o. robo
capitulo cero: robo
Enero de 1995
—BIEN, SOLO TENGO QUE ENTRAR, COGER LAS COMPRESAS Y UN POCO DE COMIDA Y SALIR. Solo eso, nada más.— repitió de nuevo, por tercera vez, la joven muchacha de 16 años.
Decidida, entró a la tienda aparentando ser una persona normal y no con las intenciones que tenía, robar. Se dirigió a la sección de compresas y agarró las normales son alas, luego caminó a la sección de comida y eligió un pequeño sándwich de jamón y queso. Si, puede que tuviera hambre, y mucha, pero al guardarlo dentro de la chaqueta no quería que resaltara y la vieran robando. Así que optó por la mejor opción, coger algo pequeño, pero que satisfaga el hambre y salir con disimulo. Como si no hubiera comprado nada.
Con valentía, caminó hacia la entrada. Y justo cuando estaba por cumplir su "misión" el guardia de seguridad se acercó a ella. Mierda, al parecer la habían pillado, pues buena cara no tenía.
—Vaya, vaya. Intentando robar ¿eh?— habló el hombre que parecía tener unos 50 años con tono burlesco.
—A-ah... yo...— la adolescente no sabía qué decir. Osea, la habían pillado un par de veces, pero había cambiado seguido escapar. Y ahora no podía.
—Lo siento, señorita. Pero tendrá que venir conmigo a la comisaría.— de su cinturón sacó unas esposas y se las enseñó a la chica, está tragó saliva.
El guarda se acercó a ella e hizo el intento de ponerle las esposas. Pero al ser ella más rápida y ágil, pudo esquivar al hombre y salir corriendo del establecimiento. Por curiosidad miró hacia atrás y pudo observar como éste hablaba por el megáfono que tenía en su pecho. Sabías perfectamente lo que iba a pasar en unos segundos. El cabronazo del guarda había contactado con la policía y dentro de poco la estarían siguiendo.
Y efectivamente, lo estaban haciendo. Dos patrullas. Pero enserio, ¿Solo por "coger prestadas" toallas sanitarias y un sándwich de solo un dólar? Al parecer no tenían caso mas interesantes y se estaban aburriendo.
Estuvo corriendo y esquivando los coches bastante tiempo. Casi una hora. Para ella era demasiado, hace años que no corría tanto. La fémina giró hacia un callejón, con la esperanza de que tuviera salida. Pero parecía que Dios estaba en contra suya en estos momentos por robar.
—Mierda...— no había escapatoria. La habían pillado.
—No tienes escapatoria, niña.— un policía salió de su coche y se acercó a la fémina. Ésta no se fue para atrás, pues como no tenía adonde ir no se tenía que mover más.
A regañadientes, pero aceptando por fin, la metieron en el coche patrulla y partieron de nuevo hacia la comisaría. Justamente la comisaría de Raccoon City, la R.P.D.
[•••]
—Bien, y dime ¿Por qué se supone que te trajeron aquí?— le preguntó el policía que tenía enfrente.
La adolescente siguió sin decir ni una palabra. No iba a hablar hasta que la soltaran.
—Bueno, no importa. Aunque no me respondas ya me han informado de esto. Solo te lo he preguntado para escuchar tu versión, pero como no me respondes. A ver, al parecer has robado, o has intentado robar... ¿Unas toallas sanitarias y un sándwich de un dólar?— John, así es como se llamaba el hombre, pues ponía en la placa que tenía en su mesa, la miró con el ceño fruncido. Estaba más claro que el agua lo que tenía que hacer.— Está bien, tendrás que quedarte. Pero solo ésta noche. Lo que has hecho no es un delito tan grave, es un delito menor. Pero aún así es un delito. Y está demasiado claro que lo has hecho con la intención de seguir sobreviviendo.— el policía ya se había dado cuenta de sus condiciones.
Su contraria lo empezó a mirar mal, y justo cuando iba a decir algo. Otra persona se acercó a ellos.
Era un chico, parecía tener más o menos su edad. Tenía el pelo rubio y unos ojos azules bien hermosos, la mandíbula la tenía bastante marcada y también un cuerpo bastante trabajado. Perfecto para alguien de su edad.
—Buenos días señor.— saludó cortésmente al policía.
—Buenas muchacho. Oye, ¿Te importaría hacer un trabajito por mí? Es muy simple, pero así podrías aprender para la academia de policía.— oh, al parecer éste chico pensaba ser policía. Que pena.
—Por supuesto, ¿Qué es?— preguntó con curiosidad. Estaba ansioso por saberlo.
—Me gustaría que llevaras a esta adolescente a una de las celdas que están a la derecha, la de las mujeres. Se quedará ahí por una noche entera. Y si puedes, cómprale algún aperitivo en la máquina. Seguramente deberá de tener hambre. Ten, págalo con ésto.— John le dió cinco dólares para que esté comprara algo para la muchacha.— Bueno, tengo cosas importantes que hacer. Hasta luego.— y con eso se fue.
La castaña no entendía nada. Ese policía... ¿Le había dicho al joven que comprara algo para ella? ¿Por qué? Osea, había cometido un delito, había robado en una tienda. Y encima quería que comiera algo. Eso no se veía todos los días.
—Señorita, por favor levántese del asiento y acompañarme. Y le ruego que no intente escapar, está a la vista de un montón de policías.— parecía ser buena persona el futuro agente de policía. Así qué le hizo caso. Además de que tenía razón. No podía hacer nada delante de tantos oficiales, sería estupido.— Y cuéntame, ¿Por qué estás aquí? Si se puede saber claro.
El rubio miró a su acompañante y está ni siquiera dijo ni una palabra. Seguía mirando hacia delante.
—Amm, bueno, mi nombre es Leon Scott Kennedy.— sonrió sin mostrar sus dientes. Las mejillas de la chica se sonrojaron al ver su brillante sonrisa. Pero ¿A caso era estúpido? ¿Cómo le podía decir su nombre a una delincuente?
Pensándolo bien, ella también se lo diría. No tenía nada en contra de él. No era uno de ellos, aunque estaba a punto de serlo.
—Lynette...— respondió en voz baja.
—¿Qué?— volvió a preguntar desconcertado. No había escuchado su respuesta.
—Lynette.— dijo por fin.
—Oh, bonito nombre. Me gusta. ¿Y apellido?—
Estuvo a punto de responder, pero al final no dijo nada. No quería decir su verdadero apellido. No quería que nadie supiera nada de su familia. Así que optó por decir otra respuesta.
—N-no tengo...—
—¿No tienes?— la fémina negó.— Oh, qué pena. ¿Quieres tener uno?
Parecía que le estaba hablando a una niña pequeña.
A la adolescente se le iluminaron los ojos y asintió con la cabeza repetidas veces. Le gustaba pensar que tendría otro apellido que no fuera ese.
—Bien, déjame pensar... ¡Lo tengo! ¿Qué te parece Johnson? Es simple pero bonito. ¿Te gusta?—
—Me... gusta mucho.— sonrió por primera vez en año y medio. Esa era la primera vez que sonreía después de salir de ese horrible lugar. Y era solo por tener un apellido nuevo.
—Me alegro. Bueno, supongo que tienes hambre. Ven, ahí hay una máquina de comida, te compraré algo con el dinero que me ha dado el jefe.— de su bolsillo derecho de la chaqueta sacó los cinco dólares.— Pide lo que quieras.
Lynette observó con suma atención la máquina y la saliva empezaba a aparecer en su boca. Todo un año entero sin poder comer nada en condiciones y ahora podría hacerlo. ¿Dios le había mandado uno de sus ángeles o que? Porque Leon lo parecía.
—Por mí está bien lo que sea. Con tal de que me llene.— no quería abusar demasiado.
—Te recomiendo el sándwich de pollo. Es lo más bueno que está en ésta máquina. Para mi gusto claro.—
—Pues quiero eso, gracias.— no era mucho de pedir por favor. Y eso se notaba desde lejos.
Seguidamente, Kennedy metió los cinco dólares en la máquina y sacó el sándwich después de púlsar los botones correspondientes. Luego se la entregó a Lynette.
—¿Podrías contarme el porqué de tu arresto? Ahora que nos sabemos nuestros nombres.— le daba cierta intriga de por qué ,en el que en unos años iba a ser su superior y jefe, le había ofrecido algo de comer si nunca lo hacía con ningún otro u otra.
