3 • Frontera Oriental
~La Mënsajera de Guïdian~
El joven Rey, Gall Segundo, se encontraba de pie, sobre un banquillo cuadrado de poca altura, contemplando sus vestimentas blancas de bordes dorados frente al espejo.
La blanca luz matutina iluminaba la mayor parte de la habitación donde se encontraban, era el taller de trabajo del sastre real. En la habitación también se encontraba, Hilgar, uno de los tres concejeros del Rey con sus habituales vestimentas negras, y cuatro aprendices de sastrería, vestidas todas de un azul pálido.
El sastre pidió permiso al Rey para añadir una capa roja al atuendo. El Rey aprobó con un movimiento de manos, y el anciano a su vez llamó a una de sus aprendices para que le ayudara a sostener la capa mientras él sujetaba las pinzas en la parte de las hombreras de la camisa del Rey. Esas dos partes estaban diseñadas para servir como decoro, pues tenían bordados en hilo dorado con figuras de enredaderas, pero también podían servir como receptores de la capa, porque incluía unas argollas en níquel donde se sujetaban las pinzasde cobre lustrado.
Cuando le hubieron colocado la capa, el Rey se sonrió consigo mismo en el espejo.
-¿Qué te parece? -Le preguntó a su consejero.
El hombre estaba recostado a la pared de madera pintada de blanco, tenía los pies cruzados, evidentemente estába cómodo. No se tardó en responder y tampoco se apresuró. Su voz era clara y masculina, sin llegar a ser áspera.
-Naturalmente combina con su grandeza ese rojo escarlata mí Rey -dijo, separándose de la pared para estar erguido.
-Son tres colores que lo representan bien Mi Señor: El blanco es como su pureza; Usted es rico en oro y poderoso como el rojo.
El comentario pareció quedar en el aire.
El sastre no mencionó palabra ante el comentario, observaba desde un costado del Rey, esperando alguna orden.
El Rey se miró desde ambos perfiles y luego se acomodó el cabello con la yema de sus dedos.
-Me gusta, sí, me gusta -dijo convencido -. No hay nada más que hacer aquí. Vayamos al salón de reunión -Ordenó el rey, y salió con la capa puesta, ondeaba detrás de él por su veloz y firme caminata.
El consejero entregó al sastre una bolsita de tela que contenía gemas azules como el cielo de esa mañana, y el sastre las recibió con una reverencia.
Hilgar miró a la aprendiz del sastre, y velozmente le guiñó un ojo, lo que hizo que la sirvienta diera un respingo y se sonrojara, provocando que ella bajara la vista. Entonces él, se fue al mismo ritmo del Rey dejando atrás un aroma a objetos guardados.
En el salón de reuniones eran esperado por los otros consejeros y demás asesores de guerra. Cuando el rey entro en la sala, todos se levantaron de la mesa provocando un sonido simétrico y volvieron a tomar asiento cuando él se sentó, causando el mismo efecto sonoro.
Hilgar tomó lugar de pié, a la derecha del rey, atento para susurrar al oído de Gall su sabio consejo.
-¿Que se sabe de los perpetradores del secuestro de la reina Cinfonï?, Preguntó el Rey, dando asi inició al debate.
-Mi Rey, la situación es confusa en cuanto a los detalles -Habló Chagör, un anciano que servía como marqués del oriente.
-Solo se sabe que está desaparecida. Y que la princesa Milindey ocupa su lugar. Si me lo permite puedo brindarle mi humilde especulación respecto al caso.
-¡Adelante! -Concedió Gall.
-Como todos los presentes saben, el Reino del oriente quedó debilitado tras la muerte del rey Garmin -El marqués hablaba mirando a los ojos a cada unos de los que estaban a la mesa. -El fallecido rey, libraba una guerra constante contra los pueblos hostiles y los piratas de las islas del pantano cruel. Y por razones justificadas: robos de termitas, asaltos a las bodegas fronterizas, secuestros, violaciones y más robos a las aldeas más vulnerables -Hizo una pausa. Aclaró su garganta y continuo. -Esto nos permite asumir que muy probablemente sean los pueblos hostiles los que secuestraron a la reina Cinfonï como venganza.
-¿Y porque los pueblos hostiles estarían dispuestos a correr el riesgo de iniciar una guerra que saben les traerá consecuencias colosales? -Preguntó Gall Segundo.
-Mi Rey, no se cómo expresarle mi respuesta sin que llegué a ofender a su majestad. Los dioses traigan sabiduría a mí y a todos los presentes-dijo el marqués llevando sus manos juntas al pecho.
-Los dioses son testigos. Siga -Le ordenó el rey.
-Mi vida es justa, su majestad y leal a usted y su casa -La mirada del marqués trasmitía compasión. Continuó.
-Como les decía: los pueblos hostiles, se mantuvieron distantes del reino del oriente después de la muerte del Rey Garmin. Y Solo se los vio volver a delinquir tras la muerte de su padre, mi Rey.
-El marqués es sabio y su argumento puede ser válido -Susurró el consejero Hilgar al oído del Rey.
-¿A donde quiere ir con esta larga explicación, Marqués? -Preguntó el Rey. Reposó el mentón en su mano empuñada, el codo sobre la mesa.
-Vera su majestad, lo que intento exponer es qué, sí acaso han sido los pueblos hostiles los secuestradores de la reina, lo habrán hecho porque probablemente se valdrán del chantaje para demandar la restitución del territorio, que el fallecido Rey Garmin conquistó, acercándose mas a las orillas del pantano cruel -Hizo una pausa para deglutir. -Mientras su majestad su Padre reinó, los pueblos hostiles no cometieron un acto semejante a este, en caso de que ellos sean. Solo se limitaban al pillaje. Podríamos pensar que no le temen a una represalia Mí Rey.
-Entiendo su punto de vista, Marqués...Entonces ellos no me temen.
El Rey Gall se enderezó en su asiento y se acomodo la corona con ambas manos.
-Usted es fuerte mi Rey y su reino poderoso -dijo el Marqués, llevando las manos juntas en el pecho -Quien lo haya hecho, no solo no le teme Su Majestad. Si no que nos ha mostrado lo vulnerable que está la frontera oriental.
-Que planteé su plan para contener a los invasores. -Susurró Hilgar al oído del Rey.
-¿Que sugiere para contener a los hostiles? -Preguntó el Rey.
-Se necesitan más tropas su majestad. Al menos ochocientos soldados para brindar seguridad al reino de los Corzen.
-Tendrá las tropas -Afirmó Gall Segundo, con un ademán sutil, ondeando su diestra.
-¿alguien más desea aportar información valiosa u otra hipótesis? -Preguntó.
Se escuchó un cuchicheo entre los presentes.
El marqués del nororiente Tomó la palabra. -Si su majestad me lo permite daré mi humilde aporte.
Su nombre era Dogor y era obeso, hasta el extremo de que ya no se le podía ver el cuello. Estaba vestido de un amarillo ocre de pies a cabeza, con un camisón ajustado de manga largas y un pantalón holgado que le permitía moverse a gusto.
-Hable, Marqués -dijo el Rey.
Dogor asintió y procedió a hablar.
-El invierno se acerca, Su Majestad, y la última cosecha no alcanzó las expectativas en cuanto a cantidad, fue menos lo recogido está vez, porque los cereales y hongos no abundaron como en la anterior temporada. Por lo tanto, mantener a ochocientos soldados será una carga pesada, un desgastes para las reservas de alimentos del reino.
Gall Segundo entrecerró los ojos, mirándolo inquisitivamente.
-¿Y si los hostiles logran apoderarse del territorio del oriente y luego toman la provincia a su cargo? Dígame Dogor, ¿Que reservas tendrá para comer?
El Rey apoyó sus manos en la mesa, con las palmas hacia abajo y concentró su atención en la explicación que daría el Marqués.
-No, no. No mal interprete mi Rey las palabras de su siervo -Titubeó el enorme hombre -Solo deseaba que Mí Señor conociera el costo de mantener a esas tropas en territorio oriental.
-La corona agradece su aporte Marqués -dijo el Rey. -Pero es importante aclarar que los costos los asume la corona y las cuentas son asuntos de Jarlan, el tesorero. Por lo que nadie debe preocuparse por nada más que por lo que se les ha delegado. ¿Lo entienden?
Los asesores y concejeros cruzaron miradas entre sí, en medio de un extraño silencio.
Hilgar se inclinó al Rey, y con un suave palpó, colocó su mano sobre el antebrazo de Gall Segundo, por debajo de la mesa y susurró al oído del monarca.
-Su Majestad, no permita que la impaciencia se apodere de usted. Así es la naturaleza de las reuniones en tiempos de crisis.
El Rey respiro profundo y dejó escapar el aire suavemente entre sus labios.
El marqués Dogor volvió a dirigirse a él.
-Su Majestad el Rey, es un hombre sabio, y he entendido perfectamente su instrucción: si no protegemos pronto la frontera oriental, no habrá ningúna cosecha para disfrutar -El peinado y tupido bigote marrón del marqués Dogor bailaba con cada palabra -Me comprometo personalmente a que no falte ni un solo costal de cereal, como lo establece la ley para la casa de Su Majestad, nuestro Rey, Gall Segundo -dijo Dogor, con el dedo índice en alto -Ni uno solo. Y mucho menos faltará el alimento al ejército de mi señor el Rey en la frontera oriental. Mi casa y la provincia a mi cargo asumirá el sobrecoste de la semilla molida que se enviará allá.
-La corona agradece su lealtad, marqués -le sonrió el Joven Rey. -Y eso le convendrá más a usted. Estoy seguro que después del invierno, usted no será el mismo hombre.
Gall Segundo, se recostó a su silla de tapiz esponjoso y volvió a preguntar.
-¿Alguien más quiere aportar información o alguna hipótesis?
El anciano marqués del oriente arrastró con su diestra la pequeña réplica en yeso de su marquesado. No era más grande que la palma de su mano.
-Deseo aportar una sugerencia, mí Rey-Con un puño en la boca, obstruyó una leve tos seca que lo interrumpió -¿me lo permite? -Preguntó.
-Adelante marqués Chagork. Respondió el rey, tapándose la boca con un puño para disimular un bostezo.
-Es imperativo llevar acabó una misión para rescatar la reina Cinfonï, mi Rey.
El Rey contesto con rapidez, como si hubiera anticipado la sugerencia.
-Desde el mismo momento en que nos enteramos del secuestro, envié a un grupo de guerreros para rescatar a la reina Cinfonï. Sepan que su Rey vela por la seguridad de todo su Reino.
El marqués Chagör llevo sus dos manos juntas al pecho -Que Vemut, Shara, Ägra y kaloz, den la victoria a nuestros guerreros y más gloria a Su Majestad el Rey.
-Los dioses son testigos. Contestó Gall Segundo -Los dioses son testigos -repitió
Fin del capítulo 3
🌿GEMASHEY:
La Mënsajera de Guïdian
~LitBluem~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro