03. Lo mismo de siempre
Im Youso
Recepto la pelota antes de que el jugador llegue a primera base y la arrojo para que su jugada sea anulada, de esa manera nuestro equipo obtiene la victoria. Corro hacia el resto de los chicos y choco los cinco con Dong-chae, que sonríe en grande tras haber ganado el partido.
—Muy buen trabajo, Youso —elogia, revolviendo mi cabello por sobre el casco.
—Hyung, ¿por qué siempre la felicita a ella y a nosotros no? —se queja Hamin—. Nosotros también formamos parte del equipo.
Me rio por lo bajo mas no digo nada, le dejo el trabajo a Dong-chae y yo me encamino a los asientos para beber un poco de agua. Necesito hidratarme. Una horda de reclamos y quejidos sigue resonando en la cancha de tierra y arcilla mientras yo guardo mi guante y la gorra en el interior de mi bolso, me pongo de pie y tomo el bolso lista para marchar.
—¿Ya te vas? —pregunta Dong-chae empujando el brazo con el que Dojoon, su hermano menor, lo tenía presionado por el cuello.
—Sí —me agacho para sujetar bien las correas de mis tenis.
—¿Vas a la pastelería? ¿No tenías la tarde libre? —añade antes de permitirme responder a la primera pregunta—. ¿Youso?
Descruzo los brazos.
—¿Ya puedo responder? —asiente con el rostro sonrojado—. Tengo la tarde libre, sí, y también mucha tarea pendiente —está por decir algo pero se lo impido volviendo a hablar—. Además, tengo que estar en casa temprano.
—Entiendo.
Me despido del resto del equipo y abandono la cancha para caminar hasta la parada del metro y llegar a casa. En el camino, recibo un mensaje de mi madre que me pone de mal humor y, el que papá llame reclamando cosas sin sentido, tampoco ayuda. En resumen, al llegar a mi "dulce y bello hogar" todo el buen ánimo que el haber ganado el partido dejó en mí se ha esfumado. Ya no queda más que un semblante oscuro que denota el malestar emocional que generan mis progenitores.
—¿Hasta cuándo piensas ponernos en ridículo?
Me trago un suspiro al ser eso lo primero que escucho al entrar al recibidor, pero la punzada en el pecho me avisa que esto va para largo y que, como de costumbre, terminaré siendo atacada por quienes deberían festejar junto a mí cada uno de mis logros, por más pequeños que estos sean.
—Hola a ti también, mamá —abro la puerta de la nevera y saco la jarra con agua helada para beber un poco del líquido, pero solo alcanzo a servir en el vaso cuando ella vuelve a hablar.
—Youso, deberías ya de dejar ese sueño ridículo que tienes —empieza diciendo—. Cuando eras niña lo entendimos porque estabas pequeña, pero ahora eres una adulta. Tienes veinte años, no doce, deberías enfocar tu energía en algo que valga realmente la pena; no en ese tonto sueño de ser jugadora de béisbol. O lo que sea.
Muerdo el interior de mi labio inferior y me ordeno calmar mis propias emociones. Con el tiempo aprendí que llorar, al menos delante de ellos, no sirve de nada; tan solo lo usarán como un arma para herirme aún más de lo que ya lo hacen.
—Por eso estoy cursando una carrera universitaria —intento defenderme, pero es en vano.
—Que ni siquiera tiene futuro. Deberías de haber escogido alguna carrera como leyes, o medicina, pero en su lugar te enfocas en algo a lo que no le veo sentido.
—Pero lo tiene para mí —el tono de mi voz suena bastante afectado—. ¿Cómo es posible que ni tú ni papá puedan entenderme?
Mi mirada y la suya conectan, sin embargo las emociones que brillan son muy opuestas; en la suya solo hay reproche, mientras que en la mía lo más probable es que se vea reflejado el malestar que siento pero que a ellos muy poco les interesa.
—A veces me pregunto si te consentimos mucho, o si en algo fallamos contigo —sus palabras lastiman, se clavan en mi pecho más profundo que un puñal, y me recuerdan una vez más que jamás entenderán mi posición.
Una vez más, en lugar de decir todo lo que pienso y siento, decido guardar silencio y no mencionar nada al respecto. Siempre es lo mismo. Siempre es igual. Y algo muy dentro de mí me dice que eso no va a cambiar nunca.
—Como sea, da igual.
Doy media vuelta y me encierro en mi habitación, olvidando por un segundo que iba a tomar agua e ignorando por completo los gritos de mi madre llamándome. El escozor en mis ojos y el nudo que se cierra alrededor de mi garganta me dan aviso de que nuevamente voy a llorar.
Estoy cansada de todo esto, pero no sé cómo frenarlo. Y lo peor del caso es que estoy segura de que aún sabiéndolo, no tendría la valentía para hacerlo.
*Total de palabras: 817.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro