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𝐕𝐈.

══════ 𝐋𝐎𝐒 𝐂Á𝐋𝐈𝐃𝐎𝐒 𝐑𝐀𝐘𝐎𝐒 𝐃𝐄 sol se posaban sobre la piel nívea de cierta piel-plata, quien mantenía los párpados cerrados, disfrutando de aquella paz. Hacía oídos sordos a las palabras que su progenitor dirigía a los cuatro adolescentes en la sala del trono.

Suspirando con cansancio, alisó con severo cuidado la suavidad de la tela de su vestimenta. Alejándose del ventanal con paso neutral, se acercó a la estancia de los tronos, donde su madre ya la esperaba con una sonrisa y un estuche en las manos.

Su título real conllevaba ciertos cargos que involucraban su presencia en este tipo de eventos. Con paciencia, abrió el estuche, que relucía ante los leves rayos de sol que se filtraban a través de los imponentes ventanales. El filo resplandeciente de la espada en su interior le devolvió el brillo a los ojos.

Con sabiduría y maestría, la sujetó con ambas manos, blandiéndola con destreza y dándole una juguetona vuelta entre sus dedos. Luego, se dirigió con paso firme hacia su progenitor, quien ya la esperaba.

Hizo una inclinación de 90°, ofreciéndole el arma, que claramente tomó y desenfundó en el proceso. Las acciones por parte de la familia real eran un misterio para los jóvenes presentes.

La vástago de ambos reyes realizó una leve inclinación a su progenitora, quien le dedicó una suave sonrisa, permitiéndole marchar. Con paso neutral y porte firme, comenzó a alejarse del puesto de los reyes, pasando cerca de los jóvenes que comenzaban a celebrar con ojos vidriosos su reciente oficialización como caballeros sacros.

«Parece un fantasma vagando...» pensó inconscientemente la única chica del nuevo pelotón formado, desviando durante un par de segundos sus orbes azules en su dirección.

La doncella de cabello plateado, al salir de la sala de los tronos, se encontró frente a frente con aquella puerta que le daría acceso a la sala de guerra. «Donde ya se encontraba el...», ese pensamiento solo amargaba más sus emociones. Tomando una profunda bocanada de aire, tomó la manija y abrió la puerta.

[ . . . ]

Tras haber entrado a la sala de guerra, los saludos y bienvenidas por parte de los presentes le llegaron de golpe. Le dedicó una suave sonrisa al pelotón de su mellizo. Sus orbes grisáceos chocaron durante un par de segundos con aquellos orbes carmesí, cuya presencia esperada, le observaba con impaciencia desde su sitio.

Esbozó una mueca a boca cerrada. "Aún no había hablado ciertas cosas con él", pensó, tomando rumbo a sentarse junto a su mellizo.

Para la tragedia de ella y sus alborotados sentimientos, quedó frente a frente con el caballero profetizado, quien le dirigía discretamente una mirada confusa que prefirió no observar. Tragándose aquella ansiedad, vio entrar al pelotón faltante, que se acomodó junto al caballero de la guerra.

El rey Meliodas se posicionó enfrente de los adolescentes, con Lady Thetis a su lado, robándole una risita bien disimulada a Lady Nimue, lo cual ganó la mirada cuestionadora de su señora.

Sin más que proceder, el señor Meliodas prosiguió: ──── Quisiera agradecerles su presencia a los de la profecía destinados a destruir el mundo. ──── Dijo, el recién llegado soberano de cabellera rubia.

"Gawain: La Hambruna.
Lancelot: Jinete de la Guerra.
Tristan: La Pestilencia.
Percival: Jinete de la Muerte."

Finalizó la numeración de los jóvenes profetizados, dejando a la mitad de ellos con la mirada perdida. Tras la conclusión del conteo, varios de ellos quedaron desconcertados.

La figura diminuta de cabello azulado cortó el silencio: ──── No, no me parece. ──── Negó, el peli-verde le secundó.

Colocando ambas manos en la extendida mesa, exclamó: ──── ¡No importa lo que diga la profecía, no dañaremos al mundo! ──── Destacó su opinión.

El revuelo en las palabras del progenitor de los príncipes era evidente. Suspirando con cansancio, se levantó de su asiento, acercándose al mismo lugar que la hechicera de su madre.

Usando un tono de voz pétreo y firme, dijo: ──── Las palabras qué utilizó mi padre no fueron las correctas, Percival. ──── Aclaró la princesa al costado del rey, quien se rascó la nuca con apenada expresión.

Continuando con sus palabras hacia el joven jinete, explicó: ──── No destruirán el mundo terrenal de Britania. Destruirán el falso mundo del Rey Caótico. ──── Aclaró el malentendido que, visiblemente, tenía el nuevo pelotón y su inexperto líder.

Los dos diminutivos jinetes se mostraron anonadados, siendo la de la Hambruna la menos notable. El joven de cabello castaño tomó la palabra; sus orbes le resultaban tan familiares a la joven Alysanne: ──── Entonces, eso significa que los jinetes van a salvar a Britania. ──── Esbozó una sonrisa en compañía de la chica de Sistana.

La princesa solo pudo sonreír ligeramente, de una manera forzada. Aquel gesto no pasó desapercibido para las dos personas atentas a ella.

«Ha estado sonriendo mucho...» increpó en sus pensamientos el rubio de ojos carmesí, sin saber si tomarlo como algo bueno o malo.

El chiquitín de orbes amatistas, repletos de esperanza, preguntó: ──── Oye, ¿y por qué me llamaste "el Jinete de la Muerte"? ──── Cuestionó con suavidad al soberano de jadeitas.

El rey Meliodas pronunció la respuesta con suavidad: ──── Porque eso eres para Camelot.

La platinada en la sala de guerra intercedió en aquella charla amena: ──── Ustedes son otra cosa; su deber es traer la esperanza a Britania. Y eso no cambiará. ──── Finalizó por su progenitor, quien le sonrió débilmente a su niña.

El chiquitín de la Muerte, en su forma chibi, se quejó al guía que los había trasladado a Liones, Lancelot. Echando pequeños humos y procesando la información, dijo: ──── Pudiste habérmelo dicho desde el inicio y ahorrarme toda la ansiedad. ──── Pronunció en reproche, manteniendo la atención del jinete de la guerra en sus palabras.

Esbozando una sonrisa burlesca y con un tono canturreante, Lancelot le respondió: ──── Pero así no habría diversión. ──── Aquella reacción hizo gracia a ambos jinetes, mientras la platinada negaba con una gracia bien oculta.

"Aquel chiquitín le causaba un sentimiento cálido en el pecho, el cual mitigaba su descontrol emocional."

La peli-celeste, integrante del pelotón de Percival, mostró su confusión: ──── Pero todavía no lo entiendo... ¿No fue el reino de Camelot destruido hace 16 años? ──── Cuestionó la doncella de Sistana, y su respuesta fue tomada por la hechicera en la sala.

Con un tono neutral, cerrando por segundos sus párpados, respondió: ──── Es verdad, Camelot alguna vez existió, ya no existe en este mundo. ──── Recalcó las palabras finales, haciéndole un gesto a la muchacha a su lado, Nimue, para que continuara.

La portadora de orbes dorados acató lo solicitado: ──── Sin embargo, Arturo Pendragón se rehusó a esta realidad, haciendo uso del poder mágico que ahora porta, Caos, para crear un nuevo reino en otra dimensión. ──── Explicó la bella dama con total indiferencia.

Lady Thetis tomó la palabra nuevamente para completar: ──── Como el de las hadas y los demonios. Pero parece que hubo un precio a pagar por mantener la existencia de este Camelot.

El chiquitín, Percival, con los percivalines revoloteando a su alrededor, habló después: ──── ¿Cómo que un precio a pagar por existir? ──── Cuestionó, parpadeando visiblemente confundido.

Tras ello, las palabras que recibió de la hechicera y el golpe del bastón contra el suelo de piedra lo teletransportaron visiblemente a otro sitio, dejándolos flotar en el vacío. Los príncipes, ya conscientes de lo que estaría frente a sus ojos, decidieron apartar la vista.

Siendo la única mujer entre ellos, interrumpió los alegatos de pánico del pelotón de Percival: ──── Les sugiero que no miren abajo y que centren su mirada en lo que se les presenta. ──── Sugerió verbalmente la doncella de cabello plateado.

Esbozando una mueca poco visible al sentir la presencia tan conocida para ella a su costado derecho, murmuró: ──── Fue mi tío... Esto lo hizo mi tío. ──── Su tono de voz emanaba impotencia.

Tanto el rey como la hechicera fueron los únicos en tomar la palabra ante las inquietudes de los confundidos. Hasta que llegó una conversación totalmente contraria que despertó la curiosidad de la única oji-gris en los presentes.

En respuesta a la pregunta del jinete de la Muerte, dijo: ──── No. Pero lo había escuchado de una fuente confiable, por eso no dudé. ──── Con una tonalidad que exhalaba misterio.

El príncipe de orbes heterocromáticos tomó la palabra: ──── Papá-.. Majestad, tengo una pregunta que hacer: ¿cuál era esa fuente confiable a la que te referías? ──── Expresó con curiosidad sobre la respuesta de su progenitor.

El rey sumergió sus manos en los bolsillos de su abrigo para contestar: ──── Pues la verdad... ──── Tomando una breve pausa, giró la cabeza en dirección al jinete de la Muerte. ──── Percival, fue tu abuelo.

Aquella contestación dejó anonadado al pobre chico, la realidad golpeándolo de lleno. ──── Varghese fue un caballero leal al servicio de Arturo. Así se enteró. ──── Las palabras del rey causaron una leve capa de transpiración en los integrantes del pelotón del peli-verde.

Usando un tono de voz algo más elevado de lo usual, el joven Percival preguntó, interesado: ──── ¿Y cuándo hablaste con mi abuelito? ────.

Tras aquellas palabras, el ambiente comenzó a tornarse lejano para la susodicha de ojos grisáceos, un fuerte zumbido resonando en sus tímpanos y desorientándola en el proceso.

Alysanne trató de seguir la conversación que estaban teniendo tanto su padre como el jinete. El cruce ameno del tiempo se desvaneció en cuestión de segundos, y su cuerpo pareció querer desvanecerse. Más que... unas manos fornidas se acercaron por detrás y la sujetaron de los brazos, logrando sacarla de su ensoñación. ¿Tanto cansancio tenía?

La calidez de aquella persona se transmitía a su gélida vestimenta.

«Lancelot...» Aquello solo la hizo tragar grueso, un leve y disimulado rubor se instaló en sus mejillas.

Ocultando sus emociones, posó una de sus manos sobre las contrarias, tratando de hacerle saber que estaba bien. Pero aún así, estas no se apartaron.

"Después de esta reunión, debemos hablar". El cálido aliento del masculino contra su oído solo ocasionó un ligero escalofrío en ella.

Sus orbes grisáceos alcanzaron a presenciar la calidez de la escena que el pequeño proveniente de "El Dedo de Dios" había ocasionado, asegurando en el proceso una próxima aventura en la que se sumergirían.

Aquellas palabras y acciones solo lograron esbozar una débil sonrisa en el rostro de la doncella de Liones.

«Emana una calidez abrigadora». Fueron sus pensamientos, dejándose arrullar en esa calidez.

Pero... bien dice el refrán: antes de la calma, viene la tormenta.

══════ 𝐓𝐑𝐀𝐒 𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐀𝐃𝐀 𝐋𝐀 𝐑𝐄𝐔𝐍𝐈Ó𝐍 Los presentes comenzaron a salir de la sala de planificación. Con cada figura abandonando aquel lugar, solo aumentaban los nervios de la platinada.


Porque solo significaba una cosa: el momento de afrontar su conversación con el Jinete de la Guerra estaba próximo.

Respiró hondo en busca de tranquilidad; un jaleo en la manga de su vestimenta la hizo respingar en su sitio. Nimue. Sus orbes se suavizaron al percatarse de que era ella y no el de ojos carmesí. ──── ¿Sucede algo, Nimue? ──── Cuestionó con serenidad, a pesar de que internamente se moría de nervios.

Aquellas susodichas "mariposas" en el estómago no ayudaban en su tranquilidad.

En vez de recibir una respuesta, fue una acción. La azabache evocó un hechizo inaudible que la teletransportó de la sala de guerra a otro sitio. Siendo lo último que vio de esta, aquellos ojos carmesí que en la infancia lograron desestabilizarla.

Estos solo emanaron una emoción: ira. Iría a la hechicera personal de su majestad, Alysanne, pues la azabache había arruinado sus planes.

El paisaje se tornó verdoso y azulado. Se encontraban en uno de los jardines del castillo. En el centro de ese lugar, ya la esperaba una susodicha.

«Esto no me ayuda en nada», murmuró en sus pensamientos, frunciendo levemente el entrecejo.

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⚜ ──── Su rostro recostado en el regazo de su progenitora, sus manos finas recargadas en los muslos de su madre. Mientras está, dejaba leves caricias en la larga cabellera de su vástago.

El armonioso día, se ajustaba con la escena amorosa entre madre e hija. Era una reunión rutinaria entre ellas dos, escoger un libro al gusto de ambas, y leerlo al aire libre en alguno de los jardines, acompañadas de postres o alguna taza de té.

