𝟎𝟖, un quiebre y la aceptación.
ᶜᵃⁿᵈᵉˡᵃ ᵖᵒᵛˢ
1996, Fuerte Apache.
El peso de la desesperación me oprime, y la espiral emocional en la que me encuentro parece no tener fin. El silencio en mi casa es ensordecedor, solo roto por el eco de mi respiración acelerada. La desesperación se ha instalado como una sombra constante, y la mesa frente a mí se ha convertido en el epicentro de mi lucha interna. Mis manos temblorosas buscan algo, cualquier cosa que ofrezca una salida.
Con un suspiro tembloroso, extiendo mi dedo y recojo una pequeña cantidad de la sustancia. Lo acerco a mi nariz, inhalando el aroma punzante que llena mis sentidos. Una sensación nerviosa se apodera de mí, pero algo en mi interior impulsa mi mano a llevar el dedo a mis labios. El polvo se disuelve en mi lengua, dejando un sabor amargo y químico en mi boca.
Cada latido de mi corazón parece llevar consigo la expansión de esta droga en mi sistema. Mis sentimientos de preocupación y temor se desvanecen temporalmente, reemplazados por una ligereza insustancial. El tiempo se distorsiona, y me encuentro atrapada en un espacio donde las preocupaciones no existen.
La semana se extendió como una pesada losa sobre mis hombros, y la espiral de mi propia oscuridad me llevó a un aislamiento autoimpuesto. Mi refugio se convirtió en una jaula silenciosa, donde las paredes parecían cerrarse a mi alrededor. Dejé de hablar con Danilo y Carlos, cerrando las puertas de la comunicación, como si mi mundo se hubiera sumido en un silencio abrumador.
Las horas se volvieron borrosas, los días y las noches se confunden en un continuo estado de introspección dolorosa.
Cada encuentro con la comida se volvía una batalla interna, y dejé de alimentarme, como si negarle al cuerpo su sustento pudiera aliviar el peso emocional que cargaba. Cada intento de Danilo y Carlos por romper mi silencio encontraba un muro impenetrable, no quería enfrentar sus preguntas, ni las miradas llenas de preocupación que intuía que dirigían hacia mí.
Me había convertido en una sombra de lo que solía ser, perdida en la maraña de emociones y decisiones que me habían llevado a este punto oscuro.
Cada bocado de comida se volvía un desafío monumental. La negación de la comida, en lugar de aliviar, se volvía un recordatorio constante de mi propia fragilidad. El hambre y la debilidad se apoderaba de mi cuerpo, pero la resistencia persistía, como si la comida fuera una trampa en la que no podía caer. Todo lo que comía duraba menos de una hora en mi cuerpo.
—Cande—escuche desde el umbral de mi puerta, Eduardo, con su pizca de inocencia yacía parado allí—¿puedo entrar?
Asentí, su presencia juvenil aportó un toque de ligereza a la habitación, sin comprender lo que me sucede simplemente se tira a mi lado en la cama. La mirada curiosa se transforma en una de ternura, sin decir nada se acomodó a mi lado, como si su presencia llena de inocencia actuara como un bálsamo para mi alma afligida.
—¿No pode' dormir?—le consulte, su presencia se sentía reconfortante—e' tarde ya Edu.
—Te quiero, sos mi hermana favorita—agregó en un susurro, abrazado a mi cuerpo esquelético.
—Soy tu única hermana gil.
Sonreí y me quedé mirando el techo, sumida en mis pensamientos, mientras Edu, sin inmutarse, permanecía a mi lado. La ausencia de palabras entre nosotros no generaba incomodidad, sino más bien un entendimiento tácito de que no se necesitaban explicaciones en ese momento.
Juntos, compartimos ese momento de quietud, sin necesidad de palabras ni explicaciones. En ese abrazo silencioso, encontré un atisbo de paz en medio del caos.
Caminé hacia el colegio con cada paso sintiendo el peso de la resistencia. Había costado tomar la decisión de salir, pero finalmente lo logré. Mientras me acercaba al edificio, noté a Danilo y Carlos sentados fuera. Un nudo se formó en mi estómago y, por un instante, pensé en esquivarlos.
Miré hacia otro lado, intentando pasar desapercibida, como si la simple evasión pudiera hacer que él desapareciera de mi realidad por un momento. Sentía el impulso de evitar el encuentro, de eludir las miradas que podrían revelar más de lo que estaba dispuesta a mostrar.
Mientras me acercaba a ambos con la intención de disculparme, la ansiedad se apoderaba de mi cuerpo. Cada paso aumentaba la tensión, y sentía el palpitar acelerado de mi corazón resonando en mis oídos. Las palabras que planeaba decir se enredaban en mi mente, creando una tormenta de nerviosismo.
Cada día que pasaba sin alimentarme, mis huesos se volvían más prominentes, asomándose bajo la piel como testigos silenciosos de la lucha interna que libraba.Los contornos de mis costillas se delineaban con más claridad, y mis pómulos se volvían más evidentes.
—¿Que onda?—hable, trate de mantener toda la calma posible—Uru, ¿puedo hablar con vo'?
Danilo me miró con un dejo de incertidumbre, buscando quizás una señal en la reacción de Carlos. Observé cómo sus ojos se dirigían hacia Carlos, como buscando validación o alguna pista sobre cómo proceder. En ese momento, Carlos asintió, como indicando que estaba de acuerdo con que habláramos.
—¿Que quere' habla?—consulta y solo había un silencio de mi parte.
Mi corazón latía con fuerza, como si fuera a salir de mi pecho. Una sensación de dolor se apoderaba de él, tenía un nudo en el estómago que cada vez se apretaba más.
—Quería pedirte perdón, ya sabe'—traté de explicar—me zarpe, no debí ignorarte, ni a Carlo'
—Te perdonó, ya ta'—respondió con desinterés, mi corazón cada vez dolía más y el nudo en mi estómago me estaba matando—no me rompa' los huevos más.
La realidad de su rechazo se hizo evidente, un escalofrío recorrió mi espalda, y una sensación de desolación se apoderó de mi. Había esperado comprensión y la posibilidad de reparar lo roto, en cambio solo hubo un rechazo contundente.
—Te odio Danilo—exclamé, posiblemente con los ojos llenos de lágrimas—odio que me gustes tanto, odio cuando sos un gil, odio que te meta' en quilombos por mi, ¿sabe' lo peor? e' que en realidad no te odio.
Un silencio tenso lleno el espacio, y pude ver la esperanza en sus ojos. Las emociones entretejían en el aire mientras esperaba la respuesta de Danilo.
Y la respuesta no se hizo presente, sentí mi corazón romperse en mil pedazos.
—¿Podés decirme que yo también te gusto? Soy una mina parada frente a un pibe, hablando de sus sentimientos.
Sin decir una palabra su mano se deslizó en mi cintura, ambos nos sumergimos en un beso. El beso era un puente entre el odio pronunciado anteriormente y la declaración apasionada de mis sentimientos.
Ambos soltábamos nuestras emociones en ese beso, el mundo parecía desvanecerse a nuestro alrededor. La suavidad de sus labios, el calor de su abrazo, ambos encontrábamos fortaleza en el otro.
—Sos una hija de puta—murmuró tomando aire—me encantas Candela, no sabe' cuanto.
𝙖𝙪𝙩𝙝𝙤𝙧'𝙨 𝙣𝙤𝙩𝙚;
AL FIN MI GENTE LATINOOO
LO MÁS ESPERADO, EL BESO
cande probó la droga, de ahora en
adelante ya no más niñita tierna,
me gusto mucho escribir desde
el punto de vista de cande, para conectar
más con ella.
besos!!
sofi.🍒
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