
𝒁𝑶𝑴𝑩𝑰𝑬 𝑬𝑰𝑮𝑯𝑻𝑬𝑬𝑵
𝒁𝑶𝑴𝑩𝑰𝑬 𝑬𝑰𝑮𝑯𝑻𝑬𝑬𝑵: 𝑳𝑰𝑬𝑼𝑻𝑬𝑵𝑨𝑵𝑻 𝑮𝑬𝑵𝑬𝑹𝑨𝑳 𝑺𝑶𝑵
Si creía que la situación no podía ser más surrealista y acojonante, el chico que hacía dos días la había dado su etiqueta confesandose, estaba ahora cubierto de sangre cual Carrie y poseyendo una fuerza sobrenatural que le hacía volver de la muerte cual Jesucristo.
Suhyeok el ninja se lanzó a la batalla, mientras ella torpemente ayudaba a levantarse a Cheongsan después de haber sido atacado. Su defensor de confianza pronto fue tirado al suelo duramente, y la mirada penetrante del bullie se posó en ellos. Trató de esconderse inútilmente tras Daesu, pero el único ojo abierto del loco ya estaba posado en ella.
— ¿Quiénes coño sois? — preguntó hacia el resto de manera grave.
— ¿Y tú? — Daesu la cubrió completamente. Sabía perfectamente quien era, claro—. ¿Eres del Club Un Solo Corazón?
Gwinam miró su sudadera, metiéndose las manos en los bolsillos y sonriendo. Miyeon se percató entonces de que la sangre de la que estaba cubierto solo manchaba desde su mandíbula hasta su cuello, y al sonreír vio como sus dientes también tenían restos de sangre. La recorrió un escalofrío de solo pensar en las posibilidades del origen de aquella sangre.
— Yo soy... Yo. ¿No me reconocéis? — preguntó, comenzando a ponerse más serio—. Venga, Miyeon, tú me conoces.
Se aferró con fuerza a la camisa de Daesu, dudando en si decir algo. Era mejor tener al demonio a su favor antes que en su contra, pero estaba aterrorizada después de hacerle visto literalmente ser un zombie más.
— Y-Yo...
— Yo sí te conozco — Cheongsan cubrió su voz—. Y lo he dicho siempre: eres un perrito faldero.
Gwinam amagó con golpearlo, causando que todos a la vez retrocedieran con miedo. Ella misma tuvo que soltar incluso un pequeño chillido del susto.
— Repite eso otra vez y te mato — amenazó.
— Nunca has sido ni un matón ni un buen alumno — Cheongsan siguió, sin miedo a la muerte—. Y ahora resulta que no eres ni humano ni zombie. Sigues siendo lo mismo que antes. Un don nadie.
— Cheongsan, cállate por favor... — pidió, dando un tirón de su camisa.
— No es necesario que me protejas de nuevo, preciosa — se dirigía a ella, aunque más que defenderle a él de las palabras de Cheongsan estaba protegiendo la integridad de su compañero—. No sólo voy a matarte, te voy a sacar los ojos y te voy a echar a los zombies — después, recorrió al resto con la mirada—. Podéis iros todos, menos él — Miyeon creyó ver al fin algo de suerte— y Miyeon. Si os quedáis el resto... Daos por muertos.
Daesu puso una posición de pelea de inmediato, aunque con uno de los brazos la dio un suave empujón para que se alejara. No queriendo negar eso, se unió a Onjo, JiMin y HyoRyung. De inmediato se abalanzó sobre Cheongsan, y como si hubieran sido activados, el resto los imitó.
Sumado a su malestar corporal por la falta de alimento y agua, ahora estaba aterrorizada de pensar que Gwinam pudiera hacerle algo a alguno de sus compañeros. Si les mordía como a Namra y no eran inmunes, morirían. Si les hacía daño, o si les mataba... Jimin se acercó a forcejear también, aunque ella estaba lo suficientemente horrorizada como para gastar su poca hidratación en lágrimas. Era una llorona, y ver aquello solo la hacía querer cubrirse con una manta y desaparecer.
Joon-yeong salió por los aires, y un momento después JiMin, Daesu y Woojin. Su mejor amigo había caído en una posición dolorosa, y sólo su quejido de dolor fue el que la hizo mover las piernas para comprobar su estado. Fue un error, porque justamente Gwinam acababa de patear a Cheongsan y acabó de frente con él.
— Oh, mi preciosa Miyeon — extendió su mano ensangrentada, directa hacia su mejilla—. No llores por mí, pronto nos iremos y te protegeré y cuidaré como la reina que eres...
— G-Gwinam, y-yo... — cuando pasó el pulgar por su mejilla buscando limpiar una lágrima, manchó su piel de aquel tinte rojo que significaba la muerte.
Su ojo la analizaba a detalle, y pudo ver de reojo como Woojin y Daesu se trataban de incorporar rápidamente a pesar del dolor para ir a despegarle de ella. No fue necesario, porque repentinamente Suhyeok estrelló un caballete de madera contra su espalda. Fue suficiente para desviar su atención, dándola la oportunidad de correr hacia Daesu y Woojin con las piernas como gelatina.
— Mimi, ¿te ha hecho algo? — preguntó de inmediato Daesu, tirando de ella para quedar los tres en un rincón tirados. Comenzó a frotar su jersey en su mejilla para quitarla la sangre, mientras la sujetaba con firmeza para hacerla saber que estaba a salvo.
— É-El quiere llevarme — hipó, aferrándose a su brazo—. N-No dejes que me lleve, S-Susu, p-por favor...
— No te llevará a ningún lado — dijo Woojin, más serio y decidido que nunca. Se incorporó a pesar de estar adolorido, cubriendo su cuerpo con el suyo—. Tendrá que pasar por encima de mi cadáver.
Aunque aquello solo la asustó más, imaginandose que Gwinam realmente sería capaz de matar a Woojin por estar evitando su secuestro.
Suhyeok cayó rendido, aunque ahora era Namra quien le estaba dando pelea. Era brutal, demasiado fuerte y sangriento (más que nada, porque Namra le atravesó el muslo con una madera) y estaba ya creyendo que su delegada iba a acabar sin vida. Las amenazas de asesinato de Gwinam sumado a la sangre que tenía la habían calado hasta el punto en el que se pensaba que realmente iba a matarlos uno a uno aunque su objetivo sólo fuera Cheongsan.
— V-Va a matarla — balbuceó, no queriendo mirar pero tampoco dejarla a su suerte. Gwinam la arrastró por el suelo y golpeó, pero aún así Namra se aferró a su brazo.
Namra volvió a lanzarle, aunque fue en su dirección y los tres acabaron apelotonados huyendo de la pelea como podían. Ninguno de los tres sabía pelear como Suhyeok o Namra, y si se metían iban a cagarla definitivamente. Suhyeok corrió hacia él para atacar de nuevo, y en el momento en el que acabó retenido contra el borde de la azotea a punto de ser lanzado por el vengativo mediombi, su compañera le lanzó con fuerza por el borde sin titubear.
Escuchó el golpe del impacto, y después hubo silencio.
— Te has roto la camisa — señaló Woojin, mirando la ropa de Daesu—. Ven, ¿puedes levantarte?
Miyeon se incorporó de inmediato, ayudando a Woojin a mover a Daesu. Estaba adolorido, y temió que tuviera una lesión más grave por la manera en la que se sujetaba el área de las costillas. Funcionó cómo bastón para poder salir de esa esquina, aunque el muy cabezota se negó a sentarse. Joon-yeong llegó con ellos, sujetando entre sus manos sus gafas partidas.
— Oh, Joon-yeong — se lamentó Miyeon.
— ¿Se te han roto las gafas? — preguntó de inmediato Daesu, también preocupado.
— Tienes sangre.
— Tú también estás sangrando.
Esas dos frases fueron alerta para Miyeon. No dudó dos veces en rajar un trozo limpio de su camisa, y obligó a ambos a sentarse y dejar de lamentarse en pie. Joon-yeong les siguió, cabizbajo y silencioso mientras sostenía con cuidado sus gafas rotas.
— No es necesario, Yeon — se quejó Woojin, mientras ella analizaba estrictamente sus rostros en busca de más heridas que limpiar o hematomas. Sujetó sus manos, deteniendola un momento—. ¿Cómo estás?
Miyeon suspiró.
— Tengo miedo de que vuelva — admitió—. Quiere a Cheongsan para sacarle los ojos, y a mí para... Creo que ha dicho protegerme y tratarme como una reina. Si vuelve y os hace algo por estar obsesionado conmigo...
— No es tu culpa — negó de inmediato, acariciando con la yema de los dedos el dorso de sus manos—. Él es un mediombi psicópata, no tienes la culpa de tener malos pretendientes — Miyeon rio levemente, causando que ladeara la cabeza algo confundido pero satisfecho de haberla relajado—. ¿Qué pasa?
— Has dicho mediombi — señaló—. Admites que es una palabra genial, ¿verdad?
Woojin soltó sus manos de inmediato, apartando la mirada. Haber dicho eso era como admitir en voz alta que, aunque se quejara de las bobadas de Daesu y Miyeon, realmente las encontraba divertidas y hasta tiernas. Y eso era su billete de entrada al infierno llamado "Sumimisu jamás te dejará en paz".
— Yo no he dicho eso — trató de negar.
— Te he escuchado — dijo—. Has dicho mediombi psicópata.
— Te fallan los oídos — se hizo el loco.
— A ti te fallan las neuronas.
Todos fueron colocándose en círculo mientras siseaban al moverse por el dolor de los golpes, momento que Woojin aprovechó para distraerla pidiendo que fuera a por más madera. Miyeon analizó como ella era de las únicas que se mantenía de una pieza, y fue de inmediato a por más madera para avivar la lumbre.
— ¿Qué le pasa al Gwinam ese? — se quejó Joon-yeong, desviando la mirada de sus cristales partidos a Miyeon metiendo madera a la hoguera—. ¿No le habían mordido?
— Es como si se hubiera convertido en otra cosa — musitó Cheongsan, mirando fijamente las llamas bailar en el centro, consumiendo lentamente la madera.
Miyeon susurró por lo bajo "mediombi", sentándose de nuevo junto a Woojin abrazando sus piernas.
— En algo inmortal — dijo Suhyeok. Miyeon dejó salir el aire, volcandose levemente en el cuerpo de Woojin en busca de algo de afecto.
— ¿Creéis que volverá a subir? — preguntó Woojin, colocándola bien y después sujetando su mano.
— No entiendo lo de ese cabrón — dijo Jimin—. Pero, sinceramente, Namra también da miedo. Ya la habéis visto pelear.
— Creo... — dijo Daesu, concentrado en el raspón de su codo— que debemos asumir que los dos son mediombis.
HyoRyung le pellizcó, mientras Miyeon susurraba hacia Woojin un "te lo dije". Su chico rodó los ojos, aunque definitivamente estaba también aceptando esa idea.
— ¿Segura que te encuentras bien? No vas a atacarnos, ¿no? —provocó JiMin a Namra.
— ¿Me creeriais si os digo que no?
— No te enfades, ¿ni si quiera tratarás de convencernos?
— Sí — respondió sin dudar Miyeon—. Nos has defendido de Gwinam, y hasta ahora sigues siendo la misma delegada tranquila y nada caníbal — señaló—. Gwinam también se puede controlar, pero quiere matar. Namra no quiere matar, ¿verdad? — ella negó lentamente—. Perfecto entonces.
— Yo... — habló Namra—. Nunca he hecho nada que no sea estudiar. Creo que no era por inocencia, sino más bien por cobardía. Me daba mucho miedo que me bajara la media y que mi madre se enfadara conmigo. Y me daba palo hacer amigos, porque ella siempre me preguntaba por su dinero o sus padres... — suspiró—. Una vez le mencioné a Miyeon, pero como mi madre y la suya se llevan mal me dijo que si me acercaba a ella me castigaría. Por eso siempre me daba miedo responder a los saludos o hablar contigo — explicó en su dirección. Miyeon sonrió, negando con la cabeza para que restara importancia a aquello—. Jamás me imaginé que acabaría sentada alrededor de una hoguera con vosotros. Me siento a gusto, como mi primera fogata.
» Si salimos de esta, tenemos que hacer otra, y sentarnos juntos de nuevo— propuso. Miyeon asintió de inmediato.
—Yo me apunto — asintió también Onjo—. Si alguien organiza una hoguera, nos juntaremos todos.
— Y podremos asar malvaviscos y reírnos de todo esto — sonrió Miyeon, emocionada por la idea—. Tenemos que estar todos, nadie puede faltar.
— Lo siento, delegada — murmuró con sinceridad JiMin.
Namra sonrió, y casi de manera inmediata Daesu puso la cara que indicaba que iba a soltar alguna.
— Hasta ha sonreído — rio el descarado—. No te pega.
— Oye, no te pases — HyoRyung parecía su madre, constantemente regulando su comportamiento. Ni si quiera Miyeon se pasaba tanto cuando discutían.
— ¿Qué? ¿Ahora qué he hecho?
— Yo siempre he oído que los que se pelean se desean —picó Woojin, deseando que su mejor amigo abandonara la idea de adorar a su hermana mayor. Miyeon apoyaba en cualquier circunstancia a Daesu y veía tierna la posible relación entre ambos (alguien fría como Hari y un trozo de miel como Daesu, su temática de series favorita), pero no podía descartar jamás un enemies to lovers como aquel.
— No fastidies.
— Flipas.
Miyeon rio, aunque aquella risa se cortó de golpe cuando Namra elevó la mirada con un gesto de susto. Si Namra y su oído ultrasonico se asustaba, ella se meaba encima. Automáticamente, sujetó el brazo de Woojin como aquellas barras de seguridad de los parques de atracciones.
— Que vuelve el loco, que vuelve el loco...
— Ya vienen — habló en plural,
mirando al cielo.
— Los zombies vuelan ahora o qué — se desesperó.
— Esperad, un helicóptero — aquella frase fue como escuchar el timbre de última hora el último día de clases. Incluso mejor.
Se levantaron de inmediato (Miyeon no pasó por alto como Daesu ayudaba a HyoRyung a levantarse), y se acercaron al borde con nervios. Si llegaban realmente a rescatarlos, estaría agradecida de por vida con el piloto o quien hubiera mandado a buscar vida en el instituto Hyosan.
— ¡El fuego!
Miyeon se agachó para coger un palo, creando una antorcha improvisada mientras la agitaba con fuerza y cierta desesperación en el aire. Si no los veían, estaba dispuesta a lanzarles los palos hasta que se fueran cuenta.
— ¡AQUÍ, AQUÍ!
— ¡AYUDA, POR FAVOR!
El helicóptero descendió un poco, y aunque casi sale volando junto a su falda, no pudo evitar comenzar a gritar y saltar al notar la luz enfocarles directamente. Estaba más que claro que no eran zombies, y que los habían visto.
— ¡Vamos a salir de aquí, Mimi! — Daesu la sacudió con fuerza, aunque ella también estaba sacudiendole a él riendo sin sentido por la euforia.
— ¡Vamos a comer pollo frito juntos, Susu!
Por la emoción, Daesu abrazó con fuerza a HyoRyung, y Miyeon casi se pone a cantar. El helicóptero no descendía, pero en cambio dejaron caer unas cuerdas por las que se deslizaron unos hombres completamente equipados. Miyeon creyó que iba a pedirles que se tranquilizaran, pero en cambio les apuntaron directamente con unas armas más grandes que las de los polis normales. Miyeon cerró la boca de inmediato, y se puso firme alzando las manos. El helicóptero se marchó tras dejar a cuatro hombres en la azotea, y apuntaron de nuevo a Cheongsan.
— ¡Al suelo, todos al suelo! — ordenaron.
Tal vez fuera por su crianza con un soldado, pero Miyeon acató aquella orden sin dudarlo. La gente del ejército no tenía permitida la empatía, y si les estaban ordenando aquello tan duramente debía ser por algún protocolo u orden desde arriba.
— Hacedles caso — dijo Miyeon al frente colocándose cómo pedían.
Fueron entonces uno a uno, pasando un termómetro automático para comprobar la temperatura individual. Los soldados ya habían avanzado tanto en investigación del virus, entonces.
— 34.5°C — dijeron. Miyeon se tensó creyendo que habían pillado a Namra—. Necesita una manta térmica —todos volvieron a respirar—. Una joven tiene hipotermia, el resto está bien —hubo una pausa —Recibido, los rescataremos después.
— Ya podéis levantaros —Miyeon se puso en pie tan rápido como se había tumbado, mirando atentamente a cada soldado. Ninguno de ellos era su padre, y la duda de saber donde estaba o si había pensado ella la estaba quemando—. ¿Sois los únicos supervivientes?
