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SEIS

Era de noche de nuevo en la ciudad de Tokio, ésta se encontraba cómo usualmente cubierta de neón, los ruidos usuales en una cacofonía urbana en son tocando bocinazos de coches y sirenas que cómo lobos salvajes aullaban bajo los cielos oscuros en un arco de acontecimientos tensos simplemente atribuidos a gente propensa a la ira enojada por la horrible gestión de el tránsito que siempre plagaba las calles nocturnas en el atestado popular distrito de Shibuya, era peor que a la luz del día, principalmente debido a ciertas personas cómo la que se encontraba de el otro lado de la pared que creaban problemas con sus pequeñas escaramuzas vehículares de vez en cuando. La luz de la luna suave y pálida como un ladrón veloz entró por su ventana abierta, una suave brisa cálida se paseó contra las pálidas cortinas cremosas en una suave caricia, la vampiro miraba silenciosa e inmóvil dicho evento, tenía que cambiarlas, añadir un poquito más de color no le haría daño a nadie, tal vez hasta algunas plantas aquí y allá, ó solo un cactus, para menor mantenimiento, Dios sabía que bien se olvidaría de tal cosa antes de que la semana hubiera terminado lo cual era irónico considerando su gran memoria vampírica.

La morena en cuestión yacía sobre su cama aún hecha, la figura delgada vestida con pijamas de seda plateada brillaba cómo una joya de plata contra las paredes blancas de su habitación, ella realmente necesitaba agregar algo de color aquí, todo se debía principal mente a que Toshiro afirmaba que la ciudad de afuera proporcionaba suficientes escalas de color para toda la vida (y sus vidas eran muy largas) como para añadir un esquema extremo con el cual lidiar para sus ojos extra sensibles, con lo cual personalmente difería.

"¿Y si tenemos visitas? ¿No crees que pensarán que es extraño que el lugar sea demasiado monótono mientras nos ven vestidos con ropa de diseñador a punto de pasarela?" Preguntó la morena mientras negaba tomando una de las múltiples almohadas para sofocar a su compañero, quien, a su lado, negó rodando los ojos antes de responder.

"Lo que usamos es un reflejo de nosotros mismos, el resto a quién le importa, además, ¿quién nos visitaría? no hemos tenido un solo encuentro con otra alma dentro de este lugar que no seamos nosotros en la última década, no creo que sea prudente comenzar a hacerlo ahora de todos los tiempos-" Éste dijo desestimando su posiblemente banal preocupación, lo que el vampiro moreno japonés no logró percibir fue la expresión decaída de la hermosa morena quién apartó sus ojos borgoña lejos de su rostro para observar como la lluvia nublaba el anteriormente soleado cielo de matices grises.

En sus manos pálidas y delgadas una copia desmerecida por el uso de orgullo y prejuicio para mantenerla ocupada durante dicho tiempo, verán claramente que Karina no mentia al decir sobre que no podía dormir, nunca, su estado inmortal no lo permitía porque no necesitaba sus beneficios, nunca se cansaría, nunca se enfermaría y, sobre todo, nunca envejecería otro día por el resto de su existencia. Muchos le llamarían a tal noción monstruo, anti natural, engendro ó algun tipo de aberración, los creyentes modernos correrían por las colinas como hace mucho lo habían hecho en las épocas de antaño si supieran la verdad de lo que se paseaba entre ellos, armarían sus armas, sus bombas y granadas para lanzarse como aquellos que en ocasiones atrevidamente corrían tras sus pasos como varios descabellados lo habían hecho llamándose así mismos cazadores de los hijos de la noche, con sus antorchas en mano y sus dagas en lo alto, pero sería en vano, pues ella personalmente no le temía a las reliquias religiosas ni a la luz de el día, admitía no podía caminar con tales libertades debido a razones aparentes, pero aun así, podía llevar una vida medio normal entre otros humanos mientras vivía su estilo de vida antinatural. Claramente, no todo había sido así, hubo un tiempo relativamente normal en su vida en el que ésta sólo había sido simplemente una jovencita humana normal con sueños distantes de convertirse en la primera médica femenina y romper los estereotipos entre su familia y amigos, eso era lo que ella era, una buscadora de la verdad, descubriendo lo que había debajo un paso a la vez, ó dos si se sentía más rebelde de lo usual, desvelando el pasado, esa era ó lo que había sido, una chica que vivía en el mal momento de las circunstancias con sueños demasiado grandes para cumplir en un periodo determinado a la total opresión de una mujer siendo capaz de pensar por si misma sin la ayuda de un hombre, era algo tan ó más escandaloso que si se hubiera desnudado en las calles.

"—Madre por favor-, debes razonar con él de alguna manera, esto es importante para mí, más que cualquier otra cosa que haya querido nunca y no puedo simplemente olvidarme y dejarlo de lado por este-, este capricho que padre a formado en su mente! por favor te lo ruego, no quiero casarme con él, no estoy lista y-y..¡ni siquiera lo conozco! ¡Por el amor de dios! no puedo vivir con un desconocido!" Había exclamado la chica morena ignorando la mirada aguda que la mujer de enfrente le había lanzado mientras la mesita de caoba temblaba por su arrebato, las tazas de té se sacudieron a lo largo de sus platitos decorados con flores, los bollos y golosinas azucaradas junto a ellos en un efecto colateral rodaron de sus lugares.

"¡Ten cuidado con tus palabras Karina! no querríamos que oídos no deseados te oyeran decir eso, ¿no es así? y no le considero la gran cosa, yo tampoco conocía a tu padre bien cuando me comprometí con el y miranos ahora, además de que con rogar no conseguirás que influyas en la decisión de tu padre mi amor, él ya tomó una decisión y sabes bien que eso significa, además, que no creo que el joven Caledon sea tan repugnante como te lo imaginas, solo he escuchado cosas buenas de lady Charlotte Dubois, dijo que es bastante educado y un buen caballero, no tengo ninguna duda de que logrará hacerte feliz cariño, de lo contrario tu padre no lo habría elegido como la mejor opción para ti después de todo, y por favor, guárdalo para ti, todavía no está totalmente decidido, aun.." Su madre le había dicho, completamente inconsciente de las verdaderas intenciones, el dinero, el estatus y el poder de su esposo, pero siguió ignorando el ceño fruncido en el rostro de la joven mientras sus labios seguían arrojando mentiras y alabanzas en nombre de aquellos que se consideraban mejores que el resto, lamentablemente las cosas eran cómo eran, los estándares de la alta sociedad reinaban duramente sobre todos aquellos que poseían buenas fortunas.

Todo había quedado en vano después de todo cuando su padre, una tarde de esa misma primavera, le había regalado la noticia de su matrimonio favorable con dicho joven rico, ella se convertiría en la futura señorita Hockley. El bonito trofeo de un arrogante hombre narcisista, algo que a su mente "rebelde" en ese entonces realmente no le había sentado bien de el todo, ¿a quién no? no podía dar su vida por alguien que no conocía ó no le importaba, ¿quién en su sano juicio haria tal cosa igual? nadie, al menos que fuese un hombre con las oportunidades previstas, pero todo era absurdo, así que con eso había comenzado a planear, a trazar una manera de separarse de los planes de su padre, por primera vez en su vida no le daría el placer a otros, huir, esa había sido según ella su elección más inteligente y con el paso de los días y la llegada de la noche, como un espectro entre las sombras se desvaneció de aquel lugar que alguna vez se atrevió a llamar hogar.

La oscuridad se tragó el área circundante, el frío y húmedo adoquín debajo de sus pies resbaloso por el rocío de medianoche, su aliento salió brumoso y áspero mientras su corazón latía con fuerza en su pecho y oídos, nadie tardaría mucho en encontrarla, incluso si ella hubiera planeado cuidadosamente todo el calvario hasta los últimos pequeños detalles, su padre no era un hombre estúpido, se ocuparía de esto como cualquier otra situación, con calculada y fría precisión, ninguna hija suya estaría empañando su nombre y su orgullo, la castigaría de la manera más dura posible y la enviaría al lado de Caledon tan rápido como un rayo golpea el cielo.

La lluvia comenzó a llegar desde los cielos oscurecidos, fría e imperdonable mientras su esbelto cuerpo pálido cubierto con un simple vestido de algodón azul se abría paso hacia la apertura de un callejón, ella continuaría através de el callejón y luego hacia algún lugar donde pudiéra encontrar comida caliente y refugio, luego, a partir de ahí, intentaría imaginar las cosas a medida que avanzaban. Ó eso había planeado, hasta que una sombra fugaz en el rabillo de el ojo la detuvo, no pertenecía allí como las demás, ésta sombra se movía por sí sola, estaba viva.

