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Capítulo 14
【 La Predicción de la profesora Trelawney 】
La celebración por haber ganado la copa de quidditch le duró a Harry al menos una semana. Pero pronto, comenzaron los exámenes y el castillo se sumió en completo silencio. Los alumnos de tercero salieron del examen de Transformaciones el lunes a la hora de la comida. Debían transformar una tetera en tortuga. Hermione irritó a todos, incluyendo a Nymeria, quien le pedía que ya dejara el tema por la paz, la castaña juraba que su tortuga era mucho más galápago, cosa que a los demás les tenia sin cuidado.
Después de la comida, la clase volvió a subir para el examen de Encantamientos. Hermione había tenido razón, el profesor Flitwick puso en el examen los encantamientos estimulantes. Harry, por los nervios, exageró el suyo, y Ron, que era su pareja en el ejercicio, se echó a reír como un histérico. Tuvieron que llevárselo a un aula vacía y dejarlo por una hora, hasta que estuvo en condiciones de llevar a cabo el encantamiento.
Después de cenar, los alumnos se fueron inmediatamente a sus respectivas salas comunes, pero no a relajarse, sino a repasar Cuidado de Criaturas Mágicas, Pociones y Alto Valyrio.
El examen de Cuidado de Criaturas Mágicas, se llevó a cabo la mañana siguiente. Hagrid había llevado un gran cubo de gusarajos al aula, y les dijo que para aprobar tenían que conservar el gusarajo vivo durante una hora. Como los gusarajos vivían mejor si se los dejaba en paz, resultó el examen más sencillo de todos, los cuatro aprovecharon para hablar con el giganton.
— Buckbeak está algo deprimido —les dijo Hagrid, haciendo como que comprobaba que el gusarajo de Harry seguía vivo — Ha estado encerrado demasiado tiempo. Pero... en cualquier caso, pasado mañana lo sabremos.
Aquella tarde tuvieron el examen de Pociones: un absoluto desastre para la mayoría, Nymeria, aunque se le difículto, supo que fue un éxito cuando vio la mala cara de Snape. Por otro lado Harry no consiguió que espesara su receta para confundir, y Snape, garabateó en el espacio de la nota, antes de alejarse, algo que parecía un cero.
Posteriormente asistieron al examen de Alto Valyrio, todos se miraban unos a otros y se rascaban la cabeza de vez en cuando, las traducciones no les resultaban sencillas, las primeras en terminar fueron Hermione y Nymeria. Entregaron sus traducciones y después salieron del aula, dejando a Harry y Ron con las esperanzas en el suelo de tener una buena nota.
El miércoles se celebraron dos exámenes, Historia y Herbología, pero el peor fue este último, en los invernaderos, bajo el sol.
El penúltimo examen, la mañana del jueves, fue el de Defensa Contra las Artes Oscuras. El profesor Lupin había preparado un examen bastante raro. Una carrera de obstáculos fuera, al sol, primero tenían que pasar por un profundo estanque de juegos que contenía un grindylow, luego atravesar una serie de agujeros llenos de gorros rojos, chapotear por entre ciénagas sin prestar atención a las engañosas indicaciones de un hinkypunk y finalmente meterse dentro del tronco de un árbol para enfrentarse con un boggart.
— Bien echo joven Malfoy — susurró Lupin, cuando el joven bajó el tronco, quien ni siquiera se molesto en responderle.
Draco se quedó para ver como lo hacia Nymeria, quien seguía justo después de él, la joven lo hizo muy bien hasta llegar al hinkypunk, el problema se presentó al llegar al árbol del boggart. Pasaban los minutos y la joven princesa no salía.
— Ya paso mucho ¿No es su trabajo intervenir? — comentó Malfoy con voz amenazante. Lupin estaba por responder cuando la rubia finalmente salió. Estaba completamente asustada, pero lo había logrado.
— ¿Todo bien, Nymeria? — pregunto Lupin.
— Si. — respondió en susurro y sin mirarlo.
— Lo hiciste muy bien, nota maxima — le aplaudió el joven profesor. Nymeria asintió aún pérdida en sus pensamientos.
— Ao issi sȳrī? (¿Estas bien?) — pregunto Draco, la rubia lo miro con sorpresa.
— Ao naejot issa, daor tolī skoros ao gōntan (No deberías hablarme, no después de lo que hiciste) — Draco fingió no entender del todo, pero en realidad supo lo que quería decir. La princesa se fue, dejándolo con las palabras en la boca.
Nymeria se encontro con los tres jóvenes Gryffindor cuando se dirigía al gran comedor. Se echo a correr para alcanzarlos.
—¿Por qué no me has dejado? —dijo Ron — ¿Los has visto? ¡Hasta llevan un hacha! ¡Eso no es justicia!
—Ron, tu padre trabaja en el Ministerio. No puedes ir diciéndole esas cosas a su jefe — respondió Hermione — Si Hagrid conserva esta vez la cabeza y argumenta adecuadamente su defensa, es posible que no ejecuten a Buckbeak...
— ¿Me perdido de algo? — pregunto Nymeria, los tres se giraron para verla.
— No han revisado el caso, será por la tarde, aún podemos salvar a Buckbeak. — comentó Ron.
El último examen de Harry, Nymeria y Ron era de Adivinación. Subieron juntos la escalera de mármol. Hermione los dejó en el primer piso, continuaron hasta el séptimo, donde muchos de su clase estaban sentados en la escalera de caracol que conducía al aula de la profesora Trelawney, repasando en el último minuto.
— Nos va a examinar por separado —les informó Neville, cuando se sentaron a su lado. Tenía Disipar las nieblas del futuro abierto — ¿Alguno ha visto algo alguna vez en la bola de cristal? —preguntó desanimado.
— Nada.— respondió Nymeria.
Harry calculaba lo que faltaba para el comienzo de la revisión del caso de Buckbeak.
La fila de personas que había fuera del aula se reducía muy despacio. Cada vez que bajaba alguien por la plateada escalera de mano, los demás le preguntaban entre susurros:
— ¿Qué te ha preguntado? ¿Qué tal te ha ido?
Pero nadie aclaraba nada.
— ¡Me ha dicho que, según la bola de cristal, sufriré un accidente horrible si revelo algo! — chilló Neville, bajando la escalera hacia Harry, Nymeria y Ron, que acababa de llegar al rellano en ese momento.
— Es muy lista — gruño Ron— Empiezo a pensar que Hermione tenía razón —dijo señalando la trampilla — es una impostora.
— Sí — dijo Harry, mirando su reloj. Eran las dos — Ojalá se dé prisa.
— No creo que sea exactamente una impostora. Solo exagera — comentó la joven princesa.
Parvati bajó la escalera rebosante de orgullo.
— Me ha dicho que tengo todas las características de una verdadera vidente — dijo — He visto muchísimas cosas... Bueno, que les vaya bien.
— Ronald Weasley — anunció desde arriba la voz susurrante. Ron les guiño el ojo y subió por la escalera.
Harry y Nymeria eran los únicos que quedaban.
— ¿Nervioso?
— Si, un poco — admitió, pero su mente estaba con Hagrid.
Por fin, después de unos veinte minutos, Ron volvia a aparecer en la escalera.
— ¿Qué tal? — le preguntó Harry.
— Una porquería — dijo Ron — No conseguía ver nada, así que me inventé algunas cosas. Pero no creo que la haya convencido...
La profesora Trelawney anunció:
— ¡Nymeria Targaryen!
— Por los dioses nuevos y antiguos, que logre ver algo. Ya vuelvo.
En la sala de la torre hacia más calor que nunca. Nymeria avanzó entre las sillas y las mesas hasta el lugar en que la profesora Trelawney la aguardaba sentada ante una bola grande de cristal.
— Buenos días, Nymeria — dijo — Si tuvieras la amabilidad de mirar la bola... Tómate tu tiempo, y luego dime lo que ves dentro de ella...
Nymeria se inclinó sobre la bola de cristal y miró concentrándose, buscando algo más que la niebla blanca que se arremolinaba dentro, de pronto se sorprendió.
—¿Y bien? — le preguntó la profesora Trelawney. — ¿Qué ves?
— Soy... Yo.
Minutos después Nymeria bajo completamente pensativa.
— ¿Qué tal te fue? —musitó Harry cuando la voz de la profesora Trelawney anunció:
—¡Harry Potter!
— Nota maxima — canturreo alegre, la joven cambio su semblante de inmediato. — Suerte.
Finalmente su turno había llegado.
—Buenos días, Harry — dijo — Por favor, podrías observar la bola... Tómate tu tiempo, y luego dime lo que ves...
Harry miro la bola de cristal, buscando algo entre la niebla blanca que se arremolinaba dentro.
— ¿Qué ves?
Pensó en lo que Ron le había dicho y decidió fingir.
— Eeh... — dijo Harry — Una forma oscura...
— ¿A qué se parece? — susurró la profesora Trelawney — Piensa...
La mente de Harry aterrizó en Buckbeak.