—En eso tienes razón.— la fémina suspiró.— Bien, te lo contaré. Puede que para tí sea absurdo, pero para mí no. Lo necesitaba para poder sobrevivir. Mira, yo... Me escapé de casa a los 15 años, hace un año para ser exactos, por problemas personales. Y desde entonces... bueno...— le daba cierta vergüenza contarle la situación en la que vivía a alguien al que acababa de conocer. Pero aún así siguió contando.— Desde entonces he estado viviendo en la calle. Y he tenido que robar para seguir con vida. En todo ese tiempo nunca han logrado pillarme, hasta hoy. Había entrado a una tienda con la intención de agarrar algo y salir como si nada. Solo había agarrado unas toallitas sanitarias, ya sabes... cosas de mujeres, y algo de comer. Tenía la pequeña esperanza de que no me pillaran como las otras veces, pero al parecer Dios estaba en mi contra. Un agente que cuidaba de la tienda me había pillado y había llamado a dos patrullas. Y bueno, aquí estoy ahora. Hablando de mis penas a una persona que acabo de conocer.— Lynette lo único que hizo fue reírse. Pero al ver la cara del chico paró. Su semblante estaba serio. Lo que acababa de contar no era algo como para reírse.
—Esta no es una situación como para reírse, Lynette. Es grave. Podrías haber acudido a la policía, a algún orfanato, o por lo menos a alguien de confianza. Estoy seguro de que una chica como tú tiene mogollón de amigos preocupados de tu desaparición, incluso tus padres.— oh no, había metido la pata.
—No, ni siquiera menciones a mi familia. Los quiero, pero no les perdonaré por todo el daño al que me hicieron someter. Lo que hicieron... Fue inhumano. Fue asqueroso...— en sus ojos marrones se reflejaba todo el dolor que tenía en ella y poco a poco empezaban a parecer unas lágrimas visibles. Eso le preocupó más todavía a Leon.
—¿El que, Lynette? ¿Qué te hicieron para escapar de tu propia casa? ¿Qué fue tan horrible como para hacerlo? Cuéntamelo, así podremos denunciarlos y que paguen por todo ese daño innecesario.— la sujetó de los hombros.
—No Leon, ya no hace falta. Ya no están, han desaparecido del radar.— la pobre chica agachó su cabeza y la sujetó con sus dos manos. Había empezado a temblar.
En eso, John apareció a un lado de ellos. Con los brazos cruzados y la ceja fruncida.
—Que, ¿Haciendo llorar a una mujer, Kennedy?—
—¡N-no, señor! ¡Nunca lo haría! ¡No me lo perdonaría jamás!—
—Más te vale, chico. Bueno, niña. Es hora de que entres, pero no te preocupes. En menos de lo que cante un gallo saldrás de aquí.— le sonrió a la muchacha.
Ella se secó las lágrimas y entró a la celda de mujeres, no había casi nadie. Solo dos chicas.
—Hasta mañana, Lynette.— se despidió León con una triste. Le había afectado la anécdota.
—Adios, Leon.—
El policía y Kennedy se alejaron de la celda. Y justo cuando John se iba a ir a su despacho Leon lo paró.
—Señor, me gustaría hablar de algo con usted. Es muy importante—
—Claro, Leon. Vamos a mi despacho.— entraron y se sentaron.— Y bien, ¿Qué es eso tan importante que me querías decir?
—Es sobre Lynette. Me gustaría ver su antecedentes y la información que tienen sobre ella.—
—Lo siento chico, pero no puedo. Es confidencial.—
—Por favor, señor. De verdad es de mucha importancia. Tiene que ver con su vida y su familia. Estoy seguro de que andan en cosas turbias. Le hicieron algo a ella.—
—¿Algo?— ahora si que quería saber más.
—Si, me ha contado que sus padres le hicieron mucho daño, algo inhumano, algo asqueroso.—
—Bien, déjame ver chico. Me has convencido.— el mayor tecleó en su ordenador y comenzaron a mirar.
Pero algo andaba mal. No había nada. Nada de ella ni de sus antecedentes. Parecía que no existía. Era un fantasma.
—Que raro. No hay nada de ella...— murmuró John.
—¿Pero por qué? No lo entiendo. No parecía mentira lo que me había contado. Y sé cuál es su verdadero nombre. Pero no sabía su apellido.—
—¿No lo sabía?—
—No, me ha dicho que no tenía uno. Y se lo he puesto yo, ahora se apellida Johnson.—
—Mmm, que raro. Pero es mejor que hablemos de esto mañana y con ella. Puede que nos diga algo respecto a esto.—
[•••]
Al día siguiente, Leon se levantó antes de lo normal de su cama. Eran las seis y media y a las ocho soltaría por fin a Lynette. Estaba algo ansioso por hablar con ella.
Hizo todas sus necesidades, se vistió, desayunó y salió de su departamento. Por el camino entró a una cafetería y compró algo de comer para Lynette. Un croissant y un capuchino específicamente.
—Buenas, hola, que tal.— fue saludando a los policías que se encontraba en la R.P.D.
—Buenos días, Leon. ¿Qué haces aquí tan temprano?— le preguntó John al verle.
—Oh, nada. Solo que he querido venir antes para ver a Lynette y de paso le he comprado algo para comer.— le mostró la bolsa.
—Vaya, pero que servicial está hecho el muchacho.— el hombre mayor se rió.
Los dos hombres se dirigieron a la celda de las mujeres y sacaron a la fémina. Luego Leon le extendió la bolsa con la comida y ésta gustosa la aceptó. John le dijo a la castaña que tenían que hablar sobre algo importante, así que los tres se dirigieron al despacho del jefe. Éste le notificó sobre lo que estuvieron hablando Kennedy y él el día de ayer. Johnson, cómo se apellidaba ahora, se preocupó bastante. No les iba a decir nada, por más que no perdonara a sus padres.
—Yo... no recuerdo mucho. Mi memoria ha estado fallando unas cuantas veces desde que salí de ese infierno.— musitó con cara de preocupada, fingiendo. En lo de su memoria era cierto, pero sí que recordaba unas cuantas cosas. Aún así siguió sin decir nada.
—Es una faena. Pero no te preocupes. No volverás ahí nunca más. Porque pienso adoptarte.— dijo sin rodeos el jefe de policía.
Los dos adolescentes se quedaron mudos. No podían reaccionar. ¿Desde cuándo había pensado eso?
—Pero, señor. ¿Desde cuando...?—
—Oh, estuve pensándolo mucho ayer. No creo que una muchacha que tenga donde vivir robara para poder seguir con vida, es más, se lo pediría a sus padres. Así que intuía que estabas viviendo en la calle. Y después de lo que me dijo Kennedy, lo corrobore.— Lynette miró mal a Leon y esté bajó la mirada nervioso.— Tranquila Lynette, todo estará solucionado. Te quedarás a vivir en mi casa hasta que cumplas los 18, luego podrás hacer lo que tú quieras. Mañana he acordado una cita con el juez Ramírez, será a las cinco de la tarde. Espero que no te importe mucho.
No sabía qué decir, estaba en shock. Pero no de mala manera, todo lo contrario, estaba feliz, agradecida con dios. Poco a poco, en los ojos marrones de la chica aparecieron las lágrimas que estuvo conteniendo desde hace unos cuantos minutos.
—Muchas... Muchas gracias, señor. De verdad, me has salvado la vida.— se tapó la cara con sus pequeñas manos, como si quisiera que nadie la viera tan vulnerable.
El rubio sonrió de lado y puso su mano derecha en el hombro de Lynette. Él también estaba feliz. Feliz de que ella lo estuviera.
—Jaja, no hace falta que me lo agradezcas niña. Y puedes llamarme por mi nombre, John.—
Johnson no paró de llorar hasta que pasaron una hora y media. En ese tiempo, John le había comentado de que su casa no estaba tan lejos y que solo tardarían cinco minutos en llegar.
Al llegar la noche, Leon se despidió de ellos dos y se dirigió a su casa. John y Lynette hicieron lo mismo.
A la muchacha no le incomodaría estar en casa de un extraño. Ha vivido cosas peores. Pero ese "extraño" la había ayudado, y eso se lo agradecería de por vida. Ese sería su nuevo hogar, y estaba impaciente por empezar una nueva vida.
[•••]
Abril de 1995
Ya habían pasado más de 3 meses, era Abril para ser exactos. Y en esos meses habían pasado un montón de cosas. Leon y Lynette se habían acercado más. Tanto como para empezar a gustarse entre ellos. Hace poco más de dos meses había empezado esta atracción sentimental entre ellos dos.
Hace un par de días, los dos habíamos intercambiado uno que otro beso, y ha sido magnífico. En estos momentos, los dos estaban en el sofá de la casa de John. Teniendo uno de esos momentos bonitos, sin llegar a otros extremos.
—Me encantas, bonita.— susurró Leon al separarse del cálido beso.
—Eres todo un romántico, Kennedy.— respondió ella de la misma manera.
Justo cuando se iban a volver a besar, el teléfono de casa sonó. Lynette, extrañada, se separó de su casi novio y se levantó para contestar la reciente llamada. Era raro que llamaran por ahí, pero suponía que era su padre.
—¿Diga?— contestó.
—Hola, buenas. ¿Es Lynette Johnson?— parecía la voz de una mujer.
—Si, ¿pasa algo?—
—Le llamamos desde el hospital de Raccoon. Queríamos informarle sobre un trágico suceso. Su padre, el jefe de policía, ha sido encontrado esta mañana dentro de su coche con dos balas en el pecho. Ha sido traído hasta aquí para atenderle. Pero desgraciadamente ha fallecido hace una hora, justamente a las cuatro y veinte. Lamentamos su pérdida, señorita Johnson...— la muchacha dejó de escuchar. Se había quedado quieta, sin hacer el mínimo ruido. Como una estatua.
Su padre, el hombre que le había ayudado, el hombre que la adoptó para que no viviera sola en la calle... había fallecido por dos balas en el pecho.
Lynette dejó caer el teléfono alámbrico y se tiró al suelo todavía en shock. Lágrimas empezaron a salir de sus ojos, desesperada y gritando como hace no mucho.
Leon, preocupado, se acercó corriendo a ella y se agachó junto a la chica. Éste le dió un abrazo fuerte, aún sin saber lo que había pasado para que se pusiera así.
—Mi papá, mi padre... Está muerto.— sollozó. Su chico se quedó boquiabierto.— Me acaban... de llamar del hospital de Raccoon y me han... notificado su muerte. Dos balas en el pecho, Leon, dos balas. Mientras patrullaba.— la castaña lo sujetó de su camisa.— Por favor, Scott. Deja de pensar en ser un policía. Te lo ruego, no quiero perderte también.
Después de que Kennedy intentara tranquilizarla y parara de llorar, está no le dejó irse. Quería que alguien estuviese allí para ella, lo quería a él.
Al día siguiente, Leon despertó algo somnoliento de lo sucedido ayer. Si, él también estaba triste, y mucho, pero no era momento para derrumbarse. Tenía y quería consolar a su chica.
Pero cuando se levantó y no la vio con él en la cama, se empezó a preocupar. Normalmente era él quién se levantaba antes que ella. Salió de la cama y se fijó en los armarios abiertos, estaban vacíos. Su preocupación se fue incrementando.
—¿Lynette? ¡Lynette! ¡¿Dónde estás?!— empezó a gritar. Fue a la cocina e iba a gritar de nuevo, pero paró al ver una nota en el refrigerador. Era la letra de Johnson.
"Lo siento por irme tan de repente, Leon. Pero tuve que hacerlo. Ya no me queda nada, no tengo nada que me retenga a estar ahí. Y se que suena egoísta de mi parte, muy. Pero no lo soporto más. Tú quieres ser policía y yo no. No quiero que un día, en una noche mientras yo estoy esperándote en casa, me llamen y me notifiquen tu muerte. No quiero. Estoy harta. Estoy harta porque John no ha sido la primera muerte que me han hecho saber. Y no quiero que tu seas uno de esos.
Así que, me despido de tí, mi chico policía. Olvídate de mí, y búscate a otra chica que no sea tan inútil y tan sensible como yo, que solo se ha ido por que le han avisado sobre la muerte de un ser querido. Te lo suplico, Leon. Hazlo por mí si tanto me quieres. Y déjame en el pasado.
Te quiero, y siempre te querré, mí León Scott Kennedy.
Con amor y cariño, tu delincuente ♡."
Ahora, quién se encontraba llorando en el suelo era él. Estaba solo, sin que nadie lo consolara. John se había ido, y ahora ella. ¿Qué haría él sin nadie? Solo sabía una cosa, que no superaría en mucho tiempo lo que acababa de pasar.
Desde la lejanía, una muchacha observaba al hombre de su vida llorando desconsolado. Él la había consolado el día de ayer, y ahora ella no podría devolvérselo. Tenía que irse, tomar un respiro. Puede que algún día vuelva. Pero no sería tan pronto. Estaba más que segura. Por última vez, miró a Leon desde el edificio de donde estaba y se fue sin dejar rastro. Sin ninguna pista. Sin ningún acontecimiento delatando de que ella estuvo allí. Solo... a su enamorado con el corazón herido.
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