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❁•° D O S °•❁

—¡Eres un idiota!

—¡Cállate!

—Chicos —habló Han Gil en un tono preocupante.

—¿Acaso no tienes ojos?

—Por favor, no te vas a morir por una simple dona.

En efecto, los tres chicos al salir del instituto decidieron pasar por la tienda de donas. Min Ki se encontraba tan feliz con aquel postre en la mano, por lo que no paraba de saltar durante el camino.

Sin embargo, al terminar con toda la paciencia de Chin Hwa, se acercó al castaño y le metió el pie para que terminara golpeandose en el suelo.

Y la dona; quedara totalmente aplastada.

—¡Tienes que comprarme otra!

—Lo haré, pero para tu cumpleaños.

—Pero si ya paso. —Hizo un puchero.

—Tendrás que esperar —contestó sin importancia.

—¿Ya terminaron? —Preguntó el menor desde el piso. La pelea había abarcado alrededor de cinco minutos, por lo que el chico al no ser visto, decidió tomar asiento en la banqueta para mirar la escena con bastante aburrimiento.

—¡Claro que no!

—No llegaré tarde a mi trabajo por la culpa de dos idiotas.

—Pues estos dos idiotas trabajamos en el mismo lugar que tú. —Sonrió Min Ki. —Tendrás que aguantar nuestra discusión, por toda la jornada.

El chico rodó los ojos y se puso de pie para comenzar su caminata hacia el pequeño y cómodo restaurante.

🗻

—¡Orden número cuatro! —Gritó el hombre desde la otra habitación.

Han Gil corrió a la ventanilla y tomó el pedido con sumo cuidado. Los tres amigos habían conseguido trabajo en un restaurante para turistas.

Cada día se encontraban con una nueva persona, ya sea proveniente de América o incluso de Europa. Algo que al castaño le emocionaba; pues cada vez más aprendía de nuevas vestimentas, idiomas y actitudes.

Pasó por unas cuantos lugares y retiró todo tipo de basura, Min Ki y Chin Hwa no paraban de discutir, y eso logró que se quedaran horas extras para lavar todo plato sucio.

Aquella discusión había incomodado a la clientela y el dueño del local no permitiría que ocurriera de nuevo. Al final de todo, Han Gil no podía evitar reír cada vez que recordaba la escena.

—Tigrecito. —Gritó el castaño.

Abrió los ojos como platos y se encogió por la vergüenza, usualmente Min Ki era llamado el rey de los apodos pues para cualquier persona le ponía un sobrenombre.

Pero al chico no le agradaba que lo llamaran por tigrecito.

Dejó la tela en la barra y se dirigió a su amigo, mientras mantenía algunas miradas de confusión. Sus mejillas habían empezado a arder.

—¿Qué necesitas? —Preguntó calmado.

—¿Podrías regañar a Chin Hwa? —Lo apuntó. —Cada vez que limpio la ventana ese imbécil pone su mano para que la vuelva a limpiar, esta es la sexta vez que sucede.

—Tal vez deberías de tranquilizarte y olvidar tu dona.

—¡Jamás!

—Mañana me aseguraré de que te compre otra.

—Está bien, está bien. —Se apoyó en la máquina de sodas. —Pero habla con él.

—Solo ignóralo, tengo mucho por hacer.

—¿Me dejarás? —Tocó su pecho indignado. —¿Acaso eres mi amigo?

—Exagerado. —Rodó los ojos y se alejó de su compañero.

—¡Han Gil! —Gritó, pero ni siquiera lo miró.

—Debes limpiar la ventana. —Habló el rubio. —Por accidente se me resbaló un vaso con gaseosa. —Sonrió y volvió a su puesto.

—Deseo tu muerte. —Murmuró molesto y nuevamente agarró el spray junto con el trapo.

Las horas pasaron con tranquilidad hasta que el reloj anunció las nueve, el bajo se hizo un cambio de ropa y salió del negocio junto con su mochila.

Pero antes de ello, sus amigos le insistieron para que se quedara mientras que ellos cumplían con su trabajo. Han Gil negó, deseaba regresar a casa y descansar un poco.

En los últimos días, los deberes del colegio y las salidas tardes del empleo lo tenían tan agotado.

A veces deseaba desaparecer unos cuantos días y disfrutar de la deliciosa brisa del mar. Justo el lugar que fue encontrado.

🌇

Dong Sun no despegaba la vista de aquel retrato, los recuerdos habían golpeado su cabeza y las lágrimas no tardaron en salir.

Aquel día era su primer aniversario y para recordarlo por el resto de su vida, Han Gil había tomado varias fotografías, pero su favorita era en donde ambos salían abrazados mientras que el mayor besaba la frente de su amado y por supuesto, una hermosa vista de la ciudad detrás de ellos.

Había llamado a Jung Hee a las altas horas de la noche para que tomara la cámara y sacara la foto. Con un retraso de veinte minutos llegó el mayor con la respiración agitada y su pijama desacomodada.

Tuvieron una agradable cena y bebieron algunos refrescos para que al final, miraran el cielo totalmente estrellado hasta el amanecer. Claramente, acompañados con un par de mantas y almohadas para que su espacio fuera mucho más cómodo.

Compartieron varios chistes, abrazos y besos. Esa noche fue espectacular e inolvidable para los dos; hasta que el menor perdió la memoria.

Golpeó su cabeza y pateó la mesita de noche, la habitación estaba en total oscuridad y los ruidos del exterior eran lo único que lo acompañaban.

Durante toda la tarde había llorado por él y tenía pocas energías como para seguir de pie.

No veía las cosas con claridad y nuevamente dió un gran tragó de esa botella. Sus pies temblaron y cayó al piso con brusquedad.

Una, dos, tres lágrimas salieron de sus pequeños ojos y se pasó la mano por la cabellera.

—¡Dong Sun! —Se escuchó del otro lado de la puerta.

El chico no respondió, en cambio, volvió a beber como si nada le importara.

—¡Abre por favor! —Unos cuantos golpes se escucharon. —Vamos a charlar.

El peli-negro no quería ver a nadie, necesitaba estar solo y deshacerse de todo su dolor.

Aunque el moreno seguía insistiendo, el chico no estaba de acuerdo en abrirle la puerta.

—¡Lárgate! —Gritó fastidiado.

—Estas ebrio, puedes cometer un accidente.

—¡No te metas!

—Déjame entrar.

—Sólo lo puede hacer Han Gil.

—Dong Sun, entiende...

—¿Qué él está muerto? —Rió sarcástico. —Vete a la mierda, tú y todas esas personas.

—No sigas —dijo tranquilo. —No te hagas más daño.

—Lo quiero ver.

—Todos deseamos eso. —Pegó su frente a la madera para después suspirar. —Pero, debemos aceptarlo.

—Al diablo con eso.

HyunJack.

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