— No lo sabemos —respondió de inmediato Cheongsan—. Pero seguro que hay más.
— Debemos bajar unos minutos, esperadnos aquí — dijo el soldado.
— ¿Vais a rescatarnos, no? — preguntó angustiada JiMin.
— Claro que sí. Esperadnos en la azotea. En marcha entonces — estaban a punto de irse, pero Miyeon habló.
— Disculpe —la miraron los cuatro a la vez—. ¿Conoce al Teniente General Son? S-Soy su hija, y no sé nada de él...
— El Teniente Son está trabajando en esta operación en un lugar alejado, ahora ya sabe que estás viva —aseguró el soldado con un tono más amable que la primera impresión que tuvieron. Miyeon asintió energéticamente buscando con la mirada las cámaras que retransmitían la imagen y el sonido en vivo al resto del equipo en el que supuestamente estaba su padre.
Tras aquello, tres soldados desaparecieron por el borde de la azotea colgados del equipo, y segundos más tarde los disparos llenaban la oscura noche. Incluso por encima de las hélices del ruidoso helicóptero del ejército coreano. De cierta manera no podía evitar pensar en que estaban matando a sus compañeros y profesores, aunque quería centrarse en el sentimiento de emoción por ser rescatada.
— Nuestra cita será más pronto de lo que pensábamos — dijo Woojin, rodeando su cuerpo desde atrás en un abrazo. Al igual que ella, estaba ansioso por el rescate—. ¿Sabes si hay patatas fritas en el ejército?
— Me conformo con un puré de patata — bromeó—. Solo quiero tumbarme y dormir hasta que todo esto pase.
Tras unos minutos, los soldados volvieron cargando un maletín. A Miyeon ni si quiera la importaba que ahí fuera el paciente cero o la cura del mal, solo quería subirse a ese vehículo volador y largarse cuanto antes.
— Os subiremos de uno en uno. Tranquilos, que no cunda el pánico — definitivamente sí podía cundir.
— ¿No va a aterrizar? —preguntó preocupada JiMin.
— No podemos, por seguridad — negó el soldado—. Él os subirá, no os preocupéis.
Miyeon observó al cuarto soldado, subiendo por la cuerda que tiraba de él automáticamente. Si era tan cómodo, ella se apuntaba de inmediato y pagando si era necesario.
— No podemos todos a la vez, así que os subiremos de uno en uno — explicó de nuevo.
— ¿De uno en uno? — repitió Cheongsan.
— Tiene que ser así, pero os subiremos a todos — aseguró.
Bajaron el equipo necesario para colgarlos y subir, y de inmediato Onjo se dirigió hacia JiMin. Nadie más que ella, quien había visto a sus padres muertos, merecía subir la primera y olvidarse de todo aquello ocurrido en el instituto.
— ¡Vamos, JiMin, calientame un sitio ahí arriba! — animó, observando como la aseguraban y comenzaba a ascender.
Todo estaba yendo genial, viendo como ahora HyoRyung se colocaba para ponerse el arnés también. Iban a salir al fin todos de ahí, iban a estar a salvo y podrían dormir tranquilos aquella noche. No más Gwinam, no más hambre, no más sed y definitivamente no más miedo.
— ¡Operación cancelada!
Entonces el mundo se le cayó a los pies.
JiMin comenzó a descender de nuevo, y quitaron el arnés a HyoRyung sin dudarlo. Estaban echandoles, rechazando su escapada y condenandolos definitivamente a morir ahí. Miyeon dejó de escuchar unos segundos, tan sólo viendo casi a cámara lenta como aquel soldado que estaba tan decidido a rescatarlos ahora debía apuntarles con un arma.
— ¡Atrás o disparamos!
— Por favor... — sollozaron. Miyeon sujetó la mano de HyoRyung, tratando de no derrumbarse de nuevo.
— ¡Señor, aunque sea llévese a uno! — pidió Cheongsan, sujetando a Onjo para llevarla al frente.
Daesu y Miyeon se miraron, ambos pensando lo mismo. Si solo algunos subían, darían su puesto por el otro sin dudarlo dos veces.
En respuesta, los disparos comenzaron. Para su suerte, no hacia ellos, pero sí tan cerca que sus oídos pitaron y su cabeza retumbó como unos tambores. Se agachó de inmediato en una postura de intento de defensa, aunque sabía que nada la protegería si decidían que era una amenaza y la disparaban. Woojin cubrió a su vez el cuerpo de HyoRyung y el suyo al estar unidas firmemente de la mano, mientras notaba los sollozos de la de rosa.
— Lo siento.
Había quedado claro. Cuando el último soldado subió, todas sus esperanzas se fueron definitivamente junto a aquel helicóptero.
Iba a morir. No era uno de esos pensamientos paranoicos, era más bien un hecho que había tardado en asimilar por culpa de la esperanza a la que aún se aferraba. Se aferraba inconscientemente a la idea de que su padre la salvaría porque la quería, a la idea de que si estaba junto a Daesu nada podría salir mal porque eran almas gemelas y las almas gemelas nunca se separaban. Se aferró al bonito sentimiento de ser correspondida, y a los ánimos constantes que llenaban el grupo cada vez que bromeaba o reía.
Las películas de zombies, los programas de supervivencia y esas series tan dramáticas del fin del mundo no la enseñaban que, ante la duda, la sociedad decidía dejar tirados a un grupo de críos asustados que tan sólo pedían una mano que los socorriera. Su padre estaba tras la cámara y en el auricular, pero aún así decidió desecharla como si no importara en absoluto su vida.
— Nos han abandonado, ¿verdad? — murmuró HyoRyung—. Ahora sí que no van a venir a salvarnos.
—Pero, ¿por qué? — preguntó Joon-yeong.
— Quizás se hayan creído que somos zombies.
— Entonces nos habrían matado — negó Joon-yeong—. No nos habrían dejado aquí con vida como si nada. Incluso el padre de Miyeon...
— Él... — balbuceó, sin saber qué decir realmente.
Cheong-san avanzó hasta la hoguera medio apagada, comenzando a patearla con rabia.
— ¡Es inútil! No vendrán, ahora sí que no vendrán — exclamó, furioso. Deshizo el cartel de SOS que tanto les había costado construir, llevándose a su vez los vestigios de la esperanza que tanto albergaban.
Miyeon se dejó caer en el suelo abrazándose a sí misma, cerrándose de tal manera para procesar lo que estaba ocurriendo que ni si quiera Daesu pudo acercarse. Su padre la había dejado morir, su padre sería el culpable de su muerte, su padre tenía la culpa, su padre...
Un trueno rompió el silencio generado tras eso, e inmediatamente después las gotas cayeron del cielo. Levantó la cabeza de inmediato, atraída por el agua, y abrió la boca ansiosa por beber.
— ¡Está lloviendo, Mimi, mira! — Daesu extendió su mano, dispuesto a tirar de ella y sacarla de ese bucle de odio. Miyeon miró atentamente su mano, aunque la tomó inmediatamente después para ponerse en pie—. ¡Ya nos hacía falta una duchita, Mimi!
— ¡A ti más que a mí! — rio Woojin, abriendo la boca al cielo para tratar de beber.
Daesu y Woojin se empujaron en broma, aunque tiraron también a Miyeon al estar todavía de la mano de Daesu. Cayeron al suelo, aunque no les importó en absoluto y se apoyaron entre sí riendo como idiotas y bebiendo de las gotas que caían del cielo. No sabía por qué reía, no sabía qué estaba sintiendo exactamente y no sabía cuánto duraría aquella lluvia. Parecía ser una mala burla del cielo, o tal vez una segunda oportunidad para que pudieran seguir adelante.
Miyeon no lo quería saber, al menos no ahora, dejándose llevar por esa oleada de miedo camuflando sus lágrimas con la lluvia y sus sollozos con los truenos.
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𝒁𝑶𝑴𝑩𝑰𝑬 𝑬𝑰𝑮𝑯𝑻𝑬𝑬𝑵: 𝑳𝑰𝑬𝑼𝑻𝑬𝑵𝑨𝑵𝑻 𝑮𝑬𝑵𝑬𝑹𝑨𝑳 𝑺𝑶𝑵
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𝗤𝗨𝗔𝗥𝗔𝗡𝗧𝗜𝗡𝗘 𝗭𝗢𝗡𝗘
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Esto parece ya una maratón JAJAJAJA como escribo tan rápido xdios
enfin
disfrutad Gaman antes del final
Con cariño: Nunu 🤭😍🤪🤩
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