𝟎𝟒, los tiros y drogas.
1996, Fuerte Apache.
La Chila examinaba con determinación la herida de Candela, la cual no era muy profunda pero si caía bastante sangre de esta. Con las manos aún sigo temblorosas empapó el algodón en agua y comenzó a limpiar cuidadosamente la herida de Candela.
—No es profunda, pero necesitamos detener el sangrado y prevenir una infección—Candela tenía los ojos aún con algo de lágrimas, Danilo murmuraba cosas incoherentes a su lado.
Después de la aterradora experiencia de la balacera, Candela se encontraba aún temblando por la adrenalina y el miedo que había experimentado. El sonido y el eco lejano de la violencia seguían resonando en su mente. Junto a ella, Danilo y Carlos, compartían la misma sensación de alivio mezclado con inquietud.
El silencio que siguió a la tormenta de disparos permitió que sus emociones se asentaran. Candela miró a Danilo y encontró consuelo en su presencia. Era como si, a pesar del caos que los rodeaba, pudieran encontrar un refugio mutuo en el otro.
La Chila, con la mirada llena de preocupación, evaluó la situación. Conocía la reputación de la zona y no quería exponer a Danilo y Candela a más peligros. Sobre todo no dejaría que nada le pase a los amigos de su hijo, la empatía hacia los jóvenes que acababan de vivir una experiencia tan traumática la llevaron a tomar una decisión.
—Quédense aquí por el momento. Mañana veremos cómo nos las arreglamo', no quiero que se arriesguen más de lo necesario—el gesto fue agradecido por ambos amigos, la mamá de Candela jamás lo hubiera permitido.
—Chila, te agradezco un montón por ofrecernos quedarnos, pero no quiero molestar ni causarte problemas. Nosotros... no sé, no quisiera ser una carga—expresó. Candela se encontraba en una encrucijada emocional.
Por un lado, sabía que aceptar la hospitalidad de la Chila significaba seguridad y resguardo después de todo el acontecimiento. Por otro lado, no quería ser una carga ni causarle problemas a la madre de Carlos, más sabiendo que estaba embarazada.
—Quédate Candela, anda' con Carlos, mañana vemo' como nos arreglamo' ya te había dicho—indicó, pero casi sonaba como una obligación.
—¿Y mi mamá? No puedo dejarla, ta' mal ella—murmuró aún con preocupación.
—Cucha' es hora de que te cuides vos misma Candela, ¿entendes?—en segundos todo parecía estar horrible—mañana vemos que hacemos con tu mamá.
Candela se sentía envuelta en una atmósfera diferente, lejos del caos y la incertidumbre que había vivido en el día. Por primera vez Candela consideraba la posibilidad de que el amor y el cuidado no siempre vinieran de donde se esperaba.
La incertidumbre persistía, pero por ahora, en la compañía de Adriana encontraba consuelo. Por primera vez en mucho tiempo, un destello de ese amor maternal que siempre anheló.
Candela cerró sus ojos, permitiendo que la tranquilidad del momento calmara su espíritu inquieto. Sin embargo a medida que se sumía en la oscuridad, la mente de Candela se llenó de pensamientos intrusivos, se preguntaba porque su madre había caído en las garras de la adicción y porque esa relación vital se había vuelto tan complicada.
A pesar de la confusión, el cansancio y la acogida de Adriana le otorgaban una sensación de paz momentánea. La joven se permitió sumergirse en el consuelo de aquel colchón improvisado, cuestionándose el porqué de las decisiones de su madre.
Las primeras horas de la mañana encontraron a Candela devuelta en su casa, y ya desde hace unas horas que había llegado percibía ese tufillo a problemas que se colaba por las rendijas. Julieta, su madre, estaba allí, inmersa en su propia tormenta, y la agresividad parecía ser su única respuesta.
—¿Donde mierda estabas Candela?—espetó Julieta con su voz llena de ira, parecía estar colgada pero aún manteniendo los pies en la tierra.
—Me quede en lo de Carlo' ya sabe' las cosas se pusieron complicadas ayer—murmuró aún con ese nudo en la garganta.
—Siempre tan fácil para vos, ¿no?—respondió con ironía—¿andás calentando camas ajenas ahora?
—¿¡Podes parar?! No puedo creer como te comportás—exclamó Cande, su voz temblando por la mezcla de frustración y enojo—no merezco que me trate' así, soy tu hija.
Julieta envuelta en su propio mundo de adicción, apenas prestó atención a las palabras de su hija—Siempre haciéndote la inocente, andá' tómatela' seguí con tus jueguitos, ya te va' a dar cuenta de como es la vida.
Haciéndole caso a Julieta tomó sus cosas mientras caminaba, las palabras hirientes de su madre resonaban en su mente. Se esforzaba por dejar atrás la rabia y concentrarse en las clases que le esperaban, pero la herida emocional aún latía en su interior.
La droga, con su presencia tóxica, se interponía como un muro insuperable entre ellas. Candela se pregunta cómo su madre, alguna vez tan cercana, se había sumido en ese oscuro abismo.
Candela, abrumada por la tensión de su hogar y la imagen perturbadora de su madre consumiendo, se encontraba en un estado vulnerable. En medio de la confusión y desesperación, la idea de probar droga cruzó por su mente como una opción para evadir la realidad desgarradora que la rodeaba.
La imagen de su madre, aunque inmersa en en la adicción, se vinculaba con la mente de Candela con momentos de aparente tranquilidad cuando consumía.
Candela caminaba por el edifico, enfrascada en sus pensamientos, cuando de repente sintió un golpecito en la pierna. Al girarse se topó con Carlos y Danilo, quienes se miraban cómplices.
—Ta' ¿que hace gil?—sonrió mientras se acercaba a sus dos amigos—¿qué onda? ¿a donde van?
—Vamo' a Liniers, al club a probarnos—respondió el Uruguayo—¿veni'?
—¿Ahora?
—No, mañana—Candela miró mal a Danilo mientras se lo pensaba, quizás le vendría bien pero tampoco quería descuidar sus estudios—dale vamo'
—Solo está ve'—aclaró.
Los tres siguieron caminando por las calles, compartiendo risas, charlas cuando de repente se toparon con el tío de Carlos, el Kiru el cual estaba estacionado frente a ellos con una sonrisa de complicidad.
—¿Qué hace' tio?—espetó Carlos mientras los tres se acercaban al vehículo.
—¿Cómo andan los maquinas? ¿Se están portando bien? ¿O se están por mandar una cagadita?—dijo con notable ironía, Candela sonrió, conocía al Kiru gracias a Julieta.
—¿Y eta' nave Kiru? ¿De quien e'?
—Me la presto un amigo, ¿esta linda no?—los tres asintieron—ta' un poco rayadita la puerta, ¡eto' wachos de mierda!
—Para—dijo Candela riendo.
Los tres terminaron convenciendo al Kiru de llevarlos a Liniers, Cande y el Uru se sumieron en un silencio cómodo, la chica apoyando su cabeza en el hombro y el dejándola.
—Te quiero banda, Uru—las mariposas en el estómago no se hicieron de esperar. Sus ojos se encontraban, era una sensación tan cálida, algo que jamás ninguno había estado acostumbrado a tener.
—Yo ma' gila—ambos rieron.
𝙖𝙪𝙩𝙝𝙤𝙧'𝙨 𝙣𝙤𝙩𝙚;
perdón el atraso, tuve un percance
mi compu había dejado de
funcionar y ahí tengo todos los capítulos
en fin, algo corto pero bueno
hoy no tenía tanta imaginación.
sofi.🦉
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