Capítulo 4: "Noah no toma sus pastillas"
Al día siguiente, en la salida de la escuela, Noah y Peyton iban caminando juntos de regreso a sus hogares. Preferían caminar, y no esperar a los "azules", como solían llamar a los buses propios de la secundaria, ya que casi siempre llegaban una hora tarde.
—¿Tu padre te castigó por la pelea? —preguntó la pelirroja con una mueca.
Noah se tomó unos segundos para responder. Recordó que cuando a Dóminic le llegó la notificación del director, por medio de una llamada, fingió preocupación y después, solo siguió con su trabajo. Tampoco tocó el tema en la cena. En realidad, ni siquiera le dirigió más que unas cuantas palabras, como si lo hiciera por cumplir y no porque le importe.
—Ah. Enrique contestó por él y lo suplantó en la llamada, así que no —mintió.
—Ojalá yo tuviera esa suerte —dijo Peyton—. Apenas llamaron, la chismosa de Caledia llamó a mi mamá para contarle. Así que escondí su póster de One Direction, obvio eso también se lo contó —rodó los ojos —. Y Johny le dijo al abuelo que me quite el celular.
Noah rio. "Ojalá yo tuviera esa suerte", pensó. Dos hermanos mellizos menores que, aunque pudieran llegar a ser insoportables a veces, en el fondo te amen de manera incondicional. Y aunque su mayordomo, Enrique, fuera siempre muy amable con él, no se sentía igual.
—Ah, y la abuela me dio una charla de casi una hora sobre por qué no debería golpear a la gente, y... no dejó de llorar viendo mi moretón. ¿Está mal decir que sigo sin sentirme culpable?
—No, yo creo que no —negó alguien detrás de ellos. Giraron para encontrarse con John, Drake, Chuck y Mario. El nuevo líder, John, tenía algunas heridas ya curadas y moretones del día anterior en el rostro. —Porque nosotros tampoco nos sentiremos culpables de lo que haremos.
—¿Ahora qué quieren? —preguntó Noah con molestia.
—Umm, —simuló John, como si lo estuviera pensando —¿qué crees que querría alguien que fue golpeado por un par de idiotas como ustedes?
—¿Un poco de hielo? —interrogó Peyton, levantando las cejas.
John sonrió con malicia.
—Vayan por ellos —ordenó metiendo ambas manos en los bolsillos de su chaqueta.
Noah al ver que Chuck, Mario y Drake avanzaban hacia ellos, tomó la mano de Peyton y jaló de ella para empezar a correr, alejándose ellos.
El único que no parecía estar seguro de lo que hacía, era Drake, quien intentaba no correr lo suficientemente rápido como para alcanzarlos. Quizás de alguna forma, podría darles tiempo de huir.
—¡Detesto esto! —exclamó la pelirroja sin detenerse. —¡yo quería llegar a casa y dormir!
Pasaron algunos minutos en los que ambos solo se detenían unos segundos antes de doblar hacia otra calle, sin encontrar a más personas que pudieran ayudarlos. Lamentablemente para ellos, una de las cualidades de Groberville, era su gran territorio, y que, aunque fuera increíblemente fértil para el cultivo de maíz, su población de diez mil quinientos habitantes no lograba acaparar ni la mitad de las tierras.
Por aquí —guio Noah, viendo un pasadizo que los llevaría más cerca a la casa de la tía de Peyton. Al menos ahí podrían esconderse hasta que pase todo.
—No, es por aquí —negó Peyton, señalando otro camino.
—Peyton, este es un atajo —intentó convencer con calma.
—Creo saber cómo llegar a la casa de mi tía, Finnegan.
—Sabes que no me gusta ese nombre —se quejó—. De todas formas, estoy seguro que es por aquí.
—Y yo estoy segura que no es por ahí, es por aquí —volvió a señalar el otro camino.
—No podemos pelear ahora. Tenemos que avanzar —apresuró Noah intentando encontrar una solución. —Ambos sabemos que no tomaremos caminos distintos, pero debemos tomar una decisión ahora. Y es claro que uno de los dos está equivocado.
Peyton asintió.
—Tú —dijeron al mismo tiempo. Se miraron impacientes.
—Dielprimernúmeroquevengaatumente —habló Peyton con rapidez. Pero, aun así, Noah logró entender. Era el juego al azar que siempre utilizaban cuando no estaban de acuerdo en algo. Debían decir cualquier número entre los infinitos que existen y el mayor ganaba. Y claro, Peyton le había prohibido a Noah mencionar "gúgol" de nuevo. —¡Mil ochocientos treinta y cuatro!
—Mil novecientos cuarenta y dos, ¡ja! —exclamó Noah sabiendo que había ganado.
—Solo avanza —dijo Peyton, y lo empujó con molestia.
Cuando estuvieron a punto de entrar por el atajo de Noah, vieron a lo lejos a Chuck.
—¿Cambio de planes? —interrogó Noah, retrocediendo junto a Peyton, quien asintió con la cabeza y se dirigió al otro camino, pero ahí vieron a Mario. Volvieron a retroceder. Giraron para salir por donde habían llegado; sin embargo, ahí encontraron a Drake y a John. Estaban atrapados.
—No hagan esto más difícil, ¿sí? —empezó John. —Y por si no quedó claro, el trato se terminó.
Peyton frunció el ceño, estaba confundida. ¿De qué trato estaba hablando?
—John, si quieres arreglar esto con dinero... —intentó convencer Noah, pero el mismo líder del grupo lo interrumpió riendo.
—Ya saben a dónde llevarlos. Andando.
Cuando los tres seguidores de John llegaron hasta Peyton y Noah, este último le dio un puñetazo a Chuck, pero los otros dos lo sujetaron para evitar que hiciera algo así otra vez.
El recién golpeado fue hasta la pelirroja, quien levantó su mochila, amenazándolo con estrellarla contra su cara; pero Chuck la sometió juntando sus brazos en su espalda y obligándola a caminar.
—¡No! —gritó Peyton forcejeando. —¡Suéltame, maldito bastardo!
—Drake, Drake, —nombró Grimmell con la última esperanza que tenía para evitar ser llevado por ellos —puedo ver que no quieres hacer esto. Lo que sea que quieran hacer... Tú puedes detener esto. Drake, ayúdanos.
El rubio lo miró dudando. Luego bajó la mirada como si tuviera vergüenza de lo que iba a decir.
—Solo hagan lo que quiere y estarán bien.
***
Y así, a jalones llevaron a los indefensos adolescentes hasta una casa blanca de dos pisos; las ventanas estaban tapadas con algunas maderas clavadas y sobresalían unas cortinas rasgadas. Era claro que estaba abandonada. Además de esto, estaba rodeada de árboles y las demás casas estaban alejadas lo suficiente como para que nadie los notase. Era el escenario perfecto para lo que tenían planeado.
Los obligaron a subir por las escaleras del porche y a entrar. En lo que parecía ser la sala, los sentaron en el suelo de espaldas junto al otro y los ataron con la soga que habían dejado ahí el día anterior.
—Bien, —dijo John —ahora solo queda esperar.
—¿Esperar a qué? —preguntó Noah con molestia.
—A que sean las siete.
—¿Qué? —interrogó Peyton.
—¿Escucharon los rumores de esta casa? —dijo John caminando con lentitud alrededor de ellos, y mirando las ruinas del lugar. —Los fantasmas, los demonios, las brujas que merodean por aquí. No me creo nada de lo que dicen, pero... lo que sí es interesante, es el viejo alcohólico que vive aquí. Nadie sabe qué sucedió con su familia. Unos dicen que lo abandonaron, otros que él mismo los asesinó.
Noah frunció el ceño mientras un escalofrío le recorría el cuerpo.
—Él llega a las siete. A esa hora veremos qué tan despiadado es con ustedes —sonrió.
—Eso no era parte del plan... —dijo Drake sorprendiendo a todos. —Solo dijiste que los asustaríamos con los supuestos fantasmas.
—Cambié de opinión, —respondió John, como si fuera lo más normal del mundo. —¿quieres retirarte de nuevo?
El reloj ya reparado de Noah empezó a sonar, avisándole que era hora de sus medicamentos.
—¿Puedes apagar eso? —interrogó John con molestia. —Cierto, no puedes. —se acercó y presionó los botones del mismo, consiguiendo que el reloj deje de sonar.
—Son mis pastillas. Debo tomarlas, por favor. —pidió Noah. Lo último lo había dicho entre dientes. Se odiaba por rogar en ese momento, pero era necesario.
—Oh... ¿el niñito debe tomar su jarabe? —se burló John con un falso gesto de tristeza. Chuck y Mario rieron.
—No está jugando. En serio las necesita —defendió Peyton.
—¿Están en tu mochila? —preguntó Drake buscándola con la mirada. Cuando intentó ir hasta ella, John lo detuvo con una mano en el pecho.
—¿Qué crees que haces?
—Creo que estamos pasando el límite, John.
—Yo digo cuál es nuestro límite. Ahora regresa a tu lugar.
—Lo admito, —empezó Drake levantando las manos como si estuviera rindiéndose —Noah tiene una de esas actitudes y rostros que no puedes evitar molestar. Se te ocurren tantas formas de hacerlo enojar, y es el blanco perfecto para las bromas. —Grimmell frunció el ceño —Pero, jamás acordamos matarlo, hombre, esto es serio.
—¿Entonces qué? ¿Vas a enfrentarnos a los tres por él... o por quedar como un héroe frente a Peyton? —interrogó John, sabiendo que no podría ganarle a los tres juntos.
La pelirroja hizo una mueca de disgusto al escuchar que la mencionaron.
Drake lo desafió con la mirada, mientras que por dentro no sabía qué debía hacer con exactitud. No le parecía correcto jugar con la salud de Noah. Era demasiado, incluso para él. Sí, molestaba a todos en la escuela y sabía a la perfección que no era ningún santo, pero nunca había hecho algo como esto. Además, en las últimas semanas se había dado cuenta de que la razón por la que molestaba tanto a Peyton desde que eran niños, era una forma inmadura de expresar que le gustaba. Y no quería hacerle más daño. Ya no quería que ella le tuviera el desprecio que siempre había demostrado hacia él. De alguna forma, quería ser mejor.
—Porque no es correcto... —dijo por fin.
—Bien —aceptó John, e hizo una mueca—. Tú te lo buscaste. —lo empujó con fuerza contra una de las paredes, la cual, debido al deterioro, se rompió ocasionando que Drake traspase la madera y caiga de espaldas fuera de la sala.
Noah abrió más los ojos por la impresión.
—¿Qué sucede? —preguntó Peyton intentando girarse para ver, pero fue inútil.
John fue hasta Drake por el agujero en la pared que él mismo había creado y empezó a golpearlo. El rubio le devolvió los golpes y se inició una nueva pelea.
Los sonidos alrededor de Noah, empezaron a escucharse lejanos. Todo empezó a nublarse, y se le dificultaba diferenciarlos. Sentía que iba a desmayarse en cualquier momento.
—Por favor, necesito mis pastillas... —pidió a duras penas.
—Ay por Dios, Noah... —dijo Peyton sabiendo que algo no andaba bien —Necesita sus pastillas, por favor. Chuck, Mario, solo desátennos. No le diremos a nadie. Será como si nunca hubiera pasado.
—Yo creo que deberíamos divertirnos un rato —habló Chuck sonriendo y cruzándose de brazos. —¿Tú qué piensas, hermano?
—Sí, ya se estaba poniendo aburrido todo esto.
Mario desató el nudo de la soga.
Peyton sintió sus músculos relajarse, creyendo que al menos ahora podría ayudar a su amigo; pero al instante que la soga cayó, Chuck volvió a sujetarla de la misma forma que la había llevado hasta ahí y la separó de Noah, quien parecía tener dificultad para respirar.
—¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame! —gritó intentando soltarse, pero sin lograrlo. —¡Suéltame!
Mario fue hasta la mochila de Noah, la cual estaba tirada en la esquina de la sala, sacó el frasquito de pastillas y se acercó hasta el muchacho para ponerlas cerca de su rostro.
—Supongo que necesitas esto.
Noah asintió inhalando y exhalando con rapidez.
—Entonces, ve por ellas... —dijo Mario con una sonrisa, e hizo rodar el frasco en el suelo, hasta que llegó a chocar con la pared del otro extremo. Cerca era la palabra menos adecuada para describir la distancia entre Grimmell y sus medicamentos. —Anda, anda, muchacho.
—¿Qué? —interrogó Peyton sin poder creer lo que había escuchado. —Solo suéltame, Chuck. ¡Suéltame! —volvió a forcejear, pero solo consiguió que su atacante la abrazara con más fuerza para inmovilizarla.
Noah vio las siluetas de Drake y John aún peleando, y luego parpadeó varias veces para visualizar el frasquito al final de la sala de estar. Con las pocas fuerzas que le quedaban, empezó a gatear hasta la otra pared.
Mario y Chuck se rieron complacidos, mientras de los ojos de Peyton brotaban lágrimas de impotencia y sentía cómo su pecho se llenaba de una tristeza nunca antes experimentada.
Parecía una eternidad para Grimmell. Perdió el equilibrio en pleno camino, pero consiguió levantarse y continuar. Cada segundo que pasaba, solo se sentía peor.
—Lo están matando... —dijo la pelirroja sin dejar de llorar —lo están matando, malditos psicópatas...
Entonces, cuando Noah por fin logró llegar hasta su ansiado medicamento, Mario se adelantó sin problemas y tomó el frasquito, volviendo a alejarlo de él.
El castaño lo miró sin comprender por qué había hecho eso.
—Mario, Mario, ya basta... —habló Peyton —¿no ves que lo estás matando? Solo déjanos ir. No le diremos a nadie...
—¿Y aburrirme? —preguntó como si fuera normal divertirse de esa manera tan inhumana. —No permitiré eso.
Noah no pudo más. Sus ojos se cerraron y su rostro cayó contra el suelo sin que pudiera evitarlo.
—¿Noah? —nombró Peyton —Noah, ¡Noah!
Drake detuvo sus golpes al darse cuenta de lo que sucedía. Detuvo los puños de John y lo obligó a hacerse a un lado. Todos estaban estupefactos viendo que Noah seguía inmóvil en el suelo. Incluso la expresión de Mario había cambiado, estaba asustado de las consecuencias que esto podría traer.
—Noah... —repitió Peyton. En otro intento por soltarse de Chuck, le dio un cabezazo aún de espaldas en la nariz de su agresor, quien gruñó de dolor. Corrió hasta su mejor amigo y se arrodilló a un lado de él mientras se cercioraba que siguiera vivo. Exhaló cuando escuchó su respiración, a pesar de que fuera casi inaudible. —Alguien llame a una ambulancia... Drake... —levantó la mirada hacia el rubio, quien ahora tenía heridas en el rostro, y reaccionó buscando su celular que de seguro había caído en alguna parte de la casa.
—Vámonos... —dijo John con el rostro lastimado por segundo día consecutivo. —¡vámonos! —repitió despertando a Chuck y a Mario de su trance. El último lanzó el frasco hacia cualquier lado. No perdieron más tiempo, y salieron corriendo del lugar.
En ese instante, Peyton odió aún más una de las normas de su escuela: "No se permiten celulares". Sí, claro, como si evitar que entremos con un aparato electrónico fuera más importante que los psicópatas abusivos, pensó. Si tuviera su celular a la mano, ya habría llamado a una ambulancia lo más pronto posible. Estaba tan enojada con todos y al mismo tiempo preocupada por lo que le sucedía a Noah, que no notó cuando Drake llegó hasta su lado ya con su celular sobre su oreja. El problema fue que lo alejó confundido y miró hacia su pantalla para revisar si la llamada se había hecho de manera correcta.
—Por favor no me digas que está roto.
—En realidad, escucha... —dijo él, y activó el altavoz. Solo se oía ruido blanco. Cortó la llamada y volvió a hacerla, pero obtuvo el mismo resultado.
—¿Entonces qué? ¿la señal?
—No lo sé. Solo quédate aquí con él, yo iré por ayuda. —avisó para luego ir apresurado a la salida.
Peyton frunció el ceño. No sabía si debía confiar en él. ¿Realmente pediría ayuda o solo era una forma de librarse del asunto? No es como si tuviera otra opción. No iba a dejar solo a Noah.
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