031. the battle of starcourt
CHAPTER THIRTY-ONE
❝la batalla de starcourt❞
stranger things season 3 | act. three
ALEX ABRAZÓ A LA NIÑA extremadamente preocupado mientras ella lloriqueaba y soltaba cortos gritos de dolor.
—¿Qué es eso? —preguntó Erica asqueada.
—Tiene algo adentro.
—Que siga hablando —dijo Jonathan levantándose antes de salir corriendo—. ¡Que no se duerma!
—Vas a estar bien —murmuró Alex acariciando levemente su cabello—. Todo va a estar bien. Te tengo, Ce. No te duermas.
—No es tan grave, en realidad —dijo Robin con voz temblorosa—. A la arquera de mi equipo de fútbol, Beth Wildfire, se le salió el hueso de la rodilla, como quince centímetros. Horrible.
—Robin —dijo Steve.
—¿Sí?
—Eso no ayuda.
—Lo siento.
Jonathan volvió con un cuchillo y Alex casi se pone a llorar.
—De acuerdo. ¿Ce? Esto te va a doler mucho.
—Está bien —dijo ella apretando el brazo de Alex como si su vida dependiera de ello.
—Quédate muy quieta —pidió el chico poniéndose guantes de plástico—. Toma, puedes morder esto, ¿sí?
Once tomó el cucharon de madera y lo mordió. Alex la abrazó otra vez, cerrando los ojos y apoyando la frente en la cabeza de Once. Mike murmuró un "hazlo" y Jonathan comenzó a cortar la herida, haciendo que Once volviera a gritar, enterrando las uñas en la piel de Alex. El mayor cerró los ojos con fuerza, sosteniéndola.
Once gritó aún más y todos hicieron sonidos de asco. Alex no se atrevió a abrir, sintiendo las uñas de once clavadas en su antebrazo pero no dijo nada.
—¡Jonathan! —dijo Nancy con preocupación.
—¡No hables! ¡Maldita sea!
—¡No! —gritó Once escupiendo la cuchara—. ¡Basta! ¡Para!
Jonathan la soltó, con las manos temblando y Once soltó el brazo de Alex, sentándose. El ojiazul observó la herida con ojos casi llorosos y respiro hondo.
—Puedo hacerlo yo —dijo Once con un hilo de voz—. Puedo hacerlo yo.
Apoyo la espalda en el pecho de Alex y extendió la mano hacia su pierna. La herida empezó a moverse y luego de un grito más, la ventana de la tienda detrás de ellos se hizo pedazos, los vidrios cayendo sobre ellos y una especie de gusano salió de la pierna de Once antes de que ella lo lanzara hacia la otra punta del pasillo.
Se escuchó una enorme pisada y todos vieron a Hopper, Joyce y... ¿Murray?
—El Desuellamentes creó este monstruo en Hawkins para detener a Ce, matarla y entrar a este mundo —explicó Mike.
—Y casi lo logra —dijo Max—. Eso era solo una pequeña parte.
—¿Qué tamaño tiene? —preguntó Hopper, abrazando a Once con un brazo y rodeando los hombros de Alex con el otro.
—Es grande —dijo Mike.
—Eso es lo que ella...
Nancy le dio un golpe en el hombro y Alex se calló. Antes de que pudiera hablar, Jonathan se le adelantó.
—Nueve metros como mínimo.
—Destruyó tu cabaña —agregó Lucas con una mueca—. Lo siento.
—A ver si entendí —dijo Steve—. ¿Esa especie de araña gorda que lastimó a Ce es parte de un arma gigantesca?
Nancy asintió y Steve siguió.
—Pero en vez de tornillos y metal, el Desuellamente construyó su arma con gente derretida.
—Exacto —dijo Nancy.
—Que bueno —asintió el chico con sarcasmo—. Solo quería confirmar.
—¿Estamos seguros de que aún está vivo?
—Ce le dio una paliza, pero sí, sigue vivo —aseguró Max.
—Cerrando el portal...
—Separamos la mente del cuerpo.
—Y lo matamos —terminó Lucas—. En teoría
—¡Miren! —gritó Murray aleteando planos por el aire, a lo que Alex rodó los ojos—. Esto es lo que Alexei llamaba "el centro". El centro lleva a la sala de la bóveda.
—¿Dónde está el portal? —preguntó Hopper.
—Aquí mismo —continuó el de lentes—. Desconozco la escala, pero debe estar cerca de la sala de la bóveda, quizá a unos quince metros.
—Más bien ciento cincuenta —dijo Erica cruzándose de brazos. Murray la observó con cejas alzadas—. ¿Entrarán alegremente como si fuera Disneyland comunista?
Hopper alzó las cejas sorprendido y Alex ahogó una risa.
—Perdón, ¿quién eres tú? —preguntó Murray.
—Erica Sinclair. ¿Quién eres tú?
—Murray Bauman —contestó.
—Escuche, señor "Bunman", no le diré cómo hacer las cosas, pero pasé veinticuatro horas en ese pozo inmundo. Con todo respeto, si hacen lo que dice este hombre, morirán todos.
—Perdón, ¿por qué me habla esta niña de cuatro años? —preguntó el de lentes frunciendo el ceño.
—Tengo diez años, calvo desgraciado —dijo Erica y Alex se tapó la boca para no reírse.
—¡Erica! —le dijo su hermano.
—Es la verdad.
—Tiene razón —dijo Hazel—. Así van a morir, pero puede evitarlo.
—Permiso —dijo Dustin acercándose a los planos—. ¿Me permite?
—Adelante —dijo Murray de mala gana.
—¿Ven esta sala de aquí? Es un depósito. Hay una escotilla que va al sistema de ventilación subterráneo. Eso lleva a la base del arma. Ahí abajo es un laberinto, pero Erica, Hazel y yo podemos guiarlos.
—¿Ustedes pueden guiarnos? —preguntó Hopper.
—Descuide, usted lucha y hace lo peligroso y heroico, y nosotros somos sus... navegantes —dijo Dustin asintiendo.
—No —dijo Hopper sonriendo sarcástico—. No.
Se dispersaron, Hopper tomando un rifle del cuerpo inertes de un ruso. Alex se sentó en la fuente, con el pecho apretado pero sin saber porqué.
Nancy se sentó a su lado y le sonrió.
—Te ves terrible.
—Gracias —dijo el, sonriendo un poco.
Nancy apoyó la cabeza en su hombro y suspiró.
—Tienes la nariz rota.
—Lo supuse —dijo el, dandole un beso en la cabeza—. Me duele.
Nancy se volteó para mirarlo.
—¿Confías en mi?
—Solo hazlo —dijo el, cerrando los ojos.
Nancy puso ambas manos en la nariz de el y con un solo movimiento, volvió a poner el hueso en su lugar. Alex ahogó un chillido y cuando Alex lo soltó el abrió los ojos.
—Gracias.
—¡Atrapa! —gritó Hopper y le lanzó una radio a Dustin—. Pueden navegar, pero desde un lugar seguro.
—La señal no llega —dijo Erica.
—Con esto no —negó Dustin—. Necesitas una frecuencia alta para retransmitir de la torre rusa. Necesitas alguien que conozca la sala de comunicaciones y cuente con una torre artesanal superpoderosa, preferentemente ubicada en el punto más alto de Hawkins. Espera, alguien como yo. Podemos hacer de navegador. Pero danos la ventaja. Y un auto.
Steve, Robin, Hazel, Erica y Dustin se fueron en el auto de Murray. Alex decidió quedarse, tenía un mal presentimiento y no quería alejarse de Once.
—Tengo poca energía, pero... —empezó Once—, me repondré.
—No lo dudo, hija —dijo Hopper—. No lo dudo.
—Puedo pelear —aseguró la más pequeña.
—Mejor que todos nosotros —sonrió Hopper—. Pero ahora te necesito a salvo. Esa cosa te busca a ti. No a mí. No a Alex. ¿Entiendes? Oye... Necesito saber que me entiendes.
Once asintió, con los ojos llorosos y Alex no pudo evitar sentir que esto era una despedida.
—Hop —lo llamó, con un nudo en la garganta—. ¿Podemos hablar un segundo?
El asintió y le dio un corto beso en la frente a Once antes de alejarse junto a Alex.
—¿Qué pasa?
Los ojos del chico se llenaron de lagrimas y estuvo en silencio un par de segundos antes de hablar.
—Ten cuidado, por favor —murmuró—. Son peligrosos, a Steve y a mi nos torturaron. Es decir, mírame la cara. El punto es... si algo te pasara...
—No va a pasarme nada —lo interrumpió, apoyando la mano en el hombro del menor—. Alex, voy a estar bien.
—Once te necesita —dijo el, intentando no largarse a llorar—. Papá, yo te necesito.
Hopper se quedó en silencio, alzando las cejas un poco y Alex negó.
—Lo siento, yo no...
El adulto lo rodeó con los brazos, sosteniendo su cabeza contra su cuello y Alex soltó dos lagrimas, apegándose más a el.
—Eres un buen chico, Alex —murmuró el adulto—. Se que te cuesta creerlo pero es la verdad. Cuídate mucho y a ella también. Se que saben pelear y diablos, son duros de roer pero de todas formas. Mientras yo este allí abajo, tu estas a cargo.
Los se separaron y Alex se limpió las lagrimas rápidamente. Hopper le desordeno el cabello y le sonrió.
—Todo va a salir bien y cuando esto termine iremos a un restaurante a comer pizza, ¿hecho?
Alex asintió y sonrió.
—Hecho.
—Hey —llamó Mike—. Ya debemos irnos.
Once llegó corriendo y los abrazó a los dos. Cuando se separaron, Alex se agachó y Once se subió a su espalda de forma de caballito. Caminó junto a Max y Mike hasta que Hopper habló.
—¿Mike?
El chico se dio la vuelta y luego de un suspiro, Hopper continuó.
—Ten cuidado.
Cuando salieron del centro comercial, Once gruñó de dolor y Max alzó la cabeza frunciendo el ceño.
—Ce, estas sangrando.
—¿Te sientes bien? —preguntó Mike.
—Sí —murmuró ella.
Max abrió la puerta trasera del auto, y Alex se dio la vuelta, agachándose hasta que Once quedó sentada. Mike, Alex y Once se subieron ahí mientras Will, Lucas y Max se subían en los asientos traseros, Nancy en el piloto y Jonathan en el copiloto.
Pero el auto no prendía.
—No puede ser. ¡Vamos!
—¿Tu mamá no acaba de comprarlo? —preguntó Lucas.
—Sí —dijo Nancy frustrada—. Seguro no es nada.
—¿Olvidaste apagar las luces? —preguntó Will.
—No.
—¿Tenemos combustible?
—¡Sí! ¡Vamos!
Jonathan alejó su brazo de la llave con preocupación.
—Basta. Levanta el capó.
El chicos salió del auto y camino hacia la parte de adelante mientras Nancy lo abría y salía también. Alex bufó y abrió la puerta, caminando hacia sus amigos.
—¿Qué pasa?
—Falta el cable de encendido —dijo Jonathan confundido.
El sonido de un motor lo alertó y los tres se giraron, las luces de un auto brillantes desde la otra punta del estacionamiento. Alex gritó.
—¡Adentro! ¡Todos adentro!
Los más pequeños del grupo empezaron a salir a tropel del auto. Alex tomó a Once como princesa y todos corrieron hacia adentro.
—Tropa Scoops, repito, ¿me copian? —repitió Mike en la radio por milésima vez—. Estamos atrapados en Starcourt. Necesitamos transporte de emergencia. Tropa Scoops, ¿me copian? Billy nos encontró.
—Le voy a sacar la lengua —dijo Alex caminando de un lado a otro.
Tenía una pistola en la mano, que había encontrado en el cuerpo de un ruso y jugaba con ella nerviosamente.
Nancy sacó otra pistola y Max suspiró.
—Lo mataran, ¿no?
—Sí/Esto es por precaución —dijeron Alex y Nancy al mismo tiempo.
La chica le dio un golpe en el brazo y Alex se quejó.
—Precaución, total precaución.
—No solo contra Billy —dijo Will—. Si sabe que estamos aquí, el Desuellamentes también.
Mike volvió a repetir la misma frase, caminando por todo el centro comercial. Nancy vio el auto que Once había lanzado por los aires.
—Ni soñar con que ande, ¿no?
—No necesitamos que ande —dijo Jonathan con las manos en sus caderas—. Solo el cable de encendido.
Cinco minutos después, todos menos Once y Will estaban intentando dar vuelta el auto pero era más pesado de lo que esperaban.
—¡Empujen! ¡Mierda!
—Déjenme probar —pidió Once.
—Deberías descansar —dijo Alex limpiando una gota de sudor de su frente.
—Puedo hacerlo —insistió.
Todos se movieron detrás de la chica y ella extendió el brazo pero no lo logró, así que volvieron detrás del auto, intentando entre todos darlo vuelta. Esta vez intentaron hacer palanca, a pedido de Mike, con un los palos de los asientos y lograron ponerlo de lado luego de un rato.
—Bien, genial —dijo Jonathan—. Ahora lo damos vuelta, ¿listos? Tres, dos uno... ¡Empujen!
Lograron darlo vuelta y Alex sonrió, asintiendo. Mike respiró cansado.
—Se los dije. Es física.
Los tres mayores caminaron hacia el capó y lo intentaron abrir.
—¿Cómo lo abro?
—Debería haber un pestillo —dijo Alex apuntando dentro del auto—. Bajo el volante. ¿Lo ves?
—No sé —dijo Nancy doblándose para ver—, espera.
Lograron abrir y los dos chicos se pusieron a buscar. Nancy volvió a su lado.
—¿Lo ven?
—No sé —dijo Jonathan—. Debería estar aquí. Distribuidor...
Los tres empezaron a buscar, y Alex tomó el cable, quitándolo con cuidado y dándoselo a Jonathan.
—Lo tengo.
—¡Nancy! —gritó Mike.
Los tres se voltearon y de la nada, cuando Mike, Max y Once salían corriendo, todo el vidrio del techo se rompió con un gran estruendo y un enorme monstruo con seis patas cayó alarmando a Alex.
Cuando dijeron nueve metros no lo creyó pero ahora no le quedaba duda.
La bestia gruñó y fue como ver al demorgorgon otra vez solo que cuatro veces mas grande.
Will, Jonathan, Lucas, Nancy y Alex estaban escondidos detrás del auto, agachados cómo podían. Podían escuchar la radio de Dustin y el chico hablando, pidiendo desesperadamente que confirmaran si estaban vivos todavía. Podían escuchar como el monstruo caminaba y sentirlo también, ya que cada paso que daba hacia que el suelo temblara.
Alex sostuvo el arma contra su pecho, con los ojos cerrados y respirando lo más bajo que podía. Algo cayó, un pequeño grito y la bestia estaba corriendo de nuevo.
Jonathan se asomó, y luego se sentó de nuevo. Lucas tomó su honda y Alex lo miro con el ceño fruncido.
—¿Qué crees que estas haciendo?
—Descuida —dijo el en voz baja.
Lucas se puso de pie y lanzó una piedra, reventando un globo antes de prácticamente lanzarse al suelo. Alex se asomó y les dio la seña.
—¡Corran! ¡Vayan, vayan!
Los dos menores corrieron primero siento seguidos por los otros tres, entrando a los pasillos interiores del centro comercial y corriendo escaleras arriba para ir al estacionamiento. Jonathan corrió directamente hasta el capó y cuando puso el cable, el motor del auto de Billy volvió a sonar y Alex bufó.
—Este hijo de perr...
—Arranca el auto —le dijo Nancy a Jonathan—. ¡Ahora! Alex ven.
Nancy cargó la pistola y Alex hizo lo mismo. Los dos se pusieron al lado del otro y apuntaron. Alex sentía el latido de su corazón en su oído y la sangre bombeando sin parar.
El auto de Billy avanzó asquerosamente rápido y las manos de Alex temblaron. Incluso si lo mataban, ese auto iba a matarlos.
Billy no iba a apretar ese freno y el lo sabía.
Nancy comenzó a disparar y Alex hizo lo mismo, tratando de reventar una rueda en vez de darle al chico. Nancy bajo el arma cuando el auto estaba a menos de diez metros y pegó un grito. Alex soltó el arma y tomó la cintura de Nancy, obligándola a agacharse y el taparla con su cuerpo pero el impacto nunca llegó.
Otro auto apareció y el auto de Billy salió dando vueltas hacia un lado. Alex se levantó y sonrió aliviado cuando vio a Steve junto a Robin.
Jonathan logró prender el auto y los dos chicos corrieron para entrar. Nancy entró en el copiloto y Alex se lanzó de estómago a las piernas de los niños. Jonathan manejó hasta el auto destrozado de Murray y tocó la bocina.
El monstruo estaba en el techo del centro comercial, mirándolos directamente.
—¡Suban! —gritó Nancy—. ¡Rápido, rápido, rápido!
Alex pasó por encima de los asientos hasta el maletero donde Steve y Robin se subieron y los abrazó a los dos, dandole un beso en la mejilla a cada uno.
—Maldita sea, los adoro.
La bestia los empezó a perseguir y Alex puso una mueca. Robin se veía traumatizada y Steve parecía estar despierto por la pura adrenalina.
Probablemente el estaba peor así que no dijo nada.
—Dustybun, ¿me copias? —sonó en la radio y Alex dejó las náuseas de lado, confundido.
—Te copio, Suziepooh. Ahora te oigo mucho mejor, gracias.
—Suzie –dijeron Robin, Steve y Alex al mismo tiempo.
—Escucha, ¿sabes la constante de Planck? —preguntó Dustin.
—¿Sabes que la Tierra órbita al sol?
—Bien, sé que comienza con dos seis. ¿Cómo sigue?
—A ver si entiendo bien. No sé nada de ti en una semana, ¿y ahora quieres una ecuación que tú deberías saber para salvar el mundo?
—Suziepooh, juro que te compensaré lo antes posible.
—Malditos treceañeros —dijo Alex con asco—. ¿No era su amiga?
—Hazel va a estar feliz —opinó Robin sonriendo levemente.
—Puedes compensarme ahora —dijo la chica.
—¿Qué?
—Quiero oírla.
—Ahora no.
—Sí, ahora, Dustybun.
—Suziepooh, esto es urgente.
—Sí, quieres salvar al mundo. Ya te escuché, pero Ged quiere salvar Terramar y enfrentará a la sombra, así que Suzie, fuera.
—¡Espera! Está bien —hubo una pausa y luego se escuchó—. Turn around... look at what you see. In her face, the mirror of your dreams.
Steve dio una arcada falsa y Alex puso una cara de asco, igual que Robin mientras los tres se miraban confundidos. Suzie se había unido al canto y ahora cantaban los dos al mismo tiempo.
—Make believe i'm everywhere, giving in the light, written on the pages is the answer to a never ending story... reach the stars, fly a fantasy dream a dream, and what you see will be, rhymes that keep their secrets will.
Lucas y Will se miraron con el entrecejo fruncido y Alex se tapó la cara, agarrando el puente de su nariz adolorida.
—Unfold behind the clouds, and then upon a rainbow is the answer to a never-ending story, storyyy.
—La constante de Planck es 6,62607004 —contestó Suzie finalmente.
—Acabas de salvar al mundo —dijo Dustin.
—Cómo te extraño, Dustybun.
—Yo también.
—Te extraño más multiplicado por todas las estrellas de la galaxia.
La transmisión se cortó y Alex miró a Steve antes de que los dos largaran a reír a carcajadas.
Cuando los dos se calmaron, Steve notó que el monstruo daba la vuelta.
—Está dando la vuelta.
—¿Qué? —preguntó Nancy.
—Billy —dijo Alex—. Los debe haber visto.
Jonathan derrapó el auto, haciendo que Steve cayeran sobre Alex y Robin y aceleró de vuelta hacia el centro comercial.
Billy dejó a Once en el suelo cuando el Desuellamentes volvió a entrar al centro comercial, la chica comenzó a retroceder, aterrada y Lucas lanzó un fuego artificial dandole justo en la cabeza.
—¡Desuella esto, monstruo de mierda!
Lanzó otro fuego artificial, que le explotó en la boca pues justo gruñó y todos se pusieron en marcha, prendiendo y lanzando sin parar, llenando el centro comercial de explotación.
Alex corrió y le dio un puñetazo a Billy, que apenas se movió antes de lanzarle un golpe de vuelta. Alex lo esquivó y tacleó al rubio, tratando de inmovilizarlo.
—¡Corre, Ce! ¡Vete! ¡Sal de aquí!
Billy gruñó de dolor antes de darle un golpe en el estómago a lo que Alex cayó de espaldas, tosiendo adolorido. Once no se movió y Billy se retorció.
—¡Once Hopper vete de aquí! —gritó su hermano, logrando inmovilizar a Billy en el suelo.
Once intentó gatear, Billy le dio un cabezazo a Alex y se libró de el, agarrando a la chica del pie y arrastrándola de vuelta. Alex se quedó recostado, viendo borroso y sintiendo su nariz sangrar otra vez.
Billy rodeó el cuello de Once con las manos, estampándola una y otra vez contra el suelo y Alex se levantó entre gruñido antes de lanzarse encima de el, haciendo que los dos cayeran cada vez más cerca del monstruo mientras rodaban por el suelo.
Los fuegos artificiales empezaron a llegar cada vez menos y Billy fue recuperando su fuerza, lanzando a Alex contra una banca. Alex se retorció en el suelo, sin aire cuando Billy lo agarró del cuello, elevándolo en el aire. Alex agarró sus muñecas, tratando de soltarse cuando Once gritó.
