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Capitulo 47
【 La primicia de Rita Skeeter 】
Todavía había una pequeña capa de nieve alrededor del colegio, y las ventanas del invernadero estaban cubiertas que no se podía ver nada en la clase de Herbología. Con aquel tiempo nadie tenía muchas ganas de que llegara la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, aunque, como dijo Ron, los escregutos seguramente los harían entrar en calor, ya fuera por tener que cazarlos o porque arrojarían fuego con la suficiente intensidad para prender la cabaña de Hagrid.
Sin embargo, al llegar a la cabaña de su amigo encontraron ante la puerta a una bruja anciana de pelo gris muy corto.
—Dense prisa, vamos, ya hace cinco minutos que sonó la campana. — les gritó al verlos acercarse a través de la nieve.
—¿Quién es usted? — le preguntó Harry mirándola fijamente — ¿Dónde está Hagrid?
— Soy la profesora Grubbly-Plank — dijo con entusiasmo — la sustituta temporal de su profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas.
— ¿Dónde está Hagrid? — repitió Harry.
— Está indispuesto — respondió la mujer.
Hasta los oídos de Harry llegó una risa apenas audible pero desagradable. Se volvió. Estaban llegando Draco Malfoy y el resto de los de Slytherin. Todos parecían contentos, y ninguno se sorprendía de ver a la profesora Grubbly- Plank con excepción de una joven de cabellos platinados.
— ¿Qué sucede? ¿Dónde esta Hagrid?. — le pregunto a Harry, este negó con la cabeza en señal de que no lo sabía, Nymeria noto un poco de preocupación en sus ojos.
— Por aquí, por favor. — les dijo la profesora.
Harry, Nymeria, Ron y Hermione la siguieron volviendo la vista atrás, a la cabaña de Hagrid. Habían corrido todas las cortinas. ¿Estaba allí Hagrid, solo y enfermo?
—¿Qué le pasa a Hagrid? —preguntó Harry, apresurándose para poder alcanzar a la profesora Grubbly-Plank.
— No te importa — respondió ella, como si pensara que él trataba de molestar.
— Sí me importa —replicó Harry —. ¿Qué le pasa?
La bruja no le hizo caso. Los condujo al otro lado del potrero, donde descansaban los caballos de Beauxbatons, amontonados para protegerse del frío, y luego hacia un árbol que se alzaba en el lindero del bosque. Atado a él había un unicornio grande y muy bello.
—¡Qué hermoso! — susurró Lavender Brown —. ¿Cómo lo atraparía? ¡Dicen que son sumamente difíciles de atrapar!
El unicornio era de un blanco tan brillante que a su lado la nieve parecía gris. Piafaba nervioso con sus cascos dorados, alzando la cabeza rematada en un largo cuerno.
— Es precioso. — susurro Nymeria maravillada y avanzo a pasos lentos hasta el frente.
— Ny... — la llamo Harry intentando seguirla.
— ¡Los chicos que se echen atrás! —exclamó la profesora Grubbly-Plank, apartándolos con un brazo que le pegó a Harry en el pecho — Los unicornios prefieren el toque femenino. Que las chicas pasen delante y se acerquen con cuidado. Vamos, despacio...
Ella y las chicas se adelantaron a Nymeria, dejando a los chicos junto a la valla del potrero, observando.
— Con cuidado... — el unicornio se echo para atrás. — atrás, se siente un poco asustado.
La princesa intento acercarse, pero se al percatarse de que el unicornio la miraba fijamente. — Acércate — la joven se giro hacia la profesora y pudo sentir como sus compañeras la miraban, camino hacia el unicornio y acerco su mano, la princesa sonrió, el unicornio se acerco más ella e incluso la hizo retroceder con la cabeza.
Harry se dirigió a Ron.
— ¿Qué crees que le pasa? ¿No habrá sido un escreg...?
— No, nadie lo ha atacado, Potter, si es lo que piensas —intervino Malfoy con voz suave sin dejar de mirar a Nymeria. — No, lo que pasa es que le da vergüenza que le vean la cara.
—¿Qué quieres decir? — preguntó Harry, mirando hacia Nymeria también.
Malfoy metió la mano en un bolsillo de la túnica y sacó una página de periódico.
— Aquí tienes — dijo volviendo la vista al frente — No sabes cómo lamento tener que enseñártelo, Potter.
Sonreía de satisfacción por dos cosas; la primera era por la princesa, era encantadora incluso para los unicornios, la segunda por mostrarle aquella página al pelinegro, mientras Harry la desplegaba y la leía. Ron, Seamus, Dean y Neville miraban por encima de su hombro. Se
trataba de un artículo encabezado con una foto en la que Hagrid parecia un criminal.
EL GIGANTESCO ERROR DE DUMBLEDORE
Albus Dumbledore, el excéntrico director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, nunca ha tenido miedo de contratar a gente controvertida, nos cuenta Rita Skeeter, corresponsal especial. En septiembre de este año nombró profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras a Alastor Ojoloco Moody, el antiguo auror que causó gran sorpresa en el Ministerio de Magia, dado el bien conocido hábito que tiene Moody de atacar a cualquiera que haga un repentino movimiento en su presencia. Aun así, Ojoloco Moody parece un profesor bondadoso y responsable al lado del ser parcialmente humano que ha contratado Dumbledore para impartir la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.
Rubeus Hagrid, que admite que fue expulsado de Hogwarts cuando cursaba tercero, ha ocupado el puesto de guardabosque del colegio desde entonces, un trabajo en el que Dumbledore lo ha puesto de forma fija. El curso pasado, sin embargo, Hagrid utilizó su misterioso ascendiente sobre el director para obtener el cargo adicional de profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, por encima de muchos candidatos mejor cualificados.
Hagrid, que es un hombre enorme y de aspecto feroz, ha estado utilizando su nueva autoridad para aterrorizar a los estudiantes que tiene a su cargo con una sucesión de horripilantes criaturas. Mientras Dumbledore hace la vista gorda, Hagrid ha conseguido lesionar a varios de sus alumnos durante una serie de clases que muchos admiten que resultan "aterrorizadoras".
"A mí me atacó un hipogrifo, y a mi amigo Vincent Crabbe le dio un terrible mordisco un gusarajo", nos confiesa Draco Malfoy, un alumno de cuarto curso. "Todos odiamos a Hagrid, pero tenemos demasiado miedo para decir nada".
No obstante, Hagrid no tiene intención de cesar su campaña de intimidación. El mes pasado, en conversación con una periodista de El Profeta, admitió haber creado por cruce unas criaturas a las que ha bautizado como "escregutos de cola explosiva", un cruce altamente peligroso entre mantícoras y cangrejos de fuego. Por supuesto, la creación de nuevas especies de criaturas mágicas es una actividad que el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas siempre vigila de cerca. Hagrid, según parece, se considera por encima de tales restricciones insignificantes.
"Fue sólo como diversión", dice antes de apresurarse a cambiar de tema.
Por si esto no fuera bastante, El Profeta ha descubierto recientemente que Hagrid no es, como ha pretendido siempre, un mago de sangre limpia. De hecho, ni siquiera es enteramente humano. Su madre, revelamos en exclusiva, no es otra que la giganta Fridwulfa, que en la actualidad se halla en paradero desconocido.
Brutales y sedientos de sangre, los gigantes llegaron a estar en peligro de extinción durante el pasado siglo por culpa de sus luchas fratricidas. Los pocos que sobrevivieron se dividieron, unos se unieron a las filas de El- que-no-debe-ser-nombrado, y fueron responsables de algunas de las peores matanzas de muggles que tuvieron lugar durante su reinado de terror, los restantes quizá aún están refugiados al norte de Dragonstone.
En tanto que muchos de los gigantes que sirvieron a El-que-no- debe-ser-nombrado cayeron abatidos por aurores que luchaban contra las fuerzas oscuras, Fridwulfa no se hallaba entre ellos. Es posible que se uniera a una de las comunidades de gigantes que viven al norte de Dragonstone. Pero, a juzgar por las travesuras que comete en las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas, el hijo de Fridwulfa parece haber heredado su naturaleza brutal.
Lo curioso es que, como todo Hogwarts sabe, Hagrid mantiene una amistad íntima con el muchacho que provocó la caída de Quien- ustedes-saben, y con ella la huida de la propia madre de Hagrid, como del resto de sus partidarios. Tal vez Harry Potter no se halle al corriente de la desagradable verdad sobre su enorme amigo, pero Albus Dumbledore tiene sin duda la obligación de asegurarse de que Harry Potter, al igual que sus compañeros, esté advertido de los peligros que entraña la relación con semigigantes.
Harry terminó de leer y alzó los ojos hacia Ron, que contemplaba boquiabierto la página del periódico.
— ¿Cómo se ha enterado? — susurró.
Pero no era eso lo que preocupaba a Harry.
—¿Qué quieres decir con eso de "todos odiamos a Hagrid"? — le espetó a Malfoy—¿Qué son todas estas mentiras acerca de que a ése —y señaló a Crabbe— le dio un terrible mordisco un gusarajo? ¡Ni siquiera tienen dientes!
Crabbe se reía por lo bajo, muy satisfecho de sí mismo.
— Bien, creo que esto debería poner fin a la carrera docente de ese zoquete. — declaró Malfoy con ojos brillantes — Un semigigante... ¡Y pensar que yo suponía que se había tragado una botella de crecehuesos cuando era joven! A los padres esto no les va a hacer ninguna gracia: ahora todos tendrán miedo de que se coma a sus hijos...
—¡Mald...!
— ¿Qué esta pasando ahi?
La voz de la profesora Grubbly-Plank llegó hasta ellos; las chicas se arracimaban en torno al unicornio, acariciándolo, sin embargo Nymeria los miraba fijamente, Malfoy trago saliva.
Harry sentía tanta ira que el artículo de El Profeta le temblaba en las manos mientras se volvía con la mirada perdida hacia el unicornio, cuyas propiedades mágicas enumeraba en aquel instante la profesora en voz alta, para que los chicos también se enteraran.
— ¡Espero que se quede esta mujer! — dijo Parvati Patil al terminar la clase, cuando todos se dirigían hacia el castillo para la comida — Esto se parece más a lo que yo me imaginaba de Cuidado de Criaturas Mágicas: criaturas hermosas como los unicornios, no monstruos...
— ¿Y qué me dices de Hagrid? — replicó Harry enfadado, subiendo la pequeña escalinata.
—¿Hagrid? —contestó Parvati con dureza— Puede seguir siendo guardabosque, ¿no?
— Ha sido una buena clase —comentó Hermione a Nymeria cuando entraron en el Gran Comedor. — Yo no sabía ni la mitad de las cosas que la profesora Grubbly-Plank nos ha dicho sobre los unicornios.
— Fue fascinante...
— ¡Miren esto! — las cortó Harry, y le puso a Hermione bajo la nariz el artículo de El Profeta. La princesa le miro con preocupación y después leyó junto a Hermione.
Ambas leyeron rápidamente.
— ¿Cómo se ha podido enterar esa espantosa Skeeter? ¿Creen que se lo diría Hagrid? — preguntó Hemrione concediendole la página a Nymeria quien continuó leyendo a profundidad.
— No. — contestó Harry, que se abrió camino hasta la mesa de Gryffindor y se echó sobre una silla, furioso — Ni siquiera nos lo dijo a nosotros. Supongo que le pondría de los nervios que Hagrid no quisiera decirle un montón de cosas negativas sobre mí, y se ha dedicado a hurgar para desquitarse con él.
— Tal vez lo oyó decírselo a Madame Maxime durante el baile. — sugirió Hermione en voz baja.
— ¡La habríamos visto en el jardín! — intervino Nymeria dejando el diario sobre la mesa. — Además, se supone que no puede volver a entrar en el colegio. Hagrid dijo que Dumbledore se lo había prohibido...
— A lo mejor tiene una capa invisible. — dijo Harry, sirviéndose en el plato un cazo de guiso de pollo, con tanta furia contenida que lo salpicó por todas partes— Es el tipo de cosas que haría, ¿no?: ocultarse entre los arbustos para espiar a la gente.
—¿Como tú y Nymeria? —preguntó Hermione. La princesa abrió la boca y sus mejillas se tornaron rosadas.
— Eso fue diferente. — susurro.
—Tenemos que ir a verlo —dijo Harry—. Esta noche, después de Adivinación. Para decirle que queremos que vuelva... ¿Ustedes quieren que vuelva? —le preguntó a Hermione y a Nymeria.
— Yo... bueno, no voy a fingir que no me haya gustado este agradable cambio, tener por una vez una clase de Cuidado de Criaturas Mágicas como Dios manda... ¡pero quiero que vuelva Hagrid, por supuesto que sí! — se apresuró a añadir Hermione, temblando ante la furiosa mirada de Harry.
Nymeria en cambio se sentó junto a él, acaricio la mejilla de Harry y este la miro. — por supuesto que queremos que Hagrid vuelva. — deposito un beso en la mejilla, Harry relajo un poco su respiración, provocando de Ron hiciera una mueca de asco. — ya llegará tu tiempo Weasley y te recordaré una por una. — comentó Nymeria sirviendo guiso de pollo en su plato.
Esa noche, después de cenar, los cuatro volvieron a salir del castillo y se fueron por los helados terrenos del colegio hacia la cabaña de Hagrid. Llamaron a la puerta, y les respondieron los atronadores ladridos de Fang.
—¡Somos nosotros, Hagrid! —gritó Harry, aporreando la puerta— ¡Abre!
No respondió. Oyeron a Fang arañar la puerta, quejumbroso, pero ésta siguió cerrada. Llamaron durante otros diez minutos, y Ron incluso golpeó en una de las ventanas, pero no obtuvieron respuesta.
—¿Por qué nos evita? — se lamentó Hermione, cuando finalmente desistieron y emprendieron el regreso al colegio—. Espero que no crea que a nosotros nos importa que sea un semigigante.
Pero parecía que a Hagrid sí le importaba, porque no vieron ni rastro de él en toda la semana. No hizo acto de presencia en la mesa de los profesores a las horas de comer, no lo vieron ir a cumplir con sus obligaciones como guardabosque, y la profesora Grubbly-Plank siguió haciéndose cargo de las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas. Malfoy se relamía de gusto siempre que Nymeria no lo veía o estaba cerca.
— ¿Se ha perdido su amigo el híbrido? — le susurraba a Harry siempre que había algún profesor cerca, para que éste no pudiera tomar represalias.
Había una visita programada a Hogsmeade para mediados de enero y Nymeria creyó que sería bueno ir a tomar algo o quizá solo pasear. Busco a Harry primero en el gran comedor, pero no existía rastro alguno de él, buscó en el campo de vuelo e incluso asomo un poco las narices en la lechuceria, una sensación de preocupación la invadió.
Finalmente lo encontró pensativo en el puente, mirando hacia la nada, inmerso en su propio mundo, la rubia apresuró sus pasos y cuando estuvo frente a él, beso su mejilla, Harry se giro hacia ella y una sonrisa se dibujo en su rostro.
— ¿Estuviste aquí toda la mañana? — pregunto, el pelinegro asintió en silencio. — Te preocupa Hagrid ¿cierto?
El muchacho volvió asentir y desvío la mirada.
— Rita Skeeter es una terrible persona. — comentó Nymeria acariciando la mejilla de Harry, el muchacho cerró sus ojos y después tomó la mano de Nymeria entre las suya, miró sus ojos violetas.
— No me agrada sentirme así, supongo que... es lo menos que deseo es mostrar... debilidad. Bagman lo dijo... — murmuró Harry jugando con los anillos de Nymeria, la princesa sonrió.
— Harry... — el pelinegro elevó sus ojos verdes. — es válido sentir enojo y tristeza cuando hieren a quienes son importantes para ti, ¿Qué seria de Harry, sin Harry con sentido de humanidad? Jamás olvides que te queremos por lo que eres, incluyendome.
El pelinegro sonrió y entrelazo sus dedos con los de ella.
— ¿Te parece un buen plan ir a tomar algo juntos el sábado?. — pregunto Nymeria con una sonrisa.
— Si, me agrada... la idea. Supongo que yo debía preguntar... — dijo Harry algo confundido, Nymeria río y deposito un beso rápido cerca de su boca.
— Te gane y acabas de decir que si, no tienes escapatoria, Potter. — el pelinegro río y negó con diversión. — ¿Tienes alguna pista del huevo?
— No, anoche intente incluso hablarle pero solo deja salir un ruido horrible, termine con dolor de cabeza. — explico con una mueca Harry honestamente no le había tomado importancia.
【 ... 】
Él y Nymeria salieron del castillo el sábado, y atravesaron el campo húmedo y frío en dirección a las verjas. — ¡Los hemos estado buscando!. — la voz de Ron los hizo girarse, Hermione caminaba apresurada detrás de él. — ¿Iremos a las tres escobas?
Tanto Harry como Nymeria se miraron, el pelinegro había olvidado comentar que sería solo una salida de dos o quizá Ron solo paso por alto la situación.
Al pasar junto al barco anclado en el lago, vieron salir a cubierta a Viktor Krum, sin otra prenda de ropa que el bañador. A pesar de su delgadez debía de ser bastante fuerte, porque se subió a la borda, estiró los brazos y se tiró al lago.
—¡Está loco! — exclamó Harry — ¡Es enero, debe de estar helado!
—Hace mucho más frío en el lugar del que viene — comentó Hermione regulando su respiración después de casi correr detrás de Ron — Supongo que para él está tibia.
— Suerte la tuya Granger…— susurró Nymeria, recibiendo una penetrante mirada color verde, la princesa rio. — y la mía por supuesto.
— Está el calamar gigante —s eñaló Ron. No parecía preocupado, más bien esperanzado.
Hermione notó el tono de su voz, y le hizo mala cara.
— Es muy agradable , ¿saben? — dijo ella — No es lo que uno podría pensar de alguien de Durmstrang. Me ha dicho que esto le gusta mucho más.
Ron no dijo nada. No había mencionado a Viktor Krum desde el baile, pero
Harry había encontrado bajo la cama un brazo en miniatura que tenía toda la pinta de haber sido arrancado de alguna figura que llevará la túnica de quidditch del equipo de Bulgaria.
Mientras recorrían la calle principal, cubierta de nieve, Harry estuvo muy atento por si podían encontrarse con Hagrid.
La taberna se hallaba tan abarrotada como siempre, fueron hasta la barra con Ron y Hermione, le pidió a la señora Rosmerta cuatro cervezas de mantequilla..
—Pero ¿es que ese hombre no va nunca a trabajar? —susurró Hermione de repente— ¡Miren!
Señaló el espejo que había tras la barra, y Harry vio a Ludo Bagman allí reflejado, sentado en un rincón oscuro con unos cuantos duendes. Bagman les hablaba a los duendes en voz baja y muy despacio, y ellos lo escuchaban con los brazos cruzados y miradas amenazadoras.
Harry dijo que era bastante raro que Bagman estuviera allí, en Las Tres Escobas, en aquel momento Bagman miró hacia la barra, vio a Harry y se levantó.
— Oh no… — susurro Nymeria — aquí viene.
—¡Un momento, sólo un momento! — les dijo a los duendes — ¡Harry! ¿Cómo estás? — lo saludó — ¡Tenía ganas de encontrarme contigo! ¿Va todo bien?
— Sí, gracias — respondió Harry.
— Princesa Nymeria. — dijo haciendo una reverencia de manera exagerada, la rubia solo hizo una mueca. — Escuche sobre la enfermedad de su abuelo ¿Cómo se encuentra?
— Mucho mejor. — se limitó a responder.
— ¡Buenas noticias entonces! — celebró — sería una lástima que tuviera que pelear por el trono tan joven y dejar su vida aquí.
— ¿Pelear? — preguntó Nymeria elevando ambas cejas.
— Es bien sabido que usted no figuraba en la línea de sucesión hasta que su abuelo la nombró heredera…
— Y si alguien se sienta en mi trono será considerado usurpación Ao sȳrkta urnēbagon aōha udra (será mejor que cuide sus palabras) — el hombre la miro sin entender, sonrió y después se dirigió a Harry.
— Me pregunto si podría decirte algo Harry — dijo Bagman mirando de reojo a Nymeria. — en privado. ¿Nos podrían disculpar un momento?
— Eh... si — repuso Ron, y se fue con Hermione en busca de una mesa, Nymeria por el contrario no se apartó hasta que Harry asintió con la mirada.
Bagman condujo a Harry hasta el rincón de la taberna más alejado de la señora Rosmerta.
— He de admitir que tu chica… da un poco de miedo ¿Conoces lo que dicen de su familia? ¿Sabías que su madre…?
— Es mi madrina, por supuesto, me pregunto qué opinaría de lo que está insinuando ahora mismo. — Bagman volvió reír nervioso.
— Sólo quería felicitarte por tu espléndida actuación ante el dragón, Harry — dijo Bagman — Fue realmente soberbia.
— Gracias —contestó Harry, pero sabía que aquello no era todo lo que Bagman quería decirle, porque sin duda podía haberlo felicitado delante de Nymeria, Ron y Hermione.
Sin embargo, Bagman no parecía tener prisa por hablar. Harry lo vio mirar por el espejo a los duendes,.
—Una absoluta pesadilla — dijo Bagman en voz baja al notar que Harry también observaba a los duendes— Su inglés no es muy bueno... Es como volver a hablar con todos los búlgaros en los Mundiales de quidditch. Estos parlotean duendigonza... — se rió
— ¿Qué quieren? — preguntó Harry, notando que los duendes no dejaban de vigilar a Bagman.
— Eh... bueno... —dijo Bagman, que de pronto pareció muy nervioso— Buscan a Barty Crouch.
— ¿Y por qué lo buscan aquí? —pregunto Harry — Está en el Ministerio, en Londres, ¿no?
—Eh... en realidad no tengo ni idea de dónde está —reconoció Bagman— Digamos que... ha dejado de acudir al trabajo. Ya lleva ausente dos semanas. El joven Percy, su ayudante, asegura que está enfermo. Parece que ha estado enviando instrucciones por lechuza mensajera. Pero te ruego que no le digas nada de esto a nadie, porque Rita Skeeter mete las narices por todas partes, y es capaz de convertir la enfermedad de Barty en algo siniestro. Probablemente diría que ha desaparecido como Bertha Jorkins.
—¿Se sabe algo de Bertha Jorkins? — preguntó Harry.
— No — contestó Bagman, recuperando su aspecto tenso — He puesto a alguna gente en su busca y todo resulta muy extraño. Hemos comprobado que llegó a Albania, porque allí se vio con su primo segundo. Y luego dejó la casa de su primo para trasladarse al sur a visitar a su tía. Pero parece que desapareció por el camino sin dejar rastro. Que me parta un rayo si comprendo dónde se ha metido. No parece el tipo de persona que se fugaría con alguien, por ejemplo... Pero ¿qué hacemos hablando de duendes y de Bertha Jorkins? Lo que quería preguntarte es cómo te va con el huevo de oro.
—Eh... no muy mal — mintió Harry.
—Escucha, Harry — dijo en voz baja — todo esto me hace sentirme culpable. Te metieron en el Torneo, tú no te presentaste, y... —su voz se hizo tan sutil que Harry tuvo que inclinarse para escuchar— si puedo ayudarte, darte un empujoncito en la dirección correcta... Siento debilidad por ti... ¡La manera en que burlaste al dragón! Bueno, sólo espero una indicación por tu parte..
—Se supone que tenemos que descifrarlo por nosotros mismos, ¿no? — repuso, poniendo mucho cuidado en decirlo como sin darle importancia y que no sonara a una acusación contra el director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.
—Bueno, sí —admitió Bagman—, pero... En fin, Harry, todos queremos que gane Hogwarts, ¿no?
—¿Le ha ofrecido ayuda a Nymeria o a Cedric? —. Bagman frunció levemente el entrecejo.
—No, no lo he hecho — reconoció —. Yo... bueno, como te dije, siento debilidad por ti. Por eso pensé en ofrecerte...
—Bueno, gracias —respondió Harry—, pero creo que ya casi lo tengo... Me faltan un par de días.
No sabía muy bien por qué rechazaba la ayuda de Bagman. Tal vez fuera porque era para él casi un extraño, y aceptar su ayuda le parecía que estaba mucho más cerca de hacer trampas que si se la pedía a Ron, Hermione o Sirius.
Bagman parecía casi ofendido, pero no pudo decir mucho más porque en ese momento se acercaron Fred y George.
— Hola, señor Bagman — saludó Fred con entusiasmo —. ¿Podemos invitarlo?
—Eh... no — contestó Bagman, dirigiéndose a Harry con una última mirada decepcionada —. No, muchachos, muchas gracias.
Fred y George se quedaron tan decepcionados como Bagman, que miraba a Harry como si éste lo hubiera defraudado.
—Bueno, tengo prisa —dijo—. Me alegro de velos a todos. Buena suerte, Harry.
Salió de la taberna a toda prisa. Los duendes se levantaron de las sillas y fueron tras él. Harry se reunió con Ron y Hermione.
— ¿Qué quería? —preguntó Nymeria en cuanto Harry se sentó.
— Quería ayudarme con el huevo de oro —explicó Harry.
—¡Eso no está bien! —exclamó Hermione muy sorprendida—. ¡Es uno de los jueces! Y además, tú ya lo tienes, ¿no?
— Eh... casi — repuso Harry — ¿Qué hay de ti, Ny?
-- Estoy en ello.
—¡Bueno, no creo que a Dumbledore le gustaría enterarse de que Bagman intenta convencerte de que hagas trampa! —opinó Hermione — ¡Espero que intente ayudar igual a Cedric!
— Pues no. Se lo he preguntado —respondió Harry.
— ¿Y a quién le importa si a Diggory lo están ayudando? — dijo Ron
— Esos duendes no parecían muy amistosos —comentó Hermione, sorbiendo la cerveza de mantequilla—. ¿Qué harían aquí?
—Según Bagman, buscar a Crouch —explicó Harry—. Sigue enfermo. No ha ido a trabajar.
—A lo mejor lo está envenenando Percy —sugirió Ron— Probablemente piensa que pueden nombrarlo director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional.
—Es curioso que los duendes busquen al señor Crouch... Normalmente tratarían con el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas. —. dijo Hermione.
— Pero Crouch sabe un montón de lenguas — le recordó Harry — A lo mejor buscan un intérprete.
—¿Ahora te preocupas por los duendecitos? —inquirió Ron— ¿Estás pensando en fundar la S.P.A.D.A.,o algo así? ¿La Sociedad Protectora de los Asquerosos Duendes Atontados?
— Los duendes no necesitan protección. ¿No se han enterado de lo que ha contado el profesor Binns sobre las revueltas de los duendes?
—No —respondieron al unísono Harry y Ron.
—.¿Qué cosa del que? — pregunto Nymeria distraída.
— ¡Por dios Nymeria! — la rubia solo río — Bueno, pues son perfectamente capaces de tratar con los magos — dijo Hermione sorbiendo más cerveza de mantequilla — Son muy listos. No son como los elfos domésticos, que nunca defienden sus derechos.
— ¡Oh! — exclamó Ron, mirando hacia la puerta.
Acababa de entrar Rita Skeeter. Aquel día llevaba una túnica amarillo plátano y las uñas pintadas de un impactante color rosa, e iba acompañada de su barrigudo fotógrafo. Pidió bebidas, y junto con su fotógrafo pasó por en medio de la multitud hasta una mesa cercana a la de Harry, Nymeria, Ron y Hermione, que la miraban mientras se acercaba. Hablaba rápido y parecía muy satisfecha por algo.
—.. no parecía muy contento de hablar con nosotros, ¿verdad, Bozo? ¿Por qué será, a ti qué te parece? ¿Y qué hará con todos esos duendes tras él? ¿Les estaría enseñando la aldea? ¡Qué absurdo! Siempre ha sido un mentiroso. ¿Estará tramando algo? ¿Crees que deberíamos investigar un poco? El infortunado ex director de Deportes Mágicos, Ludo Bagman... a eso llamo un buen comienzo, Bozo: sólo necesitamos encontrar una historia a la altura del titular.
— ¿Qué, tratando de arruinar la vida de alguien más? — preguntó Harry en voz muy alta, Nymeria lo miró fijamente.
Algunos se volvieron a mirar. Al ver quién le hablaba, Rita Skeeter abrió mucho los ojos, escudados tras las gafas.
—¡Harry! — dijo sonriendo — ¡Qué divino! ¿Por qué no te sientas con nos...?
—No me acercaría a usted ni con una escoba de diez metros — contestó Harry furioso — ¿Por qué le ha hecho eso a Hagrid?
Rita Skeeter levantó sus perfiladísimas cejas.
— Nuestros lectores tienen derecho a saber la verdad, Harry. Sólo cumplo con mi...
—¿Y qué más da que sea un semigigante? — gritó Harry — ¡Él no tiene nada de malo!
Toda la taberna se había sumido en el silencio. La señora Rosmerta observaba desde detrás de la barra. Harry la miraba furioso, de pronto sintió la mano de Nymeria sobre la suya.
La mujer sonrió y abrió el bolso de piel de cocodrilo, sacó la pluma a vuelapluma y le preguntó:
— ¿Me concederías una entrevista para hablarme del Hagrid que tú conoces?, ¿el hombre que hay detrás de los músculos?, ¿sobre su inaudita amistad y las razones que hay para ella? ¿Crees que puede ser para ti algo así como un sustituto del padre?
Hermione se levantó de pronto.
— ¡Es usted una mujer horrible! No le importa nada con tal de conseguir su historia, ¿verdad? Cualquiera valdrá, ¿eh? Hasta Ludo Bagman...
— Siéntate, estúpida, y no hables de lo que no entiendes — contestó fríamente Rita Skeeter, arrojándole a Hermione una dura mirada — Yo sé cosas sobre Ludo Bagman que te pondrían los pelos de punta... y casi les iría bien — añadió, observando el pelo de Hermione.
Nymeria Targaryen se levantó agarró el tarro de cerveza de mantequilla y antes de que Rita Skeeter pudiera reaccionar lanzó el contenido sobre la mujer, manchando incluso la vuela pluma. — la próxima vez vaya y pídale una entrevista a su madre y por favor pregunte cómo se atrevió a parir semejante esperpento.
—.¡Maldita pequeña perra! ¡Tú no sabes de lo que soy capaz…!
— Vámonos Nymeria — dijo Hermione — Vamos, Harry... Ron.
Salieron. Mucha gente los observó mientras se iban. Harry miró atrás al llegar a la puerta: la vuelapluma de Rita Skeeter se deslizaba de un lado a otro por encima de un pedazo de pergamino puesto sobre la mesa con la mirada fija en ellos.
— Ahora la tomará con ustedes — dijo Ron con voz baja y preocupada mientras subían la calle, deshaciendo el camino por el que habían llegado.
— ¡Que lo intente! — gritaron ambas.
— No hay que enfadar a Rita Skeeter —añadió Ron nervioso.
— Estuvo genial. — susurró Harry.
— Les buscará algo para ponerla en evidencia… La humillaste.
—.Lo que hizo con Hagrid, Harry incluso conmigo también es humillante, Ron y de gracias a los dioses que esté aquí, porque en Dragonstone ya seria un mísero puñado de cenizas. — dijo Nymeria.
— ¡Y Hagrid no va a seguir escondiendo la cabeza! ¡Nunca tendría que haber permitido que lo alterara esa imitación del ser humano! ¡Vamos! — contestó Hermione, dando tales zancadas que les costaba trabajo seguirla. La última vez que Harry había visto a Hermione tan enfadada, le había pegado una bofetada a Draco Malfoy
Las cortinas seguían corridas, y al acercarse oyeron los ladridos de Fang.
— ¡Hagrid! — gritó Hermione, tocando la puerta delantera — ¡Ya está bien, Hagrid! ¡Sabemos que estás ahí dentro! ¡A nadie le importa que tu madre fuera una giganta! ¡No puedes permitir que esa asquerosa de Skeeter te haga esto! ¡Sal, Hagrid, deja de...!
Se abrió la puerta. Hermione y se calló de repente, porque acababa de encontrarse cara a cara no con Hagrid sino con Albus Dumbledore.
— Buenas tardes — saludó el director en tono agradable, sonriendoles.
— Que... que... queríamos… —dijo Hermione con timidez.
— Queríamos hablar con Hagrid. — finalizó Nymeria.
— Sí, lo suponía — repuso Dumbledore con ojos risueños — ¿Por qué no entran?
— Ah... eh... bien — aceptó Hermione.
Los tres amigos entraron en la cabaña. En cuanto Harry cruzó la puerta, Fang se abalanzó sobre él ladrando como loco, e intentó lamerle las orejas. Harry se libró de Fang y miró a su alrededor.
Hagrid estaba sentado en la mesa, en la que había dos tazas de té. Parecía hallarse en un estado deplorable. Tenía manchas en la cara, y los ojos hinchados, y, en cuanto al cabello, se había pasado al otro extremo: lejos de intentar dominarlo. Allí también se encontraba, para su sorpresa, Daenyra Targaryen, quien le sonrió dulcemente a los tres.
— Madre…— susurró Nymeria, provocando que Hermione se pusiera colorada.
— Hola, Hagrid — saludó Harry. Hagrid levantó la vista.
—... la — respondió, con la voz muy tomada.
— Creo que nos hará falta más té — dijo Dumbledore, cerrando la puerta tras ellos. — ¿Has oído por casualidad lo que gritaba la señorita Granger, Hagrid?
Hermione se puso más colorada, Nyra solo rió, pero Dumbledore le sonrió y prosiguió:
— Parece ser que Hermione, Nymeria, Harry y Ron aún quieren ser amigos tuyos, a juzgar por la forma en que intentaban echar la puerta abajo.
— ¡Por supuesto que sí! — exclamó Harry mirando a Hagrid —. Te tiene que importar un bledo lo que esa vaca... Perdón. —añadió apresuradamente, mirando a Dumbledore y después a Daenyra.
— Me he vuelto sordo por un momento y no tengo la menor idea de qué es lo que has dicho — dijo Dumbledore, jugando con los pulgares y mirando al techo.
— Eh... bien — dijo Harry — Sólo quería decir... ¿Cómo pudiste pensar, Hagrid, que a nosotros podría importarnos lo que esa... mujer escribió de ti?
Dos gruesas lágrimas se desprendieron de los ojos color azabache de Hagrid y cayeron lentamente sobre la barba enmarañada.
— Aquí tienes la prueba de lo que te he estado diciendo, Hagrid —dijo Dumbledore, sin dejar de mirar al techo — Ya te he mostrado las innumerables cartas de padres que te recuerdan de cuando estudiaron aquí, diciéndome en términos muy claros que, si yo te despidiera, ellos tomarían cartas en el asunto.
— No todos — repuso Hagrid con voz ronca — No todos los padres quieren que me quede.
— Realmente, Hagrid, si lo que buscas es la aprobación de todo el mundo, me temo que te quedarás en esta cabaña durante mucho tiempo —replicó Dumbledore — Desde que me convertí en el director de este colegio no ha pasado una semana sin que haya recibido al menos una lechuza con quejas por la manera en que llevo las cosas. Pero ¿qué tendría que hacer?¿Encerrarme en mi estudio y negarme a hablar con nadie?
— Ya... pero tú no eres un semigigante — contestó Hagrid con voz ronca.
— ¡Hagrid, mira los parientes que tengo yo! — dijo Harry furioso — ¡Mira a los Dursley!
— Bien observado — aprobó el profesor Dumbledore — Mi propio hermano, Aberforth, fue perseguido por practicar encantamientos inapropiados en una cabra. Salió todo en los periódicos, pero ¿crees que Aberforth se escondió?
¡No lo hizo! ¡Siguió con lo suyo, como de costumbre, con la cabeza bien alta! La verdad es que no estoy seguro de que sepa leer, así que tal vez no fuera cuestión de valentía...
— Vuelve a las clases, Hagrid — pidió Hermione en voz baja.
— Si vuelve, por favor: te echamos de menos.— le dijo Nymeria.
Daenyra se levantó. — Hagrid entiendo que no quieras salir y enfrentarlo, permíteme darte un consejo, nunca olvides que eres, porque desde luego el mundo no lo va olvidar. conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil, úsalo como armadura y nadie podrá utilizarlo para herirte.
Hagrid tragó saliva. Nuevas lágrimas se derramaron por sus mejillas hasta la barba. — Costará pero es la mejor defensa para un mundo tan cruel.
— Hermosas y sabias palabras Nyra. — dijo Dumbledore. — Me niego a aceptar tu dimisión, Hagrid, y espero que vuelvas al trabajo el lunes — dijo — Nos veremos en el Gran Comedor para desayunar, a las ocho y media. No quiero excusas. Buenas tardes a todos.
Dumbledore salió de la cabaña, deteniéndose sólo para rascarle las orejas a Fang. Cuando la puerta se hubo cerrado tras él, Hagrid comenzó a sollozar tapándose la cara con las manos, del tamaño de ruedas de coche. Daenyra le dio unas palmadas en el brazo, y al final Hagrid levantó la vista, con los ojos enrojecidos, y dijo:
— Dumbledore es un gran hombre... un gran hombre… Nyra sigues siendo tan dulce como cuando eras apenas una estudiante…
— ¿En serio? — pregunto Nymeria posando sus ojos en su madre, los demas rieron.
