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O1. Hecho y derecho; Venus






La música sensual que resonaba en sus oídos estaba empezando a cansarlo; los bailarines casi desnudos dando giros en los tubos se veían en cada rincón que miraba. No podía ni ir al baño porque este estaba lleno de gente cogiendo en cada espacio posible.

¿Por qué había aceptado venir a un burdel así? Él odiaba estas cosas, pero la excesiva presión de sus amigos lo había cansado. Jodían y jodían día y noche, por mensaje, por llamada, ¡incluso cuando hablaban en público! Por este tipo de momentos es que quería enterrarse tres metros bajo el suelo.

― ¿Whisky? ―Una voz desconocida llamó su atención.

Al girar su cabeza, saliendo de la pelea mental que estaba teniendo con su vaso de ron a medio tomar, vio a una preciosa joya, no literalmente, para su desgracia. Era un hombre de cabellera pelirroja intensa, un atardecer, un suave ahumado en sus ojos aperlados se quedó con su atención unos segundos; sus dedos largos y blancos se extendían hasta él, ofreciendo beber juntos.

Sin embargo, no estaba interesado en compartir su sufrimiento con alguien más. Solo volvió a fulminar y maldecir a su vaso de alcohol. Intentando ignorar la otra presencia a su costado, pero aquel hombre no parecía querer aceptar un no por respuesta.

―¿En serio? Es raro que alguien me rechace un trago; no pensé que estarías tan deprimido. ―Al no escuchar protesta, decidió continuar hablando―. Eres atractivo, no lo niego, ¿pero no crees que las vendas están demás? No combina con tu ropa ni la bufanda.

Okey, sí, se sintió un poco ofendido; sabía que su gusto en la moda no era la sensación mundial, pero en su defensa, estaba haciendo un frío de cojones; ahorita estuviera congelándose hasta el culo si estuviera vestido con tres trocitos de tela recogidos de la basura, como casi todos aquí.

―Hace frío, ¿cómo no sientes eso? ―La forma en que los ojos azules brillaron lo intimidaron un poco. Era extraño.

―¡Si puedes hablar! Casi creí que estaba conversando con un mudo. Aunque no estaría mal, nunca he cogido con uno.

―¿Ah? ―aquellas palabras lo sacaron de onda, ¿cogido? ¿Quería tener sexo con él? Creía que daba la suficiente apariencia de ser un hombre heterosexual hecho y derecho.

Rodó los ojos de forma indignante. ―Mira, niño, creo que no estás entendiendo mi postura en esta situación.

―¿De verdad? ―Aquel chico estaba conteniendo una risa burlona, aunque un gran esfuerzo no es lo que estaba haciendo―. Puedes llamarme Chuuya, no me considero tan joven ni infantil para que me digas "niño".

Entrecerró los ojos, cuestionándose si debía dar su nombre también, por cortesía mas que por cualquier cosa.

―Dazai... Osamu Dazai, chico.

Chuuya, como la joya del atardecer se había presentado, frunció el ceño, casi como si estuviera a punto de lanzarle el vaso de whisky encima, seguro por su pequeño comentario.

―Bueno, Dazai ¿no quieres ir a bailar? La pista está despejada o prefieres un lugar mas...

Un toque en la madera detuvo el habla, con los dedos huesudos y envueltos en vendas de seda, siendo los causantes.

―Vine a ahogarme en mi miseria, no a coger con un prostituto. ―musitó, moviendo el vaso de cristal aún con alcohol.

La joya entrecerró los ojos, viendo a Dazai, la momia cubierta de vendas, volver a sucumbir a la oscuridad y soledad en la barra, otra vez.

―Yo tampoco vine a follar. ―habló, tomando asiento a su lado―. Es deprimente para los clientes que haya alguien con tan gran cara de culo. A menos que tú pienses pagar por las pérdidas que genera tu presencia, te sugiero que vayas a un psicólogo. Te vez como la mierda, sin ofender.

Dazai gruñó, que lindo era ser sermoneado por un prostituto totalmente desconocido; ahora le dolía el orgullo.

―Aunque no lo creas, niño, muchas mujeres mueren por si quiera rozar mi mano. ―habló a regañadientes―. Solo que ahora no estoy en mi mejor momento.

Chuuya no aguantó la risa. ―¿Y cómo un gran casanova terminó en un burdel gay, bebiendo un vaso de ron y lamentándose su existencia?

―Oh... Cosas, problemas y, ya sabes, mujeres.

«Anoche, tuve un viaje y besé a Venus.»

Dazai entró al apartamento, dejando su abrigo beige en el perchero de la entrada, se quitó sus zapatos y caminó libremente por las tablas de madera. Eran las 17:30 pm; su turno terminaba en unas dos horas más, pero por libertades y vagancia, decidió salir antes.

Desabotonó su chaleco y se recostó en el sofá, prendiendo la televisión en busca de un entretenimiento para saciar su aburrimiento. Su búsqueda pareció durar un siglo.

Unos largos minutos más tarde, Dazai seguía recostado en el sofá, con una almohada apoyada en su regazo y su atención saltando entre la televisión y su teléfono apoyado en la mesa. De vez en cuando, soltaba un suspiro de impaciencia y echaba un vistazo al reloj en la pared.

A las 18:00 p.m. exactamente, escuchó el sonido de las llaves abriendo la puerta, rompiendo el silencio que se había apoderado del apartamento. Confirmando la llegada de la mujer al notar los tacones rojos siendo dejados en el Genkan.

―¿D-dazai, qué haces aquí? ―Un tartamudeo en su voz fue lo que hizo que el nombrado frunciera el ceño―. ¿No llegabas más tarde?

―Buenas tardes a ti también, cariño.

La mujer de cabellera rubia sonrió tímidamente; sabía por su expresión que la había cagado, pero no podía darse el lujo de vacilar en ese momento.

Se acercó hasta donde se encontraba Dazai, y le dio un suave beso como un saludo inocente.

El olor a una colonia que no le pertenecía fue la confirmación de sus sospechas. Arrugó la nariz sutilmente mientras la mujer se alejaba; el olor era más amargo del que él acostumbraba a usar.

Yaeko sí que era tonta.

―¿Y bien? ¿Qué tal el día, Zai? ―Yaeko preguntó, una voz suave y, a los oídos de Dazai, chillona. Esta empezó a despojarse de algunas de sus prendas, quitándose el saco y la bufanda, dejando ver, por unos segundos, una pequeña marca rojiza cerca de su clavícula.

―Oh, nada fuera de lo normal, un día de papeleo intenso, como todos los lunes. ―El de ojos avellanas se recostó aún más en el sofá, fingiendo ver el programa que se estaba transmitiendo en la televisión, aunque su vista estaba dirigida al lenguaje corporal de su novia.

Yaeko fue a la habitación que compartía, probablemente para cambiarse de ropa. Dazai aprovechó esos minutos para organizar la información que había logrado confirmar en menos de 25 minutos.

Yaeko se puso nerviosa al darse cuenta que llegó temprano.

Yaeko olía a una colonia que no usaba él.

Yaeko tenía un chupetón en la clavícula que él no había hecho.

Yaeko le era infiel.

Probablemente con algún compañero de trabajo, eso explicaría el cambio repentino en su rutina y su actitud.

Salió abruptamente de sus pensamientos al escuchar la voz melosa de la rubia preguntarle una cosa.

―Osamu, ayer saliste en la tarde y regresaste cerca de la noche/madrugada; si no es molestia que te pregunte, ¿en donde estuviste? O más bien ¿Qué hiciste ayer?

Era obvio que la pregunta estaba formada de forma acusatoria, pero a pesar de saber la respuesta que tenía que dar, inundó su mente la imagen de un dulce sol brillando como una joya de zafiro.

Tragó grueso.

―Fui a beber con unos compañeros y me encontré a Venus.









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