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Capítulo 33
【 Ojoloco Moody 】
Los de Gryffindor se encaminaron a su segunda clase del día, Cuidado de Criaturas Magicas, después de una desagradable clase de Herbologia, bajaron por la explanada, hacia la pequeña cabaña de madera de Hagrid, que se alzaba en el mismo borde del bosque prohibido.
Hagrid los estaba esperando de pie, fuera de la cabaña, con una mano puesta en el collar de Fang. En el suelo, había varias cajas de madera abiertas, y Fang tiraba del collar, ansioso por investigar el contenido. Al acercarse, un traqueteo llegó a sus oídos, acompañado de lo que parecían pequeños estallidos.
— ¡Buenas! —saludó Hagrid, sonriendo a Harry, Ron y Hermione—. Será mejor que esperemos a los de Slytherin, no querrán perderse esto: ¡escregutos de cola explosiva!
—¿Cómo? —preguntó Ron. Hagrid señaló las cajas.
— ¡Ay! —chilló Lavender Brown, dando un salto hacia atrás.
Parecían langostas deformes de unos quince centímetros de largo, sin caparazón, pálidas y de aspecto viscoso, con patitas que les salían de sitios muy raros y sin cabeza visible.
— ¡Hola, buen día, Hagrid! — los tres muchachos se giraron inmediatamente al escuchar la voz de la joven princesa Targaryen, quien descendía con una sonrisa en el rostro y abrazaba sus libros con uno de sus brazos, el cabello platinado, caía lacio y lo adornaba un broche en forma de dragón.
— Buen día, princ... — antes de que Hagrid terminara su saludo, Nymeria le miro con advertencia y entonces sonrió. — Buen día, Nymeria.
— ¿Qué nueva locura planeaste para nosotros este año? — pregunto Nymeria sonriente, se poso al lado de Harry quien le miro expectante.
— ¡Escregutos de cola explosiva! Recién nacidos —dijo con orgullo Hagrid— para que puedan criarlos ustedes mismos. ¡He pensado que puede ser un pequeño proyecto!
— Suena genial. — dijo alegre la princesa, Harry rió al ver su reacción tranquila y los rostros de desagrado que tenían los demás, la joven se había tomado enserio su papel de alentar la clase del giganton, pero su sonrisa se desvaneció en segundos.
—¿Y por qué tenemos que criarlos? —preguntó una voz fría.
Acababan de llegar los demás Slytherin. El que había hablado era Draco Malfoy, detrás venían Crabbe y Goyle como ya era costumbre, el muchacho sorprendió a todos al llegar y posarse al lado de Nymeria Targaryen e ignorar el echo de que Harry, Hermione y Ron estaban allí.
Hagrid se quedó perplejo.
—Sí, ¿qué hacen? —insistió Malfoy— ¿Para qué sirven?
—Eso lo sabrás en la próxima clase, Malfoy. Hoy sólo tendrán que darles de comer. Pero tendrán que probar con diferentes cosas. Nunca he tenido escregutos, y no estoy seguro de qué les gusta. He traído huevos de hormiga, hígado de rana y trozos de culebra. Prueben con un poco de cada cosa.
—Primero el pus y ahora esto —murmuró Seamus.
— ¿Qué, pus? — pregunto Nymeria con intriga.
— Cuando tengas clase herbologia lo sabrás. — les respondió Hermione haciendo una mueca.
— ¿Por qué no los cuidamos en parejas? — pregunto la voz fría de Malfoy. Hagrid lo miro pensativo, no era una mala idea — Nyny y yo lo haremos juntos.
— Hagrid no ha dado esa indicación. — comentó Harry sin mirarlos.
— Es una sugerencia, ¿Cual es tu problema, Potter? ¿Acaso te molesta? — el color rojo apareció en el rostro de Nymeria, pero no de vergüenza, sino de molestia.
— Eh, muchachos... — dijo Hagrid algo nervioso.
— Hermione, trabaja conmigo. — la rubia jalo a la castaña, quien aún estaba algo nerviosa, las dos tomaron un puñado de hígados. Todos apartaron la mirada e hicieron la misma acción que Hermione y Nymeria, Harry le dedicó una última mirada antes de que Ron le golpeara el brazo para ir por los escregutos.
—¡Ay! — gritó Dean Thomas, unos diez minutos después — ¡Me ha hecho daño!
Hagrid, nervioso, corrió hacia él.
