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Capítulo 7
【 La huida de la Señora Gorda 】
En muy poco tiempo, la clase de De-
fensa Contra las Artes Oscuras y Alto Valyrio se convirtieron en las favoritas de la mayoría. Siempre había algo nuevo y sorprendente que aprender. Pero no todo era bueno y divertido, Snape estaba más insoportable que nunca, todos sabían la razón, la historia del boggart de Neville se esparció por todo Hogwarts y eso para nada le parecía divertido, sumando el comportamiento de Nymeria en sus clases, solía llevarle la contraria, mismas situaciones que lo han llevado a enemistarse aún más con la profesora Targaryen y el profesor Lupin respectivamente.
Nymeria solía casi dormirse en la clase de adivinación, había algo que no terminaba de agradarle. Pero sin duda sería aún más aburrido si sus amigos no estuviesen con ella. A pocos les gustaba la asignatura sobre Cuidado de
Criaturas Mágicas, después de la casi impresionante primer clase, se convirtió en algo sumamente aburrido, pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los guasarajos. Hagrid parecía haber perdido la confianza, algo que Nymeria lamentaba.
— ¿Por qué alguien se preocuparía de cuidarlos? — pregunto Ron, embutiendo las viscosas gargantas de los guasarajos con lechuga
— Nadie, pero tampoco es culpa de Hagrid — respondió disgustada Nymeria.
Para inicios de octubre, la temporada de Quidditch estaba por comenzar, Harry ahora se mantenía ocupado con el entrenamiento y las reuniones del equipo para discutir tácticas. Este año en especial parecían más presionados por ganar la Copa de Quidditch. Nymeria asistió solo un par de veces como espectadora de los entrenamientos de Gryffindor, su intención era más que observar. Aquello no sólo puso nervioso a Harry, saco de sus cabales a Oliver Wood, el capitan del equipo Gryffindor, argumentando que era una espía de Slytherin. Potter intento defenderla de manera muy torpe, pero la rubia solo volvió cuando Slytherin entrenaba, pues la joven también tenía su orgullo.
Una tarde después de que Nymeria volvia de la biblioteca, en donde realizaba sus deberes junto a Hermione debido a que la castaña estaba algo distanciada de Ron, el profesor Snape se presentó en la Sala común de Slytherin, ubicada en las mazmorras, para recoger los permisos de Hogsmeade firmados. La rubia no entregó el suyo, para su mala suerte, Daenyra le había retirado su permiso ya que consideraba que salir de el castillo era peligroso para Nymeria, ella no entendió la razón y para añadir más limón a la llaga, el profesor Snape le dijo:
— Señorita Targaryen, necesito su permiso firmado, si es que quiere ir a Hogsmeade — los ojos violetas de Nymeria lo miraron con desprecio.
— No tengo, profesor Snape — respondió altanera.
— Una desgracia — comentó en tono burlesco.
El profesor Snape se fue y ella solo se dejó caer en uno de los sillones de la sala.
— ¿Te quedaste sin permiso? ¿Eh? — Nymeria levanto la vista encontrándose con Draco, quien sonreía burlón.
— ¿Te afecta? — pregunto mirándolo de manera arrogante. — Ah ya, me vas extrañar.
— No me afecta que una idiota como tú, no vaya — respondió con el mismo tono — Dime, ¿eso te gustaría? ¿Verdad?... Lamento bajarte de tu nube, Targaryen.
— Perdona pero quien debe bajar de su nube eres tú, no yo. Draco. — los ojos grises del chico la miraron retadores, finalmente desistió y se fue.
La mañana de Halloween, prefirió salir de su sala desde primera hora, no quería escuchar los comentarios de sus compañeros sobre la salida de aquel día. Nymeria se encontraba cerca del lago negro, justo arriba de un árbol, estaba sentada entre las ramas muy cómodamente y sostenía un libro, al parecer se había resignado a no ir con todos sus compañeros al pueblo de Hogsmeade, le consolaba poder asistir al banquete de Halloween. Hermione estaba al tanto de su situación, misma que le provocó una gran tristeza, pues ambas tenían planes.
— ¡Nymeria! — asomo la vista por encima del libro, Harry era quien la llamaba desde abajo del árbol. — ¡Ny!
— ¡Si miras hacia arriba encontrarás lo que buscas! — la rubia rió. Harry instintivamente lo hizo, dibujo una sonrisa en su rostro — ¡Olvide que tampoco irías!
Nymeria arrojó el libro y Harry la miro sin entender.
— ¿Qué haces?
— Bajar... Atrapame, Potter.
— ¡Nymeria espera...!
Las gafas de Harry fueron a dar lejos de su alcance, lo último que vio fueron estrellas por todas partes y se sintió sofocado por el golpe. La rubia se carcajeo aún tirada en el suelo, Harry sin poder ver nada también se echo a reír. Ahí se quedaron, riendo por un par de minutos más. La rubia se llevó las manos al estómago, le dolía de tanto reír, se dio vuelta, recargandose sobre su lado derecho, quedando frente a frente con Harry, observando a detalle sus característicos ojos verdes.
— Tus ojos...
— Si, ya lo sé me lo dicen constantemente...
— Iba decir que estoy más impresionada por tus ojos verdes que de mis ojos violetas. — las mejillas de Harry se tornaron de color carmesí. Invadido por los nervios, buscó desviar el tema.
— Necesito mis gafas, no veo nada.
— ¡Cierto! — Harry se sentó, mientras Nymeria se estiraba para poder alcanzarlas. Las tomó con una sonrisa y después cuidadosamente se las colocó al chico. — ¿Ya me ves?.
— ¡Oye! — rió divertido. Los dos se pusieron de pie, fue entonces que él se percató de que Nymeria llevaba puesto un vestido, era color blanco y muy elegante. Le recordó a cuando ambos pasaban más tiempo juntos durante las vacaciones, antes de regresar a Hogwarts y que ella fuese enviada a Slytherin. Regularmente en el Colegio usaba trajes de montura, siempre de negro, con decoraciones que daban la ilusión de ser escamas de dragón. A pesar de lo joven que es, la hacían lucir imponente.
Nymeria recogió su libro, y se engancho del brazo de Harry para poder caminar juntos de regreso.
— ¿Qué leías? — pregunto Harry, señalando en libro con la cabeza.
— La historia de Nymeria Martell, una princesa Rhoynar qué conquisto Dorne y le dio los mismos derechos a príncipes y princesas de heredar el trono de dicho reino. Por supuesto mi nombre es en su honor.... — hizo una leve pausa — ¿Te puedo contar un secreto?
— Si, por supuesto — afirmó el chico, Nymeria bajo la mirada y después dejó escapar un leve suspiro.
— Cómo quizá te diste cuenta, no sé quién es mi padre, no lo conozco — Harry asintió — creo que él, esta aquí en, Hogwarts...
Él la miro pensativo, analizando y razonando quien podría ser.
— Pero ¿Quien? — nadie parecía cuadrar, a menos que, no podía ser posible.
— Tengo dos teorías, es una locura, pero analizando el comportamiento de mi madre, no me ha quedado más que hacer mi propias conclusiones, una de mis opciones es el Profesor Lupin, él y mi mamá están juntos siempre, sabía mi nombre... pero es la menos probable, mi carácter no empata para nada con él...
— Eres igual de genial que él, podría ser una buena posibilidad... ¡Seria estupendo!
— Somos geniales en diferente contexto, él es, muy amable y yo cuando me lo propongo... Bueno. Eso me lleva a mi segunda opción y que cada vez que la analizó siento que es la más probable. Snape.
Harry paro en seco, y agrandó sus ojos de la sorpresa. La miro sorprendido ¿Cómo podía ella imaginar siquiera eso?
— No. No lo creó. ¿El profesor Snape? ¿Ese Snape? — Nymeria asintió.
— Si, ese Snape. Desde el primer momento que me miro, me vio con tal odio. Tal vez soy su hija no deseada. Tiene sentido para mi, mi madre y él no se cruzan, se evitan, más él que ella, apenas se hablan. Y además mi mamá se puso de su lado cuando lo insulte en clase él mes pasado, Snape me lleva la contraria siempre porqué tal vez, no me quiere. Sumando él echo de que mi madre no quiso enviarme a Hogwarts desde mi primer año, se vio forzada a volver porque estabas en peligro, el hijo de su mejor amiga, aún que el costo sea reencontrarse a su cretino ex...
Harry trataba de procesar cada una de las palabras dichas por Nymeria, ¡Era una completa locura!, tenía sentido y mucho. Snape era tan despreciable, al grado de ser capaz de abandonar a su propia hija y encima odiarla, si, por supuesto que si. Pero...
— Cuadra y mucho, pero, bueno... con mucho respeto tú mamá es muy...
— ¿Atractiva? Por supuesto.
— Y bueno, tú... Tú eres igual de hermosa que ella. — Harry sintió las mejillas arder de nuevo — ¿Cómo podría fijarse en alguien como Snape?
— Bienvenido al mundo del amor. No importa lo físico y eso muy pocos lo entienden, Potter. De alguna manera se enamoraron, pero no lo suficiente para que él se quedará o quizá se arrepintió y eso lo amargo, ahora busca alejarme.
— ¿Vas a justificar que posiblemente te abandono?
— No, solo buscó entender.
Los dos regresaron a los pasillos del castillo, ambos anduvieron con mucho entusiasmo, habían dejado las teorías alocadas de la rubia de lado, ahora solo reían, pronto se toparon de cara con Filch, que acababa de despedir al último de los visitantes de Hogsmeade.
— ¿Qué hacen? — gruñó Filch.
—Nada —respondió Harry.
— ¿Nada? — le soltó Filch — ¡No me mientan! ¿Por qué no están en Hogsmeade comprando bombas fétidas, polvos para eructar y gusanos silbantes, como el resto de sus desagradables amiguitos?
Harry y Nymeria se miraron.
— ¡Respondan! ¿Qué hacían? Par de niños irrespetuosos —dijo Filch, que siguió mirándolos fijamente. Nymeria se echo a reír, tomó la mano de Harry y lo jalo para correr fuera de la vista de Filch, Harry al entender rió. — ¡Regresen a sus salas comunes!
Los dos jóvenes lo ignoraron, lo perdieron de vista al subir por unas escaleras. Corrieron por el pasillo, sin parar de reír, se detuvieron un momento para respirar e intercambiaron miradas, provocando aquella extraña sensación en Harry, cuando dijo una voz que salía del interior de un aula:
—¿Harry? ¿Nymeria? — se encontraron al profesor Lupin, que los miraba curioso desde la puerta de su Oficina — ¿Qué hacen? —le preguntó Lupin en un tono amigable — ¿Dónde están Ron y Hermione?
— En Hogsmeade —respondió Harry rápidamente. Mirando a Nymeria de reojo, una clara referencia a lo que habían hablado.
— Ah —dijo Lupin. Observó a ambos y su mirada se poso en las manos de los jóvenes, provocando que Nymeria soltara la mano de Harry y entrelazando las de ella, el chico en cambio le dedicó una mirada — ¿Por qué no pasan? Acabo de recibir un grindylow para su próxima clase.
— ¿Y eso que es? — pregunto Nymeria con curiosidad, adelantándose.
—¿Un qué? —preguntó Harry.
Entraron en el despacho siguiendo a Lupin. En un rincón había un enorme depósito de agua. Una criatura de color verde, con pequeños cuernos afilados, pegaba la cara contra el cristal, haciendo muecas y doblando sus dedos largos.
—Es un demonio de agua —dijo Lupin, observando el grindylow — No debería darnos muchas dificultades, sobre todo después de los kappas. El truco es deshacerse de su tenaza. ¿Se dan cuenta de la extraordinaria longitud de sus dedos? Son fuertes, pero muy quebradizos.
— Es genial — susurro Nymeria.
El grindylow enseñó sus dientes verdes y se metió en una espesura de algas que había en un rincón.
—¿Una taza de té? —les preguntó Lupin, buscando la tetera— Iba a prepararlo.
— Por supuesto — aceptó Nymeria gustosa.
—Bueno —dijo Harry, no muy convencida.
Lupin dio a la tetera un golpecito con la varita y por el pitorro salió un chorro de vapor.
—Siéntense —dijo Lupin — Lo lamento, pero sólo tengo té en bolsitas. Aunque me imagino que estarán hartos del té suelto.
—¿Cómo lo sabe? —preguntó Harry.
—Me lo ha dicho la profesora McGonagall —explicó Lupin provocando una risita en Nymeria, pasándole a Harry una taza y otra a la joven Nymeria — No te preocupa, ¿verdad?
—No —respondió Harry.
Algo de los pensamientos de ambos debió de reflejarse en su cara, porque Lupin dijo:
—¿Están preocupados por algo?
—No —mintió Harry. Sorbió un poco de té.
— Si — respondió Nymeria.
— Sí —dijo de repente Harry, dejando el té en el escritorio de Lupin y recibiendo una mirada de Nymeria — ¿Recuerda el día que nos enfrentamos al boggart?
—Sí —respondió Lupin.
—¿Por qué no me dejó enfrentarme a él? —le preguntó.
Lupin alzó las cejas.
—Creí que estaba claro —dijo sorprendido.
Harry no supo qué contestar, de forma que dio otro sorbo al té. Nymeria no dejaba de verlo confundida, sacudió la cabeza y tomó un sorbo de té.
—¿Así que pensabas que no te creía capaz de enfrentarte a un boggart? —dijo Lupin.
—Bueno... sí — dijo Harry. Estaba mucho más contento— Profesor Lupin, usted conoce a los dementores...
Le interrumpieron unos golpes en la puerta.
—Adelante —dijo Lupin.
Se abrió la puerta y entraron dos personas, Snape y Nyra. El primero llevaba una copa de la que salía un poco de humo, ambos se detuvieron al ver a Harry, quien los miraba muy atento, y a Nymeria sumamente ocupada bebiendo té. Nyra dedicó su mejor sonrisa.
—¡Ah, Daenyra, Severus! —dijo Lupin sonriendo.
Nymeria al escuchar eso casi se ahoga, sintió arder su nariz y como el té salía por sus fosas nasales, posteriormente se echo a toser, se llevó un pañuelo a la cara. Harry intento ayudarla.
— ¿Estas bien, Nymeria? — pregunto Nyra con preocupación. La joven le dedicó una mirada de "¿Enserio?".
— Si — respondió.
— ¿Estas segura, cariño? — pregunto Nyra.
— ¡Qué, si! — Nymeria sintió un un leve codazo por parte de Harry. Los dos guardaron silencio.
— Muchas gracias. ¿Podrías dejarlo aquí, en el escritorio? — Snape posó la copa humeante en el escritorio.
— Estaba enseñando a Nymeria y a Harry mi grindylow —dijo Lupin con cordialidad, señalando el depósito.
— Fascinante —comentó Snape, sin mirar a la criatura — Deberías tomártelo ya, Lupin.
Nyra en cambio si se cerco para poder observarlo más de cerca, el grindylow le mostro los dientes, provocando que la rubia riera. Harry y Nymeria observaban cautelosos a los tres adultos, después compartían miradas.
—Sí, sí, enseguida —dijo Lupin.
— He hecho un caldero entero. Si necesitas más...
—Seguramente mañana tomaré otro poco. Muchas gracias, Severus.
—De nada —respondió Snape.
— Oye Severus... — Nyra apenas se dio la vuelta y Snape salió del despacho. Lo dejó pasar y en su lugar miro a ambos jóvenes — ¿Qué tal va su día?
— Bien — dijo Harry.
— Pudo ser peor — admitió Nymeria.
Harry y Nymeria miraron la copa con curiosidad. Lupin sonrió.
— El profesor Snape, muy amablemente, me ha preparado esta poción — dijo Lupin — Nunca se me ha dado muy bien lo de preparar pociones y ésta es especialmente difícil. Es una pena que no admita azúcar.
— ¿Por qué...? —comenzó Harry.
Lupin lo miró y respondió a la pregunta.
— No me encuentro muy bien —dijo— Esta poción es lo único que me sana.
— Es una suerte tener de compañero al profesor Snape, no hay muchos magos capaces de prepararla. — comentó Daenyra. Nymeria sorbio nuevamente de su té.
El profesor Lupin bebió otro sorbo y Harry tuvo el impulso de quitarle la copa de las manos.
—El profesor Snape está muy interesado por las Artes Oscuras — comentó Harry de pronto.
— ¿En serio? — inquirió Nymeria.
—¿De verdad? —preguntó Lupin, sin mucho interés, bebiendo otro trago de la poción.
—Hay quien piensa... — Harry pauso — hay quien piensa que sería capaz de cualquier cosa para conseguir el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Lupin vació la copa e hizo un gesto de desagrado.
— Asqueroso —dijo— Bien, chicos, la profesora Targaryen y yo tenemos que seguir trabajando. Nos veremos en el banquete.
— De acuerdo —dijeron ambos dejando su taza de té.
— Te veré más tarde, ¿Bien? — le dijo Nyra a su hija, acariciando el cabello de esta, pero la joven se quitó.
— Si — respondió Nymeria indiferente y después miro a Lupin. — hasta luego profesor Lupin.
El Gran Comedor había sido decorado con cientos de calabazas con velas dentro, una bandada de murciélagos vivos que revoloteaban y muchísimas serpentinas de color naranja brillante que caían del techo.
La comida fue deliciosa. Incluso Hermione y Ron, que estaban que habían comido un montón de dulces en Honeydukes, repitieron. Harry y Nymeria cruzaban mirabas, pero también se centraban en mirar a la mesa de los profesores.
El profesor Lupin se le veia alegre y más sano que nunca. Hablaba animadamente con la profesora Targaryen. Nymeria recorrió la mesa con la mirada hasta el lugar en que se sentaba Snape. ¿Estaba viendo mal o Snape miraba a Lupin?
El banquete terminó con una actuación de los fantasmas de Hogwarts. Saltaron de los muros y de las mesas para llevar a cabo un pequeño vuelo en formación. Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor, tuvo un gran éxito con una representación de su propia desastrosa decapitación.
Fue una noche tan estupenda que Malfoy no pudo arruinar el buen humor de Harry al gritarle por entre la multitud, cuando salían del Gran Comedor:
—¡Los dementores te envían recuerdos, Potter!
Harry, Ron y Hermione se despidieron de Nymeria, siguieron al resto de los de su casa por el camino de la torre de Gryffindor, pero cuando llegaron al corredor al final del cual estaba el retrato de la Señora Gorda, lo encontraron atestado de alumnos.
— ¿Por qué no entran? —preguntó Ron con intriga.
Harry miró delante de él, por encima de las cabezas. El retrato estaba cerrado.
— Dejenme pasar, por favor — dijo la voz de Percy. Se esforzaba por abrirse paso a través de la multitud — ¿Qué es lo que ocurre? No es posible que nadie se acuerde de la contraseña. Dejenme pasar, soy delegado.
La multitud guardó silencio, empezando por los de delante. Fue como si un aire frío se extendiera por el corredor. Oyeron que Percy decía:
— ¡Que alguien vaya a buscar al profesor Dumbledore, rápido!
Las cabezas se volvieron. Los de atrás se ponían de puntillas.
— ¿Qué sucede? —preguntó Ginny, que acababa de llegar.
En un instante hizo su aparición el profesor Dumbledore, dirigiéndose velozmente hacia el retrato. Los alumnos de Gryffindor se apretujaban para dejarle paso, y Harry, Ron y Hermione se acercaron para ver qué sucedía.
La Señora Gorda había desaparecido del retrato, que había sido rasgado tan horriblemente que algunas tiras del lienzo habían caído al suelo. Faltaban varios trozos grandes.
Dumbledore dirigió una mirada al retrato estropeado y se volvió. Con ojos entristecidos vio a los profesores McGonagall, Targaryen, Lupin y Snape, que se acercaban a toda prisa. Hermione noto más nerviosismo de lo normal en la madre de Nymeria.
— Hay que encontrarla —dijo Dumbledore— Por favor, profesora McGonagall, dígale enseguida al señor Filch que busque a la Señora Gorda por todos los cuadros del castillo.
— ¡Se llevarán una decepción! —dijo una voz socarrona.
Era Peeves, que revoloteaba por encima de la multitud y estaba encantado, como cada vez que veía a los demás preocupados por algún problema.
—¿Qué quieres decir, Peeves? —le preguntó Dumbledore tranquilamente. La sonrisa de Peeves desapareció. No se atrevía a burlarse de Dumbledore. Adoptó una voz muy diferente.
— Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer. La he visto correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor, esquivando los árboles y gritando algo terrible —dijo con alegría— Pobrecita.
—¿Ha dicho quién lo ha hecho? —preguntó Dumbledore en voz baja.
—Sí, señor director — dijo Peeves — Se ha enfadado con ella porque no le permitiría entrar, ¿sabe? — Peeves dio una vuelta y dirigió a Dumbledore una sonrisa por entre sus propias piernas — Ese Sirius Black tiene un genio insoportable.
Nymeria y sus teorías:
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Nota:
Este capítulo estuvo algo tranquilo pero el que viene, estará muy interesante, muero porque lo lean.
En fin, me he dado cuenta que más o menos tardo una semana en actualizar, asi que, por ahora lo manejare así, no puedo ser más rápida debido a que trabajo. Pero haré lo que pueda.
Nos leemos después.
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