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━━━━━━ 𖥻 vi. frenemies.

✧  𓈒   ⠀𝆬 ،      𝑣𝑖.    𝙲𝙷𝙰𝙿𝚃𝙴𝚁    𝄒      ᗁ      !
⠀ 𖦹 𓄹  ִ  ۫   𝖺𝗆𝗂𝖾𝗇𝖾𝗆𝗂𝗀𝗈𝗌 ˚   ✦⠀⠀ֹ

⚠ | Acabo de cambiar el nombre a nuestra protagonista, por motivos de originalidad. Cassiopeia ahora se llama Amalthea.

GEORGE Y YO NOS QUEDAMOS MIRANDO COMO ADHARA LEÍA LA CARTA, esperando a que nos dijera de que se trataba.
Cuando su semblante se ensombreció supimos que no se podía tratar de nada bueno. Al terminar, levantó sus ojos en dirección a Amalthea quien le respondió la mirada por un segundo hasta que Malfoy acaparó su atención.

—Debo hablar con el profesor Snape, esto no es bueno— dijo levantándose.

—¿Qué pasa con Amalthea? — dije confundido viendo en dirección a la recién nombrada.

—¿Qué pasa con ella? — preguntó confundida dirigiendo sus ojos al mismo lugar y al instante volví mi mirada hacía Adhara.

—Parecía ser un problema en común— miré hacía la Slytherin de nuevo y logré notar el reflejo brillante que emitían sus ojos, parecían cristalizarse.

—Estará bien— dijo restándole importancia para luego dirigirse camino a la mesa de profesores.

Seguí mirando la escena y me di cuenta que jamás había imaginado no disfrutar cuando alguien parecía tener su merecido. Me giré para ver a Handes y Alice pensando que tal vez correrían al rescate de su nueva amiga.

—¿Qué miras? — habló Alice sintiendo mi mirada.

—¿No irán a hablar con Amalthea? — respondí.

—Adhara lo dijo Fred, ella es fuerte— habló esta vez Handes— y seguro ella la conoce mejor que nadie y sabe que va a estar mejor sola ¿Qué tal si lo único que logramos hacer es empeorar las cosas? Además, mírala, está completamente bien, si vamos ahora comenzarán los rumores.

—Además ¿a ti porqué te interesa? ¿No se supone que la odias o algo así? — cuestionó Alice sin apartar la vista de su libro de pociones.

Me quedé callado y volví mi vista a los Slytherin, donde una Amalthea que intentaba parecer relajada se retiraba del Gran Comedor apretando sus puños con fuerza. Me giré para seguir cenando. Si a alguien no debía importarle los asuntos de aquella niña era a mí.

Casi había acabado la cena cuando George llamó mi atención.

—Hey, mira— dijo mi gemelo— lleva ahí desde que se fue.

Miré por debajo de la mesa, donde George señalaba la pequeña mota de tinta con el nombre de Amalthea dentro del mapa del merodeador. Extrañamente ella se encontraba en la torre de astronomía.

—¿No es Peeves el que va hacía allí? — apunté mi dedo hacía el nombre del poltergeist que claramente se dirigía al sitio dónde se encontraba la chica.

—¿Preferirías que el sucio de Peeves se lleve el crédito de atormentarla o que seamos nosotros quien le hagamos la vida imposible? — dijo mi gemelo con una sonrisa maliciosa.

George no esperó respuesta y ambos nos levantamos con prisa hacía la torre de astronomía. Encontramos a Peeves en las escaleras que dirigían hacia allá.

—¡Miren quienes son! ¡Las divertidas fotocopias! Díganme ¿En qué andadas están? Me temo que tendré que decirle a McGonagall que están deambulando por dónde no deberían— dijo con tono fanfarrón.

—Tranquilo Peeves, sólo veníamos a avisarte que el Barón Sanguinario nos ha preguntado por ti— comenzó a decir George.

—Parecía muy molesto. Le dijimos que estabas en la Torre de Astronomía ¿hicimos bien? — le seguí yo.

Sin decir palabra Peeves salió despegado en dirección contraria a la que se dirigía. Ambos sonreímos victoriosos ante nuestra efectiva estrategia.

—No escucho nada— habló de nuevo mi hermano— ¿estará bien?

Ambos miramos hacia arriba dónde todo se escuchaba en un absoluto y atemorizante silencio. Subimos los escalones restantes silenciosamente llegando sólo para encontrarnos con una Amalthea dormida, con lágrimas secas en las mejillas. Antes de dar otro paso George golpeó mi brazo llamando mi atención. Señaló una carta que estaba al lado de la niña y con la mayor sutilidad la tomé. Ambos la leímos y como si no fuera suficiente el hecho de estar ahí la niña se removió abriendo lentamente los ojos.

—Yo no voy a estar aquí cuando comience a gritar— habló George apurando su salida por las escaleras.

