❝ CHAPTER ONE ❞
───── ❝ CHAPTER ONE ❞ ─────
Elena Rogers se encontraba al otro lado del restaurante manteniendo el equilibrio de la bandeja que sostenía en una de sus manos, entregando sus bebidas a la mesa indicada. Mientras escuchaba el barullo que no dejaba entender ninguna de las conversaciones que tenían los clientes y el tintinear de la campana cada vez que la puerta era abierta.
Al acercarse a la barra, se encontró con un jefe quien servía los tragos con una sonrisa, ella le regresó la amable sonrisa.
—Buenos días, Elena — le saludó el mayor alegremente.
—Buenos días para ti también, Hector.
A Elena le agradaba el hombre mayor; Hector era amable, respetuoso y considerado con todos los que trabajan en aquel negocio, algo que era poco común en aquellos días tan duros.
Cuando vio de reojo por la vitrina del local, su mirada se dirigió hacia el cine local que se encontraba al frente del restaurante, pero lo que llamó su atención fue que un hombre estaba empujando a otro hombre más pequeño al callejón, entrecerrando los ojos y con un poco de dificultad, puedo distinguir una cabellera rubia y una complexión delgada y frágil, supo de quién se trataba.
No otra vez.
Dejando lo que tenía en las manos sobre la mesa, rápidamente salió del bar y comenzó a correr frenéticamente hacia la escena. Lo único que pasaba por la mente de la rubia en ese momento eran maldiciones hacia su hermano mayor por la extraña habilidad que tenía de meterse en problemas.
— ¡Steve! — ella gritó acercándose y llamando la atención del agresor —. ¡Oye, imbécil! — cuando volteó completamente su cuerpo hacia ella, la rubia aprovechó y le dio un fuerte rodillazo en su entrepierna y luego un golpe en el estómago que lo hizo encogerse, pero para sorpresa de la menor, el agresor logró recomponerse rápidamente y la empujó sin medir su fuerza, lo que provocó que ella se estrellara contra la pared.
— ¡Elena! — bramó el rubio furioso —. Tu, hijo de p...
Steve fue interrumpido por otro puñetazo en la cara, lo que lo hizo retroceder cayendo en unos botes de basura. Cuando el rubio iba a ser nuevamente golpeado, se escuchó otra voz.
— ¡Oye, amigo! — dijo una voz masculina bastante familiar. Elena sonrió al ver de quien se trataba. Bucky Barnes —. ¡Elige a alguien de tu tamaño!
Bucky tiró del atacante hacia atrás y empujándolo lejos de ambos rubios, quienes se encontraban recomponiéndose. El hombre lanzó un puñetazo que el pelinegro logró esquivar sin dificultad alguna.
Con un golpe en el rostro y una patada en el trasero, el bravucón ya estaba huyendo lejos del callejón. Elena delicadamente ayudó a Steve a levantarse del suelo, mirándolo con una combinación de coraje y preocupación.
— ¿Qué voy a hacer contigo, Stevie? — dijo Elena compadeciéndose del mayor, mientras examinaba su rostro magullado. Un pequeño hilo de sangre caía por su nariz, mientras los golpes ya comenzaban a volverse visibles, tornándose de un desagradable color morado.
—Dejar de llamarme Stevie sería un buen comienzo — opinó el rubio con simpatía, haciendo que Elena rodara los ojos con una pequeña sonrisa.
—A veces creo que les gusta ser golpeados — dijo Bucky mirando a ambos hermanos.
—A veces creo que te gusta ser un idiota — contraatacó la chica, sacándole una pequeña sonrisa a ambos chicos.
—Lo tenía entre las cuerdas — Steve manifestó, acomodándose la ropa. Los azules ojos de Elena se posaron en el pedazo de papel que caía de su abrigo. Su formulario de alistamiento. Recogió el papel y frunció ligeramente el ceño cuando vio el sello de 4F. Rechazado nuevamente.