— ¡Le ha estallado la cola y me ha quemado! — explicó Dean enfadado, mostrándole a Hagrid la mano enrojecida.
—¡Ah, sí, eso puede pasar cuando explotan! —dijo Hagrid, asintiendo con la cabeza.
—¡Ay! —exclamó de nuevo Lavender Brown— Hagrid, ¿para qué hacemos esto?
—Bueno, algunos tienen aguijón —repuso con entusiasmo Hagrid — Probablemente son los machos... Las hembras tienen en la barriga una especie de cosa succionadora... creo que es para chupar sangre.
— Ahora ya comprendo por qué estamos intentando criarlos — dijo Malfoy sarcásticamente —. ¿Quién no querría tener una mascota capaz de quemarlo, aguijonearlo y chuparle la sangre al mismo tiempo?
— El que no sean muy agradables no quiere decir que no sean útiles. — explicó Hermione.
— De echo yo tengo una mascota que puede no sólo quemarte sino puede comerte al mismo tiempo, así que no veo el problema. — dijo Nymeria sin mirarlo.
Harry y Ron sonrieron mirando a Hagrid, quien también les dirigió disimuladamente una sonrisa tras su poblada barba. Nada le hubiera gustado más a Hagrid que tener como mascota un Dragon.
—Bueno, al menos los escregutos son pequeños — comentó Ron una hora más tarde, mientras los cuatro regresaban al castillo para comer en completo silencio.
—Lo son ahora —repuso Hermione, exasperada—. Cuando Hagrid haya averiguado lo que comen, me temo que pueden hacerse de dos metros.
Nymeria sonrió.
— No habrá problema. — comentó mirando hacia el cielo, Drogon y Rhaegal sobrevolaban no muy lejos de ahí, eso indicaba que su tío continuaba en Hogwarts.
— Cuanta envidia te tengo. — comentó Ron en broma, Nymeria le dio un codazo y después se echo a reír.
— Creo que Malfoy tiene razón. Lo mejor que se podría hacer con ellos es pisarlos antes de que nos empiecen a atacar. — comentó Hermione.
— Que cruel — dijo Nymeria tratando de no reír. Entonces la joven se percató de que Harry permanecía callado y serio durante toda la caminata. La princesa suspiro — Yo se lo pedí.
Admitió.
— ¿De que hablas? — inquirió Hermione.
— Malfoy. Le pedí que intentara... que al menos intentara llevarse con ustedes, son mis amigos y si, bueno...
— Dijiste que no salían. Nos mentiste. — señalo Harry en tono serio. Nymeria se sintió mal al sentir la mirada verde decepcionada del chico sobre ella.
— No, aún no es nada oficial. — Nymeria bajo la mirada. — me prometió que lo intentaría. Es demasiado si...
— Si.— respondieron los tres rápidamente.
— Esta demás darte una explicación. — dijo la castaña. — Nos ha echo cosas horribles y perdoname, pero busca salir contigo solo para molestar a Harry.
Hermione se percató de lo que dijo y sintió la cara arder, Ron miro a la castaña e hizo una mueca, mientras los ojos violetas de Nymeria chocaron con los ojos verdes de Harry, las mejillas del pelinegro se pintaron instantáneamente.
— Amm. Vamos a comer o ¿no? — pregunto Ron intentado calmar las aguas.
Los cuatro se sentaron en la mesa de Gryffindor y se sirvieron patatas y chuletas de cordero. La princesa heredera recibió miradas de todos, pero no le importó cuando Hermione empezó a comer tan rápido que no se daba el tiempo de respirar.
—Eh… ¿se trata de la nueva estrategia de campaña por los derechos de los elfos? —le preguntó Ron— ¿Intentas vomitar?
—No —respondió Hermione con toda la elegancia que le fue posible teniendo la boca llena de coles — Sólo quiero ir a la biblioteca.
— ¿Qué campaña? — pregunto Nymeria algo pérdida.
— Después te lo explicó. — comentó sin dejar de comer.
— ¿Qué? — exclamó Ron sin dar crédito a sus oídos — Hermione, ¡hoy es el primer día del curso! ¡Todavía no nos han puesto deberes!
Hermione se encogió de hombros. Luego se puso en pie de un salto, les dijo — Los veré en la cena — y salió a toda velocidad.
— ¿Que campaña? — pregunto Nymeria insistente.
— Ah, no me hagas explicarte. — suspiro Ron cansado, y volvió a llenarse la boca de comida.
— Harry — se giro — ¿De que campaña habla Hermione?
— No lo sé, tal vez Malfoy lo sepa. — respondió sarcástico y sin mirarla. Ron los miro y aún con la boca llena dejó de masticar. Nymeria estaba por responder cuando sintió unos brazos rodearla. Se giro algo asustada y se encontró con Daella sonriendo.
— Hola, Nyny, te busque en la mesa de Slytherin y ahora te encuentro infiltrada aquí — los ojos violetas de Daella pasaron de Nyny a Ron, la joven princesa rió provocando que le pelirrojo se sonrojara. — tienes la túnica llena de jugó de calabaza. — Ron trago y bajo la vista hacia su uniforme rápidamente, Daella se echo a reír — Es broma.
— Cielos. — murmuro al escuchar algunas risas a su alrededor. Ahora Daella paso de Ron a Harry, y entonces la princesa prefirió no ser imprudente.
— ¿Para qué llevas manzanas? ¿De dónde las sacaste? — pregunto Nymeria mirando la canasta que Daella llevaba una de sus manos. La princesa sonrió.
— Les regalo una manzana a los profesores como muestra de agradecimiento por compartir su sabiduría con nosotros. — respondió entusiasmada.
— Oh, que considerada, al profesor Snape le va encantar... — comentó una voz ajena a ellos tres. Daella levanto la mirada y un par de muchachos pelirrojos le sonrieron.
— Y ese ¿quien es? — pregunto con curiosidad.
— Es el profesor de pociones, de echo se encuentra en la mesa de profesores justo ahora, el qué viste de negro. — dijo Nymeria siguiéndole el juego a los gemelos. Daella miro de reojo hacia la mesa, no tenía para nada un aspecto amigable.
— Porque presiento que me están mintiendo. — dijo pensativa.
— ¿Por qué haríamos tal cosa? — respondió uno de ellos, Daella levanto una ceja, colgó la canasta sobre su antebrazo y avanzó unos cuantos pasos.
— Si descubro qué me mienten, mi venganza será muy dulce. Incluyendote, Nyny. — la princesa retomo su camino hacia su mesa y en un par de ocasiones los miraba insegura. Nymeria dejó escapar una risita.
— Esperare pacientemente su venganza.
Harry, Nymeria y Ron se encaminaron en silencio hacia la torre norte, en la que, tomarían clases de adivinación con la profesora Trelawney.
Como siempre, todas las cortinas estaban corridas. El aula, de forma circular, se hallaba bañada en una luz tenue y rojiza que provenía de numerosas lámparas tapadas con bufandas y pañoletas.
—Buenos días —dijo la tenue voz de la profesora Trelawney justo a la espalda de Harry, que dio un respingo. —Estás preocupado, querido mío — le dijo a Harry en tono lúgubre — Mi ojo interior puede ver por detrás de tu valeroso rostro la atribulada alma que habita dentro. Y lamento decirte que tus preocupaciones no carecen de motivo. Veo ante ti tiempos difíciles... muy difíciles... Presiento que eso que temes realmente ocurrirá... y quizá antes de lo que crees...
La voz se convirtió en un susurro. Nymeria miro a Harry, y éste le devolvió la mirada muy fríamente. La profesora Trelawney los dejó y fue a sentarse en un sillón ante el fuego, de cara a la clase. Lavender Brown y Parvati Patil, que admiraban intensamente a la profesora Trelawney, estaban sentadas sobre cojines muy cerca de ella.
—Queridos míos, ha llegado la hora de mirar las estrellas — dijo — los movimientos de los planetas y los misteriosos prodigios que revelan tan sólo a aquellos capaces de comprender los pasos de su danza celestial. El destino humano puede descifrarse en los rayos planetarios, que se entrecruzan...
De pronto la mente del pelinegro se quedó vagando en la nada.
— ¡Harry! — susurró Ron.
— ¡Oye, Harry! — lo zarandeo Nymeria.
— ¿Qué?
Harry miró a su alrededor. Toda la clase se estaba fijando en él.
—Estaba diciendo, querido mío, que tú naciste claramente bajo la torva influencia de Saturno — dijo la profesora Trelawney con una leve nota de resentimiento en la voz ante el hecho de que Harry no estuviese prestando atención.
— Perdón, ¿nací bajo qué? — preguntó Harry.