"¡Si esto es algún tipo de robo, al menos exijo ver la cara de mi ladrón! te aseguro, no encontrarás lo que buscas, no soy una dama de dinero ni de alto estatus" Murmuró lo más valiente que pudo la mentira, fue un movimiento tonto hablar con alguien que podría estar afiliado a su padre, pero no tenía otra opción, tenía que hacerlo para eliminar las posibilidades. Una eternidad pareció pasar mientras esperaba, temblando por el frío que pasaba por su chal y su vestido, su cabello oscuro estaba pegado a su frente mientras sus labios se abrían con un grito ahogado, algo blanco, como un hueso pálido golpeó apenas contra su sien, su visión giró y nadó en puntos oscuros mientras su cabeza se sacudía hiriente mente, ésta cayó al callejón sucio en un abrir y cerrar de ojos, un destello de cabello largo rubio pasó por sus ojos cuando una mandíbula cincelada apareció a la vista, un hombre, alto, delgado y misterioso la había agarrado por la nuca de la pechera de su vestido, levantándola sin esfuerzo en el aire como una muñeca de trapo.

El agarre de el extraño era inflexible, duro y frío, como el hielo, como los muertos, hizo que se le erizara la piel de gallina por todo el cuerpo mientras su rostro, aún oculto por la cubierta de su cabello y las sombras, brillaba brevemente como piedra blanca bajo la luz de la luna, una barba incipiente cubría la mandíbula en la que residía una boca dura y rígida con labios rojo oscuro y pómulos altos.

"..Por favor, te lo ruego, yo-, no tengo nada de valor, solo algunas míseras monedas, es la verdad, lo juro.." Suplicó la joven morena mientras su respiración se dificultaba, sus piernas pateaban el aire mientras luchaba por controlar sus vías respiratorias, el hombre todavía en silencio la abrazó sin siquiera luchar, un bufido voló hacia sus oídos, áspero en una suave voz de barítono tenor.

"—Te equivocas amor, tienes mucho más de lo que sabes ó entiendes, todo bajo un caparazón suave y cálido, en otra ocación admito que te habría dejado ir, pero por desgracia en este momento no tengo la fuerza para apartarme, no cuando he estado muerto de hambre durante tanto tiempo y tu sangre huele tan tentadora, lo siento pero hay que hacerlo.." Habló el hombre, sus palabras macabras pero su tono suave, como el de un ángel, ella cuestionó su cordura mientras la bajaba, sacudiendo a la par su cabeza y la columna vertebral juntas, Karina jadeó cuando sus manos ahora la sujetaron por la espalda, con un agarre que le parecía quebrar todos los huesos, sus manos frágiles golpearon patética mente su pecho mientras sus labios fríos recorrían su cuello, muchos escenarios volaron por su mente, hasta que sus labios rozaron y luego se hundieron contra su piel.

"Por favor-, te lO SUPLIC!—" Sus palabras ahogadas en un mar de gárgaras incoherentes. La muerte había venido a reclamarla, como fuego líquido, sus dientes se clavaron en su carne sellando su destino para siempre, y ahora debía vivir con las consecuencias. Esa había sido su peor decisión, y pagó el precio, debido a que la razón por la cuál debía haber sido libre de toda atadura era en el fondo lo que le había llevado a ser lo que era hoy, sus drásticas decisiones la habían llevado a un camino de el cuál nunca volvió nuevamente, al menos no con un corazón latiendo claro estaba, decir que no fue horriblemente tortuoso sería una blasfemia, pero no tan peor como la primera vez que se enfrentó a la noción de alimentarse de un ser humano.

Una farsa de lo que sus expectativas religiosas la habían hecho creer desde niña, había despertado a una nueva realidad, una en la que la calidez era algo de el pasado, su hambre nublaría su pensamiento racional y llegaría a odiarse a sí misma durante las próximas décadas. Ella había reclamado una vida inocente ese día y, lamentablemente, él no sería el último ni el único en su vida.

Recuerda perfectamente las súplicas de el jovencito de su misma edad que había arrebatado de los jardines cerca de un estado rico, cómo sus hermosos ojos marrones habían brillado hasta el borde con lágrimas frescas, no habían pasado más de dos ó tres días después de que ella se había despertado en un estado de completa confusión, había pensado que la próxima vez que sus ojos se abrieran lo harían hacía una oscuridad perpetua ó las puertas de el cielo mismo, pero no, se había despertado en el mismo lugar, el callejón sucio lleno de tierra, ratas y aguas malolientes de orinal. "P-Perd-dóname-, per-, OH DIOS..¡DIOS!...¡¿QUE HE HECHO!?" La morena exclamó con un jadeó agudo mientras sostenía entre sus brazos el cuerpecito pálido, sus lánguidos miembros tan frágiles como papel.

"—Dios..POR FAVOR..¡POR FAVOR!" Esa noche había rogado, no por ella ó por su ahora maldita alma inquieta, si no por el inocente, el inocente que había masacrado sin piedad y ahora yacía frío, inmóvil y sin rastros de ese brillo vivaz que alguna vez le había llenado de vida plena.

Justo cuando estaba cayendo mental mente en una etapa de recuerdos casi en estado de coma momentáneo, la joven morena crepitó con su audición perfecta, respiraciones entrecortadas, el corazón de el moreno corredor a quién claramente podía escuchar al otro lado de la pared latía con fuerza sobre su pecho. Sin si quiera poder evitarlo ó meditarlo, se arrojó con cierto cuidado, porque ya había roto algunas camas en su alboroto de movimientos desesperados, la morena saltó al otro lado de la habitación y se encontró saliendo por la puerta en cuestión de segundos, la inmensa oscuridad le dio la bienvenida al otro lado de el pasillo como un tipo de abismo infinito.

Podía oler el sudor salado en su frente y cuello, el olor agrio de la sangre cobriza latiendo por sus venas, mordiendo su labio de granito liso, Karina se detuvo, reinando su lado cazador. Necesitaba enfocarse por ende su mente evocó memorias aflote, el moreno siendo su protagonista principal, podía recordar vívidamente todos los momentos de adrenalina en sus últimos años mientras conducía a través de las calles de la ciudad frente a otros corredores ilegales en batallas por dinero, títulos y automóviles, muchas de esas veces se había preocupado por él porque y citó; juraba que su corazón explotaría directamente de su cavidad torácica en cualquier momento dado por Dios. Más para ella y sus muchas, muchas oraciones afortunadamente, no había sucedido nada más peligroso que un par de raspaduras, más todavía albergaba el pensamiento de éste nuevamente en la fría calle, ensangrentado y golpeado por el impacto hiriente de el auto de el bastardo calvo, por ende pensándolo bien ésta prefería mil veces verlo conducir a través de los puentes alzados en maniobras mortales y lo que fuese que mirarlo una vez más bajo los semáforos fríos, inmóvil, insensible, muerto.

"No-, basta-, fuego.." El susurro salió volando de sus labios, ésta cerró los ojos duramente y sacudió la cabeza, esos tormentosos pensamientos traicioneros, su pecho de inmediato se derrumbó cómo si le hubieran hecho un agujero en el centro ante las imágenes. "El..El avión..cuida..do" Al abrir la puerta en un movimiento rápido, la pálida morena se paseó por la oscuridad hacia su sombreada silueta, su cuerpo se estremecía de manera agonizante mientras pequeños gemidos de agonía abandonaban sus labios. Ella sabía desde lejos que no estaba sufriendo, al menos no físicamente, parecía estaba teniendo una desagradable pesadilla ya que dicho sueño lo había hecho tirar las sábanas de la cama en un revoltijo revuelto sobre el suelo de madera. Debatir si despertarlo ó dejar que la situación siguiera su curso fue muy díficil, por ende la morena vampiro en vano luchó por obligar a sus propios pies a no moverse, pero ya era una tarea fallida pues segundos después se encontró sentada al lado de su cama tratando de despertarlo.

"—Han, Han, estás soñando-, ¿sí? es sólo un sueño, vamos, son solo pesadillas, no son reales, ya no más.." Susurró en voz baja y desesperada mientras le sacudía suave mente, pero fue en vano, durmió profundamente contra sus innumerables intentos, él moreno de tono oliva seguía luchando sin idea alguna de su presencia. "Probablemente ésto no iba a terminar bien" pensó la morena justo antes de tocar su rostro, su mano pálida y suave rozando su mejilla caliente pareció ser suficiente como para sacarlo de el sueño momentánea mente, su fría temperatura suficiente para romper el oscuro velo de su innombrable tormento. "¿Giselle? Giselle-, estas aquí..cariño, bebé-, por favor, no me dejes, no, no te vayas, q-quédate, quedate por favor.." Gruñó cuando sus ojos oscuros se abrieron unos efímeros segundos antes de caer nueva mente en su delirante agitación, sus labios temblaron como si estuviera sufriendo de hipotermia, jadeos escapaban esporádicos, sus musculós rígidos bajo su ardiente piel tornados en piedra duramente petrificados como una banda elastica apunto de romperse.

Con un suave suspiro, la morena se quedó quieta en su lugar, sus manos blancas cómo el hueso bajo la pálida luz aparentemente inmóvil haciéndose parecer cómo una piedra tallada. "—Lo siento, lo siento mucho..por no estar ahí cuando más lo necesitaste" Karina susurró triste mente, su voz sedosa en la noche silenciosa porque su corazón parecía romperse ante la imagen de su desesperación, se sentía inservible ante su agonía, aún así, se quedó allí a su lado acariciando delicadamente su cabello oscuro con delicadeza, sus dedos trazando líneas imaginarias a su paso, su dorada piel ahora profusamente cubierta por una fina capa de sudor que se extendía a lo largo de su ardiente frente.

"Voy a casarme contigo, c-como lo acordamos, no-, no te vayas, por favor..g-giselle no, n-no te sueltes, aguarda...¡NO! ¡PERDÓNAME! ¡PERDÓNAME!.." Balbuceó antes de sacudirse fuertemente en espasmos convulsivos una vez más entre sus brazos, lágrimas cristalinas saladas cayeron de sus ojos cerrados mientras su boca se abrió en un grito de profundo lamento, el alarido clavó profundo dentro de la vampiro, su corazón estaba roto, su voluntad seguía en pie, pero ésta temía no por mucho más tiempo, éste era su peor temor, él lenta pero definitivamente perdía el foco en el ahora, en su vida, pronto como las estaciones, se vería marchitado en su apogeo y abandonaría toda esperanza de ser feliz, y si él moría ella estaría desamparada, no habría más razones para existir igualmente.

"Non c'è pietà per coloro che non conoscono la morte stessa (no existe piedad para aquellos que no conocen la muerte misma)" Sus labios murmuraron suavemente mientras su mente se separaba y se alejaba hacia la memoria de los oscuros túneles debajo de la ciudad amurallada de Volterra en Italia, la guardia de los Volturi sin duda alguna le recibiría con los brazos abiertos mientras sus labios rogaban por la piadosa muerte eterna que nunca llegaría al encontrarse con la inevitable realidad, no al menos de la manera que esperaba. Casi juraba podía sentir sus dedos blancos cómo garras plateadas que le agarrarían de los brazos con fuerza mientras la pequeña demonio de cabello oscuro y su hermano gemelo infligirían sobre su cuerpo los peores dolores inimaginables justo antes de que ella misma se rindiera y se rompiera en trozos de granito como un simple vestigio de tiempos pasados.

"—Ka..rina.." Sus labios gruñeron febrilmente, deteniéndose segundos antes de que su corazón latiera con fuerza, el sonido resonando en las orejas de la vampiro cómo una campana, luego, cómo si nunca hubiera estado allí, concluyó con un sonido arrullado que finalmente calmó su cuerpo hasta el colchón. "Shh, estoy aquí, siempre he estado aquí, siempre estaré aquí, descansa ahora, nada ni nadie podrá tocarte ó hacerte daño, nunca.." Susurró la morena casi inaudiblemente mientras sus labios dejaban un dulce beso casto en la piel bronceada de el piloto asiático. Ella siempre estaría allí, siempre y para siempre, tan centrada era su atención unánime, que la vampiro morena ni siquiera percibió el par de ojos color borgoña que como dos rubíes destellaban opacos bajo las sombras junto a la alta ventaja de el tercer piso, su dueño, sigiloso y audaz, se desvaneció en segundos dejando ningún rastro de su anterior presencia.


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