El papel que tenía la joven en las manos llamó la atención de Bucky, quien se lo quitó de las manos y le echó una ojeada.
— ¿Cuántos intentos van? — preguntó el pelinegro con cansancio —. Ah, ¿eres de Paramus ahora?
—Si sabías que es ilegal mentir en las solicitudes de alistamiento ¿verdad? — preguntó Elena con clara ironía en su voz —. Pero ¿en serio? ¿Jersey? ¿No pudiste elegir Nueva Orleans? — dijo esta vez en forma de broma, no quería ser tan cruel con él.
Es cierto que ella no quería que entrara en el ejército, tenía miedo de perderlo, Steve era lo único que le quedaba con vida. Ya había perdido a sus padres, no quería perderlo a él también. Le daba igual si sonaba egoísta. Pero, su hermano podía llegar a ser incluso más terco que ella, por lo que la rubia decidió apoyarlo. Aunque le doliera la idea de que la abandonara, estaba orgullosa y conmovida por el valor y la dedicación de su hermano.
Los orbes azules grisáceos de Elena se fijaron en Bucky, y fue cuando notó que llevaba puesto su uniforme militar, y si era sincera consigo misma, vaya que le quedaba de maravilla.
—No te ves nada mal, Barnes — comentó la rubia, él la miró con un aire satisfecho y pasó su brazo por los hombros de la menor.
— ¿Ya te asignaron? — preguntó Steve, examinando la apariencia de Bucky, un poco desanimado.
—A la 107. Están viendo al sargento James Barnes. Zarpo a Inglaterra mañana a primera hora — les comentó Bucky, causando que Elena lo abrazara.
— ¡Eso es genial, Buck! — dijo Elena con entusiasmo, abrazándolo con más fuerza —. Pero tienes prohibido morir, Barnes.
Eso provocó que el pelinegro soltara una risa profunda.
—No te librarás tan fácil de mí, muñeca.
—Yo debería de ir — murmuró Steve, mirando tristemente sus manos.
El desánimo de su hermano, provocó que las comisuras de los labios de Elena descendieran un poco. Se acercó al mayor y posó su codo en el hombro de él.
—Oh, vamos, no pongas cara de perro regañado, si América no ve tú gran potencial ellos se lo pierden.
—Vámonos — dijo Bucky, con sus brazos alrededor de los hombros de ambos rubios —. Es mi última noche, se tienen que arreglar.
— ¿Por qué? ¿A dónde vamos? — preguntó Steve. Bucky les entregó un periódico. Leyeron el título enseguida.
FERIA MUNDIAL DEL MAÑANA.
—Al futuro — dijo el mayor con una sonrisa encantadora. Elena bufó con molestia. Conocía bastante bien al pelinegro.
—Déjame adivinar ¿tienes una cita con alguna chica atractiva? — contestó Elena sin importarle esconder su descontento y enojo. Bucky asintió soltando una leve risa, sin darse cuenta del tono usado. Steve, en cambio, no pudo evitar soltar una sonrisa burlona al notar los evidentes celos de su hermana menor.
¿Cómo era posible que fuera el único que notara que aquellos dos se gustaban? Era la continúa pregunta que pasaba por la mente de Steve al ver cómo se comportaban su hermana y su mejor amigo.
—No pienso ir — declaró enseguida Elena —. Prefiero tirarme de cabeza de un puente.
—Oh, vamos. Has querido ir a la feria desde que te enteraste de ella — Steve delató mientras le pegaba suavemente en el hombro.
—No voy a ir — repitió lentamente y con notable frustración, caminando rápidamente de regreso al restaurante.
Pero ambos chicos no lo iban a dejar así, por lo que siguieron sin dejar de insistir, hasta que, después de que el par recibiera un par de golpes por parte de la rubia cuando dejó caer su charola por su culpa, terminó cediendo.
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