— Un hipogrifo — dijo con firmeza.
— ¿De verdad? — susurró la profesora Trelawney, escribiendo en el pergamino — Muchacho, bien podrías estar contemplando la solución del problema de Hagrid con el Ministerio de Magia. Mira más detenidamente... El hipogrifo ¿tiene cabeza?
— Sí — dijo Harry.
— ¿Estás seguro? — insistió la profesora Trelawney — ¿Totalmente seguro, Harry? ¿No lo ves tal vez retorciéndose en el suelo y con la oscura imagen de un hombre con un hacha detrás?
— No — dijo Harry, comenzando a sentir náuseas.
— ¿No hay sangre? ¿No está Hagrid llorando?
— ¡No! — contestó Harry — Parece que está bien. Está volando...
La profesora Trelawney suspiró.
— Bien, querido. Me parece que lo dejaremos aquí... Un poco decepcionante, pero estoy segura de que has hecho todo lo que has podido.
Aliviado, Harry se levantó, tomó la mochila y se dio la vuelta para salir. Pero entonces oyó detrás de él una voz potente y áspera:
— Sucederá esta noche.
Harry dio media vuelta. La profesora Trelawney estaba rígida en su sillón. Tenía la vista perdida y la boca abierta.
— ¿Cómo dice? — preguntó Harry.
Pero la profesora Trelawney no parecía oírlo. Sus pupilas comenzaron a moverse. Harry estaba asustado. La profesora parecía a punto de sufrir un ataque. El chico no sabía si salir corriendo hacia la enfermería. Y entonces la profesora Trelawney volvió a hablar con la misma voz áspera, muy diferente a la suya:
— El Señor de las Tinieblas está solo y sin amigos, abandonado por sus seguidores. Su vasallo ha estado encadenado doce años. Hoy, antes de la medianoche, el vasallo se liberará e irá a reunirse con su amo. El Señor de las Tinieblas se alzará de nuevo, con la ayuda de su vasallo, más grande y más terrible que nunca. Hoy... antes de la medianoche... el vasallo... irá... a reunirse... con su amo...
Su cabeza cayó hacia delante. Luego, repentinamente, volvió a levantar la cabeza.
— Lo siento mucho, chico. El calor del día, ¿sabes...?
Harry se quedó allí un momento, mirándola.
— ¿Pasa algo, Harry?
— Usted... acaba de decirme que... el Señor de las Tinieblas volverá a alzarse, que su vasallo va a regresar con él...
La profesora Trelawney se sobresaltó.
— ¿El Señor de las Tinieblas? ¿El que no debe nombrarse? Querido muchacho, no se puede bromear con ese tema... Alzarse de nuevo, Dios mío...
— ¡Pero usted acaba de decirlo! Usted ha dicho que el Señor de las Tinieblas...
— Creo que tú también te has quedado dormido — repuso la profesora Trelawney — Desde luego, nunca predeciría algo así.
Harry bajó la escalera de mano, haciéndose preguntas... ¿Acababa de oír a la profesora Trelawney haciendo una verdadera predicción? ¿O había querido acabar el examen con un final impresionante?
— ¿Qué tal te fue? — Nymeria aún estaba ahí, esperándolo.
— Busquemos a Ron y Hermione. Creo que es importante — el rostro de la rubia se lleno de preocupación.
— Andando.
Las palabras de la profesora Trelawney resonaban aún en su cabeza. Nymeria no dejaba de mirarlo de reojo. Se encontraron con Ron y Hermione en los pasillos. Rápidamente Harry se aproximó a ellos.
— La profesora Trelawney me acaba de decir...
Pero se detuvo al fijarse en sus caras.
— Buckbeak ha perdido — dijo Ron con voz débil — Hagrid acaba de enviar esto.
Apelación perdida. La ejecución será a la puesta del sol. No se puede hacer nada. No vengan. No quiero que lo vean.
Hagrid
— Tenemos que ir — dijo Harry de inmediato — ¡No puede estar allí solo, esperando al verdugo!
— Pero es a la puesta del sol — dijo Ron, mirando por la ventana con los ojos empañados — No nos dejarán salir, y menos a ti, Harry...
Harry se tapó la cabeza con las manos, pensando.
— La capa invisible — sugirió Nymeria.
— No, la tengo.
— ¿Dónde está? — dijo Hermione.
Harry le explicó que la había dejado en el pasadizo, debajo de la estatua de la bruja tuerta.
—... Si Snape me vuelve a ver por allí, me veré en un serio aprieto — concluyó.
— Cierto — confirmó la rubia.
— Si te ve... ¿Cómo se abre la joroba de la bruja?
—Se le dan unos golpecitos y se dice ¡Dissendio! — explicó Harry — Pero...
Hermione no aguardó a que terminara atravesó el pasillo con velocidad y se perdió de vista.
— ¿Habrá ido a por ella? — dijo Ron.
— En efecto, Weasley.
Hermione regresó minutos después, con la capa plateada doblada y escondida bajo la túnica.
— ¡Hermione, no sé qué te pasa últimamente! — dijo Ron, sorprendido — Primero le pegas a Malfoy, luego te vas de la clase de la profesora Trelawney...
— Granger es fantástica, ese sucede — comentó Nymeria con una sonrisa.
Hermione se sintió halagada.
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Bajaron a cenar con los demás, pero no regresaron a sus salas comunes. La princesa fingió ir al baño pero en realidad se desvío a una habitación contigua al vestíbulo. Harry llevaba escondida la capa en la parte delantera de la túnica. Se encontraron con al joven Targaryen minutos después y esperaron ahí hasta que se quedó completamente vacío. Hermione asomó la cabeza por la puerta.
— Bien — susurró — No hay nadie. Podemos taparnos con la capa.
— ¿Nos cubrirá a todos? — pregunto Nymeria dudosa.
— Tenemos que caminar muy juntos — comentó Hermione.
— Bien — la rubia se poso al lado de la castaña, Harry estaba por acomodarse al lado de la princesa cuando le dijo: — Abrazame, así ocuparemos menos espacio, Weasley has lo mismo con Granger...
Harry asintió, y algo nervioso abrazo a la rubia de la cintura.
Caminando bajo la capa, bajaron la escalera y salieron. El sol se hundía ya en el bosque prohibido.
Llegaron a la cabaña y llamaron a la puerta. Hagrid tardó en contestar, cuando por fin lo hizo, miró a su alrededor, tembloroso, en busca de la persona que había llamado.
— Somos nosotros — susurró Harry — Llevamos la capa invisible. Si nos dejas pasar, nos la quitaremos.
— No deberían haber venido —dijo Hagrid, también susurrando.
Pero se hizo a un lado, y ellos entraron. Hagrid cerró la puerta rápidamente y Harry se desprendió de la capa. Hagrid no lloró ni se arrojó al cuello de sus amigos. No parecía saber dónde se encontraba ni qué hacer. Resultaba más trágico verlo así que llorando.
— ¿Quieren un té? — invitó.
Sus manos enormes temblaban.
— ¿Dónde está Buckbeak, Hagrid? —preguntó Ron.
— Lo... lo tengo en el exterior —dijo Hagrid — Está atado en el huerto, junto a las calabazas. Pensé que debía ver los árboles y oler el aire fresco antes de...
A Hagrid le temblaba tanto la mano que la jarra se le cayó y se rompió.
— Yo lo haré, Hagrid — dijo Hermione apresurándose a limpiar el suelo.
— Hay otra en el aparador — dijo, Harry miró a Ron y a Nymeria, quienes le devolvieron una mirada de desesperanza.
— ¿No hay nada que hacer Hagrid? —preguntó Harry sentándose a su lado — Dumbledore...
— Lo ha intentado — respondió Hagrid— No puede hacer nada contra una sentencia de la Comisión. Les ha dicho que Buckbeak es inofensivo, pero tienen miedo. Ya saben cómo es Lucius Malfoy... Me imagino que los ha amenazado... Y el verdugo, Macnair, es un viejo amigo suyo. Pero será rápido y limpio, y yo estaré a su lado.
Hagrid tragó saliva.
— Dumbledore estará presente. Me ha escrito esta mañana. Dice que quiere estar conmigo. Un gran hombre, Dumbledore...
— Permíteme hablar con mi madre, Hagrid.
— Gracias, Nymeria. Pero, la dulce Nyra ya ha ofrecido su ayuda, y la he rechazado, ella tiene asuntos más importantes... — la voz de Hagrid se debilitó.
La princesa se sintió sumamente culpable, hubiera sido mejor ignorar el echo de que Hagrid rechazo su ayuda y escribirle a su abuelo, no había cosa que Viserys no hiciera por su adorada nieta. Tuvo el poder en sus manos y lo desperdicio.
— Nosotros también estaremos contigo, Hagrid — comenzó Hermione, pero Hagrid negó con la despeinada cabeza.
