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Capítulo 17: "El tren sabe a dónde necesitas ir"

Noah miró el reloj en su muñeca izquierda. Las manecillas apuntaban con exactitud las cinco de la mañana. Una brisa helada hizo que se encogiera de hombros y escondiera ambas manos en los bolsillos de su abrigo. A pesar de usar guantes, el frío de las mañanas en Groberville podía llegar a ser insoportable.

Observó frente a él, el lago de Freya. Sus aguas no eran tan oscuras y aterradoras como recordaba la noche anterior. Aunque, Peyton no podía opinar lo mismo. Al mirar los restos del pequeño muelle, pudo imaginarse a sí misma intentando sostenerse de la madera y luchando por su vida de nuevo. Prefirió centrar su atención en su tío, quien caminaba hacia ella negando con la cabeza y llevando el arma que disparaba dardos.

Tal y cómo lo sospechó Nathaniel, el dardo que aún quedaba dentro, tenía Sacris. Definitivamente, esto no era ninguna casualidad. Guardó el arma dentro de su mochila para evitar llamar la atención de cualquiera que, por alguna razón, pudiera encontrarse cerca.

—Como dije, —empezó Nathaniel —las sirenas saben cómo cazar sin que parezca antinatural. No hay ningún cuerpo, nada de sangre o rastro de lo de anoche. Si preguntan sobre el muelle, podría fácilmente decirse que fueron adolescentes ebrios. ¿Dijiste que mataste una? —miró a su sobrina, quien asintió.

—Qué valiente —admiró, logrando que Peyton sonriera. —Nunca he estado tan cerca de una. Pero, incluso si buscaran dentro del lago, nunca hallarían indicios de ellas. Al morir, las sirenas se transforman en espuma.

—¿Eso quiere decir que los restos de sirena que hay en el museo, son una completa basura? —preguntó Drake acomodándose la capucha para abrigarse mejor.

—¿Te refieres a Freya? —interrogó Noah refiriéndose a la leyenda de la sirena, y la razón por la que el lago de Freya tenía su nombre. Una total fascinación para los turistas o para cualquiera que escuchara sobre ella. ¿A quién no le interesan las historias de sirenas? ¡Y aún más si se tiene evidencia! —Los restos en el museo se ven demasiado reales para ser falsos.

—¡Excelente! —felicitó Peyton con sarcasmo. —Son iguales a ti.

Noah apretó los labios y se contuvo para no rodar los ojos.

—La leyenda de Freya es cierta —afirmó Nathaniel ignorando la mini pelea entre los adolescentes. —Quizás no exactamente como la cuentan, pero la mayor parte de la historia sí encaja con mis investigaciones. Ahora, aún falta hacernos cargo del wendigo. Toni, ¿crees que puedas guiarnos hasta el cuerpo?

—¿Cómo haría eso?

—Con el olfato. Apuesto que es lo único que huele a carbón en el bosque.

—¿Y ahora qué soy? ¿Un sabueso? —se quejó, y recibió una mirada severa de su tío. —Bien, sí puedo.

Caminaron unos minutos más, adentrándose esta vez, en el bosque. Peyton guiaba junto a Nathaniel, mientras Noah y Drake iban detrás.

Cuando Noah se dio cuenta que el camino le resultaba inusualmente familiar, supo que fue ahí, por donde el wendigo lo había engañado. No pudo evitar recordar cómo la inocente y dulce Maddie se transformaba en un monstruo. Era otro de los asuntos que no lo dejaban tranquilo. Se preguntaba dónde estaría la verdadera Maddie. ¿Habría alcanzado la paz? ¿O seguiría atrapada en los escombros de aquella casa? ¿Quizás estaría enojada con él por lo que hizo?

—¡Gualá! —señaló Peyton hacia el cuerpo del wendigo. Estaba en la misma posición donde lo habían dejado, con el perfil hacia arriba. Estaba carbonizado por completo, incluyendo al humanoide que llevaba en el pecho.

—¿Gualá? —interrogó Drake casi en un susurro.

—Quiso decir, "Voilà" —respondió Noah. —Lo hace a propósito.

—Ah...

—Mi plan era terminar de quemarlo, pero... —dijo Nathaniel acercándose al wendigo. Pisó lo que parecía ser su brazo, y este simplemente se deshizo. —...creo que no será necesario. —con una pala, continuó aplastando el resto del cuerpo, hasta que solo quedó carbón pulverizado y sin ninguna forma exacta. Ahora podía parecer una fogata extinta, o cualquier cosa que olvidaron apagar. Ya ni siquiera se percibía el olor nauseabundo propio de un wendigo, así que no habría problema si alguien lo encontrara. —Y cada segundo que pasa, solo logro confundirme más en qué tipo criatura clasificarte, niño. Tenías Sacris en tu sistema, y aun así lograste incinerar a una criatura de tres metros de altura. Es asombroso.

En otra situación, Noah se habría sentido halagado y orgulloso de sí mismo, pero no podía. Incluso sentía vergüenza. Solo se limitó a asentir con la cabeza.

—Y, ¿qué diremos sobre lo que le sucedió a John, Chuck y Mario? —preguntó Noah para evadir la atención.

Nathaniel frunció el ceño sin terminar de comprenderlo.

—Es decir, podemos encubrir los ataques de las sirenas, el wendigo, sobre lo que pasó con nosotros; pero, ¿qué pasará cuando nos pregunten sobre la desaparición de tres adolescentes? Fuimos los últimos en verlos.

—Oh, mierda, —maldijo Drake colocando ambas manos sobre su cabeza. No lo había pensado hasta ahora —¿¡podemos ir a la cárcel!?

—¿Qué? —interrogó Peyton con algo de miedo.

—No, no, no. No irán a la cárcel —detuvo Nathaniel para calmarlos. —Dijeron que ellos escaparon de un reformatorio, ¿no es así?

Los tres asintieron escuchando cada palabra con atención.

—¿Alguien más estuvo con ustedes cuando se encontraron con ellos?

Los tres negaron con la cabeza al mismo tiempo.

—Entonces, la policía creerá que siguen huyendo. No pueden relacionarlos con lo que sea que les suceda. Excepto a ti, Drake. Lo más probable es que te pregunten si conoces algún lugar en el que podrían estar escondidos, pero, eso será todo.

—Está bien, está bien... —aceptó Drake con más tranquilidad.

***

La envoltura de la galleta vainilla con chispas de chocolate cayó al suelo debido a un descuido del codo de Noah. Sin darse cuenta de este pequeño incidente, el muchacho abrió otro paquete de galletas, esta vez de chocolate, y no se detuvo hasta devorar cada una de ellas. Al terminar, colocó la envoltura encima de un pilar de otras envolturas y paquetes de golosinas ya vacíos sobre la mesa. Estaba probando todo lo que había encontrado en la despensa de la cocina del campamento: gomitas, caramelos, paletas, batidos de leche, brownies, gelatina y ¡pastel de limón! ¿Lo tomó todo sin permiso? No, no es algo que Noah podría permitirse hacer. Nunca lo había hecho, y no lo haría ahora. Solo se uniría a la fila inmensa de cosas de las que se arrepentía. Lo que en realidad sucedió fue que, la cocinera lo saludó y después de que Noah le contara que ya no tenía que continuar con ninguna lista del médico, esta le dijo que como siempre había sido un niño amable y educado, le permitiría tomar lo que desease. Al principio solo se llevó un pedazo de pastel, pero... ya sabemos cómo terminó.

—¿Qué demonios? —dijo Drake entrando al comedor y viendo a Noah sentado con la montaña de postres a su lado. También lo vio anotar en una libreta con rapidez.

—¿Qué le sucede? —preguntó Nathaniel con una botella de agua en la mano y llegando hasta el lado de Drake, quien lo miró expresando su confusión. —Vamos entonces...

Caminaron hasta llegar a la mesa de Noah, quien les dirigió la mirada unos segundos, levantó una mano como saludo, y luego continuó con lo suyo en la misteriosa libreta.

—¿Qué pasó con la dieta de "Solo como fruta", niño? —preguntó Nathaniel sentándose frente a él, junto a Drake.

—No estoy enfermo, ya no tengo por qué preocuparme por eso —respondió y tomó un sorbo de su batido de fresa.

—Qué hay sobre la diabetes... —interrogó Drake disminuyendo su tono de voz con cada palabra.

—No sabía que los dulces eran realmente deliciosos. Los sabores son perfectos... —contó con emoción y dio otro mordisco a su galleta.

—¿Estás bien? —preguntó Nathaniel.

—Sí —afirmó animoso apuntando en su libreta. —¿No creen que esto en serio ayuda? —Nathaniel frunció las cejas y Drake lo miró intrigado. —Siento que debería estar triste, pero... no puedo estarlo. Y todas estas preguntas, que están en mi cabeza, sentía que estaba volviéndome loco, pero esto... —señaló su batido riendo. —...ayuda mucho.

Nathaniel entrecerró los ojos sin convencerse para nada de lo que había escuchado, y luego habló.

—¿Qué preguntas?

—Oh, por ejemplo... —se limpió los labios con una servilleta. —¿cuál fue la primera criatura sobrenatural en existir? ¿aparecieron junto a los humamos? ¿descienden de los humanos o los humanos descendemos de ellos?

—Vaya. No había pensado en eso... —dijo Drake con la mirada pareciendo perderse en el espacio.

—Lo sé, y, —tomó su libreta y leyó —¿cómo es que vimos tantas sirenas? ¿necesitan tritones para reproducirse? Porque no vimos ninguno.

—Tritones... —repitió Drake.

—Bien, bien, vamos a detenerte ahí antes de que a Drake le sangre la nariz. Iré al punto. Cuando alguien te pregunta si estás bien, es porque sabe que no estás bien.

—Pero, lo estoy, en serio —aseguró. —Ni siquiera estoy triste porque mi mejor amiga me odia, o asustado porque puedo quemar monstruos con las manos. Ya no me preocupan las visiones de Drake, y Maddie... —contó con rapidez.

—Noah, deja ese brownie sobre la mesa —ordenó Nathaniel cuando el adolescente estuvo a punto de darle un mordisco. —Vamos, suéltalo. Esta no es la forma correcta de lidiar con el estrés.

Noah obedeció y lo dejó sobre el plato.

—Ten —le dio su botella con agua y Noah bebió hasta dejarlo a la mitad. —Bien, ahora... Sé que te sientes ansioso. Lo comprendo por completo. Y no puedo asegurarte que todo estará bien, porque no lo sé. Así es esto. A veces estás arriba, otras veces abajo. Pero, ¿tienes preguntas? Te daré todas las respuestas que tenga, y lo que no sepa, trataremos de averiguarlo, ¿entendido? —Noah asintió con la cabeza. —Sobre Toni, —exhaló. —sé que extrañas hablar con ella. Sobre todo, ahora, pero, también sé que razonar con ella mientras está enojada, será como hablar con la pared, así que... Sería mejor si esperas un poco más. Solo hasta que pueda calmarse un poco y puedan conversar.

—No puedo hablar con ella, porque no sé cómo explicarle por qué no le conté —se lamentó Noah. —Ni siquiera yo lo sé. En serio, en serio no lo sé.

—Escucha. No estás obligado a contarle todos tus secretos a nadie. Eres libre de escoger a quién decírselos, así como a guardarlos para ti mismo. Solo te recomendaría también darte tu propio tiempo, así podrás decidir lo que realmente quieres hacer con ellos.

Noah esbozó una media sonrisa y volvió a asentir.

—Ahora, déjame leer ese cuaderno.

Y así pasaron las primeras horas de la mañana, Nathaniel resolviendo las dudas de Noah, algunas de Drake, y mientras se dirigían a la camioneta, les contó la parte faltante de la historia, sobre los soldados de Dios, los soldados de la iglesia y los lilims. Noah estaba maravillado con todo lo que estaba aprendiendo, su cerebro recibía la información y le servía como tranquilizante.

—¿Ya nos vamos? —preguntó Peyton llegando hasta el auto de su tío y subiendo en el asiento del copiloto.

La sonrisa de Noah disminuyó mientras la veía colocarse los audífonos. Aún seguía molesta. Debía esperar un poco más.

En el camino, Peyton soltó algunas risas viendo la pantalla del celular que le había quitado a su hermano. Producía algo de curiosidad en todos saber qué era tan gracioso. Incluso Drake había dejado de intentar armar el cubo Rubik, que Noah le había prestado, para levantar la mirada repetidas veces. Noah desvió su mirada de la ventana para observarla con curiosidad.

—Estoy viendo Toy Story, lo siento —se disculpó levantando una mano. Entonces, tuvo una idea. —¿Sabes por qué Toy Story es tan buena película, Drake? Deja yo respondo por ti —dijo sin siquiera darle una oportunidad. —Porque nos muestra la verdadera amistad...

Noah la miró sabiendo que aquella indirecta, iba sin dudar, hacia él.

—Toni... —nombró Nathaniel para que se detuviera.

—No, tío Nate. Solo estoy... diciendo los hechos. Es una excelente película, porque nos enseña a nunca mentirles a nuestros amigos. A no ocultarse nada. Sin importar cuán dura sea la verdad. Y obvio, a no contarle tu vida personal al villano de la historia.

—¡Oye! no soy el villano aquí —se quejó Drake.

—Yo creo que nos enseña a que podemos conseguir un verdadero amigo que nos acompañe para toda la vida —dijo Noah intentando calmarse y responder de la mejor manera. — "Al infinito y más allá" —citó.

—Esa frase solo me hacía creer que podía ser astronauta, pero lo que dijiste tiene más sentido —concordó Drake.

—Tú ni siquiera eres nuestro amigo, silencio.

—¿Y qué si ahora es mi amigo? —interrogó Noah no pudiendo evitarlo más.

—¡Ay, perdona! —exclamó Peyton girando desde su asiento para mirarlo —Lo había olvidado. Es tu nuevo mejor amigo. ¿Por qué no organizan una pijamada y se hacen trencitas?

—¿Por qué tienes que reaccionar así? Intentaba llevar todo esto con tranquilidad.

—¿Por qué siento que soy el malo y ni siquiera les he hecho algo?

—Oh, ¿en serio, San Drake? —interrogó Peyton. —¿quieres que te recuerde todo desde el principio?

—¡Intento cambiar!

Y entonces los tres empezaron a discutir al mismo tiempo: Peyton atacaba a Drake; Drake repetía que estaba intentando dar lo mejor de sí; y Noah defendía a Drake. Cualquiera que los escuchara, solo oiría sus voces mezcladas y con esfuerzo, comprendería una que otra palabra.

Bien. Esto tenía parar o iba a volver a latirle el ojo a Nathaniel, quien colocó dos dedos debajo de su lengua y al soplar, soltó un fuerte y largo silbido. Los aturdió lo suficiente como para que se quedaran en silencio. Peyton tuvo que taparse los oídos.

—¿Ya terminaron? —preguntó Nathaniel con seriedad. Ninguno se atrevió a decir nada más el resto del viaje.

Cerca de la olvidada estación ferroviaria de Groberville, se encontraba la maleza que había continuado su curso de crecimiento enredándose en las ferrovías dobles. El moho y óxido resaltaban en el viejo tren de vapor. Este contaba con una cabina de control; dos vagones para pasajeros y un tercero a la mitad, que parecía sostenerse a duras penas del segundo; donde se suponía deberían estar las ventanas, solo había retazos de tela que danzaban al ritmo del viento; y, lo más rescatable era el farol del frente, que estaba extrañamente intacto.

—No era en serio cuando dijiste que viajaríamos en eso, ¿cierto? —señaló Drake hacia el tren mientras bajaba de la camioneta. —¿Siquiera funciona?

—Silencio —ordenó Nathaniel. Les dio una señal a los tres para que se acercaran a él, y así lo hicieron, formaron un pequeño círculo. —Voy a advertirles que a este tren le gusta el respeto. No digan nada que pueda molestarlo.

—¿Por qué te refieres al tren como si fuera alguien? —preguntó Noah.

—Porque puede oírnos y entendernos —respondió levantando las cejas.

—El tren... —repitió Peyton para asimilar lo que acababa de escuchar. —¿El tren piensa?

—Tiene una mente propia, y aunque ya no se utilice desde hace años por la gente del pueblo, aún funciona. Así que, cuiden muy bien sus comentarios, a menos que quieran salir disparados a medio camino.

—Oye, ¿y qué hay sobre tu auto? —preguntó Drake. —¿Solo vas a dejarlo aquí?

—Descuida, nada indeseado puede entrar en él.

—Ajá... —dijo sin terminar de comprender a qué se refería.

El primero en ingresar al tren fue Nathaniel, quien tuvo que sujetarse de unas pequeñas barandas de la entrada para impulsarse. Luego le siguió Peyton, ya que Noah le cedió el paso, a lo que ella solo rodó los ojos y subió sin decir nada. Luego entraron los dos restantes también sujetándose de las barandillas.

Al entrar en la cabina de control, Noah vio el obvio estado destartalado de cada parte y herramienta que pudiera servir para dirigir el tren. Los manómetros y otros medidores de presión, tenían los vidrios rotos; había tornillos flojos y otros caídos; la caldera ni siquiera tenía una puerta; y cuando intentó girar el volante, se dio cuenta que estaba atascado. Se ahorró la pregunta de "¿Esto es seguro?" debido a la advertencia de que el tren podría no reaccionar de la mejor manera.

—Será mejor que vayamos a sentarnos... —dijo Nathaniel caminando hasta el primer vagón, donde los asientos estaban apenas cubiertos por cuero, se notaba la madera y los clavos que iban dentro. No estaban separados por cabinas personales, simplemente eran asientos para dos personas que estaban uno frente a otro. Había dos filas de asientos a cada lado del tren, ambos pegados a las ventanas, y con el espacio entre ellos del pasadizo.

—¿Y cómo lo encende... —quiso Noah preguntar, pero fue interrumpido por lo que pareció una explosión en la cabina de control —mos?

Todos dirigieron su mirada hacia la caldera, tenía fuego dentro. Y sin previo aviso, el tren empezó a avanzar.

—Y lo mejor de todo es que ni siquiera tenemos que decirle a dónde queremos ir —dijo Nathaniel tomando asiento y dejando su mochila a su lado —Sabe a qué lugar queremos llegar.

—¿Y ahora también puede leernos la mente? —interrogó Peyton con algo de incomodidad, mirando hacia el techo.

—No es exactamente tu mente, solo la dirección a la que quieres llegar.

—Genial, genial, —dijo Drake—estuve a punto de bajarme.

Como era de esperarse, Peyton se sentó frente a Nathaniel; Drake, al otro lado del pasillo, y Noah, frente a él, mirando de nuevo a la ventana.

A Noah le pareció increíble toda la vista que podía apreciar desde su lugar. A pesar de que los asientos no fueran los mejores, el paisaje le parecía de lo más fantástico. Los árboles agrupados, algunas aves volando sobre ellos, las montañas alrededor del pueblo y unas cuantas cabañas escondidas entre la vegetación. Apreció todo con tranquilidad durante una hora, hasta que notó los dos carriles. Uno, era una curva hacia la izquierda, e iba hacia un túnel. El otro, en dirección recta, los llevaría al puente de metal, al que le faltaban los rieles y tenía un gran vacío en medio.

—Ah... Nathaniel —avisó él llamando su atención. —¿Se supone que continuemos por ahí?

—Debemos doblar en la curva —respondió poniéndose de pie y viendo por la ventana.

—Va a cambiar de vía, ¿verdad? —preguntó Peyton pensando en el destino que tendrían si el tren no giraba.

—Claro, claro que va a cambiar... —aseguró Nathaniel con algo de duda en su tono. Cada vez se acercaban más y más al puente. Quedaban pocos metros para que les quedara la opción de cambiar de dirección. —Tiene que cambiar...

—Mierda. Vamos a morir... —maldijo Drake levantándose de su asiento. Quedaba menos de un metro. —Yo aún tengo... bueno no tengo planes, ¡pero no quiero morir!

—¡Tío Nate, no está cambiando! —exclamó Peyton poniéndose de pie.

—¿Deberíamos saltar? —preguntó Noah.

—¿Hacia dónde? ¿al acantilado? —interrogó Drake con desesperación.

—Tiene que cambiar. Nunca había hecho esto... —musitó Nathaniel.

Los tres adolescentes soltaron un largo grito al unísono, el cual fue interrumpido por el repentino giro que dio el tren en el último segundo. El tren pareció salirse de las vías, de las que saltaron chispas y rechinidos debido al roce de metales. Por inercia, todos perdieron el equilibrio a pesar de sus esfuerzos por sostenerse de los asientos.


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