— ¡Por supuesto!
— ¿Me puedo tomar uno de estos bizcochos, Hagrid? — preguntó Ron.
— Todos los que quieras —contestó Hagrid, secándose los ojos con el reverso de la mano — Tiene razón, desde luego; todos tenéis razón: he sido un tonto. A mi padre le hubiera dado vergüenza la forma en que me he comportado... — Derramó más lágrimas, pero se las secó con decisión y dijo —: Nunca les he enseñado fotos de mi padre, ¿verdad? Aquí tengo una...
Hagrid se levantó, fue al aparador, abrió un cajón y sacó de él una foto de un mago de corta estatura. Tenía los mismos ojos negros de él, y sonreía sentado sobre el hombro de su hijo. Hagrid debía de medir entonces sus buenos dos metros y medio de altura, seguramente no tendría más de once años.
— Fue tomada justo después de que entré en Hogwarts — dijo Hagrid con voz ronca — Mi padre se sentía muy satisfecho... aunque yo no pudiera ser mago, porque mi madre... Ya saben. Naturalmente, nunca fui nada del otro mundo en esto de la magia, pero al menos no llegó a enterarse de mi expulsión. Murió cuando yo estaba en segundo.
Daenyra sostuvo la fotografía entre sus manos, Harry, Nymeria, Hermione y Ron la rodearon, este último masticaba un bizcocho.
»Dumbledore fue el único que me defendió después de que faltó mi padre. Me dio el puesto de guardabosque... Confía en la gente. Le da a todo el mundo una segunda oportunidad: eso es lo que lo diferencia de otros directores. Acep- tará a cualquiera en Hogwarts, mientras valga. Sabe que uno puede merecer la pena incluso aunque su familia no haya sido... bueno... del todo respetable. Pero hay quien no lo comprende. Los hay que siempre están contra uno... Los hay que pretenden que simplemente tienen esqueleto grande en vez de levantarse y decir: soy lo que soy, no me avergüenzo. Mi padre me decía que no me avergonzara nunca, que había quien estaría contra mí, pero que no merecía la pena molestarse por ellos. Y tenía razón. He sido un idiota. Y, en cuanto a ella, no voy a volver a preocuparme, se los prometo. Esqueleto grande... Ya le daré esqueleto grande.
Harry, Nymeria, Ron y Hermione se miraron nerviosos unos a otros. Harry antes se hubiera llevado de paseo a cincuenta escregutos que admitir ante Hagrid que había escuchado su conversación con Madame Maxime, pero Hagrid seguía hablando, aparentemente inconsciente de haber dicho algo extraño. Daenya pasaba sus ojos de Hagrid a los cuatro jóvenes y después a Hagrid.
— ¿Sabes una cosa, Harry? Cuando te vi por primera vez, me recordaste un poco a mí mismo. Tus padres muertos, y tú te sentías como si no te merecieras venir a Hogwarts, ¿recuerdas? ¡Y ahora mírate! ¡Campeón del colegio! — miró a Harry un instante y luego dijo, muy serio — ¿Sabes lo que me gustaría, Harry? Me gustaría que ganaras, de verdad. Eso les enseñaría a todos... que no hay que ser de sangre limpia para conseguirlo. No te tienes que avergonzar de lo que eres. Eso les enseñaría que es Dumbledore el que tiene razón dejando entrar a cualquiera siempre y cuando sea capaz de hacer magia. ¿Cómo te va con ese huevo, Harry?
—Muy bien —dijo Harry— Nymeria también…
En el entristecido rostro de Hagrid se dibujó una amplia sonrisa.
— Ése es mi chico... Muéstraselo, Harry, muéstrales quién eres. Véncelos.
Harry se sintió algo acalorado, Nymeria tambien contaba como campeona, sin embargo la rubia y su madre le sonrieron.
No era lo mismo mentir a los demás que hacerlo con Hagrid.
Minutos más tarde, los cuatro jóvenes se adelantaron debían volver al castillo, Daenyra le devolvio la fotografía. — Espero verte durante el desayuno, Hagrid.
— Ahí estaré, dejare de esconderme, gracias por tus valiosas palabras Nyra. — la princesa sonrió. — me alegro que usted y el profesor Snape se hayan dado una segunda oportunidad, los recuerdo cuando eran jóvenes e inseparables ¿Qué edad tenían?. — los ojos de Daenyra se abrieron de par en par, no sabía que responder y poco a poco se ponía colorada. — ¿Quince? ¿Dieciséis? en fin el tiempo fue sabio y volvió a unirlos, ¿Quien lo imaginaria? Snape... ya sabes Nyra, es muy solitario y frío, aun que bueno cuando uno se enamora se vuelve más blando...
— Hagrid... am... ¿Quién le ha dicho tal cosa?. — pregunto Daenyra asombrada.
El semigigante la miro nervioso.
— Hable de más ¿verdad?, Dumbledore me lo contó, el cree fielmente que todos merecemos una segunda oportunidad, bien creo que eso tampoco debí decirlo, pero se muestra muy contento con la idea. — Nyra trago saliva. — ¿Entonces no ...?
— Es complicado, pero gracias Hagrid. — Daenyra acaricio la cabeza de fang y se dirigió a la puerta. — nos vemos colega. — y abandono la cabaña.
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