— Tienen que volver al castillo. Les he dicho que no quería que lo vieran y tampoco deberían estar aquí. Si Fudge y Dumbledore los ven fueran sin permiso, Harry, te verás en gran problema. Igual tú, Nymeria.
Hermione lloraba en silencio, pero disimuló ante Hagrid preparando el té. Al tomar la botella de leche para vaciarla en la jarra, dio un grito.
— ¡Ron! No... no puedo creerlo. ¡Es Scabbers!
Ron la miró sorprendido.
— ¿Qué dices?
Hermione acercó la jarra a la mesa y la volteó. Con un grito asustado y desesperado por volver a meterse en el recipiente, Scabbers apareció correteando por la mesa.
— ¡Scabbers! — exclamó Ron desconcertado — Scabbers, ¿qué haces aquí?
Tomó a la rata, que forcejeaba por escapar y la levantó para verla a la luz. Tenía un aspecto horrible. Estaba más delgada que nunca. Se le había caído mucho pelo y se retorcía en las manos de Ron, desesperada por escapar.
— Se ve horrenda — comentó Nymeria acercándose para verla más a detalle.
— No te preocupes, Scabbers — dijo Ron — No hay gatos. No hay nada que temer.
De pronto, Hagrid se puso en pie, mirando la ventana fijamente.
— Ya vienen...
Los cuatro se dieron rápidamente la vuelta. Un grupo de hombres bajaba por escalones de la puerta principal del castillo. Delante iba Albus Dumbledore. A su lado iba Cornelius Fudge. Tras ellos marchaban el viejo y débil miembro de la Comisión y el verdugo Macnair.
— Tienen que irse — dijo Hagrid — No deben verlos aquí...Fuera ya.
Ron se metió a Scabbers en el bolsillo y Hermione tomó la capa.
— Salgan por detrás.
Lo siguieron hacia la puerta trasera que daba al huerto. Nymeria se sentía mal y aún más al ver a Buckbeak a pocos metros, atado a un árbol, detrás de las calabazas. Una punzada apareció en su pecho tan solo de pensar que algo así le sucediera a su dragona.
— No temas, Buckbeak — dijo Hagrid — No temas — Se volvió hacia los cuatro amigos — Venga, vayanse.
Pero no se movieron.
— Hagrid, no... Les diremos lo que de verdad sucedió. — dijo Nymeria decidida.
— No pueden matarlo... — continuó Ron.
— ¡Vayanse! — ordenó Hagrid con firmeza — Ya es bastante horrible y sólo faltaría que además los metiera en un problema.
No tenían opción. Mientras Hermione echaba la capa, oyeron hablar al otro lado de la cabaña. Hagrid miró hacia el punto por el que acababan de desaparecer.
— Ya, vayanse, rápido — dijo con acritud — No escuchen.
Y volvió a entrar en la cabaña al mismo tiempo que alguien llamaba a la puerta de delante.
Lentamente, como en trance, Harry, Nymeria, Ron y Hermione rodearon silenciosamente la casa. Al llegar al otro lado, la puerta se cerró con un golpe seco.
— Vámonos aprisa, por favor —susurró Hermione — No puedo seguir aquí, no lo puedo soportar...
Empezaron a subir hacia el castillo. El sol comenzaba ocultarse, el cielo se había vuelto de un gris.
Ron se detuvo en seco.
— Por favor, Ron — comenzó Hermione.
— Se trata de Scabbers...
— ¿Qué sucede con la rata calva? — pregunto Nymeria.
— Quiere salir.
Ron intentaba impedir que Scabbers se escapara, pero la rata estaba fuera de sí, chillando como loca, trataba de morder a Ron en la mano.
— ¡Calla esa cosa, Weasley! — grito la joven Targaryen con desesperación.
— Scabbers, tonta, soy yo — susurró Ron.
Oyeron abrirse una puerta detrás de ellos y luego voces masculinas.
— ¡Por favor, Ron, vámonos, están a punto de hacerlo! — insistió Hermione.
— ¡Quédate quieta, Scabbers!
Siguieron caminando, pero Ron volvió a detenerse.
— No la puedo sujetar... Calla, Scabbers, o nos oirá todo el mundo
La rata chillaba como loca, pero no lo bastante fuerte para superar los sonidos que llegaban del jardín de Hagrid. Las voces se mezclaban y se confundían. Hubo un silencio y luego, sin previo aviso, el inconfundible silbido del hacha rasgando el aire. Hermione se tambaleó. Nymeria se llevó una mano a la boca.
— ¡Lo han hecho! — expresó Harry y Hermione se echo a llorar.
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Simplemente diré.
¡Se viene el dramaaaa!
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