—Saturno, querido mío, ¡el planeta Saturno! — repitió la profesora Trelawney, algo irritada porque Harry no parecía impresionado por esta noticia — Estaba diciendo que Saturno se hallaba seguramente en posición dominante en el momento de tu nacimiento: tu pelo oscuro, tu estatura exigua, las trágicas pérdidas que sufriste tan temprano en la vida... Creo que no me equivoco al pensar, querido mío, que naciste justo a mitad del invierno, ¿no es así?
—No —contestó Harry— Nací en julio.
Ron se apresuró a convertir su risa en una áspera tos. Mientras Nymeria bajaba la mirada algo burlona.
Media hora después la profesora Trelawney le dio a cada alumno un complicado mapa circular, con el que intentaron averiguar la posición de cada uno de los planetas en el momento de su nacimiento. Era un trabajo pesado, que requería mucha consulta de tablas horarias y cálculo de ángulos.
—A mí me salen dos Neptunos —dijo Harry después de un rato, observando con el entrecejo fruncido su trozo de pergamino — No puede estar bien, ¿verdad?
— No, ambos nacimos en Julio, no hay posición de un planeta dominante por lo que se supone que yo nací bajo la influencia de la Luna y tu del Sol — explicó Nymeria revisando su libro. — Debí tomar Aritmancia con Hermione...
— Aaaaaah — dijo Ron, imitando el tono de la profesora Trelawney — cuando aparecen en el cielo dos Neptunos es un indicio infalible de que va a nacer un enano con gafas y una enana albina...
Nymeria dejó escapar una carcajada e inmediatamente se tapó la boca. Seamus y Dean, que trabajaban cerca de ellos, se rieron con fuerza, aunque no lo bastante para amortiguar los emocionados chillidos de Lavender Brown.
— ¡Profesora, mire! ¡He encontrado un planeta desconocido!, ¿qué es, profesora?
— Es Urano, querida mía — le dijo la profesora Trelawney mirando el mapa.
—¿Puedo echarle yo también un vistazo a tu Ur-ano, Lavender? —preguntó Ron con sorna.
— ¡Ron! — chillo Nymeria dándole un manotazo y después riéndose fuertemente.
Desgraciadamente, la profesora Trelawney los oyó, y seguramente fue ése el motivo de que les pusiera tanto trabajo al final de la clase.
— Un análisis detallado de la manera en que les afectarán los movimientos planetarios durante el próximo mes, con referencias a su mapa personal —dijo en un tono duro que recordaba más al de la profesora McGonagall que al suyo propio
— ¡Quiero que me lo entreguen el próximo lunes, y no admito excusas!
—¡Rata vieja! — se quejó Ron con amargura mientras descendían la escalera con todos los demás de regreso al Gran Comedor, para la cena— Eso nos llevará todo el fin de semana, ya verán.
— Ambos tienen la culpa, no dejaban de burlarse. — comentó Harry.
— ¿Desde cuando tan agua-fiestas? Además Ron no dejaba de decir tonterías — dijo Nymeria sonriente.
— Admitan que hice mucho más amena la clase. — expresó el pelirrojo con orgullo.
—¿Muchos deberes? — les preguntó muy alegre Hermione, al alcanzarlos — ¡La profesora Vector no nos ha puesto nada!
— Bien, ¡bravo por la profesora Vector! —dijo Ron sarcásticamente.
— Debi tomar Aritmancia. — repitió Nymeria.
— Pero quisiste nuevamente Adivinación ¿Por qué? — pregunto la castaña. Nymeria mordió su labio.
— No lo sé. — murmuro la rubia.
Llegaron al vestíbulo, abarrotado ya de gente que hacía fila para entrar a cenar.
Acababan de ponerse en la fila cuando oyeron una voz a sus espaldas:
—¡Weasley! ¡Eh, Weasley!
Los cuatro se volvieron. Malfoy, Crabbe y Goyle estaban ante ellos, muy contentos por algún motivo.
— ¿Qué? —contestó Ron fastidiado.
—¡Tu padre ha salido en el periódico, Weasley! — anunció Malfoy, desdoblando un ejemplar de El Profeta y hablando muy alto, para que todos pudieran oírlo —. ¡Escucha esto!
MÁS ERRORES EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Parece que los problemas del Ministerio de Magia no se acaban, escribe Rita Skeeter, nuestra enviada especial. Muy cuestionados últimamente por la falta de seguridad evidenciada en los Mundiales de quidditch, y aún incapaces de explicar la desaparición de una de sus brujas, los funcionarios del Ministerio se vieron inmersos ayer en otra situación embarazosa a causa de la actuación de Arnold Weasley, del Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles.
