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CHAPTER THIRTY-TWO
❝vacío❞
stranger things season 3 | act. three











tres meses después

VACIO.

Tres toques en la puerta lo alertaron, logrando que saliera de su ensoñación y mirara hacia arriba.

Nancy lo miro con una mezcla de compasión y tristeza y Alex lo detestó, siempre había odiado que la gente le tuviera lastima. Desde el funeral de su mamá y las falsas palabras de todos con las miradas de lástima que le dieron. Algunos sabían que el la había encontrado, otros solo sentían compasión pues medio Hawkins era religioso y el suicidio no es algo bueno para ellos.

¿Cómo podría ese niño tener una vida plena cuando su madre estaba en el infierno?

—No lo digas.

—¿Estás bien?

Vacío.

—Sí —dijo inmediatamente antes de levantarse en la habitación vacía—. ¿Ya se van?

Nancy suspiró, sabiendo que el no estaba bien. ¿Cómo podría estarlo? No tenía sentido. Ella sabía que el no iba a demostrarlo pero se le hacía raro verlo tan... animado.

Ni una sola lágrima había salido de esos ojos azules y le preocupaba.

Ella había estado ahí cuando el estaba mal, la imagen la aterrorizaba cada día. Pensar en el volviendo a llegar a ese punto le aterraba y había un constante sentimiento de culpa que la asechaba desde cerca, como si ella pudiera hacer algo por salvarlo de ese miserable dolor.

Pero no, el se había mantenido sonriente, consolando a Once y a Joyce. Incluso fue un soporte para Max, que también fingía que nada pasaba pero a los ojos de Nancy era evidente. Siguió su vida normal, continuó tocando con su banda en ese estúpido bar, siguió componiendo música, siguió riendo como si nada hubiera pasado.

Y ella no podía evitar preguntarse que pasaba por su cabeza cada día. ¿Cómo era capaz de levantarse cada mañana y ser esa versión de Alex tan alegre y carismática? Ella no hubiera sido capaz de hacer nada luego de todo eso.

Es decir, sabía que todos viven el duelo de distinta manera pero esto no podía ser sano, ¿verdad? Sabía que había personas que ignoraban el dolor por un tiempo pero nunca duraba más que un par de semanas.

¿Tres meses?

—Sí —dijo, buscando desesperadamente por cualquier señal—. Ya terminaron de subir las cajas, solo falta que tu te despidas.

Alex asintió, sonriendo antes de salir de la habitación y apenas le dio la espalda a Nancy quitó la sonrisa, aguantando bien adentro el nudo de su garganta. De todas formas ya se había acostumbrado, ese nudo no había desaparecido en todo este tiempo. Tomó la caja que había guardado y salió de la casa, encontrándose con todos afuera.

Jonathan fue el primero en verlo, acercándose para abrazarlo. Escondió la cara en el cuello de su amigo, cerrando los ojos y murmurando.
—Te voy a extrañar.

Alex lo abrazo con fuerza, como si tuviera miedo de que fuera a convertirse en polvo.
—Disfruta California por mi, ¿quieres?

Jonathan lo soltó, con lágrimas en los ojos y abrió la boca, como si fuera a decir algo más pero se arrepintió a último segundo y le dio una sonrisa triste.

Alex no lo pensó demasiado, le sonrió de vuelta, con la actitud positiva que había mantenido todo este tiempo y caminó hacia Will. Nunca habían hablado mucho pero ya que estuvo quedándose con ellos durante este tiempo le había agarrado cariño.

—Cuídala —le dijo, con tono juguetona y Will sonrió.

—Creo que ella me va a cuidar a mi —se burló y Alex le desordeno el cabello.

La siguiente fue Joyce que lo miro con pena. Alex ahogó la amargura en su boca.
—Aún puedes cambiar de opinión.

Vacío.

Alex le sonrió pero negó.
—Gracias, pero no puedo.

¿Como podría? El ya era mayor de edad, no era responsabilidad de Joyce cuidar el. El tenía trabajo, tendría que conseguirse algún lugar donde vivir. Joyce no estaba obligada a cuidarlo, Alex sabía que solo se lo había ofrecido porque que se sentía culpable de alguna manera.

No sabía que había pasado ahí abajo pero vamos, el no era estúpido. Cualquier persona con dos dedos de frente lo notaría, bastaba con mirarla a los ojos por más de dos segundos.

Joyce sentía que se lo debía a Hopper, y se llevaría a Once por eso.

Vacío.

La mujer lo abrazó maternalmente, acariciando su cabello.
—La voy a cuidar, ¿sí? Es una promesa.

Alex se tragó la culpabilidad y asintió, apenas. No pudo evitar inclinarse en su abrazo, una parte de el aceptando el pequeño comfort que le traía.
—Ama los waffles, especialmente los Eggo's, también el helado de chocolate y el jugo de naranja en la mañana. Ama la música de The Smiths y a veces tiene pesadillas, por si llega a su habitación en medio de la noche. Le gusta leer, no sabe muy bien pero le gusta y uhm... Las películas t-también...

Su voz se rompió por lo que se tomó unos segundos para respirar. Joyce se alejó lo suficiente para verle la cara y sus ojos se llenaron de lagrimas. Alex respiró, tenso, hasta que recupero la fuerza de voluntad.
—La llamaré los domingos a las siete, ¿está bien?

Vacío.

Joyce sonrió con ternura y los ojos llorosos antes de asentir, acariciando la mejilla del chico con cariño.
—Las veces que quieras.

Los dos se separaron y finalmente Alex llegó a Once, que ya estaba llorando a mares. El chico sintió su corazón hundirse y la abrazó, tan fuerte como pudo. Por unos segundos ninguno de los dos dijo nada, Alex la dejo llorar pero el no se dejo derramar ni una sola lágrima.

No, no tenía derecho.

—Toma —le dijo, entregándole la caja.

Once sorbió su nariz, y abrió la caja frunciendo el ceño con confusión.
—¿Tu tocadiscos?

—Quiero que lo tengas —dijo, sonriendo triste—. El disco de The Smiths esta ahí y te compré el de Super Trouper de ABBA.

Once volvió a llorar y a abrazarlo. La mirada de Alex se perdió entre los árboles mientras el pegaba los labios al cabello de la niña.

Vacío.

—Cuídate, ¿sí? —murmuró en voz baja—. Si alguna vez quieres venir yo te compro un pasaje en avión. Manejare hasta allá si es necesario. Solo tienes que llamar.

Once asintió antes de separarse e irse al auto. Lo siguiente pasó como un recuerdo, rápido y borroso. Alex observó sin expresión el camión de mudanza alejarse junto al auto. Los niños se fueron en sus bicicletas, Nancy también se fue aunque Alex no supo cuando.

El de alguna manera llegó a la cabaña, con una botella de vodka a la mitad en la mano y una pequeña bolsa de hierba en la otra mano.

Sus mejillas estaban mojadas al igual que su cuello, su nariz estaba tapada, sus ojos ardían como los mil demonios, su cuerpo temblaba, incluso cuando el no sentía frío y sus tobillos le dolían tanto que casi se cae, pero lo ignoró.

Arrastró los pies por la cabaña destruida, pateando los pedazos de madera y los restos de vidrio con los pies hasta que llego a su antigua habitación.

Había estado aquí antes, para sacar lo esencial antes de quedarse con los Byers por tres meses. Sus cosas ya no estaban ahí, estaban en el maletero de su auto.

¿Dónde tenía que ir ahora?

Se sentó en el suelo, dándole un gran trago a la botella y agarró la pequeña bolsa de hierba entre los dedos. Recordó la base rusa, y lo callada que había estado su cabeza. La manera en que su cuerpo se sentía ligero y entre más lagrimas lo abrió, sacando un moledor de su bolsillo.

¿Cuando había conseguido todo esto? No lo recordaba. Siento honestos, no recordaba la mayoría de todo lo que había pasado desde esa noche.

Es fácil fingir que tu cerebro no deja de funcionar cuando tu cuerpo entero se siente dormido. Cuando sientes que estas atrapado dentro de tu cuerpo, sin realmente poder controlar como actúas, ocultando esa sensación claustrofóbica.

Sentir que el tiempo se te escapa entre los dedos como si fuera arena.

Se armo el cigarrillo y lo giró, una y otra vez entre sus dedos. No debería, carajo, claro que no. Había renunciado a todo eso un largo tiempo atrás pero la presión en su pecho que no lo había dejado tranquilo desde ese día y lo estaba carcomiendo vivo.

«Todo va a salir bien y cuando esto termine, iremos a un restaurante a comer pizza, ¿hecho?»

Vacío.

Vio la botella vacía en la oscuridad, no supo cuando se hizo de noche y no le importaba. Su respiración se agitó y se agitó hasta que con un grito tomó el mango de la botella se vidrio y la lanzó contra la pared, logrando que se rompa en miles de pedazos.

Pateo la base de su antigua cama, rompiendo aún más la madera, lanzó los pocos muebles aun existentes y dejó la habitación entera hecha un enorme caos de polvo y basura antes de caer de rodillas y llorar aún más fuerte, si es que eso era posible.

Tres meses sin derramar una sola lágrima. Tres meses sin permitirse sentir por miedo. Tres meses donde fingió estar bien. Tres meses fingiendo que su vida no se había detenido ese día en el centro comercial. Tres meses fingiendo como siempre había hecho.

Recordó a su madre, en la bañera. La carta. El señor que se hace llamar su padre. Los golpes. Los gritos. El miedo. El dolor. Las drogas. El alcohol. A Nancy. A Once. A Hopper. Lo recordó todo. Todo desde lo más lejano de su memoria.

Vacío.

—Deja de llorar —se repitió, tomando el encendedor entre sus dedos—. Deja de llorar.

Patético.

Una última vez.

Solo necesitaba callar a su cerebro.

Una última vez.

Última, última, última, última...

El cigarro salió volando de sus manos y Alex miró hacia arriba, encontrándose con Nancy mirándolo con los ojos llorosos.

Patético.

—Oh, Alex...

Ella se arrodilló y el se recostó en sus piernas, llorando como un niño pequeño. Asustado, triste, angustiado, enojado, desesperado.

—L-Lo siento —sollozó, llorando tanto que le costaba respirar—. Lo siento, lo siento. Lo siento..

—Shhh —murmuró ella, acariciando su cabello en un intento en vano de consolarlo—. Todo va a estar bien. Vas a estar bien, Alex. Estarás bien.

Y el chico solo pudo pensar que quizá el no estaba destinado a ser feliz.

Había estado feliz estos últimos meses, mucho, pero la vida para el siempre había sido una balanza, un sube y baja en constante movimiento y cada vez con más peso de un lado. Momentos de felicidad y luego dolor, mucho, mucho dolor.

Era demasiado bueno para ser verdad.

Obviamente cuando su vida por fin tenía sentido y tenía una familia que lo quería, amigos que de verdad le caían bien y una casi novia perfecta a sus ojos, algo tenía que salir mal. ¿Ahora que tenía? Aún tenía a Nancy. A Dustin, Steve, Robin...

No estaba solo, no estaba solo, no estaba solo.

Lo repitió como un mantra en su cabeza, desesperado por no volver a caer en la trampa del dolor.

Tan solo pensar en volver a sentirse como se había sentido años atrás lo ahogaba, como si ese mismo dolor jamás se hubiera ido. Se sintió como si hubiese empujado ese dolor lo más lejos que pudo y lo encerró en el fondo de su cerebro, ignorando que existía. Y el dolor lo había estado observando, pacientemente, entre las sombras.

Esperando.

Esperando a que algo pasara para romper el candado y escapar, atacarlo de nuevo, apuñalándolo una vez más, justo en el corazón.

¿Cómo podría alguien como el merecer tanta paz como la había tenido?

No, el mundo tenía que recordarle, recordarle como se siente. Porque Alex siempre había estado solo, y acostumbrarse a estar acompañado había sido su error.

Gran y estúpido error.

Vacío.

























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