, debilidad que ni siquiera Harry ha podido satisfacer por sí solo. Por supuesto que se puede esperar de la hija de Daenyra Targaryen, una mujer sin escrúpulos que cambia de hombre cada que se le antoja, tan sin vergüenza es que no le importa su actual imagen de profesora sosteniendo una relación con su colega el profesor Severus Snape.

Ni hablar de la joven hija de muggles que la persigue como perro faldero por todo el colegio, quien no se ha separado del talentoso Viktor Krum, el buscador búlgaro y héroe de los últimos Mundiales de quidditch. Krum, que está abiertamente enamorado de la taimada señorita Granger, la ha invitado ya a visitarlo en Bulgaria durante las vacaciones de verano, no sin antes declarar que jamás había sentido lo mismo por ninguna otra chica.

Regresando con el pobre joven Harry Potter, debe estar desecho al percatarse de que su adorada novia, juega solo con sus inocentes sentimientos, pues la princesa invasora ha jugado también con los sentimientos del joven Draco Malfoy, quien oficialmente es su prometido.

Como es natural, los enredos amorosos están prohibidos en Hogwarts, y no cabe duda de que Albus Dumbledore estará interesado en investigar estas sospechas. Mientras tanto, las admiradoras de Harry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él.

— ¿Poco agraciada? — se quejó la rubia. — Puede insultarme de cualquier manera pero, ¿poco agraciada?

—¡Se los advertí! —les dijo Ron a Nymeria y a Hermione entre dientes, mientras la castaña seguía con la vista fija en el artículo—. ¡Les advertí que no debían molestarla! ¡Las ha presentado como una especie de... mujer fatal!

Hermione se echó a reír.

—¿Mujer fatal? —repitió, conteniendo la risa.

—Es como las llama mi madre —murmuró Ron, ruborizándose.

— Si Rita no es capaz más que de esto, es que está perdiendo sus habilidades —dijo Hermione, volviendo a reírse y dejando el número de Corazón de bruja sobre una silla vacía —. ¡Qué montón de basura!

— Si hay un montón de basura que involucra a mi madre, es natural que hable de mi, pero ¿de mi madre? — preguntó Nymeria extrañada. — Ni siquiera es cercana a ella, dioses, espero que mi padre no vaya a leerlo.

Los cuatro empezaron a sacar los ingredientes que necesitaban para la poción agudizadora del ingenio.

— Nyny tiene razón —dijo Hermione diez minutos después, deteniendo la mano de mortero sobre el almirez lleno de escarabajos—. ¿Cómo puede haberse enterado Rita Skeeter...?

—¿De qué? —se apresuró a preguntar Ron.

— ¿Cómo se habrá enterado de que Viktor Krum me ha invitado a visitarlo este verano?

Hermione se puso como un tomate al explicar esto, y evitó por todos los medios la mirada de Ron.

—¿Qué? —exclamó éste, dejando caer la mano de mortero, que hizo bastante ruido.

—Me lo pidió justo después de sacarme del lago —susurró Hermione—. Después de volver a transformarse la cabeza. La señora Pomfrey nos dio una manta a cada uno, y luego él me llevó aparte para que no pudieran oírnos, y me dijo que si no tenía nada pensado para el verano, tal vez me gustaría...

—¿Y qué le respondiste? —preguntó Ron, que había recuperado la mano de mortero y lo estaba usando sobre la mesa, sin apartar los ojos de Hermione.

— Y dijo que nunca había sentido lo mismo por ninguna otra chica —siguió Hermione, poniéndose tan colorada que en aquel momento Ron casi notaba el calor que desprendía—. Pero ¿cómo pudo oírlo Rita Skeeter? Ella no estaba por allí, ¿o sí? A lo mejor tiene una capa invisible, a lo mejor se infiltró en los terrenos del colegio para ver la segunda prueba...

—¿Y qué le respondiste tú? —repitió Ron, pegando tan fuerte con la mano de mortero que hizo una marca en el pupitre.

—Bueno, yo estaba demasiado ocupada intentando averiguar si ustedes estaban bien.

—Por fascinante que sea su vida social, señorita Granger —dijo una voz fría detrás de ellos—, le rogaría que no tratara sobre ella en mi clase. Diez puntos menos para Gryffindor.

— Nymeria también estaba hablando, que sean otros cinco menos para Slytherin. — reclamó Ron en un ataque de furia, un segundo después sus mejillas ardieron ahora de vergüenza.

— Jódete Weasley. – se defendió Nymeria, causando que Harry riera, ante el incómodo momento entre Hermione y Ron, y el rostro de indignación qué se había dibujado en la rubia.

Snape se había acercado sigilosamente a su pupitre mientras hablaban. Malfoy los observaba desde su mesa.

—¡Ah...! ¿También leyendo revistas bajo la mesa? —añadió Snape, tomando el ejemplar de Corazón de bruja los ojos de Nymeria se abrieron de par en par—. Otros diez puntos menos para Gryffindor... Ah, claro...—Los negros ojos de Snape relucieron al dar con el artículo de Rita Skeeter—. Potter tiene que estar al día de sus apariciones en la prensa...

— Profesor no creo que... — dijo Nymeria intentando impedir que Snape leyera la revista. – deba leer eso.