La hermosa reina, siempre otorgándole sabios consejos a su única hija.
Consejos que sin saberlo todavía, serían de gran ayuda en el futuro.

Los susurros de los vientos agitando con suavidad las hojas verdes del roble imponente en la estancia. El cantar de avecillas, animando la estancia.

La princesa de ojos grisáceos, permanecía embriagada en la paz que emanaba en el lugar. Con los párpados cerrados, disfrutando de aquellas caricias en su cabellera que comenzaban a hacerla sentir somnolienta.

Aquella canción de cuna, siendo pronunciada en sus susurros, aquella melodía de cuna que su progenitora, desde la infancia, solía cantarle a la hora de dormir.

Tras una leve brisa de viento, atrajeron más palabras de la reina de espléndida belleza. ────── Qué tal... Sí me cuentas un secreto, mí pequeña flor. ──── Propuso tal idea, con un tono lleno de sutileza, cuidando breviamente sus palabras.

Tras procesar por un par de minutos la sugerencia, agito la cabeza en aceptación.

"Un sueño..." Palabras que fueron inaudibles para su progenitora, pues los vientos quisquillosos, le arrebataron la oportunidad
De escucharlas.

Con un suspiro exhalado de sus labios, procedió. ────── Me observé en un bosque envuelto en penumbra, el pasto verdoso cubierto por la espesa nieve... ──── Narraba con un tono perdido en el vacío, tomando una corta pausa antes de continuar.

Su progenitora asintió, para hacerle saber que la estaba escuchando. ────── Lo curioso... es que había manchas carmesí impregnadas en la nieve, Mamá. ──── Expresó con un leve tartamudeo. Los ojos zarcos de su madre no se apartaban de sus expresiones.

Los ojos zafiros de su progenitora se encontraron con los suyos; de ellos emanaba aquella calidez y amor maternal que su madre le brindaba.

Apretando estruendosamente su órgano sanguíneo, su corazón, un sentimiento amargo se posaba en su paladar.

Con un tono de voz cálido y dulce, continuó ────── Y... ¿Qué más, mi pequeña flor de Lys? ──── Entonando aquel cariñoso apodo con amor.

Sin embargo, la respuesta que recibió, inexplicablemente, le causó un gélido escalofrío, que recorrió con ímpetu su cuerpo.

«Amatistas». En un susurro insípido, carente de emoción y de vida.

Sus párpados se abrieron levemente; sus ojos grisáceos observaban un punto inexistente. ────── Entre la penumbra de aquel lugar, observé a lo lejos unos orbes que destilaban hostilidad... ──── Confesó, estremeciéndose ante aquel crudo recuerdo.

"Morados como las preciosas amatistas..." Sus palabras fueron llevadas por los juguetones vientos.

Sus orbes grisáceos se posaron en el rostro de su progenitora. ────── Tú crees... ¿que ya perdí la cabeza? ──── Cuestionó titubeante. Las simples palabras suyas causaron una expresión de gracia en su madre, quien, siguiéndole la corriente, continuó.

Una mueca traviesa y pensativa se esbozó en su expresión. ────── Temeré que sí... Te has vuelto una demente, chiflada... ──── Murmuró lo último con un toque de preocupación, acariciando con lentitud las sienes de su hija con la yema de sus dedos.

El puchero que su vástaga formó con los labios la hizo sonreír levemente con carisma. ────── Pero... te diré un secreto: las mejores personas lo están. ──── Susurró, juntando sus frentes en un gesto maternal y robándole una leve sonrisa a su dulce niña.

Quien, gustosa del amor que recibía por parte de su progenitora, volvió a acurrucarse en la calidez del regazo de su madre, permitiéndose cerrar los párpados y disfrutando de la tranquilidad que rondaba en el aire.

Sin percatarse de cierto detalle...

La expresión de su progenitora revelaba inquietud y dudas, invadiéndola, y el temor y la incertidumbre la atormentaban.

Aprovechando la oportunidad, plantó un dulce beso en la coronilla de su vástago. Una bendición.

«Sanguis sanguinis mei, lux et astra te ducet sapientia. Mea suavis amet, mammam curabo te...»

"Novus dies; nova vestimenta sua."

══════ Una mueca poco disimulada apareció en el gesto de la princesa de Liones ante la vestimenta que yacía sobre su lecho.

Dicho atuendo consistía en un abrigo largo, revelador y abierto, con cuello de piel y botones en forma triangular; pantalones cortos que parecían bragas, con un cinturón plateado; y botas altas con tacón hasta el muslo.

Lady Nimue yacía a su costado, admirando la creación del diseñador del Reino. La cual, justo había Sido entregada, no hace muchos minutos.

Ante la expresión de la princesa, intercedió para explicarle: ────── La tela de la vestimenta ayuda a su flexibilidad en el combate, majestad. Fue hecho exactamente a medida para usted. El cinturón y las botas son simplemente accesorios. ──── Comentó, analizando con ojo crítico la vestimenta diseñada previamente para su señora.

La vestimenta era claramente reveladora; la tonalidad -negro- la hacía aún más provocativa. La platinada suspiró con cansancio, masajeando el tabique de su nariz con irritación.

No había tiempo para realizar ajustes en su ropaje, puesto que aquel mismo día partiría en su misión asignada.

Con reproche y resignación, le indicó a la azabache que se retirara para proceder a cambiarse, ya que habían sido convocados por su progenitor en la sala del trono.

[ . . . ]

Tras terminar de envolverse en aquellas preciosas pero reveladoras telas, se permitió verse en el reflejo del espejo frente a ella. El abrigo no cubría mucho, dejaba a la vista su abdomen y cintura, junto con la casi inexistente separación de su busto; el cuello se apegaba con firmeza a la piel de porcelana. Los shorts, casi bragas, tampoco ayudaban mucho. Sin embargo, las botas con tacón no le resultaban incómodas, puesto que ya estaba acostumbrada al uso de algo similar. Lo único que aliviaba su humor era el precioso cinturón con pequeños diamantes incrustados.

A pesar de todo esto, el bochorno seguía presente en sus mejillas. «Era muy revelador...» pensó, al menos en comparación con lo que estaba acostumbrada a vestir. Mantenía las esperanzas de que los presentes no se fijarían en su atuendo al entrar en la sala del trono.

Sin embargo, fue todo lo opuesto, pues al entrar en esta, fue recibida por los dulces halagos de la señorita Isolde, del pelotón de su mellizo.

A la cual respondió, con tono neutral: ────── Agradezco tus palabras, Isolde. ──── Se expresó mientras se posicionaba en la esquina de la línea que conformaron los demás.

Los bochornosos elogios por parte de la señorita Gawain le provocaron incontrolablemente un sonrojo en las mejillas. Trataba de mantener la compostura que solía tener, pero cierta mirada la distraía en el proceso.

Frente a los jóvenes caballeros sacros, el gobernante de Liones yacía en el centro, entre los tronos, justo enfrente de ellos.

Con un tono solemne y firme, el rey habló: ────── A partir de ahora, el ejército de Arturo atacará cada vez con más fuerza. Pero deben encontrar una forma de llegar a Camelot, a como dé lugar. ──── Impuso el soberano, manteniendo una postura adecuada y decidida.

Los jóvenes caballeros presentes en la sala escuchaban con atención y precisión.

────── Todos viajarán al destino de Walnack primero. Sucesivamente, se dividirán en varios equipos. ──── Informó el rey Meliodas, con un tono de voz más apacible.

El muchacho de cabellos que recordaban a las plumas de un ave tomó la palabra. ────── Apenas acabamos de reunirnos y ya vamos a separarnos. ──── Expresó con cierta confusión, en su versión chibi.

Con las manos posadas en las caderas, el rubio respondió. ────── Eso es para que la búsqueda sea más eficiente. ──── Explicó el Jinete de la Muerte, antes de dictar la demanda.

Comenzó a informar sobre el plan trazado. ────── El pelotón de Percival, junto a Gawain, buscarán en el área del bosque del Rey Hada, al norte de Britania. ──── Indicó a los mencionados, dirigiéndose a los siguientes.

────── El pelotón de Tristan irá hacia el sur, hacia el antiguo Camelot. ──── Dictaminó el rey, pronunciando con severidad la mención del viejo reino.

Su mirada jadeada se posó en el rubio de ojos carmesí, descendiente de su viejo camarada.

Con confianza en su tono de voz, expresó: ────── Lancelot, a ti te voy a pedir que partas en solitario y busques en los alrededores de Benwick. ──── Dijo el rey, sintiendo la sangre demoníaca fluir por sus venas. Las palabras del gobernante parecieron disgustar al joven Jinete de la Guerra.

Él levantó la mano en señal de petición para hablar. ────── Oye, majestad. ──── Dijo, llamando la atención del rubio frente a él, ganándose una mirada de reojo por parte de la hija de este.

Mostrando una expresión de apenamiento, cuestionó: ────── ¿Me permiten... cambiarme a otro pelotón para esto? ──── La pregunta del jinete despertó la curiosidad de su antigua señora, aunque ella prefirió no cuestionarlo, considerándolo irrelevante y sin interés.

Las muecas burlonas de su primo adoptivo causaron una leve risa en la dama que estaba junto a la princesa, la cual recibió una mirada fulminante del de ojos carmesí.

Sin embargo, esto no le importó en absoluto. El príncipe de Benwick esperaba ansiosamente en silencio la respuesta del rey de Liones.

Él permaneció en silencio por unos minutos, antes de continuar. ────── ¿De verdad quieres cambiar? ──── Preguntó el rubio de ojos jade, dirigiéndose al adolescente, quien exhibía una expresión avergonzada, con un brazo sobre el cuello.

────── Lo que pasa es que todavía no puedo regresar a Benwick. ──── Explicó el de ojos rubí, mostrándose incómodo al revelar la razón.

Cruzándose de brazos, el rey de Liones mantuvo su mirada fija en el jinete. ────── Prometiste encontrar a Jericho y traerla de vuelta. ¿Ya se te olvidó? ──── Cuestionó, sin rodeos, el de apariencia infantil, mirando al joven.

Los puños de cierta doncella se apretaron involuntariamente. Sus ojos se posaron vacíos en su vestimenta.

────── Digo... al menos ya la encontraste. ¿No sería eso como una media promesa cumplida? ──── Expresó el rey. La creciente tensión entre el soberano y el caballero empezaba a impacientar a la hija menor de este primer mencionado.

Suspirando de frustración, dijo: ────── No se trata de eso. ──── Explicó el joven rubio, con un tono que ya mostraba su agotamiento.

Los cálidos rayos de sol que atravesaban los imponentes ventanales de la sala del trono iluminaban la cabellera del soberano, la cual brillaba levemente. ────── Pues al menos vuelve a tu casa para informarles de eso. Tienes que demostrarle a tu padre y a tu madre que te está yendo bien hasta ahora. ──── Intentó el rey Meliodas hacerle razonar con palabras de aliento.

Colocó una mano, de nuevo armada con flechas, en su dorada cabellera, suspirando de cansancio al lidiar con el rey.

Murmurando para sí mismo unas palabras inaudibles para la platinada al otro lado de la línea forjada.

────── No te preocupes, yo me encargo de la búsqueda de Dubs. ──── Anunció el soberano, atrayendo nuevamente la atención del rubio y de los demás presentes en la sala.

"¿Maestra Dubs?" "¿Maestro Tubs?" Nombraron al unísono tanto el Jinete de la Hambruna como el de la Muerte, siendo el primero en pronunciarlo correctamente.

────── El maestro Dubs es mi sirviente. ──── Presumió la de ojos azul cielo, el peli-verde ignorando lo que decía su compañera.

El pequeño de ojos amatistas se dirigió a los demás presentes. ────── ¿Se refiere al maestro artesano con "maestro Tubs"? ──── Cuestionó en general, el pequeño de capa mágica naranja.

El príncipe de Liones, con amabilidad, se tomó la libertad de responderle. ────── Sí, exactamente. El maestro artesano de los gigantes, el menestral más célebre de Britania. ──── Comenzó a narrar con un tono amable, expresando admiración hacia él.

────── Forjó numerosos objetos mágicos, como el ataúd de la oscuridad eterna y los tesoros sagrados de los siete pecados capitales. ──── Recordó lentamente el de ojos heterocromáticos, enfatizando un detalle.

El remordimiento reflejándose en sus ojos. ────── ¡Ah! Cierto, cierto... Por poco lo olvido, él también forjó las cadenas celestiales de mi hermana... Es curioso esto, puesto que es armamento hecho en la primera guerra santa, si no mal recuerdo. Fue a petición de nuestra abuela, la Deidad Suprema. ──── Dictó esta información con orgullo, dirigiéndole una mirada cariñosa a su compañera desde el vientre de la progenitora de ambos.

Regresando a la parte donde se quedó. ────── Lancelot ha estado con Dubs durante mucho tiempo. Quiere pedirle que le forje un arma personalizada. ──── Añadió con ese tono de voz de príncipe encantador, ganándose la mirada de la peli coral de su pelotón.

Inocentemente, preguntó: ────── ¿Y por qué no la forja él solo? ──── Cuestionó el Jinete de la Muerte en su forma chibi. Ante esto, la princesa de Liones asumió la responsabilidad de responder.

Su porte elegante y firme, sin desviar la mirada grisácea de los símbolos detrás de los tronos de sus progenitores. ────── No existe arma suficiente para soportar los poderes mágicos de Lancelot. ──── Exclamó con neutralidad la doncella de hileras plateadas, ganándose miradas de la mayoría de los presentes.

Su mellizo mostró una sonrisa de orgullo ante los avances de su amigo de la infancia. Sin embargo, los integrantes del pelotón del Jinete de la Muerte mostraron pánico de inmediato.

El sobrino del gran caballero maestro, Howser, exhaló, lleno de pánico. ────── ¡Entonces... por eso destruye las armas cada vez que usa su magia! ──── Exclamó, estremeciéndose.

El gobernante de Liones posó su mirada en la única hija de su matrimonio con la antigua tercera princesa.

Con un tono firme y claro, dijo: ────── Alysanne, hija mía. Tú, junto a Lady Nimue, partirán al reino celestial; sabes la encomienda que se te ha impuesto. Thetis les ayudará a cruzar la entrada a aquel reino. ──── Afirmó, subrayando la importancia de la misión con su tono.

Padre e hija sostuvieron una mirada severa, mientras los integrantes del pelotón del Jinete de la Muerte observaban con atención la interacción.

«Ellas partirán a otra dimensión... ¿No es eso más peligroso que lo que enfrentamos?» Se preguntaron los tres integrantes de la raza humana, sintiendo un amargo nudo en el pecho.

Sin embargo, las doncellas a quienes se les había encomendado la misión mantenían un porte sereno e imponente, como si no fuera la primera vez que enfrentaban una contienda de tal magnitud.

Dirigiéndose nuevamente a los presentes, el rey dijo: ────── Escuchen bien, se encontrarán con enemigos muy poderosos donde quiera que vayan. Pero también encontrarán aliados que lucharon en la guerra santa, junto a los siete pecados capitales. ──── Resumió el rubio de ojos jade, tomando una breve pausa.

Haciendo uso de un tono de voz más apacible una vez más, añadió: ────── Les pido, por favor, que si los ven en problemas, tienen que ayudarlos. Seguro ellos los ayudarán a cambio del favor.──── Pidió con amabilidad.

Posteriormente, adoptó un tono de voz más imponente. ────── ¡Lo importante es cumplir con su misión, cueste lo que cueste! ──── Exclamó, finalizando su discurso como soberano hacia los viajeros.

Los presentes en la sala exclamaron al unísono un "¡Sí, señor!" que resonó en la estancia.

El alegato que se hizo entre el pelotón del Jinete de la Muerte causó ligeras risas que aliviaron el ambiente. Sin embargo, las palabras del rey Meliodas dejaron una sensación de importancia que resonó en la estancia.

Él les otorgaba la espada con confianza, sin saber que sus palabras aumentaban la inseguridad del príncipe. La única femenina de cabello platinado suspiró, negando levemente, mientras acomodaba con la mirada perdida los mechones de su cabello.

«Un lío que probablemente no se resolvería pronto» Pensó para sus adentros la princesa.

Con capas de telas gruesas que los resguardaban del frío o calor dependiendo del lugar, los jóvenes príncipes posaban sobre sus hombros, despidiéndose de sus familiares.

Con tono preocupante, pero sin parecerlo visiblemente, dijo el progenitor de ambos peli-plata: ────── No quiero que se sobreesfuercen demasiado, chicos. ──── Alegó, siendo el mayor de los mellizos quien tomó la palabra para contestar.

La reina Elizabeth, llena de gracia y belleza, mantenía sus ojos zarcos posados en su hija menor, Alysanne. Esta intentaba, con dificultad, que la capa sobre sus hombros cubriera su vestimenta, que dejaba al descubierto varias partes de su piel de porcelana.

La reina soltó una sonrisa suave, comprendiendo completamente a su hija. Acercándose unos pasos, posó sus manos sobre sus hombros, haciendo que Alysanne suspirara de cansancio.

Con una sonrisa que reflejaba el amor materno, dijo: ────── Te ves preciosa, mi pequeña flor de lys. ──── Elogió la mujer con un tono dulce, tratando de alejar los malos augurios para su pequeña.

Alysanne suspiraba cada cinco segundos, llena de nerviosismo. Ella nunca había marchado a una misión con esa sensación.

Con paciencia y tranquilidad, la madre de la adolescente abotonó el sujetador de la capa sobre los hombros de su hija.

Detallando a su hija como un ser irreal e inexplicable, los demás presentes que marcharían hacia la misión encomendada, entre ellos tres de los cuatro jinetes restantes, observaban la cálida escena familiar entre los reyes y sus vástagos.

El mellizo mayor fue el primero en despedirse de su madre y... Algo dificultosamente de su padre. A diferencia de su melliza, quien a pesar de las dificultades con su padre, se despidió de él con un abrazo cálido. Ella extrañaba la mirada nostálgica en su vestimenta, pero no pronunció palabra. Luego procedió a despedirse de su madre, quien la abrazó fuertemente, pero sin lastimarla, antes de que ambas se despidieran con un beso en la mejilla.

La cálida sonrisa materna permaneció en su expresión. ────── Vuelvan de su misión sanos y salvos, hijos míos. ──── Pidió, con un tono cariñoso y armonioso. Su hija menor asintió, cerrando los párpados por unos segundos antes de tomar camino hacia el grupo que ya se preparaba para partir.

La inseguridad implacable, se hacía visible en su rostro. ────── Alysanne... ──── El llamado de la reina de la capital de Liones, resonó en el umbral de partida para aquellos jóvenes que marcharán a una misión de doble filo.

Sus orbes grisáceos se encontraron con los ojos zarcos de su madre. Haciéndola retroceder, devolviendose al sitio de esta.

Dejando en espera a los demás participantes de aquella ardua misión con una expresión de confusión.

Al estar finalmente cara a cara, con su progenitora, está procediendo. ────── Mi dulce hija... No puedes vivir complaciendo a otros. La decisión es completamente tuya, porque cuando enfrentes al fin aquellas pesadillas que tanto te atormentan.... Habrás de hacerlo sola. ──── Murmurando en un tono en el que solo ellas dos, pudieran escuchar aquellas palabras.

Que sin duda alguna, causaron un extraño sentimiento en el pecho de la adolescente.

Quién a pesar de ello, asintió en aseguramiento. Con los labios fruncidos en un disimulado puchero en estos. Para no hacerlos esperar más, la madre acarició con ternura las hileras plateadas de la cabellera de su hija, para finalizar plantando un casto beso en la coronilla de esta.

«¿Por qué todo esto se sentía como una despedida?» Se planteaba la princesa Alysanne, con los sentimientos a flor de piel.

Dando una calada de aire profunda, para asentir así misma, para girar en su entorno y tomar camino a quienes ya le esperaban para partir.

Haciendo el arduo intento que los presentes no tuviesen acceso a su... reveladora vestimenta, resonando las palabras de su madre en sus pensamientos. A pesar de ello, siguiendo aquellas inseguridades en el mismo sitio.

Así... Los viajeros destinados a completar una ardua misión que se les ha sido encomendada, partieron de la nación de Liones a su primer destino antes de su separación, Walnack.

El crepúsculo se hizo presente hace no mucho tiempo, los jóvenes adolescentes entre ellos los jinetes profetizados a un destino agrio.

La "fortaleza" del lugar se hacía visible para sus ojos, alegrando a la mayoría por ver finalmente la hora de descanso de la ardua caminata.

Tras haber cruzado a tiempo la muralla rocosa de Wolnack, a sugerencia del único pelirubio del equipo, marcharon a hospedarse.

La posada elegida fue "Dogmagog". El príncipe Tristan se acercó al buen hombre que los atendía.

──── ¡Príncipe Tristan! ¡Princesa Alysanne! ¡Qué gusto verlos! ¿Trajeron a sus amigos para la celebración del réquiem? ──── preguntó el hombre con un tono alegre.

El joven de orbes heterocromáticos sonrió amablemente.
──── Hemos venido por otro asunto. Somos doce personas en total. Le agradeceríamos mucho cuatro de sus habitaciones más grandes, señor. ──── pidió con cortesía. Sin embargo, la desgracia seguía a los jóvenes viajeros.

Las palabras del hombre que los atendía fueron:

──── Ay... Me disculpo profundamente con ustedes, pero las únicas habitaciones disponibles son...

"Dos habitaciones triples, una cuádruple y una habitación compartida".

La noticia desconcertó a los jóvenes presentes. "¿Qué iban a hacer?" "¿Dónde pasarían la noche?"

La peli-celeste protestó.
──── ¡Una compartida! ──── exclamó, como si las palabras hubieran sido un insulto. La pelirrosa a su lado propuso buscar otra posada.

La respuesta que recibió de su señor fue:
──── No... Con tener donde quedarnos es suficiente, aquí está bien. ──── Restó importancia el joven príncipe, teniendo cierta razón en sus amables palabras.

El pequeño peliverde salió de la posada en compañía del joven Donny, a ambos poco les importaba compartir con un desconocido o dormir con sus compañeros de viaje.

La oji-azul comenzó a protestar. ──── Esto es una broma, ¿verdad? ¡Una habitación doble está bien, pero una cuádruple es inaceptable! ──── Gawain se quejaba, respaldada en su opinión por Lady Nimue, quien propuso lo mismo que Isolde, dudando de la elección del príncipe.

Lady Gawain rápidamente se deslizó en el aire, acercándose al trío de chicas que esperaba: Alysanne, Anne e Isolde.

La joven, sin disimular la saliva deslizándose por sus labios, exclamó: ──── ¡Un cuarteto! ¡Quiero que su majestad Alysanne, la señorita Isolde y la señorita Anghalhad estén conmigo en la habitación cuádruple! ──── proclamó la joven quisquillosa, robándole una risita avergonzada a la primera mencionada.

«Pero qué ideas...», pensó para sí misma, enfrentándose una vez más a aquella mirada carmesí que la hipnotizaba, provocándole un suave sonrojo que la hizo apartar la vista.

«¡Nimue realmente tenía razón!» reflexionó en reproche a la inestabilidad de su cuerpo físico.

Dirigiendo a los restantes una mirada furtiva con sus orbes heterocromáticos, el joven príncipe exclamó:
──── Bueno, compañeros, ¡esto se puede decidir así! ──── alegó con una sonrisa triunfante.

"El juego de piedra, papel o tijera".

La situación terminó en que Sir Lancelot y Lady Nimue compartirían habitación con dos extraños, recibiendo burlas por parte del integrante del pelotón del príncipe, Chion.

Isolde, Gawain y Anghalhad ya habían partido a la habitación que compartirían las cuatro; sin embargo, Alysanne se quedó atrás, interesada en saber el resultado.

El príncipe se acercó a su dama de compañía y hechicera personal.
──── ¿Te sientes bien con esta decisión? Si no es así, puedes tomar mi lugar en la habitación cuádruple, Nimu... ──── sugirió con un tono suave. La relación entre Lancelot y Nimue no era muy buena, que digamos. "¿La razón?" Ni la propia Alysanne lo sabía.

El rubio mostraba frustración. Alysanne hizo un vago intento de acercarse a él y a los demás, deseando informarles que tomaría el lugar de la azabache, pero fue interrumpida por el portazo que dieron Donny y Percival al regresar a la posada.

El pelirrojo se tomó la molestia de cerrar la puerta, y el chiquitín tomó la palabra.
──── Oigan, ¿cómo quedaron las habitaciones? ──── preguntó el de cabellos verdosos, interesado en la información.

El príncipe de ojos heterocromáticos tomó la responsabilidad de responder.
──── Jugamos "piedra, papel o tijera". Lancelot y Lady Nimue perdieron, así que compartirán. ──── informó el platinado, entre las burlas del peli oscuro hacia el rubio.

Alysanne intercedió.
──── Yo... tomaré el lugar de Nimue. Ella estará con las demás; no me incomoda compartir habitación. ──── informó a los presentes, algunos de los cuales quedaron atónitos ante tal decisión, mientras la mencionada lucía frustrada.

El ligero brillo de sus orbes nublados por la irritación resplandecía.

El chiquitín de melena verde añadió:
──── Eso es injusto, nosotros no jugamos "papel, tijera o piedra" ──── razonó el joven jinete.

Sin prestarles atención, el rubio respondió:
──── A mí no me importa compartir habitación. ──── murmuró desinteresadamente, ocultando sus manos en los bolsillos de su vestimenta.

Apegándose a la debida balanza, habló nuevamente:
──── No, tiene razón, hagámoslo otra vez. Así todos tendrán la misma oportunidad. ──── Todos, resignados a lo pedido, jugaron nuevamente.

Resultado: Los mellizos Liones perdieron.

Ambos se encontraban frente a la habitación que les correspondía.
──── Por favor, que no nos toque con unos dementes... ───── murmuró entre nervios, su rostro cubierto con una ligera capa de transpiración.

Su melliza, Alysanne, lo instó a llamar a la puerta, cubriéndose torpemente con la capa sobre sus hombros.

Su expresión pulcra de serenidad se vio quebrantada ante las dos figuras que los recibieron en el umbral de la habitación.

«Carajo...», maldijo internamente en su mente.

Sus mejillas se tornaron visiblemente coloradas, mientras una mueca de nerviosismo se formaba en sus labios. Un escalofrío desagradable recorría su cuerpo de pies a cabeza.

La segunda figura masculina se presentaba en un aspecto... un tanto comprometedor.

«¿Los habremos interrumpido en...?», un chillido avergonzado se escapó de sus labios en un tono bajo.

La mujer de mirada adormilada les sonreía pícaramente, poniendo nerviosos a los dos mellizos. ────── Con gusto los aceptamos en la alcoba, majestades. ──── Rompió el tenso silencio la mujer de espléndida figura.

«Puta madre...», se quejó la menor de los dos peli-plateados, con un escalofrío recorriendo su columna vertebral.

Iba a ser un tanto difícil para el par de mellizos.

[ . . . ]

El de orbes heterocromáticos, educado como un caballero gracias a la progenitora de ambos, le pidió amablemente a la mujer en la habitación que se vistiera adecuadamente.

Ladeando juguetonamente la cabeza hacia un lado, ella respondió: ────── Oh... A mí se me dificulta mucho cumplir con su petición, majestad. ──── Su tono melodioso y adormilado sólo aumentó la incomodidad de los mellizos; el hermano mayor miró disimuladamente a su hermana menor en busca de ayuda.

Pero la ayuda no se le otorgó. "¿La razón?", su melliza estaba más concentrada en no observar como una adolescente hormonal al dios griego a su costado.

El masculino en la alcoba no era horrible, ni como había expresado su mellizo "lunático". No traía camisa, lo que dejaba al descubierto su cuerpo bien esculpido, con cabellos azabaches como la infinita noche estrellada.

«Ayuda...», se quejó en sus pensamientos el joven príncipe con expresión aterrada, mientras se acercaba a ayudar a abotonar la camisa de la mujer esbelta.

La entrada abrupta de dos integrantes del pelotón del príncipe primogénito resonó en la estancia, sorprendiendo a los presentes: ambos jóvenes se encontraron con una escena inesperada. Su superior, Alysanne, estaba arrinconada en el lecho junto a un hombre de físico bien definido, lo que encendió la cólera de la pelirrosa. Junto a él se hallaba una mujer de estatura baja y físico esbelto: su amor platónico, Tristan, quien amablemente le ayudaba con los botones de su vestido.

Rabiosamente, la pelirrosa vistió rápidamente a la mujer mayor en la habitación, mientras Chion ayudaba a apartar a la princesa de aquel hombre, que -según sus palabras- "trataba de seducirla". La mencionada, algo sofocada por el ambiente.
El masculino de piel oliva, en un tono cortante susurro: ──── ¿Quomodo deambulatum imus, parva domina? ──── Aquellas palabras la dejaron frívola mientras se ataba su larga cabellera platinada.

Su gesto se tornó serio. Al mismo tiempo, la mujer se aferró al brazo de su mellizo, instándole a que fueran juntos a la caminata del réquiem, susurrándole palabras inaudibles al oído, pero que lograron cambiar su expresión.

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"Phobos et Deimos"

La noche estrellada se plasmaba en lo más alto de Wolnack, como un manto. Los silbidos del viento gélido azotaban levemente sus rostros, mientras los caminos eran alumbrados por la llama de las antorchas. Orbes grisáceos y carmesí se cruzaban en repetidas ocasiones, desafiando el manto de oscuridad.

Un sabor amargo se posó en el paladar de la de ojos grisáceos, acompañada por un extraño sentimiento de ser observada, pero no por quien más ansiaba. Su mirada, que reflejaba la vasta tormenta en su interior, se dirigió hacia la figura masculina que aguardaba en las sombras. Los cabellos azabaches danzaban levemente con los vientos caprichosos.

Apretó con fuerza sus puños. El equipo del viaje comenzó a dividirse en la búsqueda del mellizo, pero a ella no le parecía lamentable no unirse a esa búsqueda.

Cruzando los brazos, bien definidos, detrás de su nuca, expresó con indiferencia: ──── Yo voy a volver a la posada, en caso de que regresen. Así que diviértanse. ──── Informó el de ojos carmesí a los pocos que quedaban. Su decisión fue respaldada por Gawain, quien tampoco se mostraba interesada.

Algunos mantenían la esperanza de que la peli-plateada se uniera a esos dos jinetes en la espera, pero la realidad era totalmente opuesta.

Alysanne ajustó el agarre del cinto en su muslo, donde su daga plateada reposaba. La mirada afilada del de ojos carmesí se posó en ella antes de preguntar: ──── ¿Quieres venir con nosotros? ──── lo cuestionó con curiosidad, recibiendo como única respuesta una leve negación.

Exhaló un cálido suspiro. ──── Tengo un asunto que atender, nos vemos. ──── Tras esas palabras, se perdió en el gentío, aunque destacaba por su exuberante melena platinada.

Un amargo presentimiento invadió al jinete de la guerra, que frunció el ceño al captar la aparición de un individuo de imponente altura. Dicha figura se acercaba a la princesa, a la cual servía como caballero. La expresión del rubio de ojos carmesí a su costado hizo que la peli-azul soltará una risita.

«Mandíbula tensa, mirada intensa y enfocada... Celos» Analizó inmediatamente el jinete de la hambruna, degustando aquella observación con creciente interés.


Ambos infiltrados comenzaron a mezclarse en la hilera de gentío que comenzaba a orar.

Con un tono de voz carente de emoción, Alysanne rompió el silencio entre los dos: ──── Así que... un ser de la raza demoníaca, eh... ──── expresó su observación sobre las palabras susurrantes dichas en la habitación.

Una sonrisa cantarina se esbozó en el más alto de los dos.──── sí que es observadora. Su majestad. ──── Aduló mientras causaba una expresión amarga en ella.

Tras un par de minutos, poco a poco, ambas figuras comenzaban a alejarse de la multitud. ──── Neutral o enemigo. ──── cuestionó vacíamente la doncella al costado del pelinegro.

Él esbozó una sonrisa que, en vez de brindar alegría, mostraba hostilidad. ──── Diría que ambos, domina mea... ──── En cuestión de segundos, el pelinegro tenía frente a sus ojos vendados el filo cortante de la daga de hierro celestial.

──── Creo... que eso no cambiará el destino. ──── exhaló en un tono vacío de emociones. El combate comenzó sucesivamente.

Golpe tras golpe, contraataques, un puñetazo certero en el rostro del de piel oliva. Un ligero rasguño en la piel pulcra, un golpe impactante que hizo que su cráneo chocara contra la pared de piedra.

Ocasionando una herida en su cráneo, cubierto por melena platinada, la susodicha esbozó una mirada retadora, con cejas alzadas y una leve sonrisa.

El aire de la noche estaba cargado de tensión y de gélidos vientos. Las estrechas paredes de Wolnack incomodaban a Alysanne, quien necesitaba espacios abiertos para maniobrar.

Desenvainando una vez más su conocida daga plateada, Alysanne realizó un movimiento claro, diseñado para atraer la mirada del enemigo, logrando así su objetivo.

El ser de la raza demoníaca posó su mirada en el cinto que se ajustaba a la piel del muslo de la doncella. Las antorchas que iluminaban el espacio parecían temblar, como si temieran el resultado del inesperado combate.

Con un movimiento rápido y fluido, Alysanne comenzó a hacer girar la daga entre sus dedos, formando un remolino de movimiento que cautivó la atención de su oponente, quien luchaba por no apartar la vista de sus acciones.

La duda se plantó en él, pero se desvaneció rápidamente, reemplazada por una determinación aún más feroz. El guerrero demoníaco se lanzó hacia Alysanne con un gruñido, su arma descargando energía mágica. La platinada se movió con una rapidez característica, esquivando el ataque por poco. Con un giro de su muñeca, hizo que el filo amenazador de su daga de hierro celestial se incrustara en la palma de su adversario.

Una exclamación atroz escapó de los labios del demonio debido al pulsante dolor en esa zona. Alysanne rió suavemente, consciente de su reciente victoria.

Los aliados de la muchacha parecían haber finalizado con aquellos que intercedían en su camino, dejándolos sin comunicación alguna con los demás.

La barrera impuesta decayó de inmediato, y les llegó de golpe la información que no habían obtenido con el paso del tiempo. Un mensaje que les dejaría anonadados.

«Un poder mágico se está desvaneciendo...». Aquella información recibida le causó un escalofrío en la nuca, inconscientemente.

El escalofriante sonido de cadenas arrastrándose resonó en la estancia, siendo escuchado únicamente por los más hábiles.

El miembro de la raza demoníaca le dedicó una mirada furtiva.
«No...». Comenzó a negar levemente con la cabeza, retrocediendo poco a poco, dejando entre las sombras al demonio herido por su daga plateada.

Con una agilidad innata, giró sobre su propio eje en dirección opuesta.

«¡Jade!»

La escena que sus orbes grisáceos presenciaban le provocó un vacío en el pecho. El integrante del pelotón del príncipe Tristan yacía frente a su compañera, protegiéndola del ataque del caballero caótico.

Recibió el golpe que iba dirigido hacia la muchacha pelirosa, siendo atravesado.

El cuerpo del joven fue empujado a un costado tras intervenir en las acciones del caballero al servicio del rey caótico.

Gracias a una maniobra certera, La princesa, con la ayuda de sus cadenas invisibles al ojo humano, arrasó con el susodicho lanzándolo a un lugar donde su vista no alcanzaba.

Su respiración comenzaba a entrecortarse, frustrándola en el proceso. ────── Jade... ¡Jade! ──── Llamaba con dificultad al joven. El veneno de la serpiente que le había mordido dejó de recorrer su cuerpo.

Aun así, dejó leves secuelas que le dificultaban caminar a la peli-plata.

Los bajos quejidos resonaban levemente en la estancia. "¿Cómo había sido tan descuidada?" Alysanne acostó la cabeza del joven contra su pecho, abrazándolo por detrás.

La herida provocada por el enemigo le dificultaba pronunciar lo que serían sus últimas palabras. ──── No llore por mí, majestad. ──── Pidió con un tono de voz quebrantado y ahogado, observando con pena a aquella muchacha a quien había llegado a conocer en la infancia.

Sus orbes grisáceos se nublaban por la impotencia al no poder ayudarlo. ──── ¡Jade! Te lo ordeno como tu superior. ¡Maldita sea, no cierres los ojos! ¡Jade! ──── Sus exclamaciones resonaban en aquel lugar, lastimando su garganta.

«Tenía tantas ganas de llorar...» mientras sus puños se apretaban en la vestimenta del muchacho, que ya comenzaba a cerrar débilmente los párpados.

Las miradas vidriosas de Isolde y Anghalhad se posaban en ellos, reflejando un sentimiento vacío en el pecho.

Su cuerpo apenas reaccionaba, su cabeza moviéndose de derecha a izquierda, negándose a aceptar lo que estaba ocurriendo.

Su respiración empezaba a volverse irregular, mientras los latidos de su corazón resonaban en sus tímpanos. Sus orbes grisáceos comenzaban a cristalizarse, al igual que los de sus compañeras.

La sonrisa débil que el joven le dedicaba le desgarraba el alma. ──── Recuerda lo que te dije una vez... Te ves mejor sonriendo. ──── Esas siendo sus últimas palabras hacia ella, su superior. Su pecho comenzó a colapsar; los sollozos inevitables comenzaron a escapar de sus labios.

Su cuerpo temblando ligeramente, y sus mejillas de porcelana bañándose en lágrimas.

Inconscientemente, las imponentes alas de plumaje blanquecino de la sangre celestial que corría por sus venas se hicieron presentes, arrullando su cuerpo malherido en un intento de apaciguar el profundo dolor que yacía en su interior.

En el proceso de su aparición, además de cubrirla, ocultaron el cuerpo del que ya había abandonado el reino mortal.

Pobre alma desafortunada . . . Pereciendo en las manos del enemigo, dejando un vacío en aquellos por quienes fué querido.






[ . . . ]

AUTHOR'S NOTE

I. HABRAN PASO A LA DESGRACIADAAAAA (io) después de eones desaparecida, volví. Quise actualizar a las 4:00 p.m. (hora México) pero se me interceptaron unos problemas. De antemano una disculpa si hay errores ortográficos.

II. ACLARACIÓN: Personajes no atados al canon, posiblemente aparezcan un par de capitulos y hasta ahí. No tanteo que duren mucho.

DATO CURIOSO: Alysanne trae una vestimenta similar a que solía usar Merlín, pero con detalles diferentes.

III. LANCELOTT TE ANDABAN BAJANDO A LA NOVIIAAAAAAA🗣️‼️

Faceclaim del desgraciado (🫦)

DATO CURIOSO: El poder mágico de este "demonio" es similar al del dios Eros/cupido, del orígen griego.

Eros, para quienes no lo conocen, es el dios griego del amor, el deseo sexual, la fertilidad y la atracción sexual.

El primero y el segundo, destaca más en su poder magico, por ello de alguna manera "acaloraba" a Alysanne, me gustaría desarrollar más este "poder" tal vez un cree un oc en otro fic con este poder...

OJITO: En lo de "la serpiente" se refiere a la lucha que tuvo con el de la raza Demoníaca

DATO EXTRA: Este capitulo iba a estar destinado a acompletar más de 15,000 palabras, gracias al corrector, namás fueron: 8,670 palabras!!

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