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══════ 𝐄𝐋 𝐒𝐎𝐋 𝐈𝐌𝐏𝐎𝐍𝐄𝐍𝐓𝐄 se erguía sobre los cielos despejados.
La nación de Liones se regocijaba en alegría y risas. Mercaderes de distintas naciones llevaban a cabo su labor con evidente gusto.
Infantes jugueteaban entre sí, mientras el cálido viento acariciaba las cabelleras de los presentes.
En dicha nación, mediante un orbe de encantamiento, se hacían presentes cinco individuos. A excepción de uno, todos caían en un enredijo de cadenas con vida propia.
Un suspiro de relajación escapó de sus labios.
────── La tranquilidad ronda en Liones, mi Lady ────── aduló con una leve sonrisa en el rostro la de ojos dorados.
Cubría sus mejillas con la tela de su vestimenta.
────── Mi trabajo debe otorgar frutos, ¿no es así, Nimue? ────── murmuró en respuesta, sus ojos grisáceos fijos en un punto ciego.
La azabache esbozó una leve sonrisa, sus ojos dorados admirando a la doncella a su lado.
Era de un físico esbelto pero curvilíneo, con un pecho generoso. Su piel era muy pálida, y sus ojos grisáceos transmitían serenidad. Tenía el cabello largo y plateado, que le llegaba casi por debajo de su estrecha cintura y lindas caderas. Su flequillo era recto, a excepción de dos pequeños mechones que se cruzaban entre sí en el centro de su tabique. Sus labios, no tan carnosos pero tampoco tan finos, eran apetitosos, pintados de un tono carmesí opaco, siendo naturalmente de un tono melocotón.
Portaba una vestimenta atractiva que se ajustaba a su belleza. Un vestido corto que llegaba poco por debajo de sus muslos, dejando una abertura en la pierna derecha. Los bordes dorados adornaban la mayoría del vestido, las mangas como el escote, este último en forma de corazón. Usaba unas medias con los mismos bordes dorados, y la tela de ambas prendas era de una tonalidad morada, siendo la de las mangas un tono más oscuro.
El viento juguetón agitaba parte de su cabellera platinada. "Rostro angelical, cuerpo de espanto y porte de guerrera."
Un suspiro pesado exhaló de sus labios. Un repentino sonido llamó inmediatamente su atención: cadenas arrastrándose, ocasionando un fuerte choque contra el suelo. Inmediatamente, giró su rostro con premura hacia la princesa a su lado.
Quien, sin que la de ojos dorados se percatara, cerró los párpados, como si no estuviese en ese lugar.
"Alguien había causado alboroto."
Una estorbosa opresión se presentó en su pecho. Bajó la mirada, posándola en sus muslos, apretujando fuertemente su vestimenta.
Sus palabras salieron de su boca, ocultando sus sentimientos. ────── ¿Piensa ir a averiguar el alboroto, su majestad? ────── cuestionó sin detener sus acciones, mientras la platinada a su lado se erguía de su sitio.
Miraba un punto fijo, inhalando profundamente una bocanada de aire fresco.
────── No. Chion, Jade e Isolda son los causantes de esos estragos ────── informó la aludida, desviando sus orbes plateados hacia una dirección distinta.
"Alguien se alejaba de la residencia del castillo."
Una suave risita se escapó de su garganta, curvando sus labios en una leve sonrisa. ────── Esto va a estar divertido ────── murmuró para sí misma, a pesar de que la azabache a su lado la miraba con curiosidad.
Sus pasos se detuvieron en seco. La gélida brisa de lluvia revoloteaba su larga cabellera, y la escena frente a ella dio un vuelco en su pecho. "¿Qué rayos?"
Aquella misteriosa niña, a la que había visto a la distancia en uno de los pasillos de su castillo, días antes del suceso en Edimburgo, hace dos años. La menor, con cabellera y orbes de borgoña en una tonalidad oscura, entreabrió levemente sus ojos.
"¿Por qué su mirada le restregaba aquel "logro"?"
Los sentimientos de la doncella en ese suceso fueron lanzados por la borda. Los gélidos vientos que azotaban su pulcro rostro le hicieron percatarse de un detalle.
Lágrimas...
Inconscientes lágrimas descendían de sus orbes grisáceos, y ella ni siquiera se había dado cuenta.
"¿Por qué aquel cruel sentimiento?"
Sin que el de cabellera rubia se percatara, la doncella platinada, a la que en años pasados le juró fidelidad y lealtad absoluta, sin errores, se desvaneció en el aire, desapareciendo de aquella ubicación.
La peli-borgoña había sido caprichosa, y lo que tanto defendía lo había corrompido con sus acciones. Un fuerte sonido retumbó en toda la capital; vidrios quebrándose...
"No... Era la barrera que impedía que aquellos al servicio del Reino enemigo, con intenciones defensivas, tuvieran acceso a la capital de Liones."
Leves líneas cristalinas descendían del cielo nublado; la plebe se mostraba curiosa y preocupada. "¿Qué había sucedido para que colapsara la barrera que los protegía de 'todo mal'?"
Llantos silenciosos desgarraban su garganta, lágrimas nublaban su juicio, y el azote del imponente espejo con bordes antiguos de tonalidad dorada fue lanzado abruptamente contra el gélido suelo.
"¿Por qué dolía tanto su pecho?"
Se produjo un colapso total en la doncella de hileras plateadas, costándole respirar ante la sofocante avalancha de lágrimas que se derramaban inevitablemente.
La entrada abrupta de la dama de compañía de la princesa la sobresaltó por un par de segundos, pero la joven de pupilas estrelladas la miraba con incontrolable preocupación.
Cargando consigo una llamativa taza de té en una bandeja, la dama colocó, como pudo, el recipiente sobre una de las mesitas de noche situada al costado del extendido lecho de la platinada.
Se acercó para intentar levantarla del suelo, donde yacía derribada.
────── Majestad, le imploro que se tranquilice; su cansancio ha derribado la barrera que había colocado. ──── Informó, guiando rápidamente a la oji-gris de regreso a su lecho, con las mejillas húmedas por las recientes lágrimas, que continuaban deslizándose lentamente por su piel.
Los ojos dorados con matices anaranjados se encontraron con los orbes plateados, de los cuales se había desvanecido el resplandor.
────── Tranquilícese, majestad. ──── Murmuró con un tono tranquilizador. "Beba, beba", continuó levemente, ofreciéndole la taza de té que hizo ingerir con tres tragos amargos.
Los párpados comenzaron a pesársele; el cansancio la invadía. La joven de pupilas estelares la ayudó a recostarse en su lecho, ignorando por completo el desastre que había causado en aquel arrebato.
"¿Por qué siento tanto cansancio?"
Pensó para sus adentros la peli-plata, sintiendo un dolor creciente en la frente y en la nuca. Sin poder quejarse, el agotador cansancio, resultado de la carga que había llevado durante seis largos meses, la azotó de golpe al recordar aquella escena que había presenciado hace menos de una hora.
Desvaneciéndose en los brazos del dios de los sueños... ¿Pero exactamente fue en estos?
En cuestión de minutos, el caos se desató en la capital de Liones. Los cuatro jinetes del apocalipsis finalmente se habían reunido; lastimosamente, el que desencadenaría la guerra se vio obligado a marcharse tras unos minutos de combate, en busca de la espada de la traición.
Los tres jinetes restantes lucharon arduamente contra el actual enemigo, dos antiguos mandamientos al servicio del rey demonio, que ahora se ponían al mando del rey Arturo.
Se encontraron en problemas, tanto que el príncipe primogénito de Liones tuvo que recurrir a su poder demoníaco, el cual tanto temía.
Tras acabar con la función de los dos mandamientos, continuaba en su faceta demoníaca, intentando mantener la calma hasta que el jinete de la guerra regresara. Sin embargo, dicha misión se vio truncada ante la llegada de un nuevo individuo.
Los escombros del arduo combate comenzaron a alzarse, desafiando las leyes de la gravedad y tomando la forma de una escalera en cuestión de minutos.
Aplausos provenientes del susodicho resonaron en la silenciosa estancia, alertando en cuestión de segundos a los habitantes de la nación.
"Haces acto de presencia..."
Pensó para sus adentros la princesa de un reino menor al que se encontraba, observando con seriedad y absoluta molestia a aquel individuo que descendía con neutralidad por las escaleras.
Su tono de voz se oscureció.
────── Ahí estás... Patrón de Ironside... ──── El joven jinete de la muerte, cubierto por la furia y el rencor, se lanzó a atacar descuidadamente al individuo que hacía acto de presencia.
Su expresión facial no era, para nada, lo que algunos esperaban. ────── ¡Ja! Ahí viene el hijo de Ironside, ¿verdad? ──── Exclamó con tono burlesco esas palabras, sin realmente tomarle importancia.
Porque ya tenía consigo lo que tanto deseaba adquirir.
────── Pero... Todavía no te toca a ti. ──── Sus palabras contenían un tono amenazador y juzgador.
Con un simple movimiento, hizo regresar al joven de cabello verde al firme suelo, el cual, débilmente salvado por su propia magia, lo insultó.
Sus orbes amatistas se posaron en la persona de aspecto físico similar al de cierta doncella. ────── Al primero que voy a poner a prueba es a ti, Príncipe Tristan. Vástago primogénito de nuestro peor enemigo, el demonio de Liones y su zorra. ──── Atacó el rey del Reino Eterno, hiriendo al joven príncipe de cabello platinado con sus palabras.
Este desenfundó hábilmente sus espadas, manifestando sus alas demoníacas, lanzándose inmediatamente a atacar al rey del Caos.
La espesa oscuridad cubría el brillo de sus ojos. ────── Si así lo quieres, te mataré ahora mismo. ──── Declaró el príncipe, con divinidad y oscuridad reflejadas en su mirada.
──── ¡Muere ya, rey del Caos!
Sus orbes amatistas marchitados no se desviaron del joven contrincante.
────── Ahora eres muy distinto a como yo te conocí. ──── Formuló despectivamente el maduro rey, mientras el joven príncipe de dicha nación se disponía a atacarle.
────── Ante mí solo veo una bestia, como aquellas que solo quieren devorar sangre. ──── Discriminó el de cabello naranja, recibiendo un bajo "Cállate ya" por parte del platinado.
Con un extraño movimiento por parte del rey del bando enemigo de dicha nación, "contraatacó" al joven príncipe, lanzándolo de igual manera como había hecho con el jinete de la muerte, Percival.
Levantó una potente cortina de humo junto a una ráfaga de viento. Los caballeros sacros presentes giraron alertados hacia el joven príncipe, quien en el centro de su armadura llevaba un hueco debido al impacto.
