EPÍLOGO
Yang deseó como nunca a Park Jay.
Lo protegió desde el primer segundo, y no pudo salvarlo al estar cegado por su amor.
Porque Park Jay sufría, al igual que Yang Jungwon.
Y aunque el pelinegro se culpó en tan pocos segundos de ver el inerte cuerpo en el piso, pensó que ahora podría hacer las cosas bien.
Sonrió débilmente hacía el rubio cuando este notó su presencia. Se veía opaco, igual que Jungwon.
—Hola... —saludó, temiendo lo peor.
—H-hola... —tartamudeó Jay. Ese débil saludo, había acelerado su corazón.
Por fin había notado su presencia.
Las voces de ambos tocaron sus corazones. El sentimiento era hermoso, sin duda algo que desearían recordar para toda la vida.
El lugar no era el adecuado, pero si estaban ambos, todo parecía ser color rosa incluso si el mundo se veía opaco como ambos.
Pero su amor jamás podría llegar a ser.
Jungwon por fin podría descansar en paz al saber que Jay sabía que estaba ahí, que siempre estuvo ahí.
Pues Park Jay tampoco pudo salvar a Yang Jungwon en su momento.
Pero ahora estaba bien; estaban bien.
Y aunque quisieran volver a estar juntos. Eso no volvería a suceder.
Pues Jungwon dejaría de ser un fantasma, para por fin dejar este mundo. Y a Jay le tocará luchar como lo hizo el pelinegro en su tiempo.
Al parecer, ellos jamás estuvieron destinados a estar juntos. Y como castigo, el destino los separó de todas las formas posibles.
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