Después de solo unas horas en la madrugada, el fuego azul había consumido por completo cada rincón de la casa de Maddison Pendergrass, y solo se detuvo, cuando Noah terminó por desmayarse en el césped, con el cuerpo desnudo y las grietas con sangre que iban desde sus manos hasta sus antebrazos.

—¿Noah? —preguntaron a su lado. Abrió los ojos, encontrándose a la última persona que hubiera esperado ver en ese instante.

—¿Drake? —nombró apenas. Sintió una manta cubrirlo y soltó un quejido al rozar la tela con sus heridas.

—¿Qué sucedió aquí? ¿qué... —interrogó Drake ayudándolo a levantarse, y colocó su brazo alrededor de su cuello para que se apoye en él. —¿Qué sucedió aquí, hombre? Llamaré a emergencias —esto lo dijo creyendo que quizás había explotado algo dentro y debían alejarse lo más pronto del lugar. Aunque debía aceptar que el peculiar color del incendio no pasaba desapercibido.

—No no, —negó avanzando junto al rubio —no llamaremos a emergencias. No llamaremos a nadie.

Y sin pensarlo más, Drake asintió.

Subieron al auto del padrastro de Drake y cuando llegaron a su casa, entraron a hurtadillas. Lograron escabullirse en silencio hasta su habitación, donde el momento en que se ofreció a ayudar con la limpieza de sus heridas, estas se cerraron y sanaron, pero dejando cicatrices sobresaliendo en su piel.

—¿Cómo? —dijo asombrado viendo a Noah.

—Tampoco lo sé —respondió volviendo a cubrirse con la manta. Tenía la mirada perdida en la nada, aún recordando lo sucedido.

—¿Qué fue lo que pasó allá? ¿por qué no quieres que llame a emergencias? Y tus... tus heridas... Siento que voy a enloquecer...

—Yo... —¿cómo iba a empezar a explicarle? ¿debía contarle la verdad? Pero estas interrogantes desaparecieron cuando formuló una más importante. —¿Cómo me encontraste?

—Fui... —pareció pensarlo —a dar un paseo.

—¿En la madrugada?

—No tengo licencia de conducir, no hay policías y quería algo de aire fresco.

—De todas las calles que hay en Groberville, ¿tuviste que detenerte en la casa más cercana al bosque?

—Oh, por favor, acabo de salvar tu vida. Un gracias no estaría de más, ¿lo sabes? Solo estuve cerca, vi a alguien desmayado y sentí que debía ayudar. ¡No esperaba que fueras tú! Y, y, ¿cómo explicas lo de tus brazos? Yo puedo decir que fue una terrible coincidencia encontrarte ahí, pero ¿tus manos? Eso no es normal, para nada lo es.

—Lo siento —dijo Noah y exhaló —Gracias. Es solo que, honestamente no quiero hablar sobre lo que pasó ahí. No quiero y no sé si pueda.

—¿Sabes qué es lo que yo quiero? Quiero olvidar todo esto, ¿está bien? Solo sigamos con nuestras vidas.

—Creo que será lo mejor para ambos. ¿Puedes prometer que no le dirás a nadie sobre esto?

—Claro que puedo.