Malfoy levantó la vista.
— Ni siquiera aciertan con su nombre, Weasley, pero no es de extrañar tratándose de un don nadie, ¿verdad?
— Draco... — murmuro Nymeria — basta.
Malfoy volvió a alzar el periódico y leyó:
Arnold Weasley, que hace dos años fue castigado por la posesión de un coche volador, se vio ayer envuelto en una pelea con varios guardadores de la ley muggles (llamados «policías») a propósito de ciertos contenedores de basura muy agresivos. Parece que el señor Weasley acudió en ayuda de Ojoloco Moody, el anciano ex auror que abandonó el Ministerio cuando dejó de distinguir entre un apretón de manos y un intento de asesinato. No es extraño que, habiéndose personado en la muy protegida casa del señor Moody, el señor Weasley hallara que su dueño, una vez más, había hecho saltar una falsa alarma. El señor Weasley no tuvo otro remedio que modificar varias memorias antes de escapar de la policía, pero rehusó explicar a El Profeta por qué había comprometido al Ministerio en un incidente tan poco digno y con tantas posibilidades de resultar muy embarazoso.
— ¡Y viene una foto, Weasley! — añadió Malfoy, dándole la vuelta al periódico y levantándolo — Una foto de tus padres a la puerta de su casa... ¡bueno, si esto se puede llamar casa! Tu madre tendría que perder un poco de peso, ¿no crees?
— ¡Ya, basta! — grito Nymeria arrebatándole el periódico. — Idiota. — le murmuro molesta y regreso con sus amigos.
Ron temblaba de furia. Todo el mundo lo miraba.
— Vamos, Ron... — dijo Harry.
—¡Ah, Potter! Tú has pasado el verano con ellos, ¿verdad? — dijo Malfoy — Dime, ¿su madre tiene al natural ese aspecto de cerdito, o es sólo la foto?
— ¿Y te has fijado en tu madre, Malfoy? —preguntó Harry. Tanto él como Hermione sujetaban a Ron por la túnica para impedir que se lanzara contra Malfoy — Esa expresión que tiene, como si estuviera oliendo mierda, ¿la tiene siempre, o sólo cuando estás tú cerca?
— No te atrevas a insultar a mi madre, Potter.
— Pues entonces callate, Malfoy. No le hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti. — puntualizó Nymeria.
— ¿Vienes, Ny? — la princesa giro al escuchar la voz de Harry, observo una última vez a Draco y finalmente cedió, se dio la vuelta junto con sus amigos. Intuía que ahora mismo estaba molesto.
— ¡AH, NO, TÚ NO, MUCHACHO!
Nymeria sintió una pequeña brisa.
¡BUM!
Los cuatro se volvieron completamente. El profesor Moody bajaba cojeando por la escalinata de mármol. Había sacado la varita y apuntaba con ella a un hurón blanco que estaba sobre el suelo de losas de piedra, en el mismo lugar en que había estado Malfoy. El hurón corrió en dirección a Nymeria y subió por su túnica hasta llegar a su hombro, donde se refugió tiritando de miedo, la princesa lo acuno entre sus manos y levanto la mirada asombrada.
Un aterrorizado silencio se apoderó del vestíbulo. Salvo Moody, nadie movía un músculo. Moody se volvió para mirar a Harry. O, al menos, lo miraba con su ojo normal. El otro estaba en blanco, como dirigido hacia el interior de su cabeza.
—¿Te ha dado? —preguntó Moody. Tenía una voz baja y grave.
—No —respondió Harry.
— ¡DÉJALO! — gritó Moody.
— ¿Que deje... qué? —preguntó Harry, desconcertado.
—No te lo digo a ti... ¡se lo digo a ella! —gruñó Moody, señalando con el dedo, por encima del hombro, a Nymeria con el hurón en sus manos.
— ¡Dejalo en el suelo! — le gritó Moody, volviendo a apuntar al hurón con la varita.
Safo el hurón de las manos de Nymeria y lo elevó tres metros en el aire, después cayó al suelo dando un golpe y rebotó.
— ¡No, dejelo! — grito la princesa. Intento acercarse pero Moody no se lo permitió.
— ¡Alejese Targaryen! No me gusta la gente que ataca por la espalda — gruñó Moody, mientras el hurón botaba cada vez más alto, chillando de dolor — Es algo innoble, cobarde, inmundo...
— ¡Por favor, lo lastima! — insistió la princesa.
El hurón se agitaba en el aire, sacudiendo desesperado las patas y la cola.
—No... vuelvas... a hacer... eso... —dijo Moody, acompasando cada palabra a los botes del hurón.
— ¡Basta! — grito la princesa una vez más.
—¡Profesor Moody! — exclamó una voz horrorizada.
La profesora McGonagall bajaba por la escalinata de mármol, cargada de libros.
— Hola, profesora McGonagall —respondió Moody con toda tranquilidad, haciendo botar aún más alto al hurón.
—¿Qué... qué está usted haciendo? —preguntó la profesora McGonagall, siguiendo con los ojos la trayectoria aérea del hurón.
— Enseñar —explicó Moody.
—Ens... Moody, ¿eso es un alumno? —gritó la profesora McGonagall al tiempo que dejaba caer todos los libros.
— Sí — contestó Moody.
— ¡No! — grito la profesora McGonagall, bajando a toda prisa la escalera y sacando la varita. Al momento siguiente reapareció Malfoy con un ruido seco, hecho un ovillo en el suelo con el pelo lacio y rubio caído sobre la cara. Haciendo un gesto de dolor, se puso en pie.
— ¡Moody, nosotros jamás usamos la transformación como castigo! — dijo con voz débil la profesora McGonagall — Supongo que el profesor Dumbledore se lo ha explicado.
— Puede que lo haya mencionado, sí —respondió Moody, rascándose la barbilla muy tranquilo — pero pensé que un buen susto...
—¡Lo que hacemos es dejarlos sin salir, Moody! ¡O hablamos con el jefe de la casa a la que pertenece el infractor...!
— Entonces haré eso — contestó Moody, mirando a Malfoy con desagrado.
Malfoy, que aún tenía los ojos llenos de lágrimas a causa del dolor y la humillación, miró a Moody con odio y murmuró una frase de la que se pudieron entender claramente las palabras "mi padre".
—¿Ah, sí? — dijo Moody en voz baja, acercándose con su cojera unos pocos pasos. Los golpes de su pata de palo contra el suelo retumbaron en todo el vestíbulo.
— Bien, conozco a tu padre desde hace mucho, niño. Dile que Moody vigilará a su hijo muy de cerca... Dile eso de mi parte... Bueno, supongo que el jefe de tu casa es Snape, ¿no?
— Sí — respondió Malfoy, con resentimiento.
— Otro viejo amigo — gruñó Moody — Hace mucho que tengo ganas de charlar con el viejo Snape... Vamos, adelante...
Y agarró a Malfoy del brazo para conducirlo de camino a las mazmorras. Nymeria los observo irse y se sintió algo angustiada, pero vaya, el se lo había buscado.
La profesora McGonagall los siguió unos momentos con la vista; luego apuntó con la varita a los libros que se le habían caído, y, al moverla, éstos se levantaron de nuevo en el aire y regresaron a sus brazos.
— Vamos Ny — la rubia se giro hacia Harry, miro a sus amigos y camino junto a ellos.
— No me hablen ahora. — dijo Ron.
—¿Por qué no? —preguntó Hermione sorprendida.
— Porque quiero fijar esto en mi memoria para siempre — contestó Ron, con los ojos cerrados y una expresión de inmenso bienestar en la cara —: Draco Malfoy, el increíble hurón botador...
Harry y Hermione se rieron.
— Pudo haberlo herido. — dijo la rubia en un susurro.
— Odio admitirlo pero, Nymeria tiene razón, Malfoy podría haber quedado herido de verdad — dijo ella — La profesora McGonagall hizo bien en detenerlo.
—¡Hermione! — dijo Ron con furia, volviendo a abrir los ojos — ¡No me estropees el mejor momento de mi vida!
— Los veo después. — anuncio Nymeria caminando hacia la mesa de Slytherin.
— Ah, Malfoy se lo merecía. — refunfuño Ron.
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Hellooo
¿Cómo están?
Cada vez estamos más cerca de que las escuelas invitadas lleguen a Hogwarts.¿Emocionados?
También les comentó que junto con este capítulo estaré subiendo una pequeña galería que prepare para ustedes con ayuda de una IA y espero que la disfruten tanto como yo.
Sin más que añadir nos leemos muy pronto.
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