01 ₊⊹ Tres segundos eternos
˖ ࣪ ִֶָ ャ
El sol matinal se filtraba a través de las cortinas del pequeño apartamento que Chaehyun compartía con su mejor amigo, Beomgyu. El espacio era modesto, pero acogedor, decorado con libros de anatomía, notas de clase y fotos de ambos en distintos viajes y celebraciones. Un estante improvisado sostenía plantas que ella cuidaba con esmero, un pequeño escape del estrés cotidiano.
Chaehyun bostezó mientras se levantaba de la cama. La rutina de estudiar enfermería en el Instituto de Salud era intensa, y los días parecían pasar en un borrón de prácticas clínicas, estudios nocturnos y turnos en el hospital local. Esa mañana tenían clases de farmacología, una asignatura que le exigía al máximo, pero que también le fascinaba.
—¡Chaehyun! ¡Vamos, o llegaremos tarde a clase! —gritó Beomgyu desde la cocina, donde preparaba dos tazas de café. Su voz animada siempre lograba arrancarle una sonrisa.
—¡Ya voy, ya voy! —respondió ella, apresurándose a ponerse la bata blanca y atar su cabello en una coleta desordenada.
Durante las horas de clase, Chaehyun no pudo evitar notar la emoción creciente de Beomgyu. Su amigo no dejaba de hablar del concierto de Akilla que tendrían esa noche en la ciudad vecina. Él era un fanático declarado de la banda, y había estado contando los días para este evento. Chaehyun, en cambio, no compartía el mismo entusiasmo. Apenas sabía quiénes eran los miembros y no entendía del todo la fascinación que generaban. Pero había prometido acompañarlo. Sabía lo mucho que significaba para él.
—Hoy será épico, Chaehyun. No tienes idea de lo increíbles que son en vivo. ¡Te vas a enamorar de la música! Y quien sabe, también de alguno de ellos —dijo Beomgyu con broma, durante el almuerzo.
—Si tú lo dices... —respondió ella con una sonrisa. Para Chaehyun, lo importante era ver a Beomgyu feliz.
Al terminar las clases, ambos corrieron de regreso al apartamento para cambiarse. Beomgyu, fiel a su estilo, eligió una camiseta con el logo de la banda y una chaqueta de cuero negra. Chaehyun, en cambio, optó por algo más sencillo: unos jeans ajustados y una blusa clara. Se miró en el espejo mientras se cepillaba el cabello. Algo en su reflejo le hizo detenerse por un momento, sintió una extraña sensación que no supo explicar.
—¿Lista? —preguntó Beomgyu desde la puerta, con las entradas en la mano.
—Lista. —respondió ella, respirando hondo.
Subieron al auto que ambos compartían, rumbo a la dirección del concierto. La carretera era fluida, no había mucho tráfico para ser el inicio del fin de semana, el atardecer pintaba el cielo con tonos naranjas y rosados. Chaehyun miraba por la ventana, sintiendo cómo algo dentro de ella se agitaba, como si el destino estuviera a punto de dar un giro inesperado. Beomgyu, sentado a su lado, no dejaba de hablar sobre las canciones que esperaba escuchar, su emoción crecía con cada segundo que pasaba.
Cuando llegaron al recinto del concierto, la atmósfera cambió totalmente. La fila de personas ansiosas por entrar parecía interminable, y el murmullo de la multitud creaba un zumbido constante. Chaehyun sintió una mezcla de nerviosismo y curiosidad. Algo en el ambiente era diferente, como si cada paso que daba la acercara a un momento crucial.
Y entonces, las puertas se abrieron, dando inicio al concierto de Akilla. Lo que Chaehyun no sabía era que, en ese lugar abarrotado de personas, su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
˖ ࣪ ִֶָ ャ
El aire vibraba con energía eléctrica, como una corriente invisible que se deslizó por cada centímetro del recinto. Las luces estallaban en destellos sincronizados con los acordes potentes de guitarras y tambores, creando un espectáculo de sombras danzantes sobre la multitud. Cada golpe de batería retumbaba en el pecho de los asistentes, como un eco del corazón colectivo. La multitud, un mar de cuerpos agitados y voces enardecidas, gritaba y coreaba cada letra con fervor, manos alzadas, ojos llenos de ilusión. Era un caos ordenado, una sinfonía de emociones desbordadas.
