iii. la chica de la foto
capitulo tres: la chica de la foto
POR FIN SE HABÍA CERRADO LA PUERTA, NO HABÍA VUELTA ATRÁS. Lo único que tenía que hacer ahora era olvidar lo que acaba de ocurrir y seguir adelante. Ya tenía lo que necesitaba así que tenía que salir. Podría haber vuelto por el mismo lado, pero estaba infestado de seres no vivos.
Volviendo a tomar su recorrido, tuvo que bajar unos escalones hasta llegar a un tipo de despacho. Tenía bastantes cosas, un baúl, una máquina de escribir, libros, etc. Al ver que no había nada interesante que observar ni agarrar siguió caminando por un pasillo, donde llegó a un ascensor y lo pulsó para que se abriera. Este lo hizo y entró, para seguidamente cerrarse y bajar hacia abajo. Ella no sabía exactamente a donde, no conocía ese lugar en absoluto, pero debía estar alerta con sus cinco sentidos activados.
Al parecer solo fue un piso lo que tuvo que bajar, no se quejaba. Cuando salió todo estaba oscuro, no se veía nada. Así que no tenía otro remedio que encender su linterna. Por suerte seguía funcionando. Encendió y rápidamente vio unas escaleras que conducían más abajo todavía. Con cierta inseguridad y con cuidado fue bajando las tantas escaleras que había.
Siguió avanzando hasta dar con una puerta abierta, ésta por lo menos contenía luz, por lo que dejó de usar la linterna para que no gastase la batería. Despacito fue caminando por los pasillos largos que veía.
Estaba a punto de subir unas escaleras que había por ahí, que estaba segura de que daba a la salida. Pero unos ruidos raros se empezaron a oír. Como si fueran gritos de lamentos y aparte pisadas fuertes resonando en el suelo. En su campo de visión apareció algo peor que esas cosas. Parecía una mutación entre un hombre y un monstruo, pero un hombre que le sonaba mucho, parecía conocerle.
—Lynette...— pronunció como pudo aquel ser. Esa voz... ya la había escuchado antes. Pero no sabía donde.
—¿Cómo sabe mi nombre?— se preguntó a sí misma con duda.
Vio como con rapidez corría hacia ella para atacarla. Por lo que sacó sus armas de su cinturón y comenzó a dispararle.
Aquél monstruo pudo esquivar las tres primeras balas, y le pudo dar un zarpazo con aquella mano muerta. Aún así no le hizo tanto daño. Solo un pequeño rasguño.
—¡Mierda!— maldijo en un grito la castaña. Su brazo comenzaba a sangrar poco a poco. Pero no tanto.
Lynette se apartó de esa cosa y miró alrededor, en busca de algo que pudiera utilizar contra ese mutante. Por suerte, pudo ver una granada debajo de una estantería oxidada. No lo pensó más y fue a por él, dando una voltereta en el suelo esquivando uno de los ataques de ese bicho. Agarró el objeto, le quitó la anilla y se la tiró al ojo. Éste con un grito de dolor, fue poco a poco yéndose hacia atrás para seguidamente chocar con una barandilla y caerse al vacío.
Por fin estaba muerto. Pero... porqué le dolía tanto. Por qué estaba soltando lágrimas al oír los gritos de agonía de ese hombre mitad monstruo. No lo entendía. No estaba segura de sí lo había conocido antes de poder escaparse de aquél infierno, pero si estaba segura de algo, no se iría de Raccoon City sin investigar sobre ese extraño.
—Será mejor irse de aquí, no hay nada más que ver.— miró alrededor y vio unas escaleras que daban arriba, justamente a la salida de una alcantarilla, suponía que era la salida.
Se acercó a la escalera y la empezó a subir. Con su mano, concentró toda su fuerza en esa parte del cuerpo y abrió la alcantarilla.
Uff, por fin había salido de ese maloliente lugar. Aunque no parecía, olía como la mierda.
—¿Ah?— delante de ella se encontraban dos personas, un chico con traje de policía y una chica de pelo corto y gafas.— Anda, una reunión de sobrevivientes, ¿Eh?
Rápidamente, la de gabardina marrón la apuntó con su pistola sin dejar su expresión seria.
—Ey, tranquila. No voy a haceros nada.— la fémina levantó las manos en forma de rendición.— Espera, me suenas de algo... ¡A sí! Es la de la foto. Una personita quería darte estas gafas en persona, pero me las ha encargado a mí, como su fieeel mensajera.— contestó con cierta burla en su voz.
Lynette se quitó las gafas y se sacudió el pelo, parecía que estaba en una película. El chico rubio abrió los ojos con sorpresa, no podía creer lo que estaba viendo.
Hace tanto que no la veía y seguía tan hermosa, con sus ojos marrones y ese pelo lacio castaño. Estaba igual de guapa que cuando se fue. En todos esos años él había intentado olvidarla pero no podía. Era inevitable pensar en ella cada vez que se acostaba en la cama, implorando a Dios que volviera con él. Y al parecer por fin lo había escuchado, había vuelto con él.
—Lyn...— susurró para el mismo, aunque la desconocida del "FBI" lo había escuchado.
—¿Quién eres? Dilo, o te disparo.— la pelinegra seguía apuntándola.
—¡No! ¡Espera...!— gritó Leon con preocupación, aun no estaba seguro de si era ella, pero esperaba que sí.
—Tranquilo, chico rubio. Bien, me presento, soy Lynette Jones, solo soy una simple turista que viene desde muy lejos, nada más.— no iba a permitir que supiera su verdadero trabajo, no a una extraña.— ¿Y tú?— efectivamente, lo había confirmado, era Lynette, su Lynette.— Bien, y ahora, ¿Quieres hacerme el favor de cogerme estas dichosas gafas?—Quédatelas, no las necesito.— la de ojos rasgados volvió a guardar su arma y los miró.— Como decía, hacerme un favor; dejar de preguntar y salir de aquí.
—Pero yo acabo de venir.— la mujer no le hizo caso y se fue por una puerta que había allí. Dejando a Leon y a Lynette a solas.— Mmm, esa mujer no me da buena espina. ¿Seguro que es del FBI?
—S-si...— es lo único que se le había ocurrido decir. Después de tres años, al no esperarse que se encontraría con ella, fue lo único que pudo decir.
—Por cierto, ¿Cómo te llamas?— le preguntó la castaña con cierta curiosidad.
—Yo... E-esto.— tartamudeó, quería decir su nombre, pero no le salía.
—¿Hablas poco? Bueno, da igual, tenemos que salir de aquí lo antes posible. Y sin dejar que esas cosas nos coman, por supuesto.— la castaña caminó hacía la otra puerta que había por allí y el chico le siguió, mas no dijo nada sobre lo que acababa de pasar.
Al parecer Lynette no lo había reconocido, pues no había reaccionado con sorpresa como él lo había hecho. por una parte se alegraba, no era momento para arreglar las cosas entre ellos todavía, y por otra parte le entristecía, y como no, si estuvieron tres años sin verse ni comunicarse entre ellos. Y aunque no lo hicieran, seguían siendo pareja, pues no habían cortado. La castaña se había ido sin siquiera despedirse personalmente, solo con una notita.
Por otro lado, Jones estaba observando al chico rubio desde atrás (él estaba caminando por delante de ella). Tenía el presentimiento de que ya lo conocía de antes. Esa cara de chico tierno y a la vez serio le recordaba mucho a su, para ella, ex-novio. Pero sus facciones estaban más marcadas y su pelo estaba más oscurecido que su Leon. Cosa que era normal por los años, aun así, ella no estaba pendiente de que la gente cambia.
Ella suspiró y negó con la cabeza apartando sus pensamientos de su mente. Se negaba rotundamente en pensar que ese policía era Kennedy. Seguía creyendo que él había cumplido lo que le había pedido como su "última" petición.
Pero al parecer estaba equivocada.
—¡Oye, tu!— gritó la fémina con confusión.
El rubio giró sobre su eje y la miró esperando una respuesta.— ¿Si?
—¿A dónde se supone que vas? Tenemos que seguirla lo antes posible, no quiero perderle el rastro. Te repito que no me fío de ella, podría estar mintiéndonos.— sentenció.
—A, si claro. Lo siento.— se disculpó el chico agachando su cabeza. Que tierno, o eso hubiera pensado ella si no siguiera teniendo sentimientos por su ex.
Esta vez, fue Lynette quien iba por delante. Leon se había negado rotundamente, pues no quería que fuera a ella a la que atacaran primero. La castaña lo miró, y solo bastaba con una mirada seria para que Kennedy se callara. Al parecer los roles habían cambiado, antes era él el dominante ahora era ella, aun sin saberse la identidad del otro (excepto por Scott, él ya lo sabía).
Se acercaron a la puerta donde había salido la extraña y entraron. Ohh, Lyn recordaba perfectamente ese sitio. La prisión. La prisión donde habló por primera vez con Leon sobre su problema. Como echaba de menos ese lugar.
—Buah, si que he extrañado este lugar.— recordó.
—¿Como?— pregunto el. Había preguntado como si de una persona normal se tratase, como si no supiera de que hablaba. Pero no quería que sospechara.
—Oh, nada nada. Solo que se me han venido buenos recuerdos. Nada importante.— la fémina siguió su camino.
Los dos siguieron andando por los pasillos, inspeccionando las celdas y estando alerta por si si se topaban con algún zombie a la vuelta de la esquina. Estuvieron así hasta que notaron algo de luz en una de las celdas. Intensificaron la velocidad y llegaron. Había un hombre sentado en el interior mientras estaba fumando. Al parecer era el único ser vivo que se encontraba que no estaba infectado o muerto.
—Por fin... seres humanos.— hablo por primera vez el de gafas.
—¿Llevas mucho tiempo aquí?— le pregunto Leon.
—Bastante. ¿Sois los únicos que quedan?—
—No somos bastantes.—
—Ah, buenas noticias. Salvo que te envíe Irons.—
—¿Irons? ¿El jefe Irons?—
—Si, ojala se lo hayan comido. Ese carbón me encerró.—
—Tendría un buen motivo.— de reojo miro a Lynette, quien ya estaba impaciente por acabar la conversación en la que ella no estaba metida y poder marcharse.
—Pues si, iba a filtrar sus trapos sucios.— tiró su cigarrillo.
De repente se oyó un ruido a las afueras de las celdas. los tres miraron hacia esa dirección.
—¡Eh! Hagamos un trato. Sácame y te daré esto.— le mostró un pase en su mano.— No hay otra forma de salir del garaje.
—Lo siento, tengo que hablar con el jefe primor.— respondió el rubio con calma. De nuevo se escuchó el mismo ruido.
—Mierda, ya viene.— el chico de gafas se alejó todavía más de la puerta y se pegó a la pared.
Y en ese momento, una gran mano atravesó la pared, rompiéndola y sujetando la cabeza del chico, aplastándolo.
Leon y Lynette apuntaron con sus armas donde este estaba, pero al solo ver su mano no sabían si disparar. Ese era el problema del rubio, aun así, Lyn empezó a disparar con todas su ganas. Por suerte ninguna le dio al de la coleta. "Tiene buena puntería" pensó Leon. Estos dos se quedaron estupefactos cuando el ser desconocido aplastó el rostro y cráneo del hombre y derramó sangre mientras mostraba el ojo más de lo normal. Cayó al suelo sin moverse, ya estaba muerto.
—Joder...— murmuro, pero Kennedy la escucho.— ¿Qué coño era esa cosa?
—No lo se, pero nada normal seguro.—
Otro ruido se escucho por el mismo lado, Leon apunto con sus dos manos agarrados en la pistola dirigiendo su cuerpo en esa dirección. Lynette solo levantó la mano y también apuntó, sin moverse un centímetro y solo con una mano.
—¡¿Quien es?!— grito cabreada la castaña.
La misma chica de antes apareció entre las sombras.
—Soy yo, pueden apartar eso— camino con sus tacones puntiagudos.
—Acaba de pasar esto ¿Y tu caminas tan tranquila como si no te hubieras enterado de nada? Agh, eso no da mucha confianza que digamos.— le gruñó a la pelinegra, esta solo sonrió con sorna.
—Que mona.— hablo con voz burlesca. La fémina arrugó sus cejas con enojo. No soportaba a esa mujer que acababa de conocer.— Os dije que os fuerais. No queráis acabar como ben.
—Así que lo conocías.—
—Era un informante. Con mucha información para mi investigación.—
—¿Lo que decía es verdad?— dijo esta vez Leon.
La de origen chino, se alejó de la celda y camino a la salida sin decir ni una palabra.
—¡Eh, no puedes seguir ignorándonos!— se acercó a ella y la sujetó del brazo. La mujer lo apartó de inmediato.— ¡No sé ni tu nombre!
Ese "no se" le dejó un hueco vacío en alguna parte de su cuerpo. No esperaba que él hablara por él solo. Lynette sentía una presión dentro de ella, pero no sabía por qué. Aun así lo ignoro.
De repente un dolor de cabeza apareció en su cerebro, impidiendo oír lo que decían. Solo pudo escuchar el nombre de aquella mujer mientras veía cómo se iba por donde iba. "Ada".
Cuando se fue, por fin pudo caer al suelo y gruñir de dolor. Todo ese tiempo estuvo fingiendo que no le pasaba nada. Leon lo notó y se acercó a ella, pero esta le impidió que la ayudara, se levantó por sí sola.
—No, aparta. puedo levantarme yo solita. No necesito la ayuda de nadie.— con dificultad se levantó y se reincorporó. La cara del rubio reflejo tristeza, se notaba que la Jones de antes ya no estaba, había cambiado. Y eso le daba cierta, por no decir mucha, tristeza.
—Claro, no pasa nada.— se apartó de ella.
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