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15. Primer acto: el inicio del espectáculo (II)

Im Youso

¿Que si estoy nerviosa? Por supuesto que sí. ¿Quién en su sano juicio no lo estaría de encontrarse en mi posición?

Nunca he engañado a nadie, soy horrible con las mentiras y lo único que se me da mejor además del béisbol es tratar con la gente, he ahí la razón de mi trabajo. Sin embargo, ese no es el punto ahora, sino el hecho de que estoy por hacer algo que jamás imaginé hacer nunca.

—Mamá —llama mi acompañante justo cuando una mujer que parece estar cerca a los cincuenta levanta la mirada de una manera tan sofisticada y encantadora que por un segundo me deja sin aliento.

Es hermosa. A pesar de su edad, se nota lo bien conservada que está físicamente, además de ello el brillo en sus ojos al mirar a su hijo solo acentúa la belleza de su mirada.

—¿Es ella? —pregunta pasando por alto a su hijo, se acerca a mí e inesperadamente, toma mi rostro entre sus manos—. Es hermosa —habla como si no pudiera oírla, sin embargo su comentario lejos de molestarme me hace sentir un tanto avergonzada.

—Un poco de distancia, por favor, mamá —se cruza entre ambas ocasionando que la mujer bufe en su dirección.

—Es un gusto conocerla —hago una reverencia y sonrío de la mejor manera que el nerviosismo me permite antes de pasar a presentarme como es debido—. Mi nombre es Im Youso y soy...

No puedo continuar con mis palabras, pero antes de que la mujer frente a nosotros pueda llegar a dudar en lo más mínimo, el moreno me toma —atrevidamente y sin mi consentimiento— por la cintura. Casi se siente como un acto posesivo, sin embargo entiendo que es solo su manera de decirme que todo está bien y que él puede continuar en mi lugar.

—Ya te había dicho que Youso es tímida —mentira—, y quedamos en que no ibas a invadir su espacio personal —le vuelve a reprochar.

La mujer me mira con ojos de disculpa, lo que me hace sentir terriblemente mal, luego vuelve a sonreír de una manera que invita a olvidar todo y nos invita —o más bien me invita a mí más que todo— a tomar asiento en la mesa ya dispuesta para nosotros. En ella hay té, algunos postres y piqueos, y uno que otro dulce en un envase de vidrio que me llaman mucho la atención.

—Son chocolates alemanes —menciona la mayor ante mi duda no dicha—, puedes comer todos los que desees —ofrece con una sonrisa radiante.

Acepto sintiendo algo de vergüenza y con el rostro más caliente que el sol de verano —si acaso eso pudiera ser posible—; mientras, la mujer solo sonríe aún más mientras con quejidos y lamentos me hace saber que en casa ella es la única que disfruta de los dulces, ya que su marido es ajeno a todo lo dulce y su hijo parece evitar las golosinas aún cuando en su niñez era amante acérrimo de las mismas. Miro de soslayo a Kim, sin embargo él parece disfrutar más de observar la taza con té frente suyo que cualquier otra cosa.

—En ocasiones me pregunto si la falta de azúcar en su sistema es lo que lo tiene con ese gesto siempre —muy abiertamente señala el rostro de su hijo y este no hace más que rodar los ojos, seguramente pensando en que su progenitora es muy dramática.

—Tiene razón, yo me he hecho la misma pregunta —comento llevándome una cereza acaramelada a la boca.

Está deliciosa.

¿Verdad que sí? —ríe abiertamente, aun así lo que en otros resultaría bochornoso en ella irradia elegancia—. Es mi hijo, pero a veces dudo con ese temperamento que tiene.

No puedo evitarlo y termino riendo ante el último comentario, sobretodo por el recuerdo de todas las ocasiones en que lo he hecho enfadar me asalta.

—Mi temperamento no tiene nada de malo —intenta defenderse.

—El ceño fruncido y las mejillas infladas demuestran lo contrario, cariño —indica su madre pinchando una de sus mejillas y provocando un leve sonrojo en él.

—Mamá.

La mujer ríe ante el alarido de su hijo y continúa burlándose de él un tiempo más. Luego, la conversación cambia y se enfoca en mí, solo en mí; preguna cosas muy básicas y triviales, como mi edad —que me veo en la obligación de cambiar—, mis gustos por la comida y aficiones. Cuando menciono que formo parte de un equipo de béisbol, ella no duda en elogiarme de una manera que me resulta nueva —y un tanto incómoda si se me permite decir— que hace sentir calor en mi pecho, sin embargo, al mismo tiempo descubro en su mirada un atisbo de nostalgia que me hace cuestionar acerca de la razón sobre su cambio de ánimo.

Más tarde, cuando me doy cuenta, la noche ha caído y es hora de irme. Le doy un leve toquecito por debajo de la mesa al chico a mi lado, lo que él de inmediato interpreta como mi señal de que es hora de irme.

—Es hora de que Youso se vaya, mamá —menciona colocándose de pie, sorprendentemente su tono de voz es suave, lo que ha de ser razón suficiente para que la adulta no se niega a dejarme ir.

—Entiendo. Fue un gusto haberte conocido, cariño —dice con ternura mientras se acerca a darme un abrazo igual de tierno que sus palabras. El gesto me deja un tanto estática, pero consigo recuperarme con prontitud para no verme como alguien desagradable.

—El gusto ha sido mío, señora Ko.

—Oh, no, nada de señora. Puedes llamarme mamá.

El aire casi escapa de mis pulmones al escucharle decir tal cosa. Namjoon, por su parte, hace uso de la palabra como un reclamo. La mujer sonríe una última vez y permite que nos vayamos.

Y sí, es así como termina este primer acto: a base de engaños y mentiras.

*Total de palabras: 985.

Capítulo doble porque sí, uuuuh~

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