Chaehyun estaba allí, en medio de todo, sintiendo cómo cada nota de la música de Akilla le recorría la piel como un escalofrío. La atmósfera era densa, casi palpable, como si pudiera cortarse con un suspiro. Ella nunca había sido fanática de la banda; de hecho, estaba allí solo por su amigo, quien logró arrastrarla a aquel universo desconocido.
—¡No puedo creerlo, Chaehyun! —Beomgyu tuvo que gritar sobre el estruendo, sus ojos brillando de emoción—. ¡Es aún mejor en vivo!
Chaehyun sonrió, atrapada por el fervor de su amigo, pero su mente estaba en otra parte. Todo le parecía irreal, como un sueño vívido. Los colores, el sonido, la energía... todo era demasiado intenso, casi sobrecogedor. Sus ojos vagaron hacia el escenario, donde los miembros de Akilla dominaban la escena. Eran más que músicos; parecían criaturas de otro mundo, envueltos en un halo de misterio. Sus movimientos eran fluidos, casi hipnóticos, y cada gesto parecía perfectamente calculado para fascinar a la audiencia.
HueningKai, el vocalista principal, destacaba entre ellos. Su voz tenía una cualidad etérea, casi antigua, que resonaba en el alma. Cada nota parecía cargada de un poder invisible, capaz de encantar a quien la escuchara. Su cabello oscuro caía suavemente sobre su frente, enmarcando su rostro pálido y afilado, como una escultura de mármol. Pero eran sus ojos los que capturaban la atención: azules, profundos, como un océano helado bajo la luna.
Entonces sucedió.
Sus miradas se cruzaron.
Fueron solo tres segundos, pero a Chaehyun le parecieron una eternidad. Todo a su alrededor se desvaneció: el ruido, las luces, incluso Beomgyu, que seguía gritando emocionado a su lado. Todo quedó en silencio. Solo existían esos ojos azules, penetrantes, que parecían mirar más allá de su alma, desnudando sus secretos más ocultos.
Un frío intenso se deslizó por su columna vertebral, erizando cada centímetro de su piel. No era solo admiración o fascinación; era algo más profundo, primitivo, como si algo antiguo y olvidado despertara dentro de ella. Una conexión que no podía entender, pero que sentía en cada fibra de su ser.
Y, tan rápido como empezó, la conexión se rompió. HueningKai apartó la mirada, su expresión endureciéndose de inmediato. Sus facciones se tensaron, y Chaehyun pudo notar un destello de desprecio en su mirada, como si hubiera visto algo que lo enfureciera.
—¿Chaehyun? ¿Estás bien? —La voz de Beomgyu la sacudió suavemente, devolviéndola a la realidad.
—Sí... sí —respondió ella, intentando recuperar el aliento. Su voz temblaba—. Creo que fue la emoción del momento.
Beomgyu la miró con preocupación, pero no insistió. La música cambió de ritmo, y la voz de HueningKai se alzó con más fuerza, cargada de una intensidad casi dolorosa. Era como si cada palabra estuviera teñida de un conflicto interno.
Chaehyun no podía apartar la mirada de él. Algo había cambiado. Y, aunque no podía explicarlo, supo que, en ese instante, su vida había dado un giro que no tendría marcha atrás.
En el escenario, HueningKai cerró los ojos un instante, intentando recuperar el control que sentía resbalar entre sus dedos como arena fina. Su pecho subía y bajaba con una rapidez inusual, la sensación de ahogo luchando contra siglos de una calma que creía inquebrantable. Esa mirada... Aquella humana... Era imposible. Inconcebible. La repulsión que le causaba la idea se mezclaba con algo más peligroso, una inquietud antigua que no quería reconocer.
No puede ser ella. No puede ser... mi conexión.
Su mirada se oscureció, las pupilas dilatándose como un depredador acorralado. Había jurado, tantas veces, resistir al destino y a las malditas tradiciones que sus ancestros veneraban. No necesitaba de una conexión predestinada. Mucho menos con un ser humano, frágil y efímero, que solo traería debilidad y caos.
—HueningKai. —La voz grave de Yeonjun lo sacó de sus pensamientos. El líder de la banda se acercó, sus dedos recorriendo las cuerdas de su guitarra con precisión automática, mientras sus ojos escudriñaban a su amigo con preocupación—. ¿Todo bien?
HueningKai apretó la mandíbula, la aspereza en su voz revelando la tormenta interna. —No. Esto no debió pasar.
Yeonjun asintió, el peso de siglos reflejado en sus ojos oscuros. Sabía lo que esa mirada significaba. Había esperado este momento, temido este momento. —El destino es una bestia caprichosa, Kai. Lo sabías. Tarde o temprano, tendrías que enfrentarlo.
—No con una humana. —El desprecio en su voz era evidente, pero también lo era el temblor camuflado.
Yeonjun dejó escapar un suspiro. —No podemos elegir, pero sí podemos decidir qué hacer con lo que nos toca. —Sus palabras quedaron suspendidas entre ellos, cargadas de un peso que solo podían comprender aquellos que habían vivido lo suficiente para conocer las crueles ironías del tiempo.
HueningKai no respondió. Sus ojos volvieron a buscar en la multitud, como si pudiera borrar con la mirada aquel encuentro. Pero allí estaba ella, en medio de la masa vibrante de cuerpos y luces, con una expresión que no comprendía del todo. Algo había cambiado en ella también; podía verlo en la forma en que sus ojos brillaban, como si hubieran despertado de un sueño profundo.
Chaehyun, por su parte, sentía un cosquilleo extraño en el pecho, una sensación que no lograba identificar. Era como si una corriente invisible la envolviera, tirando de ella hacia algo desconocido. Todo a su alrededor seguía siendo un caos de luces y sonidos, pero una parte de ella se sentía extrañamente conectada a algo más... profundo.
—¿Chae? —Beomgyu la miró, su rostro preocupado—. ¿Seguro que estás bien?
Ella asintió, aunque en su interior sabía que no era así. Ese breve cruce de miradas, parecía haber despertado una verdad que había estado dormida durante toda su vida.
—Beomgyu, creo que necesito salir un momento. —Su voz apenas fue un susurro.
—¿Quieres que vaya contigo?
Ella negó con la cabeza. —No. Quédate. Sigue disfrutando del concierto, no puedes perdertelo.
Beomgyu dudó, pero finalmente asintió, su mirada siguiéndola mientras se abría paso entre la multitud. Chaehyun necesitaba aire, espacio para entender lo que acababa de sentir. Al salir del recinto, el frío de la noche golpeó su rostro como una bofetada que la devolvió a la realidad.
El aire nocturno era pesado, cargado de humedad y el eco distante de la música que aún resonaba. Chaehyun se frotó los brazos, tratando de calmar el temblor que no sabía si era por el frío o por la inexplicable sensación de vacío que le recorría el cuerpo. Era como si algo dentro de ella se hubiera quebrado, una fisura que revelaba un abismo desconocido.
Sin darse cuenta, sus pasos la llevaron más lejos del bullicio, hacia un rincón oscuro y silencioso del recinto. Allí, las luces de neón eran reemplazadas por el tenue resplandor de un farol solitario, y el murmullo de la multitud daba paso al crujido de sus zapatos sobre el asfalto húmedo.
Y lo sintió.
Una presencia.
Chaehyun se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza. No podía verlo, pero lo sabía. Alguien estaba allí, observándola.
—¿Huyendo del espectáculo? —La voz llegó desde las sombras, baja y cargada de ironía.
Chaehyun giró bruscamente, y allí estaba él, emergiendo del manto de oscuridad como un espectro. HueningKai. El hombre del escenario. El hombre de los ojos que habían desenterrado algo profundo en ella.
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, retrocediendo un paso.
HueningKai no respondió de inmediato. Sus ojos, fríos como el hielo, la estudiaron con detenimiento, como si tratara de descifrar un enigma imposible. Finalmente, avanzó, y cada paso suyo parecía retumbar en el silencio de la noche.
—No eres especial. —Sus palabras fueron como un látigo, cortantes y crueles—. Pero el destino, ese maldito destino, siempre encuentra formas de arruinarlo todo.
Chaehyun frunció el ceño, intentando entender. —¿De qué estás hablando? ¿Qué destino?
—No tienes idea de lo que estás diciendo. —La risa de HueningKai fue amarga, como un eco de dolor reprimido. Su mirada se oscureció aún más mientras cerraba la distancia entre ellos.
Chaehyun quiso retroceder, pero sus pies parecían pegados al suelo. La intensidad de su presencia era sofocante, como si el aire a su alrededor se hubiera vuelto denso, cargado de algo que no podía definir.
—Mírame. —La orden llegó con un tono firme mientras él la sujetaba de los hombros.
—¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame! —Chaehyun trató de zafarse, pero sus manos eran como acero, inmóviles.
—Mírame —repitió él, inclinándose hacia ella, sus ojos resplandeciendo con un brillo extraño.
Chaehyun levantó la mirada, y entonces sucedió. Un calor extraño la recorrió, como si estuviera siendo absorbida por un torbellino invisible. Los ojos de HueningKai la atraparon, profundos y llenos de un poder desconocido. Sintió que algo dentro de ella se agitaba, una fuerza que respondía al llamado de esos ojos, pero que al mismo tiempo luchaba por liberarse.
—¿Qué estás haciendo? —jadeó, su voz apenas un susurro.
HueningKai apretó los dientes, su frustración evidente. No funcionaba. Por más que lo intentaba, no podía romper el vínculo que se había formado entre ellos. Y eso solo lo enfureció más.
—¿Por qué tú? —gruñó, como si hablara consigo mismo. Su agarre se tensó, y por un momento, Chaehyun pensó que iba a golpearla.
Pero no tuvo la oportunidad.
—¡Kai! —La voz de Yeonjun resonó como un trueno, cortando el aire entre ellos.
De repente, una mano firme se posó en el hombro de HueningKai, obligándolo a retroceder. Chaehyun jadeó, llevándose las manos a los hombros mientras trataba de recuperar el aliento.
—¿Qué demonios estás haciendo? —demandó Yeonjun, su mirada fija en HueningKai con una mezcla de desaprobación y preocupación.
HueningKai apartó la mano de Yeonjun de un golpe, pero no respondió. Sus ojos seguían clavados en Chaehyun, llenos de una intensidad que parecía capaz de consumirla.
—Esto no ha terminado. —Fue todo lo que dijo antes de desaparecer en las sombras, como si nunca hubiera estado allí.
Yeonjun se quedó en silencio por un momento, su rostro tenso mientras observaba el lugar por donde HueningKai se había ido. Finalmente, giró hacia Chaehyun, su expresión suavizándose ligeramente.
—¿Estás bien? —preguntó, con un tono que revelaba genuina preocupación.
Chaehyun asintió lentamente, aunque su mente aún intentaba procesar lo que acababa de suceder.
—¿Quién... quién eres tú? ¿Quién es él? —balbuceó, incapaz de contener las preguntas que se agolpaban en su mente.
Yeonjun la miró fijamente, como si considerara qué tanto debía decirle.
—Es complicado. —Suspiró finalmente—. Pero será mejor que te mantengas alejada de él. De nosotros.
Chaehyun frunció el ceño, una mezcla de miedo y confusión en su mirada. Pero antes de que pudiera preguntar más, Yeonjun ya se había marchado, dejándola sola en la penumbra.
Esa noche, mientras el eco del concierto aún resonaba en la ciudad, Chaehyun supo que su vida ya no sería la misma. Había caído en un mundo que no entendía, un mundo lleno de secretos y sombras. Y ahora, el destino la había marcado.
甲 。 ﹫nota de escritora ᨓ
Bienvenidxs a esta nueva historia, llena de misterios y un romance oculto. Espero que cada capítulo sea de su agrado.
Solo quiero aclarar que este fanfic es completamente ficticio y tienes la libertad de imaginar de todo.
Disfrútenlo.
See you | 🩵
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro