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Capítulo 3: "La pelea que deshizo el trato"

Año 2013

Peyton tomó la botella con agua de su mochila, acomodó sus cosas y volvió a subir el cierre. Salió del aula y caminó por los largos y vacíos pasillos de la escuela. Era la hora del almuerzo, así que todos preferían estar al aire libre y no "atrapados" en sus salones. Iba tarareando una canción mientras balanceaba la botella en su mano, y luego la hacía saltar de una mano a otra. De pronto, escuchó unos pasos detrás de ella, giró para ver quién era. John William, el mejor amigo de Drake, y también uno de los idiotas que la molestaban a menudo. Lo que tenía de guapo, también lo tenía de idiota, sobre todo con las chicas que salía. Rodó los ojos y apresuró su paso para evitarlo. Muy tarde.

—Hola, Peyton —saludó él con una sonrisa. Le causó gracia verla avanzar más rápido. —¿ahora no nos hablamos?

—Piérdete, John —respondió irritada.

—¿Sabes? Es una increíble coincidencia encontrarte por aquí — dijo adelantándose lo suficiente para estar a la par de la pelirroja, quien bufó al verlo a su lado. —Porque, —pareció tambalearse unos segundos, y fue cuando Peyton frunció el ceño. —me... estorbas.

—¿Estás borracho? —interrogó ella cuando el olor a alcohol llegó a su sentido del olfato. Además, notó que sus ojos estaban un poco enrojecidos, ¿acaso había llorado?

—¿Sabes qué sucedió ayer? —preguntó mirándola con atención, mientras luchaba por caminar sin tropezarse con sus propios pies. No esperó a que contestara y continuó —la fiesta estuvo increíble. La pasamos demasiado bien, y entonces se me ocurrió, ¿cómo podríamos molestar al idiota de Noah?

Peyton entrecerró los ojos escuchando con atención, quería golpearlo por hablar de esa forma de su mejor amigo.

—Planeamos todo, —sonrió orgulloso —pero, Drake... él no quiso hacerlo. —su mirada pareció perderse en la nada.

—Entonces ve y habla con él. No es mi problema.

—¿No lo es? —interrogó enojado —La broma te incluía a ti. Al parecer le importas. No lo dijo, pero era demasiado obvio para todos.

La pelirroja intentaba procesar lo que había escuchado. ¿Drake no era cien por ciento maldad?

—¿Sabes qué? —se detuvo, y giró para hablarle frente a frente. —Quizás solo entendieron mal y le afectó lo que sea que beban ustedes. Vuélvele a preguntar. Hagan su broma. Noah y yo los estaremos esperando —, y cuando intentó seguir con su camino, exactamente en el límite del edificio y el patio, John la tomó con brusquedad del brazo obligándola a regresar hasta él. —¿Crees que me asustas? —le dijo retándolo con la mirada.

—Aléjate de Drake —exigió él con enojo y todavía sin soltarla.

—No es como si me... —su mente unió las piezas. Observó los ojos llorosos de John —¿te gusta Drake?

—No, —negó con asco —no vuelvas a decir eso. No soy un maldito marica.

—Suéltala, John —habló alguien llegando hasta ellos. Era Noah. Ya tenían quince años de edad, y su estatura había aumentado lo suficiente como para ganarle por algunos centímetros, y aunque no tenía mayor musculatura que su contrincante, podía tratar de intimidarlo.

—¿O qué, Grimmell? ¿Vas a golpearme? —se burló John.

Peyton se zafó del agarre del bravucón aprovechando que estaba distraído.

―Solo déjanos en paz —respondió Noah, alejándose junto con su amiga.

Los otros dos adolescentes pertenecientes al grupo de Drake, llegaron hasta John y se pusieron a ambos lados de él.

—¿Sabes qué? No lo haré —dijo John, y tomó una las decisiones que solo un ebrio enojado podría tomar en ese momento. Corrió hasta Noah y lo empujó con todas sus fuerzas, haciéndolo caer contra el pasto.

—¡Eres un maldito idiota! —insultó Peyton. No pudo contenerse más. Dejó caer la botella con agua a un lado y le dio un puñetazo en el rostro a John, quien se balanceó hacia un lado por el golpe, pero al reponerse, le devolvió el golpe a la pelirroja. La muchacha cayó de rodillas al suelo.

—Peyton... —nombró Noah poniéndose de pie. Reaccionó         lanzándose contra John para darle varios golpes seguidos. Mientras tanto, los otros dos intentaron quitarlo de encima de su amigo, pero no tuvieron éxito.

La adolescente jalaba de la camiseta a uno de los que atacaban a su amigo, para tratar de ayudarlo.

Y así, poco a poco, los estudiantes se reunieron alrededor de la pelea. Algunos perplejos, otros murmurando y riendo.

—¡Hey! —exclamó Drake, entrando en el círculo. Vio a John casi desmayado y con sangre en el rostro intentando defenderse, mientras Noah parecía haber perdido el control sobre él. Intentó separar a Peyton de Chuck, a quien parecía ya casi desgarrarles la camiseta a tirones. Sabía que su amigo no iba a contestar de la mejor manera contra ella, así que trató de alejarla por los hombros. Entre forcejeos, la pelirroja reaccionó mal y terminó dándole un codazo en la nariz a Drake, quien la soltó observando que tenía sangre y quizás el tabique roto. —Intentaba ayudarte...

—No me toques —espetó ella alejándose del rubio y mirándolo mal.

El sonido de un silbato hizo que todos detuvieran sus cuchicheos y risas. También los involucrados en el alboroto dejaron de golpearse.

—A la oficina del director. Ahora —ordenó el profesor de deportes.

***

Después que el grupo de Drake fuera interrogado, y John llevado a la enfermería. El director Rodes invitó a su oficina a Noah y Peyton, quienes se encontraban sentados frente a él. Ambos empezando a sentir las consecuencias de los golpes en sus rostros, donde ya se hacían notar algunos moretones. Grimmell hizo una mueca cuando relamió sus labios y sintió ardor por la pequeña abertura en los mismos.

—Entonces, ¿qué versión me contarán ustedes? —cuestionó el director recostándose en el respaldar de su silla giratoria. —Chuck me dijo que quien empezó con los golpes fue usted, señorita Witson.

—John empujó a Noah. Tenía que hacer algo.

—¿Y acudir a un profesor no era una opción? —interrogó levantando una ceja.

—No, claro que no —negó enojada.

El director la miró con seriedad.

—Drake y su grupo de imbéciles siempre están molestando a todos y usted nunca hace nada.

—Cambie de entonación, señorita Witson.

—Y usted de actitud.

Noah posó una mano sobre su frente mientras se recostaba en la silla en silencio. Sabía que discutir con el director Rodes, tío de Drake, sería inútil. No habían logrado ningún cambio en los siete años que llevaba él estudiando ahí, y mucho menos lo haría ahora. Además, sus castigos no eran para nada difíciles o agotadores. ¿Sentado en una carpeta y escribir cierta cantidad de veces alguna frase? Solo perdías máximo dos horas de tu tiempo y nunca revisaban si habías cumplido o no.

***

El aula de castigos, como la mayoría de las aulas de la secundaria pública de Groberville, no era para nada colorida. Tenía las paredes de tonos verdes desgastados, pintadas hace por lo menos diez años. Su decoración consistía en algunas hojas sobre las normas de comportamiento, valores, frases inspiradoras que eran rayadas con plumón negro por los propios alumnos. Y los estantes guardaban unos cuantos libros con bastante polvo encima.

El profesor Williams, encargado de los cursos de biología y anatomía, se encargaba de la sanción de esa tarde. Dejó escrito en el pizarrón: "La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve". Les indicó a los cinco alumnos castigados en el aula por razones similares, que debían escribirlo cien veces. Tomó asiento y se distrajo en su revista. Lo único importante para él, era que se mantuvieran en silencio, y que cumplan con las horas extras determinadas.

Peyton dibujaba estrellas, círculos y cuadrados en la hoja que se le había entregado para cumplir con las oraciones, mientras que Noah tenía el papel en blanco, y su mente se centraba en lo que había sucedido.

El muchacho miró sus temblorosos nudillos, los cuales ya tenían tonos rojos y morados. A pesar de sentir dolor, se sentía mejor consigo mismo. Por fin había enfrentado a quienes tanto lo molestaban. Lo que le preocupaba, era que su padre se enterara de aquella pelea. Aunque en realidad no estaba seguro de cuál sería su reacción, lo único que siempre había cuidado el Sr. Grimmell de él, era que no olvide de tomar sus pastillas... ¡Sus pastillas! Revisó su reloj. Tenía la pantalla rota, las manecillas apenas se sostenían y marcaban la una de la tarde. Eso era imposible. Había pasado demasiado tiempo desde la hora de almuerzo y la última clase del día. Estuvo tan enfocado con el problema de hoy, que no se percató de su reloj. Levantó la mirada al reloj de pared del aula, eran las cuatro. Su reloj debió averiarse en la pelea.

—¿Estás bien? —preguntó Peyton, notando la creciente preocupación en el rostro de su amigo. Lo vio tomar apresurado su mochila y hurgar entre sus cosas.

—Las olvidé —fue lo único que dijo. Encontró su recipiente de pastillas. Tomó una y sin esperar más, tragó la cápsula amarilla.

—Oye, ¿sin agua? ¿estás loco? —interrogó ella, sacando de su mochila la misma botella del almuerzo. Se la entregó y Noah bebió lo suficiente. —¿Cómo te sientes? Es la primera vez que se te olvida tomarlas. ¿Deberíamos llamar a emergencias? Ay no. Ahora estoy segura que tu papá va a poner un letrero con mi cara y una señal de prohibido en el portón de tu casa.

—Tranquila, estoy bien... —contestó ya más relajado devolviéndole la botella. —Solo fue... un pequeño susto —aseguró con una mueca despreocupada, pero en realidad, había estado cerca de un ataque de pánico por dentro. —¿Y tú, estás bien? —apuntó a su propio rostro para referirse al moretón de la mejilla de su amiga.

—Golpear a John lo vale, y tú le diste su merecido. Fue asombroso —respondió riendo, y logrando que Noah sonriera con satisfacción. —Por cierto, hay drama entre él y Drake.

—¿Sobre qué? —frunció el ceño con interés.

—A John... —susurró, y miró a los lados para cerciorarse que nadie más estuviera oyéndolos —le gusta Drake.

—¡Qué! —exclamó Noah, llamando la atención de todos. Se tapó la boca con una mano al darse cuenta de dónde estaban.

—Grimmell... —dijo el profesor pasando la hoja de su revista. —Y háganme el favor de no pelear mañana, es el último día de clases del año. Quiero ir temprano a casa.

—Lo siento, profesor Williams —se disculpó apenado, luego volvió su mirada a Peyton. —¿Qué? —esta vez bajó el tono de su voz para que solo ellos escucharan. —¿Él te lo dijo?

—No tuvo que hacerlo, era obvio. Cuando se me acercó en el almuerzo, estaba borracho y creo que estuvo llorando. Me dijo que me alejara de Drake. Al parecer se rehusó a hacernos una broma, porque... —rodó los ojos —John cree que le gusto al tarado de Drake.

Noah quedó boquiabierto unos segundos, y luego habló.

—¿En serio? Todo este tiempo creí que le gustabas a John, pero no a Drake.

—¿Qué? Yo creí que a John le gustabas tú.

Ambos se miraron incrédulos.


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