Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

━━━ 38

Capítulo 38

【 La comprobación de las varitas mágicas 】


Daenyra vio a su hija salir junto a Harry Potter y Cédric Diggory,  una vez desaparecieron por la puerta, mil preguntas invadieron su mente, ¿cómo era posible?

Los escenarios más locos e inesperados venían a su cabeza, dejó de prestar atención a la discusión de los demás profesores, a ella que iba importarle el premio o el trofeo, ahora sólo deseaba saber quien  había colocado el nombre de ambos jóvenes en el cáliz. — ¿Todo en orden Nyra? — pregunto McGonagall a su lado, la princesa salió un segundo del trance y la miro.

— Yo... Me retiro, creo que mi presencia esta demás... — respondió algo ansiosa.

— Pienso lo contrario princesa Daenyra, quizá usted tuvo algo que ver, es una casualidad que sea el nombre de su hija el que salió elegido ¿no lo cree? — inquirió Madame Maxine, la rubia elevó una ceja y después rió.

— Creo que no hace falta recordarle a quien se está dirigiendo, buenas noches. — con un sentimiento de molestia Daenyra abandono la habitación.

¿Cómo se atrevía a insinuar tal cosa? Era una completa tontería, atravesó el Gran Comedor vacío, con los sentimientos revueltos y las amenazas de su hermano viniendo a ella, se habían atrevido agredir a Nymeria una vez, no dudaba que quisieran hacerlo de nuevo.

Se detuvo en el pasillo a respirar, se llevó la mano al pecho e intentó mantener la calma, la única luz que habia, era la que se desprendía de las antorchas encendidas, sus ojos se llenaron de lágrimas y estas resbalaron por sus mejillas. Estaba fallando en su misión, no podía quitarse de la mente a Aegon y sus amenazas, a Nymeria, a Harry, ¿Qué estaba haciendo mal?, trago saliva y guardo silencio al sentir la presencia de alguien más.

— Si vienés a burlarte ó hacer comentarios fuera de lugar, no es el momento... — comentó, limpiando sus mejillas y sorbiendo la nariz.

— No he dicho nada aún. Targaryen. — dijo Snape. Daenyra se dio la vuelta y levanto la mirada repleta de tristeza.

— Moody tiene razón, Severus, alguien quiere asesinar a mi hija... — aseguró acercándose, mientras las lágrimas volvían a bajar una tras otra.

— Puede ser solo un capricho... — Daenyra lo interrumpió negando con desesperación, la princesa posó sus manos en la levita de Snape tirando levemente hacia ella, aquel acto lo tomó por sorpresa  provocando que el cuerpo se le tensara por completo, segundos después Daenyra lloraba en su pecho.

— Él me lo dijo, en horribles palabras que aún guardo en mi mente, ya le han hecho daño, y si algo malo le pasa, no podría... Ya he estado demasiadas veces apuntó de cruzar la línea de la locura que... No dudaría en quemar el mundo. ¿Lo entiendes? — pregunto levantando la mirada. El profesor intento alejarla, posando sus manos en cada brazo con delicadeza, y su intención fue en vano, no tenía idea de cómo reaccionar.

— No de la misma forma, pero lo hago. — respondió con tal suavidad, que incluso el mismo se sorprendió.

— Él ha vuelto ¿verdad? — pregunto Daenyra entre lágrimas. Snape se quedó callado y rápidamente sus ojos se desviaron a su brazo. — Sev, Nymeria fue descartada por él solo porque era niña, pero aún así mostro su interés debido a nuestra sangre Valyria. Se honesto, te lo suplico, necesito saber.

— No estoy seguro, Dany. — la rubia bajo la mirada, intuía que quizá mentía. Snape la obligó a mirarlo y limpio sus lágrimas, habían pasado años desde la última vez que observó los ojos violetas de la princesa a detalle. Los dos giraron la cabeza de repente, al escuchar pasos. Era Ojo Loco, Daenyra se sintió algo incómoda, sentía que le atravesaba el alma con su ojo.

— Lamento interrumpir — comentó con una pizca diversión en la voz. — continúen en lo suyo, después de todo Black ya no merodea los terrenos del castillo o ¿si? — la princesa sintió las mejillas arder. — Buenas noches.

Una vez que Moody que se fue, ambos profesores se miraron, los dos se apartaron al mismo tiempo. — Hasta mañana profesor Snape. — murmuro Daenyra, dicho esto se dio la vuelta y camino hasta su oficina lo más rápido que pudo.

【 - 】

Al despertar la mañana siguiente, Nymeria intento recordar todo lo que había sucedió la noche anterior. Vaya que había sido un acontecimiento inesperado. Ella, ¿campeona? No dudaba en que alguien deseara asesinarla, pero ¿por qué en un torneo? Opto por subir a desayunar, quizá algo de comida le aclararía la mente. Se vistió y salió del dormitorio, era bastante extraño, todos en su sala le sonreían o la saludaban. Nymeria sonrió y algo alegre se dirigió al gran comedor. 

Al llegar busco a Harry, Hermione y Ron con la mirada, le sorprendió no encontrarlos juntos, la castaña desayunaba pensativa, Ron estaba apartado, junto a Deán y Seamus. ¿Dónde estaba Harry? Ignoro por completo la mesa de Slytherin y camino hasta Hermione. 

— ¿Qué paso? — Hermione levanto la mirada y volteó hacia Ron, vaya, todo indicaba que habían surgido desacuerdos. — cree que Harry echo su nombre al cáliz ¿verdad? 

— No, en realidad. — respondió Hermione. 

— ¿Entonces? — pregunto Nymeria. 

— Bueno. — Hermione respiro hondo — esta celoso. 

— ¿Qué? — dijo la princesa sorprendida. 

— Piensa que se pusieron de acuerdo, sin él. 

— ¿Por qué habríamos echo algo así? No tiene sentido, perdon, pero ¿para que participaría en un torneo? ¿Por dinero? Por los dioses, soy princesa heredera de Dragonstone, con el premio no me alcanza ni para un soldado, ni que fuera una po… — Nymeria se quedó callada, enseguida cambio el tema — ¿Dónde está Harry? 

— Eso fue muy… — Hermione hizo una pausa — Arriba. 

Después de que Nymeria terminó de desayunar, ambas caminaron hasta la torre de Gryffindor, estaban por atravesar el hueco cuando Harry apareció frente a ella. 

— Hola — saludo en voz baja. 

— Hola —saludó Hermione. 

Nymeria le extendió una pila de tostadas envueltas en una servilleta. 

— Te hemos traído esto… ¿Quieres dar un paseo? — pregunto la princesa. 

— Buena idea — contestó Harry, agradecido.

Bajaron la escalera, cruzaron aprisa el vestíbulo sin desviar la mirada hacia el Gran Comedor y pronto recorrían a zancadas la explanada en dirección al lago, donde estaba anclado el barco de Durmstrang, que se reflejaba en la superficie como una mancha oscura. Era una mañana fresca, y no dejaron de moverse, masticando las tostadas, mientras Harry y Nymeria le contaban a Hermione qué era exactamente lo que había ocurrido después de abandonar la noche anterior la mesa de Gryffindor. Para alivio suyo, Hermione aceptó su versión sin un asomo de duda.

—Bueno, estaba segura de que no habían propuesto su nombre —declaró Hermione — ¡Si hubieran visto sus caras cuando Dumbledore leyó sus nombres! Pero la pregunta es: ¿quién lo hizo? Porque Moody tiene razón: no creo que ningún estudiante pudiera hacerlo… Ninguno sería capaz de burlar el cáliz de fuego, ni de traspasar la raya de…

—¿Han visto a Ron? —la interrumpió Harry. Hermione dudó.

—Eh… sí… está desayunando —dijo.

—¿Sigue pensando que yo eché mi nombre en el cáliz?

—Bueno, no… no creo… no en realidad —contestó Hermione con incomodidad.

—¿Qué quiere decir “no en realidad”?

Nymeria negó con la cabeza. 

—¡Ay, Harry!, ¿es que no te das cuenta? —dijo Hermione—. ¡Está celoso!

—¿Celoso? —repitió Harry sin dar crédito a sus oídos—. ¿Celoso de qué? ¿Le gustaría hacer el ridículo delante de todo el colegio?

—Mira —le explicó Hermione—, siempre eres tú el que acapara la atención, lo sabes bien. Sé que no es culpa tuya —se apresuró a añadir, viendo que Harry abría la boca para protestar— y ahora con Nymeria a tu lado… 

La princesa levanto la ceja. 

—Pero el caso es que Ron tiene en casa todos esos hermanos con los que competir, y tú eres su mejor amigo, y eres famoso. Cuando te ven a ti, nadie se fija en él, y él lo aguanta, nunca se queja. Pero desde que Nymeria se nos unio, el siente que ha quedado aún más detrás… esto ha sido la gota que colma el vaso…

—Genial —dijo Harry con amargura—, realmente genial. Dile de mi parte que me cambio con él cuando quiera. Dile de mi parte que por mí encantado… Verá lo que es que todo el mundo se quede mirando su cicatriz de la frente con la boca abierta a donde quiera que vaya…

— No me has entendido del todo, piensa que lo has cambiado por… Nymeria. 

— ¿Qué? — exclamó la rubia, Hermione asintió. 

— ¿Por qué no hablan con él? — sugirió la castaña, Nymeria estaba por hablar cuando Harry se adelantó. .

—¡No voy a ir detrás de él para ver si madura! ¡El sabe lo importante que es Nymeria para mi! —estalló Harry. Había hablado tan alto que, alarmadas, algunas lechuzas que había en un árbol cercano echaron a volar. Las mejillas de Nymeria cambiaron de color y Harry se quedó callado. 

— He estado pensando, Harry. Sabes qué es lo que tenemos que hacer, ¿no? Hay que hacerlo en cuanto volvamos al castillo.

— ¿Lanzarle un Dracarys a Ron? — pregunto Nymeria siguiendole la línea a Hermione. 

— Tienen que contarle lo que ha pasado. Te pidió que lo mantuvieras informado de todo lo que ocurría en Hogwarts. Da la impresión de que esperaba que sucediera algo así. 

— Olvídalo —contestó Harry —. Le bastó saber que me dolía la cicatriz, para regresar al país. Si le decimos que alguien nos ha hecho entrar en el Torneo de los tres magos se presentará en el castillo.

—Él querría que se lo dijeran —dijo Hermione —. Se enterará de todas formas.

—¿Cómo? 

— El Torneo es famoso, tú lo eres, yo lo soy. Me sorprendería mucho que El Profeta no dijera nada, llevan escribiendo sobre mi desde que me nombraron heredera… Hermione tiene razón. — concluyo la rubia. 

— Tengo algo de pergamino conmigo. — añadio Hermione feliz por el apoyo de Nymeria.

— Esta bien —aceptó Harry, tirando al lago el último pedazo de tostada.

Lo vieron flotar un momento, antes de que saliera del agua un largo tentáculo, lo tomara y se lo llevara a la profundidad del lago. Entonces volvieron al castillo.

—¿Y qué lechuza voy a utilizar? —preguntó Harry, mientras subían la pequeña escalinata—. Me pidió que no volviera a enviarle a Hedwig.

—Pídele a Ron…

—No le pienso pedir nada a Ron —declaró tajantemente Harry.

—Usemos el cuervo de mi madre. Vamos a su oficina. — propuso la princesa. 

Los tres desviaron su camino hasta la oficina de Daenyra. 

— ¿Es seguro? — pregunto Harry, Nymeria asintió. 

— Quizá le picotee la cabeza. Nada grave.

Llegaron a la oficina de Daenyra y Nymeria dictó la contraseña que los dejó pasar, la profesora de Alto Valyrio levanto la cabeza al ver que la puerta se abrió. Sonrió al ver a los tres jóvenes, y después elevó una ceja. ¿Qué planeaban ahora? — ¿Pasa algo malo? — pregunto. 

— No, solo, Harry quiere escribirle a papá, ¿nos prestas un poco de tinta? Sino es mucho pedir, madre. — pidió Nymeria — y tu ave de paso. 

Daenyra giro la cabeza hacia el cuervo, que descansaba cerca de la ventana, a diferencia del año anterior, se aseguró de llevar con ella un mensajero. — Por supuesto. ¿Cómo te encuentras, Harry? — la princesa evitó preguntar sobre cómo llegó su nombre al cáliz, no deseaba estresar al chico más de lo quizá ya estaba. 

— Estresado. — admitió. 

— Puedo verlo. Te entiendo, me preocupan ambos, pero, se que lo harán bien. — dijo intentando reconfortase también así misma. 

— ¿Mi tío tuvo algo que ver? ¿Cierto? — pregunto Nymeria queriendo atraer al cuervo con un trozo de pan, Harry se pregunto de donde rayos lo sacó y después rió al ver cómo el ave le picoteaba la mano. — estúpido animal. 

— Quizá debas ser más amable. — sugirió Hermione. 

— La señorita Granger tiene razón, un poco de amabilidad no vendría mal. — dijo Daenyra cambiando drásticamente el tema. Entonces Nymeria recordó como desviaba el tema cuando se trataba de Sirius, antes de saberlo todo, sabía que no sacaría más información de su madre. 

— Su colección de rocas es interesante.— comentó la castaña distrayendose, Daenyra se acercó al librero y tomó una entre sus manos y sonrió.

— Me encanta coleccionarlas, desde la más rara hasta la más hermosa, de niña solía buscar en los rincones más extraños del reino, mi padre me regañaba pero era imposible dejar de hacerlo…— Nymeria viró los ojos mientras jalaba a Harry para escribir la carta, pero Hermione continuó escuchando a Daenyra con atención. — Sirius se reía de mi por eso, incluso decía que era tonto. Deje de hacerlo por un tiempo, hasta que temporalmente alguien se unió a mi busqueda. 

— ¿Mi madre? — pregunto Harry de pronto con curiosidad. Nyra sonrió. 

— No exactamente. 

— Leé si esta bien. — dijo Nymeria pasandole la carta a Harry. 

Padre:

Me pediste que te mantuviera al corriente de todo lo que ocurriera en Hogwarts, así que ahí va: no sé si habrás oído ya algo, pero este año se celebra el Torneo de los tres magos, y el sábado por la noche nos eligieron cuarto y quinto campeón, a Harry y a mi. No sé quién puso nuestros nombres en el cáliz de fuego, porque nosotros no. El otro campeón de Hogwarts es Cedric ̶G̶̶u̶̶a̶̶p̶̶o̶ Diggory, de Hufflepuff.

Esperamos que estés bien, y también Buckbeak. 

Nymeria y Harry… 

Harry levanto una ceja y rayo el “Guapo” que había escrito Nymeria. La princesa rió y negó, la joven tomó desprevenido al cuervo de su madre y le amarró el mensaje con un bonito moño.

— Hedwig va molestarse.— susurro el pelinegro.

Algunos toques en la puerta llamo la atención de los cuatro, Daenyra miro hacia allí con curiosidad, la única persona que solía visitarla era el profesor Lupin, pero ya no estaba más en Hogwarts, quizá era Minerva o Daella. Dejó la roca en su estante y camino hasta la puerta, vaya sorpresa se llevó cuando la abrió, Snape estaba del otro lado, sus ojos violetas lo miraron con asombró. 

Los jóvenes lo miraron con cierta curiosidad, Snape paso sus ojos de Nyra a los tres niños que lo miraban fijamente. — ¿Puedo ayudarle en algo profesor? — pregunto Daenyra. 

Daella Targaryen llegó con una sonrisa de felicidad que pronto se desvaneció. 

— ¿hola? — dijo insegura, después se dirigió a Harry, Nymeria y Hermione. Pasando de largo a ambos adultos — ¿Se han peleado con Weasley? Y ¿Por qué? 

— Cierto, me falta uno… — susurro Daenyra para si misma. 

— Es un inmaduro. — escupió Harry molesto. Nymeria y Hermione se miraron. 

— ¿Puedo ayudar a… ? 

— ¡No! — dijo Hermione más alto de lo que pretendía, la castaña se sonrojo y después dijo: — Quiero decir, no es necesario. Vamos, hasta luego profesores. 

La castaña salió apresurada, Harry salió detrás de ella, Nymeria miro a Daella y se encogió de hombros, saliendo tras sus amigos. Los tres voltearon a ver a Snape por última vez y se echaron a correr. 

— Que se los coma el dragón entonces. — comentó Daella, al igual que Nymeria se encogió de hombros. — Tia me voy a llevar tu huevo de dragón, voy a mostrarselo a Astoria, no tardó, lo prometo. 

La princesa alcanzó uno de los huevos de dragón que estaban en el estante y salió con una sonrisa de la oficina. Daenyra la siguió con la mirada y después le indicó a Snape que podía entrar. Este se negó. 

—  ¿Ya le ha confesado Potter lo que hizo para echar su nombre en el cáliz? — pregunto el profesor, Nyra rió. 

— No entiendo como puedes creer eso. Ellos no fueron. ¿A que debo tu inesperada visita? — pregunto con curiosidad. 

— El profesor Dumbledore me envió, desea saber cómo te encuentras después de lo que pasó el día de ayer. — Nyra volvió a sonreír. 

— Claro. — comentó con ironía — confío en que Nymeria o Harry ganarán.

— No menciones a Potter por compromiso. 

— No lo hago. — respondió ofendida. — Deberías sentirte orgulloso de tu casa, la sangre del dragón la representara. 

— Espero que lo haga con dignidad.

Ambos fueron interrumpidos cuando un cuervo se poso en la ventana de Nyra, no era de ella, sino de su hermano Rhaegar Targaryen, se apartó de la puerta casi por instinto, mientras Snape avanzo un paso detrás de ella, pero se detuvo al percatarse de su acción. 

— ¿Se trata de Black? ¿Quieres que me vaya para darte privacidad? — pregunto con sorna. Nyra negó desatando el mensaje. 

— Es de mi hermano. — comentó levantando el pergamino con el sello de la casa Targaryen, procedió abrirlo y a leer. Su rostro cambio de inmediato. — mis hermanos han regresado a Dragonstone. — dijo Daenyra intentando respirar y mantener la calma. 

— Un poco de poción calmante no estaría mal, ha sido demasiado para usted en las últimas horas. — dijo con seriedad, se dio la vuelta con la intención de irse pero la voz de Daenyra lo detuvo. 

— Gracias, Severus. 

A diferencia de Harry, Nymeria había obtenido una gran aceptación, su popularidad aumentó y la mayoría de sus compañeros la saludaban o hacían reverencia en señal de respeto, ni hablar de su casa, quienes presumían libremente en los pasillos como su campeona. 

Los de Hufflepuff, que generalmente se llevaban muy bien con las demás casas, se mostraban ahora muy antipáticos con la mayoría, excepcion de Ravenclaw, quienes debían elegir un bando o quedar en el medio. Harry en circunstancias normales se hubiera muerto de ganas de ver a Nymeria, pero la asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas implicaba ver a los demás Slytherin. Era la primera vez que se vería con ellos desde su conversión en campeón.

Como era de esperar, Malfoy llegó a la cabaña de Hagrid con su habitual cara de desprecio.

—¡Ah, miren todos, es el campeón de Gryffindor! —les dijo a Crabbe y Goyle en cuanto llegaron a donde él podía oírlos—. ¿Han traído el libro de autógrafos? Tienen que darse prisa para que se los firme, porque no creo que dure mucho: la mitad de los campeones murieron durante el Torneo. ¿Cuánto crees que vas a durar, Potter? Mi apuesta es que diez minutos de la primera prueba.

Crabbe y Goyle se rieron a carcajadas, pero Malfoy tuvo que dejarlo ahí porque Nymeria venía detrás y Hagrid salió de la parte de atrás de la cabaña con una torre tambaleante de cajas, cada una de las cuales contenía un escreguto bastante grande. Para espanto de la clase, Hagrid les explicó que la razón de que los escregutos se hubieran estado matando unos a otros era un exceso de energía contenida, y la solución sería que cada alumno le pusiera una correa a un escreguto y lo sacara a dar una vuelta. Lo único bueno de aquello fue que acaparó toda la atención de Malfoy. 

—¿Sacarlo a dar una vuelta? —repitió con desagrado, mirando una de las cajas

—. ¿Y dónde le vamos a atar la correa? ¿Alrededor del aguijón, de la cola explosiva o del aparato succionador?

—En el medio —dijo Hagrid, mostrándoles cómo—. Harry, Nymeria, vengan aquí y ayúdenme con este grande…

— ¿Por qué ellos dos? — pregunto Malfoy con disgusto. 

— ¿Por qué no mejor te callas y haces lo que Hagrid te pidió? — le respondió Hermione, los dos se miraron con disgusto e hicieron lo suyo. 

En realidad, la auténtica intención de Hagrid era hablar con Harry y Nymeria lejos de los demás.

Esperó hasta que todo el mundo se hubo alejado con los escregutos, y luego se acerfo hacia ellos y les dijo, muy serio:

— Así que les toca participar. En el Torneo. —¿No tienen ni idea de quién pudo hacerlo?

— Entonces, ¿tú sí nos crees cuando digo que no fuimos? — le preguntó Harry con una pizca de emoción. 

— Por supuesto —gruñó Hagrid—. Han dicho que no fueron ustedes, y yo les creo. Y también les cree Dumbledore.

— Gracias, Hagrid. Realmente lo apreciamos. — dijo Nymeria con gratitud. 

—Me gustaría saber quién lo hizo —dijo Harry amargamente.

— Iré con Hermione. Claro si le molesta a nuestro profesor — comentó Nymeria, Hagrid rió y la ánimo a ir con la castaña, la princesa aceptó yendo hacia su amiga con una sonrisa. 

Los dos miraron hacia donde se dirigía la joven heredera. La clase ya se hallaba en aquel momento muy dispersa, y todos parecían encontrarse en apuros. 

— Parece que lo pasan bien, ¿no? —comentó Hagrid contento.

Harry supo que se refería a los escregutos, porque sus compañeros de clase, decididamente, no lo estaban pasando nada bien: de vez en cuando estallaba la cola de uno de los escregutos, que salía disparado a varios metros de distancia, y más de un alumno acababa arrastrado por el suelo, boca abajo. 

—Ah, Harry, no sé… —dijo Hagrid de pronto con un suspiro, mirándolo otra vez con preocupación—. Parece que todo te pasa a ti, ¿verdad?, pero esta vez no estas solo… 

Harry no rrespondió, sonrió mirando hacia donde Nymeria platicaba animadamente con Hermione. 

Los días siguientes fueron terribles para Harry. Le parecía que podría haber soportado la actitud del resto del colegio si contara con la amistad de Ron, pero no iba a intentar convencerlo de que se volvieran a hablar si él no quería hacerlo. Sin embargo, se sentía solo y no recibía más que desprecio de todas partes.

La actitud de los de Hufflepuff, podía entenderla aunque no le hiciera ninguna gracia a Harry, porque ellos tenían un campeón propio al que apoyar.  Pero no podía soportarlo de Slytherin, los insultos por parte de las serpientes eran mucho peor intentado de sobremanera hacer competencia entre él y Nymeria, había esperado que los de Ravenclaw encontraran tantos motivos para apoyarlo a él como a Nymeria y a Cedric. Y se había equivocado: la mayor parte de los de Ravenclaw parecía pensar que él se desesperaba por conseguir un poco más de fama y que por eso había engañado al cáliz de fuego para que aceptara su nombre.

Además estaba el hecho de que Cedric quedaba mucho mejor que él como campeón y ni hablar de Nymeria. Cédric era extraordinariamente guapo, con la nariz recta, el pelo moreno y los ojos grises, y aquellos días no se sabía quién era más admirado, si él o Viktor Krum. Después está Nymeria, era hermosa, cabello platinado y de bonitos ojos violetas, además, descendía de una dinastía, una princesa dragón. 

Mientras tanto, Sirius no contestaba, Hedwig no lo dejaba acercarse, la profesora Trelawney le predecía la muerte incluso con más convicción de la habitual, y en la clase del profesor Flitwick le fue tan mal con los encantamientos convocadores que le mandó más deberes (y fue el único al que se los mandó, aparte de Neville).

—De verdad que no es tan difícil, Harry —le decía Hermione para animarlo, al salir de la clase. Ella había logrado que los objetos fueran zumbando a su encuentro desde cualquier parte del aula, como si tuviera algún tipo de extraño imán que atraía borradores, papeleras y lunascopios—. Lo que pasa es que no te concentrabas.

—¿Por qué sería? —contestó Harry con amargura. En ese momento pasó Cedric rodeado de un numeroso grupo de chicas, todas las cuales miraron a Harry como si se tratará de un escreguto de cola explosiva especialmente crecido—. Pero no importa. Me muero de ganas de que llegue la clase doble de Pociones que tenemos esta tarde…

La clase doble de Pociones constituía siempre una mala experiencia, pero aquellos días era una verdadera tortura. Estar encerrado en una mazmorra durante hora y media con Snape y los de Slytherin, dispuestos a mortificar a Harry todo lo posible por haberse atrevido a ser campeón del colegio, era una de las cosas más desagradables que Harry pudiera imaginar. 

Cuando, después de comer, él, Nymeria y Hermione llegaron a la puerta de la mazmorra de Snape, se encontraron a los de Slytherin que esperaban fuera, cada uno con una insignia bien grande en la pechera de la túnica. Por un momento, Harry tuvo la absurda idea de que eran insignias de la P.E.D.D.O. Luego vio que todas mostraban el mismo mensaje en caracteres luminosos rojos, que brillaban en el corredor subterráneo apenas iluminado:

Apoya a NYMERIA TARGARYEN;

¡el DRAGÓN de Hogwarts!

—¿Te gustan, Nyny? —preguntó Malfoy en voz muy alta, para que Harry escuchará —. Y eso no es todo, ¡mira!

Apretó la insignia contra el pecho, y el mensaje desapareció para ser reemplazado por otro que emitía un resplandor verde:

POTTER APESTA

Los de Slytherin estallaron en risas. Todos apretaron su insignia hasta que el mensaje POTTER APESTA brilló intensamente por todos lados. Nymeria notó que Harry se ponía rojo de furia. 

La rubia apartó la mirada de Harry y se acercó a Draco, él sonrió, la princesa arrancó la insignia furiosa de la túnica de Draco, su expresión cambio de inmediato, Nymeria reflejaba decepción en sus ojos, la rubia apretó la mandíbula y ninguna palabra lograba salir, desvío la mirada a Ron, quien estaba apoyado contra el muro con Dean y Seamus. No se rió, pero tampoco defendió a Harry. Sus ojos violetas recrearon a Draco. 

— Vamos Targaryen… — murmuro Pansy sonriendo. 

— Princesa Nymeria Targaryen para ti, mustia descarada. — comentó Nymeria altanera, hubo un silencio incómodo, Harry y Hermione se miraron asombrados. — Y tú. — dijo mirando a Draco nuevamente. — Agradezco tu apoyo, pero tu actitud de mierda que al parecer no planeas cambiar, me hace querer anular aún más el trato entre tu padre y mi abuelo, y para todos los demás, sino me quieren apoyar por defender a Harry Potter, pueden irse a la mierda o bien, recordar ante la presencia de quien están.  

—¡Harry! ¡Nymeria! — escucho Hermione.

Entonces Nymeria vio a Párkinson apuntarle con la varita, la rubia se agachó y Draco la siguió. 

—¡Furnunculus! —gritó Harry.

—¡Densaugeo! —gritó Pansy. 

De las varitas salieron unos chorros de luz, que chocaron en el aire y rebotaron en ángulo. El conjuro de Harry le dio a Goyle en la cara, y el de Pansy a Hermione. Goyle chilló y se llevó las manos a la nariz, donde le brotaban en aquel momento unos forúnculos grandes y feos. Hermione se tapaba la boca desesperada. 

—¡Hermione! —Ron se acercó a ella apresuradamente, para ver qué le pasaba.

Harry y Nymeria se giraron y vieron a Ron que le retiraba a Hermione la mano de la cara. No fue una visión agradable. Los dos incisivos superiores de Hermione, que ya de por sí eran más grandes de lo normal, crecían a una velocidad alarmante. Se parecía más y más a un castor conforme los dientes alargados pasaban el labio inferior hacia la barbilla. Los notó allí, horrorizada, y lanzó un grito de terror.

—¿A qué viene todo este ruido? —dijo una voz baja y apagada. Acababa de llegar Snape.

Los de Slytherin se explicaban a gritos. 

—Potter me atacó, señor… — se quejó Pansy de inmediato. 

—¡Nos atacamos el uno al otro al mismo tiempo! —gritó Harry.

—… y le dio a Goyle. Mire… — insistió la joven. 

— Draco dile que no es verdad. — le pidió Nymeria al rubio. 

Snape examinó a Goyle, cuya cara no hubiera estado fuera de lugar en un libro de setas venenosas.

—Ve a la enfermería, Goyle —indicó Snape con calma.

—¡Parkinson  le dio a Hermione! —dijo Ron—. ¡Mire! 

Obligó a Hermione a que le enseñara los dientes a Snape, porque ella hacía todo lo posible para taparlos con las manos, cosa bastante difícil dado que ya le pasaban del cuello de la camisa. Pansy Parkinson y las otras chicas de Slytherin se reían en silencio, y señalaban a Hermione desde detrás de la espalda de Snape.

Snape miró a Hermione fríamente y luego dijo:

—No veo ninguna diferencia.

Hermione dejó escapar un grito y se le empañaron los ojos. Dando media vuelta, se echó a correr por el corredor hasta perderse de vista. Nymeria miro molesta primero a Draco y después a Snape. 

Tal vez fue una suerte que Harry y Ron empezaran a gritar a Snape a la vez, y también que sus voces retumbaran en el corredor de piedra, porque con el alboroto le fue imposible entender lo que le decían exactamente. 

—Muy bien —declaró con su voz más suave —. Cincuenta puntos menos para Gryffindor, y Weasley y Potter se quedarán castigados.

Entonces como una niña pequeña y tomando por sorpresa a todos, pero en especial a Harry, Ron y Draco, la princesa dijo fuerte y claro:

—  ¡Mi madre va enterarse de esto! — dicho esto salió corriendo detrás de Hermione. 

.

Mas tarde todos los campeones fueron llamados, en un aula bastante pequeña. Habían retirado hacia el fondo la mayoría de los pupitres para dejar un amplio espacio en el medio, pero habían juntado tres de ellos delante de la pizarra, y los habían cubierto con terciopelo. Detrás de los pupitres habían colocado cinco sillas, y Ludo Bagman se hallaba sentado en una de ellas hablando con una bruja a quien Harry no conocía, pero Nymeria si, al menos en fotografías, la mujer llevaba una túnica de color fucsia.

Como de costumbre, Viktor Krum estaba de pie en un rincón, sin hablar con nadie. Cedric y Fleur conversaban. Nymeria se quedó de pie pensativa, hasta que vio a Bagman levantarse y avanzó dando saltos.

—¡Ah, aquí está! Entra, Harry, entra… No hay de qué preocuparse: no es más que la ceremonia de comprobación de la varita. Los demás miembros del tribunal llegarán enseguida…

—¿Comprobación de la varita? —repitió Harry nervioso. Nymeria se encogió de hombros. 

— Tenemos que comprobar que sus varitas se hallan en perfectas condiciones, que no dan ningún problema. Como saben, son las herramientas más importantes con que van a contar en las pruebas que tienen por delante —explicó Bagman—. El experto está arriba en estos momentos, con Dumbledore. Luego habrá una pequeña sesión fotográfica. Ésta es Rita Skeeter —añadió, señalando con un gesto a la bruja de la túnica de color fucsia—. Va a escribir para El Profeta un pequeño artículo sobre el Torneo.

—A lo mejor no tan pequeño, Ludo —apuntó Rita Skeeter mirando a Harry y a Nymeria, la princesa hizo un gesto. 

—Me pregunto si podría hablar un ratito con Harry antes de que empiece la ceremonia —le dijo a Bagman sin apartar los ojos de Harry. 

—¡Por supuesto! —aceptó Bagman—. Es decir, si Harry no tiene inconveniente…

—Eh… —vaciló Harry.

—Divinamente —exclamó Rita Skeeter.

Sin perder un instante, sus dedos como garras tomaron a Harry por el brazo con sorprendente fuerza, el muchacho suplicaba ayuda con la mirada, lo volvieron a sacar del aula. 

— ¿Cómo se encuentra, princesa? — pregunto Ludo. Nymeria dudo en responder. — Supongo que feliz. ¿No es así? 

Nymeria asintió un tanto confundía. Minutos después apareció el profesor Dumbledore, la princesa se sintió más aliviada. 

— ¿Cómo estas, Nymeria? — pregunto amablemente, la rubia sonrió. 

— Preocupada. 

— Lo imagino, ¿donde esta Harry? — pregunto buscando entre los demás campeones. — estamos por comenzar. 

— ¡Profesor Dumbledore…! — dijo Ludo sonriente. 

— Rita Skeeter se lo ha llevado, profesor. — ante las palabras de Nymeria, Dumbledore salió casi corrieron del aula, y la princesa detrás de él. 

Llegaron hasta la puerta del armario y la abrió sin pensarlo dos veces, Harry asomo la cabeza, encontro a Nymeria detrás del director, le agradecio con la mirada. 

—¡Dumbledore! —exclamó Rita Skeeter, aparentemente encantada. —¿Cómo estás? —saludó ella —. Supongo que verías mi artículo del verano sobre el Congreso de la Confederación Internacional de Magos, ¿no?

— Francamente repugnante —contestó Dumbledore, Nymeria rió —. Disfruté en especial la descripción que hiciste de mí como un imbécil obsoleto.

Rita Skeeter no pareció avergonzarse lo más mínimo.

— Sólo me refería a que algunas de tus ideas son un poco anticuadas, Dumbledore, y que muchos magos de la calle…

— Me encantaría oír los razonamientos que justifican tus modales, Rita —la interrumpió Dumbledore, con una cortés sonrisa—, pero me temo que tendremos que dejarlo para más tarde. Está a punto de empezar la comprobación de las varitas, y no puede tener lugar si uno de los campeones está escondido en un armario de la limpieza.

Muy contento de librarse de Rita Skeeter, Harry se apresuró a caminar junto a Nymeria de regresó al aula. Los otros campeones ya estaban sentados en sillas cerca de la puerta, y ambos se sentaron rápidamente al lado de Cedric, ya se encontraban reunidos cuatro de los cinco miembros del tribunal: el profesor Karkarov, Madame Maxime, el señor Crouch y Ludo Bagman. Rita Skeeter tomó asiento en un rincón. 

— Permítanme que les presente al señor Ollivander — dijo Dumbledore dirigiéndose a los campeones —. Se encargará de comprobar sus varitas para asegurarse de que se hallan en buenas condiciones antes del Torneo.

— Lo conozco — le susurro Harry a Nymeria. 

— Mademoiselle Delacour, ¿le importaría a usted venir en primer lugar? — dijo el señor Ollivander, avanzando hacia el espacio vacío que había en medio del aula.

Fleur Delacour fue a su encuentro y le entregó su varita.

Como si fuera una batuta, el anciano mago la hizo girar entre sus largos dedos, y de ella brotaron unas chispas de color oro y rosa. Luego se la acercó a los ojos y la examinó detenidamente.

—Sí —murmuró—, veinticinco centímetros… rígida… palisandro… y contiene… ¡Dios mío!…

—Un pelo de la cabeza de una veela —dijo Fleur—, una de mis abuelas.

—Sí —confirmó el señor Ollivander—, sí. Nunca he usado pelo de veela. Me parece que da como resultado unas varitas muy temperamentales. Pero a cada uno la suya, y si ésta le viene bien a usted…

Pasó los dedos por la varita, según parecía en busca de golpes o arañazos. Luego murmuró:

—¡Orchideous! —Y de la punta de la varita brotó un ramo de flores—. Bien, muy bien, está en perfectas condiciones de uso — declaró, recogiendo las flores y ofreciéndoselas a Fleur junto con la varita. — Princesa Nymeria, su turno. 

La joven se acercó con una sonrisa y extendió su varita. Ollivander la tomó con delicadeza entre sus manos. — Definitivamente no es un trabajo mio. Veintisiete centímetros… interesante… arciano… solo puedes encontrarlo en… 

— Dragonstone, así es. — dijo Nymeria con una sonrisa. 

— rígida… sangre de dragón… simplemente digno de una descendiente de valyria. Quilony — la varita se convirtió en un precioso látigo en tono dorado. — la mejor defensa contra un dragón desobediente. — La varita volvió a su estado normal y Ollivander se la devolvió a Nymeria. — en perfectas condiciones. 

—. Señor Diggory, ahora usted.

Nymeria regresó a su asiento, sonriendo a Cedric cuando se cruzaron.

— ¡Ah!, veamos, ésta la hice yo, ¿verdad? — dijo el señor Ollivander —. Sí, la recuerdo bien. Contiene un solo pelo de la cola de un excelente ejemplar de unicornio macho. Debía de medir diecisiete palmos. Casi me clava el cuerno cuando le corté la cola. Treinta centímetros y medio… madera de fresno… agradablemente flexible. Está en muy buenas condiciones… 

—Le di brillo anoche —repuso Cedric con una sonrisa.

Harry miró su propia varita. Estaba llena de marcas de dedos. Con la tela de la túnica intentó frotarla un poco, con disimulo, pero de la punta saltaron unas chispas doradas. Nymeria rió divertida.

El señor Ollivander hizo salir de la varita de Cedric una serie de anillos de humo plateado, se declaró satisfecho y luego dijo:

—Señor Krum, si tiene usted la bondad…

Viktor Krum se levantó y avanzó hasta el señor Ollivander con la cabeza gacha y un andar torpe. Sacó la varita y se quedó allí con el entrecejo fruncido y las manos en los bolsillos de la túnica.

—Mmm —dijo el señor Ollivander—, ésta es una manufactura Gregorovitch, si no me equivoco. Un excelente fabricante, aunque su estilo no acaba de ser lo que yo… Sin embargo…

Levantó la varita para examinarla minuciosamente, sin parar de darle vueltas ante los ojos.

—Sí… ¿Madera de carpe y fibra sensible de dragón? —le preguntó a Krum, que asintió con la cabeza—. Bastante más gruesa de lo usual… bastante rígida… veintiséis centímetros… ¡Avis!

La varita de carpe produjo un estallido semejante a un disparo, y un montón de pajarillos salieron piando de la punta y se fueron por la ventana abierta hacia la pálida luz del sol.

—Bien —dijo el viejo mago, devolviéndole la varita a Krum—. Ahora queda… el señor Potter.

Harry se levantó y fue hasta el señor Ollivander cruzándose con Krum. Le entregó su varita.

—¡Aaaah, sí! —exclamó el señor Ollivander con ojos brillantes de entusiasmo—. Sí, sí, sí. La recuerdo perfectamente.

El anciano mago se pasó mucho más rato examinando la varita de Harry que la de ningún otro. Pero al final hizo manar de ella un chorro de vino y se la devolvió a Harry, declarando que estaba en perfectas condiciones.

—Gracias a todos —dijo Dumbledore, levantándose—. Ya pueden regresar a clase. O tal vez sería más práctico ir directamente a cenar, porque falta poco para que terminen…

Harry y Nymeria se levantaron para irse, con la sensación de que al final no todo había ido mal aquel día, pero el hombre de la cámara de fotos negra se levantó de un salto y se aclaró la garganta.

—¡Las fotos, Dumbledore, las fotos! —gritó Bagman—. Todos los campeones y los miembros del tribunal. ¿Qué te parece, Rita?

—Eh… sí, ésas primero —dijo Rita Skeeter, poniendo los ojos de nuevo en Harry —. Y luego tal vez podríamos sacar unas individuales.

Las fotografías llevaron bastante tiempo. Dondequiera que se colocara, Madame Maxime le quitaba la luz a todo el mundo, y el fotógrafo no podía retroceder lo suficiente para que ella cupiera. Por último se tuvo que sentar mientras los demás se quedaban de pie a su alrededor. El fotógrafo parecía querer que Fleur se pusiera delante, pero Rita Skeeter se acercó y tiró de Harry para destacarlo. Luego insistió en que se tomaran fotos individuales de los campeones, tras lo cual por fin pudieron irse.

— ¿Cómo está Hermione? — le preguntó Harry a Nymeria. 

— Mejor. He acudido hablar con mi madre de lo sucedido, dijo que aclararía el tema con Snape, me da mala espina todo esto. — Harry dejó escapar una risita. — ¿Qué es tan gracioso? 

— Crei escucharte decir “mi madre va enterarse de esto”, sonaste idéntica a Malfoy. — Harry se echo a reír. 

— ¡Claro que no! — respondió ofendida. 

_ Por supuesto que si. — insistió el pelinegro divertido. — Snape palidecio más de lo que ya está, se enfureció y nos hizo entrar a todos a clase. 

— Que raro. — dijo Nyny con sarcasmo. Harry volvió a reír. 

— Bien, camina solo a cenar. 

— ¡No! ¡Es una broma, no te molestes! — se lamentó Harry rápidamente. Nymeria rió y lo abrazo. 

— ¡Es broma, no llores! — lo imitó divertida. Ambos rieron y caminaron hasta el gran comedor jugando uno con el otro. 

Harry volvió a la torre de Gryffindor más tarde, algo feliz, pero pensando en todos los deberes extra que tendría que hacer sobre los encantamientos convocadores. Arriba, en el dormitorio, se encontró con Ron.

— Hay un cuervo, trae un mensaje o algo así — le informó éste con brusquedad, señalando la almohada de Harry. 

— Ah, bien —dijo Harry.

— Y tenemos que cumplir el castigo mañana por la noche, en la mazmorra de Snape — añadió Ron.

Entonces salió del dormitorio sin mirar a Harry. Por un momento, Harry pensó en seguirlo, sin saber muy bien si quería hablar con él o pegarle, porque tanto una cosa como otra le resultaban tentadoras. Pero la carta de Sirius era más urgente, así que fue hacia el cuervo, le quitó la carta de la pata y la desenrolló:

Harry y Nymeria:

No puedo decir en una carta todo lo que quisiera, porque sería demasiado arriesgado si interceptaran la lechuza. Tenemos que hablar cara a cara.

¿Podrías asegurarte de estar solo con Nymeria junto a la chimenea de la torre de Gryffindor a la una de la noche del 22 de noviembre? Sé mejor que nadie que ambos son capaces de cuidar de sí mismos, y mientras estén cerca de Dumbledore y de Moody no creo que nadie les pueda hacer daño alguno. Sin embargo, parece que alguien está haciendo intentos bastante acertados. El que los presentó al Torneo tuvo que arriesgarse bastante, especialmente con Dumbledore tan cerca.

Esten alerta. En cuanto puedas, hazme saber si les viene bien el 22 de noviembre.

























Dato curioso: Los arcianos son árboles que aparecen frecuentemente en Juego de Tronos, eran usados por los niños del bosque para tallar y alabar a los dioses antiguos.

Muchos fueron destruidos tras la llegada de los primeros hombres y más tarde la fe de los siete.

Me pareció bonito detalle que la varita de la Nymeria (y los Targaryen en general en este UA) provengan de este tipo de árbol.




















┏─══─━══─| - |─══━─══─┓

Holaaaaa lectorcitos de mi corazón.

¿Cómo pasaron Navidad y año nuevo?
Mil disculpas, no pude actualizar, otra vez, che diciembre ni se sintió. Pero aquí andamos de vuelta, con el primero del año.

Espero que lo hayan disfrutado, un pequeño detalle atrasado de Día de Reyes, que no fue cómo esperaba pero un capítulo de esta historia me sirvió cómo curita pa mi coranzoncito y atentos que ya estaremos llegando a Tiktok.

Sin más que decir, nos leemos (espero) pronto.

┗─══─━══─| - |─══━─══─┛



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro