Capítulo 22: "Castigados y atrapados"
Los abrazos de reencuentro, lo rumores de un nuevo profesor, los recuerdos del verano en el campamento, las risas entre adolescentes conociéndose y coqueteando. Todo esto, y más, formaba parte de la convivencia de los alumnos en la secundaria estatal de Groberville. Tan solo era el primer día de clases del año, y ya parecían tener mucho qué contar.
—¿Te diste cuenta que todos están bronceados? —preguntó Peyton caminando al lado de Noah, en los pasillos. —No, espera, Ángel no. Creo que fue a esquiar con su familia.
Fijó su atención en el muchacho de rasgos asiáticos, de baja estatura y que usaba su inhalador para el asma, mientras intentaba seguir la conversación con su grupo de amigos.
—Es raro... —dijo Noah mirando a ambos lados con sutileza.
—Sí... ni siquiera le gusta correr, es peor que yo. Algo esconde...
—No, no me refería a eso.
—Ah, ¿entonces?
—Nadie me ha dicho nada inmaduro hasta ahora. Ni siquiera me notan.
—Se llama "respeto" —dijo Drake llegando hasta ellos, colocando sus manos sobre los hombros de los adolescentes, y avanzando juntos.
—¿Qué? ¿desde cuándo me respetan?
—Saben que enviaste a John, Chuck y Mario al reformatorio. No creo que quieran lo mismo para ellos. Además, me vieron saludarlos esta mañana.
—Fue un honor... —dijo Peyton con sarcasmo.
—¡Rodes! —exclamaron detrás de ellos.
Se detuvieron, y giraron para encontrarse con el profesor Farías, de la clase de geometría, quien señalaba a Drake con un dedo. No se veía contento.
—Deja de molestarlos. Levanta ambas manos en este mismo instante.
—¡Pero no hice nada! —se excusó Drake obedeciendo sus órdenes.
—Si tuviera un centavo por cada vez que te oí decir lo mismo, muchacho... —dijo caminando hacia ellos.
—¡Esta vez es cierto! Es decir, ¡siempre digo la verdad!
—Es cierto, profesor Farías, no está molestándonos. Pero, gracias —dijo Noah con tono calmado.
—Ja... —dijo el profesor sin haber esperado esa respuesta. No podía creer que Noah, a quien había visto ser intimidado por Drake por tantos años, ahora lo estuviera defendiendo. ¿Y si el miedo lo obligaba a fingir que todo estaba en orden? —Te estaré vigilando... ¡y por el amor a Dios, deja de faltar a mi clase! —exclamó retrocediendo. Cuando giró por el pasillo izquierdo, lo perdieron de vista.
—¿Le decimos que aún es el primer día de clases? —interrogó Peyton.
—Nah. Me lo dice tan seguido que ya se le hizo una costumbre —dijo Drake sin preocupación, y volviendo a colocar sus manos sobre los hombros de Noah y Peyton.
—Deberías entrar a su clase —recomendó Noah, mientras retomaban su caminata por el largo pasillo —. Es muy detallista al explicar cada ejercicio.
—Supongo que sí, —dijo Drake —ya que no harás mis tareas desde...
—¿Por qué Noah haría tus tareas? —preguntó Peyton sin comprender. ¿Qué parte se había perdido?
Listo, eso era todo. Noah no tenía cómo ocultar el trato que había hecho con Drake años atrás. La pregunta lo había tomado tan desprevenido que solo se limitó a esperar, con nervios, la reacción de su mejor amiga.
—Porque... —empezó Drake a punto de contarlo todo. —Hola... —dijo con tono coqueto, mirando hacia su derecha. Se había desconcentrado por completo viendo a dos jovencitas, quienes eran gemelas, y que, además tenían el mismo estilo de vestir entre ellas, con jeans hasta las caderas, tops cortos, que dejaban ver sus pequeñas cinturas, y un bello rostro en el que resaltaban sus ojos verdes; solo tenían de distinto el color del cabello, una lo tenía castaño, y la otra, rubio.
Ellas ni siquiera los notaron, continuaron conversando de manera animada con un grupo de chicas.
Incluso Noah se había quedado mirándolas con detenimiento, hasta que, al llegar a la puerta del salón de historia, las dejaron atrás.
—Había oído el rumor de las nuevas de último año, pero no sabía que eran totalmente ciertos —dijo Drake con admiración.
—Sí, deben ser de último año —concordó Noah.
Peyton miró su propia silueta en el reflejo del vidrio de las estanterías de trofeos. No pudo evitar compararse. Su cintura no era tan pequeña como la de las gemelas, y ni siquiera estaba segura si sus caderas se habían preocupado en crecer desde que tenía diez años, las veía igual. ¿Quizás la ropa no le favorecía? Llevaba puesto lo usual. Un par de aretes, un polo de mangas cortas con líneas de distintos colores del arcoíris, sus jeans clásicos y zapatillas rosadas. Le gustaban los colores, su estilo de ropa, y se sentía bien. Pero, también recordó que había querido usar brillo labial desde hacía un tiempo, aunque no tenía muy claro si era el momento adecuado. A pesar de que algunas de sus compañeras, y también Caledia, lo usaran desde el año pasado, quería estar segura de hacerlo cuando se sintiera cómoda. Bien. Iba a intentarlo. Qué bueno que lo llevaba en su mochila. ¿Y si no le quedaba bien? Estaba a pocos meses de cumplir dieciséis años, ¡qué le sucedía! ¡Reacciona, Toni!, se dijo a sí misma en su mente.
—¡El brillo labial! —exclamó sobresaltando a los dos muchachos a su lado. —¡El brillo labial! —repitió dirigiéndose al baño.
Noah y Drake se miraron entre ellos sin saber a qué se refería.
Minutos antes de que empezara la clase de historia, Noah le preguntó a Peyton si estaba usando brillo en los labios, a lo que ella reaccionó diciéndole que se calle y preste atención al profesor, quien aún no lograba encontrar la tiza en los cajones de su escritorio.
Noah notó que el humor de la pelirroja no era el mejor aquel día, y no estaba ni cerca de adivinar el motivo. Además, ¿por qué le había contestado de esa forma? Él solo había tenido la intención de decirle que se veía bonita.
Cuando llegó la hora de clase de educación física, y el profesor William ya los había hecho ejercitarse lo suficiente, mientras él rogaba en su mente porque nadie termine peleándose o en la enfermería, les dio la libertad de escoger entre jugar en una de las canchas o relajarse en las bancas.
Los muchachos fueron enviados a una de las canchas para empezar el partido de fútbol de varones. Drake le insistió a Noah que se uniera a su equipo y que, por primera vez, lo intentara. Después de todo, había entrenado todo el verano en ejercicios mucho más difíciles.
Para Peyton, tomar una decisión no había sido para nada complicada, y no tuvo ninguna necesidad de un análisis profundo. Simplemente se sentó en las gradas de la otra cancha para tomar un, según ella, merecido descanso. ¿Estaba viendo mal, o Noah estaba jugando fútbol? ¿se estaba riendo con más personas? Vaya. Al menos a alguien le iba bien. Pasó una toalla por su frente para secar su sudor. Sí, en unos minutos iría a tomar una ducha. Además, la camiseta y los shorts deportivos de la escuela no ayudaba en lo absoluto con el calor, debido a que estaban hechos de material sintético. Terminó de beber toda el agua de su botella, y acomodó sus cosas de aseo personal en su mochila.
—Estamos hablando del nuevo maestro, Julieta, no del vago de la esquina —dijo Selene, una de sus compañeras, tomando asiento, junto a Peyton, en la banca. Era morena, la mejor en ajedrez, y la segunda más alta de su año, por tan solo un centímetro menos que Peyton.
—Todas sabemos que Julieta seguirá ilusionada con Drake hasta el final de los tiempos —dijo Fátima sentándose al otro lado de Peyton. Fátima era parte del equipo representativo de básquet de la secundaria; era de estatura baja, pero era de las mejores en casi todos los deportes. —Ya supéralo, Julieta, no es la gran cosa.
—Claro, —aceptó Julieta sentándose en el césped, frente a Peyton. —solo lo dices porque es tu ex novio.
La pelirroja se sentía acorralada. ¿Desde cuándo se le acercaban las de su clase? Justo cuando pensó que no podía ponerse más raro, se acercaron dos muchachas más que, según sabía, eran de último año, y claro, también se unió la castaña que había visto en la mañana. Todas formaban un círculo.
—Vamos, Peyton, tú explícale que ya no debería fijarse en Drake —la animó Fátima.
Ahora, todas las miradas expectantes estaban sobre ella. Sobre todo, Julieta, ella en serio esperaba una respuesta.
—Pues... ¿no te quitaba tus galletas en preescolar?
—¡Exacto! —exclamó Selene riendo. —Y ella no le rompió la nariz el año pasado por nada.
—Yo creo que en el fondo es una muy buena persona, solo... hace falta que alguien le muestre el amor verdadero —se excusó Julieta, ganándose muecas de disgusto por parte de todas, incluida la de Peyton. —¡Bien! ¡Llámenme loca por creer que todas las personas tienen sentimientos!
—Bueno, está a solo unos metros de aquí. Puedes ir a hablar con él ahora mismo. Demuéstranos que es cierto —dijo Selene con una sonrisa en el rostro.
—Iré... luego —dijo Julieta con las mejillas algo sonrojadas.
Peyton no podía creer que en serio había chicas interesadas en Drake. Mucho menos que se pusieran nerviosas por hablarle. ¿Qué le veían de especial? Lo vio corriendo en la otra cancha. Era un descuidado al tratarse de sentimientos, tosco de manera física con las personas, casi nunca medía los límites en sus bromas, y... a veces, era gracioso. Su cabello era lacio y rubio; sus ojos eran una mezcla entre verde y azul; su nariz era algo respingada; tenía la barbilla marcada y si sonreía, siempre se notaban sus hoyuelos, y parecía que acabara de hacer alguna travesura. Esto último, no era muy descabellado de creer. Meh, pues no está tan feo, pensó Peyton.
—Cuéntanos, —dijo la castaña de último año —en la mañana los vi juntos. ¿Está libre?
—¿Libre cómo? Ah, te refieres a si no sale con nadie. Pues, no que yo sepa —respondió Peyton con una mueca.
—Uh, grandioso... —celebró junto a su amiga del costado. —Soy Genevieve, por cierto.
—Genial. Peyton —levantó una mano como saludo.
—Y, ¿cómo dicen que se llamaba el otro? —interrogó Genevieve.
—Oh, sí, Noah... —recordó Selene con una sonrisa, y luego miró a Peyton. —¿Ustedes no están saliendo o sí?
—¿Qué? ¿Noah y yo? —interrogó Peyton. Soltó una corta risa —Sí, claro...
Todas la miraron asombradas.
—Era sarcasmo...
—Ah... Entonces, ¿tampoco está viendo a nadie? —preguntó Fátima levantando ambas cejas.
—Está bien. Déjenme ver si entiendo —dijo Peyton necesitando una pausa. —¿Están interesadas en Noah?
—Sí —respondieron casi todas al mismo tiempo.
—¿No eran ustedes las que le gritaban "vampiro" en cada exposición?
—Ay, por favor, Peyton —dijo Selene —. Eso quedó en el pasado, todos maduramos. Ahora, incluso podemos decir que es un vampiro muy sexy.
—¿Sexy? ¿desde cuándo?
El mundo se estaba tornando demasiado raro, y las criaturas sobrenaturales eran lo de menos.
—¿Estás ciega o qué? —interrogó Fátima, y todas rieron, excepto Peyton. —Por fin es más alto que tú, y por varios centímetros. ¿Cuánto será? ¿Uno setenta y cinco?
—Pero no es más alto que Drake... —canturreó Julieta.
—No... no lo sé. No llevo un centímetro a todos lados —dijo Peyton.
—Bueno, sigue delgado, pero ya no tan huesudo como hasta el año pasado. ¿Creen que haga ejercicios? —interrogó Selene mirando hacia la otra cancha.
—Solo los de matemática... —dijo Peyton.
No iba contarles que había estado practicando y usando sus habilidades de piroquinesis para defenderse de posibles amenazas con origen más allá de lo normal, ¿cierto?
Su mente retrocedió un punto en la conversación. ¿Noah siendo admirado por las chicas? Lo vio riendo junto a Drake. Prestó atención a su cabello negro con ondas; a sus ojos marrones oscuros, tanto que, en la luz, a duras penas podía notarse un tono claro en ellos; su piel era pálida; usaba el polo deportivo con mangas largas y guantes para cubrir sus cicatrices; y sí, era cierto, había crecido en estatura a comparación del año pasado. Estaba segura que, si alguna de las chicas de la escuela conociera la personalidad de Noah, posiblemente ya estaría saliendo con alguien. Quizás, ya viendo el interés que tenían en él, este año lo conseguiría.
—Entonces, ¿no tienes algún consejo para nosotras? —preguntó Selene. —Solo en caso de que alguien... quisiera hablar con él.
—Bueno... —empezó Peyton. —No juegues "Memoria" con Noah, porque va a ganar y no te lo dirá, pero muy en el fondo sé que lo está disfrutando.
—¡Ya sé! —exclamó Julieta. —¡Es como Edward Cullen!
—No... no lo llamen así —negó Peyton. —No le va a gustar recordar cuando lo miraban para comprobar si brillaba bajo el sol.
—Oh, claro... —musitó Julieta.
Los temas de conversación que propusieron luego, le parecieron más divertidos a Peyton. Incluso se dieron consejos sobre qué tonos de labial podían usar, a las distintas horas del día, y dependiendo del lugar. Esto la alegró aún más, sentía una comodidad nunca antes experimentada. Era más que claro, que no podía hablar sobre cosas como esta con Noah. Y tratar estos temas con chicas de su edad, se sentía muy bien.
A pesar de que la clase haya terminado hace unos minutos, y los muchachos ya estuvieran en los vestidores, ellas continuaron charlando.
—Hay algo que me gustaría saber... —dijo Genevieve. —Esta ciudad luce demasiado tranquila para ser real. ¿Creen que existan los fantasmas? O aún mejor, ¿las brujas?
Peyton fue la primera en fijar la mirada sobre la chica. ¿Qué clase de pregunta era esa? Quizás solo estaba exagerando, e intentaba conversar de temas paranormales. Es muy común.
—Sí, ya la conocerás. Se llama Pauline... —dijo Peyton para aligerar el momento.
Mientras todas reían, Genevieve continuó con seriedad.
—Apuesto a que todas han visto una... —dijo Genevieve. —Pero, ¿cómo sabrían si la vieron?
—Cuando tenía nueve años, mi abuela me contó que a veces se robaban a los bebés recién nacidos —aseguró Julieta. —No pude dormir sola hasta el día en que me bautizaron.
—Yo leí sobre eso en un foro en internet —dijo Selene. —Se supone que se ven como ancianas...
—¿Y tú, Peyton? —preguntó Genevieve. —¿Sabes algo sobre las brujas?
—Ni siquiera me gusta leer foros en internet, y mi abuela detesta las películas de terror, así que... no.
—Oh, ¿en serio? ¿tu tío Nathaniel no te habló sobre ellas?
La piel de Peyton se erizó con tan solo esa última interrogante.
—¿Qué? ¿cómo sabes que tengo un tío?
Genevieve esbozó una media sonrisa.
—Siendo honesta... No creería en las brujas, si no fuera una.
—Claro... —aseguró intentando que suene a una burla, pero estaba empezando a preocuparse. —Selene, mejor cuéntanos sobre lo que leíste en internet —dijo dándole un codazo a la morena, pero esta no respondió. Su mirada parecía perdida, al igual que las del resto. Como si estuvieran sumidas en un trance.
—¿Tengo que ser más obvia? —preguntó Genevieve enarcando una ceja.
—¿Qué les hiciste?
—Solo... no están disponibles —contestó poniéndose de pie.
Peyton la imitó, sin quitar su mirada desafiante.
—¿Por qué?
—Porque quiero divertirme contigo...
—Tu vudú barato no va a funcionar en mí —dijo Peyton con total seguridad. Sabía que los soldados de Dios eran inmunes a la magia de las brujas, y que solo en casos excepcionales, hacía falta algo de resistencia para liberarse.
—Lo sé. Pero, apuesto a que sí funcionará en ella —dijo Genevieve, inclinando la cabeza hacia un lado, como si tuviera lástima. Señaló detrás de ella, hacia la cima de uno de los edificios de la escuela.
Peyton frunció las cejas y notó la silueta de alguien de pie en el techo del edificio. Su mejorada visión la ayudó a diferenciar con claridad de quién se trataba. Era Pauline.
Genevieve hizo un movimiento de manos, las cuales habían tomado un color por completo negro, y entonces, Pauline dio paso hacia adelante, quedándose en el filo del techo.
—Detente —dijo Peyton. —¿Qué es lo quieres?
—Ya te lo dije, divertirme contigo —respondió como si fuera obvio. Volvió a mover las manos.
Pauline dio otro paso hacia adelante, esta vez, ya no quedó más suelo en qué sostenerse. Cayó sin soltar un solo grito. Su cabello se elevó, y cubrió su rostro.
Peyton no esperó más, y reaccionó corriendo hacia el edificio lo más rápido que sus piernas le permitieron. La vida de una persona dependía de eso. Mientras que, en la realidad, solo pasaron unos segundos; desde su perspectiva, pareció una eternidad con la inseguridad creciendo en su pecho. Extendió sus brazos hacia adelante. No creyó que fuera posible lograrlo, pero, lo hizo. Había conseguido detener la caída de Pauline, quien ahora estaba en sus brazos con los ojos cerrados. La recostó con cuidado sobre el césped y giró hacia Genevieve. Ahora, una gran distancia las separaba.
—No puedo creer lo que acabo de hacer, me siento sucia... —susurró Peyton para sí misma. Salvar a Pauline ni siquiera era lo último que esperaba en su vida. —¡Cuál es tu punto!
El escandaloso sonido de vidrios rompiéndose acaparó la atención de la pelirroja, quien miró a su izquierda. Se trataba de la ventana de uno de los salones del primer piso.
Una criatura, con gigantescas negras alas de ave, pies con garras y silueta de humana, desnuda, pero cubierta de plumas oscuras, cabello rubio y pico de cuervo, impactó de espaldas contra la estatua del primer director de la escuela estatal, la cual se hizo añicos por el duro golpe. Pero esto no la detuvo, agitó sus alas y con una risa victoriosa, voló hasta desaparecer entre los árboles.
—Ahora qué... —se lamentó la pelirroja.
—Ahora, tú diviértete... —le dijo Genevieve.
Un bate de béisbol fue lanzado hacia Peyton, quien, gracias a sus reflejos, lo sostuvo antes de que pudiera impactar contra su rostro.
Buscó a Genevieve con la mirada, pero no había nadie en su lugar, solo estaban sus compañeras, quienes parecían estar despertando de su hechizo.
Vio a Noah salir presuroso por la ventana recién rota. Ya había tomado una ducha, por lo que su cabello estaba algo húmedo, y tenía su ropa formal puesta. Lucía preocupado.
—¡Dónde está! ¡a dónde se fue!
—¡Noah! —exclamó Peyton yendo hasta su amigo, quien también caminó hasta ella. —¿qué demonios fue eso?
—Era Genevieve... —contestó él con la respiración agitada. Parecía tener mucho que explicar.
—No, Genevieve era la... No eran sus nombres reales, ¿cierto?
Noah negó con la cabeza.
Los grupos de alumnos más cercanos a los alrededores, y que habían logrado oír todo el alboroto, caminaron con lentitud, reuniéndose para observar la ventana y el destrozo de la tan preciada estatua de la escuela. ¿Qué había ocurrido?
—Tiene que ser una broma... —dijo Peyton sintiendo todas las miradas sobre ella, y su mejor amigo. Tenía un bate en la mano, estaba claro lo que las brujas querían que parezca.
—¡Qué está sucediendo aquí! —exclamó el profesor William llegando hasta el lugar de los hechos. —¡Qué pasó! ¡quién hizo todo esto!
Los índices de todos los estudiantes confundidos fueron a señalar a Noah y a Peyton.
—Malditos traidores... —susurró Peyton.
***
El año anterior, estuvieron en la misma posición que ahora. Sentados frente al director Rodes, quien los miraba con detenimiento, apoyando ambos codos sobre su escritorio.
—¿Por qué un par de adolescentes destruiría parte de la propiedad de la escuela? Incluida la única estatua que tenemos.
—No lo hicimos nosotros —dijo Peyton.
—¿Ah no? ¿entonces quién? Si me lo dicen ahora mismo, no tendrán ningún problema.
—Fueron las gemelas, Genevieve y... Genevieve —respondió Noah con algo de duda en su voz.
—¿Y quiénes son ellas?
—Son las nuevas alumnas de último año —continuó contando el muchacho.
—Sí, una era rubia y la otra, castaña.
—Eso no puede ser posible —negó el director Rodes.
—Quería la verdad, le estamos diciendo la verdad —dijo Peyton.
—Este año no hay ningún alumno nuevo en ese grado.
—¿Qué? —interrogaron los dos al mismo tiempo.
—Lo sabría, soy el director —dijo con autosuficiencia. —Bien. ¿Y cómo estas imaginarias alumnas destruirían una estatua y una ventana? ¿estaban jugando con ustedes?
Noah y Peyton se miraron. No podían contar nada más, lo sabían.
—Si no van a decirme qué sucedió, me temo que recibirán un castigo. Teniendo en cuenta el daño que causaron, deberán obtener lo equivalente. ¿Qué tal... limpiar la secundaria?
Noah levantó la vista con sorpresa.
—¿Limpiar? —preguntó Peyton. —¿No nos dará una frasecita para copiar?
—Como oyeron, limpiar la secundaria es lo más justo. Solo será un piso para cada uno, el del edificio con las lunas rotas. Suena justo, sí, será ese. Se quedarán horas extras, y meditarán sobre lo que hicieron. Está decidido. Si no van a contarme cómo o por qué lo hicieron, aceptan el castigo, y si no... se someten a la expulsión inmediata. Deberán esperar al conserje del turno de la tarde para que les dé las instrucciones necesarias, y sus herramientas de limpieza.
***
—¡Era una psicópata! —exclamó Peyton cuando estuvieron lo suficientemente lejos de la oficina del director. —Lanzó a Pauline del último piso. Ni siquiera yo había pensado en eso. Bueno, una vez. Pero, ¡no lo hubiera hecho!
—Lo que importa es que la salvaste —reconfortó Noah, caminando a su lado. —Me parece demasiado raro, es decir, ¿qué se supone que lograrían con un castigo? ¿quiénes eran?
—¡Oigan! ¡oigan! —gritó Drake, llegando hasta ellos. —¿qué pasó allá afuera? Las teorías que oí incluyen vandalismo.
—Genevieve castaña era una bruja e intentó asesinar a Pauline, pero tristemente pude salvarla —contó Peyton en pocas palabras.
—Mi resumen sería... —empezó Noah, con algo de incomodidad. —La otra Genevieve intentó besarme, dije que no, intentó comerse a Paul, y solo la... empujé hacia afuera, pero no con mis manos...
—¡Qué! —exclamó Drake. —¿Intentó besarte y dijiste que no? ¿qué te sucede?
—Creo que no estás viendo el verdadero problema aquí... —dijo Noah. —Paul parecía estar hipnotizado, no reaccionó de ninguna forma al verla transformarse en... mujer ave.
—Sí, es cierto, hicieron lo mismo con Selene, Claudia y Julieta —dijo Peyton.
—Espera, ¿intentó besarte antes o después de transformarse en ave?
Peyton frunció las cejas, y negó con la cabeza mirando a Drake.
Noah continuó pensando en una explicación para el ataque sorpresa.
—Es tu tío, ¿no puedes decir algo? —dijo la pelirroja buscando una solución.
—Ya lo intenté —dijo Drake. —Se puso raro. Nunca antes me había amenazado con una expulsión, ¿alguien recuerda si alguna vez recibí un castigo? Creo que en serio le obsesionaba la estatua de la secundaria.
A la hora de salida, y luego de que Peyton tomara una ducha y estuviera de nuevo con su ropa casual, llamó a Nathaniel para que pasara a recogerlos en dos horas. No tenían un buen presentimiento de lo que ocurría, y llamar a su tío le daba tranquilidad.
Cuando por fin la secundaria estuvo vacía, sin el director, sin profesores, sin alumnos recorriendo el lugar, y en silencio, Noah y Peyton vieron llegar a uno de los conserjes del turno tarde, y que también era el más joven, con solo treinta años, llamado "J. T.". Así de simple. Así estaban escritas sus iniciales en su gafete del uniforme. Así lo conocían. Así se habían acostumbrado a llamarlo; pero, eso no quería decir que los alumnos no tuvieran teorías sobre cuál sería su verdadero nombre. Preguntarle no era una opción, ya que nunca respondía. Los saludó con la misma energía agradable de siempre, chocando ambas palmas arriba, y los guio hasta al pequeño cuarto, donde guardaban los útiles de limpieza.
—Pueden utilizar todo lo que quieran, —dijo J. T. señalando las botellas, baldes y escobas amontonadas. —lamento que ninguna tenga una etiqueta sobre lo que es cada cosa —rascó su quijada. —Intenten oler cada uno antes de usarlo. Si huele demasiado fuerte, es para desinfectar; lo que huela a flores, solo es aromatizante. Ah, claro, casi lo olvido... Si encuentran ratas, tranquilos, la mayoría nacieron aquí, son como mascotas. Excepto Clarence, esa maldita siempre trata de morderme... Bueno, si tienen alguna otra duda, lo siento, no soy maestro. Paz... —se despidió retrocediendo de espaldas y dirigiéndose a las puertas de la salida. Dejando boquiabiertos a los dos adolescentes. —¡Sigan destruyendo la escuela! ¡Así harán todo mi trabajo! —lo oyeron gritar, pero de seguro ya estaba afuera.
—Se suponía que iba a quedarse con nosotros... —recordó Noah.
—Jerry Tony... —dijo Peyton, pensando en una nueva combinación para la posibilidad de conocer su verdadero nombre.
—Yo creo que, si una persona no revela su nombre, debe tener alguna razón personal que debemos respetar —dijo Noah revisando entre las cosas del cuarto. —Será mejor que empecemos.
—Jum... Jerry Rastas...
—Eso es una "R".
—¡Lo sé! pero sus rastas me distraen mucho.
Cuando llegaron las seis de la tarde, Noah ya había trapeado los pasillos, y ahora se encontraba preguntándose por qué a los estantes que acababa de limpiar les estaban apareciendo manchas blancas. Era más como si el color estuviera desvaneciéndose. Quizás no debió usar ese líquido con un olor demasiado fuerte. También se cuestionó si le había echado demasiada cera a todo el primer piso. Estaba agotado. Sí, quizás cuando por primera vez aprendió a limpiar en Kósmos le pareció divertido, pero ¿de nuevo? Su reloj empezó a sonar, avisándole que su tiempo de castigo había terminado. Presionó el botón para detener el sonido.
Mientras tanto, en el segundo piso, Peyton solo había pasado un trapo húmedo en la superficie del escritorio de uno de los salones, y se había recostado sobre el mismo para jugar en su celular.
Las luces de las bombillas eléctricas, en ambos niveles del edificio, comenzaron con un ligero parpadeo, hasta convertirse en un completo apagón. Dejando cada rincón de la secundaria, alumbrada por la luz de la luna que apenas entraba por las ventanas.
—¿Es en serio? —interrogó Peyton a modo de queja. Se sentó, y leyó el mensaje recién llegado de Noah:
"¿Estás bien?"
A lo que ella respondió:
"Olvidaron pagar la factura de luz.
De nuevo.
Llamaré al tío Nate"
Un ave negra entró volando por la puerta, hasta posarse en una de las carpetas frente a Noah, quien lo miró con curiosidad. Reconoció que era un cuervo. ¿De dónde habría salido? Otras cinco aves entraron de la misma forma, luego, aparecieron y se les unieron las suficientes para rodear al muchacho. Posadas en las carpetas, estantes, pizarra y ventana. Incluso parecían observarlo con detenimiento, podía inferirlo en el brillo de sus pequeños ojos negros. La primera ave en llegar, soltó un graznido tras otro, y retomó el vuelo, mientras su cuerpo parecía cambiar hasta tener filosas púas, para luego dirigirse hacia el muchacho, quien reaccionó agachándose.
Noah miró hacia la pizarra detrás de él, donde el ave se había incrustado con fuerza hasta llegar a la pared. Se quedó observándola unos segundos, pensando en que, si aquellas púas lograron perforar el material de mármol, ¿qué habría podido ocurrirle a él? Oír el graznido del resto de las aves, lo hizo reaccionar, volteó a verlas y todas emprendieron vuelo sin dejar de aturdirlo con sus chillidos. Apenas se lanzó hacia un lado del suelo, escuchó a las demás aves atravesar la pared sobre la que estuvo apoyado. Casi arrastrándose, salió de manera rápida de aquel salón de clases y se apresuró a cerrar la puerta. Fue entonces, que sin darse cuenta y por la conmoción del momento, chocó contra alguien.
—¡Soy yo! ¡soy yo!
—¿Drake? ¿qué haces aquí?
—Sin ponernos raros, sentí que algo no estaba bien por aquí...
—Y no estabas equivocado... hay, hay...
Las aves negras traspasaron la puerta, dejando atrás grandes agujeros y astillas en el suelo. Se dirigieron hacia Noah, quien empezó a correr junto a Drake por el largo pasillo.
—¡Mantenerte con vida es todo un reto, Grimmell! ¡Ahora qué demonios está sucediendo!
—¡Estoy tan confundido como tú!
Una parte de la bandada oscura que los acechaba siguiéndolos desde afuera del edificio, ingresó al pasadizo rompiendo las ventanas, haciendo saltar pedazos de vidrio por todas partes. Los adolescentes reaccionaron intentando cubrirse el rostro, aunque algunos pedazos alcanzaron a dejarles unas cuantas heridas, al mismo tiempo en que unas cuantas aves se incrustaban casi con locura en las paredes de la secundaria.
—¡Debemos ir por Peyton! —exclamó Noah, a lo que Drake asintió.
Noah y Drake giraron por otro pasillo y subieron por las escaleras, dirigiéndose al segundo nivel. Estos momentos permitieron a Noah concentrarse lo suficiente para lanzar un campo de energía apenas visible, con la suficiente fuerza para alejar a la mayoría de las aves, logrando hacerlos añicos al impactar las paredes, donde solo quedaban masas de plumas y líquido negro que caía de ellas.
—¡Asombroso y asqueroso! —gritó Drake, volteando hacia atrás, notó a las últimas dos de aquellas pequeñas criaturas. —¡No podías haberlo hecho antes!
Noah solo apretó los labios y siguió corriendo. Usar aquella habilidad le había costado una punzada de dolor en la cabeza. Su expresión cambió a un ceño fruncido al ver a Drake gritar con furia, mientras se detenía unos segundos, retiraba el extintor de la pared.
Drake usó el extintor para golpear a una de las aves con toda la fuerza que la adrenalina le podía dar en ese momento. Vio a la criatura en el suelo apenas moviéndose y golpeó a la segunda, arrojándola hacia otro lado. Regresó hacia la primera que había noqueado, y acabó con ella dándole dos golpes seguidos hasta dejar una masa de plumas.
Noah notó que una de las aves seguía agonizando el suelo, estuvo a punto de sacar aquellas púas que las hacían casi invencibles, pero él se adelantó y le dio una pisoteada consiguiendo que el líquido negro y viscoso se pegara en la suela de sus zapatos.
Sus respiraciones estaban agitadas y se tomaron un momento para tratar de calmarse, hasta que escucharon golpes y quizás destrozos provenientes de uno de los salones de clase.
Drake levantó el extintor a modo de defensa, esperando lo peor. ¿Acaso no había sido suficiente?
Noah y Drake se miraron y asintieron, para luego avanzar con lentitud por el pasillo. Los sonidos se detuvieron y la puerta se abrió de manera abrupta.
Era Peyton. Tenía un hacha en la mano, y en el filo del arma, goteaba el dudoso líquido negro, que además había salpicado en su mejilla izquierda. Otro grupo de aves, también acababa de intentar acorralarla y atacarla, pero ella se había defendido tomando el hacha de emergencia contra incendios, y no se detuvo hasta acabar con cada una de ellas.
—Sí... no quieren entrar ahí —dijo señalando el salón detrás de ella. —¿Ya saben por qué nos atacan esas cosas? ¿Drake? ¿cómo llegaste aquí?
—Solo tuve un mal presentimiento —respondió Drake.
—¿Alguno de ustedes recuerda a ese tipo de aves en los libros? —preguntó Noah.
Los otros negaron con la cabeza.
—El líquido negro que expulsan, y cambian de forma como si fueran una simple masa... —dijo Noah, analizando lo que había observado.
—Huelen a azufre... —dijo Peyton, haciendo una mueca de incomodidad.
—Y desde hace un rato apesta a mierda —complementó Drake cubriéndose la nariz con una mano.
—Parece brujería oscura —respondió Noah, caminando hasta ella. —Tienen que ser las brujas de esta mañana.
—Está oscuro, y no hay nadie más que nosotros en toda la secundaria... —dijo Drake, observando a su alrededor con desconfianza. —Fue una trampa...
Los vidrios de la ventana saltaron con un sonido revoltoso, sorprendiendo a los tres adolescentes, quienes vieron entrar a la mujer ave, con sus enormes alas negras. Sabían que tenía el propósito de atacar a uno de ellos, así que Peyton solo atinó a empujar a los otros dos en el último segundo. Así, la criatura la sostuvo a ella con sus garras, y volvieron al exterior, rompiendo la ventana del otro extremo.
Drake soltó el extintor, y junto Noah, intentó correr hacia ellas; sin embargo, dos extensos tentáculos negros los sujetaron del cuello, y los hicieron caer de espaldas, para luego arrastrarlos hacia atrás en el suelo.
—¿A dónde iban, muchachos? —preguntó la bruja de cabello castaño, quien también se había presentado como Genevieve.
Cuando ambos levantaron la mirada, notaron que aquello que los sometía, formaba parte de la joven, parte de sus extremidades superiores.
Peyton vio el campo de fútbol, los árboles, los edificios de la escuela. Todo desde una perspectiva aérea. Estaba a una gran altura del suelo, siendo obligaba a permanecer inmóvil de brazos, por la bruja con aspecto de ave, quien disfrutaba jugar con el miedo que producía en las personas, y que, al darle una mordida, con su gigante pico, en el hombro derecho de la adolescente, la hizo soltar un grito de dolor y la forzó a soltar el hacha que traía consigo.
Peyton no supo con exactitud si fue la ira del momento, pero logró zafarse del agarre en el mismo brazo, donde había sido herida, y le dio un codazo con toda su fuerza, justo en el pico. Se oyó un crujido. Una abertura apareció en la zona del golpe.
La mujer ave reaccionó soltando un fuerte quejido de dolor, con demasiada similitud al graznido de los cuervos, aturdiendo un poco a la pelirroja. Con las garras de los pies, la empujó del pecho, dejándola caer sobre el techo del edificio.
Peyton rodó de costado hasta detenerse justo en el filo. Se quitó el cabello del rostro, y tuvo una pequeña sensación de vértigo al darse cuenta del punto al que había llegado de nuevo. Giró hacia atrás, sin levantarse del suelo. Sintió una punzada en el hombro derecho. Vio la mordida. En los pequeños agujeros, donde la bruja había incrustado sus dientes, brotaba el mismo líquido negro que vio en las aves. Solo notó unas pocas gotas de su propia sangre. Debía sanar en poco tiempo, ¿verdad? Ahora debía encargarse de algo más importante.
—Ahora, haré algo demasiado estúpido —se dijo a sí misma mientras se ponía de pie. Acomodó su cabello detrás de sus orejas y fijó su mirada en la bruja que también parecía haberse recuperado.
Intercambiaron miradas desafiantes. Una agitando sus alas y la otra, lista para lo que estaba segura tenía que hacer.
Peyton exhaló. Corrió lo más rápido que pudo, al mismo tiempo que la bruja inició su vuelo en dirección a ella. Tomó impulso en el último instante, y saltó hacia su contrincante, de quien se sujetó por los hombros y rodeó sus piernas en sus caderas, para así quedar a su altura. Le dio un puñetazo en el rostro, consiguiendo atolondrarla. Otro seguido. Esquivó los mordiscos.
Al ver que la adolescente estaba ganando, y como único modo de defensa, empezó a volar sin ninguna orientación. Llevando a ambas a chocar contra algunos árboles, luego impactaron contra las paredes de los edificios de la secundaria, y, por último, se elevaron hasta uno de los puntos más altos en el aire, unos cuantos metros más arriba y pudieron haber tocado las nubes. Fue cuando Peyton torció una de sus alas, ganándose otro rugido de dolor, con el que, la desconcentró por la sensibilidad de sus tímpanos. Descendieron de manera abrupta, con golpe tras golpe de ambas en el camino abajo. Hasta que, la rubia volvió a patear en el pecho a la muchacha, logrando que la soltara y cayera retrocediendo de espaldas contra el duro suelo.
Para suerte de Peyton, solo fueron unos cuantos metros, además, su resistencia como soldado de Dios fue de mucha ayuda para evitar las fracturas que habría tenido siendo un ser humano común. Vio a su lado, el hacha que había perdido al iniciar la pelea. La tomó sin dudar, sujetándola del mango con firmeza, y volvió a ponerse de pie.
Las miradas retadoras no se hicieron esperar. Ahora, las dos estaban al mismo nivel del suelo. Ambas dispuestas a terminar esto, de una vez por todas.
Si algo había logrado Peyton con dañar una de sus alas, era impedirle volver a volar, y debía sacar provecho de aquello. Corrió girando el hacha con su muñeca. Su contrincante avanzó hacia ella con un gruñido. Y cuando estuvieron lo suficientemente cerca de la otra, se oyó el desliz de la hoja del hacha sobre piel y carne.
El cuerpo de la bruja acabó cayendo en dos mitades sobre el césped, dejando salir sangre por completo, negra.
—Maldita perra... —dijo Peyton mientras su respiración se normalizaba.
Estaba agotada. De hecho, más de lo normal.
—Tú... —dijo la castaña atrayendo a Drake con uno de sus tentáculos rodeando su cuello. —Tú no me sirves... —al terminar de hablar, lo lanzó contra un lado del pasadizo. Ahora, su atención se centró en Noah, quien luchaba por soltarse. —Por otro lado, tú... mírate. —lo elevó y acercó para verlo con mayor claridad —Escondido entre los estúpidos humanos por generaciones. Esperando un pequeño empujón para salir, y demostrar cuán devastador puedes ser. Déjame darte una mano... —terminó de decir, haciendo mayor presión en el cuello de Noah, con la intención de romperlo.
Noah posó ambas manos sobre el viscoso tentáculo que le impedía cada vez más respirar con normalidad, y el calor se hizo presente en sus palmas, lo suficiente para dejarle una quemadura, consiguiendo que lo soltara. Cayó casi de rodillas, pero luego levantó la mirada hacia la bruja.
—De hecho, no deberías subestimar a los humanos... —dijo Noah.
La bruja lo miró con desdén, y al girar vio a Drake, quien empezó a golpearla en el rostro repetidas veces con toda su fuerza, pero solo logró cambiar de dirección su mirada, como si solo se hubiera tratado de una caricia.
—Eso no fue nada cortés...
—Mierda... —maldijo Drake, retrocediendo. Entonces tuvo otra idea. Quitó la anilla del extintor e hizo presión en la palanca, expulsando el agente espumógeno en forma de barrido como si se tratara de un incendio. Aprovechó en salir corriendo, y jalar a Noah de la camisa para que le siguiera el paso.
Continuaron corriendo hasta esconderse detrás de una pared, sabiendo que la bruja había estado siguiéndoles el paso todo ese tiempo, y que en cualquier momento los hallaría.
—¿Te puedo pedir un favor? —preguntó Drake, intentando normalizar su respiración. —¿¡puedes quemarla y terminar con esto de una vez!?
—Lo pensé, pero... Si luego aparece algo peor, ¿qué tan útil voy a ser ensangrentado en el suelo?
—Ese es un buen punto —dijo Drake, resignado. —¿Entonces qué? ¿Tienes agua bendita? ¿Nathaniel dijo que...
—Drake, —empezó Noah con un poco de desesperación. —¿quién trae agua bendita a la escuela?
—Yo, a partir de ahora.
Noah se asomó un poco viendo hacia atrás, fue cuando se quedó con la boca abierta durante unos segundos. La bruja había tomado una forma más oscura, con ambas extremidades superiores como tentáculos pegándose y avanzando de manera retorcida en el techo. No lograba ver su rostro, pero vio dos luces amarillas en sus ojos.
Drake sintió curiosidad por la expresión de Noah y también se asomó, pero al instante volvió a su anterior posición.
—Qué carajos es eso...
—Está bien, está bien. Tengo una idea... —dijo Noah, observando el reloj en su muñeca —No está siguiéndote a ti, sino a mí. Eso quiere decir que tienes tiempo para ir a la cocina y abrir todas las llaves de gas. Yo la distraeré, ¿crees poder hacerlo en cinco minutos?
—Seguro. Lo pondré como alarma.
—Bien, cuando terminen los cinco minutos, iré a la cocina, encontraré la manera de retener a la bruja ahí, saldremos por la puerta trasera y tendrás listo un fósforo.
—Está bien... Buena suerte, hombre. —dijo Drake dándole la mano, para luego salir corriendo rumbo a las escaleras.
Noah exhaló para relajarse y salió de su escondite, para enfrentarse a la bruja, quien ya se encontraba arriba de él, observándolo con detenimiento. Tragó saliva y retrocedió unos cuantos pasos.
—Genevieve no es tu verdadero nombre, ¿verdad?
Ella no contestó y siguió avanzando a paso lento.
—¿Por qué estás haciendo esto? Ni siquiera te conozco...
—Noah Grimmell... —dijo ella con otras voces más graves que la acompañaban en cada palabra.
—¿Por qué quieres asesinarme?
—Zalein es lo que este mundo necesita, yo lo necesito...
—¿Para qué?
—Es una lástima que tendrás que verlo todo desde el más allá —dijo la bruja, e intentó atrapar a Noah con uno de sus tentáculos, pero él lo esquivó por poco y volvió a correr para cumplir con los minutos acordados.
Noah sabía que no podía darse el lujo de usar todas sus habilidades, porque eso lo debilitaría, así que planeaba guardar sus fuerzas para lo que vendría. Solo esperaba que funcione.
Mantuvo a la bruja ocupada, sin detenerse a tomar un descanso. Subía y bajaba las escaleras, entraba a distintos salones tratando de no ser atrapado y arruinar todo. Observó su reloj. Tenía dos minutos para bajar y dirigirse a la cocina.
Drake terminó de girar todas las llaves del gas de las cocinas. Ahora necesitaba fósforos. Tomó una de las cajitas de las repisas, pero al abrirla se dio con la sorpresa que estaba vacía. Siguió buscando, agitando cada una de las cajitas. Pero nada. Maldijo a su secundaria en ese momento. La alarma en su celular empezó a sonar. Los cinco minutos habían terminado, y Noah no tardaría en bajar. Apagó la alarma y fue cuando escuchó los pasos apresurados de Noah rechinando por las escaleras, ahora lo vio entrar por la puerta, bruja corría sobre el techo avanzando con sus pegajosos tentáculos.
Noah utilizó su habilidad de telequinesia para retener a la bruja pegada al techo de la cocina, no podía perder la concentración en ella.
—¡Qué sucede!
—¡No puedo encontrar un maldito fósforo! ¡Eso sucede! ¡Solo quema algo maldita sea!
—¡No puedo hacer todo al mismo tiempo! ¿¡Quieres que la deje ir!? —gritó Noah ejerciendo más fuerza en la bruja, ya que no dejaba de retorcerse y tratar de usar sus tentáculos para atraparlos.
—¡Aquí! ¡Lo tengo! —gritó Drake con emoción.
Drake y Noah salieron corriendo por la puerta trasera, que los guiaba a otro pasillo.
—¡Hazlo ya! —gritó Noah, sin dejar ir a la bruja.
Drake lanzó la cajita ya encendida hacia dentro de la cocina.
Noah cerró los ojos, soltó a la bruja, y se concentró para crear una barrera cristalina frente a él.
El instante en que la cajita encendida hizo contacto con el cargado ambiente, el fuego se expandió quemando todo a su alcance, y aunque la protección de Noah sirvió para evitar que las llamas llegaran hasta ellos, no impidió que tanto él como Drake, fueran empujados y que cayeran de espaldas contra el duro suelo.
—¿Estás bien? —preguntó Noah aún en el suelo.
Drake tosió un poco por el humo y levantó un pulgar.
—¿Crees que funcionó? —preguntó Drake poniéndose de pie al mismo tiempo que Noah.
Ambos vieron que lo quedaba en la cocina era un desastre y al notar que la bruja se levantaba con lentitud, sus miradas cambiaron a una de miedo, ¿qué más podrían hacer? Sin embargo, cuando la bruja estuvo a punto de llegar a la puerta, su cuerpo se desvaneció, dejando solo cenizas.
—Vayamos por Peyton —dijo Noah.
Noah y Drake aceleraron el paso aún más cuando, por una de las ventanas, vieron a Peyton cayendo al césped.
Al salir del edificio, próximos al campo de fútbol, notaron a Peyton sentada en el césped. Llegaron hasta ella, mirándola con una expresión de angustia. Tenía algunas hojas en el cabello, y también estaba despeinada.
—Creo que lo manejó muy bien... —dijo Drake, viendo el cuerpo partido a la mitad de la bruja.
—¿Peyton? —dijo Noah intentando llamar su atención.
La pelirroja parecía casi sumida en un trance, se balanceaba de un lado hacia el otro en su sitio.
—Hola —dijo ella con una sonrisa en el rostro. Luego empezó a reír, —¿cómo están, señores?
—¿Y tú estás bien? —preguntó Drake, pareciéndole demasiado extraña aquella pregunta.
—Yoooo —empezó señalándose a sí misma. —Yo estoy muy, muy bien. ¿Cuál es el clima en la ciudad? Hay un arcoíris en el cielo y llueven diamantes —dijo mirando hacia arriba con la boca abierta. —¿Por qué las ranas no hablan? Deberían. Yo... quiero una rana que hable.
—¿Qué? ¿está borracha? —dijo Drake.
—Eso no puede ser posible, su metabolismo no lo permiti... —dijo Noah, pero se detuvo al notar la herida en el hombro de la chica y se puso en cuclillas para observarla mejor. El líquido negro caía de la abertura en su piel. Al tocar su frente y sentir una alta temperatura dedujo lo que sucedía. —La herida está infectada. Debieron morderla...
—Sí. El pájaro malo me mordió —contó Peyton e hizo un puchero. Luego volvió a reír —. Duele mucho. No sé qué hacer primero, reír o llorar...
—Debe ser alguna clase de veneno... —dijo Noah, viendo su hombro.
—Mira sus ojos —dijo Drake agachándose un poco.
Ambas pupilas se dilataban y encogían sin parar, al mismo tiempo que sus iris cambiaban de colores.
Peyton sorprendió a ambos, tomando del rostro a Drake, quien no tuvo opción que ceder por la fuerza. Tocó los dientes caninos del chico, y frunció el ceño mirándolo.
—Noah, ¿te limaste los dientes?
—Será mejor que la llevemos con Nathaniel antes que... no sé qué pueda llegar a hacer en esas condiciones —dijo Noah.
—Mejor te sacamos de aquí. Vamos... —dijo Drake, intentando soltarse, pero ella no se lo permitió.
—Señor, no sé quién seáis, —dijo ella entre risas y masajeando su rostro —pero tenéis un rostro muy atractivo...
—Ay, Peyton, acabas de firmar tu contrato de tortura... —respondió con una sonrisa. —Pero primero debemos sacarte de aquí. Suéltame, suéltame, eso es... —logró quitar sus manos.
Noah rio durante unos segundos, pero se detuvo cuando Peyton volvió a hablar.
—Noah está obsesionado con "Los padrinos mágicos".
Noah abrió más los ojos.
—¡Padrinos mágicos! —gritó Peyton, y luego volvió a reír a carcajadas mientras lo señalaba.
—¿Eso es cierto? —preguntó Drake con diversión.
—Hay que sacarla de aquí —dijo Noah, intentando ayudarla a ponerse de pie, pero ella se resistió. Requirió de la fuerza de ambos para obligarla a levantarse. Colocaron sus brazos sobre sus hombros, y empezaron a caminar.
—Una vez lo encontré llorando, estaba viendo... —no pudo continuar, porque Noah le había puesto una mano sobre sus labios, la cual quitó al segundo al sentir los dientes de Peyton.
—Auch, me mordiste, Toni...
Al llegar a la parte frontal de la secundaria, se detuvieron al ver cinco hombres de trajes elegantes: dos a cada lado, vestidos de color negro, apuntándolos con rifles; y en medio, un hombre con traje blanco, cuya edad parecía estar en sus cuarentas; tenía el cabello castaño oscuro, peinado hacia un lado; los ojos saltones de color gris; y una media sonrisa que denotaba malicia.
—Bien hecho, Zalein... —dijo él.
Drake y Noah lo miraron confundidos.
—¿Quién eres? —preguntó Noah.
—¿Esa es forma de saludar a tu viejo amigo?
Noah frunció el ceño.
—¿Puedes detener toda la actuación? —interrogó el hombre, mirando a Noah. —Bueno, es verdad... Casi olvido que siempre fuiste bueno para engañar a las personas. Nunca dudé que volveríamos a vernos, pero... honestamente esperaba que estuvieras agonizando en el algún cuerpo inútil o algo así. Ya sabes, como en los viejos tiempos. Es impresionante todo lo que tuviste que hacer para permanecer escondido.
—Pregunté, ¿quién eres?
—Está bien, está bien. Solo quería estar seguro de con quién estoy hablando —dijo levantando ambas manos. —Ahora, esto es lo que va a pasar. Vendrás con nosotros...
—¿Por qué lo haría?
—Porque tienes algo que yo necesito.
—¿Debería saber qué es con exactitud?
—No —negó con una mueca. —Además, no tienes mucho tiempo para decidir. Vámonos.
—¿O qué? —interrogó Noah, alejándose de sus amigos, y retándolo, mientras empuñaba sus manos, estas incrementaron su temperatura.
—La pregunta más importante aquí es, ¿dejarás que tu querida amiga muera?
Noah giró para ver a Peyton, lucía pálida, y el aspecto de su herida había empeorado. La vio perder las fuerzas, lo suficiente como para caer desmayada, a lo que Drake reaccionó sosteniéndola en sus brazos.
—¿Qué le hicieron? —preguntó Drake con seriedad.
—La mordida de la bruja puede ser mortal para cualquiera en quien recaiga su maldición. ¿Cuánto crees que dure antes de que el veneno llegue a su corazón? Entonces, ¿salvarás a tu amiga, muchacho?
—¿Cómo sé que puedes salvarla? —preguntó Noah.
—Me alegra oír eso. La dulce señorita puede sacar el veneno de su sangre —dijo señalando a alguien detrás de ellos.
Era Genevieve, la gemela de cabello castaño. ¿No se suponía que la vieron convertirse en cenizas?
—Habría sido un infortunio dejar que me venzas, ¿no es así? —dijo ella con burla.
—Pero, primero... —condicionó el hombre, estirando una mano e invitándolo a ir hasta ellos.
Noah giró para ver una última vez a sus amigos. ¿Qué otra cosa podía hacer? No tenía forma de curarla, y por cómo lucía Peyton, parecía que no le quedaba mucho tiempo. Si no aceptaba, su mejor amiga iba a morir. Y nunca podría perdonarse si algo le sucediera, mucho menos si era por su culpa. Resignado, caminó hasta los desconocidos.
El hombre de traje blanco le hizo una seña a la castaña, quien se dirigió hacia Peyton.
Drake miró con desconfianza a la bruja, quien empezó a recitar algo en un idioma desconocido para él; rozó su mano contra la herida, de la que empezó a salir el líquido negro y cayó al césped, hasta que no quedó una sola gota, y su sangre estuvo limpia de nuevo.
—Estará bien. No me preocuparía por ella... —dijo el hombre de traje blanco, y aprovechando la desconcentración de Noah, usó una jeringa para inyectarle una dosis completa de Sacris en el cuello.
Noah gimió de dolor, y se sintió débil. Sintió cómo lo obligaban a arrodillarse. No hizo nada para evitarlo, simplemente no podía. Lo tomaron con fuerza del cabello y sintió el filo de un cuchillo amenazar su cuello.
—¡Hey! ¡Hey! —exclamó Nathaniel, llamando la atención de todos desde lo lejos. Sin dudar, apuntó con el arma hacia la cabeza del extraño que tenía a Noah como prisionero. A pesar de la distancia, estaba seguro que no fallaría. Presionó el gatillo, pero no se oyó el disparo. Volvió a presionar el gatillo repetidas veces, sin embargo, cuando sacó el cartucho, las balas no estaban. Y a pesar de esto, el arma seguía pesando como si estuviera cargada, por eso no lo había notado hasta ahora. —¿Cómo demonios...? No...
—Zalein no está hablando, ¿eh? Hay que enviarle una invitación... —susurró el hombre de blanco al oído de Noah, le dirigió una mirada burlona a Nathaniel, y deslizó el cuchillo, abriendo la piel del muchacho, y dejando salir toda la sangre.
—¡No! —volvió a gritar Nathaniel.
Vio a la jovencita, al lado de Drake y Peyton.
—¿Genevieve?
¿Cómo había llegado hasta allá tan rápido? Tenía puesto ropa totalmente distinta.
—¿Me llamabas, cariño? —preguntaron detrás de él. Giró, pero al instante, la culata de una escopeta, lo golpeó en el rostro, y Nathaniel cayó al suelo perdiendo la conciencia.
—Los hombres son tan fáciles de engañar...
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