—¡Dos metros!
Billy se volteó a verla, sin soltar a Alex y Once se largó a llorar mirándolo con desesperación.
—Le dijiste... que la ola tenía dos metros. Corriste hacia ella en la playa. Había gaviotas. Ella levaba un sombrero...
El agarre de Billy flaqueó y Alex volvió a sentir el suelo en sus pies. Aún no lo soltaba pero no era tan apretado como para que no pudiera entrar aire a sus pulmones.
—... con una cinta azul —siguió Once con la voz rota—. Un vestido largo... con una flor azul y roja. Sandalias amarillas, llenas de arena. Era bonita. Era muy bonita. Y tú... eras feliz.
Billy soltó a Alex, haciendo que caiga al suelo, agarrándose la garganta y respirando agitado, pecho subiendo y bajando adolorido, como si el aire fuera lava. El rubio estaba llorando y se veía increíblemente confundido.
Billy se levantó, tomó el pie de Alex y lo arrastró hacia Once antes de pararse en frente de los dos. Alex cada vez se sentía menos consciente y aunque Once estaba tratando de hablarle, apenas escuchaba. Se sentó y cuando vio al monstruo abrir la boca y sacar esa especie de lengua se lanzó encima de Once, tapando todo su cuerpo con el de el pero, nuevamente, el impacto nunca llegó.
Billy detenía al monstruo con la mano y luego un brazo del Desuellamentes lo atacó por un lado de su estómago, luego otro en el otro lado y otro y otro y otro, elevando el cuerpo de Billy en el aire mientras se retorcía del dolor.
El rubio cayó de rodillas y gritó antes de que el monstruo lo atacara justo en el pecho, atravesándolo.
—¡Billy! —gritó Max.
El monstruo soltó al rubio y su cuerpo cayó de espaldas. El Desuellamentes empezó a retorcerse, golpeando los pilares del centro comercial y los balcones antes de caer muerto al suelo con un ruido seco. Alex cayó de lado, agotado.
—¡Once! —gritó Mike antes de agacharse y abrazarla.
Max caminó hasta el cuerpo de su hermano, agachándose a su lado.
—¿Billy? Billy, levántate, por favor. Por favor.
El rubio murmuró algo que Alex no alcanzó a escuchar y el ojiazul uso todas las fuerzas que le quedaban para levantarse y rodear sus brazos alrededor de la pelirroja, atrayéndola a su pecho.
—¡Billy! Billy...
Max cayó llorando contra el pecho de Alex mientras Once se unía al abrazo también. El chico cerró los ojos por un segundo, sosteniendo a Max con las pocas fuerzas que le quedaban.
—¡Alex! —gritó Nancy corriendo hacia el.
Max abrazó a Once, dejando a Alex libre por lo que se puso de pie, tambaleándose un poco y Nancy lo abrazó, estrellando su cuerpo contra el de el antes de agarrarle la cara y besarlo.
Las lágrimas de los dos se mezclaron en sus bocas, antes de que Nancy se separara y pegara la frente contra la de el, soltando sollozos.
—Creí que... creí que ibas a morir.
—Yo no muero, bobita —dijo el con una sonrisa cansada.
Nancy negó, entre riendo y llorando antes de abrazarlo otra vez. Alex le correspondió, enterrando la cara en su hombro.
Antes de que pudiera decir algo más, un montón de militares entraron, haciéndoles preguntas. Luego de un rato los llevaron a las ambulancias.
Subieron a Alex a una camilla y una enfermera le limpió las heridas y le puso pequeñas curitas en el pómulo y en el labio. Trajeron a Once a la misma ambulancia que a el y le pusieron un parche en la frente.
Cuando ya los terminaron de revisar, ambos salieron de la ambulancia, buscando a Hopper con la mirada. A este punto ya debería haber salido.
La mirada de los dos cayó en Joyce, que abrazaba a Will. La adulta se largó a llorar aún más y ambos lo supieron.
Estaba muerto.
Hopper estaba muerto.
Once se giró y oculto la cara en el pecho de su hermano, abrazándolo tan cerca como podía, como si Alex fuera a desvanecerse y rápidamente sintió como su camiseta se empapaba.
Pero el no lloro.
Sentía todo el cuerpo dormido, como si estuviese flotando y el ruido de la gente fue disminuyendo cada vez más, hasta que ya no escucho nada más que ecos distantes de su propio corazón.
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