Los caballeros de Liones tomaron valor, listos para atacar al rey caótico, pero su "autoridad de rey" hizo que ninguno de ellos se atreviera a alzar un arma en su contra.
Su voz resonante y demandante creó un eco de cizaña entre la plebe de esa capital.
Tomándose descuidadamente asiento en uno de los escalones de la imponente escalera de piedra, que resaltaba en el centro de la capital, reposaba en sus piernas el cuerpo físico de quien algunos amaban y idolatraban:
"La princesa Alysanne de Liones".
Su larga cabellera descendía sin prisa, siendo agitada levemente por los juguetones vientos.
Su espalda reposaba en una de las piernas del rey caótico, quien sujetaba sus piernas torneadas con extraña delicadeza. Su pulcro rostro estaba recostado contra el fornido pecho del atractivo rey.
Pero, en contra de la voluntad del rey Arturo, e interrumpiendo el vasto discurso de este, el Príncipe Tristan se erguía con dificultad.
Dicha acción hizo arder en cólera al mellizo de Alysanne. A pesar de haber sido devuelto al suelo, se volvió a erguir, listo para luchar y con una idea en mente:
"Arrebatar a su hermana de los brazos del enemigo".
Por el aspecto que presentaba, fácilmente se deducía que estaba inconsciente. Ante la clara ofensa por parte del peli-plata, el rey se preparó para atacarlo.
Pero primero, dejando momentáneamente a la doncella que tenía en brazos, situada en la larga escalera, el rey permitió que el viento jugara con las hileras plateadas de su cabello, mientras su vestimenta se corría, revelando la piel lechosa de sus piernas, cautivando a quienes la observaban.
Una sonrisa avariciosa se posó en su rostro.
────── Ay... Qué curioso, un ingenuo. ──── Pronunció burlonamente, lanzando una esfera de luz, un ataque mágico, contra dicho príncipe.
Quien, en reacción a la sangre demoníaca que corría por sus venas, abrió los ojos desmesuradamente, muchos perdiendo la esperanza.
"反撃: Contraataque".
Dichas palabras resonaron en los oídos de los presentes, y el ataque dirigido a su primogénito fue devuelto su adversario.
Este abrió los ojos desmesuradamente, sorprendido por la repentina aparición. Algo lo jaló de la parte trasera de su vestimenta.
Su cuello se vio envuelto por una firme cadena mágica plateada que lo ató a su prótesis y su brazo, haciéndolo arrodillarse. Un jadeo sorpresivo resonó en la estancia entre los presentes.
"¿Qué había sucedido?"
La doncella del Orden había reaccionado, rodeada de furia y desesperación. La serenidad de su rostro no era suficiente para disimular la implacable ira que estallaba en sus ojos grisáceos.
Una sonrisa irónica se posó en su rostro; su capa mágica los había protegido del contraataque del progenitor de la doncella que ahora lo observaba con implacable ira.
Pero eso no dañaba su inhumana belleza. ────── Todo aquel que altere el orden existencial, en mis cadenas atado estará. ──── Expectó, con sus orbes grisáceos fijos en aquel hombre que se encontraba de rodillas ante ella.
El rey caótico, débilmente, pudo cubrirse del contraataque inesperado. Sin embargo, ni siquiera le causó un mísero rasguño.
El filo del tesoro sagrado resonó antes de que sus palabras se oyeran. ────── A ver, a ver, a ver... Nunca imaginé que terminaría cruzando espadas contigo de esta forma, Arturo. ──── Confesó el rey de Liones, con los ojos color esmeralda transmitiendo leve desilusión.
El rey caótico, como pudo, se deshizo de las cadenas de la doncella de Liones, quien había sido protegida por su infinito, impidiendo que cualquier mísero rastro del ataque pudiera tocarla o lastimarla.
Sus orbes amatistas fueron acogidos por un penumbroso manto de oscuridad.
────── Es hora de que este mundo vuelva a estar en manos de la raza humana. ───── Expresó, empuñando su espada del Caos. Tanto el rubio como el de cabello naranja, intercambiaron miradas de desafío.
La hija menor del matrimonio de los reyes de Liones había manifestado sus alas por la sangre divina que corría por sus venas, y observaba atentamente la escena que sus orbes grisáceos presenciaban.
El progenitor de ambos príncipes de cabelleras plateadas se lanzó al ataque, intercambiando estocadas a una velocidad no visible para el ojo humano. En uno de los encuentros, el ataque del rey de Liones fue esquivado por el rey del Caos, quien, a su vez, hizo que el ataque de este primero destruyera una montaña frente a él.
Los orbes amatistas se abrieron como platos. En su versión chibi, ────── ¡Nasiens, las montañas se partieron en dos, mira! ──── gritó el pequeñín de cabellera verde, aferrándose fuertemente al cuello del castaño a su lado.
"¡Está temblando!" Un grito lleno de pánico provenía de un pelirrojo, acompañante de los mencionados anteriormente.
Los caballeros sacros comenzaron a retirarse por mandato del anterior gran maestro. Pero cierto príncipe se involucró inesperadamente en el intercambio de espadas de los dos monarcas.
Inmediatamente, la melliza menor emprendió vuelo en dirección a su mellizo, intentando sacarlo de aquel conflicto que no les pertenecía.
"刑務所の鎖: Cadena de Prisión".
Sin mover en ningún momento sus labios, la cadena del dedo medio encadenó al primogénito de Liones. Justo a tiempo, evitando que este terminara degollado por la espada del rey enemigo.
Una mueca se formó ante el esfuerzo que estaba realizando ────── ¡Eres un tremendo idiota! ──── exclamó su melliza.
"兆の闇: Trillion de Oscuridad ".
Esferas de masa oscura demoníaca, un ataque único que antiguamente estaba destinado a ser utilizado por el rey de los demonios.
El platinado, encadenado, forcejeaba al punto de irritar a su hermana. ────── ¡Serena, tú y tu maldita mente, ¡Tristan! ──── gritó con un tono de voz engolado, su ceño fruncido sin rastro de la calma que la caracterizaba.
El ataque del rey de Liones impactó contra el rey Arturo, quien se cubrió débilmente. ────── Qué gran poder. Una oscuridad tan fuerte como para crear masa. ──── repudió en medio del ataque, siendo sorprendido por el pelirubio, quien, en una cortina de humo, lanzó una patada a su contrincante, enviándolo directo al suelo.
Pero en ningún momento chocó contra el suelo; una fuerza invisible causó un pequeño cráter ante el impulso de no tocarlo.
La imagen de espaldas de su mayor adversario lo incitó a atacarlo. ────── Maldito Arturo. ──── repudió en sus palabras, portando débilmente la espada del ataúd de la oscuridad.
Tratando de detenerlo, el castaño demandó ────── No te muevas. ──── con un tono de voz inestable.
──── En estos momentos, no tienes posibilidades contra él.
Aprovechando la oportunidad, el rey de Liones se dirigió a sus vástagos. ────── ¿Están heridos? ──── cuestionó, examinándolos con ojos jade, mostrando preocupación por ambos.
Aún sujetado por la fuerte cadena, Tristan exhaló con rabia ────── ¡Jamás te pedí ayuda, Papá! ¡Deja de tratarme como a un infante! ────
Arrebatándole las palabras de la boca, su melliza contraatacó ────── ¡Entonces deja de comportarte como uno, Tristan! ──── tratando de mantenerlo quieto.
La sangre demoníaca en sus venas lo inestabilizaba en decadencia.
────── ¡Ahg! ¡Cállate, maldita sea, Alysanne! ──── soltó con repulsión. A pesar del sentimiento que se posó en su pecho, la platinada no lo soltaba.
Su carcajada resonó en la estancia. ────── Todavía no entiendes nada. Eres un niño berrinchudo con poder ──── expresó el rey Arturo, dispuesto a revelar la realidad.
──── ¡No... No es cierto!
Una sonrisa burlesca se posó en su rostro. ────── Sí es cierto, eres un lastre familiar. No tienes nada más que aportar en esta batalla ──── masculló con un tono cantarin.
Sin apartar la mirada seria de su adversario, el rey de Liones le dijo ────── No lo escuches ──── en dirección a su primogénito.
Sus orbes amatistas se posaron en los tres integrantes de la familia real de Liones. ────── Sin embargo, majestad, tú no eres de admirar; te preocupas más por tu vástago que por tu nación cuando está en peligro ──── sopesó con un tono de voz grave, esbozando una leve sonrisa canturreante.
Con molestia, el rey de Liones respondió. ────── ¡La vida de mi hijo vale exactamente igual que la vida de cualquiera del reino! ──── exclamó con firmeza.
Su expresión se tornó seria. ────── Entonces fracasaste como rey. ¿Cuál crees que es el máximo requisito para gobernar un reino? ──── cuestionó levemente el antiguo rey de Camelot.
Antes de que el gobernante de la nación de Liones contestara, este lo hizo por él. ────── Tomar decisiones y ejecutarlas; para que un rey proteja a su pueblo, debe dejar de lado su individualidad ──── espetó el rey de los orbes amatistas.
Tomándose el grato papel de responderle, la platinada replicó ────── Eso no tiene nada que ver. Si hubiese sido así, la nación de Camelot todavía existiría, puesto que usted, a pesar de eso, no pudo protegerla ──── respondió con un enojo palpable.
────── Le reprocha a mi progenitor ese deber, y usted lo sabe con exactitud, pues en carne propia lo vivió ──── entonó en un tono de voz engolado, sus orbes grisáceos chocando mutuamente con las amatistas marchitas.
A pesar de la hiriente realidad, con arrogancia, el rey Arturo aduló. ────── Para la desgracia de su majestad, usted no está destinado a ser un problema mayor ──── exclamó en alto, uniendo su voz con la del adulto de marchitas amatistas.
────── No seré una de los cuatro que están destinados a destruirte a ti y a tu reino. Pero... Perfectamente puedo ser una astilla en tu trono ──── espetó con aterradora tranquilidad, pero detonando una basta tormenta en sus gélidos orbes.
Aquello simplemente causó la gracia del señor del Reino eterno. El progenitor de la princesa simplemente le negó que no continuara.
────── Aún si significa dejar de lado a su esposa e hijos. ¿Te sacrificarías? ──── cuestionó levemente el antiguo rey de la nación de Camelot.
Abrazando fuertemente a su primogénito en un intento de retenerlo, el rey de Liones exclamó ────── ¡Yo jamás haría eso! ──── su clara respuesta resonó en el aire.
Su expresión era de claro disfrute. ────── Ya lo suponía. Hace dieciséis años me hiciste confirmarlo ──── dijo, ocultando un abrumador secreto. Soltando una baja risa, se elevó levemente en levitación en dirección al rey de la nación de Liones.
El filo de su espada relucía bajo la poca luz que traspasaba los rayos de sol. Las evidentes acciones por parte del rey de Camelot alarmaron en cadencia a la hija menor, quien se encontraba unos escalones más arriba de la escena que se ejecutaría.
Sus amatistas relucieron con un brillo abrumador. ────── Entonces... Morirás protegiendo a tu amado hijo. ¡Así como no lo hiciste con tu adorada hija al momento de prometérmela! ──── exclamó con crueldad aquel cruel secreto, causando estragos en los sentimientos de la mencionada.
El progenitor de esta ardía en cólera mientras se disponía a cubrir a su primer vástago. Él había revelado lo que tanto había ocultado.
Los ensordecedores gritos provenientes de la doncella de cabellera platinada y del joven con cabellera verde, similar a las alas de un ave, resonaron en el aire.
«Aunque... el rey del Caos no contaba con que la hija menor se entrometería entre el filo de su espada y su padre».
Ocasionando lo inimaginable. El filo de la espada caótica ocasionó un corte limpio en la piel lechosa de su garganta. Si los astros se apiadaban de ella, el filo no habría tocado las cuerdas vocales.
A pesar de que la mitad de la espada fue destruida, fue demasiado tarde para detener el corte.
El espeso líquido descendió sin frenesí. Su mellizo salió volando de los brazos del progenitor de ambos. Más que... una conocida voz se hizo presente.
────── Creo que fallaste ──── refutó aquella voz grave, aliviando en parte con su llegada al rey de ojos jade.
"¿Qué pasa?"
Se preguntó el rey de cabellera naranja, la duda lo absorbía.
────── Patético, un puñado de inútiles. ──── Esa era la palabra que definía al dueño de aquella voz, que portaba el filo robado del arma caótica en dirección al peli-plata.
"光の道: Camino iluminado".
El joven recién llegado se jactaba. La respiración de la única peli-plata presente comenzaba a deteriorarse, antes de que el rey caótico osara atreverse a ponerle una mano encima.
Una materialización se hizo presente: un cubo perfecto, que mantenía en su interior a la susodicha, quien, sorprendida, no podía regocijarse.
A sus costados, aquellas bestias de apariencia infantil hacían acto de presencia, ahora con una singular apariencia, protegiendo a aquel valioso tesoro que se les había concedido por su creadora.
Una leve risa escapó de los labios del rey caótico. Sin lugar a dudas, se encargaría de aquellas bestias.
El rey Arturo descendió levemente hasta el suelo, jugueteando con el arma destrozada en su mano, mientras su capa se revoloteaba levemente con sus pasos.
────── ¿Fuiste tú quien acaba de hacer este agujero? ──── cuestionó el temible rey, percatándose de algo. La cortina de humo finalmente se había desvanecido, revelando la apariencia del recién llegado.
────── Ah... qué maravilla, eres uno de los cuatro jinetes del apocalipsis. ──── Admiró el rey de orbes amatistas a su nuevo adversario, quien estaba respaldado por las pequeñas criaturas con el aspecto de uno de los cuatro profetizados.
La expresión del joven era detonante.
────── Y tú debes ser el rey Arturo. ──── Expresó con desgano, más que como una pregunta, como una afirmación.
Ambos estaban destinados a enfrentarse, adoptando una postura defensiva.
────── Sí. ¿Y qué vas a hacer ahora? ──── El castaño al costado del peli-verde tomó la palabra.
────── No importa cuán fuerte sea Lancelot, su oponente está a otro nivel; no debería enfrentarlo solo... ──── Mientras uno de los jinetes profetizados daba por hecha la muerte del peli-rubio recién llegado, tomó una postura defensiva. ────── Oye, tío, deja que yo me encargue de esto. ──── Informó al rubio de ojos jade, sorprendiendo a este con sus acciones.
"絶対キャンセル: Cancelación Absoluta".
Murmuró dicho hechizo, que deshizo la barrera en la que la mantenían a salvo sin que se percatara.
Las acciones del de ojos carmín sorprendieron incluso al mismo rey caótico.
El líquido carmesí comenzó a deslizarse sin control por la nariz del rey de orbes amatistas, haciéndolo retroceder inmediatamente. Apenas tuvo oportunidad; con una de sus mangas, se limpió el líquido carmesí de la nariz y la barbilla.
Se sorprendió de inmediato por la increíble velocidad del jinete, puesto que este se situó detrás de su adversario, asestándole una firme patada.
Muchos entre los espectadores se tragaron sus palabras.
El adulto de melena rubia le dedicó una mirada de orgullo. ────── ¡Eso, tú puedes, Lancelot! ¡Acábalo! ──── Pronunció con aliento alentador hacia el joven jinete.
Un resurgimiento hizo que el de ojos carmesí se admirara. El filo de la espada comenzaba a reconstruirse.
────── El mismísimo Lancelot. ──── Intuyó con un gélido tono de voz el nombre del jinete de la Guerra.
Descendiendo sin prisa, la doncella de porte sereno se posó cerca del campo de batalla. Ella deseaba la verdad que tanto le escondían.
────── No es necesario que recuerdes mi nombre después de hoy. Al final de todo, solo van a hablar de ti, majestad. ──── Usó la última frase en un tono burlesco.
Mirando de reojo a su enemigo. ────── No creo que nos hayamos visto antes. ¿Por qué está tu odio efervescente? ──── Cuestionó el rey, completamente interesado, lanzando una estocada imprevista hacia su contrincante.
Permitiéndose deleitarse con la figura femenina que lo observaba de brazos cruzados, en espera de su turno.
"Oh... tanto le recordaba a ella"
La estocada fue eventualmente esquivada, ya que el jinete solamente se mostraba interesado en la obra maestra que portaba el rey caótico.
Sus orbes lo delataban.
────── Qué interesante. ¿Por qué no se rompe tu espada? ──── Cuestionó, intrigado, robándole una mueca a la mujer con la que tenía un juramento.
──── No importa cuántas veces se rompa la hoja, siempre crecerá una nueva. Esta es la espada del Caos, La Carween. ──── Finalizó con actitud indiferente.
────── Y... estos, ¿también pueden crecer? ──── Preguntó lentamente, dejando al descubierto los dientes de su adversario.
La sangre fue escupida por su boca, sorprendiendo a la mayoría de los presentes, a excepción de una.
Una eventual carcajada provino del señor de lo caótico.
Las bestias que la protegían se posaron a sus costados. Algo se avecinaba.
Limpiándose los rastros de sangre. ────── Decidí que voy a usar de juguete un rato. ──── Sin duda, había provocado la ira en su ser.
Había hecho acto de presencia el poder de la entidad "Caos".
Sin importarle la osadía que emanaban sus acciones. ────── La habilidad de regeneración proviene del Caos, ¿verdad? Sí es así... ¿Por qué tu brazo sigue siendo una prótesis? ¿Lo devoró un gato, no? ¿Pasó en la anterior guerra santa? ──── Cuestionó el príncipe del lago sin pelos en la lengua.
Ante tal demostración, el rey caótico sonrió.
────── Estás bien informado. ¡Bravo! Exacto, era demasiado joven en ese entonces. ──── Declaró el rey caótico.
"E inocente..."
Murmuró para sí misma la doncella del Reino de Liones. Los secretos siempre salen a la luz...
El intercambio de palabras entre el rey caótico y el jinete de la guerra fue una simple pausa en su combate, hasta ser roto por el rey.
────── Así son los jóvenes, ignorantes, crueles... ──── Tomó una leve pausa, dirigiendo su mirada amatista a la doncella que se posaba a pasos más atrás de su adversario.
────── Pero adorables. ──── Finalizó sus palabras con una amena sonrisa.
Las acciones de su contrincante no se le pasaron desapercibidas-claro está- ya que en cuestión de segundos, el pecho del rey caótico fue pisoteado por la pierna del jinete de la guerra, quien le dedicaba una mirada, nada amable.
────── Adorable, nada. ──── Contradijo inmediatamente.
Tentadoramente. ────── ¿Ahora sí piensas usar esa mano derecha? ──── Cuestionó hacia el hombre debajo de él, haciendo que el oji-carmín lo mirara desde arriba.
El rey del Reino eterno usó una maniobra para erguirse y despegarse del joven contrincante.
────── Voy a usar esto. ──── Expresó, empuñando una de las espadas del mellizo de su señora.
Usando una vez más su ataque mágico "Camino iluminado" contra su adversario, quien ya se acercaba a su dirección.
La hoja de la espada empuñada fue destruida. Sin esperarlo, Caos hizo acto de presencia, protegiendo inconscientemente a su portador y atacando al jinete de la guerra.
Por unos instantes, el temor se apoderó de la doncella a quien él servía. Pero una extraña presencia detrás de ella la hizo esconder sus emociones.
Empuñando su tesoro sagrado. ────── ¡Detente! ──── Exclamó, interfiriendo en los ataques hacia el joven jinete.
────── Arturo, ¿ya olvidaste tu brazo? Servía de recordatorio del ingenuo y débil que fuiste. ──── Le recordó al señor del Reino eterno.
Unos sonidos horripilantes e inexplicables se hallaban detrás de ella.
────── Sí, pero no todo es literal. Caos solo intenta protegerme de modo inconsciente, porque al final soy su huésped. ──── La monstruosidad que se expandía de su brazo derecho era repugnante.
────── Su voluntad es totalmente independiente de la mía. Así que, Lancelot, por eso no podía leer sus movimientos. ──── Explicó brevemente la razón, dirigiendo su mirada amatista hacia la adversaria que destellaba en todo el Caos.
Una sonrisa canturreona se posó en su rostro. ────── Somos similares, majestad. Tejidos por la misma aguja. A excepción de que yo fui tejido para esparcir el Caos... Tú eres mi contraparte, el Orden. ──── Adjuntó con un tono gélido y observador.
"Ella sin duda sabía a lo que se refería ".
El asco se posó firmemente en su garganta. Caos se arremolinaba detrás de ella, a pesar de los sonidos provocados por las bestias que la protegían.
En cuestión de segundos, la situación se tornó oscura. Caos intentó arremeterse hacia la platinada, que observaba con apetito.
Embullendo solamente a las bestias que la protegían, la doncella dejó escapar un grito ensordecedor. El ardor en sus ojos se debía a las lágrimas que comenzaban a asomarse.
Débiles sonrisas se esbozaban solamente para ella. ────── Nos disculpamos por no haberle servido durante más tiempo, pequeña Dama. ──── Habló la mokona de gema color rubí. Aquel apodo solo hizo que la garganta le ardiera.
Ahora era el turno de la mokona de gema color zafiro en su frente. ────── Realmente... Ella está orgullosa de sus logros, majestad. ──── Fueron las últimas palabras que logró escuchar la de ojos grises, pues Caos las había devorado.
Eran parte de su esencia, solo que modificadas por la gran hechicera para proteger lo más valioso en esos instantes para ella.
La escena fue tan espontánea y cruda que muchos de los presentes debieron apartar la mirada de dicha representación. El crujido de los pequeños huesos de las criaturas que solo servían...
El mayor regalo de su madrina...
Recuperándose del arduo golpe. ────── Que bueno que ya te lo estás tomando en serio. ──── Exclamó el rubio de ojos carmesí, erguido de su sitio. Le desagradaba en gran medida verla llorar.
Sus orbes impregnados de Caos. ────── Así que sigues vivo. Espero que hayas entendido la diferencia entre nuestras habilidades. ──── Aquel intercambio de palabras entre el rey caótico y el jinete de la guerra no le parecieron relevantes en aquel instante a la destrozada platinada.
Sus párpados entrecerrados, mordía levemente sus labios ante el leve temblor en estos. "Habia sido su culpa... "
Ella, quien anteriormente había arrebatado vidas y corazones sin tocarse el suyo, ahora derramaba lágrimas por aquellas almas que la acompañaron en la infancia.
El drástico cambio en el poder mágico de su caballero la hizo despertar ligeramente. "Deseaba saciar sus dudas."
Una ventisca repentina llamó la atención de aquellos lacayos al servicio del rey Arturo.
Él intercambió breves palabras con sus caballeros, quienes habían venido para "reprenderlo".
Aprovechando la leve oportunidad, la doncella de cabellera platinada atacó.
"裁きの連鎖: Cadena del Juicio".
Un dolor inesperado evocó en el pecho del rey. Su corazón se encontraba encadenado.
La cadena plateada lo ataba a la doncella que lo miraba con ira. ────── Osa mentirme y tu reino deberá velar tu cadáver. ──── Advirtió con un tono gélido, con la mayoría de las miradas posadas en sus acciones.
Carcajeando levemente. ────── Oh... mi majestad. ──── Su pecho vibró levemente, esbozando una sonrisa cantarina.
Sin pelos en la lengua. ────── Ya quisiera que fuese tuya. ──── Respondió, dejándolo sin palabras. Aun con esa sonrisa en el rostro, repugnándole en cadencia a la menor.
La sonrisa se desvaneció en el aire. ────── Bien. Te diré lo que deseas... ──── Obedeció sin objeciones, a pesar de causar dudas en ello a la platinada. Pero no protestó.
Sus orbes amatistas estaban concentrados en la figura que lo amenazaba ferozmente.
────── Vuestro progenitor, el rey Meliodas, hace dieciséis años, cuando por fin se dio por terminada la guerra, me prometió no algo, sino alguien... ──── Comenzó a revelar la información, enfureciendo al rey mencionado.
Sus jadeitas brillaron de temor y rabia. ────── ¡Alysanne, cariño, no lo escuches! Prometo explicarte debidamente, pero por favor, ¡aléjate de él! ──── Exclamó, tratando de hacerla reaccionar. Sin embargo, las palabras del rey no llegaron a los oídos de su hija.
Con una expresión misteriosa, continuó con el relato. ────── Si se le concebía una hija en el matrimonio con vuestra madre, la reina Elizabeth, dicha criatura me sería prometida en matrimonio. ──── Finalizó, sin aportar más detalles. Las palabras provocaron un revuelo en el ser de la platinada.
"¿Por qué tanta falsedad?"
Aprovechando esa vulnerabilidad, el rey caótico se acercó a ella con una velocidad sobrehumana.
Pero fue abruptamente detenido por el Jinete que desencadenaría la guerra, el cual atravesó con su brazo derecho el pecho del rey caótico, causando un sonido seco en la estancia que retumbó sin medida, aunque había protegido a la doncella a su cargo.
Sin embargo, el rey caótico solo se echó a reír. Descuidadamente, el jinete de la guerra le había liberado de la cadena judicial.
Su físico comenzaba a desvanecerse. ────── Meliodas querido, volveremos a vernos. Y esta vez, reclamaré lo que me fue prometido. ──── Ahora redirigiendo su mirada caótica a la doncella que era respaldada por el Jinete de la guerra.
────── El día de hoy resultó ser muy productivo. Mi perspectiva ha cambiado mucho. ──── Alegó levemente.
Las palabras que pronunció a continuación causaron escalofríos a la mayoría de los presentes.
"Desde este momento declaro oficialmente esto: los cuatro jinetes del apocalipsis y sus partidarios son enemigos públicos de la raza humana, ¡y los condeno al exterminio!"
Débilmente, los guardias a cargo de custodiar el umbral hacia los aposentos de la princesa le negaron la entrada.
Dicha información le confundió por unos instantes. ────── Lo sentimos, Sir Lancelot. Pero su Majestad ha ordenado que absolutamente nadie entre a sus aposentos, señor. ──── informó torpemente uno de los guardias en la entrada.
Sin embargo, esa advertencia le importó un comino al jinete de la guerra, que, sin ganas de luchar, simplemente lanzó las lanzas lejos de su vista hacia los guardias a cargo. Estos, desarmados y sin poder defenderse, inmediatamente fueron en busca de las armas.
Así, le dejaron el paso libre al susodicho en el umbral, quien, sin hacerse anunciar, entró al interior de los aposentos.
Se encontró con la esbelta y curvilínea figura de a quien buscaba, tendida en el lecho "profundamente dormida", aunque no lo estaba.
────── He ordenado que nadie tenga la entrada a mis aposentos. ──── recalcó su orden, consciente de quién había entrado. No hacía falta preguntar.
Suspiró pesadamente ante sus palabras. ────── Sabes bien que a mí me importa un comino. ──── despectó el príncipe del Lago, mientras era observado por aquellos ojos que tanto amaba.
La dueña de estos se erguió en su lecho, quedando recostada en él, observando con curiosidad y serenidad las acciones de éste.
Con resignación, sirvió en un tazón hondo una cantidad exacta, lo suficiente, con ayuda de una jarra de agua. "¿Para qué?" Simple, lavarse las manos. "¿Qué vas a hacer, Lancelot?" se preguntó mentalmente la princesa, consciente de que el susodicho podía escuchar sus pensamientos.
El mencionado caballero se secó las manos con una toalla blanquecina y se dispuso a acercarse a la princesa, quien, sin poderlo evitar, se sintió cohibida por aquellas acciones. Se sentó al costado de la peli-plata, siendo cuidadoso al posar una de sus manos en la larga cabellera de esta, sosteniéndola como en una coleta baja. ────── Abre. ──── ordenó con neutralidad, mientras un ligero rubor teñía sus mejillas, iluminadas por la luz de la luna que se filtraba a través de las finas cortinas.
Tal petición logró que las pálidas mejillas de la doncella se enrojecieran. "¿Qué carajos?" ────── Abre la boca. ──── recalcó nuevamente el rubio de orbes carmesí, ambos jóvenes con nerviosismo en sus acciones.
Sin poder evitarlo, la curiosidad la invadió. ────── ¿Q-qué vas a hacer? ──── preguntó, con su serenidad quebrantada y las mejillas aún sonrojadas.
Observando con nerviosismo la fornida mano del contrario, suspiró tratando de calmarse. ────── Necesito que vomites. ──── aclaró el jinete de la guerra, mientras su mano derecha sostenía el pulcro rostro de la peli-plata.
El pulgar del rubio rozaba ligeramente los labios pintados de un suave tono melocotón. Tentadores...
La princesa, negándose con nerviosismo, recargó su rostro en el hombro desnudo del joven. "Era tan vergonzoso..."
Dando una profunda inhalación, él murmuró: ────── Vamos, Lyssie, no hay de qué avergonzarse, solo... abre la boca. ──── Su tono era tranquilizador. Logró que la mencionada cediera, quien, con lentitud, comenzó a acatar la orden de su caballero...
Le dio acceso al peli-rubio a su boca, comenzando él a introducir dos dedos en la garganta de la doncella, lo que causó el efecto buscado: ella empezó a tener arcadas.
Retirando sus dedos de la cálida cavidad de la peli-plata, él hizo de soporte para ella, quien finalmente había comenzado a devolver lo ingerido en la cubeta de madera que el rubio había colocado para esa función.
Tras finalizar con su cometido, el rubio apartó la cubeta de la vista de ambos, mientras que la platinada se enjuagaba la boca, siendo observada por su caballero juramentado. Este, torpemente, apartó la vista de ella. "¿En qué estaba pensando el joven príncipe?"
El silencio reinó en la habitación. Ninguno de los dos habló hasta que el rubio decidió romperlo.
────── A partir de ahora, al momento de ingerir los alimentos, ordenarás mi presencia. ──── afirmò el rubio, sin ofrecer explicaciones sobre el "¿Por qué?" a su señora.
Ella, sumida en la confusión, se regocijaba. Sin embargo, no protestó, pero eso no aseguraba que lo acataría.
Simplemente tomó rumbo a su lecho, comenzando a acurrucarse en él y cubriéndose con las cálidas mantas que la abrigan en la gélida noche.
Un suspiro profundo escapó de su garganta. Acariciando con torpeza su nuca, había algo que la molestaba. ¿Pero qué era ese "algo"? Se preguntaba a sí misma el joven caballero.
Él, por primera vez después de dos años, no pasó la noche en los aposentos de la princesa.
AUTHOR'S NOTE
I. LO ADMITO, ME TARDE MUCHO MÁS EN ACTUALIZAR POR QUE ME EMBOBE EN OTRAS COSAS, siendo que tenía que también ajustar los textos blablabla...
II. Hay disculpen las fallas ortográficas, fué una actualización en madrugada (exactamente 1:31 a.m.) así que del todo cuerda no estoy.
III. WENO, WENO... Cómo leyeron, "Nimue" es un oc nuevo, OJITO no hay razones para poner en alerta con ella.
IV. Sisi, los gráficos chafas los hice io 🔪
Memes del primer capítulo del 2do Arco
↓
Presentación de Nimue:
Me, en la parte donde Lancelot hace acto de presencia, para salvar a su cuchurrumin:
Aparece Arturo en el capítulo
Me:
Como se sintió Guinevere/Ginebra, después de interceder en el destino:
¡Withered, fuera!
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