Pero comenzó a leer el artículo en voz alta. Harry se puso colorado poco a poco. Leído por Snape, el artículo sonaba diez veces peor. La divertida sonrisa de Snape se borró y el resto lo leyó en voz baja, Nymeria apretó los labios, los cuatro intercambiaron miradas en silencio.

— Bueno, creo que lo mejor será que los separe a los cuatro para que puedan pensar en sus pociones y olvidar por un momento sus enmarañadas vidas amorosas. Weasley, quédese donde está; señorita Granger, allá, con la señorita Parkinson; Potter, a la mesa que está enfrente de la mía. Muévase, ya.

Ron y Nymeria se miraron nerviosos.

Furioso, Harry echó los ingredientes y la mochila en el caldero, y lo llevó hasta la mesa vacía que había en la parte de delante de la mazmorra. Snape lo siguió, se sentó a su mesa y observó a Harry vaciando el caldero. Decidido a no mirarlo, Harry reanudó la tarea de machacar escarabajos, imaginando la cara de Snape en cada uno de ellos.

Nymeria no pudo evitar seguirlos con sus ojos violetas.

—Toda esta atención por parte de la prensa parece habérsele subido a la cabeza, que ya estaba bastante llena de presunción, Potter —dijo Snape en voz baja, cuando el resto de la clase había vuelto a lo suyo.

Harry no respondió. Sabía que Snape trataba de provocarlo, tal como había hecho en otras ocasiones. Sin duda, quería una excusa para quitarle a Gryffindor cincuenta puntos antes del final de la clase.

—Podrías tener la equivocada impresión de que todo el mundo mágico está pendiente de ti —siguió Snape, pasando a tutearlo y en voz tan baja que nadie más podía oírlo (Harry siguió machacando los escarabajos, aunque ya los había reducido a un polvo finísimo), — pero me da igual cuántas veces aparezca tu foto en los periódicos. Para mí, Potter, no eres más que un niño desagradable que cree estar por encima de las reglas.

Harry echó el polvo de escarabajo en el caldero y se puso a cortar las raíces de jengibre. Las manos le temblaban un poco, pero no levantaba los ojos, como si no oyera lo que Snape le decía.

— Así que te advertirá algo...

— ¿Es por ellas no?. — preguntó Harry de pronto parando de cortar las raíces de jengibre, Harry volteo y miro por encima del hombro a Nymeria, que los observaba con preocupación, después clavó sus ojos en el jengibre.

— La basura que Rita...

— Es por ellas. — afirmó Harry convencido. — le importan y por eso me castiga colocándome aquí, por mi culpa han escrito ese artículo, mismo que para ellas solo es más habladuría del montón, por dios tan solo hay que ser un ciego para no ver quienes son, pero a usted... le importan.

— Solo usa su cerebro para decir tonterías Potter. — Harry negó con la cabeza intentando no reír. — Todo lo que esa mujer escribió es mentira.

— Que alivio saberlo, no necesitan de su ayuda, no necesitan de su protección, no necesitan nada de usted — afirmó Harry orgulloso..

— Suficiente tengo con que hayas entrado a mi despacho a robar y encima influyeras sobre la joven Targaryen para copiar tus sucios pasos.

—¡Yo no me he acercado nunca a su despacho! —replicó Harry enojado. — Tampoco le dije nada a Nymeria.

—No me mientas —dijo Snape entre dientes, perforando a Harry con sus ojos negros—. Piel de serpiente arbórea africana, branquialgas... Tanto una como otra salieron de mi armario privado, y sé quién las robó.

Harry le devolvió la mirada a Snape, intentando no pestañear ni parecer culpable. La verdad era que él no le había robado ninguna de aquellas cosas. Era Hermione quien le había cogido la piel de serpiente arbórea africana cuando estaban en segundo: la necesitaban para la poción multijugos. Y, aunque aquella vez Snape había sospechado de Harry, no había podido demostrarlo. En cuanto a las branquialgas, era evidente que las había robado Dobby y tal vez... Nymeria.

—No sé de qué me habla —contestó Harry fríamente.

—¡No estabas en el dormitorio la noche en que entraron en mi despacho! —le dijo Snape en voz baja—. ¡Lo sé, Potter! ¡Y aunque Ojoloco Moody haya entrado en tu club de admiradores, no por eso toleraré tu comportamiento! Una nueva incursión nocturna en mi despacho, Potter, ¡y lo pagarás!

—Bien —repuso Harry con serenidad, volviendo a sus raíces de jengibre—, lo tendré en cuenta por si alguna vez siento impulsos de entrar.

Hubo un brillo en los ojos de Snape. Se metió la mano en la túnica negra, y por un momento Harry temió que sacara la varita y le echara una maldición allí mismo. Luego vio que lo que sacaba era un pequeño tarro de cristal con una poción que parecía agua. Harry la observó.

—¿Sabes qué es esto, Potter? —preguntó Snape, y sus ojos volvieron a brillar malévolamente.

—No —respondió Harry, aquella vez con total sinceridad.

—Es Veritaserum, una poción de la verdad tan poderosa que tres gotas bastarían para que descubrieras tus más íntimos secretos ante toda la clase —dijo Snape con la voz impregnada de odio—. Desde luego, el uso de esta poción está severamente controlado por normativa ministerial. Pero, si no vigilas tus pasos, podrías descubrir que mi mano se desliza subrepticiamente —movió un poco el tarro de cristal— hasta el jugo de calabaza de tu cena. Y entonces, Potter... sabremos si has estado o no en mi despacho.

Harry no dijo nada. Una vez más, volvió su atención a las raíces de jengibre, tomó el cuchillo y las partió en rodajas. No le hacía ni pizca de gracia lo de la poción de la verdad, y no dudaba de que Snape fuera capaz de echarla en el jugo. Reprimió un estremecimiento al imaginar todo lo que podría decir en ese caso. Aparte de meter en problemas a un montón de gente (para empezar, a Hermione y a Dobby), estaban todas las otras cosas que ocultaba... como el hecho de mantener contacto con Sirius y (las tripas le dieron un retortijón sólo de pensarlo) sus celos y temores. Metió también en el caldero las raíces de jengibre, preguntándose si debería tomar ejemplo de Moody y limitarse a beber de su propia petaca.

Llamaron a la puerta de la mazmorra.

—Pase —dijo Snape en su tono habitual.

Toda la clase miró hacia la puerta. Entró el profesor Karkarov y se dirigió a la mesa de Snape, enroscándose el pelo de la barbilla en el dedo. Parecía nervioso.

—Tenemos que hablar —dijo Karkarov abruptamente, cuando llegó hasta Snape. Parecía tan interesado en que nadie más entendiera lo que decía, que apenas movía los labios. Sin apartar los ojos de las raíces de jengibre, Harry trató de escuchar.

—Hablaremos después de clase, Karkarov... —susurró Snape, pero Karkarov lo interrumpió.

—Quiero hablar ahora, no quiero que te escabullas, Severus. Me has estado evitando.

—Después de clase —repitió Snape.

Con el pretexto de levantar una taza de medición para ver si había echado en ella suficiente bilis de armadillo, Harry les echó a ambos. Karkarov parecía sumamente preocupado, y Snape, molesto.

Karkarov permaneció detrás de la mesa de Snape durante el resto de la doble clase. Al parecer, quería evitar que Snape se le escapara al final. Interesado en escuchar lo que Karkarov tenía que decir, Harry derramó adrede su frasco de bilis de armadillo dos minutos antes de que sonara la campana, lo que le dio una excusa para agacharse tras el caldero a limpiar el suelo mientras el resto de la clase se dirigía ruidosamente hacia la puerta.

— Harry ¿que...? — el pelinegro jalo la mano de Nymeria y ella cayó junto a él.

— Shh. — le pidió, Nymeria observó por debajo de mesa a Hermione y a Ron salir.

— ¿Qué es eso tan urgente? —oyó que Snape le preguntaba a Karkarov en un susurro.

—Esto —dijo Karkarov.

Echando un vistazo por el borde del caldero, ambos vieron que Karkarov se subía la manga izquierda de la túnica y le mostraba a Snape algo situado en la parte interior del antebrazo.

—¿Qué te parece? —añadió Karkarov, haciendo aún el mismo esfuerzo por mover los labios lo menos posible—. ¿Ves? Nunca había estado tan clara, nunca desde...

—¡Tapa eso! —gruñó Snape, recorriendo la clase con los ojos.

—Pero tú también tienes que haber notado... —comenzó Karkarov con voz agitada.

—¡Podemos hablar después, Karkarov! —lo cortó Snape—. ¡Potter! ¡Nymeria! ¿Qué están haciendo?

—Limpiando la bilis de armadillo, profesor —contestó haciéndose el inocente, al tiempo que se levantaba y le enseñaba el trapo empapado que tenía en la mano.

— Yo... le ayudo y lo espero. — respondió Nymeria.

Karkarov giró sobre los talones y se quedo inmovil al ver llegar a Daenyra Targaryen,, algunos alumnos comenzaron a murmurar y reír mientras salían, el hombre la barrio de arriba abajo. — Debí intuirlo. — salió de la mazmorra a zancadas. Parecía tan preocupado como enojado.

Harry echó los libros y los ingredientes de Pociones en la mochila.

— Mamá ¿Qué haces aquí?—preguntó Nymeria.

— Necesito hablar con ustedes. — dijo sonriendo.

— Ay no. — dijo Nyny haciendo una mueca.

— Vamos a mi oficina...—los dos se apresuraron a salir — ¿Puedo saber qué está pasando?. — pregunto Daenyra levantando una ceja y clavando sus ojos violetas en Snape.

— Nada. — respondió Snape.

A las doce del día siguiente salieron del castillo bajo un débil sol plateado que brillaba sobre los campos. El tiempo era más suave de lo que había sido en lo que llevaban de año, y cuando llegaron a Hogsmeade los cuatro se habían quitado la capa y se la habían echado al hombro. En la mochila de Harry llevaban la comida que Sirius les había pedido: una docena de muslos de pollo, una barra de pan y un frasco de jugo de calabaza que les habían servido en la comida.

Fueron a Tiroslargos Moda a comprar un regalo para Dobby, y se divirtieron eligiendo los calcetines más extravagantes que vieron, incluido un par con un dibujo de estrellas doradas y plateadas y otro que chillaba mucho cuando empezaba a oler demasiado. A la una y media subieron por la calle principal, pasaron Dervish y Banges y salieron hacia las afueras del pueblo.

Caminaron hacia el pie de la montaña que dominaba Hogsmeade ahora acompañados de un perro blanco, doblaron una curva y vieron al final del camino unas tablas puestas para ayudar a pasar una cerca. Con las patas delanteras apoyadas en la tabla más alta y unos periódicos en la boca, un perro negro, muy grande y lanudo, parecía aguardarlos. Lo reconocieron enseguida.

Nymeria corrió al instante, Harry, Ron y Hermione sonrieron felices, el perro saltaba de felicidad.

—Hola, Sirius —saludó Harry, cuando llegaron hasta él.

El perro se apartó de Nymeria y se lanzó contra el perro blanco, quien le atino un golpe en la cabeza, ambos comenzaron a trotar por el campo cubierto de maleza que subía hacia el rocoso pie de la montaña. Nymeria, Harry, Ron y Hermione traspasaron la cerca y siguieron.

Sirius los condujo a la base misma de la montaña, donde el suelo estaba cubierto de rocas, y empezó a ascender por la ladera: un camino fácil para él y Daenyra, con sus cuatro patas; pero Nymeria, Harry, Ron y Hermione se quedaron pronto sin aliento. Siguieron subiendo tras Sirius durante casi media hora por el mismo camino pedregoso, empinado y serpenteante. El perro movía la cola mientras ellos sudaban bajo el sol. Harry le pidió su mochila a Nymeria, la princesa se negó al principio y después cedió, Hermione le echó una mirada a Ron, pero el pelirrojo artículo: — ¿Que?

Al final Sirius se perdió de vista, y, cuando llegaron al lugar en que había desaparecido, vieron una estrecha abertura en la piedra. Se metieron por ella con dificultad y se encontraron en una cueva fresca y oscura. Al fondo, atado a una roca, se hallaba el hipogrifo Buckbeak. Mitad caballo gris y mitad águila gigante, sus fieros ojos naranja brillaron al verlos. Los cuatro se inclinaron notoriamente ante él, y, después de observarlos por un momento, Buckbeak dobló sus escamosas rodillas delanteras y permitió que Hermione se acercara y le acariciara el cuello con plumas. Harry, sin embargo, miraba al perro negro que peleaba con el blanco.

— ¿Sigues molesta eh? — inquirió Sirius volviendo a la normalidad quitándose de la boca los números atrasados de El Profeta y haberlos echado al suelo de la cueva, mientras Daenyra le propiciaba una mordida juguetona y despues le pego en la cara al menear la cola.

Sirius llevaba puesta una túnica gris andrajosa, y estaba muy delgado.

—¡Pollo! —exclamó con voz ronca.

Harry sacó de la mochila el pan y el paquete de muslos de pollo y se lo entregó.

—Gracias —dijo Sirius, que lo abrió de inmediato, tomo un muslo y se puso a devorarlo sentado en el suelo de la cueva—. No quiero robar demasiada comida en Hogsmeade, porque llamaría la atención.

— No fue buena idea que salieras de Dragonstone. — comentó Nymeria con tristeza. — estás muy delgado.

Sonrió a su hija. — Estoy bien, niña.

—¿Qué haces aquí, Sirius? —le preguntó Harry.

—Cumplir con mi deber de padre y padrino —respondió Sirius—. No te preocupes por mí: me hago pasar por un perro vagabundo de muy buenos modales.

Seguía sonriendo; pero, al ver la cara de preocupación de Nymeria y Harry, dijo más seriamente:

—Quiero estar cerca. Tu última carta... Bueno, digamos simplemente que cada vez tengo más sospechas. Voy recogiendo los periódicos que la gente tira, y, a juzgar por las apariencias, no soy el único que empieza a preocuparse...

Señaló con la cabeza los amarillentos números de El Profeta que estaban en el suelo. Ron los tomó y los desplegó.

—¿Y si te atrapan? ¿Qué pasará si te descubren? — preguntó Nymeria.

— Ustedes y Dumbledore son los únicos por aquí que saben que soy un animago —dijo Sirius, encogiéndose de hombros y siguiendo con el pollo.

Ron le dio un codazo a Harry y le pasó los ejemplares de El Profeta. Eran dos: el primero llevaba el titular «La misteriosa enfermedad de Bartemius Crouch»; el segundo,

«La bruja del Ministerio sigue desaparecida. El ministro de Magia se ocupa ahora personalmente del caso».

Harry miró el artículo sobre Crouch. Las frases le saltaban a los ojos: «No se le ha visto en público desde noviembre... la casa parecía desierta... El Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas rehúsa hacer comentarios... El Ministerio se niega a confirmar los rumores de enfermedad crítica...»

—Suena como si se estuviera muriendo —comentó Harry—. Pero no puede estar tan enfermo si se ha colado en Hogwarts...

—Mi hermano es el ayudante personal de Crouch —informó Ron a Sirius—. Dice que lo que tiene Crouch se debe al exceso de trabajo.

—Eso sí, la última vez que lo vi de cerca parecía enfermo —añadió Harry pensativamente, sin dejar el periódico—. La noche en que salió mi nombre del cáliz...

—Se está llevando su merecido por despedir a Winky —dijo Hermione con frialdad. Estaba acariciando a Buckbeak, que mascaba los huesos de pollo que Sirius iba dejando—. Apuesto a que se arrepiente de haberlo hecho. Apuesto a que ahora que ella no está para cuidarlo se da cuenta de lo que valía.

—Hermione está obsesionada con los elfos domésticos —le explicó Ron a Sirius, dirigiendo a Hermione una mirada severa.

Pero Sirius parecía interesado.

—¿Crouch despidió a su elfina doméstica?

—Sí, en los Mundiales de quidditch —repuso Harry, y se puso a contar la historia de la aparición de la Marca Tenebrosa y de que habían encontrado a Winky con la varita de él en la mano, y del enojo del señor Crouch. La lobita de pelaje blanco se sentó a escuchar interesada.

Cuando Harry hubo concluido, Sirius se puso de nuevo en pie y comenzó a pasear de un lado a otro de la cueva.

—A ver si lo he entendido todo bien —dijo después de un rato, blandiendo un nuevo muslo de pollo—. Primero visteis en la tribuna principal a la elfina, que le estaba guardando un sitio a Crouch, ¿no es así?

—Sí —respondieron los cuatro al mismo tiempo.

— Pero Crouch no apareció en todo el partido.

—No —confirmó Harry—. Me parece que dijo que había estado muy ocupado.

Sirius paseó en silencio por la cueva. Luego preguntó:

—¿Miraste en los bolsillos si estaba la varita después de dejar la tribuna principal, Harry?

— Eh... —Harry intentó recordar—. No —contestó por fin—. No la necesité antes de llegar al bosque. Entonces metí la mano en el bolsillo, y lo único que encontré fueron los omniculares. —Miró a Sirius—. ¿Crees que el que hizo aparecer la Marca Tenebrosa me robó la varita en la tribuna principal?

—Tal vez —dijo Sirius.

—¡Winky no robó esa varita! —aseguró Hermione.

—La elfina no estaba sola en la tribuna principal, ¿verdad? —dijo Sirius frunciendo el entrecejo mientras seguía paseando—. ¿Quién más estaba sentado detrás de ti?

—Mucha gente —explicó Nymeria—. Funcionarios búlgaros... Cornelius Fudge... los Malfoy...

—¡Los Malfoy! —exclamó Ron de repente, tan alto que su voz retumbó en la cueva. Buckbeak sacudió la cabeza nervioso—. ¡Seguro que fue Lucius Malfoy!

—¿Nadie más?

—Nadie —dijo Harry.

—Sí, había alguien más: Ludo Bagman —recordó Hermione.

—¡Ah, sí...!

—No sé nada de Bagman, salvo que fue golpeador en las Avispas de Wimbourne —comentó Sirius, sin dejar de pasear—. ¿Cómo es?

—Se empeña en ofrecer ayuda para el Torneo de los tres magos.

—Para mi es alguien bastante extraño. —confesó Nymeria.

—¿De verdad? —El ceño de Sirius se hizo más profundo—. ¿Por qué lo hará?

—Dice que tiene debilidad por mí.

—Mmm. —Sirius se quedó pensativo.

—Lo vimos en el bosque justo antes de que apareciera la Marca Tenebrosa —le dijo Hermione a Sirius—. ¿Se acuerdan? —añadió volviéndose a sus amigos.

—Sí, pero no se quedó en el bosque —observó Ron—. En cuanto le hablamos del altercado, se fue al campamento.

—¿Cómo lo sabes? —objetó Hermione—.¿Cómo sabes adónde fue a desaparecer?

—¡Vamos! —exclamó Ron en tono escéptico—. ¿Es que crees que fue Bagman el que hizo aparecer la Marca Tenebrosa?

—Antes sospecho de él que de Winky —replicó Hermione con testarudez.

—Ya te lo he dicho —señaló Ron, dirigiendo a Sirius una significativa mirada—, está obsesionada con los elfos dom...

Pero Sirius levantó la mano para que se callara.

—¿Qué hizo Crouch después de que apareció la Marca Tenebrosa y de que hubieron descubierto a su elfina con la varita de Harry?

—Se fue a mirar entre los arbustos —explicó Harry—, pero no encontró a nadie

más.

—Claro —susurró Sirius, paseando de un lado a otro—, claro, quería encontrar a cualquier otro que no fuera su elfina doméstica... ¿Y entonces la despidió?

—Sí —contestó Hermione muy acalorada—, la despidió sólo porque no se había quedado en la tienda y dejado que la pisotearan.

—¡Deja en paz a la elfina, Hermione! —le dijo Ron.

Pero Sirius negó con la cabeza.

—Ella ha calado a Crouch mejor que tú, Ron. Si quieres saber cómo es alguien, mira de qué manera trata a sus inferiores, no a sus iguales.

Se pasó una mano por la cara sin afeitar, intentando pensar.

—Todas esas ausencias de Barty Crouch... Se toma la molestia de enviar a su elfina doméstica para que le guarde un asiento en los Mundiales, pero no aparece para ver el partido; trabaja muy duro para restaurar el Torneo, y luego también se ausenta... Nada de eso es propio de él. Si antes de esto había dejado alguna vez de ir al trabajo por enfermedad, me como a Buckbeak.

—¿Conoces a Crouch, entonces? —le preguntó Harry.

La cara de Sirius se ensombreció. De pronto pareció tan amenazador como la noche en que Harry lo había visto por primera vez, cuando aún creía que era un asesino.

—Conozco a Crouch muy bien —dijo en voz baja—. Fue el que ordenó que me llevaran a Azkaban... sin juicio.

—¿QUE? — exclamó Daenyra. — ¿Cómo es que eso no me lo dijiste?

—¡Bromeas! —dijo Harry.

—No, no bromeo Crouch era director del Departamento de Seguridad Mágica, ¿no lo sabíais? —respondió Sirius -- .y a ti te explicaría si tan solo me dejaras...

—Todos pensaban que sería el siguiente ministro de Magia — dijo Daenyra vagamente.

—.Barty Crouch es un gran mago y está sediento de poder. Ah, no, nunca apoyó a Voldemort —añadió Sirius —. No, Barty Crouch fue siempre un declarado enemigo del lado tenebroso. Pero, entonces, había un montón de gente que estaba también contra el lado tenebroso....

Sirius sonrió un instante. Paseó unos momentos por la cueva, y luego empezó a hablar

—: Imaginen que Voldemort está ahora mismo en su momento de máximo poder. No saben quiénes lo apoyan, no saben quién es de los suyos y quién no, pero saben que puede controlar a la gente para que haga cosas terribles sin poder evitarlo. Tienen miedo por ustedes mismos, por su familia y por sus amigos. Cada semana llegan las noticias de nuevas muertes, nuevas desapariciones, nuevas torturas... El Ministerio de Magia está sumido en el caos, no sabe qué hacer, intenta que los muggles no se den cuenta de nada, pero, entre tanto, también van muriendo muggles. El terror, el pánico y la confusión cunden por todas partes... Así estaban las cosas.

»Bueno, esas situaciones sacan a la luz lo mejor de algunas personas y lo peor de otras. Las intenciones de Crouch tal vez fueran buenas al principio, no lo sé. Ascendió rápidamente en el Ministerio y empezó a aplicar medidas muy duras contra los partidarios de Voldemort. Concedió nuevos poderes a los aurores: por ejemplo, permiso para matar en vez de capturar. Y yo no fui el único al que entregaron a los dementores sin juicio previo. Crouch empleó la violencia contra la violencia, y autorizó el uso de las maldiciones imperdonables contra los sospechosos. Diría que llegó a ser tan cruel y despiadado como los que estaban en el lado tenebroso. Tenía sus partidarios, por supuesto: mucha gente que pensaba que aquél era el mejor modo de hacer las cosas, y muchos magos y brujas pedían que asumiera el poder como nuevo ministro de Magia. Cuando desapareció Voldemort, parecía que era sólo cuestión de tiempo que Crouch ocupará el cargo más alto del escalafón, pero entonces sucedió algo bastante inoportuno. —Sirius sonrió con tristeza—. El propio hijo de Crouch fue descubierto con un grupo de mortífagos que se las habían arreglado para salir de Azkaban. Según parecía, buscaban a Voldemort para restaurar su poder.

—¿Atraparon al hijo de Crouch? —preguntó Nymeria.

—Sí —contestó Sirius, tirándole a Buckbeak el hueso de pollo —. Un golpe duro para Barty, me imagino. Tal vez debería haber dedicado más tiempo a la familia, tal vez debería haber trabajado algo menos y vuelto a su casa antes, de vez en cuando, para conocer a su propio hijo.

—¿Su propio hijo era un mortífago? — preguntó Harry.

—No lo sé realmente —repuso Sirius, metiéndose más pan en la boca—. Yo ya estaba en Azkaban cuando lo llevaron. Éstas son cosas que en su mayor parte he averiguado después de haber salido. Desde luego, el muchacho fue descubierto en compañía de gente que me apostaría el cuello a que eran mortífagos, pero tal vez sólo estuviera en el lugar equivocado en el momento equivocado, como la elfina doméstica.

—¿Intentó liberar a su hijo? —susurró Hermione.

Sirius soltó una risa que sonó casi como un ladrido.

—¿Liberar a su hijo? ¡Creía que habías entendido cómo es, Hermione! Quería apartar del camino todo lo que pudiera manchar su reputación; había dedicado su vida entera a escalar puestos para llegar a ministro de Magia. Ya lo viste despedir a su elfina doméstica porque lo había vuelto a asociar con la Marca Tenebrosa... ¿No te da eso a entender cómo es? El amor paternal de Crouch se limitó a concederle un juicio y, según parece, no fue más que una oportunidad para demostrar lo mucho que aborrecía al muchacho... Luego lo mandó directamente a Azkaban.

—¿Entregó a su propio hijo a los dementores? —preguntó Harry en voz baja.

—Sí —respondió Sirius —. Vi cuando los dementores lo condujeron, los vi a través de los barrotes de mi celda. Lo metieron en una cercana a la mía. No tendría más de diecinueve años. Al caer la noche gritaba llamando a su madre. Al cabo de unos días se calmó, sin embargo... Todos terminan calmándose... salvo cuando gritan en sueños.

Por un momento, al rememorar la prisión, la mirada triste de Sirius resultó más triste que nunca, Daenyra bajo la mirada con tristeza.

—Entonces, ¿sigue en Azkaban? —inquirió Harry.

—No —contestó Sirius con voz apagada—. No, ya no está allí. Murió un año después de entrar.

—¿Murió? — preguntó Nymeria.

—No fue el único —dijo Sirius con amargura—. La mayoría se vuelven locos, y muchos terminan por dejar de comer. Pierden la voluntad de vivir. Se sabía cuándo iba a morir alguien porque los dementores lo sentían, se excitaban. El muchacho parecía bastante enfermo cuando llegó. Como Crouch era un importante miembro del Ministerio, él y su mujer pudieron visitarlo en el lecho de muerte. Fue la última vez que vi a Barty Crouch, casi llevando a rastras a su mujer cuando pasaron por delante de mi celda. Según parece, ella murió también poco después. De pena. Se consumió igual que el muchacho. Crouch no fue a buscar el cadáver de su hijo. Los propios dementores lo enterraron junto a la fortaleza: yo los vi hacerlo.

—Y de esa forma Crouch lo perdió todo justo cuando parecía que ya lo había alcanzado —continuó —. Había sido un héroe, preparado para convertirse en ministro de Magia; y un instante más tarde su hijo había muerto, su mujer también, el nombre de su familia estaba deshonrado y, según he escuchado después de salir de la cárcel, su popularidad había caído en picado. Cuando el chico murió, a la gente empezó a darle pena y se preguntaron por qué un chico de tan buena familia se había descarriado de aquella manera. La respuesta que encontraron fue que su padre nunca se había preocupado mucho por él. Y por eso el cargo lo consiguió Cornelius Fudge, y a Crouch lo relegaron al Departamento de Cooperación Mágica Internacional.

—Moody dice que Crouch está obsesionado con atrapar magos tenebrosos —le dijo Harry a Sirius.

—Sí, he oído que se ha convertido en una especie de manía suya —repuso Sirius, asintiendo con la cabeza—. Seguramente piensa que todavía tiene esperanzas de recobrar su antigua popularidad si atrapa algún mortífago.

—¡Y se coló en Hogwarts para registrar el despacho de Snape! —exclamó Ron eufórico, mirando a Hermione.

—Sí, y eso no tiene ningún sentido —dijo Sirius.

—¡Claro que lo tiene! —exclamó Ron emocionado.

Pero Sirius negó con la cabeza.

—Mira, si Crouch quiere investigar a Snape, ¿por qué no va a las pruebas del Torneo? Sería una excusa ideal para hacer visitas regulares a Hogwarts y tenerlo vigilado.

—O sea, que crees que Snape se trae algo entre manos —dijo Nymeria, pero Hermione lo interrumpió:

—Me da igual lo que digan. Dumbledore confía en Snape... y la profesora... — Nymeria le cubrió la boca con la mano.

—¿Confías en Snape? — preguntó Sirius disgustado mirando a Daenyra.

— No me hagas hablar. — comentó la rubia.

—Vamos, Hermione —dijo Ron impaciente—, ya sabemos que Dumbledore es muy inteligente y todo eso, pero siempre es posible que Snape sea un mago tenebroso realmente listo que lo pueda engañar.

—Entonces, ¿por qué Snape salvó a Harry la vida en primero, eh? ¿Por qué no lo dejó morir?

—No lo sé. A lo mejor le daba miedo que Dumbledore lo pusiera de patitas en la calle.

—¿Qué piensas tú, Sirius? —preguntó Harry, y Ron y Hermione dejaron de discutir para escuchar.

—Pienso que los dos tenéis algo de razón —contestó Sirius, mirando pensativamente a Daenyra —. En cuanto supe que Snape daba clase aquí me pregunté por qué Dumbledore lo había contratado. Snape siempre ha sentido fascinación por las artes oscuras; ya en el colegio era famoso por ello. Era un idiota empalagoso de pelo grasiento —añadió, y Harry y Ron se sonrieron el uno al otro—. Cuando llegó al colegio conocía más maldiciones que la mayoría de los que estaban en séptimo, y formó parte de una pandilla de Slytherin que luego resultaron casi todos mortífagos. —Sirius levantó los dedos y comenzó a contar con ellos los nombres—. Rosier y Wilkes: a los dos los mataron los aurores un año antes de la caída de Voldemort; los Lestrange, que son matrimonio, están en Azkaban; Avery, del que he oído que se quitó de en medio diciendo que había actuado bajo los efectos de la maldición imperius, todavía anda suelto. Pero, que yo sepa, contra Snape no hubo denuncias. No es que eso signifique gran cosa: son muchos los que nunca fueron atrapados. Y desde luego Snape es lo bastante listo y astuto para mantenerse al margen de los problemas.

—Snape conoce muy bien a Karkarov, pero lo disimula —dijo Ron.

—¡Sí, tendrías que haber visto la cara que puso Snape cuando Karkarov entró ayer en Pociones! —se apresuró a añadir Harry—. Karkarov quería hablar con Snape, y lo acusó de estar evitándose. Parecía realmente preocupado. Le mostró a Snape algo que tenía en el brazo, pero no vi qué era.

—¿Que le mostró a Snape algo que tenía en el brazo? —repitió Sirius, desconcertado.—. Bueno, no tengo ni idea de qué puede ser... pero si Karkarov está de verdad preocupado y acude a Snape en busca de soluciones... —Sirius miró la pared de la cueva, y luego hizo una mueca de frustración—. Aún queda el hecho de que Dumbledore confía en Snape, y ya sé que Dumbledore confía en personas de las que otros no se fiarían, pero no creo que le permitiera dar clase en Hogwarts si hubiera estado alguna vez al servicio de Voldemort.y el hecho de que mi esposa aun confia en el. ¿Algo que quieras añadir?

—Entonces, ¿por qué están tan interesados Moody y Crouch en su despacho? — preguntó Nymeria desviando la atención. .

—Bueno —dijo Sirius pensativamente—, no me extrañaría que Ojoloco hubiera entrado en el despacho de todos los profesores en cuanto llegó a Hogwarts. Se toma la Defensa Contra las Artes Oscuras muy en serio. No creo que confíe absolutamente en nadie, y no me sorprende después de todo lo que ha visto. Sin embargo, tengo que decir una cosa de Moody, y es que nunca mató si podía evitarlo: siempre cogía a todo el mundo vivo si era posible. Era un tipo duro, pero nunca descendió al nivel de los mortífagos. Crouch, en cambio, es harina de otro costal... ¿Estará de verdad enfermo? Si lo está, ¿cómo hace el esfuerzo de entrar en el despacho de Snape? Y si no lo está... ¿qué se trae entre manos? ¿Qué era tan importante en los Mundiales para que no apareciera en la tribuna principal? ¿Y qué ha estado haciendo mientras se suponía que tenía que juzgar las pruebas del Torneo?

Sirius levantó la vista y miró a Ron.

—Dices que tu hermano es el ayudante personal de Crouch... ¿Podrías preguntarle si ha visto a Crouch últimamente?

—Puedo intentarlo —respondió Ron dudando—. Pero mejor que no parezca que sospecho que Crouch puede estar tramando algo chungo. Percy lo adora.

—¿Y podrías intentar averiguar si tienen alguna pista sobre Bertha Jorkins? —dijo Sirius, señalando el segundo ejemplar de El Profeta.

—Bagman me dijo que no —observó Harry.

—Sí, lo citan en este artículo —dijo Sirius, señalando el periódico con un gesto de cabeza—. Se toma a broma lo de Bertha, y comenta su mala memoria. Bueno, puede que haya cambiado desde que yo la conocí, pero la Bertha de entonces no era nada olvidadiza, todo lo contrario. No tenía muchas luces, pero sí una memoria excelente para el chismorreo. Eso le daba un montón de problemas, porque nunca sabía tener la boca cerrada. Me imagino que en el Ministerio de Magia sería más un estorbo que otra cosa. Tal vez por eso Bagman no se ha molestado demasiado en buscarla...

Sirius exhaló un profundo suspiro y se frotó los ojos.

—¿Qué hora es?

Harry miró el reloj. Luego recordó que no funcionaba desde que se había sumergido en el lago.

—Son las tres y media —informó Hermione.

—Será mejor que vuelvan al colegio —dijo Sirius, poniéndose en pie—. Ahora escuchen —Le dirigió a Harry y a Nymeria una mirada especialmente dura—. No quiero que se escapen del colegio para venir a verme, ¿de acuerdo? Conformense con enviarme notas. Sigo queriendo conocer cualquier cosa rara que ocurra. Pero no salgas de Hogwarts sin permiso: resultaría una oportunidad ideal para atacarte.

—Nadie ha intentado atacarme hasta ahora, salvo un dragón y un par de grindylows —contestó Harry, Nymeria rio.

Pero Sirius lo miró con severidad.

— Ya ha pasado Nymeria no dudo que intenten lo mismo Harry. — los ojos verdes de Harry se desviaron a la princesa, al igual que Ron y Hermione. — No respiraré tranquilo hasta que el Torneo haya finalizado, y eso no será hasta junio. Daenyra ... así como confias en Snape, confía en mí o incluso más.

—Eso intento.

—Iré con ustedes hasta la entrada del pueblo —dijo—, a ver si me puedo hacer con otro periódico.

Antes de salir de la cueva volvió a transformarse en el perro grande y negro igual que Daenyra, y todos juntos descendieron por la ladera de la montaña, cruzaron el campo pedregoso y volvieron al punto de la cerca donde estaban las tablas para pasarla con más facilidad. Allí les permitió que le dieran unas palmadas en el cuello en señal de despedida, antes de volverse y salir para dar una vuelta por los alrededores del pueblo.

Los cuatro y un perro blanco emprendieron el camino de vuelta al castillo pasando de nuevo por Hogsmeade.

—Me pregunto si Percy sabrá todo eso de Crouch —dijo Ron, de camino al castillo—. Pero a lo mejor le da igual... a lo mejor lo admiraría más por ello. Sí, Percy adora las normas. Diría que Crouch se negó a saltárselas incluso por su propio hijo.

—Percy no entregaría a los dementores a nadie de su familia —afirmó Hermione severamente.

—No lo sé —dijo Ron—. Si pensara que nos interponíamos en su camino de ascenso... Percy es muy ambicioso, ¿sabes?

Subieron la escalinata de piedra de acceso al castillo, y, al entrar en el vestíbulo, les llegó un delicioso olor a comida procedente del Gran Comedor.

—¡Pobre Canuto! —dijo Ron, suspirando—. Tiene que quererlos mucho, ¡Imagínate vivir a base de basura, sin comida!

Ron y Hermione se adelantaron junto a Daenyra, quien les lanzó una mirada reconfortante.

— Solo ella sabrá sus razones para confiar en Snape, — comentó Nymeria.

— Ny... — la princesa levantó la mirada de pronto Harry la abrazó con fuerza, Nymeria no comprendía del todo aquel arrebato, pero se dejó querer correspondiendo el abrazo.

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