Antes de poder imitar su acción Amalthea se levantó del suelo desorientada, obviamente confundida por encontrarme ahí.

—¿Weasley? ¿Qué haces aquí? — antes de poder responder captó su atención en mis manos las cuales aún sostenían su carta. En un movimiento brusco y notablemente disgustada la arrebató de mí— ¿La leíste? — una vez más no me dejo hablar— ¿Qué digo? es obvio que la leíste. Tú y tu hermano no tienen la vida lo suficientemente interesante para meterse en sus propios asuntos.

Guardó la carta en el bolsillo de su túnica y bajo las escaleras.
Por un momento me quedé estático al no saber cómo debía sentirme. No podía estar enojado porque para empezar ella no nos había pedido que fuéramos a librarla de Peeves y tampoco nos había dado permiso de indagar en sus situaciones personales. No tardé más de cinco segundos en reaccionar de nuevo y bajar por las escaleras detrás de ella.

—¿No me darás ni las gracias? — hablé llamando su atención.

—¿Por qué te daría las gracias por meter tus narices dónde no te importa? — respondió apresurando el paso.

—Te salvé de Peeves. Antes de llegar él iba directo allá arriba así George y yo lo ahuyentamos ¿Sabes lo que hubiera pasado si te hubiera encontrado? Seguramente hubiera hecho un desastre tirando todo por ahí, luego te culparía y muy probablemente después les diría a todos que te había encontrado llorando para que se burlaran de ti.

—¿Quién estaba llorando? — dijo a la defensiva— ¿Y por qué eso es peor? seguramente no puedes esperar a contarles a todos como me encontraste y la situación de mi familia— rodó los ojos y se detuvo haciendo que yo también lo hiciera— pero te lo advierto sucio Weasley, si se te ocurre decir una sola palabra de lo que allá arriba leíste haré que tú...

—¿Qué harás? — la interrumpí— ¿Ahora dirás algo cruel sobre mi familia? Adelante, todos sabemos que somos pobres ¿Pero sabes qué? somos felices, eso es algo que tu sucio dinero jamás podrá comprar— seguí caminando dejándola unos pasos atrás y luego me frené de nuevo— ¿Sabes? tampoco pensaba en decirle algo a los demás porque se perfectamente que si algo le pasara a mi padre odiaría que alguien lo regara por el colegio con la intención de burlarse.

Antes de poder dar otro paso divisé dos siluetas caminando en dirección a nosotros. Justo cuando me decidía a ignorar a quien fuera que se cruzara en mi camino pasaron por al lado de una antorcha que reveló sus rostros.

—¿Fred? — habló Hades en cuanto estuvo lo bastante cerca— ¿Althea? — antes de decir algo la niña se encontraba al lado de mí —Es tarde, deberías estar en tu Sala Común.

—Tienes razón, es tarde. Nos vemos mañana— antes de poder retirarse la pelirroja la tomó del brazo— ¿Qué pasa Alice?

—Si alguien de Slytherin como Malfoy te descubre llegando tarde te castigarán. Ven con nosotros a la común de Gryffindor, ahí nadie te delatará.

—Bueno, no es que me moleste, pero no creo que me dejen estar ahí por eso de que...

—Ni siquiera lo notarán— se apresuró a decir Handes— sería como una pijamada.

Amalthea se quedó ensimismada unos segundos.

—¿Amalthea? — hablé para llamar su atención y ella me miró asombrada. Supongo que no esperaba que le dirigiera la palabra después de lo que había pasado.

—¿Son amigos ahora? — preguntó Handes burlonamente y Amalthea se encogió de hombros. Ninguno respondió la pregunta.

—Deberíamos irnos antes de que alguien nos encuentre aquí— evadió la pregunta.

Todos caminamos en silencio por los pasillos. Sabíamos que, aunque Althea no había aceptado directamente la oferta no pondría oposición en ir. Antes de doblar en un pasillo un gato se atravesó en el medio.

—Oh no— hablé reconociendo de inmediato esos ojos rojos malévolos— es la gata de Filch, la señora Norris.

—¿Y? — cuestionó la pelinegra.

En el instante la gata vieja de Filch salió a toda prisa lo que en definitiva no era una buena señal y sabía exactamente qué significaba: iba a avisar a su dueño.

—Corramos— hablé sin dejar de mirar a la dirección por donde se había ido.

—¿Qué? — respondió alarmada Althea.

Unos pasos se escucharon por el pasillo siguiente donde seguramente Filch se aproximaba a paso rápido.

—¡Rápido! — volví a hablar.

Esta vez no hubo preguntas y todos corrimos lo más deprisa que pudimos. A lo lejos aún se escuchaban los pasos de Filch, pero a medida que nosotros avanzábamos se hacían más distantes.

Parecía que estar cerca de aquella niña era tener un imán de problemas.

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