
𝑺𝑷𝑬𝑪𝑰𝑨𝑳 𝒁𝑶𝑴𝑩𝑰𝑬 𝑶𝑵𝑬
𝑺𝑷𝑬𝑪𝑰𝑨𝑳 𝒁𝑶𝑴𝑩𝑰𝑬 𝑶𝑵𝑬: 𝑭𝑹𝑰𝑬𝑫 𝑪𝑯𝑰𝑪𝑲𝑬𝑵
La primera persona que se puso frente a ellos vestida con el uniforme del ejército y varias medallas al mérito fue un hombre que tenía la misma mirada redonda que Miyeon. Sus ojos eran idénticos en forma, su peinado flequillo del mismo tono oscuro que la alegre chica y su perfil un calco exacto. Sin embargo, no tenía su brillo de esperanza ni la sonrisa resplandeciente que la caracterizaba.
— ¿Conoces al profesor Lee Byeongchan? ¿Alguna vez dijo algo raro o se comportó de forma extraña? ¿Hay algo que quieras decir?
Aquellas preguntas se repitieron individualmente. Nadie decía nada fuera de lo común. Hari jamás había dado clase con él, Mijin estaba preocupada por sus exámenes de acceso. HyoRyung se negó a hablar, incapaz de mirar a los ojos a aquel hombre que de vez en cuando les recorría con la mirada como si estuviera buscando algo. Era serio, no parecía querer forzarlos y no le preocupaba demasiado si estaban derrumbandose frente a él.
— ¿Cuántas veces tengo que decirlo? — Daesu estaba perdiendo la paciencia—. Secuestró a una alumna de nuestra clase llamada HyeonJu —recitó casi memorizado. El hombre frunció el ceño, y Daesu le imitó apretando los puños fuera de su vista.
— ¿Sois solo vosotros? — preguntó. A nadie más le había preguntado eso—. ¿Conocéis a la alumna Son Miyeon?
— Está muerta — soltó de golpe Daesu. Nadie se esperó que él diera esa contestación tan brusca y enfadada—. Por su culpa. Usted dejó morir a su hija. Nos dejó morir a todos.
Todos se sorprendieron. ¿Aquel hombre era el Teniente General Son, el padre de Miyeon? Daesu se levantó y dejó caer en la silla vacía tras él, sin mirar a nadie. Todos habían perdido a alguien ese día, pero sin dudas Daesu parecía estar hundiéndose lentamente en un pozo de desesperación. Suhyeok le veía buscar a Miyeon cada vez que algo le sorprendía o les cambiaban de sala, inconscientemente queriendo cuidarla a pesar de que ya no estuviera ahí, y jamás pudiera volver a estar.
— Gracias, Daesu — agredeció sin más el imponente hombre. Mijin estaba furiosa por la indiferencia de su voz y rostro ante la noticia.
— Teniente Son —la mujer tras él, regulando el interrogatorio, le llamó con voz tranquila—. Puede tomar un descanso, el soldado Lee y yo continuaremos con el interrogatorio.
Un atisbo de duda se reflejó en sus ojos chocolate. Miró a ambos subordinados, después a los adolescentes y finalmente asintió.
— Está bien. Hagan su trabajo, soldados.
Tras decir eso, salió de su vista. Daesu se pasó una mano por el rostro, tratando de ser disimulado.
— ¿Por qué... nos abandonaron?
Nadie más que Daesu colaboró un poco. Resentimiento, ira, rabia, odio. En ese momento, ninguno sentía que pudiera confiar en aquellos adultos que debían haberlos protegido a tiempo, y culpabilizaban plenamente a aquellos que los dejaron tirados de las muertes.
Si hubieran tomado en serio su llamada, no tantos alumnos habrían muerto. Si no les hubieran dejado en la azotea, ni Joon-yeong, Cheongsan, JiMin, Miyeon o Woojin habrían muerto. Si no les hubieran olvidado, podrían haber estado viviendo aquello como una anécdota, escuchando a Miyeon subir el ánimo mientras contaba una de sus decenas de aventuras junto a Daesu por el bosque, lagos o almacenes abandonados.
Tras aquel nulo intento de sonsacar información, los devolvieron a las habitaciones. Debido a que habían llegado juntos les asignaron una enorme habitación con el espacio justo y suficiente para los seis, y de cierta manera fue lo que les dio la fuerza para desahogarse entre sí e intentar pasar página. Padres, hermanos, amigos. Lo habían perdido todo.
De vez en cuando, una psicóloga les iba a visitar. Hablaba de uno en uno, tratando de saber qué había ocurrido y cómo podía ayudar, y de cierta manera les ayudó bastante. A todos menos a Daesu, quien siempre mantenía la vista fija en la placa de identificación de la psicóloga: Choi Miyeon.
Todas las noches, sin falta, alguno de ellos sufría una pesadilla que les impedía dormir por el resto de la noche. Daesu, al tener tanto miedo de dormir, siempre ofrecía su hombro para que aquella persona pudiera descansar aún si él no podía. Las pastillas para dormir le obligaban a cerrar los ojos y descansar, pero los sueños que le acechaban le hacían despertar sudando y gritando.
En sus sueños, mientras comía, las tardes haciendo puzzles o leyendo revistas, mientras cenaba. Son Miyeon era como un fantasma sobre la espalda de Daesu, un fantasma que él mismo se negaba a dejar ir por desesperación.
— No puedes seguir así, Daesu — dijo una noche HyoRyung, sabiendo que él estaba despierto, mirando por la ventana las estrellas como desde hace dos meses—. Miyeon estaría muy triste.
— ¿Cuándo crees que nos pondrán pollo frito en la comida? — ignoró lo que dijo, susurrando eso con un hilo de voz. Sus menús no eran demasiado variados, y hasta el momento no habían comido ni un solo muslo de pollo frito como tanto parecía ansiar Daesu—. O hamburguesas con queso.
— Tal vez podemos pedirlo.
— Tal vez, sí.
Su voz se marchitó junto a su espíritu. Había adelgazado, estaba más pálido y desde hacía dos meses era misión imposible verle reírse o bromear. La partida de Miyeon había arrebatado a su vez una gran parte de Yang Daesu, y no había manera de traerla de vuelta.
Las dos semanas siguientes, cumpliendo así los tres meses, les dieron hamburguesas con queso. Aún cuando todos ya estaban descansando tras la cena, Daesu seguía mirándola como si fuera algo mucho más importante para él que su cena diaria. Mijin no podía mirarle tras haber matado con sus propias manos a Miyeon (o lo que quedaba de ella), pero aunque HyoRyung siguiera tratando de acercarse a Daesu para ayudarle Suhyeok la detuvo murmurando algo que era entre él y el recuerdo de Miyeon.
— Miyeon quería comer hamburguesas de queso en su cita con Woojin — eso les sacó a todos de sus propios pensamientos. Hari suspiró al escuchar el nombre de su hermano—. Seguro que también comió muchos brownies, y está con Woojin riéndose de los patos del lago.
— Seguro que se caería dentro por perseguir a uno — se atrevió a hablar Onjo, sonriendo levemente. Daesu asintió, sonriendo de igual manera.
— Seguro que sí, es Mimi — aquel apodo que llevaba evitando meses, salió de entre sus labios con naturalidad—. Mimi — repitió, como si le sonara extraño.
— Allá donde estén — dijo Suhyeok, pasándole un sobre más de ketchup a su amigo y tomando su mano—, son felices. Están con Joon-yeong, JiMin, Minjae, Gyeong-su, Cheongsan, Isak, Nayeon y el señor Nam — recitó los nombres. Nadie podía olvidarlos, ninguno de ellos—. Nosotros debemos ahora vivir por ellos, y cuidarnos como ellos querrían.
Daesu sollozó, apretando la mano de Suhyeok. Sentía que dejar ir finalmente a Miyeon sería espantoso, que le odiaría y la estaría fallando. Había olvidado por completo sus palabras, las palabras que había terminado escribiendo en un papel para recordarlas en caso de olvidarlas.
“Sé feliz". Aquellas dos palabras le destrozaban cada vez que las leía. ¿Cómo pensaba Miyeon en poder seguir siendo feliz sin ella a su lado? “Prométeme que seguirás intentándolo". Todos sus pensamientos, sueños y deseos orbitaban en torno a su recuerdo difuso. Temía olvidar su rostro, su sonrisa, su voz o la manera en la que reía.
“Cómete ese cubo de pollo frito en mi honor"
— Lo haré — dijo finalmente. Suhyeok sonrió limpiando sus propias lágrimas, orgulloso de verle al fin hablar con tanta decisión—. No puedo fallarle a Mimi. Viviré por ella — tras eso, le dio una fuerte mordida a la hamburguesa.
Tres meses y diecisiete días después de la instauración de la ley marcial en Hyosan, al fin se anulaba. Sin embargo, los ciudadanos residentes de Hyosan debían seguir en cuarentena por precaución al no conocer absolutamente nada del virus.
Sin embargo, la luz del sol les llegó cuando al fin salieron de las frías habitaciones rejadas, y el olor de la comida de las donaciones les hizo sonreír. Todas las verjas estaban llenas de bonitos lazos y papeles con dedicatorias a aquellos que ya no estaban, y las carpas se llenaban de gente moviendo cajas.
El primer día en el que pudieron al fin salir al exterior, Daesu se sintió atraído de inmediato hacia una cola que recibía platos de cartón. Conocía ese olor a la perfección, y cuando recibió en sus manos el recipiente con la comida que tanto había estado ansiando probar, salió corriendo hacia su pequeña carpa para poder disfrutarlo a solas.
El pollo frito estaba brillante, y aún se sentía caliente entre sus dedos. No tenía salsas o salero, pero en el momento en el que al fin pudo llevárselo a la boca fue lo más delicioso que había probado en su vida. Tal vez el sabor de la comida se estuviera mezclando con sus lágrimas, pero al fin estaba comiendo ese pequeño cubo de pollo frito en honor a Miyeon, y un peso se había levantado de su espalda. Había fallado cuidando a Woojin, pero aún podía comer todo aquello con lo que fantaseaban esos largos y duros días atrapados. Cubo de pollo frito, hamburguesa de queso, brownies con nata montada, helado de chocolate con chispitas, refrescos de cola... La lista era larga, pero recordaba cada una de sus palabras como si fueran un tema que había estudiado por años.
Quería recordar a Son Miyeon como su extravagante mejor amiga, no como la zombie que mordió a Woojin y murió atravesada. No merecía ser recordada de esa manera, no ella.
— Hey, Daesu — Suhyeok se asomó en su carpa cuando terminó hasta la última miga—. ¿Es pollo frito?
— Al fin — asintió. Suhyeok le rodeó con un brazo, sabiendo el motivo de su encierro—. ¿Qué pasa?
— Verás, no se lo cuentes a nadie pero...
Sin embargo, se lo contó a Hari nada más la encontró tratando de convencer a Mijin de dejar su protesta un rato. Esta, a su vez, amenazó con avisar a la poli si no iba, y como ya estaban todos HyoRyung se acabó enterando de todas maneras.
— ¿De verdad vais a venir todos? — preguntó sorprendida Onjo. Se suponía que iría sola, y ahora tenía a todos sus compañeros esperando para ir en equipo como hacía meses.
— No eres la única que se siente en deuda — admitió Hari—. Todos lo estamos. Y la soledad no alivia el dolor.
Junto al camino de la montaña, había un árbol repleto de comida. Sabiendo de esto, todos habían llevado algún tipo de carta, snack o papel que les recordara a sus amigos. HyoRyung sonrió cuando vio a Daesu dejar una caja de brownies de chocolate, y el envoltorio de la última barrita energética que comieron en el almacén.
— Joon-yeong, la próxima vez te traigo una caja — prometió. Tras eso, ató en una de las ramas un lazo mal cortado con un papel pegado. "Sumimisu", y en el papel los nombres de Woojin y Joon-yeong junto a un agradecimiento.
A pesar de que hubieran recogido las calles, el instituto seguía en ruinas por completo. Tenía papeles que lo marcaban como zona segura, algo que les hizo entrar aunque los recuerdos les mantuvieran alerta. Daesu recordaba cada pasillo, cada clase, cada momento junto a sus amigos. Recordó aquella vez en la que Miyeon inició una pelea de comida y la castigaron dos semanas, y como se confesó a gritos frente al laboratorio de ciencias.
Su vida siempre habían sido Susu y Mimi, y con la mitad de la ecuación vacía, no sabía que hacer ahora.
— ¿Quién la habrá encendido? — preguntó bajito HyoRyung. Daesu suspiró, mirando las llamas bailar entre las maderas cortadas.
— A lo mejor... unos chavales que han venido como nosotros — Mijin le dio una palmadita.
— No sé, lo mismo ha sido un youtuber fan de las casas encantadas o algo así — propuso.
— No — negó Onjo—. Ha sido Namra. Ha encendido la hoguera porque nos echa de menos.
— Habéis venido.
Todos se giraron de golpe automáticamente al escuchar su voz. La delegada seguía vistiendo parte del uniforme, y estaba tan guapa como el día que comenzó todo. No tenía ni un solo rastro de su transformación zombie, aunque ciertas heridas superficiales destacaran en su pálida piel. Se acercó sonriente, mirándolos a todos con alegría.
— ¿Sigo siendo la delegada? — rio—. Me gusta.
— ¿Estás bien, Namra? ¿Cómo han ido estos meses? — preguntó de inmediato Suhyeok.
— Os he echado de menos. A todos — miró a Daesu, y el hueco vacío a su lado.
— Namra...
— Quería ir a veros, pero no sabía si debía — sacó las manos de sus bolsillos, con el puño escondiendo algo—. Aquí tengo muchas coas que hacer, quedan unos pocos de los míos. Algunos huyeron del instituto, pero aún quedan unos pocos.
— No eres una zombie — negó Onjo—. No digas eso.
— Los adolescentes no somos niños ni adultos. Yo igual. No soy humana, ni tampoco un monstruo — bajó levemente la mirada—. Mediombi...
— Vente con nosotros, Namra — suplicó Onjo.
— Aunque no estemos juntos seguiremos siendo amigos, ¿verdad? — afirmó la delegada.
— Estemos donde estemos, seguiremos siendo amigos — confirmó Suhyeok con un tono cálido.
— No pido más — miró de nuevo a Daesu, avanzando hasta estar frente a él. Le sorprendió aquello, más que tomara una de sus manos y dejara un objeto en ella—. Esto te pertenece.
La pulsera de Miyeon, esa que aclamaba ser su favorita ya que tenía pequeños dijes que representaban a sus amigos más cercanos, estaba en sus manos. Había olvidado por completo cualquier reliquia personal que hubiera podido perderse en Miyeon, pero ver aquel trozo de cuerda con dijes coloridos le hizo caer en cuenta todo lo que extrañaba realmente estar junto a ella. Había olvidado que siempre llevaba cinco pulseras en la mano izquierda, y en la derecha tres. Que se pasaba el pelo tras la oreja, y la manera tan curiosa en la que se ataba los cordones tras los tobillos.
— Gracias delegada — agradeció de corazón, cerrando con fuerza la mano y apoyándola a la altura del corazón. Era lo único que tenía de Miyeon con él, al menos material.
Son Miyeon sería siempre esa grieta en su corazón, aunque a su vez ese rayo de esperanza que llegó a su vida como una suave brisa para quedarse en sus recuerdos. No quería recordarla con lágrimas, no quería recordarla sufriendo, no quería recordarla tirada en una abandonada calle manchada de sangre. Ella fue, es y será la adolescente más ruidosa, extravagante, inoportuna y espontánea que había llegado a existir, y merecía ser recordada como tal.
Mimi murió por Susu aún queriendo aferrarse a la vida, y Susu siguió viviendo por Mimi aún habiendo querido ser él quien muriera.
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𝑺𝑷𝑬𝑪𝑰𝑨𝑳 𝒁𝑶𝑴𝑩𝑰𝑬 𝑶𝑵𝑬: 𝑭𝑹𝑰𝑬𝑫 𝑪𝑯𝑰𝑪𝑲𝑬𝑵
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𝗤𝗨𝗔𝗥𝗔𝗡𝗧𝗜𝗡𝗘 𝗭𝗢𝗡𝗘
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Primer especiaallll
Primero que nada, espero que a pesar del odio hacia mis finales, os haya gustado gaman😍✨
Quedan dos especiales más, y el siguiente se llama "the nerd and the cheerleader", so poneros ready
después de acabar 100% con Gaman y Phobia, me pongo a tope con Idol y Makjang
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